Partida Rol por web

La chica salió de detrás de uno de los vagones. Tenía en su mano el Derringer que había utilizado para matar al que estaba hostigando a Jim y viceversa. Luego se acercó hastra donde estaba el prisionero.

¡Maldita perra! ¡Yo te conozco! -dijo el tipo cuando vió a la chica acercarse-. ¿A alguien como tú le confesó Lou el escondite del tesoro? ¡Ahora lo entiendo todo! ¡¡Menudo imbécil!! ¡Ja, ja!

La mujer, entonces, se giró, movió sus manos y volvió a encarar al tipo, que estaba arrodillado, atado y siendo apuntado por Jim y también Samuel. Sally levantó su brazo y le espectó un tiro en la frente. La sangre os salpicó un poco, y el cuerpo cayó hacia un lado.

¡¡Sally!!, ¿Qué haces? -la preguntó muy sorprendido Tannen-. En realidad ninguno os imaginábais aquella reacción, nadie podía esperarlo. Aquella mujer parecía tener demasiados reaños.

¡Debiste lavarte esa sucia boca antes de hablar de mi hermano, puerco! -le espetó al cadáver, que había caído con una terrible mueca.

¡Santo Dios, Sally! -añadió Tannen-. Podíamos haberle interrogado: no sabemos si hay más miembros de la banda, ¡joder!

¡Me da igual! ¡Aquí mando yo, pues yo os he traído hasta aquí! ¿¡Qué queréis: matar sin más a unos maleantes o llevaros la mitad de la recompensa!? -decía compungida-.

El jefe Tannen se irguió ante la nueva condición. La mitad del dinero. Ahí dentro debían de estar los doscientos cincuentamil dólares... ¡La mitad para los chicos de Tannen! Bueno..., yo quiero que mis hombres cobren, y que tú llegues al ferrocarril de Temperly sanan y salva, como acordamos. Esta podría ser mi jubilación... ¡y la vuestra! -os dijo riendo finalmente-. ¡Venga, recoged el dinero y cargadlo en alguno de los caballos de estos mequetrefes! -os ordenó-.

El disparo de Sally sacó a William de su ensueño.

El joven se quedó mirando sorprendido a la mujer: quedaba claro que no la había cotejado bien. Esa joven no era una mojigata de la cual no cabía temer nada, sino al contrario.

De repente Will pensó que la misión aún no había terminado, y que cabía la posibilidad de que Sally les hiciese alguna jugarreta antes de repartirse el dinero.

La muerte del último forajido de Lou no le había conmocionado demasiado. Quizás a él le hubiese costado matarlo a sangre fría, aunque tampoco le daba mucha importancia a la vida de los demás. Había sido decisión de ella y a él le daba igual.

Finalmente, y en vista de que el jefe Tannen no tenía ninguna objeción con lo sucedido, Butcher agarró una de las maderas disponibles y continuó cavando alrededor del tesoro, para proceder después a empezar a cargar los caballos.

Ya hacía un tiempo que estaba vigilando a la nueva amiguita de Tannen. Sin saber muy bien de dónde, había aparecido con el jefe, invitándonos a ayudarla a encontrar un fabuloso tesoro que decía haber perdido su hermano. Ese que estaba en una banda, de la cual, el resto querrían recuperarlo y estuvieron persiguiéndonos gran parte del camino. Y luego estaba aquel tipo que nos había disparado días atrás y ahora había rematado a aquel forajido.

Algo raro había en todo aquello. Con cierto disimulo observé los movimientos y los gestos que la mujer iba haciendo.

Samuel no vio nada raro en la mujer a partir de ese instante. Tomó cada uno de los caballos de los asaltantes y los agrupó para luego atar todas sus riendas en un solo nudo. Aquellos caballos servirían para transportar el tesoro (aparte que dejarlos en tal desierto sería su muerte). Vosotros seguíais cargando el botín mientras se os hacía la boca agua.

