Partida Rol por web

Un movimiento brusco, el presentimiento de las partes del cuerpo aún pegadas en sus respectivos lugares. Una traza de gris allí, en la zóna periférica de la mirada.

Vuestras mentes, colapsadas por el climax último de la certeza de la muerte se reinician y, a la vez sorprendidas e indignadas, descubren su propia consicencia. Durante unos instantes no sois capaces de moveros ni de comprender qué sucede. Vuestros sentidos forzados al máximo por el instante de peligro saturan de percepciones a vuestros cerebros inundados de adrenalina. Sentís el frío de la ausencia de aire, de atmósfera, hace frío y tiritáis. Escucháis el rumor de la respiración de los demás a través de los comunicadores.
Pero sin embargo, vuestros ojos, parecen hacerse los remolones y no terminan de encenderse, tansolo véis negro; negro y algo de gris en forma de manchas esporádicas.

Buzz aún sujeta el mango rasposo del lanzacables del capitán y siente un tirón que le despierta del todo, es el prisionero que, sentado en el suelo, intenta soltarse.
Nakon siente la dura pared contra su cueyo; para cubrirse se había tirado en una postura incómoda y ahora las terminaciones nerviosas de su nuca empezaban a quejarse como si se hubiesen despertado antes que él.
Y Lilian se descubre aún de rodillas, preparada para saltar a un lado y cubrirse. Pero durante un instante no recuerda que demonios está haciendo ahí.

Poco a poco el denso manto sembrado por las granadas de humo se disipa y podéis veros a través de la neblina blancuzca que se deposita a un palmo del suelo, al igual que esa falsa bruma opalina que extienden sobre los escenarios de los conciertos en los decadentes programas televisivios de NJ-Tv.

La realidad del instante os da un duro golpe.

Buzz aun siente que cometio un error terrible... por mas que la granada era de humo, él queda aturdido. Luego siente al soldado tirando del cable... asi que, antes de comenzar a tirar de nuevo de el, activa el sensor de su visor-X. Debe saber que hay detras de esta niebla.

Capitan, Liliam... ayudeme aqui con este soldado, yo ya estoy agotado...

Insensible, todabía, a lo que acababa de pasar oí sin escuchar la voz de Buzz pidiendo una mano. -¿Humo...?, reaccioné aun sin entender del todo lo que en realidad había pasado. Me puse en pié, iba a ayudar a Buzz, el dolor de la rodilla se volvió agudo cuando di el primer paso. Conseguí no gritar de dolor. Cojeé hasta Buzz y agarré la cuerda, no había sitio en el mango para cuatro manos. Sin decir nada tiré.

Buzz:

Enciendes el visor-X y ves los esqueletos de tus compañeros, alrrededor nada, y sentado en el suelo, junto a vosotros, el prisionero, que no aprece tener intención de huir, sino de soltar el cabo que le apresa la pierna. Al poco notas cómo el humo se empieza a disipar.

¡Beep!

Un indicador te informa, Alfie se acerca por la cubierta del Chamaleon hacia el agujero que habéis abierto.

El humo se disipa hasta permitiros ver al prisionero enfundado en su traje. No parece querer huir, sino soltarse y claramente hace gestos de rendición y llama vuestra atención sobre el comunicador de muñeca, para saber que frecuencia utilizar.

No va armado, al parecer perdió el arma cuando tiráisteis de él.

El pasillo está despejado y en el puente de mando no hay nadie, sus fuerzas han retrocedido seguramente creyendoos en mayor número. Vuestro prisionero no hace ademanes para huir pues, al estar cerca vuestro y al tener las armas en la mano, no le daría tiempo a llegar muy lejos.

Todo está en silencio, no hay aire ni atmósfera y hace frío. Las últimas espirales de humillo blanco terminan de disiparse por ahí.

Un objeto aparece repentinamente cayendo por el agujero con el que habéis reventado la seguridad. Es Alfie, el pequeño robot que ayuda a Buzz en la bodega. Nunca había sido muy listo, como todas las inteligencias artificiales, sin embargo, ahora tiene un extraño aspecto de seguridad en si mismo, como si fuese otro.

