Partida Rol por web

Observó los intentos sin sentido de disfrazar a Alfrik; algo que en otro momento podría haber sido incluso divertido, en aquél estaba siendo peligroso. Perder así el tiempo, separarse sin avisar, moverse haciendo uso de poca habilidad y hechizos. Todo aquello era más propio de un espectáculo de feria, o de una cómica obra de teatro, que de una importante misión de infiltración en la que se jugaban la vida. Con todo aquél escándalo, ir y venir, debían haber delatado su presencia desde hacía rato.

- Hubiera sido mejor atacar de cabeza en la oscuridad... - Masculló entre dientes mientras, resignada, se agachaba y atravesaba con rápidas zancadas los metros que la separaban desde su posición hacia la puerta de la iglesia donde esperaba, con suerte viva y sola, la cazarrecompensas.

El semielfo tenía que admitir que el druida forjado había discurrido la mejor idea desde que se inventaron los aerobarcos. ¡Disfrazar a un paladín de la llama de zombie! Finn sabía que aquello no tenía ningún sentido ni utilidad, pero al fin y al cabo el enano con todo ese metal encima no iba a pasar desapercibido, y sabía que no tendría otra oportunidad de ridiculizar a un servidor de la llama.

Incluso los dioses tendrían que prestar atención en ese momento y celebrar su audacia.

Lo peor y más llamativo de todo fue que, pese al terrorismo de su compañero forjado en s afán por ayudarle, el semielfo fue capaz de darle al enano un aspecto siniestro, vidrioso y falto de vida. Utilizando lo poco encontrado en la mochila de la dama cannith, con un poco de brea y numerosos trozos de vidrio repartidos por aquel extraño lugar, fue cubriendo la pesada armadura hasta que ésta adquirió el mismo tono que el mundo que les rodeaba.

Pensó por un momento en utilizar su magia para dar unos toques finales, pero desechó la idea a sabiendas que aquello era más una broma cósmica, y que necesitaría de todos sus trucos para salir de una pieza de aquel siniestro lugar.

- Bien compañeros... ¡Apreciad mi obra! - Exclama en un tono quedo, con una amplia sonrisa de autosatisfacción en su cara. - Magnifica idea Pow, creo que con esta luz podríamos engañar incluso al creador de estas criaturas. Hay que tener estilo si señor. - Dice con confianza.

Aprovechando la distracción sonora del forjado, aprovechó para intentar pasar desapercibido en su camino hacia la entrada de la iglesia

Demonfly asintió a modo de saludo a su compañero mestizo y a la novata, según iban llegando. Skully McBones no: ya tenía lo suficientemente cruzada a Adia, y nunca le gustaron los aires de ligoteo que se gastaba Finn.

Los restos del interior del templo indicaban que estaba consagrado a la Hueste, dioses decentes no asesinos de cambiaformas. El techo estaba semiderruído, y algunos de sus restos eran ahora cascotes desperdigados por el suelo. Se había filtrado algo de hielo-vidrio rojo por los agujeros del techo, cubriendo totalmente el altar y parcialmente algunas zonas del suelo. Sí. Había zonas en las que uno no se podía resbalar en medio de un combate haciendo el más completo de los ridículos. Era de esperar que el edificio grande, con un techo que había resistido mejor, estaría libre de hielo vidrio.

Daisy Sue hizo una serie de gestos a sus compañeros, ya que no quería hablar ruidosamente tan cerca del destacamento de Karnath, no fuese a ser que la escuchasen del otro lado de la calle. Los símbolos fueron los siguientes:

...señalar con el índice derecho su ojo derecho...

...tocarse la nariz con el pulgar izquierdo...

...caminar en el sitio con los brazos en jarras y los carrillos hinchados de aire, como si fuese una persona muy gorda...

...agitar los brazos doblados como si fuese una gallina...

Aquello solo podía ser interpretado con un único significado: Daisy Sue tenía hambre y quería cenar pollo. O algo por el estilo... quizás pavo. La cazarrecompensas siguió esperando a que el resto de los compañeros apareciesen sujetando dos zombis y entrasen de modo suicida en el interior del edificio grande. El plan que inmiscuía a Alfrik fue trazado a espaldas de Demonfly, de Skully, del sentido común y de todo lo que es bello y justo en este mundo, así que ella todavía no sabía nada.

- Los caminos de la Flama son insondables. –

Alfrik le agradeció a Finn la vidriosa decoración con un breve gruñido entre sus espesas barbas.  Finalmente admitió ser bañado en las entrañas del otro zombi para “oler correcto” para los mismos, que esperaba fueran tan pasivos como los amigos de la calavera que la loca de la orca había adoptado tan herejemente hace unos días. 

