Partida Rol por web

Daisy, si te esperas a que hable con Ch'om me podrá decir cual es el peligro.  Mientras yo te aconsejaría que no te acercaras a la zona arriba de la cual describió el 8 con su vuelo.  Eso significa peligro.  ¿Será el 8 un número mágico?  Debería serlo.  Al menos fíjate en esa dirección para avisarnos, o salir corriendo.  

Luego volteó a ver a la elfa, la cual dejaba ver claro sus sentimientos:

Si quieres Adía pasar y hacer algún ritual para tu gente, y llevarte algo como signo y memoria para sus deudos, hazlo y te cubrimos.  

Aunque revisa antes el mapa y dinos; quizá tengamos que pasar por ahí para llegar a Albohogar.  Así nos movemos juntos.  

Por cierto, hay algunos objetos mágicos entre los caídos, los más recientes, los halflings y los elfos.  Pueden servirnos en esta zona.

Trató de identificar Powaqqatsi, por el tipo de mordidas a los cuerpos, que tipo de carroñero era el que de ellos se alimentaba. Eso, y el estar atento a la zona de sobrevuelo de Ch'om, le daría al druida las pistas para que salieran mejor librados de este paso.

Daisy examina el cuerpo de aquel elfo. Algo parece haberle arrancado sus extremidades. El resto del cuerpo se encuentra lleno de barro como si hubiesen estado arrastrándolo por aquel campo.

– Daisy, ¡no! ¡aparta de ahí! – le grita Adia a la semiorca.

Daisy parece ignoras las advertencias y la veis seguir pululando por la zona. Otra cosa que es evidente es que por allí hay gran cantidad de armamento y de equipo esparcido. Armas, bolsas que contienen pociones, armaduras y vestiduras...y parece coincidir en el mismo punto del terreno en el que Powaqqatsi ha detectado el fulgor de la magia.

Cuando de repente...

Veis a Daisy ponerse en alerta y extraer su arma. Al principio os parece un movimiento extraño y hasta fuera de lugar ya que no veis ninguna amenaza. Luego se os hiela la sangre. Un montículo de cuerpos y armas abandonados se mueve, alzándose del suelo sobre ocho patas de crustáceo. En su cuerpo aparecen dos antinaturales y grotescos ojos  que, para vuestro espanto, os recuerdan a los ojos de una persona. Su mirada se clava en vosotros y en Daisy...

Ignoras las advertencias de Adia para descubrir que por allí hay gran cantidad de armamento y de equipo esparcido. Armas, bolsas que contienen pociones, armaduras y vestiduras...y parece coincidir en el mismo punto del terreno en el que Powaqqatsi ha detectado el fulgor de la magia.

-¡Cuidado!¡Detrás de ti, espabila!- te grita una impertinente voz. 

A pesar de ser una voz que recuerdas haber escuchado antes, concretamente mientras interrogabas al soldado de la Garra Esmeralda, tus expertos reflejos te llevan  a no hacer caso omiso de una advertencia tan urgente.

Extraes tu arma y te pones en guardia.

     Su primer pensamiento fue que debía haber disparado a la semiorca por manazas. El segundo, tras darse cuenta de que no estaría bien visto y que de todas formas seguramente fallaría, fue mirar al terco enano con un gesto hostil. 

– ¿Te parece esta una buena razón para haber alzado la voz? – le preguntó, en el mismo tono malhumorado que él había usado con ella segundos antes. 

     Quería agregar algo más, pero no le pareció buena idea, y si se lo hubiera parecido tampoco habría importado. No al darse cuenta, en toda su plenitud lo que había salido de debajo del montón de cadáveres. No sabía que había esperado, tal vez unos zombies, o alguna manada de animales carroñeros, pero estaba claro que lo que no esperaba ver, en un campo de batalla en medio de un desolador paraje desértico como aquél, era un cangrejo. Vale que comparar a esos pequeños y amigables crustáceos de río y mar era ser muy generosa cuando una se fijaba en el descomunal tamaño de ese bicho que tenían delante, pero es que de otra manera no iba a poder sacar ningún punto en común con nada.

