Partida Rol por web

La abuela iba a contestar cuando escucharon un sonido diferente en la calle. Una scooter. Por curiosidad se asomó y vió a uno de los chavales del instituto en el pueblo, "El Chispillas". Ese que no se comía una rosca, con cara de ratoncillo. Iba mirando hacia atrás cada cierto tiempo, como si algo o alguien le anduviera persiguiendo. O como si estuviera vigilando.

El chaval era vecino de la calle, dos casas más arriba. Así que detuvo el ciclomotor en la puerta de su casa, abrió la pequeña cochera con las llaves y se metió dentro, cerrando. De momento, parecía que había despistado a aquellas cosas, por que no le siguieron luego y la calle quedó desierta.

Al menos ahora sabía que eran los únicos que habían sobrevivido a aquel patatal.

-'Ira yaya, si está fuera el caramierda del Chispilla con la moto haciendo el gilipollas... Y no vié na detrás. Pa mi que m'estáis engañando tos pa que no salga por tabaco y deje de fumar...- quedó pensativa la Kimberly, que creía que el mundo giraba en torno a ella y que los cigarros los liaban unos chinos en una fábrica. -No t'habrás confabulao con la mama pa que no salga de casa hasta que me quede sin tabaco- su mirada hacia su yaya es sospechosa.

Ya casi se le olvidaba lo que había retenido del arma del yayo. Lo poco que había estado atenta a la pipa y cómo se limpiaba, se le había pasado pensando que quizás la Yoli, su mama y la yaya habían estado conspirando las tres juntas (quién sabe cómo habían coincidido en ello) pa jode'la.

Se tomó un momento en el que dio un paso atrás, bajo el arma y respiró profundo, por muy profesional que fuera nada te prepara para semejante situación. Reconocía a casi la totalidad de las personas que fueron esos seres que ahora se agolpaban bajo sus pies. También era consciente de que no eran ellos, pero no dejaba de ser un trago y un paso al borde del abismo.
De pronto el camionero empezó a vanagloriarse de un modo que le dio que pensar, eso le dio mas asco que todos los zombis juntos comiéndose un autobús de niños, los zombis al fin y al cabo no eran dueños de sus actos mientras que el “cagaprisas” se suponía que era humano.
Parpadeó asqueada protegida por sus  Ray Ban “aviator”, viéndolo ahora no se sentía segura como persona ni como mujer, sin embargo vio ejemplificado aquello en lo que temía convertirse lo cual le ayudó a recuperar el aplomo “Mientras no te parezcas a eso estás a salvo Mari Cruz” se dijo mentalmente. Regresó a su posición junto a Vílchez, le miró, miró a los demás e inició un nuevo turno de disparos, ya había calentado y estaba más fina.

El del SEPRONA habia conseguido desencasquillar el arma y disparaba muy tranquilamente, tomándose su tiempo para reventar un cráneo con cada disparo. Parecía un hombre imperturbable, así en general. Lo mismo que no alteraba el semblante cuando se le caía la cola blanca sobre las piezas de la maquetaba que estaba construyendo en el sótano a la luz de un foco, cumplir aquellas órdenes no parecía afectarle especialmente.

Lo que si le afectó fue el lenguaje del camionero. Y ahí dejó de disparar y precisar.

-Compórtese, coño. Ahora está otra vez en el ejército.

Aquello comenzó a convertirse en el pique Gimli-Légolas en el Abismo de Helm. O algo parecido, protagonizado por granaínos expatriados en el norte de Jaén. El simpático señor que disfrutaba normalmente explicando en clase la Segunda República a los niños, y que compartía con los socios del club la pasión por el radiocontrol estaba echando abajo a escopetazo vivo a gran cantidad de aquellas cosas.

El comentario del camionero le hizo reir entre dientes. Si aquello iba de frases ingeniosas... Así que se acercó y le ofreció la botella de agua a la que había dado un tiento, dándole luego una palmadita en la espalda.

-Por cierto Carmona. Felicidades. Me han dicho que tu hijo te va a salir "de los buenos". De izquierdas -dijo con aire guasón.

El compañero de patrulla miró a la cabo con una expresión de circunstancias. A algunas de aquellas personas las había conocido en el pueblo. Pero tenían que aprender a distanciarse de aquellas cosas, o acabarían muy mal. Ninguna fortaleza puede defender nada si el que la defiende abre sus puertas al invasor.

