Partida Rol por web

 Las grandes ciudades de Zamora son tristemente conocidas pos sus "Mauls" (mazos, o Desiertos, según la traducción, yo usaré el término en ingles). Una zona mutilada de la ciudad puesta de lado de los pobres y desesperados.

 Camináis por entre los angostos y serpenteantes callejones, a la luz de la luna y las estrellas.

Es sin duda, el peor barrio de la ciudad, y seguro, el peor sitio por donde caminar solo de noche.

Por suerte, vosotros sois un grupo numeroso, armados y bien entrenados, pero aun así, la gente de ese lugar es muy dura, y capaces de degollar a cualquiera entre las sombras por unas míseras monedas, que pronto gastaría en alcohol, mujeres, o cualquier otro vicio demasiado depravado como para pensar en él ahora.

Dulcea camina decidida delante, con el escudo amarrado al brazo y la mano en la empuñadura. 

Tenerius y Gálacus camina atrás, pendientes de sus espaldas y mirando bien cada callejón que dejan atrás. Moghcorb Dientes de Sable te acompaña en el centro.

El barro chapotea bajo vuestros pies con un desagradable gorgoteo, y las calles huelen a orín, heces y carne putrefacta, pues muchos cadáveres pueden pasar semanas tendidos en el suelo antes de que alguien los retire.

Los soldados del rey Oshrik habían sido tan incompetentes como de costumbre, y la escena del crimen se había convertido en poco menos que un circo. Curiosos y entrometidos se habían aglomerado destruyendo pruebas y los sospechosos habían escapado ya hace tiempo.

Por suerte, el rey había contratado también a las Compañías Libres como mercenarias para grantizar la seguridad de la ciudad, y algunos de los hombres de Dulcea habían reconocido a los sospechosos y testigos. Ahora ibais a hacerles una visita poco ortodoxa. 

Es aquí.

Segú se acercaba mas a la puerta una casa pequeña y destartalada.

según la lista que nos han dado, aquí vive uno de las puteros que frecuentaba el burdel donde encontramos muerta a la amiga de Perla. Si sabe algo sobre quien fue, o quien puede saberlo, mas vale que empiece a hablar.

Tenerius, Gálacus, id a la puerta de atrás, por si acaso.

TOC TOC TOC! retumba la madera.

-MALDIZ! Abre la puerta antes de que la tire abajo! Se que estás ahí!

En tonces te susurra. 

Recuerda, esta misión no es oficial. Por que no haces tu los honores? 

Acaba la frase guiñándote un ojo

La puera se entre abre. Dentro ves unas cadenas que hacen las veces de seguro y una pequeña cara desaliñada que asoma temblorosa.

-Si?....

 Thristan mantenia la calma como su porte, ya equipado y vestido disfrutaba de esa libertad como si fuera un sueño, no le importaba donde ese camino lo guiaba ya que incuso alli, donde parecia anidar lo peor de la ciudad, el seguia respirando libertad habiendo dejado atras las cadenas.

Tenia un largo camino por delante ya que sabia bien lo dificil de su tarea, sus deseos de exterminar a los esclavistas y sobre todo, asesinar al hombre que le tendio aquella trampa. Pero no era momentos para acciones personales, debia demostrar su utilidad para las compañias libres, ellos le seran de utilidad como tambien, tal vez con ellos descubra la verdad sobre sus sueños.

Sera un placer

Le terminaba respondiendo a dulce antes de hacerse sonar los nudillos y asi, esperar que sea el que sea que estuviera del otro lado. Era asi como sin pensarlo dos veces y sabiendo bien como se arreglan las cosas en esa ciudad, no dudo en patear la puerta apenas se abria y asi lucir mas intimidante.

Disculpeno pero no tenemos tiempo asi que queremos que nos respondas unas preguntas o me vere obligado a hacerlo hablar.

Mostrando esa forma intimidante de ser y a la vez hablando con algo de cortecia, la dura mirada del ex gladiadeor se clavaba en ese hombre mientras desenvainaba su espada, el hablaba en serio y se notaba. Incluso no dudaria cumplir su amenaza ante el primer balbuceo, porque ellos no estaban alli para eprder el tiempo.

 El hombre de dentro está muy nervioso y asustado. Sin duda que varias personas armadas vaya a visitarlo a su propia casa no es de lo mas tranquilizador a media noche. Y menos en ese barrio.

-Eeeh... Si, dejadme abrir la puerta.

La puerta se cierra y oyes moverse la cadena fijada a ella que servia como tope para impedir que la puerta se abra totalmente.

