Partida Rol por web

Lo habíamos intentado, pero... de nada había servido nuestros esfuerzos. Al menos Hugo estaba bien. Merkkenia no había tenido la misma suerte.

—Ya no podemos hacer nada más —dije, en cuanto vi la mirada de Antón.

Tratar de salvarla lanzándose al agua sería jugarse a morir junto a ella. Era mejor no correr el riesgo, no podíamos perder a nadie más... 

—Sigamos...

Exhausto me dejo alzar por mis compañeros a la barca, la pérdida de Merkkania ha dejado un enorme vacío, un vacío que llenan la impotencia y el resentimiento, resentimiento que dirijo hacia la hoja maldita. Le he fallado, pero no volverá a ocurrir, yo me encargaré de que tu poder sirva para que este mundo sea un lugar mejor para la gente de bien y vaya si me encargaré de que redimas tus actos malvados pasados y tu falta de acción en el presente.

 Me doy la vuelta arrebujado en las ropas secas para evitar que un enfriamiento me provoque una pulmonía que me mande al otro mundo y así poder ocultar la frustración y vacío que inundan mi alma ocultando mi rostro a mis compañeros.

Las horas pasan y seguís remontando el Eanor sin ningún otro contratiempo hasta que sol se empieza a poner de nuevo. A veces escucháis arboles caer a lo lejos y ruidos que no sabéis distinguir en lo profundo de la foresta. 
Por fin Vallomei os indica que habéis llegado señalando en la orilla norte una piedra cubierta de musgo del tamaño de un carro. Está tallada con una efigie inexpresiva, parece muy antigua. Atracáis a su sombra con las últimas luces, junto a los restos de una barca ambria semisumergida junto a la orilla

—Desde aquí seguimos a pie —comenta Vallomei—, pero será mejor pasar la noche aquí. Seguiremos mañana. Eika, Friedger ¿quizá puedan encontrar un lugar seco donde pernoctar? 

Entre los cabos de vuestra barca encontráis una lona embreada que usar como tienda. Entre todos despejáis un pequeño claro elevado sobre un promontorio de piedra y os reunís en torno a la hoguera. Para entonces ya es de noche. Agradecéis alejaros de las frías aguas y el calor de las llamas lamiendo vuestras manos. Los rostros de todos parecen más cansados aun a la luz de la hoguera. Lleváis dos días bajo las ramas de Davokar y os parece una eternidad. Empezáis a preguntaros si esta expedición ha sido buena idea. Desde donde estáis podéis ver el Eanor serpentear a este y oeste bañado por la luna, pero vuestro destino esta al norte, allá donde la masa de árboles se hace más oscura y siniestra. Un trueno restalla en la lejanía.

—Bueno, no está mal —comenta Vallomei con una sonrisa— quiero decir, lo siento por vuestra amiga, pero estamos cerca. Estamos en medio del territorio Karohar, los bárbaros menos "hospitalarios" del sur de Davokar. Hemos tenido suerte, no hemos dado con ninguna partida de caza —el noble se engola la voz antes de seguir—. Los belicosos kariteos se muestran desconfiados, cuando no hostiles, ante los nuevos amos del reino, nosotros. Es probable que esto se deba a la invasión de cazatesoros ambrios que han sufrido durante las décadas pasadas, lo que ahuyenta la caza y atrae a los elfos, dicen. ¿O quizás tenga algo que ver con lo que le ocurrió al antiguo aliado de Karohar, Haloban y sus jeziteos? Sea como sea, el territorio de los kariteos dista mucho de ser un lugar seguro para nosotros. Será mejor hacer turnos de guardia esta noche.

Aún conmocionado por la triste perdida, apenas puedo contener la mordaz réplica que acude a mis labios tras la parrafada de nuestro noble.

 Si estar atentos a la noche, a sus sonidos, a sus olores y sus ruidos, y vaya si lo estoy aunque solo sea por que afinar mis sentidos e intetar penenetrar la  noche y evadir los momentos de autocompasión y tristeza por la pérdida de nuestra camarada.

Desde la cúspide del promontorio, observo el Davokar y el serpenteante Eanor, y solamente pienso en Merkkania, en como pudo acabar así.

Al regresar a la hoguera escucho las palabrerías de Vallomei quien debería tener mas respetos por los caídos, no hablar a la ligera, suena como si todos fuéramos desechables para el, pienso para mis adentros, en silencio tomo el calor de la hoguera, -yo, haré el primer turno- les digo a los demás total no tengo sueño, siento que si duermo solo tendré pesadillas.

Mientras estoy de guardia, dormito un poco, sin saberlo estoy cansado, el remar, y todo lo que hicimos esta pasando factura, se me olvida a veces que apenas soy muy joven.

