Partida Rol por web

Estrela se interpone ante un mozo que carga con esfuerzo un cubo de agua en dirección a las caballerías. Es un chico asustadizo que apenas ha entrado en la adolescencia. Al cortarle el paso, da un respingo y está a punto de dejar caer el cubo. Se sonroja, pide perdón varias veces y os pregunta en qué puede ayudaros.

Cuando le preguntáis por Ahmen, contesta:

-No lo conozco, no, yo no sé nada.

Aunque con lo nervioso que está, no os queda claro si es que no lo conoce o los propios nervios le provocan el olvido.

¿Que te pasa, joven? Pareciera que tuvieras demasiada por hacer las tareas del hogar en este castillo -le repuse, intentando discernir si lo que mascullaba era verdad o mentira-. Hablad de lo que sucede aquí, que noto el lugar demasiado agitado. Algo hemos oído del vuestro y buen gran señor, ¿pero acaso sus criados preparan algún festejo? ¿tal vez algo que quiera mostrar el señor de Zuheros?

La empatía de Estrela le permite deducir que a pesar de su corta edad, el mozo tiene muchos golpes a sus espaldas e incluso algún que otro latigado y se cuida muy bien de contar nada a desconocidos que bien pueden ser informadores de su señor.

Este tipo de jovenes no se arriesgan a soltar la lengua si no es por unos buenos maravedíes. Y la mayoría de las veces tampoco tienen nada valioso que contar, por lo que ofrecerles dinero suele ser mala inversión. Aunque nunca se sabe.

Mucho me temo señora que la lengua de este mozo esta pegada al paladar a base de palos- le comento en voz baja a Estrela - Paresceme a mi que el señor de este castillo gusta de maltratar a sus siervos et que mal negocio haríamos en quedarnos en el mismo et servir a noble que guste de tales practicas. Aunque lo mejor será que lo veamos por nuestros propios ojos, que non podemos fiarnos de la opinión de los siervos que por muy bueno que sea el amo, siempre tendran de que quejarse

Miro enrededor et fijome en el resto de mozos et siervos del castillo que se afanan en sus tareas. Ahora que hemos visto que este tiene las marcas del rigor de su señor en la espalda, me fijo si el resto parecen moverse con pesadez y con señales de haber sido maltratados tambien, et si en sus miradas a miedo o desconfianza

Gracias, iremos al interior, Eric entra con su familia al castillo y decide dar una vuelta por el patio, preguntara por los lugareños intentando recabar informacion.

Asentí, dejando que el criado se marchara.

Así es Edorta. Tiempo ha que no veía tal miedo, miedo encontrado dentro de estas gentes -respondí. El pesar del señor de Zuheros debe ser grande si trata así a sus gentes, mas no está justificado. Iremos a verle, mas no te preocupes, no dejaremos que nos trate así. Ata aquí a la mula y sube conmigo, presto.

Y dándole unos minutos de margen mientras echaba una última mirada en derredor, procedí con mi siervo a ir a ver al dueño del castillo (a quien mis compañeros ya habrían visitado antes que nos seguramente).

No me inmuté ante la respuesta del soldado, que debía andar esperando de Estrela lo mismo que el resto: el cobijo de sus carnes, el calor del lecho, y el sacie de los instintos. La mujer tomó otro camino, y por mi, como si se iba al infierno. Hice un gesto de saludo al soldado con la testa, y me puse en marcha hacia la torre del homenaje, pensando que aquello, en verdad, podía ser la peor de las ideas. Quizá el señor no quisiere el servicio de nadie, y más valiere tomar las de villadiego en ese preciso momento. Empero, habida cuenta de la suerte que me esperaba en el ancho mundo, más me valdría encontrar el modo de juntar unos dineros, y ya que estaba en Zuheros, porqué no hacerlo allí. Así pues, encaminé mis pasos hacia la torre, y que Dios proveyere en tan aciaga hora...

El portón da paso al patio de armas, tras el que se encuentra la imponente torre del homenaje. En torno al patio de armas hay pequeños edificios de madera que dotan de autonomía al castillo como si se tratase de una ciudad en miniatura. Hay caballerizas, bodegas, almacenes y hasta una pequeña herrería. No faltan las cocinas y un horno donde los aldeanos cuecen su pan. Como es normal, a esta hora hay bastante movimiento de unos y otros, cada cual afanandose en sus tareas.

Llegas a una gran torre, de mayor tamaño que las demás y que se eleva tres niveles sobre el suelo. En la puerta de la torre encuentras a un soldado similar al que viste en el portón y que te hace la misma pregunta. Ante tu respuesta te pide que esperes mientras llama a su capitán. Que resulta ser un hombre fuerte y de más edad que los soldados. Las cicatrices en la mano y en la cara indican que es un guerrero experimentado. Con una voz grave y potente te pregunta:

https://www.dropbox.com/s/x7kb77ldgv9kv9v/125a.png...

https://www.dropbox.com/s/xpj1cill1dupbja/125b.png...

El portón da paso al patio de armas, tras el que se encuentra la imponente torre del homenaje. En torno al patio de armas hay pequeños edificios de madera que dotan de autonomía al castillo como si se tratase de una ciudad en miniatura. Hay caballerizas, bodegas, almacenes y hasta una pequeña herrería. No faltan las cocinas y un horno donde los aldeanos cuecen su pan. Como es normal, a esta hora hay bastante movimiento de unos y otros, cada cual afanandose en sus tareas.

¿A quién te diriges y qué le preguntas?

