Partida Rol por web

El pobre de Lee recibe un botellazo de alguien en la cabeza, y cuando se quiere dar cuenta, está en el suelo.

"Joder, estos hijos de puta quieren lincharme... No vamos a salir de esta, la gente nos quiere ver muertos, y muertos vamos a estar. No va a haber forma de librarse. Cabrones bastardos..."

Es tal el miedo que atenaza al pobre speed, que empieza a sentir unas incontrolables ganas de ir al baño, presa del pánico. Quizá si se de prisa pueda llegar a tiempo al servicio.

Tanta es la tensión que genera en vosotros la turba de gente que Big Fat queda paralizado durante unos segundos, "Carapicada" más preocupado por la gente que por lo que ocurría delante no te percatas de que la mole negra se ha parado y chocas con este, perdiendo el equilibrio en la escalinata y cayendo de culo sobre los escalones al mismo tiempo que una bota te dá de lleno en tu hombro izquierdo. A partir de ahí todo es una sucesión de acontecimientos lastimosos.

"Speed" y Gray caeis también al suelo ayudados por la cadena que os sujeta a Pablo, quedando los tres en el suelo, con el culo dolorido, mientras tratais de levantaros una botella de cristal impacta contra Lee Jay en la parte trasera de la cabeza. David, tu, lejos de sentir pánico, estás en tu salsa... "Speed" jurarías que le ves extasiado, casi como si estuviese follándose a una negra culona y a punto de correrse. Su expresión placentera aumenta cuando los ayudantes del Sheriff son superados por la masa de gente y comenzáis a recibir patadas y puñetazos de la gente más cercana. Además el jodido cabrón de Sulli ha sacado su porra a pasear y está aprovechando el momento para golpearos.

Albert, tu te quedas totalmente paralizado ante aquella vista, parece una guerra, como si hubieses sido transportado a Iraq en pleno proceso contra Hussein. No puedes alcanzar a entender como unos don nadies como tus clientes pueden haber generado tanto odio y sean los responsables de los disturbios que se les acusa.

Tras casi un minuto recibiendo golpes y siendo arrastrados por Big Fat, que a su vez es arrastrado por el agente Berger y otros tres ayudantes del Sheriff que han acudido en vuestro auxilio, llegáis al final de la escalinata, ya no hay gente, la turba parece haberse quedado más atrás gracias a que los chicos de marrón han recuperado el control. Frente a vosotros un joven con gafas de pasta y un traje carillo se os acerca totalmente pálido y acojonado. Se une a vosotros en vuestra procesión hacia el interior de los juzgados.

De allí no salían vivos. Linchamiento público. A pesar de que habían llegado hasta las escaleras, y había pasado "lo peor", sabía lo que aquello significaba: opinión pública cabreada con unos negros, sospechosos habituales, presunción de culpabilidad frente a la de inocencia, algún juez cabrón y un jurado formado por gente agraviada por los disturbios. Resultado: inyección letal. Eso si llegaban a la milla verde, claro. Aquello era una encerrona, una putada como un templo. Él no había apretado el puto gatillo aquella noche, ni matado a ningún poli. Era a su hermano al que se habían cargado sin venir a cuento. Hijos de puta.

Miró hacia atrás, a la turba, y se santiguó. Después de todo, mamá le enseñó que Cristo había muerto por nosotros. Por nuestros pecados. Luego miró al chaval blanquito, y reconoció su catadura: universitario recién licenciado. Abogado, sería. Un fiscal suele ser más mayor. Tienen que acreditar cierta experiencia, y superar una oposición... además de trabajar como ayudantes del fiscal durante años y años.

Había que perder un poco el tiempo, serenarse. No había prisa en cascarla. Ni en que el juez golpeara la peana con el puto martillo.

-Tienes cara de ser el leguleyo -le dijo- Nos han pegado unas cuantas hostias ahí fuera... y antes. Sería considerado que nos vieran algunos paramédicos. Aunque sean de la cruz roja.