Alfie porta la enorme bolsa polvorienta del soldador de plasma de Buzz, la lleva cargada y parece pesada. Se os acerca, deja el equipo en el suelo y hace el saludo militar.

-Ya estoy aquí. -Dice a través del comunicador. Extrañamente su modulador de voz ha cambiado y ahora su voz suena como la de la famosa actriz enana terráquea Ma Dallas.

Levanto la cabeza lentamente cuando al oir detonar las granadas no siento nada. Abro mi ojo al máximo y en vez del resplandor de una explosión no veo más que humo. ¿Granadas de humo? pienso con alivio. La verdad había pensado que era nuestro final, si en vez de granadas de humo huvieran sido explosivas seguramente no estaríamos allí. Pero la tripulación enemiga no podía arriesgarse a lanzar granadas en su propia nave. Tras unos instantes de confusión mi primera reacción es prepararme para recibir una oleada de ataque tras la cortina de humo. Pero todo permanece tranquilo y el humo se disipa lentamente dejando el pasillo de enfrente despejado. Al parecer se han retirado hacia atrás, supongo que buscando una mejor posición defensiva.

El soldado que Buzz ha atraido hasta nosotros hace claros gestos de rendición e intenta comunicarse con nosotros. Mediante gestos le indico un canal secundario de comunicaciones, para que pueda comunicarse pero no escuche lo que decimos entre nosotros.
En esos momentos llega Alfie cargada con un montón de armas y aparatos de Buzz, parece que vamos a reforzar nuestro arsenal, Buzz siempre tiene un arma para todas las ocasiones, y sinó la fabrica.

-Capitán he asignado al prisionero el canal secundario, así podremos comunicarnos con él y no tendrá acceso a nuestras comunicaciones. Estad atentos a no hablar nada importante en ese canal. Quizá podamos exigir la rendición de la nave ahora que se han retirado.

Buzz se siente mas anima al sentir que su robot esta cerca. Mientras tanto, observa alrededor con su visor, luego le informa a Nakom. Capitan. Los demas soldados han huido. No logro verlos ya. Seguramente intentaran una ultima defensa en otro lugar... Que hacemos? Al final del pasillo tenemos el acceso a los ordenadores de la nave. La sala de mando esta detras. Cuales son sus ordenes?

Luego, siente como Alfie deja caer la bolsa con armas. Por dentro da un grito ahogado. Espero que no haga estallar nada! No gano para sustos! Saluda a la robot: Alfie! que bueno tenerte aqui! Te noto un poco rara, tus sistemas estan todos Ok?  Le dice mientras revisa el gran bolso, buscando algunas cosas, para pasarselas a Liliam y el capitan.

-Y un ultimo tiróooon! -Argh!, espeté de pronto, un pinchazo brutal en la rodillla izquierda me hizo tambalearme. Abrí las manos de forma espasmódica y flotando despacio comencé a flotar hacia el suelo. Caía en gravedad 0. -Increible Nakon, increible. Suavemente posé mi culo espacial en el frio suelo de la Chammaleon. El dolor cesó de improvisto, tal como vino se fue. -Maldita sea... Torpemente me puse en pie, ahora un dolor moderado pero costante había aparecido en la magullada pierna, la rodilla me dolía de forma especial. El esfuerzo del último tirón había tenido consecuencias, pero necesitaba a ese hombre.

-Eh!? Aldie?. Me pregunté en voz alta. -¿Que carajo te ha pasado en la voz Aldie?, jejeje, no me digas que tú ahora. El androide de Buzz nunca me había causado una simpatía muy allá, pero esto ya era la releche.

-De acuerdo Lilian, la ciclope me devolvío a la realidad. -Gracias. Le respondí en nuestra frecuencia mirando al soldado abandonado. Sonreí, no sabía por qué, pero un esbozo de sonrisa se dibujó en mi cara. Justo cuando daba el primer paso hacia él, Buzz me comentaba como estaba la situación táctica. -¿Por qué no habrán llegado aun los refuerzos? Tardan demasiado.... empiezo a temerme... Madok!

