Partida Rol por web

Irguió los hombros, intentando ocupar algo más de la vista (y atención) de Gregorio, así no se fijara tanto en los moros. Aunque pareciera tan simplón como cualquier aldeano, hasta un idiota los encontraría sospechosos. Pero bien pensado… podían ser también una excusa.

-Estos dos, son huéspedes del Conde. +respondió, sin faltar a la verdad+ Se ve que escucharon algunas historias y quieren conocer el cementerio de noche. Quizás también presentarle los respetos a la tumba del joven Fernando. ¿Podrías guiarnos y contarles algunos relatos de la zona? 

Inmediatamente a decir esto, acerco la cabeza un tanto al sepulturero, añadiendo unas palabras+ Te compensare la molestia… Que lo pasen bien, así puedo irme a la taberna de una jodida vez…+susurro en confianza, mientras guiñaba un ojo.

Si le pareció extraño todo aquello en un principio, más se extrañó cuando escuchó a Miquel. Si los moros eran invitados del conde, cosa que no dudaba pues de no ser así probablemente hubieran sido ya colgados del cuello, debían saber que la tumba de don Fernando se hallaba en la propia torre del homenaje.

─Habéis errado pues en destino. Los restos del señorito don Fernando guardan reposo en la segunda planta de la torre ─cualquier habitante de Zuheros sabía aquello ─La hora tardía es. Credo debéis marchar pues aqueste non es lugar de visita et recreo. ─Se irguió entonces, y adoptando una postura menos sumisa apoyó el cabo de su pico en su hombro. Parecía ya dudar incluso de Miquel y su pertenencia a la guardia.

─Aquí non hay nada que ver. Marchad a la taberna et quizá allí vos cuenten esos relatos que anhelais.

Miquel había metido la pata. No es que fuese rencorosa, pero me alegraba ver que también se equivocaba y que podía poner en riesgo toda esa especie de investigación. Me acerqué a donde se encontraba el sepulturero, con cuidado de pisar en tierra firme y no en un agujero. Quizá pudiese llegar yo más allá que el marinero con mis encantos. De algo debían de servirme, a parte de para atraer las miradas de despreció de ese hombre. Al fin y al cabo, gracias a ella habían conseguido esa información, y no gracias a los otros dos.

-Estáis haciendo un espléndido trabajo. Sentimos interrumpirlo. Nos dijeron que vos eráis el mejor conocedor de la historia de este lugar, pero si no tenéis tiempo... - di unos pasos atrás - Quizá podríamos invitaros a cerveza o vino en la taberna - niega con la cabeza -. Mejor no... no queremos entorpecer vuestro importante trabajo.

Se aleja unos pasos, quizá haya funcionado.

─Eso eso. Marchad et dejadme con lo mío. ─respondió toscamente.

Esta claro que el sepulturero no va a atender a razones, palabrería o encantos de mujer. Si queréis sacar algo en claro de él tendréis que usar métodos más expeditivos.

No me gustaban los métodos de los cristianos, en nada. Suponía que a ellos tampoco los nuestros. Pero era rara la actitud de aquel hombre.

— Gregorio. Escuche, buen hombre. ¿Le gustan los nabos?

Esperaba tomarle a contragolpe, pues por lo que había dicho aquel muchacho, el sepulturero había ido a por nabos de la huerta de Tobías, justo cuando apareció la daga. Quizá ese recuerdo despertase en él un deje de culpabilidad por el que poder acosar a aquel hombre y saber todo lo que él sabía.

─Prefiero los bujeros ─respondió con sorna, pues el moro parecía con lo de "nabos" haberse referido a otra cosa.

Entonces se encaminó hacia vosotros pico en mano ─¡Vamos, vamos! id ahuecando el ala que aquí non habéis nada de fazer.

Parecía nervioso, eso si. A un tipo como aquel no le debían visitar amenudo. Quizá fuera eso lo que le hiciera estar incómodo con vuestra presencia. El hecho es que se le empieza a ver cada vez más ansioso e impaciente, y no dudáis que de un momento a otro, si no os marcháis, sea capaz de alzar el pico y estrellaroslo en la cabeza.

Se humedeció los labios. Que tipo tan desconfiado e irracional. Cualquier persona más normal hubiera prestado atención a las monedas a fin de cuentas…

Miquel solo alzo una ceja cuando aquel tipo alzo el pico, mirándole fijamente a los ojos.

-Eso sería un error bastante estúpido. +le señalo en tono calculado y seco+ Si pretendes atacar a un guardia, espero que tengas cavada ya tu propia tumba. ¿No creerás que mis compañeros lo dejaran pasar, o si?

No hacía falta mencionar al conde. La misma guardia ya tenía su propia reputación entre la gente común. Aunque el comentario realmente iba con doble intención… El marinero entrecerró los ojos.

-Piénsalo muy bien. Puedes ganar unas monedas o una hoja en tu vientre. ¿Que suena mejor?

La elección entre los dos tipos de metales; sonante o filoso, era clara para cualquiera en su sano juicio, y al parecer el sepulturero, lo estaba.

─Dejaos de rodeos, pues ─dice mientras extiende su mano esperando recibir lo prometido ─decid que queredes de mi, et non me vengáis con sandeces como la que habéisme contado antes de las historias.

Levanté el caftán y dejé brillar a la luz de la luna el cuadrillo plateado de la ballesta. Hermosa arma capaz de matar a un hombre grande y fornido a esa distancia. Ya lo había comprobado.

