Partida Rol por web

Mientras estaba ensimismado, escucho con claridad a uno de mis compañeros gritar algo sobre un zombi con alas, lo que me devuelve de inmediato a la realidad.

De seguro es el chucho que vimos momentos antes, debemos acabar con él, antes que él acabe con nosotros. - pienso mientras me giro sobre mis talones y me apresto a combatir.

El buitre corrige su trayectoria en vuelo y se lanza a por aquel de vosotros que parece ser la presa mayor; Ariete. Una certera flecha de Adia vuela rápida contra el vuelo en picado del ser y se clava justo en el cuello del atacante atravesándolo de parte a parte. Casi al mismo tiempo un rapidísimo proyectil de color azul, disparado por la varita de Finn, impacta contra el cuerpo del buitre aún en vuelo. Una nube de humo y de plumas queda atrás en la estela de su vuelo.

En cuanto el animal cae junto a Ariete Daisy le golpea, como si de una piñata se tratase, con su maza. El animal ha intentado clavar sus garras en la piel de su víc...¿Piel? Las garras de la criatura no consiguen nada contra la dura adamantita del forjado. El siguiente golpe de Daisy tuerce una de las alas del buitre dejandola en un estado lamentable . De la misma forma que sucedía contra los enanos de Cantera Carmesí las heridas en su carne muerta no parecen tener las mismas consecuencias que tendrían en un ser "vivo".

Failin, alertado por la semiorca corre a refugiarse en la carreta. El druida, Powaqqatsi maldice en voz alta al mismo tiempo que golpea con su cimitarra. La pesada hoja describe un círculo y corta completamente una de las alas y parte del cuerpo de la criatura...

   Su primera saeta atravesó al buitre que, efectivamente, era un zombie y ni se inmuto. Un animal normal, un ave de las que ella había cazado desde pequeña, habría chillado, huido o muerto, pero claro, aquél no era normal, y ya estaba tan muerto como podía estarlo, por lo que ni siquiera los siguientes golpes de sus compañeros le afectaron. No importaba, al final, igual que los enanos del campamento, los daños serían tan grandes que nada – en ningún estado – podría moverse. Su mano recogió dos flechas y disparó otra vez: ella iba a ayudar a que eso ocurriera rápido. 

   Ariete, en medio, era un incordio, por supuesto.

Powaqqatsi, serio por que estén los de la Garra haciendo zombis de animales, suelta un cimitarrazo para que este ser pueda reintegrarse a la tierra, a Eberron.

Ch'om, igual lo pica, inseguro de lo que pasa.  Pero es un cadáver, y a esos si que les sabe dar picotazos.

Al ver como el chucho se lanza al combate, afirmo con fuerza mi alabarda y en un pestañeo deshago la distancia recorrida en el túnel para descargar un violento golpe sobre el zombi.

Regresa a tu tumba y no vuelvas a levantarte nunca más. Que la flama purifique tu espíritu y te conceda el merecido descanso. - digo con firmeza.

Ariete sintió un picotazo en el trasero, como el de los humanos cuando les pica un bicho, o en el caso de los forjados como cuando una compañera no sabe disparar flechas certeramente. Se rascó con los nudillos de la mano que sujetaba el sable, y luego volvió a golpear con él. Con el sable, no con el trasero.

Hay una cosa que no se le puede reprochar al Señor de los Filos: las armas con las que equipa a sus lugartenientes, como el sable de Sable, cortan espléndidamente bien la carne... si eres capaz de atinar el golpe.

A ver si estamos a lo que estamos...

Skully sí que estaba dedicada en cuerpo y mente... o por lo menos en mente... a aquel combate. No como Daisy Sue, que se dedicaba a vigilar qué tal lo hacían los demás y no estaba a lo suyo. McBones dió uno de sus clásicos mcbonazos, cabezazos con la mala leche de alguien que lleva muchos años muerto, y lo hizo con toda la fuerza de la que le permitían sus músculos. Hasta Demonfly tuvo que tirar de ella hacia atrás para separarle de su enemigo.

Alfrik clava provoca un profundo corte en la espalda del buitre el cual parece hundirse bajo el peso. La cimitarra de Powaqqatsi decapita al ave y la maza de Daisy terminar de aplastar su cuerpo contra el suelo. Allí queda inerte la criatura convertida en un desastre de alas, vísceras y huesos delgados y ligeros...

Pasados unos segundos Failin desciende del carromato elemental. Su mirada desconcertada os recorre de uno en uno y parece deciros; "Si vais a entrar ahí...¿qué hago yo ahora?" .