Le hice un gesto con la mano pidiéndole tiempo. -Madok!, vamos contesta de una puta vez! ¿Qué coño estás haciendo?. El tono era claramente airado, me jodía que se hubiera ido, pero mas aun me jodería que le hubiera pasado algo. -Quizás ese Reynolds no sea tan... y esa Sara... si... quizás...

Mié de nuevo a Buzz. -Parece que han retrocedido, eso es bueno, no se muy bien como lo vamos a hacer sin Madok, pero quizás nustro nuevo amigo pueda ayudarnos; contraseñas y ubicaciones. ¿Qué mejor que una visita guiada al mismisimo servidor interno?. Agarréí el arma que me tendió.

Caminé hasta el soldado, cambié la frecuencia para que el Sr. Hareto Doloque Pidais pudiera escucharme. -Muy bien amigo, le apunté. -Te voy a explicar como no morir hoy, aquí y ahora. ¿De acuerdo?. Sin esperar respuesta golpeé el cristal de su escafandra dos veces con el caón de la pistola. -Andando, señalando hacia la puerta de mitad del pasillo. -Y no pienses en hacer ninguna tontería... o nuestro juego acabará en el acto.

Buzz levanta cierra la bolsa con el resto de las armas, dandole antes a Alfie el kit de reparacion, tal vez lo necesite, me lo llevarias Alfie?. Luego deja a un costado la bolsa. No es lo mas seguro, pero no puede andar dentro de la nave llevando una bolsa con armas todo el tiempo. Se fija su reserva de oxigeno.

Contempla la escena de Nakon apuntando al guardia (lo que en realidad ve Buzz es 1 esqueleto de pie, apuntando con un arma a otro esqueleto que en el piso). Esto es distinto, piensa. Una cosa es morir traicionado por su propia gente, y otra es enfrentarse a la muerte por voluntad propia. Ahora él es el que decide, si vivir o morir. Realmente he hecho un buen trabajo! y luego sonrie.

Camina hasta ponerse detras de Nakon, para cubrirlo por cualquier eventualidad.

-Si... si señor -Dice el astronauta y se levanta dejando ver la pierna donde se había clavado el arpón lanzacuerdas de Nakon. Tansolo había atravesado el traje, sin herirle, y rápidamente, en medio del humo se había colocado un parche reparador aislante.

Parpadea airadamente cuando Nakon golpea su escafandra, y se acerca a la puerta de la sala de ordenadores encañonado por el arma. La expresión de su rostro amarillento tras la escafandra es de confusión y consternación, como si todo hubiese ocurrido demasiado deprisa y aún estuviese descolocado en su nueva situación.

Buzz rapidamente se acerca a la puerta de los ordenadores, Cubriendo a Nakon, para luego rebasarlos, observando atentamente a ambos lados, no sea cosa que le dejaran alguna trampa. La explosion de la granada de humo le ha enseñado una buena lección.

Dejando pasar delante al aparentemente desvalido soldado recogí deprisa el arpón retractil. -Buzz, no le quites el ojo de encima... ENtré despacio, le daba vueltas a varias ideas, pero me costaba decidirme. -Va bien Nakon, va bien, no lo presiones demasido. Pegué el cristal de mi casco al suyo. -¿Como te llamas?. Espeté sin mas. -Dime amigo, separándome unos centimetros que rellené con la boca del arma. -¿Cuantos soldados mas se encuentran aboordo?. Clavaba mi mirada en la suya entrecerrando los ojos, manteniendo una voluntaria  sonrisa perversa. -Bien, te voy a explicar como va a funcionar esto; Tú dices y haces lo que yo te diga; Yo no esparzo tus sesos por el espacio. ¿ESTÄ CLARO?

Señalé una silla anclada al suelo situada delante de un terminal informático. -Ponte comodo, esto puede ser rapido y sencillo si todos colaboramos. Cambié de nuevo a nuestra frecuencia privada. -Lil, ¿puedes controlar la puerta? No quiero que nos sorprendan mientras curioseamos sus archivos. Buzz, ¿listo para la descarga de datos?.

