Partida Rol por web

Ohh, bien Daisy. - Ahora que se los señalaba, era claro.  Powaqqatsi había oído de los "investigadores" y sus habilidades casi mágicas para encontrar claves en cosas aparentemente sin importancia.  Es como la habilidad de rastrear, mm, pero en este caso lo que se caza son misterios; genial que nuestra compañera tenga esa habilidad.

Bajemos pues, en esa dirección.   Nos vemos al regreso, le dijo el druida a Failin.  

Mientras iban avanzando, Powaqqatsi rebuscó en su mochila.  Triunfante sacó una de esas cajitas que guardan pergaminos.  Se las enseñó. Esto nos servirá para detectar el tipo de magia que tiene el "hielo".  Necesitaré estar a unos pocos metros de él y tomarme un poquito de tiempo.  Si quieren yo me acerco primero, para no arriesgar tanto.  Sólo estén pendientes por si reacciona raro.  

Les dejaría a Ch'om con ellos, mientras lo hacía.  Se lo pasó al hombro de Daisy, aunque desde ahí el ave no dejaba de observar a la lady McBones.  No dejen que se vaya a buscar zombies, que no ha cenado y ha de traer hambre.

Por cierto, Finn, ¿podrías ir practicando tu acento karrnáthaki?  Por si nos encontramos con estos tipines, algo sabrás decir para justificar nuestra presencia aquí, como que nos mandaron a ayudarlos o algo.  -confiaba en el bardo, que sólo con su lengua ya les había conseguido descuentos imposibles de creer en Sharn.

La conversación, desarrollada por desgracia en más alta voz que los susurros típicos de la noche, iba tomando una única dirección con las intervenciones de unos y otros. Finn, gracias a la información que Cho había llevado con él y que solo Powa podría haber desentrañado, les había contado una historia que, a raíz de los acontecimientos recientes, parecía tener todo el sentido del mundo. El motivo que había llevado a los caballeros resucitados a Cantera Carmesí, y ante las puertas del laboratorio Cannith, no estaba claro del todo, pero su intuición, y esperaba que la de todos, gritaba con fuerza que no solo compartían un objetivo, sino que tendrían que luchar por él. Sin embargo cuando llegara el inevitable encuentro debía ser bajo sus propias reglas, en el terreno y en el momento que eligieran, y estaba claro que la oscuridad no era el manto bajo el que debían resguardarse. Incluso Failin se había detenido a escasos metros antes de marcharse a descansar, sólo para dar su opinión al respecto, y tras hacerlo el rumbo había sido más que claro. Investigarían. 

Ella podía haberlo hecho, pero lo suyo era rastrear enemigos, darles caza en campo abierto, en bosques o la montaña. Cuando se trataba de ciudades, ya fueran bulliciosas urbes o simples ruinas, su habilidad se reducía quedaba a un segundo plano. Si añadían el hecho de que, aunque mejor que la de un humano, su vista no estaba acostumbrada a las sombras del crepúsculo, daba como resultado que sus dotes de observación quedaban relegadas a seguir a Daisy. 

La cazarrecompensas no había perdido el tiempo, y pese a sus exabruptos, sus extrañas formas y el parecer que de pequeña la habían golpeado demasiado la cabeza, su rapidez de actuación en algunas situaciones seguía siendo sorprendente. Lo que le faltaba de sentido común lo suplía, con creces, con una determinación desbordante que daba sus frutos de la manera menos esperaba. En este caso, contra todo pronóstico, la semiorca parecía saber de edificios, o al menos, cuando ella misma echó un vistazo, sabía de diferenciar escombros de un lugar con techo. 

No la iba a felicitar, sólo se habría llevado un insulto o alguna chanza que no estaba con ganas de aguantar, pero asintió aceptando, como el druida, que lo había hecho bien. Se despidió también de su guía, esperando que no se largara como cualquiera habría hecho, y se dispuso a seguir hacia la que era su mejor pista. 

Mientras los demás desvariaban en temas a los que no veía demasiada importancia en esos momentos -no creía que aquellos guerreros no-muertos, que no debían ser simples y estúpidos sacos de huesos, se dejaran manipular por la lengua del bardo, por muy bueno que fuera con ella-, ella se limitó a caminar en silencio -aunque eso tampoco le veía demasiado sentido, ya que por muy callados que llevaran desde Rhukaan Draal, Ariete seguía siendo un monstruo de metal enorme y Alfrik un paladín enano de los que gritan "aquí estoy"-,  atenta a su alrededor y buscando, mientras andaban, cualquier huella o rastro que pudiera indicar que no eran los únicos en suponer que aquella pareja de edificios tenía algo raro.