Una rápida exploración de la mina os revela que se trata de una excavación, en apariencia, normal. Desciende hasta llevar a una gran cámara de piedra sin pulir. A esta distancia de la entrada tenéis que encender alguna luz ya que el interior está oscuro.Tras un pasillo principal de 60 pies aparecen cuatro posibles direcciones. Desde esa encrucijada surgen otros cuatro pasillos. En un primer momento, y desde esa encrucijada , parecen ser túneles sin salida. Pero una exploración más detallada os revela un hallazgo importante.

Tras cada nuevo pasillo hay una trampilla en el suelo, fabricada en adamantita y con forma circular. Justo al lado hay un pequeño agujero pintada de esmalte azul.

Cuatro túneles con cuatro idénticas trampillas al final de cada uno de ellos... 

  Sonrió a Failin y se encogió de hombros, más tranquila ahora que había muerto el zombie; no es que lo hubiera estado esperando en concreto, sino que había esperado algo, y ese algo ya había pasado. Ahora estaba mucho más relajada, y el ligero gesto de sus labios, que se habían turbado en una fina línea ascendente, era constancia de ello.

  — Escóndete por aquí cerca, pero no te quedes en la entrada. Si nos siguen, y nos alcanzan, es mejor que no seas tú quién está en medio. Busca alguna posición cercana y te haremos una señal cuando hayamos salido de aquí —miró el interior de la mina, aquella oscura excavación que les invitaba a morir—. Si no salimos en un tiempo prudente, vete de aquí.

  No hizo falta decir mucho más. Le puso una mano en el hombro, en señal de apoyo por lo que estaba por venir —entrar en esos túneles abandonados era horrible; no quería imaginarse lo que sería quedarse en soledad fuera de ellos—, y después se apartó para dirigirse a la entrada de la mina. Durante un instante fue a avanzar, la primera, pero un segundo después se quedó en la boca del subterráneo y se quedó parada. Ella era ducha en la exploración, siguiendo pistas, siguiendo rastros. Allí, después de tanto tiempo, no habría huellas, sólo polvo, y además, podría haber trampas o criaturas de pesadilla. No estaba muy dispuesta a dejarse matar tan rápidamente, y era un trabajo mucho mejor para la semiorca cazarrecompensas.

  Pasó un rato, en aquellos caminos oscuros que olían a moho y tierra, mientras recorrían pasillos que no iban a ningún lado. Hacía rato que había encendido la linterna, que ahora colgaba de su tahalí, a la altura del pecho, pero la luz no evitaba las encrucijadas, y allí había una de la que no lograban salir. Sus sentidos no captaban ninguna puerta secreta, ni había visto otro lugar por el que desviarse. Estaban a punto de rendirse, ella estaba a punto de decir que volvieran, cuando encontraron una de las trampillas. Encontrar las siguientes fue sencillo una vez supieron que estaban allí. Cuando las tuvieron todas localizadas, resopló al ver las pequeñas aberturas coloreadas con esmalte azul: llaves. De nuevo tenían que jugar los rompecabezas de los Cannith, sólo que esta vez no veía de dónde iban a poder sacar...

  Algo en su mente se deshizo, como un nudo que evitaba que se abrieran las cortinas y entrara la luz, y entonces dio un pequeño salto en el sitio. _^<<¡Eso era!_^>>. Había estado durante todo el viaje cargando —gracias a la mercenaria— con la mochila que les había dado la mujer. En todo ese camino había revisado una y otra vez las cosas que contenía, había sacado cosas y metido otras, y sobre todo había pensado en el bolsillo en el que iban los documentos, el oro, y aquella vara de color azul con un zafiro en un extremo. Había pensado que podía ser una varita mágica, pero Finn no la había tocado, y ahora que lo pensaba, no tenía sentido que la dama lo hubiera dejado junto al resto de formas de "paso". No era una varita, era una llave, la llave. 

  Rápidamente, echó al suelo la mochila, y rebuscó hasta sacarla, luego se la tendió —humildemente y sin querer ponerse muy por delante—, a la semiorca, y señaló el pequeño agujero. 

  — Creo que es nuestro modo de entrar. 

Powaqqatsi le recomendó a Failin también esconderse.  Seguramente los seguían y no tardarían en llegar ahí.  

Se perchó luego a Ch'om en su hombro.  No vería mucho el ave, pero su agudo sentido del olfato lo ayudaría a detectar enemigos antes de llegar a ellos.  Tampoco Powaqqatsi veía bien, así que se puso en segundo lugar del grupo.  Llevaría una buena fuente de iluminación. 