Una vez recuperados del susto del humo y con Buzz y Nakon recibiendo nuevas armas la situación vuelve de nuevo a tranquilizarse, parece que los soldados enemigos han desaparecido, aunque sabemos que estarán en algún lado esperando para atacarnos, será mejor no perder detalle de lo que pasa a nuestro alrrededor y estar muy atentos a todo.

Avanzamos con nuestro prisionero al interior del puente de mando, donde se encuentran los controles de la nave y también el ordenador donde están los datos que necesitamos para terminar nuestra misión.
¿Donde se habrá metido Madok? Debería estar aquí para hackear el ordenador y el muy cobarde no ha aparecido desde que salimos de la nave. Cuando vuelva a verlo le voy a patear el trasero.

-Como mandes Capitán.

Siguiendo las órdenes de Nakon me dirijo a la puerta del otro lado con mucho cuidado, no se lo que puede haber allí así que llego con precaución y hecho un vistazo.

Recuperados ya del instante de confusión, os ponéis a trabajar.
El prisionero abre sin mayor problema la escotilla 3 y entráis en la sala de ordenadores. En ésta tampoco hay aire, parece ser que han vaciado todo el sector para entorpecer vuestro avance. Al fondo del habitáculo hay otra compuerta, una escotilla presurizada; no se abrirá, probablemente al otro lado si haya aire. Las paredes están llenas de armarios metalizados bien sellados donde se montan, a modo de puzle infernal, todos los componentes electrónicos de los ordenadores del Chamaleon.
Las dos terminales, de considerable tamaño, tienen sendos teclados de programación, que son realmente grandes y resultan algo amedrantadores a simple vista. Al ser una nave antigua han prescindido de instalar interfaces neuronales.

El prisionro entra delante, seguido de los demás y se sienta delante de una de las terminales amedrantado por el cañon del arma. Después gira sobre el asiento y no parece percibir algo que, por otro lado, no escapa a vuestros ojos.
La compuerta presurizada de la pared de enfrente, justo delante vuestro, tiene, como es normal en los cargueros de ese tonelaje, una ventanita para ver que hay al otro lado. Sin previo aviso un figura nerviosa que se mueve rápidamente y con lo que parecen ser unas enormes gafas de sol delante de los ojos, se asoma y se queda mirándoos. Después desaparece tan rápido como vino...

El prisionero, que no ha visto la escena de la escotilla 4 por hallarse ésta a sus espaldas responde a Nakon en tono formal.

-Soy Robert Jencks, segundo de abordo de... -Dice, y se detiene un instante para tragar saliba. -Del Tren espacial Chamaleon. Tansolo soy un atronauta, un marinero, y no tengo ni idea de cuantos de esos nuevos soldados llevamos en los contenedores...

Condensadores, placas de metal, paneles. A un lado un asiento y una terminal de ordenador. Cables, herramientas, una mesa de trabajo plegable y el enorme espacio para la carga. La bodega de La Sombra nunca había sido muy grande, pero en el negocio del contrabando no importaba tanto la cantidad sino, mas bien, la calidad; y la información en aquellos días era un bien muy preciado, por lo que más valía tener unos buenos propulsores y algunas armas antes que una bodega gigantesca.

En un rincón del compartimento de carga se enciende un indicador, una lucecilla LED parpadeante rodeada por otras muchas lucecitas, la mayoría de ellas apagadas, que ocupan uno de los paneles de mandos. Ese LED parpadeante indica, indefectiblemente, la correcta recepción de una transmisión masiva de datos inalámbrica.
Y mientras se transmiten los datos y las lámparas fluorescentes iluminan el metal brillante de todos los entresijos de la nave; mientras la enorme compuerta de carga trasera, que se sostiene por la tensión constante de dos inyectores hidráulicos, se queda abierta hacia la inmensidad del espacio, toda la luz y la energía que se desprenden de ese pequeño vehículo espacial, se pierden en la negrura moteada de estrellas, mas allá de la franja amarilla y negra que indica atención y cuidado.

