Partida Rol por web

Vílchez hizo un apunte, quizá llamando a la sensatez.

-Bueno, los planes están muy bien. Pero ésta noche me parece que solo deberíamos actuar de manera muy conservadora. Ya sabes, salir, usar el megáfono unas cuantas veces e informar. Recoger las cosas útiles de los locales que veamos por el camino y encerrarnos. Prefiero hacer la limpieza mañana con la luz que ahora en la oscuridad. Las linternas no alumbran demasiado que digamos.

Carillo dejó el palillo en el cenicero que estaba usando el tío Faustino. Luego estiró la espalda y anunció qué es lo que él iba a hacer.

-Si os parece bien, me voy al ayuntamiento. Consigo la munición y busco las armas de los de la local, mientras vosotros os váis dando una vuelta por el pueblo usando la megafonía. Eso distraerá a esas cosas, les hará perseguiros. Me dáis un toque a la radio cuando hayáis dado toda la vuelta al pueblo, yo uso la megafonía del escenario y repito el mensaje unas cuantas veces para atraerlos. Los despistamos así y nos reunimos aquí de vuelta. ¿Os parece?

-¡Auh, yaya!- se quejó, encogiéndose en la silla. -No m'habías dicho na de los chinos y los negros, yaya, no te pongas asín como si lo supieras to, que no- levantó el dedo índice, pa que le entendiera, aunque con precaución no le fuera a caer una tollina a mano abierta de las de la yaya. Esas tollinas que daba en la cepa de la oreja y que picaban incluso media hora después.

-¡Qué te vía tocar el anís ni el anos! ¡Tu'stas loca, yaya, qu'esto es coca cola! Si no tiés na de na en el mueble bar, que está más viejo que el ir a cagar- doy un trago a mi mejunje hecho con culillos de botellas. -Aquí no dicen na de lo que tenemos c'hacer... Más que no te muerdan esas cosas que te da un apechusque que la esroscas...

Coño arooh... el Tortu de los cohone, que tenía una ecopeta de cuando le dio por la perdí. En verdá creo que le quedaba rato toavía en la cepsa. ¿Habrá vuelto a su casa?

Se levantó con resolución.

-Cari, voy a llegarme a casa del Tortu a ver si me deja su ecopeta. O su señora, yo que jé. Tú a vé si puede acostar al niño. Y cierra bien tó ¿tamo o no tamo? Toy aquí nun momento. Dame un besico.

Agarró su bate y salió de la casa. Caminó con cautela intentando no hacer ruido, y una vez en el portón, asomó el hocico por si veía a alguien.
 

No me acerqué a la cocina hasta no encontrarme algo mas calmado, emporrado, o aburrido...El aroma que salia ahí era increible. Me recuerda a los potajes de la máma. !Ay la máma! !la máma! Mato ese pensamiento con otra calada al porro de curación, y me acerco a ver que está cocinando, y que huele tan bien. También saco dos cervezas de la nevera. Le dejo una a ella en el pollete de la cocina,  y la mía la abro. Unas alhambras. !Cómo le gustaban al pápa! Acordándome de él, enchufo la radio de la cocina. Que la usaba la máma para poner radio Olé.

- Yaisa, illa....Q`arte tienéh pa to...- vuelvo a lo que cocina. Si, menos mal que no la eché de mi coche post mamada. !Quien me iba a cocinar esto tan rico! !Si ya no está la máma! Yo no se ni hacer un huevo frito. Ya lo hice una vez y me quemé las cejas, que me las tuve que pintar con rutulador.

Miré también a la pizpireta Yaiza danzar con soltura por mi cocina. Pensandolo bien, ahora que el mundo se está yendo al a mierda, igual...me deja desflorarla. Quien sabe.

El camionero salió a la calle y caminó con mucho tiento y sigilo. Había una de esas cosas al final de la calle, pero muy lejos. Estaba de espaldas y parecía que se había visto atraído por el ladrido de un perro. Caminó hasta la casa del Tortu y picó a la puerta, mirando hacia la criatura con desconfianza. No abrió nadie.