Por cierto Daisy.  Mira este truco de la MacBones.  Le picó en el hueco donde alguna vez tuvo su nariz y todos vieron como sus cuencas de los ojos se convirtieron en unas lámparas.  Le imbuí este hechizo hace unos días.  En cuanto se acabe puedo ponerle otra ronda.  Se vuelve a todas luces una poderosa lámpara.

Si no tenemos otra pista, sugiero comenzar con el Noreste.  Sólo porque si.  Es lo más cercano a medianoche y sabemos que los Cannith tienen una obsesión con los relojes.

Ya en el pasillo se encargaría el druida y su compañero animal de escuchar y avistar lo que podían.

Finn se colocó en tercer lugar de la fila.  Ni veía en lo oscuro, ni notaba mucho.  Se esperaría hasta encontrar a alguien con quien hablar para usar su carisma a favor del grupo.  

Antes, ni para que arriesgarla. 

Tras machacar aquella aberración me giro de nuevo.hacia el túnel el cual se erguía ante nosotros como las voraces fauces de un huargo.

Realizo todo el trayecto en silencio, marchando a casi un metro de Daisy quien abre la marcha. Las molestas linternas de la elfa y Mac Bones resultan un verdadero incordio, pues no sólo no me permiten adaptar mi vista por completo a la oscuridad, sino que además delatan nuestra posición a cualquier morador de estos viejos túneles.

Cada paso que damos me resulta en extremo extenuante psicológicamente, pues la tensión puede cortarse con una daga, hasta que finalmente llegamos a las cuatro puertas, en dónde la elfa saca un extraño artilugio dando a entender que podría tratarse de una llave.

¿Dónde rayos guarda tantas cosas en ese morral suyo? - pienso mientras veo como le toende aquel objeto a Daisy Sue.

No creo que a Skully le guste mucho que hagas eso de la lús, Powaqqatsi. Pero yo no me pienso meter, hablairlo entre vusotros.

Por supuesto, McBones le retiró la palabra al druida. ¿En qué cabeza cabe ir urgando en las narices de los demás? En cuanto a las puertas... Daisy Sue era más propensa a tomar la galería del suroeste, solo porque se separaba más del ramillete de pasillos que tenían a la izquierda. Pero solo era un presentimiento, y después de acercarse a un grupo de cadáveres de elfos y medianos, y aquello de tratar de reventar con una palanqueta una esclusa protegida mágicamente, no creía poder convencer a los demás de que su instinto les llevaba a la trampilla correcta.

La semiorca se quedó mirando la varita que había sacado la novata de aquella mochila que les dió la patrona Elaydren d'Won con el equipo necesario para hacer la misión. Mientras, se rascaba bajo el sombrero con una uña sucia. ¿Qué se supone que pretendía la novata que hiciese con aquel trasto?

Earhm... ¿gracias?

Cogió la varita con la mano libre, viajando la iluminada de McBones en su cinto. Al llegar a la trampilla elegida por Powaqqatsi, la noreste, la cazarrecompensas se acunclilló para abrirla. Dejó la varita en el agujero, para poder tener de nuevo una mano libre con la que rebuscar en su mochila una concisa y siempre sutil palanqueta.

En la retaguardia, Ariete se encogió de hombros ante Failin, y se dió media vuelta para reunirse con el resto. No iba a ser Ariete el que le dijese a un saco de vísceras andante lo que debía o no debía hacer.

Mientras Daisy prepara sus artilugios recordáis el momento en el que Failin se ha despedido de vosotros. Tras acariciar el tatuaje de su muñeca la carreta elemental se fusiona con la roca de la pared de la colina. Parece que esta fusión le ha costado al elemental  más tiempo que anteriormente. A buen seguro que el elemental debe haber notado el influjo extraño que impregna estas tierras y debe haberle disgustado sobre manera fusionar su esencia con ese "extraño espíritu".

Daisy os ha conducido hasta el túnel sugerido por Powaqqatsi, aquel que se interna en dirección al NE. Adia ha extraído la vara que se encontraba entre las cosas que Elaydreen os dio por medio de aquella mochila. Si fuese lo que la exploradora sospecha...sería un golpe de buena suerte.

La semiorca examina la vara. Muestra, en uno de sus extremos, un cristal azul finamente trabajado. Que le maldigan si la exploradora tiene razón...pero es posible que ese extremo si coincida con el orificio de azul que se encuentra junto a la trampilla. Sólo hay una forma de probarlo...

"¡ZAAAKKKKK!"