Respiró profundo, le pidió a Ariete que estuviera pendiente con otro gruñido y entró, caminando en la misma forma que el zombi que sacaba vidrios lo había hecho.  Una vez dentro del edificio su plan sería seguir hacia donde el otro estaba escarbando y aprovechar identificar quien y de qué hablaban, salir a tirar vidrio e informar para el asalto.  Si estaba cerca, o era descubierto, atacaría.  Le hormigueaban las manos para tomar el arma, pero se aguantaba.

Flama Plateada, dame paciencia para aguantar este oprobio, tu sabes porqué me lo das.  –esperaba muy fervientemente que asi fuera.

Comenzáis a acercaros hacia la posición de Daisy. Sus símbolos significan algo...El "qué" signifiquen es otra cuestión. Powaqqatsi prepara su pergamino de sonido fantasma mientras Finn se alegra del resultado obtenido con su disfraz... Cuando de repente Alfrik se encomienda a la Llama.

-Flama Plateada, dame paciencia para aguantar este oprobio, tu sabes porqué me lo das- suplica el enano.

Y entra en el edificio...

A los tres segundos escucháis ruidos, golpes y voces..

-¡Intrusos!- grita la voz de una mujer.

Alfrik entra en el edificio. Nada más hacerlo se encuentra con un no-muerto a pocos pies por delante de él. El no-muerto lo mira con sus ojos vidriosos. Abre la boca como si quisiera hablar palabra pero tan sólo consigue articular un lastimero gemido, mezcla de aullido y grito polvoriento. Se lanza contra el paladín y le golpea con sus grandes manos. Por suerte la armadura de Alfriz es demasiado dura y resiste el impacto.

-¡Intrusos!- grita una voz de mujer desde el interior del edificio. 

Nadie parecía haberla escuchado, y alcanzó el interior de la pequeña capilla sin problemas. Finn iba tras ella, Powa la había adelantado a la par que conjuraba en voz baja, aunque poco importaba a esas alturas. Daisy ya estaba allí, y les iba saludando uno a uno; la maza de la cazarrecompensas, en cambio, permanecía con el cráneo de ojos vacíos enfocada hacia ella. Obviamente estaba inmóvil, pero casi le pareció ver una mueca de disgusto en la muerta calavera. Suspiró. Empezaba a volverse loca como la semi...

No. Como ella no. Era imposible. 

- ¿Qué estás...? - No terminó la pregunta, era demasiado impactante ver a aquella mole de músculos hacer algo que sólo podía ser entendido como que les estaba llamando gallinas. ¿Se estaba de verdad burlando de ellos? Espera, le había parecido notar que la miraba más que al resto. ¡¿Se burlaba de ella?! Frunció el gesto un segundo, puso los ojos en blanco al siguiente, y uno más después se giró, dándose la vuelta en un intento de ignorar a la mercenaria mientras volvía sobre sus pasos hacia la puerta del edificio pequeño. 

Miró, oculta tras el marco de la entrada, como el enano -bajo el ridículo disfraz-, se encaminaba hacia el otro lado. Desvió la atención hacia sus compañeros, luego otra vez hacia Alfrik, y de nuevo a sus compañeros. Si hubiera podido leer la mente a Demonfly -nadie lo quisiera, o no volvería a ser la misma-, habría coincidido en una cosa: aquél plan daba la espalda al sentido común. Eso no iba a salir bien. Y no salió.

Cuando los gritos de una mujer desconocida llegaron hasta ella a través del viento y rompieron el silencio, supo que había ocurrido lo que era de esperar. Habían sido descubiertos, y encima estaban desperdigados por la zona. Lo próximo, por supuesto, sería ver a Ariete corriendo sin un ápice de decoro hacia la alarma. Perdido el factor sorpresa, irrumpiría como la máquina de guerra que le daba nombre y, por supuesto, ellos irían detrás. 

Menudo final... Pensó para sus adentros, mientras tensaba el arco y se movía para ver lo que ocurría en el interior del edificio grande, dispuesta a disparar a cualquier enemigo que entrara en su campo visual.

Cojones, me habéis despistao. Cinco minutos vigilando desde el templo y pasan con los nanos justo cuando yo no estoy mirando.

Skully se encogió de hombros, a lo lejos, donde habían quedado antes de que su calavera se incorporase a la maza de armas de Daisy Sue en el viaje en barco de hace día y medio. La calaverita había estado tratando de avisar a Demonfly y a los demás de que la acción había empezado, ¿pero le prestaron atención? Noooo... Se quedaron todos mirando a la estúpida semiorca haciéndole la burla mediante mímica: sin ojo, sin nariz, gorda y gallina. Era obvio que Daisy Sue se estaba refiriendo a Skully McBones, o por lo menos se había dado por aludida como había hecho Adia. McBones no puede hacer nada con su metabolismo, pesa lo que pesa porque tiene una bola de acero por dentro, es un problema glandular...