Se dió cuenta de que la cancela no tenía la llave echada y la abrió solo descorriendo el pestillo. Luego se asomó a las ventanas y, efectivamente, no había nadie. La mujer del Tortu habría salido a la fiesta con algunas amigas, y él posiblemente todavía estuviera currando. O muerto. O vete tú a saber. Quizá su mujer ahora fuera un mordeor de esos, un infectao.

Si quería la escopeta o lo que fuera tendría que entrar en la casa del Tortu y birlársela. Lo que había que hacer para la familia...

Tras mucho buscar, no se le ocurrió una mierda. Asi que cogió una piedra del jardín y la tiró a una de las ventanas de la planta baja, haciéndola mierda. Abrió la ventana y se mentalizó. Ahora tenía que entrar con su cuerpazo del copón de grande por allí sin cortarse ni nada de eso.

Al final no se cortó pero si le costó un trabajo de la leche. Que ventana más chiquitilla, la víhen. Aterrizó al otro lado, casi de culo sobre la encimera de la cocina. Tiró una tabla de cuchillos al suelo cuando metió las piernas y al final entró en la casa.

Ahora que había que registrarlo todo de arriba a abajo en busca de la puta escopeta. Y de las balas.

Con la que estoy liando ahora como pa no encontrar na. Encima dehpuéh tendré que pagarle la ventana de los cojone.

Mira a su alrededor.

Eso si sigue entero. Mandagüevo que hace ná y meno que estábamo charlando y no sabía enterao de na de esto. Con lo que eh ese hombre...

Tardó un ratillo. Quince minutos o así. Puso la casa patas arriba, que parecía que habían entrado unos ladrones. Se dió cuenta de que tenían un gusto horroroso para decorar la casa, y revolviendo el armario del Tortu, que les gustaba ponerse mierdas sadomaso para follar de vez en cuando. Cosas de cuero con pinchos y todo eso.

Al final encontró la escopeta casi de milagro, en un armario trastero. Era una de corredera, de la galga 12. Había dos cajas de 40 balas sin abrir y otra abierta que le quedarían como 20 balas. Exitazo.

Si es que lo sabía yo, el puto Tortu tiene cara visioso... lo voy a puteá el resto su vida con esta mierda.

Cargó la escopeta y se la colgó del hombro y guardó la munición en una bolsa de la cocina. No quería tener las manos ocupadas con más cosas de las necesarias, el bate en una mano y la bolsa en la otra.

Se dispuso a volver a su casa, con el mismo "silencio" con el que había entrado en la del Tortu.

Esta vez no se arriesgó y, simplemente, abrió la puerta y salió por ella. Tan pancho. Luego salió del patio cerrando la cancela a la calle. Pero ahora tenía otros problemas. El del perro le había visto y se giró, comenzando a caminar en su dirección. Estaba más cerca de su casa que él, así que tendría que decidir entre correr o inaugurar su marcador de infectados a los que había matado haciéndoles puré la cabeza.

-Cagontó.

Había visto a esa gente violenta en la tele, pero el camionero todavía estaba en formato incrédulo. Para él lo que tenía delante era como un colgao, un yonki o un podre enfermico. No se veía rompiendo cabezas. Mejó correr y guardarse en casa, y ya si hay poblemas pues a darle al bate.

Por primera vez vieron a Mari Cruz sonreir satisfecha. Cruzada de brazos asintió con el mentón- Eeeeeeeexactamente- en tiempos de crisis es cuando se ve de que pasta está hecha verdaderamente la gente, y en ese instante sus compañeros demostraron por que eran guardias civiles (lástima que tuviera que suceder un holocausto zombi para verlo, normalmente estaban “aplatanaos”) –así da gusto trabajar joder!-. Miró entonces a su tío –¿Y tú que vas a hacer? ¿Te vas con Carrillo o te quedas?- luego cogió la recortada –Hay que ponerse en marcha-

Su tío se encogió de hombros. En lo tocante a lo que tenían que hacer hasta llegar a "su gran proyecto", le parecían molestias que había que quitarse de enmedio cuanto antes.

