Partida Rol por web

Sombi ni poyah

Un foyón de la Víhen (Escena 1)

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03/03/2015, 02:58
Director

De comer calentaron unas latas de las que había llevado Faustino. Había tenido el tino de no echar la típica fabada de lata, asesina con aquel calor. Como hacía tantas excursiones, de uno u otro modo, el director del colegio tenía variedad de cosas enlatadas. Ensalada de atún con verduras, que podía comerse fría, baked beans de estilo americano, con tomate, albóndigas o callos a la madrileña. Todo eso empujado con unas lonchas de pan bimbo, con unas magdalenas de bolsa rellenas de chocolate como postre. No estaba mal. Seguro que en Estados Unidos comían una mierda pinchada en un palo ahora que la civilización se había ido por el váter. En España todavía se podía comer medio decente y a base de latas.

Todo eso lo hicieron en una de las salas del castillo, la que habían comenzado a habilitar como futuro centro de interpretación del monumento. Debajo de la piedra no hacía tanto calor. De hecho se estaba relativamente fresquito. Estaba claro que los antiguos sabían bien como construir las cosas.

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03/03/2015, 03:03
Faustino Castaño

Habían terminado de comer, y durante la comida no abrieron boca para hablar. Toda aquella actividad les había abierto el apetito, por extraño que pudiera sonar. A más de uno y más de dos le habría dado la paranoya y se abría comido la cabeza por ir matando a otros seres humanos, etc, etc. Esa mierda de las películas que no pasa tanto como parece. En realidad, uno se puede acostumbrar a esas escenas relativamente pronto en el siglo XXI. Y si no, que se lo digan a los negros del África.

-Tendríamos que pensar en trasladar aquí el "centro de mando", o algo así. Mi casa podría servir, que tengo tapia por fuera y todo eso. Pero no me fío. Ésto se va a convertir en el meollo del asunto no tardando mucho. Por eso habría que pensar en ir haciendo algunas cosillas para mejorar la habitabilidad del sitio. Construir algo, o poner tierra al menos, para que se puedan distribuir tiendas de campaña sin tener que taladrar el corte arqueológico del sitio.

Respondió luego a las preguntas de su sobrina.

-En mi casa tengo para emitir por radio, pero habría que ir diciendo que frecuencia es. Igualmente, si nos movemos aquí al castillo no estaría de más traerse alguna antena para que sirva de repetidor. Pero eso ya lo veremos más adelante.

Parpadeó, cayendo en la cuenta de algo.

-De momento hemos quedado en que iríamos puerta por puerta informando del tema y haciendo recuento. También hay "órdenes de arriba" para hacer redistribución de alimentos. Así que mañana a más tardar tendríamos que tener claro si han sobrevivido los dueños de las tiendas de alimentación, pescadería, pollería y panaderías del pueblo. Ir abriendo los sitios, juntarlo todo, hacer inventario de lo perecedero primero y lo que aguante más para después e ir repartiendo. Seguro que mi mujer me puede ayudar. Habla con la Toñi, Jose Luis, quizá nos quiera echar una mano.

Se mesó la barba como si le picara.

-Y sobre ayudar es lo último que iba a decir. Si nos ponemos a retirar nosotros estos cuerpos, nos van a dar las uvas. Hay que hacer entender a la gente que a partir de ahora, estamos todos en el mismo barco. Hay que colaborar en las tareas y no ser solo como las víctimas que esperan recibir ayuda. Eso lo han hecho en Sudáfrica y funciona bastante. Aunque habrá que pelearse con la gente, que obviamente y ahora mismo solo tendrá ganas de esconderse, tocarse los cojones y esperar a que venga La Legión tocando la corneta con la cabra dando cabezazos para salvarles. Pero por eso mismo creo que a la gente, con la excusa del primer reparto de comida, habría que convocarles en algún lugar. El ayuntamiento, aquí, o algo así. Informarles, y aprovechar para decidir unas cuantas cuestiones de base, muy importantes. Sobre todo como se va organizar nuestra vida de aquí en adelante. Y que todos tienen que colaborar en la medida de sus posibilidades. De ésta manera convertiremos a cientos de refugiados pidiendo comida en cientos de personas útiles. Cojones, seguro que hay alguno que sabe manejar un tractor o una retroescavadora. Y de esa manera podemos enterrar a ésta gente casi sin esfuerzo.