Hacer turnos era una gran idea. No estábamos en un lugar seguro, y la ausencia de Merkkenia demostraba este hecho. No debíamos confiarnos, o acabaríamos mal. Por eso, cuando Anton dijo que haría el primer turno, no tardé en añadir que sería yo quien le relevaría.

—Descansad el resto. Nos vendrá bien recuperar energías.

Por supuesto, antes de todo ello busqué un lugar que pudiera ser seguro y cómodo para dormir. Con algo de maña, improvisamos algunas tiendas de campaña y encendimos un fuego para mantener el calor.

No llevábamos mucho en aquel lugar, pero... sentía como si hubieran pasado semanas o meses. Aun así, confiaba en que pronto conseguiríamos nuestro objetivo.

Incómodos por las palabra de Vallomei, la charla parece haber acabado. El noble parece leer vuestras caras y guarda silencio, Simplemente se dispone a descansar tratando de no volver a decir nada que hiera vuestros sentimientos, particularmente los de Antón o Hugo que no parecen los mismos desde el incidente del río. Montáis guardias por turnos. Antón se queda despierto para la primera guardia. Al resto os rinde el sueño enseguida...

Una fría sensación recorrió la nuca de Friedger al percatarse del incomodo silencio que hubo cuando el braceó de Merkkania cesó y esta fue arrastrada hacia las profundidades para más nunca volver a ver la luz del sol. El viejo capitán fluvial bajo el rostro, negando con la cabeza lentamente mientras escuchaba los lamentos y la decepción de aquellos que tenía en frente.

La vida en los lagos de Davokar nunca fue fácil y él conocía muy bien que los peligros que habitaban estas aguas no podían tomarse a la ligera.

El resto del viaje permaneció en silencio.

Una vez desembarcaron asintió a las palabras del noble Vallomei, y junto al resto busco un lugar donde pasar la noche, aunque prestó poca atención a las descripciones sobre los barbaros que dio este, conocía muy bien a los bastardos que habitaban estas tierras, específicamente a los que mataron a su hijo.

El día parecía no acabar, pero al menos el viejo contrabandista podía sentirse aliviado de los dolores que con anterioridad recorrían su brazo.

—Yo hare el tercer turno, si no hay problema— dijo mientras se recostaba de un árbol y se preparaba para tomar un corto descanso de los horrores de Davokar.

Maese Lasiter, os saludo pero debo pediros que mantengáis las distancias, no dirijo esta expedición y por tanto no puedo daros el permiso pues carezco de la autoridad. Despertaré a mis compañeros y el señor Vallomei decidirá.

 ¿ Cómo es que andáis por esta espesura sin armas? no puedo imaginar un lugar menos adecuado para andurrear por él sin al menos una vara que este bosque de vil oscuridad y corrupción.  

Aquello fue inesperado. Cuando noté el aviso de Hugo, abrí rápidamente los ojos y me preparé para lo peor. Lo que no esperaba era encontrarme una persona que quería compartir el fuego con nosotros. Era... extraño. Por supuesto, noté la mirada de Hugo pidiéndome que despertara a los demás, y así hice. Luego miré al hombre y traté de analizar si podía suponer una amenaza...

—Buenas noches —le saludé—. Como a mí compañero, siento curiosidad por saber qué le mueve a estar por estas tierras hostiles...

Sin duda, o muy valiente o muy estúpido debía ser como para ir desarmado y en solitario...

Aun quedan unas horas para el amanecer cuando Eika os va despertando a todos. Notáis cierta urgencia en su proceder. En el linde del claro había un hombre maduro que mantenía las distancias enseñando las palmas de las manos. Su mirada ceñuda, su falta de aseo y el tabardo ensangrentado le daban un aspecto salvaje. Reconocéis el uniforme del cuerpo de Exploradores de la Reina. Los habéis visto en Fuerte Espina yendo de un lado a otro, casi siempre en grupo. A menudo tipos duros, de pocas palabras, piel curtida y mirada ceñuda esculpida por las patrullas bajo las hojas de Davokar y sus peligros. No llevaba armas.

—Perdí a mi unidad tras un ataque...  —traga saliva y añade con gravedad— elfos del verano. Comprendo vuestra suspicacia, pero hace frío aquí. ¿Puedo acercarme? Hace dos días que no pruebo bocado. Casi todo lo que da este bosque es veneno. No voy armado.

El hombre dio unos vacilantes pasos en vuestra dirección.

con sumo cuidad me levanto, busco con la mirada mis armas, una vez que las he localizado me dirijo hacia ellas, intento ser lo mas discreto posible, sin embargo trastavillo a cada paso.

En este bosque apenas me fío de quienes no sean mis compañeros de viaje.