Tras los momentos iniciales de dudas termináis por creer que lo mejor es explorar sin llamar demasiado la atención. Al menos hasta tener claro a que os enfrentáis.

Con Daisy y Powaqqatsi al frente iniciáis vuestro camino. Antes de partir Failin os desea suerte. Daisy, Powaqqatsi y Adia combinan sus habilidades para encontrar el mejor itinerario que os lleve, de forma discreta, hasta la villa. La visión de  la semiorca es muy superior a la del resto. El conocimiento de la naturaleza del druida os os alertará de cualquier peligro y los aguzados sentidos de la exploradora os garantizan escuchar antes de ser escuchados.

Descendéis desde vuestra meseta en dirección a un barranco. Las luces que provienen del campamento desaparecen de vuestra vista al quedar la villa a una altura superior a la vuestra. Al salir de este barranco os encontráis al oeste de Cantera Carmesí. Las luces del campamento reaparecen al sur y  un poco a la derecha de vuestra posición. La humedad de la noche refleja esa luz y la difumina sobre las ruinas cercanas al campamento.

  Las casas que tenéis frente a vosotros parecen estar, tal y como os había señalado Daisy, tan en ruinas como el resto del poblado. Sus ladrillos son de un oscuro color carmesí. A vuestra izquierda parece haber un pequeño bosque cuyos árboles no son más que troncos pelados y muertos. Desde donde estáis no veis a nadie... pero Adia ha escuchado algo.

 Os dice que  escucha  el chirriante sonido de vidrio contra vidrio. Por detrás de ese sonido, y un poco más lejos, además escucha otro sonido. Es algo más rítmico que el anterior y recuerda al de un pico golpeando piedra o hielo.Os detenéis unos instantes, en silencio, mientras Powaqqatsi extrae un pergamino de su mochila y se prepara para acercarse a examinar el hielo que parece cubrir esta villa.

Powaqqatsi les dijo en voz baja a sus compañeras:  

Es ruido de vidrio, así que en vez de hielo podría ser eso, vidrio, por eso brilla, pero detodasformas eso no nos dice si es efecto mágico, o está hechizado el vidrio, o no.   Por otro lado, si hay alguien, o algo, picando el cristal, podrían ser esos nuestros "visitantes" faltantes, los de los caballos, que bajaron a excavar buscando el laboratorio.    

Caminó un poco más.  Luego se detuvo.  

Aquí, bien.  No se acerquen más.  Me adelanto para detectar magia y les hago esta señal -levantó su mano metálica e hizo el movimiento de un ave volando, o al menos eso pensaba él- si veo que es seguro que se acerquen, ¿va? 

Ch'om, quedate con Daisy, y no te comas a Skully.  Guarda tu hambrita mejor para esos de arriba. -le advirtió por último a su ave antes de avanzar con muucho cuidado.  El ave sólo se le quedó mirando, con la cabeza echada a un lado y luego al otro.  

Te acercas al edificio que tienes enfrente y te asomas por su esquina izquierda. El suelo está resbaladizo pero te asomas hacia el interior de Cantera Carmesí. Es entonces te das cuenta y se confirman tus suposiciones sobre el hielo.

Una extraña capa de vidrio cubre gran parte de la villa, extendiéndose también por el suelo. Desciende desde los derruidos muros de piedra. Es de un color rojizo en aquellas zonas en las que es más profundo. A medida que t fijas otros detalles sobre la superficie que pisas se te van revelando.Dentro del vidrio fundido que pisas, y que tendrá una profundidad de un pie, ves algunas formas humanoides atrapadas.Es como si estuviesen conservadas en hielo. Sus cuerpos están quemados pero, aún así, puedes ver  como sus caras presentan una retorcida mueca de miedo y dolor. Sus ojos, blancos por el vidrio fundido que los sepultó en su día, te miran. Aunque sólo parece ser una ilusión creada por la visión de ojos sin pupilas... Sus rostros oriundos, sus pobladas barbas y sus extremidades fuertes y cortas no dejan lugar a la duda...son enanos.

Un poco por delante, cerca de dos árboles, ves que alguien ha debido estar rompiendo el vidrio junto a algunas de las ruinas, picándolo como si buscase algo que estuviese atrapado bajo él cuando se enfrió y endureció.

Extraes tu pergamino y lees los símbolos que allí se encuentran acompañándolo de una conocida gesticulación. Una sutil niebla aparece junto a ti flotando ante tu rostro. A medida que se va espesando eres capaz de discernir la magia que te rodea con tan sólo mirar. El vidrio no presenta ningún tipo de aura mágica de ningún tipo. Pero más allá de los árboles si ves algo. Dos auras mágicas idénticas, cuyas escuelas no consigues identificar. Pero si eres capaz de advertir que se están moviendo.