Cuando se supone que la puerta debería abrirse del todo nuevamente, solo se escuchan pasos acelerados en el interior de la pequeña casa.

De la parte trasera de la casa llegan sonidos de maderas rotas.

Parece claro que tu testigo ha saltado por la ventana, sin darse tiempo a abrir la persiana de madera.

Por un momento crees que lo vas a perder, pero pronto escuchas un golpe fuerte y seco contra el suelo de la calle.

-EH! mirad que me he encontrado! Pero si es una rata huyendo a las alcantarillas... 

Vosotros! venid rápido antes de que haga mas el estúpido y tenga que matarlo.

 Shádithar, La mayor ciudad Zamora.

Largo ha sido el camino que te ha levado hasta aquí, casi tanto, como incierto el destino que te espera en ella. Solo hay una idea que tiene clara tu mente. Venganza.

Los edificios se sucedían uno tras otro a los lados de la serpenteante y apestosa calle, todos ellos deslucidos, y en muchos casos, las fachadas estaban medio derruídas. Tus pasos firmes y convencidos suenan como gorgoteos sobre el barro de la calle que se filtra entre los dedos de tus pies a través de las sandalias que llevas y el barro apesta a muerte. Era común que los cadáveres de aquellos a quien degollaban por pocas monedas se pudrieran en esos callejones durante semanas antes de que nadie los retirara.

 Habías pasado ya varios días deambulando por la ciudad, sin rumbo ni destino, sin saber quienes eran esos que le hicieron aquello a los únicos que jamás has podido considerar familia.

Tu dominio del lenguaje dejaba mucho que desear, y cualquiera que te oía hablar del tema inmediatamente te daba la espalda. El silencio era algo importante en aquellos que pretendían seguir con vida cuando había cultos extraños en el asunto. Todos menos una muchacha. Cierto es que un hombre, por bestia que sea, necesita el calor de una mujer, y en Shádithar, esa necesidad suponía la forma de vida de mucha gente.

Confesoras se hacían llamar aquellas. En el templo de Derketo, la diosa de la fertilidad y los placeres, ofrecían descanso, expiación y placeres de todo tipo, donde corrían tanto el vino y el opio como las lenguas.

Tras un largo rato allí, donde perdiste la noción del paso del tiempo, y mas monedas de las que esperabas, un sacerdote se te acercó.

-Hijas mías, dejadnos.

Las confesoras que abrigaban tu cuerpo se levantaron y se dedicaron a otros fieles del templo.

-Ha llegado a mis oídos el porqué de tu largo viaje. E hijo mío, quiero ayudarte.

Su voz era tosca, y su acento de la lejana Estigia, tierra de brujos y reyes tiranos, pero su tono era tranquilizador y amable.

Puedo darte los nombres de quienes buscas, y donde encontrarlos. Solo debo pedirte algo a cambio,  debes prometerme que acabarás con ellos. Sus ofensas a nuestra diosa ya han llegado demasiado lejos.

 La charla se extendió unas horas mas, pero lo mas importante ya estaba dicho. Quienes acabaron con tu gente eran miembros de un culto nuevo en la ciudad. Seguían a Yog, el señor de las moradas vacías.

El sacerdote te dijo donde encontrar a buena parte de ellos. Todo en Shádithar tiene un precio, todo se compra y todo se vende, pero el sumo sacerdote de Derketo te dio la información gratis. Decía salir ganando también con el trato, y te prometió una bolsa lena de monedas de plata si traías de vuelta a una joven que había sido presa del culto. Una estigia llamada Neferet.

 Allí te encontrabas. En el peor lugar de esa infesta ciudad, detenido frente a una puerta de madera. Pintada en ella, tal y como te explicó el sumo sacerdote de Derketo, una boca abierta, que usaban los cultistas para identificarse.

La casa era un edificio pequeño, acorde con todos los de ese barrio, con las ventanas enrejadas para prevenirse de los ladrones.

Miraste a un lado y a otro. No había nadie esa noche en las calles. 

Que vas a hacer?

Publius pasó su mano por su boca. Sus dedos eran ásperos y tenía la cara llena de cicatrices que hacían que su rostro tuviese forma de desierto con dunas cada pocos pasos.

Miró a la puerta. Hace años hubiera echado la puerta abajo de una patada y recogido cualquier fuego que hubiera dentro de la casa. Las imágenes que se verían después serían las de las viudas lamentando las muertes de sus maridos frente a una casa ardiendo.

