Partida Rol por web

De repente todo se descontrola. Y evidentemente el que lo empieza todo es ese malnacido de Deorn. Ean ya tenía su vista y su flecha posados en él, así que instintivamente su flecha sale disparada hacía el corazón de ese cerdo. Ya vería luego a quien haría destinatario de otro de sus regalos.

Arven carga contra la criatura más próxima, propinándole un terrible tajo con su espada. Semejante golpe podría haber herido de gravedad a un ser humano, pero el lodo y las ramas parecen frenar la hoja mientras se introduce en su abdomen. Lo que es aún peor, el ser invocado por Deorn parece no verse afectado por sus heridas y se mueve con la misma facilidad que al salir de la tierra. Levanta el brazo hacia la mujer que le ha atacado y le da un buen puñetazo que la mujer acusa aún a través de la armadura.

Liam sale corriendo hacia Deorn, pero otra de las criaturas se lanza sobre él con intención de pararle. El impacto del hombro le deja sin respiración y está a punto de caer al suelo, pero consigue reponerse y llegar hasta donde luchan los dos hombres.

Ean ignora a la criatura que se acerca a ellos y abre fuego sobre el demorthén. La flecha surca el aire y el arquero demuestra su pericia al impactar al anciano sin herir al varigal que lucha con él. Desafortunadamente, el tiro impacta en un brazo y no parece hacer demasiado daño.

La última criatura empieza a expulsar una extraña sustancia verde de su boca, que dificulta la respiración y nubla ligeramente la vista. Toséis y esperáis que ese gas no sea realmente tóxico.

El anciano se mira la herida del brazo y sacude la flecha que ha quedado enredada en su túnica, ahora rota.

- ¡Maldito seas, arquero! - dice. - La gente de Varn te colgará cuando se entere de que me has atacado - promete. Después de todo es el demorthén de la aldea, así que tal vez sea mejor dejar que sea el Ansaléir quien se encargue de él en vez de tratar de tomaros la justicia por vuestra mano. Claro que si Deorn controla la asamblea, es probable que se consiga librar de su castigo, dejándoos en una muy mala posición para conseguir salir de Varn.

De repente, Deorn empieza a entonar un cántico en la antigua lengua de los osags, y un escalofrío recorre mi espinazo. Sintiendo la sangre helarse en mis venas, soy incapaz de reaccionar hasta que unas extrañas y torcidas criaturas, que no parecen tener nada de naturales, aparecen de la nada y se lanzan sobre nosotros con un grotesco bamboleo. Mis ojos se clavan en los de Deorn, llenos de incomprensión.

—¿Qué…? ¿Qué estáis haciendo, insensato? ¿Empleáis el poder del Sigil Rann para ocultar vuestros crímenes? —Soy incapaz de disimular mi incredulidad. Es como si estuviera asistiendo a algo que se saliera del reino de la posibilidad, algo que no esperaba tener que ver jamás. Me cuesta encontrar las palabras para expresar mi profunda indignación—. Eso es… Sois… Parad esto, por favor. ¡Paradlo inmediatamente! ¡Sois un demente y un morcail*! ¡Deberíais odiaros! ¡Vuestros pecados son aún más graves de lo que pensaba!

Tan grande es el horror y el anodadamiento por la situación que se está produciendo, que soy absolutamente incapaz de hacer nada. Permanezco en pie, mirando cómo los primeros asaltos empiezan a producirse y cómo las flechas vuelan raudas.

Esto tiene que acabar.

Deorn empuja a Jearon contra el suelo al escuchar con rabia las palabras de Mòr, lo que le permite alzar un momento la cabeza para contestarle.

- ¿Crímenes? No es un crimen librar a la tierra de la peste de estos daedemorthys - contesta. - Él mismo ha reconocido que esos insectos gigantes que acabaron con la atalaya es obra de sus experimentos corruptos. ¡Y aún así os permitís juzgarme! ¡Vosotros sois los criminales! - Mira al enorme ionnthén que le ha imprecado. - ¡Especialmente tú, traidor! Esos pueden ser unos ignorantes - dice con aún más desprecio del que siempre ha mostrado hacia vosotros - pero tú has sido iniciado en nuestros misterios ¡y aún así te niegas a entender que el único criminal aquí es éste!

Jaeron se recupera y ambos vuelven a pelear entre ellos, revolcándose por el suelo ante la mirada de Liam, que llega junto a ellos en este momento.

A pesar de que es evidente el gran golpe que se lleva la criatura, ésta no parece ni siquiera inmutarse, y me lo devuelve. Yo no puedo permanecer tan impasible como ella y no puedo evitar gemir de dolor al notar la armadura presionar mi cuerpo fruto del golpe.

Pero decido no darme por vencida.

Vuelvo a intentarlo, algo más iracunda incluso por el golpe recibido. Escucho a los demás seguir discutiendo, pero no presto demasiada atención. Temo que si me distraigo, otro golpe acabe conmigo.