Una vez cargásteis el botín en los caballo (Butcher se esmeró en ello, mientras que Samuel no dejaba de mirar a Sally con cierto resquemor), sentíais que habíais hecho el golpe de vuestra vida. Tras tantos encargos en los que Tannen os había metido éste parecía ser el definitivo, aquel que os jubilaría. Cualquiera diría que entonces ocurriría la mayor desgracia posible y perderíais de una u otra manera aquel botín; pero no, nada de eso ocurrió. Tannen tomó una de las monturas de los forajidos de Lou y le instaló sus alforjas, y así todos pudísteis regresar en una bestia por separado. Tres caballos seguían a la de Sally, los cuáles estaban anudados y podríais luego venderlos en Temperly. Tras pasar dos horas atravesando el desierto que antes habíais pisado para llegar hasta el lugar de la batalla, llegásteis de vuelta hasta la meseta a cierta altura donde por la tarde (ya había anochecido) divisásteis la columna de humo de la hoguera. Todos vosotros vigilábais tanto el tesoro moviéndose en vaivén sobre los lomos de uno de los caballos como las posibles amenazas que pudiera aproximarse.

Jim estaba exhausto. Tanto viaje, tanto caminar...Por suerte parecía que todo iba bien, que nada iba a impedir que ese tesoro pasara a sus manos sin impedimentos. ¿Soprendente? Un poco, pero ya se lo había ganado...

-Chicos...la columna de humo sigue ahí...deberiamos acelerar el paso, aunque nos cueste, por esta zona, y evitar problemas...-

Will no temía que Sally les traicionase con las armas de un hombre. Al fin y al cabo, ellos eran cuatro y había demasiada diferencia de fuerza. Pero en cambio sí que temía que la mujer tuviese preparado algún plan a última hora. Alguna maniobra en Temperly que los dejase fuera de juego en el último instante. Tenía que estar atento.

El grupo volvió a cabalgar de nuevo, pero esta vez con el entusiasmo renovado. Butcher casi no se lo podía ni creer. ¡Estaba a punto de ganar una auténtica fortuna! ¿Qué haría con tal cantidad de dinero?

Una cosa la tengo clara -dijo mientras el grupo iba cabalgando en fila india-, me vuelvo para el norte. Pero no a Utah no. A esa tierra de santurrones no vuelvo ni borracho.

Me iré para Idaho o quizás para Oregón. Estoy harto de comer gachas y pasta de avena, aquí ya no aguanto más.

Además, aún soy joven y seguro que se me levanta más fácil que a vosotros. Con todo este dinero pronto encontraré una buena mujer. Una que me ayude a llevar el rancho durante el día y que luego me caliente por la noche.

Ya os aviso de que no estáis invitados -dijo sonriendo y guiñando el ojo.

De pronto el grupo volvió a avistar esa columna de humo.

Estoy con Jim -dijo Butcher- no quería problemas de ida, y mucho menos ahora que ya tenemos el tesoro de Lou.

Cierto fue que no vi nada extraño en aquella mujer aunque no dejaba de mirarla. Algo me decía que nos iba a engañar en algún momento y eso me tenía un tanto nervioso. Después de pensarlo un rato, mientras cabalgábamos por el desierto de vuelta a Temperly, me decidí.

Avancé hasta ponerme un poco por detrás de la montura de Sally y desenfundé mi revólver. – Detén el caballo, Sally, levanta las manos y no hagas ninguna tontería. – Ordené a la mujer mientras la apuntaba sin parpadear.

Uhm... apuesto a que la encontrarás Butcher, o tal vez ella te encuentre a tí cuando sepan el oro que llevas encima, ja ja. Luego escuchó la propuesta de Jim. Puede que sean los rescoldos de las llamas de esa fogata, Jim -dijo el jefe-. Aparte, no sabemos si la hicieron esos malnacidos forajidos. Pero sí, debemos apretar el paso.