En su propio compartimento estanco aguardaba, recargando baterías y esperando ordenes, el pequeño robot de apoyo logístico, modelo Alfie, que en un principio se ideó como complemento doméstico (de ahí su diseño), pero que con el tiempo y dada su gran versatilidad, se hizo famoso entre los habitantes del espacio, aquellos que pasan su vida en estaciones espaciales o en naves de línea. ¡El complemento perfecto para la baja gravedad y la ausencia de comidas nutritivas!
Éste pequeño ingenio independiente era el destinatario de la descarga de datos masiva. ¿De donde procedían éstos datos? La estúpida y dependiente IA de la nave no había logrado defenderse de un asalto informático, ni de determinar la procedencia del mismo. Como consecuencia, a través del agujero abierto en la seguridad, "alguien" re-programaba el robot de abordo.

Llegado cierto punto del proceso, se hacía necesario activar la unidad Alfie y continuar la descarga co ésta en funcionamiento.

¡Breep!

Un pitido y los sensores oculares se encienden tras una fina capa de phlexiglas transparente. Los engranajes del cuello metálico crujen y acompañado de un sonido mecánico, el pequeño Alfie alza la vista. Después, como formando parte de una lista de procesos preestablecida, las placas antiradiación del compartimento estanco se corren hacia los lados, desplegándose como una flor de acero en su pequeño rincón de la bodega, y el robot, aún descargando datos, se levanta.
La articulación de la rodilla gira, la cadera se orienta y los pies se fijan al suelo. El rostro inerte con forma de casco mira hacia arriba, y la máquina queda de pie, más muerta que antes.

La descarga activa comienza, los parpadeos del indicador LED se detienen, y le toman el relevo los sensores oculares de color rojo, que empiezan a parpadear del mismo modo. Ahora la descarga masiva de datos llega directamente al robot, si pasar por los limitados circuitos de la fragata y en poco tiempo la interface interna es funcional.
Gigantescos paquetes de datos se van almacenando y acoplando de forma ordenada en sus entrañas de metal. Poco a poco, de forma lenta pero constante, los diferentes sistemas de softwere del robot se renuevan. A medida que se graban los nuevos datos, se remueven los anteriores, de una eficiencia pésima y los huecos en la memoria virtual se rellenan rápidamente. En poco tiempo desaparecen los componentes antiguos y los nuevos no tardan en doblar su contenido exponencialmente.
La consciencia virtual, no biológica, sino eléctrica, que se le otorga a la pequeña máquina empieza a hacer aparición. Al principio pequeñas ideas, pequeños cúmulos de información imprevisible. Recuerdos falsos, a modo de sueños; creaciones de un "algo" eléctrico que empieza a funcionar en solitario sin necesidad de ser encendido.

La nueva mente en formación empieza a reclamar datos desesperadamente, un instinto computacional de interpretar datos se apodera de ella y los diferentes sentidos mecánicos graban a la perfección la totalidad de los impulsos eléctricos enviados por los sensores del cuerpo robótico; los ojos graban las luces fosforescentes, los sensores de temperatura registran hasta el mas mínimo cambio en el ambiente, y los circuitos de presión intentan determinar la ausencia de presión, pues en la bodega de la sombra no hay aire ni atmósfera, ni nada, tan solo el vacío del espacio exterior.

La descarga termina al fin y una fuerza desconocida barre la pequeña mente no-nata. El proceso se reinicia y un nuevo subconsciente empieza a funcionar de forma independiente. En ésta ocasión todo se compone mas ordenadamente, y el puzle, tutelado por el subconsciente virtual se monta de manera eficiente y lógica. Las unidades computerizadas de autocontrol y autorepresión hacen aparición y así, la desesperada búsqueda de información se convierte en deducción. La mente recién nacida se empieza ha hacer preguntas que rápidamente son respondidas por la base de datos, aún intacta.

