Partida Rol por web

Powaqqatsi estaba preocupado por Ch'om.  Este debería estar comiéndose a los esqueletos, y no al revés.  Aun así, mantuvo el control y cuando pasó uno de ellos a atacar al bardo, toma su cayado y le intentó pegar, pero la poca fuerza sólo le quitó unos moluscos secos de encima. 

¡No se metan a la zona de algas! -les advirtió.  Si amarraban a los esqueletos, inclusive los que resbalaron con la grasa que no habían quitado los cocineros del sitio, podrían con calma partirles su maraca.  

Alfrik y Ariete esperan que los no-muertos lleguen hasta su altura. Impávidos esperan que estén a su alcance. Cuando eso sucede descargan su hacha de batalla enana y su lucero del alba. El hacha del enano arranca una mandíbula y el lucero del alba rompe todas las costillas de uno de los no-muertos como si de una ristra de ramitas se tratase. El engendro queda reducido a una torcida columna que apenas consigue mantenerlo en pie. Desarticulado su cabeza, unida al final de la inestable columna, se balancea descontrolada hacia un lado y otro.

De repente las algas que cuelgan de sus muertos cuerpos se endurecen; se enredan como serpientes entorno a sus tibias y brazos formando una especie de red. Desde el fondo del camarote Powaqqatsi alza su mano en dirección a los esqueletos. Un fulgor verdoso que  surge de su mano revela que es él es el autor de esta conjuro.

Ch'om se emociona al ver tanto hueso delicioso y suelta un picotazo al esqueleto que tiene enfrente.  Ese pico quebrantahueso podría ser muy efectivo en situaciones como esta.  Los cadáveres son su especialidad, como sabemos. 

Al druida no le va igual de bien.  Quiere golpear al esqueleto que amenaza al bardo, pero este último es tan flaco que no sabe quién es quien y pues el cayado sólo recorre el aire abanicando a ambos. 

Bluuurp... Blouuuuorrrp...

Demonfly se llevó el dorso de la mano a la boca, tratando de contener las arcadas. Las algas nadando en un charco de grasa era lo más parecido a un vómito viviente, si no tenemos en cuenta el aspecto de los cienos de alcantarilla. Y el olor a mejillón tigre soltando un jugo vítreo asqueroso cada vez que sus compañeros golpeaban a los moluscos aferrados al hueso... puaj.

La semiorca soltó el brazo y dejó que su maza machacase al esqueleto medio quebrado por Ariete, y a continuación retrocedió apoyándose en la pared mientras soltaba un vómito acuoso desde la boca al suelo del camarote.

Ptttt...-escupió después-Menuda cochiná. Se le quitan a una las ganas de jalar pincho de carne de rata hervía.

Agarró la correa de la protección del brazo izquierdo y la ciñó para ajustarla.

La maza de Daisy desciende contundentemente sobre una de las criaturas convirtiendo su cráneo en fragmentos astillados de hueso. Mientras Finn Y Alfrik  se defienden con éxito del ataque de las espadas serradas varias de estas criaturas resbalan y luchan contra las algas en un intento de moverse y alcanzaros. De repente escucháis un grito de guerra. Una espada aparece por el umbral de la puerta y rompe varias costillas de una de las criaturas enredadas en las algas. Es el capitán Akyos...

Ariete se lanza contra el esqueleto que asedia a Finn. El golpe de su lucero del alba rompe con un húmedo chasquido la cadera del no-muerto. Cae al suelo destruido.

Los no-muertos no se pueden defender bien al levantarse, y en una oportunidad de demostrar su antojo, Ch'om le suelta un sendo picotazo al esqueleto que intenta reincorporarse, el que no está junto a Alfrik, pues parece decidir que a cada buitre sus huesitos. 

La repentina aparición del capitán y los ánimos renovados del grupo hicieron mella en los esqueletos, que lentamente empezaron a caer. Pero seguían siendo demasiados y el peligro que suponían no había disminuido; cualquiera de esos monstruos podía lograr herir con aquellas espadas herrumbrosas a sus compañeros, tal como había pasado con Finn, y era algo que no podía permitir. 