-Ayudaré a Carillo. Pero iremos en mi 4x4. Mucho mejor que en la moto, por si nos atacan cosas de esas. Ahora mismo lo traigo y lo pongo en la puerta. Y la escopeta por si hiciera falta, claro.

El día terminaba y la civilización, tal y como la conocían, se iba por el váter. Ésto no es Estados Unidos, donde la gente va a trabajar aunque haya amenaza nuclear, o Alemania, donde salen de los vagones del metro marcando el paso hacia sus puestos de trabajo. Tan pronto como fue evidente cual era el alcance de la situación, las cosas que funcionaron lo hicieron obligatoriamente y por que había soldados presentes. Al resto, que le fueran dando mucho por culo, que en su casita cada uno estaba muy bien y a salvo.

Aquella noche, el todoterreno de la guardia civil recorrió las calles del pueblo emitiendo un mensaje con sus altavoces. Un mensaje que atrajo a los caminantes e hizo esconderse a los demás. Todos a sus casitas, cerrados a cal y canto. Y los de fuera, a su puta casa en coche o se metieran en el primer sitio que pillaran. Se dijo que se habilitaría el polideportivo para acogerlos, pero la verdad es que de los forasteros ya no quedaba el tato. Vivo, había que precisar. De los muertos que caminan habían muchos. Cientos. Se comían lo que pillaban y perseguían a los vivos que escapaban.

La guardia civil no estaba para ir pegando tiros, no aquella noche. Eran tres, y tampoco iban a jugarse el puto pellejo por un concepto mal entendido del "deber". Recorrieron el pueblo buscando cosas, cosas en concreto. Armas, para ser más exactos. O más armas, por que ya tenían algunas. Pero no suficientes. Allí había mucho bicho que matar y pocas balas para hacerlo.

Mientras, el Cagaprisas había vuelto a su casa tras una carrera escapando de uno de aquellos cabrones. En realidad, era un vecino que había muerto sin causa aparente de herida. ¿Le habrían mordido? Lo que era seguro es que ya no era un vivo, si no uno de los otros. De los que caminaban para el resto de la eternidad, mientras tuvieran piernas para hacerlo. Echó los siete cerrojos y se quedó con la escopeta al lado de la cama. Cama en la que durmieron los tres hechos una pelota, Jose Luis, la Toñi y el Deibi. Acojonaos. El futuro pintaba mal.

La Kimberly decidió economizar el pólen. No sabía cuando iba a conseguir más. Se quedó dormida abrazada a un peluche de Dora la exploradora que había en la cama, dato que no confesaría a nadie ni aunque le arrancaran la piel del coño a tiras. Con unas tenazas al rojo. La yaya cantaba una nana desde su habitación mientras buscaba la pistola del abuelo. La del ejército. Un pequeño "secretico" de la abuela, que como siempre estaba ahí para velar por los suyos.

El Zeky se metió en la cama cuando el todoterreno de la guardia civil pasó por su calle, más tranquilo. Decían que no saliera nadie mañana hasta que ellos, o quien fuera de la autoridad, les fuera picando puerta por puerta para hacer recuento de supervivientes. Ya se ocuparían de "la amenaza" mañana, al parecer. Yaiza se durmió abrazado a él, después de meterse una cena del copón entre pecho y espalda. Era una vida a la que podría acostumbrarse, pensó durante un momento. Aunque luego irremediablemente se acordó de sus padres.

El día amaneció y, como íbamos diciendo, no fue a trabajar ni el tato. Algunos estaban muertos, de hecho muchos. Otros aprovecharon que tenían "órdenes" para no salir y se quedaron en su casa viéndolas venir. Pronto notaron que el suministro eléctrico fallaba más que escopetilla feria. Si los militares no mantenían funcionando las centrales, generadores y demás instalaciones de las eléctricas, en una semana o menos retrocederían a la Edad Media.