Escupió el chicle de biodramina más allá de las escaleras. Ya no le servía para nada.

Joder. La universidad, desde luego, no preparaba para eso. Ver a sus clientes siendo abucheados por la gente que se acumulaba a la entrada de los juzgados, gritándoles lo malas personas que eran. Impresionaba bastante.

Le tiemblan las piernas. Le cuesta decidirse por moverse, por ir junto a sus clientes. La situación no es la mejor, eso sin duda. Cierra los ojos un par de segundos, respira hondo y, cuando suelta el aire que había cogido, está más tranquilo. Esa técnica le había servido un par de veces en los exámenes más complicados. Nada que ver con aquella situación, desde luego, pero ayudaba...

El más grande le había hablado. Tembló ante la perspectiva de contestarle siquiera. No, no le gustaban sus clientes. Eran los que le habían tocado, y apechugaría con ello, era lo que quería el sistema. Pero una cosa era esperar ser un salvador, querer ayudar a la gente porque sí, y otra encontrarse con esa gente, a la que el público estaba denostando de semejante manera.

-Sí, yo soy vuestro abogado. Albert Robertson - le contesta, y le tiende la mano con afán conciliador -. Y no se preocupe. Haré lo posible porque reciban los cuidados adecuados antes de la vista. Y porque se tenga en consideración, de cara a reforzar la seguridad de los juzgados... lo que ustedes han tenido que pasar es una vergüenza.

El joven abogado comienza a caminar a vuestro lado hacia las puertas dobles del edificio, a los dos policías se les ha sumado uno de los ayudantes del Sheriff al que la turba ha partido el labio. Avanzáis por un espacioso hall con suelos de marmol y columnatas decoradas, subís al primer piso por unas escaleras de madera, algunos periodistas que se han colado en el edificio os rodean casi al final de las escaleras y os increpan con preguntas acusatorias que incrementan aun más esa sensación de que os están colando un muerto que no es el vuestro, poco antes de llegar a vuestro destino los ayudantes del Sheriff se libran de los reporteros y continuáis por un pasillo hasta una pequeña habitación. Con varios empujones y algún que otro golpe - cuando Albert no mira - sois arrastrados a la sala de espera: el nerviosismo ha contagiado también a los propios ayudantes que utilizan algo más de la violencia necesaria para dirigiros.

Una vez en la sala de espera, todos los ayudantes se marchan a excepción del que tiene el labio partido y los dos polis del LAPD. A los pocos minutos entran en la sala dos para-médicos con una bolsa de primeros auxilios que comienzan a asistir a los imputados. Al ayudante le dan una gasa y este se encarga de si mismo.

Lee Jay tiene una laceración en la nuca que requiere dos puntos de sutura y Pablo ha sufrido una leve luxación en el hombro, además ambos poseen varios cortes en la cara.

Big F. y Gray han sido más afortunados y solo tienen unos pocos moratones que no requieren de un tratamiento. Pero les dan un analgésico suave por si acaso. En nada los enfermeros se están marchando y allí vuelven a quedar los imputados, su abogado y los tres agentes de la ley.

- Si dependiese de mi... - murmura asqueado mientras observa como asisten a los pandilleros - Os iba a dar dos mierdas, escoria... - permanece muy cerca de la cara de Speed mientras le cosen - No gastéis mucho en ellos, chicos. - sonríe a los para-médicos - Van a morir muy pronto. Jajajajaja. - termina riéndose mientras dá una "caricia" en la cabeza al negro de los bloods.

Sullivan la estaba cagando. Pegarles dentro del juzgado. En aquellos días, la dictadura de lo políticamente correcto podía obrar a su favor. Miró al abogado, como si aquello fuera algo sobre lo que el joven tuviera que opinar. Luego miró la hora en el reloj de la sala de espera, y parpadeó.