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03/03/2015, 09:49
Kimberly María Sánchez Gutiérrez
Sólo para el director

Le recorrió un escalofrío que le llegó hasta la rabadilla al escuchar la voz de su mama, pero aún fue peor cuando dijo que venían a buscarla. La yaya no le daba el tostón como su papa y su mama, además que salía to lo que le salía del coño sin dar explicación a nadie... Y qué decir de que estar entre una población masculina que aún no tenía trillada era un soplo de aire fresco, como cuando pasas toa la noche encerrá en la Penélope y te echan al frescor del amanecer porque cierran.

-¡Qué busca'me ni que busca'me, mama! ¿Que no has oído la tele? ¿Estás tonta? Anda, dile al papa que no salga pa na de casa, que verás tú si le muerde un bicho d'esos y lo tenemos que tener al final atao tol día en el patio...- aquella catástrofe era la excusa perfecta para todo, hasta para trabajar. La Kimberly no sabía como no se le había ocurrido antes, bueno, la Kimberly no sabía muchas cosas, tampoco era muy de miras altas. -Hala, mama, encerraros en casa y no salgáis pa na, ¿quie's hablar con la yaya?

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03/03/2015, 11:00
Jose Luis Carmona "El cagaprisas"

Jose Luis masticaba despacio mientras miraba su móvil. La Toñi no lo había llamao ni para echarle la bronca. Durante unos segundos se sintió culpable: no se había acordado de su familia en toda la mañana, tan entretenido que estaba jugando al tiro al pato. Marcó el número de su casa mientras le hablaba al director del colegio:

-Don Faustino, si aquí hase falta bujerear el suelo tenemo al hombre adecuao: yo mimmo. En Graná me llamaba el joyero por algo,  soy el mehó hase hoyo al sur de Despeñaperro. Que si reunimo a unos cuanto refugiaos monto una cuadrilla que hasemo aquí un fortín que se caga la perra, que si hase farta hasta que llegue el ejérsito o quien sea hasemo un perímetro, limpiamo los campo y lo caga falta. Lo que nesesitamo é vihículo y maquinaria. Y manos. Gente pa trabajá. Hay que llamá a los que queden.

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03/03/2015, 17:43
Er Zeky

Aquella llamada de mi padre fue un mazazo. En el fondo albergaba la esperanza de que el papa, por sus dos cojones, acabara librandose de esos bichos y pudiera volver a la casa. Es como cuando estás teniendo un sueño calentorro por la noche, y cuando está en su punto álgido, te caes de la cama y descubres la triste realidad. Pues algo sí, pero por mil.

Me tuve que sentar en el sofá del salón, porque pensaba que en cualquier momento me iba  desmallar aquí. Me aferro al hule de ganchillo del sofá...Que hizo la mama hace poco, y que yo siempre me quejaba porque picaba en verano, y te dejaba toas las marcas en la cara cuando te echas la siesta...A la mama le gustaban estas cosas. También había hecho una muñeca sevillana para camuflar el rollo de papel del culo de respuesto, unos tapetes para la tele para poner la figurita del toro de lidia...!Como pensar que echaría de menos ver a la mama ahi sentada haciando ganchillo mientras veía el "Donde estás corazón"!

- Pobre papa, Yaisa...Y la mama también. Ehto eh una mierda mu grande, mu grande...- digo en mi desolación.