     Aquellos ojos saltones demasiado parecidos a una persona y que lo único que transmitían era odio tampoco ayudaban demasiado...

Claro que sí. - le respondo a la elfa encarándola. - Pues el animalejo ese no se hubiera despertado si no hubieras gritado en primer lugar. - sentencio consternado mientras cojo firmemente mi alabarda y me preparo para atacar a esa cosa en cuanto tenga oportunidad.

¡Ariete flanqueemos a esa cosa, no puede atacarnos a ambos a la vez! - le grito al forjado mientras busco un punto flaco en la armadura del cangrejo.

¡Gracias por el aviso, muchacha!

Demonfly y McBones formaban un gran equipo. Una era la cabeza pensante, y la otra era toda músculo. Así que aunque en un primer momento Daisy Sue se vió tentada de preparar la alabarda contra una carga, luego se lo pensó mejor. La semiorca soltó la aparatosa arma y recurrió a su más práctica maza de armas para dejar que Skully se partiese la cara con el bichópodo a base de cabezazos.

¡Atrás, bicho! ¡Ugh, ugh...!

Con un lento movimiento errático, Ariete se giró en dirección a Powaqqatsi.

Q, Hermano... ¿vas a adoptar a esa criatura también?

Era una pregunta pertinente, ya que Powaqqatsi nunca se había encariñado con nada tan grande que quisiera matarles. Normalmente se quedaba con soldados de la Garra Esmeralda, o perros forjados, o zopilotes. Seguro que había una divertida historia sobre cómo se conocieron Ch'om y Powaqqatsi y cómo el pájaro intento abrir su carcasa con el pico para ver si debajo había huesos que triturar.

¡Pero qué maravilla, un cangrejo!

¡La naturaleza es tan sabia!   Si estos cuerpos no se estaban descomponiendo por magia, entonces la naturaleza encuentra el modo!, y manda un detritívoro a reciclar materia y energía, ¡a continuar el ciclo de la vida!

¡No Daisy, alejate, mejor déjalo hacer lo suyo! 

Ariete, su hermano, como siempre lo conocía bien.  Sabía lo que quería hacer. 

No Ariete, no lo podríamos adoptar, es demasiado grande y salvaje.  -Siempre los forjados hablando entre sí con hechos.-  Pero si quisiera dejarlo ser parte del nuevo ecosistema.     Es la forma en que las Tierras Enlutadas se recuperan del daño. 

Powaqqatsi se acercó un poco y empezó a hacer los gestos druídicos de paz con los animales.  Que no atacara, que se alejara, que los dejara pasar.  Ellos luego lo dejarían seguir comiendo tranquilo.

Finn se quedó pasmado.  El, que se conocía bien los mariscos del mundo, nunca había visto algo así.  Por un momento pasó por su mente una paella gigante con este crustáceo adornando el arroz con azafrán.  

Digno de un rey gigante de Xendrix.  

Pensó en que sería buen negocio. 

Pero el druida y sus cosas...  Bueno, que los cuide para criarlos, ¡y luego los vendemos! 

Se preparó para echar el hechizo de dormir sobre el pinzoso, por si los gestos de druida no funcionaban como el Powa esperaba.

     El paladín la sacaba de quicio: _^<<¡¿Qué yo tengo la culpa?! ¡¿Yo?!_^>>. Claro, era más seguro que su aviso hubiera despertado a esa criatura, y no una semiorca metiendo la mano dónde no había que tocar, y pisando por dónde no había que moverse como un elefante. Y por si fuera poco, ¿qué no podía atacar a ambos a la vez? ¿es que no había visto que tenía ocho patas aparte de pinzas? Casi se alegró de tener un arco y no tener que acercarse. Casi. Si el cangrejo pasaba por encima a esos tres..., no tenía dudas de quién iba a ser la siguiente...