Un arco voltaico, un ataque electrizante, surge de la propia trampilla cuando Daisy introduce la vara en el orificio azul. La semiorca, tal vez porque los pelos de su antebrazo se han erizado instantáneamente, se ha agachado casi por instinto. El rayo atraviesa su sombrero rojo iluminándolo como un fanal e impacta contra la pared de la caverna con un sonoro chasquido. Vuestros ojos doloridos por la repentina luz ven como  la piedra estalla dejando un chamuscado agujero en ella. El olor a ozono y el humo procedente del sombrero de la semiorca inundan rápidamente la caverna. El sombrero en llamas arroja una leve luz sobre la estancia y sobre la trampilla abierta. Bajo ella no hay nada, simplemente suelo.

Skully McBones enmudeció del susto. Daisy Sue Demonfly, no.

La ostia, puñetera, mielda de magia, cagüentó, ¡MI SOMBRERO DE LA SUERTE!

La cazarrecompensas saltó sobre el sombrero, aplastándolo con la suela de las botas, hasta que el fuego se apagó. No quedaba gran cosa de su fetiche, ni siquiera lo suficiente para ponerlo de nuevo en la cabeza y que se quedara en su sitio.

Brrrrrrrrr... Así que, ¿los Cannith están orsesionados con los rilojes, eh?

Con cara de pocos amigos, se dió media vuelta y pasó por el túnel entre sus compañeros, abriéndose paso a codazos. Esta vez iría a la trampilla que le decía el instinto. SU instinto. No el de un maldito caradelata. No el de una calavera bocazas. El suyo y solo el suyo.

Demonfly se arrodilló ante la trampilla sudoeste, y golpeó con los nudillos la madera para ver si sonaba hueco. Porque si sonaba hueco, había un espacio debajo, y si sonaba sólido, y la madera casi no lograba reverberar, es que estaba sobre suelo sólido, como la trampilla que mató a su sombrero.

Si todo iba bien, probaría de nuevo a meter la varita de marras por el agujero cerradura.

Hasta ella pegó un salto —pequeño, no quería darse en la cabeza— cuando aquél rayo de pura energía chisporroteó contra Daisy, acabando de un plumazo con su sombrero. No era una gran pérdida para ella, aunque si parecía serlo para la cazarrecompensas, que gritó como una poseída. No la juzgó, ella misma se habría puesto igual si hubiera sido quien abriera la trampilla, cosa que no pretendía hacer visto lo visto. Tenía buenos reflejos, sin duda, tal vez hasta mejores que la semiorca, pero no quería ponerlos a prueba mientras fuera innecesario. Al ver como la mujer se lanzaba de cabeza a por otra trampilla, sin siquiera echarla una mirada de reojo por ser ella quien la había ofrecido la varilla-llave, supo que ese momento no había llegado aún. 

Desde ese instante, retrasó de manera sutil pero evidente sus pasos, abriendo una distancia de un par de metros entre la bruta y ella misma, que iba la segunda. Las cosas estaban que echaban humo, y requerían de tiempo, y espacio.

Apenado por haberse equivocado, Powaqqatsi se encogió de hombros y recogió el sombrero de Daisy. 

Yo se lo repararé.  Como artífice se sabía un infusión para ello que lo dejaría como nuevo.  Más rojo aún si fuera posible. 

Siguiendo la luz que salía de los huecos ojos de la Skully se acercó ahora a la trampa que examinaba la humanorca.  Siendo artífice, Powaqqatsi algo sabía de trampas, así que se ofreció a ayudarla, examinando la trampilla para ver si tenía ibidems.  

Mira yo creo que ....  Si, parece que sí le serviría de ayuda.

Finn los siguió, sosteniendo la antorcha para que pudieran usar ambas manos y ver bien.  A la vez, estaba atento a todo alrededor, por si venía alguien, que no fuera a agarrarlos por sorpresa.  Para inspirarlos, empezó a cantar suavemente, cerca del oidito peludo de la Daisy; un ruido apenas perceptible para alguien que no fueran los muy concentrados que exploraban la no-trampa. 

" I've got a lovely bunch of coconuts
There they are, all standing in a row
Big ones, small ones, some as big as your head..."

Cuando veo el rayo de la trampa, rápidamente me hago a un lado.

Malditos Cannith y sus jodidas trampas. Tanto ruido para proteger un condenado señuelo. - refunfuño mientras observo la mancha de hollín en la pared del túnel.

Oye Daisy Sue, ten cuidado con esa otra, también podría ser una jodida trampa, quizá Powaqqatsi debería revisarla  antes de que la abras, sólo para estar seguros. - aclaro mientras me aparto un poco de la cazarecompezas.