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04/03/2015, 00:53
Mari Cruz Castaño Hita

Sí, tenía hambre pero la carne no le tentaba nada, no en ese momento y menos acompañada de tomate, así que atacó a la ensalada con fruición.
Mojeteaba el fondillo de aceite, hacer sopas era uno de los mayores placeres de la vida, claro que mejor con buen pan. Hubiera hecho falta un café para completar “Cosas del fin del mundo”.

Escuchaba y le daba vueltas al bolo. El problema en ciernes era la población, ellos se habían dado cuenta pronto de que nadie de “arriba” les iba a solucionar la papeleta, en todo caso estaban acostumbrados a bregar con las dificultades, el común de las gentes, asustados, desconfiados, deprimidos y desorientados, era harina de otro costal, la masa no piensa y es difícil de manejar.
Lo que estaba claro también es que ellos no podían ser los “papás” del pueblo “Que grima, eso suena a Stalin”, la sociedad debía volver a funcionar, donde todos tuvieran una función, se sintieran útiles y sus esfuerzos redundaran en beneficio de todos.
Escuchó al camionero apoyada en una de sus manos, el trabajo parecía ser la doma de aquella bestia, bien encauzado podía ser un potente motor de la comunidad, basto pero voluntarioso.

-Es justo lo que estaba pensando tito. El polideportivo será un buen lugar para juntar a la gente pero no antes de hacer ronda por las casas, vayamos a pollas, se nos cuele un infectado y la liemos parda...- seguía pensando mientras hablaba. Sacó la libretilla y pasó hojas –habrá que hacer grupos por funciones, hmm… a ver quien queda… hasta que no tengamos un censo definitivo…-  se rascó una patilla con el boli (un bic de los de toda la vida, infalibles) –esta tarde podemos dedicarla a recoger vituallas y localizar materiales, además de lanzar otro mensaje a la población para que se queden tranquilos. Nada de campos de refugiados, no hay nada peor que la ociosidad, es más peligrosa que esos bichos de fuera-
En pie sacudió las migas y el polvo pegados a la ropa, un modo sutil de mover al resto a volver a ponerse en marcha. En verano los días eran largos pero ya se sabe que las horas del día son inversamente proporcionales a cuanto tengas por hacer.
Lo primero sería trasladar allí el centro de operaciones, ya que tenían que trasladar la población a la fortaleza, debían proveerla de los servicios básicos o no conseguirían que los habitantes se olvidaran de sus casas -¿Tito, tienes ya pensada la distribución del espacio? Enseñamelo que me haga un planing...-

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04/03/2015, 01:31
Director

Los disparos cesaron y se estableció una calma pesada e incierta, una calma tensa que podía cortarse con un cuchillo. La madre de Kimberly colgó, no muy convencida de que estuviera más segura en Baños que volviendo a su localidad natal. Yaiza abrazó al Zeky y lloraron, cada uno por su motivo. Él había perdido a sus padres, y ella era muy posible que jamás les volviera a ver. Ahora sólo se tenían el uno al otro, dos personas que se apenas se habían conocido en una fiesta el día anterior.

Los vehículos de la guardia civil recorrieron el pueblo transmitiendo un mensaje de calma. Harían reparto de comida muy pronto e informarían a la población de lo que estaba pasando, haciendo recuento. Al final del día comenzaron a picar en los portales, comprobando quien estaba vivo y quién muerto. Las preguntas fueron rápidas. Número de personas supervivientes, y unas medidas concisas para el tratamiento de enfermos: destruir su cerebro antes o después de que murieran y se transformaran. Antes, a ser posible, para "ahorrarles sufrimiento".

En el recuento, quedó claro que la política se había ido por el váter. La plana mayor de la alcaldía estaba muerta o desaparecida. El alcalde había muerto, convertido en una de aquellas cosas. El teniente de alcalde, desaparecido en los primeros compases de la enfermedad. De los concejales, la gran mayoría habían muerto o se habían largado sin dejar rastro. Solo el concejal de juventud seguía en su casa, desquiciado al tener que acabar con la vida de su mujer antes de que se convirtiera en una de esas cosas.