Acto seguido, Samuel hizo recular al caballo hasta ponerse cuidadosamente detrás de Sally. Entonces la apuntó y la advirtió.

¡Por todos los apaches!, Samuel, ¿qué coño estás haciendo? -todos giráteis los caballos sorprendidos por el encañomaniento-. ¡Baja el puto revólver!

Sally se giró entonces. No entendió en un principio qué pasada. Miró a Samuel, al revólver y soltó un alarido de sorpresa.

¡Samuel! -dijo sorprendida la mujer-.

Butcher se quedó boquiabierto al ver la escena.

Luego dejó escapar media sonrisa, al comprobar que él no era el único que sospechaba de que Sally les tuviera preparada alguna treta.

Aun así, la jugada de Samuel era muy arriesgada, sobre todo porqué estaba claro que no le había comentado nada al jefe Tannen.

Will no era mucho de hablar, al menos sobre las decisiones importantes. Él seguía las órdenes de McCurly y punto, por eso no dijo nada ahora, pero dentro de su cabecita se preguntaba si es que Samuel había visto alguna cosa que a los otros se escapaba.

“Bueno ahora ya está hecho. Vamos Samuel, ¿qué quieres hacer?”

La reacción de Tannen era la esperada. Pero de momento no era él quien me interesaba. - No me provoques, Tannen. No me fio de ésta mujer y no voy a dudar en disparar si me amenazas. Creo que está en juego mucho más que el dichoso dinero que llevamos. - Contesté a mi jefe sin dejar de apuntar a la mujer.

- Baja del caballo con mucho cuidado. Quiero que respondas unas preguntas pero te dispararé al primer movimiento que no me guste. Si no tienes nada que ocultar será un momento. Te pediré perdón y todos continuaremos como si no hubiese pasado nada. - Advertí a Sally sin dejar de apuntarla en ningún momento.

- Will, Jim. Vigilad bien por si vuelve a aparecer ese extraño que nos hemos encontrado ya un par de veces. - Ordené a mis compañeros.

Samuel parecía decidido. Había hecho oídos sordos a Tannen así que la cosa empezaba a ponerse más seria.

Will no tenía intención de enfrentarse a McCurly, pero opinaba que hacerle algunas preguntas a Sally no podía traer ningún daño.

Espoleó un poco su caballo y lo hizo girar un poco para poder atisbar bien a sus alrededores. Butcher no sentía ninguna deuda moral con el tirador, por más que le hubiese salvado la vida poco antes. Cada uno es responsable de sus actos y de los de nadie más, y a Will le parecía que ya había demasiada gente alrededor del tesoro de Lou.

El muchacho se fijó bien en el horizonte, sin dar la espalda en ningún momento a la discusión que agitaba sus compañeros de banda ahora mismo.

Aquella era la primera vez que Samuel hablaba de aquella manera a Tannen. El viejo era como un padre para vosotros, aunque jamás hizo falta reñiros. El jefe calló, mordiéndose los labios, sabiendo que Samuel se equivocaba. La mujer hizo un gesto de levantar las manos, y con cuidado hubo de bajarlas para apoyarse en los lomos del mismo. Estaba asustada, pero no dijo nada. No entendía a aquellos hombres, que tan pronto decidían ayudarla como a robarle, como parecía que estaba pasado.

Cuando Sally estuvo con las manos en alto en el suelo, Tannen habló.

¿Es que vas a robarnos, Samuel? ¿Es eso? ¿Piensas quedarnos sin caballos y largarte con las alforjas llenas? ¿Después de todo? -el jefe negaba con la cabeza, decepcionado- ¿Lo habéis visto, señores? -preguntó Tannen a Butcher y Jim-, no me puedo creer que tras años de golpes quieras atracarnos a ¡NOSOTROS! ¿Qué diantres te pasa?

Sally permanecía de pie, con las manos en alto.