Di un paso al frente y me abrí un huecon entre Miquel y Amira, a la que puse un poco detrás pues las cosas tornaban feas.

— Gregorio ¿qué habéis hecho con los cadáveres? ¿Por qué las fosas están vacías y sin restos? ¡Hablad ahora u ocuparéis pronto uno los agujeros, por Alá que os lo juro!

Y disparé alto, para amedrentar al hombre, mientras cargaba de nuevo el arma con la mirada dura. Incluso a los sabios y tranquilos como a mi, se nos acababa la paciencia.

─¡Dejadme en paz! ─Grita el sepulturero cuando se ve descubierto y acorralado. Y tras afectuar Othmán un primer disparo de advertencia, Gregorio aprovecha el momento en el que está recargando la ballesta para lanzaros su pico con una rabia y fuerza brutal.

Conseguís esquivar la improvisada arma arrojadiza, momento en el que el sepulturero inicia una vertiginosa huida hacia la oscuridad...

Le habíamos pillado. Mencionar las fosas vacías había sido el detonante para que el sepulturero se derrumbase y saliese corriendo como alma que lleva el demonio. El marinero parecía más pendiente de sacar las monedas para comprar al hombre y Othmán estaba más entretenido en volver a cargar la ballesta así que la única opción que quedaba era que saliese corriendo de detrás de los dos hombres para darle alcance. 

Quizá ahora si hablase sobre lo que teníamos todos entre manos. Salí en pos de él, tratando de evitar obstáculos y fosas y le di alcance. No era muy apropiado de una mujer, pero tuve que pararle haciéndole caer al suelo de forma poco decorosa, pero una vez ahí, llamé a los otros para que fuesen ellos los que mantuviesen su presa. Ahora no podía escapar. Tendría que responder a sus preguntas.

-Creo que ocultas algo, sepulturero. No es propia esta reacción de alguien honesto.

Fue Amira quien reaccionó más rápido y en un alarde de valentía o estupidez, que en muchas ocaciones difícil es discernir que adjetivo aplicar, corrió sin pensar tras el sepulturero.

─¡Soltadme, barragana! ─gritó este desesperado mientras sacaba algo de entre sus raidos y apestosos harapos. Pronto obtuvo respuesta Amira a su pregunta, pues lo que éste escondía brilló con intenso destello metallico a la luz de la luna; un viejo y oxidado cuchillo que se dirigía directo al hermoso cuerpo de la Qaina...

Había atrapado a ese hombre y ahora sacaba de sus harapos un arma aun más andrajosa, pero no menos peligroso. Incluso podía serlo más debido al óxido que se acumulaba en su hoja. Aquello era demasiado peligroso para alguien como yo, que solo sabía bailar. Por suerte, los reflejos y la agilidad que había ganado durante todos esos años de bailes y prácticas me sirvieron en ese momento para ver la hoja e intentar evitarla con todas mis fuerzas.

Todos harían muchas preguntas si aparecía herida, y no precisamente por mi ocupación. Deseé que los dos hombres que me acompañaban se dieran prisa en llegar.

Aunque suspirando, Miquel llevo la mano a su cinto despacio. Ya se veía con la bolsa aún más mermada,… y recién empezaba la noche. Maldita suerte. Parecía que todo se empeñaba en trabarle el viaje que tanto anhelaba. O al menos una pronta llegada a la taberna y sus delicias…

No pudo menos que alzar una ceja y mirar de lado, cuando el moro salto a amenazar al sepulturero, acabando con las chances de solucionar eso por las buenas. Encima esto. El que se esforzaba por ahorrarles problemas y ellos… era… La mente se le puso en blanco un momento (o mejor dicho se llenó de insultos relativos a la progenitora del ballestero), el mismo instante que aprovecho Gregorio para intentar escapar.

Bien. Correr tras de alguien por un cementerio al anochecer. Casi poético. Al menos no les perseguían a ellos, lo cual era algo… Miquel salió de su estupefacción lentamente, mientras la qaina, en algún frenesí histérico, se adelantaba a por el sepulturero. La siguió desde luego, aunque demoro en lo que sus pies se ponían de acuerdo con la cabeza. Qué demonios, lo suyo era una cubierta, no andar corriendo por tierra…

Como varias veces durante el día, se volvió a preguntar qué estaba haciendo realmente. Ojala lo supiera. Ojala alguien supiera algo. O Isabela no sería la única razón por la que bebería esta noche

Amira consigue milagrosamente evitar la sucia puñalada que el sepulturero le pretende asestar. En ese momento llegan Miquel y Othman que a la carrera, quienes como los protagonistas de una novela caballeresca, se disponen a salvar a la dama en apuros.

Mientras corría desenfundo su bracamante, mirando las dos figuras que les habían ganado terreno. Maldita sea… Los problemas que esto causaría bien podían pesarle en el cuello.

Trato de no pensar en eso de momento. Lo importante era tranquilizar al sepulturero, por las buenas o por las malas. Incluso la desaparición de un tipo tan retorcido seria fácilmente notada en el pueblito, y toda clase de preguntas saldrían a rodar…

Lo mejor sería reservar el hierro para después, así que busco ponerse a su espalda. Si lograba darle un buen empujón y hacerlo trastabillar. Si lo sometían a lo mejor recobraba un poco de cordura.