Y se mueven hacia ti...

Ves a Powaqqatsi separarse de vosotros. Se aproxima al muro. Todo parece en calma...

El druida mira hacia una zona en la que hay dos pequeños árboles. Luego mira al suelo. Parece haber descubierto algo. Toca el suelo y lo mira con detenimiento. La poca luz y la inexpresiva cara del forjado te dificultan discernir si hay algo que le preocupe o no. De repente busca algo en su bolsa y extrae un pergamino. Lo lee y un pequeño fulgor azul ilumina su cara. Vuelve a  mirar en dirección a los árboles. Y durante unos segundos se queda mirando en aquella dirección.

Entonces algo más allá de los árboles se mueve. En un principio dudas. Pero vuelves a verlo. Dos figuras fuertes y achaparradas se mueven por allí. Al arrastrar sus pies puedes escuchar ese chirrido como de cristal rozando con cristal. Y se dirigen hacia Powaqqatsi con un caminar que recuerda al de dos heridos que pululan por un campo de batalla.

Demonfly miró al zopilote en el suelo, cerca de sus pies, y bufó.

Como me cagues en las botas, pajarraco, te arranco las plumas, te meto en un barril con brea y te vuelvo a poner las plumas, pa que aprendas-así, dicho por lo bajo, para que Powaqqatsi no lo escuchase.

No le importaba tanto lo que Chom le hiciese a la señorita McBones como el destino de sus botas. Skully era una tipa dura, sabría arreglárselas contra buitres, carroñeros y moscones. No como Adia, que era una blanda, y una histérica paranoica, que ahora decía escuchar "ruidos".

Daisy Sue reflexionó sobre el hielo, como solo una hembra semiorca sabe hacerlo: en conceptos de grosor y dureza. Por si acaso, sacó su cuerda y le dió el garfio a Ariete para que lo sujetase, tirando el cabo hacia el druida de gran tonelaje, por si el suelo cedía a los pies de Powaqqatsi.

Coge la cuerda, caradelata... No te hagas el héroe.

Atenta como estaba, no tardó en notar que algo no iba bien. Sabía que la habían estado ignorando, pero aquello era real, muy real. Un rápido vistazo le hizo fijarse en algo, una segunda ojeada se lo confirmó, y por el ruido fue definitivamente claro. Entre los árboles se acercaba algo, y el objetivo era el druida.

- Preparaos, entre la maleza, hay dos desconocidos al acecho, van a por Powaqqatsi - Dijo en voz más alta que un susurro, pero no demasiado, tal vez ni siquiera para el forjado druídico, mientras tensaba su arco y colocaba una flecha, para después señalar con la cabeza hacia el origen de los ruidos que sonaban como el arrastrar del cristal.

Fuera quienes fueran, quería dejarles continuar, que salieran de su escondite y atacaran. Si huían, podrían alertar al resto, y entonces si tendrían problemas. Era mejor capturarles o, si eso no podía ser, matarles. Sólo así estarían a salvo de posibles represalias.

Aquel gnomo quien fue su primer doctor/mecánico, recién salido Powaqqatsi de su forja de creación, ya le había advertido de esto.  Le había dicho: "Saliste tan guapo que muchas mujeres van a tratar de engancharte luego luego."  Y bueno, aquí estaba la semiorca demostrando que era cierto.  "Cuánta razón tenía aquel sabio de gorro y anteojos."-pensó.  Estuvo tentado a hacerse el interesante, y dejar pasar como casualmente aquel lanzamiento, como justo le había recomendado el gnomo, pero le pareció un poco descortés hacerlo ahorita que crecía la amistad, así que mejor se decidió a sí agarrar aquella cuerda con garfio en un extremo, sólo sonriéndole tímidamente de regreso a Daisy, sin compromisos. 

En eso los vió en el piso.  Les hizo gesto a sus compañeros que indicaban que el hielo no era hielo, sino algo más sólido, sobre lo que sí se podía pisar.  Y que no era mágico, que no había peligro en cruzarlo.  

Más adelante se detuvo a examinar aquel agujero.  Estaba tratando, como artífice que trabajaba con múltiples materiales, de identificar si el vidrio había sido roto desde dentro o desde fuera, cuando vio aquel par siluetas y tuvo una pieza más de evidencia.  Alarmado, señaló a sus compañeros las dos figuras lejanas pero aproximándose.  Sólo podían ser una cosa.  Levantó sus dos brazos perpendiculares a su cuerpo, rígidos, sólo las manos hacia abajo moviendo los dedos que apuntaban al piso de forma asíncrona para indicarles con gestos lo que creía que eran.  Luego movió la mano en forma de un círculo, con la idea de que pudieran rodear a las dos figuras y flanquearlas por sorpresa. 