En realidad era parecido a lo que sucedía con los gobernantes españoles. El gobierno había huido a las Canarias, mientras que otros políticos habían abandonado el barco en su desesperación. En barco, para más señas, o en uno de los últimos vuelos operativos de líneas regulares o jets privados. Se dirigieron a Cuba, donde muchos ricos de España habían apresurado a marcharse con maletines de dinero bajo el brazo y casi a calzón quitado. España había sido abandonada a su suerte, salvo honrosas excepciones. El jefe de Estado Mayor del Ejército seguía intentando organizar lo inorganizable desde la base de Cuatro Vientos, Julio Anguita se había ofrecido a la junta militar para dirigir un comité de emergencia para gestionar recursos y refugiados (iniciativa que no cayó en saco roto) y Pascual Maragall había declarado que la Generalitat seguiría funcionando desde el Castillo de Cardona, fortificación que antaño había simbolizado la resistencia catalana.

Del resto no cabía esperar nada. Había alcaldes que querían convertirse en señores feudales, mandos militares que no les iban a la zaga, las prisiones se vaciaron en el plazo de unos días por un concepto mal entendido de "responsabilidad" (que impedía moralmente dejar que los prisioneros murieran en las celdas). Pero como siempre todas las soluciones de última hora fueron al estilo español, hechas tarde y mal. Los prisioneros no podían ser vigilados por la policía y pronto escaparon, la coordinación de recursos premiaba más a las grandes ciudades y conjuntos de refugiados que a las provincias y zonas rurales, que fueron en muchos aspectos abandonadas casi a su suerte. Los canales de televisión pasaron a la historia, y la comunicación se hizo solo por radio. Con el apagón de las centrales nucleares de Cofrentes y Vandellós, casi todo levante y parte de Cataluña quedaron sin electricidad. Los combustibles fósiles se racionaron y las centrales se apagaron, con excepción de las hidroeléctricas y las renovables.

Pero una cosa era lo que se decía sobre el papel y otra lo que se hacía. No había personal para llevar a cabo tanta tarea, y el ejército se las veía negras para mantener algunas zonas libres de aquellas criaturas, dándose cuenta al mismo tiempo de algo que los americanos estaban experimentado por aquellas fechas, en un lugar llamado Yonkers: los medios convencionales de guerra no servían para nada. Los tanques, los aviones, la alta tecnología, nada de eso valía contra los infectados. Solo los soldados regulares, empuñando armas en las distancias cortas, pegando tiros a las cabezas de los zombies eran lo suficientemente eficientes. La Legión entendió la lección casi enseguida y liberó Ronda dos días más tarde, montando un perímetro y declarándola zona segura. Otros fracasaron patéticamente en su intento de contener la amenaza, como los Mossos en Barcelona ayudados por la división acorazada con base en Zaragoza. Pasaron de cazadores a cazados, desperdicio de hombres, material y maquinaria que quedaron diseminadas por una apocalíptica ciudad condal.

Madrid tardó poco más en irse al garete, al pesar de los esfuerzos ímprobos del jefe de Estado Mayor. Debió ser evacuada y los supervivientes atestaron el aeródromo de Cuatro Vientos. Pronto la logística comenzaría a ser un problema más grave que las hordas de muertos vivientes.

Pero no todo eran noticias malas. En Baños seguía funcionando la electricidad, por que la central hidroeléctrica del Embalse de Rumblar seguía operando normalmente. También gracias al embalse tenían agua potable, y en los dos días siguientes a la matanza del castillo se terminó de hacer recuento de víveres de las existencias de los supermercados, pescadería, panaderias y pollería local.

En total, a la fatídica fiesta del 15 de agosto habían sobrevivido la modesta pero nada desdeñable cifra de 700 personas, menos de la mitad de los 2.000 habitantes del pueblo. El resto había huido o se había convertido en infectado, aún dentro de sus casas. Fue preciso ir limpiándolas, trabajo peligroso y que daba mucho más susto que el tiro en la cabeza a campo abierto.