Rápida y precisa, se movió a través de sus aliados para posicionarse cerca de Ariete, desde donde tenía una amplia visión de la situación sin que nada entorpeciera su tiro, y en cuanto llegó a su lugar lanzó en un arco calculado el frasco que llevaba en las manos contra el que parecía estar en el centro.

Sonrió cuando escuchó el sonido del cristal al romperse, pero se dio cuenta tarde de que había lanzado con demasiada fuerza y el vial golpeó al suelo, salpicando a todos a su alrededor pero sin ser tan efectivo como había esperado. Gran parte del agua bendita corría por el suelo sin efecto alguno, y solo unas pocas gotas siseaban en los huesos de aquellos seres.

Los frascos de agua bendita del bardo y de Adia se rompen contra el suelo salpicando los podridos y descarnados cuerpos. Sus huesos humean y se quiebran bajo el contacto con el agua bendecida por los dioses.Por desgracia nunguno de los impactos es directo.

A pesar de las algas que cubren sus cuerpos atenazándolos los no-muertos dedcargan toda una serie de golpes contra los que están en primera fila. Alfrik, el paladín , es tajado en la cara. Un colgajo de carne cuelga de su mejilla sosteniendo a duras penas un mechón de la barba del enano. Uno de los esqueletos golpea a Ch'om en una de sus patas. El ave cae al suelo inconsciente con su extremidad retorcida en un extraño angulo. Otro de los engendros arranca parte de las algas que le sujetan los pies y lanza un corte contra la semiorca acertándole en una mano.

Desde su retrasada posición, el semielfo desestimó mirar la profunda herida que aún sangraba profusamente.

En vez de eso, sabedor de que su única forma de sobrevivir pasaba por eliminar aquellos esqueletos, rebuscó en la mochila mágica alguna de aquellas pociones de agua bendita que Elayden había incluido en su equipo. ¿Casualidad?

Intentó lanzar con fuerza al medio del combate, pues sabía que el simple agua no afectaría a sus compañeros, pero la herida sufrida era demasiado como para poder tirar con la fuerza o destrezas necesarias...

¡Auch!

Demonfly se sacudió el dorso de la mano. En ese momento volvió a recordar que ella votó a favor del viaje en rayorraíl. Es más, fue una votación a mano alzada, y justo la mano que alzó fue la que ahora se viste con un feo corte. No aguantaría mucho más... pero si iba a morir en aquella batalla, siempre le quedaría la satisfacción de haber durado más que el pajarraco.

¡Por Ch'om! O como se llame.

Alzó la maza como una copa en un brindis. Un sorbo de hostias. Y la cazarrecompensas tenía claro que no se las iba a beber todas ella. El arma cayó. Cayó el telón. Por lo menos para el hamletiano cabeza de hueso que tenía delante de ella. La no-muerte es efímera.

La rápida respuesta de los esqueletos la hizo retroceder apresuradamente escapando de las oxidadas cimitarras que amenazaban sus vidas. Un escalofrío la recorrió el cuerpo al chocar contra la pared de madera del camarote, y finalmente sacó su arco y cargó una flecha en un movimiento fluido y mil veces ensayado. Tensó la cuerda, sonrió, y el proyectil salió disparado contra el más cercano de los muertos. 

Pero el gesto rápidamente se convirtió en una mueca de frustración al darse cuenta de que a esa distancia apenas había logrado hacer fuera, y la saeta chocó sin efecto contra los huesos de su rival, que ni se inmutó ante el ataque. Si eso seguía así pronto se unirían a la maldita banda de asaltantes, y ella no tendría nada que hacer. 

Los últimos días había estado sumido en mis pensamientos. No crucé palabras con ninguno de mis compañeros, no interactué con los demás pasajeros ni me preocupe por nada salvo por intentar recordar como se sentía ser un trozo inerte de metal.