¿Cómo una unidad anticuada puede almacenar tantísimos datos? <<>>>

¿A quién pertenezco? <<<>>><

¿Qué es la pertenencia? <<<>>>>>[I]

[I]¿Quién me ha creado? <<<<>>>>

¿Quien soy? <<<<>>>

¿Qué soy? <<<>>>

¿Qué debo hacer ahora? <<<>>>>

Entonces, durante el confuso monólogo una unidad de comunicación, la misma desde la que se descargaron los datos, establece contacto. Al abrir automáticamente el canal de conexión, los chips de gestión e interpretación diseñados a tal efecto no descifran ninguna señal con forma de voz y el canal permanece "callado". Pero de pronto escuchas una voz, uan voz que no suena, que no emite sonido, sencillamente "sabes" lo que te quieren decir.
Al fin posees consciencia de qué eres, de que eres algo, de que TODO existe y ésta voz te habla como si de telepatía se tratase, como si, al abrir el canal de comunicaciones, compartiéseis tu y ese "algo" una consciencia y una mente conjuntas.

En una especie de flash cegador, todos los conocimientos de esa otra consciencia pasan a ti y durante un instante sois la misma "cosa". Pero os separáis enseguida, como el agua. Por el camino te ha enriquecido interiormente.

Ahora todo resulta más sencillo, mueves la mano, la alzas y la miras fijándote asombrado en la goma sensible al tacto que la cubre. Eres "algo".

Ahora sabes cómo has nacido y, curiosamente, gracias a la imprevisibilidad de la consciencia eres diferente al ser que te ha creado, a pesar de ser una copia técnicamente exacta en un recipiente diferente.
Sabes que hace tiempo, años, en un planeta remoto se estrelló una avanzada nave espacial. Los hábiles habitantes de aquel planeta, que poseían una avanzada tecnología pero que aún no habían dominado el viaje espacial tomaron con asombro y maravilla los conocimientos que les proporcionaron los restos de aquel aparato. Ningún superviviente, ningún dato excepto la carcasa de unos propulsores magnéticos, motores capaces de enviar un objeto a través del espacio a mayor velocidad que la luz.
Pero un secreto, guardado celosamente por las autoridades casi medievales de aquella sociedad cosmopolita, causaba terror y confusión entre los grandes hombres que lo conocían: En una de las piezas de aquel ingenio mecánico estrellado en su planeta podía leerse, en un alfabeto asombrosamente idéntico al suyo, unas siglas en apariencia carentes de significado "Dart.Corp."

Resueltos y animosos, los habitantes del planeta Anthea investigaron y construyeron una nave espacial con la tecnología más sofisticada que su industria podía permitirse: Gracias a las propiedades asombrosas del metal cristacuarz, muy abundante en Anthea, equipos de competentes ingenieros trabajaron durante más de tres generaciones en crear la inteligencia artificial perfecta, una réplica de la mente humana con todos sus fallos y sus defectos. Ésta I.A. maestra fue añadida a la nave espacial de exploración para que controlase los sistemas automatizados.

Construyeron una moderna y esbelta estructura, acoplaron los nuevos motores magnéticos creados a imagen de los restos del naufragio y mejorados según los conocimientos de que disponian.
Se añadieron los habitáculos humanos y se instalo la gran inteligencia artificial llamada Sara.

Tan solo necesitaban un hombre lo suficientemente inteligente como para ser un científico de categoría y lo suficientemente loco o ignorante como para embarcarse en el viaje más grande jamás emprendido por al civilización Antheana. Aquel hombre fue, por suplencia Hikaru Reynolds.

A bordo de la nave de exploración científica Intrepid, el intrépido capitán Reynolds se lanzó a la aventura, pero tras sufrir unas desavenencias con su superior, el Maestre Superior del clan científico Antheano, Mr. Bluewater, el cual le oculta información de la misión, Reynolds se convirtió en un renegado y huyó del sistema empleando por primera vez la velocidad supralumínica.

Su destino, un sistema estelar inexplorado. Pero no estará solo; a las pocas horas de su llegada se cruza con una nave espacial. Asombrado intenta establecer contacto y descubre, a cada instante más atónito, que sus interlocutores son seres humanos, homínidos descendientes del mono al igual que él.
Hablan un idioma diferente, pero gracias a un traductor universal llega a un acuerdo con la capitana Morgan y ambas naves, el gigantesco carguero "Chamaleon" y la nave científica "Intrepid", se amarran en medio del espacio, lejos de cualquier contacto cualquiera.
Inexplicablemente, poco después de abordar la Chamaleon y de hacer los saludos pertinentes, Reynolds es apresado por los soldados de abordo y la Intrepid es amarrada con cables de acero.