De los supervivientes, más de 150 eran ancianos de más de 60 años, reflejo de la demografía española del momento y de que los abuelos, al haberse quedado en casa durante la fiesta, habían estado más seguros. Bastantes de ellos tenían necesidades médicas especiales, y pronto se hizo claro que las modestas existencias de la farmacia local no bastarían para darles el tratamiento necesario por más espacio que dos o tres meses.

Entre los supervivientes, hubo sorpresas. El matrimonio que llevaba la tienda de alimentación china había sobrevivido al completo, y fueron los primeros en ofrecerse a ayudar. Las monjas de las Religiosas del Divino Corazón habían sobrevivido casi todas y traían noticias del Vaticano. Al parecer, el Papa Benedicto había hecho unas disposiciones especiales para los clérigos católicos, que habían sido secundadas por otras confesiones cristianas, aún protestantes. Ahora no existía la clausura y los religiosos debían entregarse plenamente a ayudar a la población civil en cualquier tarea de la que fueran capaces. Además, se permitía por la mortandad de sacerdotes tan elevada, que los obispos y autoridades pudieran nombrar sacerdotes a las religiosas (cuya tasa de supervivencia era mayor a estar en sus conventos).

Con unas rápidas llamadas de teléfono el arzobispo de Toledo había nombrado encargados y encargadas en cada demarcación territorial. Por eso cuando la guardia civil llegó a la puerta del convento se encontró a diez monjitas con la mochila al hombro y la madre superiora, sor Virtudes, convertida en la nueva párroco de Baños, preguntando directamente en qué podían ser más útiles.

Aquel ejemplo picó a los laicos, aunque hubo quien no se enteró o no quiso enterarse. Quien quería limitarse a recibir la ración de comida y regodearse en la tristeza de la pérdida. Pero entretanto, lo fundamental se fue haciendo. Se estableció un sistema de silbatos muy sencillo, para avisar de la presencia de "aquellas cosas" mientras los lugareños pululaban comprobando el estado de los inmuebles y los negocios.

El cagaprisas encontró justo lo que necesitaba a unos kilómetros del pueblo, en unas obras para levantar un nuevo restaurante de carretera: una excavadora y varias máquinas útiles. Se puso a utilizarlas, y en menos de 24 horas había abierto una zanja donde fueron a parar todos aquellos muertos que luego la misma excavadora enterró. El señor Fang (el de la tienda china) le ayudó arrimando el hombro, y también un par de vecinos que comenzaron a mirar y quejarse de como lo estaban haciendo y que fueron reclutados por ello con una orden fulminante de la cabo Castaño, poder fáctico en el pueblo.

Poco a poco la sociedad recobraba su pulso, aunque fuera comatoso. El problema era el problema, y se planteó pesado como una losa de cemento. Cualquier día se enfrentarían a hordas de aquellas cosas bajando por la autovía, desde Bailén, desde la meseta o desde el sur. Debían prepararse. También debían repartir la comida, decidir qué hacer con las existencias de fármacos y armas, elegir a un nuevo alcalde y votar en asamblea que iba a ser de su futuro. Si es que iban a tener futuro.

Pero en Baños de la Encina había más de uno y más de dos que, con cojones grandes como espuertas, querían salir hacia delante echándole al asunto más moral que el alcoyano. ¿De que servía huir? En el canal internacional de noticias, el único que seguía operando, se enteraron de que el mundo era un puto caos. Islandia se había ido por el váter, y Estados Unidos había perdido una batalla campal contra una horda de infectados en Nueva York. Allí no iba a salvarles ni el tato, ni tenían a donde huir.

Solo la sombra del Castillo de Burgalimar podía brindarles la protección necesaria.

Notas de juego

FIN DE LA ESCENA