En serio, si salimos de esta, quiero cenar pollo.

Daisy Sue salió fuera del templo, por un instante bloqueando la linea de disparo de Adia, y cruzó la calle, pegando su espalda a la fachada del edificio y blandiendo a la señorita McBones.

A la de tres, entramos-pensó para sí-: una... dos... y...

¡Arrrgh!  Que bueno, ¡ya estaba queriendo hacer esto!  -y el paladín de la Flama le soltó un hachazo al zombi, uno bien puesto a la altura de su hombro, aunque sólo su fuerza y no su técnica causaron daño.  Trató de identificar también de donde había salido el grito de la necromántica aquella; su visión oscura y buen oído en lugares de piedra quizá le ayudaría.  Intentó detectar el mal, pues del mal esto venía.

 Luego pensó más estratégico y se movió 5 pies en diagonal hacia el sureste, pasando el quicio de la puerta, para hacerlo salir al zombi y que lo flanquearan.  Quizá alguien de adentro también se movería también, y entonces...

¡¿Pero qué?! ¡¿Que pasó?!  ¡Pero si el plan era buenísimo!  - Estaba decepcionado el druida cantoverdino, su muy divertido truco no había funcionado.- De jalar tan hubiera hecho feliz a las hadas de la Corte al saberlo; bueno ya se los contaré al regreso de todas formas, a ver que me dicen.- 

Claro, su mente artificial empezó a ver más allá de lo superficial, quería encontrar la explicación de su falla.  ¡Diablos de Savarath!  Se pegó en el metalito ese que tenía en la frente.  Había incurrido en el principal error de los artífices: hacer todo nomás porque se puede, sin acompañarlo de conocimiento previo del tema.  Este paladín ha de tener un aura paladinesca de la que no tengo idea, un aura que sintió el zombi.  Si en cambio lo hubiera endulzado previamente con el hechizo de "pasar desaparecido por no-muertos" si que hubiera funcionado.   Claro, ignoraba el ruidero que hicieron ellos afuera, pero paso a paso amigos, que los artífices van por partes.

Powaqqatsi sacudió la cabeza para dejarse de andar repasando mentalmente sus notas en estos momentos y mejor mandó a Ch'om a volar por encima y atacar al zombi por detrás.  Comenzaría a invocar a un lobo para que apareciera justo atrás de los karrnáthakis, en cuanto éstos mostraran la cara por el pasillo.

Daisy saca su maza, Scully McBones, y se aproxima a la entrada del edificio. En su interior ve a Alfrik asestar un fuerte hachazo en el hombro de aquel no-muerto. Sin embargo tiene la sensación que la capa de vidrio que cubre al enano ha absorbido la mayor parte del impacto.

Más allá del pasillo hy una gran sala desde la que se escuchan ruidos. Unos pasos, un ruído metálico e inmediatamente después aparece alguien. Es un hombre humano que viste un tabardo con una  garra verde sobre una cota de mallas. En sus manos porta un mangual y, al veros, grita.

-¡Alarma! ¡Alarma!

Sin embargo los que estáis fuera os percatáis que su voz llega al exterior del edificio de forma muy mitigada y que , muy difícilmente, llegue su voz hasta el campamento que visteis más al sur.

El zombie mira su hombro abierto. Sin comprender ni importarle la herida que tiene se mueve en dirección a Alfrik mientras Ch'om  sobrevuela por encima del enano no-muerto hasta colocarse tras el hombre que acaba de dar la alarma. Al ver al extraño pájaro deja de gritar y se prepara para golpearle. Por detrás de ellos aparece una mujer. Viste una cota de malla con el mismo emblema, una garra verde. En una mano lleva un escudo pesado y en la otra una espada larga...

Daisy había enturbiado durante un segundo su campo de visión, pero ahora que veía lo que ocurría dentro, se maldijo de nuevo por no estar ya en algún paradisíaco dungeon matando seres a los que ir de cara y no con juegos de salón. ¿Era quejica? Puede. ¿Tenía razón? Seguro que eso también. Pero no importaba, era tarde -seguramente habría pasado ya la hora de cenar, lo que ahora que lo pensaba explicaría la actitud de la semiorca-, y ellos tenían prisa. No podían dejar que aquellos seres dieran la alarma, y por tanto no podían permitir que salieran del edificio. 

Con el arco ya tensado -aunque llevaba un rato y tenía el brazo cansado-, disparó con poca fuerza y menos precisión contra la mujer del final del pasillo, intentando acertar a la verde garra de su cota de mallas pero sin hacer más que el ridículo con aquél tiro.