Decidió rápido que les tendería una trampa.  Amarró el extremo del gancho de Daisy de tal forma que la cuerda quedara a poca altura del piso justo antes del agujero en el vidrio, y se puso él, como carnada, del otro lado.  La idea es que cuando avanzaran a agarrarlo se tropezaran y cayeran al mismo agujero de donde habían salido. Y ahí sería más fácil acabar con ellos.  El flanqueo sorpresa de sus compañeros ayudaría a tirarlos ahí en todo caso si eso fallaba, incluyendo a Ch'om que probablemente ya estaba salivando.

Lo hizo apresurado para que le diera tiempo de tomar su cimitarra e imbuirla con uno de los encantamientos de artífice que tenía justo preparados para ocasiones como esta.  Esperó, tratándose de ver lo más atractivo posible.  Claro, lo de Daisy demostraba que eso se le daba bien.

El semielfo suspiró resignado. Cualquier aventura siempre se veía mejor en su imaginación, normalmente intoxicado de alcohol en una taberna, que en la realidad.

En la creciente oscuridad, en un páramo totalmente antinatural, que se acercaran enemigos entre misteriosos sonidos, no era precisamente lo que más entusiasmaba a Finn.

Al menos parecía haberse rodeado de gente competente. Dentro de sus locuras claro. Los estrámboticos gestos del druida hicieron arquear una ceja al semielfo. Sino fuera por los karnathianos del campamento y el ataque de esqueletos, no habría podido identificar aquellos gestos con la idea de unos zombies. Maldijo de nuevo, sintiéndose estúpido por malgastar su dinero en una varita de dormir que parecía ser completamente inútil en aquella aventura.

- Puedo distraerlos para que podamos desaparecer sigilosamente... Me preocupa que esos zombies alerten de nuestra presencia a los caballeros y empiece nuestra caza... - Dice serio, en un susurro a sus compañeros. 

Acto seguido su cara adquiere un tono de concentración. Cerró los ojos mientras una sonrisa se dibujaba en su cara. La vida era una cuestión de estilo.

Movió unos segundos las manos en una secuencia de movimientos rápidos, más o menos dirigiendo su atención a donde estaban supuestamente sus enemigos, invocando su magia arcana.

Unas voces, lo suficientemente fuertes para atraer la atención de las figuras, pero no lo suficiente para que fuesen oídas más allá, se materializaron a unos 30 pies del semielfo. Las voces parecían pertenecer a cuatro personas diferentes, y, jugando con ellas, haciendo como si se alejaran, Finn esperaba que atrajese la atención de sus enemigos y desviasen su camino del de sus compañeros, permitiendo el libre paso de éstos.

Las voces, que no paraban de repetir frases inconexas que sacaban de quicio a sus compañeros, variaban desde un sencillo "Johny, la gente está muy loca" a otras más reconocidas como la canción de "cumpleaños feliiiiiiiiiz"

Todo sucede muy rápido...

Adia os avisa. Alguien se acerca al druida.

Daisy extrae una cuerda...

Powaqqatsi lanza una infusión sobre su arma y se dispone a preparar una trampa. Trampa que no tendrá tiempo de preparar...

Un extraño ruido, una cacofonía de voces y cantos de cumpleaños feliz, os llegan desde algún lugar cercano a Finn.

" Krieeeek...krieeeek..."

Asustados por el ruido miráis al frente. Sea lo que sea...no lo habéis visto antes. El chirriante sonido de vidrio raspando contra vidrio os indica la dirección en la que debéis mirar. Por delante de vosotros y a vuestra izquierda dos horribles figuras se mueven arrastrando los pies. Dos enanos, que parecen haber muerto de forma horrible bajo el fuego , se tambalean en un movimiento siniestro e inquietante. Su piel, pelo, ojos y todo su cuerpo parece emitir pequeños reflejos cuando la luz de la luna baña sus cuerpos. Es como si tuviesen escarcha en la piel, aunque ahora ya sabéis que se trata de parte del vidrio en el que se encontraban atrapados. Os miran con sus ojos cristalinos y carentes de vida sin dejar de avanzar hacia Powaqqatsi.

Contento de la ocurrencia de Finn de distraerlos para que lo siguieran a él, y apenas evitando patinarse sobre el vidrio, Powaqqatsi se movió justo atrás el agujero en el vidrio de donde habían salido esas criaturas antinaturales.  No le daría tiempo de hacer la trampa, pero tenía la cuerda en su mano y del otro lado la tenía Ariete, así que eso debería contar para hacerlos caer.