Recostado de un tronco Friedger mantuvo sus ojos entrecerrados fingiendo estar dormido mientras analizaba aquel hombre. No le costaba reconocerlo, conocía muy bien a donde pertenecía.

Aunque el contrabandista no veía aquel hambriento y cansado explorador como una amenaza no le gustaba la idea de quitarle el ojo de encima.

El hombre miró a Antón empuñar las armas y retrocedió un paso con cara de pocos amigos.

—Perdí mis armas mientras huía. Esos diablos atacaron en medio de la noche. No es que tuviera elección, habría muerto de haberme quedado allí. Supongo que nadie mas corrió tan rápido —respondió a Eika—. El bosque se os lleve si pretendéis enseñar la espada a un necesitado desarmado —gruñó mirando ceñudamente a Antón — ¿y vosotros os llamáis la civilización? No sois mejores que un gatosombra—la mirada del hombre hervía, cargada de rencor.

 Maese Lasiter, estamos en territorio peligroso, ser cauto no es solo una virtud, también una necesidad, vos y vuestra unidad hubierais actuado igual de ser al revés la situación solo se os pide un poco de calma y que esperéis la aprobación de quien dirige esta compañía.  

 Aprecio tus consejos,seguro que son buenos y nacidos de la experiencia y de la edad de un ser tan longebo, pero si vuelves a insistirme en matar sin más, acabarás en el fondo del rio. 

—Mi compañero tiene razón —añadí, tras las palabras de Hugo—. Como bien sabes, estamos en un lugar hostil. Debes entender que seamos precavidos.

Después de todo, en lo que llevábamos de aventura nos habían ocurrido demasiadas cosas... suficientes como para aprender a no fiarnos de nada. Era por ello que no me hacía especial gracia que aquel individuo pasara la noche con nosotros... pero aguardé a que Vallomei, que era quien pagaba, diera su opinión.

—Muéstranos que eres de fiar... ¿tienes algún salvoconducto o algo que demuestre que eres lo que dices ser?

-Tienes sangre a la altura del corazón, es tuya o de alguien más- le pregunto al explorador de la reina, mientras empuño con mas fuerza mis armas.

A mis compañeros (en voz baja):

-fijense, cerca de su corazón en el tabardo- esto es extraño, por que si fue una herida, como anda de pie, ademas, va dezcalzo y en este lugar es mejor estar siempre prevenidos y vestidos.

Vallomei se despertó y viendo las armas empuñadas también empuñó la suya aun sin desenvainarla.

—¿Qué pasa aquí? —acertó a decir el noble con la vista fija en vuestro invitado.

Lasiter observó a Antón entrecerrando los ojos en finas lineas.

—¿Quieres matarme chico? ¿Buscas una excusa? Este no es lugar para niños o enfermos —rumia entre dientes tras pasear su mirada por Antón y Hugo y retrocede otro paso sin dejar de miraros—. Carroñeros. Habéis venido a por sus supuestos tesoros, ¿mmm? No hay tesoros aquí salvo aquello que os rodea. Volved a vuestras casas de piedra antes de que el bosque os devore las tripas. Sería un fin piadoso —su voz se vuelve grave y su mirada severa— Hay cosas mas al norte que os harían desear estar muerto, cosas que no deberían ollar el suelo con sus pasos, cosas que harán enloquecer vuestras cabezas. Vuestro falso dios no tiene poder aquí. Volved al río y seguid la corriente junto a vuestra reina y tened una vida de ambrios —retrocede sin dejar de miraros hasta que entrar de nuevo en la linea de árboles—. No volváis, o el bosque verá pudrir vuestros huesos. Cuidaos de la bruma.

Entonces susurra algo en una lengua que os es desconocida. Siseante y cargada de misterio. Una lengua con voz de mujer.
 

Hago sonar mi campanilla y dirijo mis energías mágicas hacia Lasiter, si es un cadáver animado intento dar descanso a su alma con la destrucción de su cuerpo mortal.

Pero el poder se dispersa antes siquiera de  que mi voluntad le de forma, supongo que debido a maldad misma que que rezuma de la tierra y no quier que las obras del bien prosperen.

Friedger fingió estar dormido durante la mayoría de la discusión entre sus compañeros y aquel supuesto extraviado de la reina.

El viejo contrabandista fluvial deslizó su mano hasta su cinto lentamente, sosteniendo así su daga. A diferencia de la última vez estaría preparado para lo que sea.

Especialmente después de aquel amargo sabor de boca que dejaron aquellas inentendibles palabras por parte Lasiter en algún idioma arcano. Tal vez al igual que la última vez su daga no sería capaz de dañarlo, pero aún así debía de intentarlo.