Suspiró mientras mantenía al menos el equilibrio en el hielo-vidrio que cubría el exterior del edificio. No estaba siendo su mejor día de trabajo.

Powaqqatsi comenzó a invocar a un lobo que aparecería justo enfrente la mujer aquella que gritó la alarma.  Tardaría unos segundos en aparecer pero después de eso la mordería y tiraría al piso, o ese era el plan dándoles tiempo de llegar hasta allá.  Claro, las flechas de Aída acortarían la distancia antes que las de Zenón y tenían vía libre frente a ellas.  

Desconcentrala antes de que nos lance un hechizo, cazadora. -le pidió, sabiéndose vulnerables.

Preocupado por su ave, retó al soldado a ir por los que estaban al final del pasillo e ignorara a Ch'om.  ¡El Señor de los Filos es dueño de esta zona, agentes de Karrnath! -ríndanse y su lugarteniente y yo los dejaremos salir con todo y sus nuevos reclutas reciclados. - bloféo, señalando a Ariete y luego los zombis.

Alfrik calló y dió otro hachazo al zombi, ya había tenido suficiente con éste y necesitaba llegar a sus creadores.  ¡Abominables! 

Tenían la ventaja táctica de un suelo firme no resbaladizo. Jamás lograrían vencer mientras luchasen desde el exterior. Daisy Sue, y en menor medida Skully, lo sabían. Por eso, sin importarles ni lo más mínimo su seguridad y bienestar... bueno, un poco sí... rodearon a Alfrik y entraron en el pasillo.

A ver... ¿quién es el encargao aquí? ¿Con quién tenemos que hablar y/o reventarle el cabezolo?

Psé. Típica diplomacia de cazarrecompensas. Entrar armada entre los dientes lista para matar. Pero era un lujo que esta vez podía permitirse, ya que dificilmente la expedición de Karnath iba a plegarse a razonar con ellos, dijeran que eran agentes del Señor de los Filos, dijeran que eran la mismísima Hueste Soberana.

Finn sonrió, embriagándose de la locura con la que siempre parecía actuar el grupo. Subterfugio, sigilo, observación... ¿De qué valía todo eso si podían entrar tranquilamente por la puerta principal desatando todos los demonios que habitaban en aquel lugar maldito? Al menos había conseguido convencer al paladín para embadurnarse con cristales y restos zombies sin ningún tipo de sentido... Sólo para vengarse un poco de la Iglesia de la llama.

- ¡Saldremos de esta y te invitaré al pollo más grande que encuentren en toda Khorvaire! - Responde animado  a la semiorca. Era hora de actuar. - Dejadme el trabajo a mi, en este sitio falta un toque de clase y estilo.

Acto seguido saca una de sus varitas, y asumandose por el estrecho pasillo, apunta con ella a las figuras sorpendidas. Éstas al menos estaban vivas, de aquello no había duda, y por fin la magia del semielfo podría tener algo de utilidad.

Un rayo de energía arcana salió despedida hacia sus enemigos, con la esperanza de que alguno d ellos cayera presa del hechizo que contenía la poderosa varita.

La flecha de Adia se pierde en el fondo de la otra sala al mismo tiempo que Powaqqatsi, el druida, inicia una serie de cántico y gesticulaciones. Le habéis visto hacerlo anteriormente y dais por hecho que entre vosotros, y en cualquier momento, puede materializarse de la nada cualquier criatura con la que el druida mantenga su contacto arcano.

Alfrik descarga otro golpe sobre el zombie. Si el anterior golpe apenas parecía haber tenido ninguna consecuencia para el no-muerto este, sin embargo, se llevó el brazo izquierdo. El miembro cae al suelo soltando por el aire partículas de polvo provinientes de la carne muerta y reseca desde hace años.

Un rayo de energía arcana  surge de una esquina de la entrada. El autor de este efecto es Finn quien porta una varita en su mano. El rayo impacta a la mujer del escudo...Y no sucede absolutamente nada. La entereza de la mujer tan sólo rivaliza con la mirada de odio que lanza al bardo...

- A ti pienso hacerte mucho daño antes de matarte...-jura rabiosamente y entre dientes la mujer.

Sea por el motivo que sea el bardo cae al suelo justo en ese preciso momento. Daisy le sobrepasa con la clara intención de plantarse frente a al hombre armado con un mangual. Pero al pasar junto al zombie, aún "vivo" a pesar de los dos ataques de Alfrik, recibe un fuerte manotazo del enano no-muerto. Lamentablemente para ella recibe el golpe en el mismo sitio que el anterior zombie le alcanzó anteriormente.