-Sigue jugando con fuego, Sullivan. Estamos en un juzgado. ¿Quieres que le diga a nuestro abogado que queremos acusarte de brutalidad policial? ¿Quieres que esto acabe como lo de Rodney King? Supongo que no. Piénsalo. Yo, libre por las calles de South Central, comiendo burritos. Siempre me he preguntado. ¿Por que nos odias tanto? ¿Hemos matado a tu padre o algo así?

Le miró.

-Por que vosotros si habéis matado a alguien que me importa a mi. A mi hermano. Y no voy zurrando a los polis por haberle metido una bala en la cabeza sin haber hecho nada más que bajar a la calle y ver el pitote que estábais montando en la redada. ¿Así actúan tus compañeros, no? La escoria de cinco cero, como los cabrones de la Rampart, que disparan primero, y luego te ponen una pipa en las manos, y la disparan con tu mano muerta, para que tenga tus huellas. "Resistencia a la autoridad", dicen luego. Y se quedan tan panchos.

Miró al abogado.

-¿Lo ve? Soy un superviviente de la calle. He cometido delitos, no lo niego, pero no he matado a nadie que no se lo mereciera. Esos hijos de puta eran escoria de un calibre que no podrías ni imaginar, blanquito. Una gente que haría llorar a Adolf Hitler en una esquina, por no jugar limpio. Ese es mi delito. Ser un superviviente. Ser más duro que los demás... Y bien, díganos. ¿De que se nos acusa? ¿De matar a 24 polis? ¿De tumbar contenedores y saquear tiendas? Los disturbios comenzaron despues de la redada, y en la redada no pegué un puto tiro. ¿Soy entonces culpable de que la gente que estaba hasta los huevos de su vida y de que les pisotearan con una bota saliera a la calle a matar a sus enemigos y a robar televisores LCD de las tiendas?

Lee Jay escucha atentamente al negro enorme, y asiente a cada poco. Cierto es que sus bandas siempre fueron rivales, y que le tenía ganas a ese cabrón desde siempre, pero Jay también era un tío listo, y sabía que todo lo que decía Big Fat era verdad. Ellos habían crecido en la calle, y habían sobrevivido a base de palizas, y Lee en concreto, a base de mucha droga para ocultar la horrible verdad que se escondía fuera. Sobrevivir era muy duro. No era solo cuestión de clavar la navaja y ya está. Si tenías un mínimo de cerebro, de personalidad, de empatía y te habían enseñado algo de moral en casa, la conciencia te carcomía cada noche con la persona a la que habías robado o matado. A no ser que estuvieses hasta las cejas de cualquier mierda que rulasen por ahí.

Lee Jay se acordaba de como había sido su inicio en el mundo de la droga... vagamente. Una fiesta, una semana para olvidar en la que habían mandado al hospital a un amigo un par de días antes por una pelea callejera y a el le habían abierto expediente en el cuartel de policía por un robo a una tienda, problemas en casa porque casi no se le veía el pelo, nervios porque quizá (seguro) llegase información a casa del robo por parte de la policía... Y un amigo le ofreció marihuana.  Le dijo que lo veía muy nervioso y que aquello lo tranquilizaría. El aceptó, hasta entonces solo había probado el alcohol, y no demasiadas veces. A partir de ahí, estuvo un tiempo con la maría, y luego el camello le fue ofreciendo cada vez cosas más fuertes. En cada fiesta le enseñaba algo nuevo. Al final acabó enganchado al crack y al caballo, y tuvo suerte de que no derivase a cosas peores.

Toda aquella droga le había ayudado a mantenerse "cuerdo" y olvidarse de sus problemas. A evadirse de toda la mierda que se le venía encima día a día. Sabía que un día le iba a estallar todo en la cara, y finalmente, había sucedido hacía dos años. Sobrevivir no era bonito, ser un pandillero no era hermoso. Era una forma de vida que te hacía duro, pero Lee Jay la cambiaría sin dudarlo por una puta mansión a lo Tony Montana, y montañas de coca en las que hundir el hocico, pero sin necesidad de mafias ni tiroteos. Uno de esos niños ricos de papá que él tanto despreciaba. En realidad era porque les tenía envidia, a ellos y a todas sus facilidades. Ellos no habían tenido que pasar lo que él, vivir pobre y muchas veces sin nada que llevarse a la boca. Big Fat había vivido lo mismo, pero en otra banda, rival a la suya, y sin la dificultad añadida del mono. Y aún así no le había sido nada fácil.