Todo sucede en un abrir y cerrar de ojos. De la tierra inmunda, como infantes rechazados por un útero de brea pestilente, se alzan unos seres que el ojo humano jamás debería contemplar. A pesar de estar formados de fango y maleza, su antinaturalidad es tal que ofende mis sentidos. Veo con pasmo cómo atacan con singular fiereza a Liam y a Arven, y un tercero vomita una sustancia infecta que asciende por mis fosas nasales como si quisiera devorar mi cerebro.

Estremecido por el horror, alcanzo mi ballesta con mano temblorosa y cargo un virote. Por nada del mundo me acercaré a estos engendros, y confío en que ellos decidan hacer lo mismo, al menos por el momento. Inspiro lentamente por la nariz, tratando de afinar mi puntería; necesito que este disparo cuente. Mi prioridad consiste en eliminar objetivos rápidamente, así que decido disparar al monstruo que ya ha sido herido por Arven.

El virote vuela raudo, clavándose en una placa de corteza que recubre el pecho de la criatura.

Bien.

Urvan trastabillea ante la aparición de las criaturas de los pantanos y recula unos metros horrorizado. Sin embargo consigue sobreponerse para cargar su ballesta y disparar al ser con el que se enfrenta Arven. El virote se clava en su pecho, lo que empuja ligeramente hacia atrás al ser del pantano. La guerrera no deja pasar la oportunidad y descarga un nuevo tajo de su espada sobre el torso del monstruo invocado por Deorn.

Un líquido apestoso fluye de las heridas de la criatura, que parece desinflarse poco a poco, esparciéndose por el limo del suelo mientras el pantano parece tragarse nuevamente la sustancia que daba vida al desagradable ser. Afortunadamente, a pesar de que no parezcan ser sensibles al dolor, sí es posible matar a estas cosas.

Yldiane, por su parte, observa cómo cae uno de los tres seres y, sobreponiéndose sin dificultad al hedor de la nube verdosa exhalada por uno de ellos, se lanza hacia él blandiendo al mismo tiempo su espada y su carath. El impacto parece desequilibrar a la criatura, pero si llega a hacerle daño no da ninguna muestra de ello.

Liam llegó hasta las cercanías de ambos contendientes y echo un vistazo al medallón esperando que fuese si no la clave si al menos una herramienta para ayudar a sus compañeros. El joven se lanzó a la trifulca cambiando su rumbo en el último momento para echar mano al medallón y tirar de él.

Deorn sigue forcejeando con el varigal cuando nota un tirón del cuello y se vuelve hacia Liam.

- ¿Qué crees que vas a hacer con eso, niño? - pregunta al ver su colgante con la runa oghamica en las manos del boticario. - Necesitas conocimientos de los Misterios de mi orden para saber utilizarlo...

Desgracidamente para el anciano, Liam había precedido a Mòr como aprendiz de Wailen, el demorthén de Melwan, y además contaba con una memoria prodigiosa, por lo que tal vez esa runa no era tan inofensiva en sus manos como podía pensar Deorn.

Liam no hizo caso a Deorn. Todos los demorthen parecían cortados por el mismo patrón en ese aspecto. Esa importancia que le daban a sus secretos, y a mantenerlos como tal, y el orgullo que extraian de eso... Pero el joven no le dio más vueltas y cogió una piedra afilada golpeando con ella la runa Ogham al tiempo que pronunciaba palabras rituales.

- Gluta taing airson do thiodhlacan agus do seirbheis. Nise, tha thu a 'tighinn air ais agus an saoghal seo fhàgail.

Me quedo petrificado al escuchar a Liam. ¿Conoce la antigua lengua? ¿Cuándo aprendió a emplear el poder del ogham? Estoy tan asombrado que no puedo hacer otra cosa que boquear como un pez fuera del agua, buscando unas palabras que no encuentro.

¿Liam es un demorthèn?

Las dos criaturas restantes se quedan paradas súbitamente y, de la misma forma que habían aparecido, se sumergen nuevamente en el pantano, fundiéndose con él.

Mòr abre la boca sorprendido al escuchar las palabras de Liam en la lengua de sus maestros. Casi le cuesta recordar que el aprendiz de boticario fue el ionnthén de Melwan mientras él mismo trabajaba con el herrero de la aldea, así que los conocimientos del chico serán similares a los suyos propios.