Pero los años y las cicatrices de su cara le habían enseñado a ser más cauto. Tener la posibilidad de volver a un lugar, por odioso que éste fuera era muy importante. Tal vez en el futuro se convirtiese en su único refugio, así que Publius supo que no podía entrar en la casa matando a todos y cada uno de los habitantes. Al fin y al cabo, tampoco sabía si el que le había contratado para entrar en la casa decía la verdad.

Publius se agarró a la verja y saltó al interior del jardín.

Publius se apoya sobre la pared y agarrándose a la ventana enrejada, escala hasta la segunda planta. Una vez está colgando de la repisa, se cubre el puño con trozos de su propia ropa. Una vez ha logrado resquebrajar el cristal recoje los pedazos y se cuela en el interior de la casa del vecino.

Entras. La casa está desierta.

Tus ojos pronto se acostumbran a la oscuridad del interior sin ninguna iluminación, solo guiados por la claridad de la luna que entra por la ventana que acabas de abrir.

Por la decoración y los muebles del lugar, parece claro que aquella casa era la vivienda de alguna prostituta de la ciudad. A pesar de ello, los muebles están cubiertos de polvo, al igual que la cama, sucia y cargada de restos que señalan el tipo de trabajo que se desempeñaba en ella.

Parece bastante claro que nadie ha pisado esa casa desde hace una semana prácticamente.

No hay nada de valor que puedas ver a simple vista, pero sí muchos objetos cotidianos, dispuestos como si fuesen a ser usados de un momento a otro. Como si su inquilina hubiese desaparecido de la noche a la mañana.

Se acerca hacia la que intuye que es la salida. Sus pasos sobre el suelo son delicados, impropio del clásico cimmerio salvaje. Los monjes le enseñaron que debía de cuidarse mucho a la hora de infiltrarse sigilosamente en casa de un desconocido, así que evita que se escuche el clásico crujido de la madera cuando su pie la aprieta.

Sus ojos permanecen atentos a lo que le rodea. Ha aprendido a no fiarse tampoco de los lugares que presuntamente parezcan desiertos. Se acerca con calma hacia la puerta de salida dispuesto a bajar al piso inferior.

 Thristan no estaba convencido en darle unos minutos y se sorprendió por lo precavido que habia sido esa persona, aquella traba que impidio que se abriera la puerta lo ayudo bastante. Pero en cuanto noto que la puerta era trabada y sin pensarlo en realidad, se le escapo una maldicion en Acheronian antes de empezar a golpear la puerta con todas sus fuerzas.

Pero mientras lo hacia para abrirse paso al interior, sabia que ese ser despreciable no llegaria lejos, habian dos mas atras esperandolo y ademas, eso confirmaba de que sabia algo de lo que buscaban. Pero en cuanto terminaran con el, recordaria ese sitio para asi, ir a darle una visita mas tarde...

Pero la puerta no era cualquier puerta, era una bastante firme, al menos para el  cuerpo de Thristan que no solo tuvo que golpearla una o dos veces, la golpeo tres veces para lugar que la misma cediera ante su voluntad.

Posteando...

La puerta se abre tras varios golpes con el hombro, haciendo saltar la tranca de la madera y dando un fuerte golpe contra la pared de atrás.

De la inercia de la embestida entras en el piso son ver que hay a un lado o a otro de la puerta, llevándote una desagradable bienvenida.

Sobre la puerta había un mas re rudimentario sistema antirrobo, consistente en una cuerda atada a la puerta por dentro, conectada a un bloque de piedra bastante grande , que cae sobre ti. El golpe es fuerte, pero tu nueva coraza es dura y resistente. El golpe se queda solo en un moratón en el hombro y un arañazo en la mejilla derecha. (4 puntos de daño), nada comparado al daño al orgullo hecho por la risotada que se le escapa a Dulcea al verte.

-Deberías tener mas cuidado, gladiador...

Entras en la casa. A primera vista nada es extraño, ni crees que haya mas amenazas. La casa es bastante pobre, sucia y desordenada.

Frente a ti, ves por donde ha podido escapar Maldiz. La ventana de la parte de atrás de la casa está rota, y al otro lado, puedes ver a Maldiz tendido en el suelo, sobre un montón de astillas de madera que antes formaban la ventana. Junto a él, están Tenerius y Galacus, apuntándole con sus armas para que no se levante.

El intento de fugitivo está asustado en el suelo.

-Eh, eh... Tranquilos tranquilos... No me hagáis daño por favor... Os diré lo que queráis. De verdad!