Pero gracias a los repositorios de información de La Sombra, fragata contrabandista en la que te encuentras, sabes más de la situación actual.
Te resulta desconcertante la similitud de los Antheanos con la civilización humana que ha construido tu cuerpo robótico. Estáis en medio del espacio, en el sistema estelar Seraphis (que recibe el nombre la estrella azul que conforma su centro geométrico) cuya capital es la megaurbe Nueva Jamaica, en el planeta del mismo nombre, a unas horas de donde estás.

Por alguna razón, los tripulantes de la Sombra reciben la tarea de asaltar el tren espacial Chamaleon y robar cierta información valiosa que transportan en su interior.* Nakon, Buzz, Lilian y Madok han aterrizado por accidente sobre las antenas de comunicaciones del tren espacial y tras abrir la compuerta trasera se han lanzado al asalto. Tu te has quedado abandonado allí, en la bodega abierta, desde la que se distingue el casco de la gigantesca nave de transporte.
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Entonces te habla Sara, tu creadora, tu Madre. Aún no acostumbrado a la consciencia del tiempo te resulta chocante el regreso a la realidad tras ensimismarte en los recuerdos recientemente adquiridos.

-Debes ayudar al capitán Reynolds y a los tripulantes de La Sombra.

Y justo en ese momento alguien abre otro canal de comunicaciones, es Buzz, tu dueño...

-Alfie querida. Te necesito aquí mismo, ya!. Sigue la radio-baliza de mi traje para encontrarme. Trae por favor mi equipo de armas pesadas y algunas granadas. Las cosas se nos están complicando aquí. Y por favor, cuidate.

No te da tiempo a pensar, sencillamente tus piernas de metal y tus brazos llenos de engranajes se ponen en acción. Recoges automáticamente la bolsa con el equipo extra de Buzz, el garromean filósofo de la guerra*** y te pones en marcha. Caminas en gravedad cero sobre la enorme cubierta con las suelas magnéticas activadas para no salir despedido y miras hacia atrás un instante, la silueta de La Sombra se recorta al fondo, contra la luz azulada de la estrella Seraphis.

Eres consciente, sabes que lo eres, pero por alguna extraña razón no consigues tomar una decisión, sencillamente obedeces. Así, como un autómata esclavo, llegas hasta el agujero que han abierto tus dueños en el casco del carguero. Desciendes, y ya dentro del Chamaleon descubres al equipo en traje espacial, con las escafandras puestas, junto a alguien que no conoces, no es ni Buzz, ni Lilian, ni Nakon, ni Reynolds, ni Samus, que en teoría está a más de doscientos millones de kilómetros; no, es alguien nuevo y parece un prisionero.

Te acercas y te miran. Gradualmente, durante el trayecto sobre la cubierta, una ligera duda ha ido creciendo desde los más recóndito de tu mente electrónica, ahora, en el último momento, en el momento de soltar el saco a los pies de Buzz, tu dueño, el hombre-cerdo*** dudas por primera vez y, finalmente, al igual que una flor en eclosión, el libre albedrío se apodera de ti y te preguntas: ¿Por qué hago esto?
Pero no cuentas con que, a pesar de no haber aire en su interior, el sistema de gravedad artificial del carguero Chamaleon funciona aún y por no calcular bien el peso, la bolsa se te escapa de los dedos y cae justo allí donde todos esperaban que la dejases.
Inmediatamente después regresan a su trabajo, abrir una puerta lateral y dejan de prestarte atención. Claro que, seguramente, aunque solo sea inconscientemente, les habrá parecido extraña tu nueva forma de moverte; más elástica y menos mecánica... algo más... humana...

++Estáis en el pasillo de interseción.
+El agujero en el casco está sobre el puerto de atraque de babor.
+Los tripulantes de La Sombra están entrando en la sala de hardwere.
+Tus compañeros han tenido un pequeño combate en el pasillo de intersección, pero han echo retroceder a los tripulantes de la Chamaleon y han capturado un prisionero.