Así que se concentró en disparar. Ésta vez mató a un buen puñado. Los muertos se iban juntando bajo la muralla. Como era alta, su número parecía insignificante. Los cadáveres formaban pequeños montones. 87 víctimas en aquella tanda. 130 en menos de cinco minutos.

Se habían cargado a la mitad de la horda, más o menos. Ahora tendrían que despachar a la otra mitad. Y a los rezagados que iban llegando en números muy asumibles.

Y como si el mundo le quisiera dar una bofetada en la cara, allí estaban. Al parecer, los disparos que se escuchaban desde el castillo los atraían. En éste caso, vió un tropel. Un puñetero torrente. Cien personas o más, convertidos en monstruos que caminaban arrastrando los pies, que subían calle arriba con dirección al castillo. Con heridas abiertas, mutilados de forma incompatible con la vida, cubiertos de mierda y sangre, gimiendo con un coro desigual y cacofónico.

Se le puso el ojete que no le cabía ni la picha de un chino.

“¿Cuántos infectados habrá?” Se preguntaba acomodando la vista de tal modo que las figuras se desenfocaban excepto el punto más cercano, al que disparaba. Baños tenía 2600 habitantes aproximadamente, pero con las fiestas de la Virgen… “¿Cuál será el aumento de población flotante? Puede que rondemos las 3000 y pico personas. Hmmm” resopló. Cambiaba el palillo de lado de vez en cuando, ayudaba a que no se le secara la garganta sin andar mascando chicle como una choni cualquiera “margen de edad… los niños y los abuelos estarían en casa así que… la mayoría de los jóvenes habrán palmado. Joder… menudo panorama” en estas cosas se abstraía para sobreponerse a los naturales sentimientos de horror, pena o desesperación. La profesionalidad era su escudo ante el mundo, desde hacía mucho tiempo.
Esa noche acabarían todos con un buen dolor de brazos y hombro, menos mal que era chica previsora y cuando su hermana fue de viaje de novios a Tailandia le encargó un palé de bálsamo de tigre el cual había repartido entre su casa y el trabajo.

Con la adrenalina a tope y el caloraso que empezaba a hacer, ya se le sudaba la frente y las manos.

El ruido de los tiros, los gemidos de los enfermicos, la música esa tan rara a todo trapo, los otros diciendo nosequé de fondo que ni se enteraba ni les prestaba atención...

Pam! otra cabeza convertida en vapor rojizo. Pam! un hombro destrozado pero la cabeza entera. Pam!, otro fallo.

Pst! concéntrate Seluis.

Pam! mandíbula desaparecida y medio cráneo. Bicho al suelo.

Bien.

Pam! A las tripas. Nada. Una señora que apenas frenó su camino y con las entrañas colgando. Eso era algo que no podía comprender pero no quiso pensarlo.

¡Foh! ¡Mecagontó! Con lo bien que había empesao. Ohalá tuvieras una metralleta gorda desas como en Depredadó, se iba a acabá to esto nun momentico que ibamo a hasé aquí carne picá pa to los Madonals.

La Kimberly reculó de inmediato ante tal imagen. Aquello parecía que era serio y había muchos de ellos, no estaba segura si el pueblo de normal tenía tanta gente, por lo que pensó que la mayoría eran forasteros. Y si la mayoría eran forasteros, debía ser verdad que eso estaba pasando por todo el mundo mundial. La Kimberly no pudo sino encenderse otro cigarro para calmar aquel sofoco, estaba acojonada y en una mínima parte entristecida. Entre esos cientos de cosas había visto algún que otro tío bueno que ya no se podría tirar. Fumo y fumo hasta que se dio cuenta que la yaya estaba al lao.

-Hostia puta, yaya, qué susto... Que la calle está llena d'esas cosas, sí que es verdad...- tras la aceptación, la Kimberly mostró de nuevo su gran preocupación. -¿Y qué hago cuando me quede sin tabaco?- le enseñó el cigarro que se estaba fumando a la yaya y lo acabó a grandes caladas.

Pa que luego dijera el yayo que no valía mas que pa gastarme los cuartos en los bares. Que te den por culo, yayo. Es lo que pienso, mientras observo las lanzas con orgullo. Con los brazos en jarras, con esto nos podríamos apañar si tuvieramos que salir. Prácticando, claro.

Menos mal que los papas pusieron interner en casa. Al principio no querían, porque decían que me sorbería mas el seso y me distraería de currar por buscar golferío, porno, tetas, más porno...Y si, bueno, tenia una carpeta de porno muy apañá que me ha dado para pajotes muy buenos, pero ea, también ha tenio otras utilidades el interner.