- Mira, chaval... Odio decir esto que voy a decir, y éste negrata - señala a BF con el índice - sabe bien que digo la verdad, pero la cosa es que este "madafacka'" tiene razón. Las cosas están jodidas ahí afuera cuando eres un negro pobre. Porque sí, para los negros ricos no hay 'apartheid' pero los que no tenemos ni un duro, estamos como hace treinta o cuarenta años. Nos miran mal, como si fuesemos sacos de mierda. Y si algún blanquito como David - señala al tío con cara de psicópata - o tú, se dignan a llevarse con nosotros y a tratarnos como iguales, o a luchar por nuestros derechos, pasan a ser la misma mierda que nosotros. Nos miran por encima del hombro y hacen lo que pueden para destruirnos. ¿Por qué? Ni puta idea. Lo más probable es que tíos como Sullivan, tengan complejo de tener una polla pequeña en comparación con la nuestra, de no ser tan fuertes y grandes como la raza negra... por que... ¿sabes? No somos inferiores intelectualmente, pero si superiores físicamente... Y eso debe molestar a muchos. O quizá solo sea porque nuestra piel es distinta. La cosa es que sea por envidia o por miedo, nos siguen puteando. Y si nosotros nos defendemos y respondemos al fuego con fuego, los hijos de puta somos nosotros. Ya has visto como están las cosas ahí afuera... Nos quieren linchar y ni siquiera saben por qué. Yo, en mis momentos más yonkies, estaba y era más consciente de lo que son las cosas, que esos blanquitos de ahí fuera, que quieren colgarnos solo porque alguien les ha dicho que nosotros hemos hecho algo chungo, cuando los que han llegado aquella noche cegándonos y disparando eran los polis... Pero da igual. Nosotros siempre hemos sido los malos de la película y eso no va a cambiar ahora, aunque nuestros actos, que son chungos, desde luego, tengan una justificación, y los suyos no. Te sorprenderías si te dijese a la de polis que he visto drogarse, teniendo una vida el triple mejor que la mía cuando yo empecé a hacerlo. ¿Sabes? La redada de hace dos años no es la primera que he presenciado. He estado en muchas otras de las que he salido por los pelos, y es increíble ver lo que hacían los polis. Se metían coca en los furgones, o incluso metanfetas, para luego salir todo colgados a repartir hostias. En ocasiones, en manifas en mi barrio y otros disturbios,  he llegado a ver como repartían hostias a gente que no tenían que ver con la movida, tío... Gente sana, y que por culpa de ese policía hijo de puta, ahora tienen odio y bilis en sus cuerpos. Tu no sabes de qué hablo, porque has tenido una vida fácil, en tu universidad, y ahora te estás pegando con la realidad de golpe... Pero sí, esas cosas existen, no son leyendas que cuentan tus libros de texto, o que van de boca en boca hasta que llegan a tus oídos, pero que al final resultan no ser reales... Esto no es el mito del Bigfoot, colega, esta mierda es real. La beef que hay en las calles, las bandas, el odio, pero también el respeto por el rival que lo merece. Los pobreza y todo lo que ello conlleva, el apartheid y los abusos policiales, la redada de hace dos años... Es todo real, colega. Y te digo una cosa, no vas a poder cambiarlo. Ni siquiera aunque resultemos ser inocentes, y tu consigas probarlo. Porque seremos inocentes de esto, pero culpable de otras cosas, sea por nuestras circunstancias o por la virgen bendita, pero la puta realidad es que yo saldré a la calle y me volveré a drogar como un cerdo, Big Fat volverá a aplastar cráneos para poder ganarse la comida, y David... Bueno, prefiero no hablar de David. Si lo que he oído es cierto, deberías tenerle bastante más miedo a él que a este gigante...  - Lee Jay da un respiro a su hablar frenético y continúa - Chaval, quizá esta no fuese tu idea de ser abogado de oficio pero... Las calles son las calles, y en las calles, no hay hombres buenos ni inocentes. Pero créeme que no hay suficientes dosis de inyección letal en todo USA para limpiar la ciudad de Los Ángeles. Nosotros simplemente somos unos hijos de puta más, pero no los más hijos de puta - realiza una pausa dramática y concluye - Fíjate, en cinco minutos de tu vida, estoy seguro de que has aprendido más que en cinco años de universidad. Si después de esto sigues teniendo fe en tu profesión, chaval, nada debería ser capaz de pararte cuando salgas ahí fuera a convencer a ese jurado. Cómetelos. Eres nuestra última esperanza.