Y en último caso tenía su cimitarra.

En eso notó la patina brillante sobre el cuerpo de los mineros no-muertos.  Levantó un pco la voz.  Adía, ¡usa mejor una piedra lanzada con tu honda!, primero rompe la cubierta de vidrio, si no lo haces tus flechas no funcionarán bien.   Esperaba que los zombies tomaran eso como otra versión de "Jony la gente está muy loca".  

Ch'om levantó el vuelo, y como era inmune al patinaje, se enfiló y esperó la señal de su druida para llegar por detrás de uno de los zombis para ayudar a tirarlo al hoyo. 

Ariete, tira de la cuerda. Sacaremos a Powaqqatsi de la zona de hielo y daremos tortas en la linde. Los muertos sobre el hielo, los vivos sobre seco.

Daisy Sue no iba a ayudar a tirar de la cuerda. Skully tampoco. Ellas tenían otro trabajo que hacer. Demonfly avanzó un paso sobre el terreno, más o menos resbaladizo, con intención de sacar un fuego griego y arrojarlo a los zombis para derretir esa escarcha vítrea (la verdad es que dudaba del criterio de Powaqqatsi sobre que lo que allí había no era hielo, ¡pero si lo estaba viendo con sus propios ojos!).

En el mejor de los casos, Demonfly conseguiría arrojar el frasco quedándose corta, y creando un charco llameante sobre el hielo o vidrio que los zombis poco inteligentes atravesarían en linea recta hacia ellos, quemándose por error.

En el peor de los casos, resbalaría con el hielo o vidrio y tendría que moverse para ponerse en pie, con lo que no le daría tiempo a sacar el frasco de fuego griego de su mochila.

Primero los esqueletos. Ahora zombies cubiertos de ¿vidrio había dicho? No importaba, hielo, cristal, o lo que fuera, les protegería de sus flechas, y por tanto volvía a ser tan inútil como, bueno, seguramente en ese momento no servía de nada, así que estaría en último lugar. Si hubiera tenido una honda como sugería Powa... pero no la tenía, tenía flechas y un par de espadas que, dicha sea la verdad, tampoco creía que fueran a servir de mucho.  

Pero la semiorca le dio una idea, una buena idea con la que podría hacer algo. Sonriendo, se adelantó mientras rebuscaba en la mochila uno de los botes de fuego de alquimista que había comprado antes del viaje, dispuesta a volver a prender fuego a esos resucitados y hacer que, esa vez, no se levantaran. Dio un paso, miró a su bolsa, y entonces se dio cuenta de que no había calculado bien lo resbaladizo que sería aquello, cayendo de culo mientras intentaba sacar el peligroso frasco...

- ¡Aw!

Los dos enanos, de repente, se abalanzan sobre el druida con mayor velocidad de lo que les creíais capaces. Sus pisadas resuenen por encima de los sonidos fantasmagóricos convocados por el druida y que las dos criaturas parecen haber ignorado por completo. La alocada carga de los no muertos les lleva hasta el druida al cual intentan golpear con sus manos desnudas en lo que es una clara intención de aprovechar su inercia. Uno de ellos no ve la cuerda tendida entre los dos forjados y cae al suelo con fuerza suficiente para noquear a un vivo. Powaqqatsi esquiva el golpe del otro engendro con facilidad. Sus movimientos parecen ser rápidos en comparación con estas criaturas.

Daisy se adelante y lanza un frasco que contiene una mezcla inflamable. Pero la superficie deslizante de vidrio le coge por sorpresa. Resbala y cae justo en el momento del lanzamiento. El frasco se pierde muy por encima de las dos criaturas y del propio Powaqqatsi.

Ariete intenta sacar de la zona al propio Powaqqatsi a quien tiene sujeto por la cuerda de Daisy. Sin embargo el pesado cuerpo del druida y el hecho de que se encuentre en movimiento para esquivar los ataques hacen imposible que Ariete pueda sacarlo de allí.

¡Ahora Ch'om! -y el druida le pide a su animal compañero que cargue, descendiendo sobre el zombi caído de tal forma que ambos acaben flanquéandolo.  

El druida responde a su vez con un golpe de cimitarra a tratar de cortarle la cabeza, pero quizá que no lo hizo con la fuerza y ángulo necesarios, a pesar de que estaba tirado el zombi.  ¿Qué efecto tendrá la cubierta de vidrio?  ¿Qué efecto tendrá la magia que imbuí en el arma?   Era la primera vez que la probaba.