- Ea ¿Poh..ehto ha quedao mu bien, no? - le digo a la Yaiza- Si praticamoh una poquita vamoh a ser como los zulú esoh que diceh - asiento un par de veces, y voy a buscar la fregona, para limpiar los chorreones de agua del cartón que acabo de agujerear.

Si la mama me viera coger la fregona, se le caerían las lagrimas de alegria. La de veces que me he escaqueao pa no hacer ni la polla en casa. !Y he dejao a la mama sola! !La mama! Y en ese hilo de pensamientos, tras la mama, viene el papa. Me dijo que lo llamara  medio dia. Eso hago.

La abuela se estaba mosqueando con el tema del tabaco. Su difunto marido, que en paz descansara, también era un yonkarra que se fumaba una o dos cajetillas todos los días. Si no lo hubiera matado el polisario habría terminado con un cáncer de pulmón de la hostia.

-Rasiona, híja. Rasiona. Uno o dos ar día para que no te dé la astinensia. Pero no fume como una shimenea.

Intentó llamar como dos o tres veces. Y al final, veinte minutos después, fue su padre el que llamó. Se le notaba tenso tras el aparato, distante. A su alrededor había un silencio sepulcral.

-Hijo, por fin me llamas -dijo.

Hubo una pausa larga y él le preguntó que si estaba bien.

-La situación en Bailén es malísima. Tu mae... tu mae ha muerto, Ezekié. Se ha convertío en una desas cosas, y la he tenío que matar. Estoy escondío en un hostal y las calles están llenas de mierdas de esas. Tu tía nos atacó en el coche y me mordieron.

Ahora el silencio se hizo más tenso. Sabía lo que aquello significaba. Le escuchó llorar al otro lado de la línea.

-Tienes que ser fuerte, Ezekiel. Tienes que ser fuerte, y salir para alante. Échale cojones, hijo mío. Vas a tené que madurá a cagaprisas... por que tu padre mañana no estará. No estará...

Dejó que él contestara o dijera algo. Pero aquella noticia podía muy bien haberle dejado en estado de shock.

En la segunda tanda mataron casi a 90. Y ya solo era cuestión de la pedrea. Unas cuantas decenas que se acercaban perezosamente a la muralla en grupos de 3 o 4, rezagados. Esperaron a que se acercaran y siguieron disparando. Habían matado incluso a uno de aquellos cerdos malignos de la noche anterior, que se había acercado a la carrera por detrás de los muertos vivientes.

Era la una del mediodía y sol caía con dos pares de cojones sobre su cabeza. Comenzaban a tener hambre, y los últimos "bichos" llegaban frente a la muralla para ser ejecutados por el método batasuna: tiro en la puta cabeza. En total se habrían cargado como a 300 o 400 en todo aquel rato. La mitad de la población activa de Baños. La otra mitad habría huido en su coche hacia Bailén la noche anterior con la mayoría de los forasteros, o estarían ocultos en sus casas. También era posible que algunas de esas cosas siguieran atrapadas en las casas. Gente a la que habían mordido la noche anterior y que se habían encerrado en casa. Muertos enlatados, quizá con sus familias al completo, esperando a poder salir del inmueble para morder a un incauto.

Negó a su abuela el racionamiento. ¿Estamos locos? ¿Uno o dos al día? Ni que estuviéramos en la cárcel... O en Gran Hermano, que tenías que racionar cuando te quedabas sin perras pa comprar tabaco porque la gente quería comer. Que oye, comer está mu bien, pero no da mono como el tabaco, había que priorizar y tener cabeza. Ya había hecho su propio plan de que cuando entrara a la casa, iría escondiendo cigarros del tabaco de otros pa cuando no tuviera. No le cabía en la cabeza que aún ningún concursante hubiera caído en ello, pero como iban a caer, si ella era mucho mas lista que tos esos.

-¡Uy yaya, el móvil!- pegó un brinco y fue corriendo hacia su bolso de Valencchino, donde rebusco y rebusco entre sus trastos para ver dónde estaba el móvil (y cuál sonaba de los tres). Saco su bolsa de aseo con maquillaje de los chinos, donde apenas guardaba tres paletas de sombras, cuatro líneas negras pal ojo y una azul, el chori rojo y un pintauñas rosa. Finalmente encontró su móvil rosa purpurina y abrió la tapa. -¿Aloss? Aquí la Kimber ¿Quién hablass?- volvió a sacar su acento fingido, donde alargaba las eses, dándoselas de chica del norte de ciudad. Que ella la única ciudad que había visto era Albacete en feria, pero eso tampoco lo sabía nadie.