Dejo que los para-médicos hagan su trabajo sobre mí para librarme del dolor. Poco a poco voy relajándome —probablemente fruto de los fármacos— en la sala de espera, aliviado de estar ya separado por muros de toda esa muchedumbre de locos. El problema es que ese estado de calma me dura apenas unos pocos minutos, solo hasta que vuelvo a ser consciente de donde estoy. Estos pandilleros de mierda parece que no puedan dejar de largar todo el rato y van a acabar por joderlo todo. Espero que durante el juicio no empiecen a soltar todas esas pendejadas de la calle o todo el jurado nos tachara automáticamente de desechos sociales. Estos blancos, abogado incluido, no quieren ni oír hablar de lo jodida que es la vaina ahí fuera. Y lo cierto es que yo tampoco, joder.

—No llego a entender bien como se mueve todo esto del proceso judicial pero, ¿por qué no nos representa el mismo abogado de oficio que nos visitaba en la cárcel? —pregunto a Albert con una falsa tranquilidad—. No es que tenga nada contra ti, amigo, pero durante estos dos largos años pensé que iba a ser así.

Lo cierto que ese pequeño detalle es algo que me alarma. Me gustaba mi abogado y no confío una mierda en este pinche relamido. No hay más que verle para descubrir que difícilmente va a poder comerse al jurado. Por suerte, aún creo en los milagros y no pienso perder la esperanza. Hoy no.

- Tio si esta claro que ha pasado! -dice Gray sonriente-. El anterior abogado se a guiñado cuando ha visto que le caia la gorda al ver esta revolución humana y ha preferido passarle el muerto a este pendejo! -Ahora se dirije hacia el abogado-. Que no niego que es honorable y respetuoso hacerte cargo de un caso tan perdido y con chusma como nosotros pero... desengañate... estas buscando la autosatisfación tió! Al fin y al cabo esto es lo que nos mueve a todos; Puta autosatisfación! Seguro que te metiste en esto de salvar a inocentes porque tu padre te maltrataba o algo asi. Pero machoooo! Salvate el culo tu tambien como ha hecho tu compañero! No me seais cínicos!

Sulli y su compañero salieron de la sala a medio discurso de Big Fat, parecían discutir frente a las puertas dobles de cristal que separaban la zona de espera del resto de los juzgados. Probablemente hubiese vuelto a sacar a pasear la porra de haber escuchado a los dos negratas que pretendían dar lástima con sus difíciles vidas... Como si eso le importase a alguien allí.