Mòr recuerda perfectamente una lección de su maestro hablándole de las piedras Ogham. Sin embargo, también Wailen le había dicho que los conocimientos para utilizarlas requerían una preparación mayor que la suya. Al pensar en las palabras de agradecimiento que Liam ha dedicado a Gluta, recuerda haber escuchado encantamientos similares que el demorthén de Melwan dedicaba a los c'maoghs al terminar sus conjuros. La prodigiosa memoria de Liam parece haberle llevado a recordar las palabras adecuadas para despedir a los seres del pantano, aunque, careciendo del poder necesario para realizar el sortilegio, se ha visto obligado a destruir la piedra Ogham de Deorn para llevarlo a cabo. De hecho, es probable que el dolor por la muerte de su hermano le haya servido para realizar una proeza más allá de sus propios poderes. El ionnthén mira con lástima los trozos rotos del colgante, sabiendo que, de haber sido sus conocimientos algo mayores, seguramente podría haber deshecho el conjuro sin destruir el artefacto.

El grito de Deorn interrumpe los pensamientos de Mòr.

- ¡¡¡NOOOOO!!! ¿Cómo has podido...? - pero no llega a terminar su pregunta. Jearon, o el ser que lo controla, empuja finalmente al anciano y se pone en pie a su lado. Con un movimiento algo más seguro que hace unos momentos, desenvaina su espada y coloca la punta en el cuello del viejo demorthèn.

La espada tiembla un momento en el aire antes de apoyarse en el cuello del demorthén, haciendo que un hilo de sangre se deslice por la garganta del anciano allí donde antes colgaba su piedra rúnica.

- Al fin, Deorn - dice Jearon con una voz que, ahora claramente, no es la suya. - Cincuenta años después por fin pagarás por nuestras muertes. ¡Esa gente era inocente, maldito! Sencillamente teníamos unas ideas distintas a las tuyas. No merecían morir... ¡Pero tú sí!

El demorthén parece recuperar su aplomo y mira con desprecio a Jearon, viendo en él a su antiguo enemigo muerto hace tanto tiempo e, incapaz de enfrentarse a él de ninguna otra forma, le escupe con odio sin molestarse en negar las palabras de Verzal. El varigal se limpia la saliva y, con un gesto sereno, levanta su espada con intención de descargarla sobre el cuello del anciano.

- La muerte no soluciona nada.- Dijo Liam que acabada su arrojada acción volvía a sentir el hielo en las venas, en todo su ser.- Matarlo no te devolverá a nadie, ni es el castigo que merece...

- Yo... he matado a mi propio hermano...- Balbuceó Liam tras un rato callado, ahora parecía perdido, aturdido.- dos veces ¿Por que?- Preguntó mirando a Jearon/Verzal aparentemente olvidado Deorn.- ¿Por que?

—¡No, no, un momento! —exclamo, saliendo de mi ensimismamiento, y avanzo un paso hacia Verzal y Deorn—. Es el pueblo de Varn el que debe juzgar a su demorthèn… Sabiendo la verdad… —Dedico a Deorn una mirada de desprecio. ¿Cómo puede alguien tan sabio caer tan bajo?—. Pero para ello, necesitamos pruebas. Algo que demuestre que todo esto es cierto. Verzal, ¿sabéis si hay algo que pudiésemos emplear para probar las fechorías de Deorn? No podemos regresar a Varn solo con palabras…

No entiendo muy bien por qué, aunque imagino que las extrañas palabras de Liam tienen algo que ver, pero las criaturas se retiran. Ahora, tras ese ataque, para mí está bastante claro quién es el enemigo aquí, así que tras asegurarme un instante de que esos bichos no vuelven a salir del pantano, me acerco a Deorn todo lo posible y de forma amenazante. 

Quiero evitar que se escape o haga algo raro mientras decidimos qué hacer con él.

Y de repente, tan rápido como empezó, todo termina. Los monstruos se desploman y se tornan inertes, hasta que nada permite diferenciarlos de la tierra y el follaje que los rodea.

Alzo la vista, y compruebo que Deorn y Verzal continúan enzarzados en su lucha homicida. Mis compañeros están intentando aplacar sus ánimos, pero no parece que el varigal y el demorthèn tengan ninguna intención de detenerse.

—¡Alto! ¡Poned fin a esta locura! —digo con una mezcla de rabia y desesperación en mi voz—. ¿Acaso no veis lo que la falta de entendimiento y la muerte han traído? ¡Verzal! —exclamo volviéndome hacia el hombre que porta el rostro de Deorn—. ¡La sangre nunca ha servido para santificar nada! ¡Si acabas con la vida de Deorn aquí y ahora, contaminarás y maldecirás estas tierras! —Tomo aire y me vuelvo hacia el anciano, reprimiendo mi propio deseo de ver morir a este indeseable—. Deorn... Por favor... ¿En qué momento la lucha ciega por la razón se antepuso al bienestar de Varn? Si aún queda algo de sabiduría en vos, sabréis qué hacer... Entregaos, arrepentíos, e intercederemos por vosotros a nuestra llegada a la aldea. Os lo ruego. —Antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, me arrodillo ante el demorthèn—. Os lo imploro. Acabad con esto ya. Está en vuestra mano, y solo en vuestra mano.