Se detuvo un momento para mirar el campo de batalla. Un gran montón de carne trémula, gimiente, descabezada, por entre la que caminaban renqueantes, a trompicones, más bichos con las bocas desencajadas y los ojos inyectados en sangre, carentes de todo raciocinio.

La imagen le era familiar. Una estampa infernal y terrible que ya había visto antes. Mucho antes.

-¡La vin compae! ¡Si ehto es lo mihmitico que el parcamiento del Chocolate a lah 5 la mañana!

Bendita ruta Destroy.

Si es verdad que me quedé del color de la pared cuando el papa me dijo eso. !Puta suerte la mia! !Los papas!

- !Ay papa, no me digah eso! !Papa! !Que yo tamién oh quiero y oh lo dicho mu poco! !Papa! - digo, llorando, al ver también llorar al papa - Queh`to eh una puta mierda papa...No me cuelgueh papa, que yo me queó contigo, yo me queo contigo ahta que pase, papa...

Me sorbo un poco los mocos, y no tengo pañuelo pa limpiar. Así que uso mi propio brazo, no era tiempo de melindres. !Que me habia quedao sin papas!

Habían terminado la primera limpieza pero con ese calor… no debían demorarse en hacer la segunda: deshacerse de los cadáveres, eso o el hedor y la infección inundarían cada rincón del pueblo.
Alzó la vista al sol, el sudor hizo brillar su piel a la luz ardiente del mediodía jiennense, podía freírse un huevo sobre una piedra. Bebió un trago largo de agua, rehízo la coleta y desengarrotó algunos músculos y articulaciones con precisos movimientos. Había cosas por hacer pero luego, a esas horas era imposible hacer nada sin caer redondo “Es tiempo de melón y siesta”.

-Tomémonos un descanso-

Si por ella hubiera sido se habría espatarrado en el suelo a descansar apontocada en el muro, pero era la jefa, debía mantener la compostura

-Tito, has pensado donde podemos incinerar todos esos cuerpos?- le ofreció la botella de plástico para que bebiera también. La tripa le rugió con ferocidad –No estoy diciendo de hacerlo ahora, pero algo hay que hacer- echó el arma a la espalda y cruzó los brazos, notó la camisa mojada “debo oler a perro” ¿Que sería ahora de la humanidad sin desodorante? ideas peregrinas que la hacían divagar fruto del cansancio. Retomó el hilo –también deberíamos radiar un nuevo mensaje a la población, para que sepan que estamos vivos y funcionando- lo que le recordó que no había vuelto a contactar con central desde que todo se fue a la mierda. Palpó el móvil en el bolsillo, no se olvidaba de los suyos.
-Vamos a comer y hablamos- 

Al otro lado del aparato una de las voces que más la jodían en ésta vida: la de su madre. Había descolgado casi sin pensar, y ahora pagaba las consecuencias.

-Niña, ¿Estás bien? Hemos escuchao en la tele que en Jaén la cosa está fatal. Aquí no está mucho mejor pero bueno. Me pregunta tu padre que si quieres, baja a buscarte y te trae a Villarobledo.

-Me quedo contigo. Me quedo contigo.

Hablaron durante más de dos horas, hasta que la batería de su padre comenzó a dar avisos de que moría. Hablaron de cuando era pequeño, hablaron de que iba a pasar con la pollería (ahora era suya), hablaron hasta de Yaiza. Su padre le dijo que cuidara de ella, incluso se la pasó un rato para que hablara con ella.

Al final, el estado de salud de su padre pareció agravarse. Hablaba mal, y comenzaba a tener fiebre. Estaba claro que no iba a durar mucho. Le dijo que ni se le ocurriera ir a Bailén a buscarle, por que aquello no tenía cura. Solo se encontraría con su cuerpo convertido en una de aquellas cosas, y eso es algo que él no quería. Luego se despidió.

-Te tengo que dejá, hijo mío... -dijo entrecortado- Hazme sentí orgulloso... sobrevive por tu mae mi por mi. Sobrevive... Adiós, Ezekiel. Te quiero.

La llamada se cortó, y El Zeky sintió un vértigo como no lo había experimentado en su puñetera vida. Ni cuando los abuelos se le habían muerto. La realidad del mundo le golpeaba en la cara como si fuera una bofetada.