- Siento mucho lo que les ha ocurrido, señor Smith. - asiente el joven asentándose las gafas en el puente de su nariz nerviosamente - Pero dudo que el juez Grates acepte ningún cargo por brutalidad policial, ni tan siquiera conseguiría retrasar el juicio un poco para ponerme al día con el caso. - explica echando aire de manera exhasperante por la boca - Es un hombre ambicioso y desea sacar provecho del poder mediatico de este caso. - sonríe intentando ser alentador - Pero no se preocupen señores, - continua mirando a Lee Jay tras su larga perorata filosófica (la cual no esperaba de un yonki colgao todo sea dicho) - haré todo lo posible para que sean exculpados de los cargos de alteración del orden público, vandalismo, resistencia a la autoridad, daños en la vía pública y los más graves, homicidio en primer grado por las muertes transcurridas durante los disturbios. - terminó levantándose cuando Sulli y su compañero volvieron a entrar acompañados de un ayudante del Sheriff.

- El proceso 222/05 va a dar comienzo, - sentencia el agente uniformado de marrón caqui - preparen a los imputados, gracias.

- Ya habeís oido, genios. - señala haciendo un gesto con la cabeza - La soga está puesta y en seguida os fijaremos el nudo... - sentencia con una amplia sonrisa mientras os obliga a levantaros tirando de Big Fat.

Con la misma llave de las esposas abre el candado que sujetaba la cadena a las esposas de todos vosotros y Berger retira la cadena, entregándosela al ayudante del Sheriff que está con ellos en la sala y que se retira por una puerta secundaría.

Hecho esto, Sulli agarra la cadenita central de las esposas de B.F. y tira de él para que empiece a andar hacia la sala donde se realizará el juicio. Todos los demás le siguen con Berger cerrando la formación en hilera, vigilando la nuca de Lee Jay.

Las puertas dobles de madera tienen un cartél al lado izquierdo donde reza: "Sala número 40", estas son abiertas por dos ayudantes del Sheriff que permanecen a ambos lados del marco de esta, permitiéndoles entrar.

Una vez dentro observáis que la estancia esta a rebosar de gente sentada en los bancos de la sala que se giran a miraros cuando entráis, todos ellos parecen expectantes y deseando que comience el juicio, veis muchas caras de odio, algunas de miedo y unas pocas curiosas.

El alguacil permanece frente a una puerta al final de la sala, por la que seguramente vaya a acceder el juez cuando esté listo, al otro lado guardando formación con este hay un ayudante del Sheriff, frente a una segunda puerta.
Big Fat anda sin ganas mientras Sullivan tira de su brazo tratando de hacer que el negro avance más rápido, harto de tirar de él se dá la vuelta e intenta lanzar un codazo al pandillero para "motivarle", quiere el destino que el agente de policía tropiece en una pésima ejecución y tras trastabillar dos pasos, cae de manera estrepitosa y humillante al suelo.

Parece que el tiempo se detiene cuando el revolver del .38 reglamentario del poli vuela por los aires girando y girando hasta caer al suelo justo a los pies de Benjamin.
El negro mira a Sulli que se ha dado la vuelta en el suelo y echado la mano a la funda del arma aterrorizado, que ya no está.

Big F. nada más hacerse con el revolver dispara contra el alguacil y el ayudante del sheriff que tienen frente a ellos. Ambos desenfundan sus armas y devuelven el fuego, el ayudante dispara mientras corre hacia la puerta donde está el alguacil medio agachado. La gente del jurado y los espectadores empiezan a correr de manera nerviosa y gritando histerícamente, unos se empujan a los otros y se pisan para salir de allí cuanto antes.

David Gray corre hacia Sullivan que se estaba levantando mientras sacaba la porra y le dá una patada en la mandíbula, volviendo a hacer que coma suelo; la porra cae frente a Gray que la recoge mientras Big F. vuelve a disparar contra el alguacil y el ayudante que salen corriendo por la puerta que protegía el alguacil.

Detrás de ellos se abren las puertas dobles, por las que la marabunta de gente escapa como puede, pisando a los que han caido al suelo, los ayudantes del Sheriff que estaban fuera intentan entrar pero no son capaces, superados por la gente que está huyendo de allí acojonada. Berger desenfunda su revolver para disparar contra Big F. que está de espaldas a él, pero Lee Jay le dá un fuerte cabezazo rompiéndole la nariz y haciéndole caer al suelo inconsciente frente al pandillero. Speed hace honor a su mote y con rapidez se hace con el revolver y dispara al aire un par de veces interponiéndose entre la gente y la salida, evitando que salga nadie más. Mientras, Gray se ensaña con Sullivan al que comienza a aporrear con mirada sádica.