     Pero no tenía tiempo para pensar, ni para discutir ya fuera con el terco enano o con el druida que ahora parecía haberse encariñado también con aquél monstruo – _^<<¿Qué pasaría por la cabeza de ese forjado?_^>> –​, ni para nada de nada en realidad. El crustáceo ya había empezado a moverse, y cada segundo que pasaba en pie era un problema, uno mortífero del que no iban a librarse con magia barata ni palabras bonitas. Y aunque así fuera..., no iba a permitir que una mutación de las Tierras Enlutadas devorase los cuerpos de hermanos y hermanas caídos en batalla; era algo que jamás aceptaría, fuera o no natural. 

No, aquello se resolvería con las armas. Con hierro, fuego y sangre. Ella tenía las dos primeras cosas, y la criatura pondría la tercera.  

    Así que, con su arco ya preparado desde hacía rato, no tuvo más que apuntar y disparar. Dos saetas de afilada punta volaron hacia el cangrejo en rápida sucesión mientras ella avanzaba un sólo paso para afianzar su siguiente ataque.

Powaqqatsi se acerca en dirección a la espantosa criatura con sus manos alzadas en son de paz. Pero el cangrejo fija sus enormes ojos en la semiorca y arremete contra ella. Sus patas se mueven con espantosa agilidad lanzando sus pinzas contra Daisy. A pesar del enorme tamaño de estas extremidades la semiorca consigue apartarse justo en el momento que cortan el aire justo un segundo antes de ser decapitada.

Dos flechas llegan desde la retaguardia. Lanzadas por Adia, una de ellas parece rebotar contra el enorme caparazón mientras que la otra se clave en el espacio donde la bestia debe tener la boca.

Al ver que el crustaceo ese intenta decapitar a mi compañera, inmediatamente cargo por el flanco izquierdo de la bestia intentando posicionarme a la altura de sus patas.

¡Ariete toma el flanco derecho, vamos a romperle las patas para que no pueda seguir moviéndose! - bramo mientras corro con mi alabarda al ristre.

Finn lanza el hechizo bárdico de "Dormir":  

"Duerme mi niño, duérmete ya,

Que si no lo haces, 

viene el enano, 

y te comerá."

Ariete levantó las manos y se quedó mirando la maza de armas y el escudo que sostenían. ¿Izquierda o derecha? Se distrajo de las instrucciones de Alfrik un momento para captar la belleza de los Arquitectos.

Ummh... son unas manos bien diseñadas. Se necesitan muchas piezas para imitar el movimiento y los puntos de articulación de un humano.

¿Eso era lo que era él? ¿Una imitación? La sola idea existencialista de que un forjado es la copia de un humanoide nacido tenía muchas implicaciones filosóficas que...

Su cerebro terminó de procesar la información en una subrutina. Sí. Alfrik le quería en el flanco derecho del artrópodo, eso es, atacar por la izquierda.

¡Voy!

Las pesadas piernas de Ariete empezaron a hacer retumbar la tierra a su paso.

Anda, sí... Si tengo que esperar a que un nano y unos caradelata lleguen hasta acá pa salvarme, entonces a McBones, a mí y al bicho este nos van a salir canas...

¡SKULLY, ATACA!-azuzó como a un perro de presa.

La nariz de Skully dió un respingo. O lo habría dado si aún le quedase algo de cartílago. ¿En serio iba a tener que hacer todo el trabajo ella sola? Ya podía Daisy Sue echar una mano, o por los huesos de su abuelo que salía corriendo y dejaba que la semiorca fuese comida para cangrejo...

Voy a echarte una mano, Skully...

La mano de Demonfly empujó a Skully por el mango hasta estrellar toda la cara de la sacrificada McBones en el exoesqueleto duro de la criatura.

Ni Finn ni Powaqqatsi recuerdan haber escuchado, ni visto ni leído, algo sobre semejante aberración. El cuerpo de la bestia está cubierto de afiladas púas. No es difícil para ellos darse cuenta que cualquiera que le golpee corre el riesgo de dañarse él mismo en la acción. 

Finn conjura uno de sus hechizos. Una esfera de color azulada cae sobre el cuerpo quitinoso. La energía arcana del conjuro de dormir se expande alrededor. Sin embargo el aberrante crustáceo permanece inalterable y erguido sobre sus seis quitinosas patas.