Partida Rol por web

Liam fue con el grupo al laboratorio y lo miró desapasionadamente. No hizo el menor caso de los restos de apuntes, inscripciones y experimentos. No mostró el más mínimo interés en las respuestas que aquel sitio pudiese contener. El joven sentía esa parte de si mismo muerta y se preguntó, no por primera vez, cuanto más de él habría muerto.

- Claro.- Respondió Liam a Mor. Ahí no había nada para él, ya no. El joven finalmente decidió volverse y quedarse junto con Jearon.

Urvan casi se sorprende al ver que Liam no se une a él rebuscando en el laboratorio. El tiempo ha tratado bastante mal a este lugar y hay poco que podáis recuperar de ello. Un pequeño cuaderno de notas junto a la geoda llena de flujo se deshace en las manos del adepto cuando lo coge y a penas puede recuperar un trozo de una hoja.

El texto le resulta familiar, pero si vuestra memoria se ha visto alterada por la radiación de la sustancia que brilla a su lado, estando tan cerca de ella duda mucho de poder fiarse de sus recuerdos.

Al mirar el trozo de pared derrumbado, se da cuenta de que no es la presión de la tierra del pantano la culpable de la fractura. De alguna forma, la roca se ha fracturado desde dentro y sólo entonces la tierra se ha colado en el laboratorio. Preocupado, se vuelve hacia los capullos de los miriápodos que cuelgan de las paredes y llega a la conclusión de que quemarlos antes de salir de aquí puede no ser una mala idea.

Poco a poco, el grupo se coloca detrás de Mòr y esperan en silencio que actúe para acabar con la piedra.

Ean se fija como Urvan recoge una nota. Levanta la cabeza para echarle un rápido vistazo.

Esta nota me suena...¿La habré leído ta? Quizá cuando rompa la piedra lo sabré...que más da, quiero acabar con esto ya.

Así que en silencio, espera a que Mòr haga los honores.

Deseando con toda la fuerza de mi corazón que esto sirva realmente para acabar de una vez por todas con los problemas de la región, abro los ojos. Ya he esperado bastante. Lentamente, casi con ceremonia, levanto mi claymore. Intento no pensar demasiado, pero con todo, varias preguntas asaltan mi mente: ¿Y si el flujo, como esos daedemorthys lo llaman, no fuese sino una manifestación más de los c’maoghs en el mundo? ¿Y si lo que muchos de los miembros de mi orden llevan tantos años odiando no fuera tan maligno como el dogma intenta hacernos creer? Si lo que Verzal nos ha dicho es cierto, y es el estancamiento del flujo lo que realmente hiere la tierra, ¿no significaría eso que, en realidad, este es una fuerza tan esencial para la creación como lo son el aire, el agua, el sol?

La espada cae con fuerza, interrumpiendo mis preguntas retóricas. Con un crujido, el cristal se parte y deja escapar su contenido. No tiene sentido alargar más esto. Pronto sabremos si hemos hecho lo correcto…

El líquido ambarino brilla una última vez en su contenedor, y durante un instante os parece ver reflejado en él el rostro fantasmagórico del magientífico jefe Verzal. Os sentís ligeramente mareados al mirarlo, igual que cuando bajasteis al laboratorio, pero no podéis apartar la mirada del Nimheil mientras se derrama por todas partes. No tarda demasiado en filtrarse por las grietas de las rocas y en ser absorbido por la tierra y, en a penas unos segundos sólo quedan unos pequeños charcos de la sustancia en las oquedades de las losas que hacen las veces de suelo.

Os miráis un momento, pensando que todo ha acabado por fin, pero al cabo de unos instantes os sentís terriblemente decepcionados. Tal vez en el fondo de vuestros corazones esperábais que, al destruir el recipiente y dispersar el flujo fósil todo lo ocurrido tomase sentido de golpe. Pero no es así; seguís igual de confusos y sólo el tiempo dirá si seréis capaces alguna vez de saber exactamente qué ha ocurrido.

Cabizbajos, volvéis a subir por la escalera de mano hasta el pantano. Jearon parece haberse recuperado y vigila a Deorn mirándole con desconfianza, aunque el anciano sigue derrumbado sobre una de sus caderas, con la mirada baja, derrotado. Liam está sentado en el suelo, con un aspecto no mucho mejor al del demorthén.

Mientras os levantáis y tapáis de nuevo el acceso al laboratorio con la losa que lo cubría (ahora completamente despejada de la tierra y hierba que la disimulaba en el suelo) empieza a llover, como si el clima decidiera hacer eco a vuestro estado de ánimo.

La partida termina en la siguiente escena:
Epílogo