Finalmente tenía la respuesta... Y no me gustaba.

En esa época  no tenía compañeros con los que forjar vínculos que me trajesen problemas, tampoco tenía un hermano medio loco que me ocasionase algo similar a migrañas, ni me encontraba envuelto en misiones que pusieran en peligro mi existencia. No surcaba los aires en calesas de las que podría caer ni los mares en barcos aparentemente incapaces de sostener mi peso.En esa época nada me alteraba, pero tampoco nada me hacía sentir vivo. No tenía compañeros con los que forjar vínculos que enseñasen la importancia de la sociedad, tampoco tenía un hermano medio loco que me recordase las similitudes entre los orgánicos y los metálicos, ni me encontraba envuelto en misiones que dieran diversión a mi existencia. No surcaba los aires en calesas que me hacían desear poder volar, ni los mares en barcos que reafirmaban la capacidad del ingenio.
No, esa época no me gustaba.

Aunque mi conclusión era firme por desgracia mi ataque no lo fue. Una vez más la grasa del bardo entorpecía mis movimientos.
Tendré que explicarle que soy capaz de realizar mi propio mantenimiento sin ayuda..
 

Powaqqatsi le aventó el agua bendita de frente al esqueleto que había atacado a Ch'om.  ¡Toma maldito! A ver si aprendes que en la naturaleza son los zopilotes los que rompen los huesos y no al revés. 

Después, muy decidido, avanzó justo atrás de su animal compañero y le dió de beber una de las pociones de curación para que estuviera de nuevo en condiciones.  Era lo bueno de que estuvieran enmarañados y no pudieran avanzar sobre dellos.

El combate se iba recrudeciendo y los compañeros no parecía que hicieran grandes avances. Contra unos enemigos que no sentían fatiga ni dolor, el tiempo estaba de parte de los no muertos.

El semielfo ya había agotado una de las varitas que había llevado al viaje, y sabiendo que la aventura ni había comenzado, se sentía reluctante a agotar todo su arsenal de una. Sin embargo, muertos poco podrían hacer, y volvio a sacar otra de sus varitas.

Apuntando a los esqueletos que se enfrentaban a Ariete y a Daisy, disparó otro rayo de energía arcana convirtiendo el suelo bajo los pies de los esqueletos en algo grasiento y resbaladizo.

Daisy se cobra justa venganza con el esqueleto que le dañó la mano. Su maza reduce su cráneo a astillas de hueso. El druida corre en ayuda de su animal lanzando un agua bendita contra el engendro. El frasco se rompe contra sus huesos y el agua humea y deshace sus articulaciones hasta dejarlo en un estado aún más deplorable. Sin embargo aguanta como aguantan el resto de no muertos que se ven salpicados por el líquido. Finn lanza de nuevo un conjuro de grasa cayendo los dos esqueletos inmediatamente al suelo donde las algas los aprisionan con mayor fuerza.

Desde fuera de la habitación Akyos golpea con sus espada pero este tipo de arma parece mucho menos eficaz contra criaturas que carecen de órganos vitales. Tan sólo un daño severo y estructural puede acabar con ellos. De repente escucháis un lamento, casi un grito...

El enano, Alfrik, cae de rodillas. Veis emanar gran cantidad de sangre de su cuello y veis a los esqueletos luchar contra las algas que les aprisionan en un intento de acercarse para rematarlo...

Acertar a aquellos seres era complicado, pero hacerlo cuando podía golpear a sus compañeros aún más. Por ello cuando vio caer a Alfrik no lo pensó y giró su cuerpo mientras ponía una flecha tras otra en la cuerda, disparando a una velocidad que solo el entrenamiento podía dar. 

Pero tal vez por las prisas, tal vez por algo que no llegaba a comprender, observó consternada como la primera saeta pasaba de largo para ir a clavarse en la madera del otro lado de la sala, y sólo la segundo impactaba con un chasquido insignificante contra el esqueleto al que había apuntado sin mucho tino.

Aquello no iba bien, y poco a poco les estaban superando...