Los chicos de marrón cuando deja de salir gente intentan entrar pero Lee Jay y Big F. disparan contra ellos que se echan atrás y cierran las puertas. Pablo y Albert, que no son ni unos locos psicopatas ni unos pandilleros sangrientos, se echan al suelo y permanecen allí sin saber muy bien donde meterse mientras Lee Jay y Big F. empujan varios bancos hacia las puertas dobles, atrancándolas.

La puerta de la esquina inferior derecha es por la que han salido el alguacil y el ayudante del Sheriff, frente a las cuatro grandes ventanas que hay a su lado está la mesa donde estaba sentado el encargado de transcribir el juicio. Las mesas de la fiscalia y la defensa, el lugar del juez y los testigos y la zona del jurado, a su lado estan las puertas dobles que guardaba el ayudante del Sheriff antes de salir por patas. Las puertas pequeñas que hay a ambos lados de la entrada doble por la que habéis entrado no las tengáis en cuenta, creo que es mejor que no existan. Claro está como he definido arriba, las puertas dobles están atrancadas por dos bancos que habéis puesto de manera eficiente.

En el país de los blancos, el negrata es el rey.

Su mamá le había dicho que las oportunidades había que aprovecharlas, así que eso estaba haciendo. Por un momento, creyó que solo podría matar a algún poli antes de que vaciaran un cargador sobre su pecho. Pero la situación caótica había evolucionado hacia algo más interesante. Inmensamente interesante. Justicia poética, aunque solo fuera por un momento. Ahora ellos eran juez, jurado y verdugo, todo en uno. De carne de milla verde, a dueños del salón. Sin embargo, aquello podía acabar muy mal. De hecho podía acabar fatal. Pero él era un tipo duro, un guerrero. Y puestos a morir, prefería hacerlo pegando tiros, que atado a una silla con una vía abierta y cuatro jeringuillas enormes metiéndole mierda en el cuerpo. Mierda letal.

El salón estaba asegurado, al menos de momento, pero aquellas cadenas eran un coñazo, y más cuando le ataban a un puto blood. Allí cada cual se estaba retratando. El chicano y el abogado solo eran un par de acojonados. Ahora eran ellos los que debían llevar la voz cantante. Lo primero que hizo, fue mirar a David. Y no es que Sullivan le cayera en gracia, pero matar a un poli era pasarse de la ralla, del todo.

-David, deja a ese cabrón, o todos los SWAT de L.A se turnarán para peinarnos la ralla con un barrett. Espósales con sus propias esposas, busca las llaves de las nuestras, y de paso, cariño mío, busca a ver si ese cabrón de Sullivan tiene más balas en la cartuchera.

Se giró luego al blood, y le miró con cierto respeto. Ahora el hijo de puta tenía una pipa en la mano.

-¿Speed, no? Mira tio. Yo soy crip, tu eres blood. Pero en esta mierda estamos juntos, porque no van a mirar nuestros colores antes de hacernos picadillo de negro. Así que tengamos la fiesta en paz. Vive y deja vivir. ¿Trato hecho? Bloqueemos esas puertas del estrado...

Le miró como si fuera a pegarle un tiro en la puta cabeza si decía otra cosa. En cuanto a los blancos acojonados, habría tiempo para ocuparse de ellos cuando tuviera claro de que no le iban a volar la tapa de la sesera cuando se diera la vuelta para hablarles.

Algo fastidiado Gray hace lo que le manda Big Fat y busca entre la ropa del poli.
- Sulli tenia pensado dejarte la boca sin dientes para que se la pudieras chupar mejor a tu jefe... -y le enseña la porra-. Pero vamos mejor lo dejo para otro momento.