Llegáis a una gran torre, de mayor tamaño que las demás y que se eleva tres niveles sobre el suelo. En la puerta de la torre encuentráis un soldado similar al que vistéis en el portón y que os hace la misma pregunta. Ante vuestra respuesta os pide que esperéis mientras llama a su capitán que resulta ser un hombre fuerte y de más edad que los soldados. Las cicatrices en la mano y en la cara indican que es un guerrero experimentado. Con una voz grave y potente te pregunta:

-Queréis ver al señor de Zuheros pero ¿Por qué querría él veros a vosotros. ¿A qué habéis venido?¿Acaso sois nobles buscando hospitalidad?  Aunque desde luego, no lo paresceis. ¿Quizá queréis poneros a su servicio o instalaros en sus tierras? Hablad, no tengo todo el día.

Eric pide que los niños no se alejen demasiado y aprovecha la tranquilidad para acercarse a las cocinas a recabar informacion, siempre es buen sabido que ahi uno se entera de todo.

Levanté pues la mano para evitar que Edorta me presentara. Lo hacía desde que nos conocimos con notable orgullo, pero era menester que ante tales palabras una sacara pecho y rostro.

Buenos días, la hospitalidad ya nos la han dado las gentes aldeanas de Zuheros -respondí al capitán, que parecía no saber tratar a las damas como merecíanse-. Por ende que aquí mi siervo et yo, Estrela Medeiros, venimos a ofrecer sabiduría desde lejos. Soy docta por licenciatura en medicina, y vengo de Portugal para aún saber más en éstas tierras y ayudar a quien quisiera ser ayudado, válgase dicho. Buscando estoy las tierras de vuestros señor a cierto hombre, y ya puestos, que como le digo, quizá su señor Don Pedro quiera aliviar alguna dolencia. ¿Tenéis alguna pega en eso, buen señor? -dije con algún tipo de descaro y sorna-.

Viendo que me tomaban por soldado, me dejé guiar hasta el señor del lugar, confiando en que éste apreciara a mi persona, y así ganar su favor un tiempo. Luego, al escuchar la historia que contaba, pensé que en verdad el señor podría ver en mis talentos una auténtica mina. Y es que, si quería sembrar el terror entre las gentes, nadie mejor que yo habría de servirle.

- He caminado estas fronteras al servicio d'os senyores. - dije, sin dar mucho pie a engaños - Non tiémblame el pulso al blandir el acero. - añadí, escueto - Mas, en lo que en verdad soy diestro, est en segar la vida d'os que importunan a quienes me pagan. Et, con lo que dizedes, bien puedo yo servirvos, si es la vostra voluntad.

Dicho aquello, callé, y esperé nuevas palabras. Sin duda aquel señor enloquecido y llevado por la ira apreciaría la presencia de un hombre como yo por estos lares.

Al entrar en las cocinas hallas a una jóven que sin ser fea, tampoco es atractiva. Lleva el pelo recogido en una larga trenza negra, el rostro salpicado de pecas, una naricilla pequeña y los dientes ligeramente torcidos.

Se afana en fregar los utensilios de cocina en un cubo de agua.

Cuando entras, levanta una mirada pero luego vuelve a su tarea y no te presta atención hasta que te diriges a ella.

Los ojos de Gonzalo se abren con sorpresa y satisfacción. - Llegas en un momento inmejorable pues hace unos días, estando de cacería, uno de los mejores corceles de mi señor don Pedro sufrió una herida en una de sus patas y no sabemos si debemos sacrificarlo. Quizá la herida tenga una cura sencilla que desconocemos.

Llama a uno de los soldados y le ordena que te guíe a los establos, donde llevan hasta un ejemplar magnífico. El caballo se pone nervioso y empieza a piafar cuando te acercas.

Por otro lado, cuando Edorta hace ademán de seguir a Estrela, don Pedro le detiene.

- Tú quédate.

Y una vez a solas le dice: - Es posible que permita quedarse a tu señora pero y tú, ¿de qué me sirves?¿Qué sabes hacer que justifique que te comas las provisiones del castillo?

Ves como don Pedro esboza una sonrisa en la oscuridad de su asiento.

-Entrarás a mi servicio como guardia. Compartiras con los demás soldados responsabilidades y pago. Hazte merecedor de la confianza que deposito en tí. Y quien sabe, si la ocasión lo requiere, tal vez necesite de tus otras habilidades. Si demuestras valer más que los demás soldados, serás tratado de acuerdo a tu valía. Soy un señor justo y puedo ser generoso.

Te despides de don Pedro y el capitán se hace cargo de tí. Te explica que el hombre que acompañaba a don Pedro es su mayordomo, Gonzalo, que toma muchas de las decisiones en el castillo en nombre de su señor. Es Gonzalo el que organiza las tareas y se encarga de la recaudación a los siervos. Te muestra la estancia donde dormirás, es un dormitorio común para todos los guardias, aunque sobra espacio porque contigo no completáis una docena.

Te pregunta si necesitas equipo. Mientras estés al servicio del señor de Zuheros, él se encargará de que estés equipado. Tienen gambesones de curo y capacetes de cuero para ofrecerte. También te ofrece una lanza si la requieres.

No pude más que mostrar mi agradecimiento a don Pedro por su deferencia.

- Gracies, mi senyor. - dije, y nada más añadí.

Luego acudí con el capitán, esperando de él sus instrucciones, pues claro estaba que, por el momento, con servir me habría de contentar. En verdad no era yo hombre que gustara de la disciplina militar, y sentíame malgastado en tareas tan simples. Pero tiempo habría de hallar mi hueco. Y, por lo pronto, aquello me evitaría el tener que andar vagando los caminos, y quién sabe si me salvaría de alguna mirada indiscreta.

- Parésceme que habremos de entendernos. - dije al capitán, en tanto husmeaba entre los enseres de que disponían. En verdad, nada de aquello necesitaba, mas cogí una lanza*, que con tal parecería más soldado entre los soldados.

saludos buena mujer, Me llamo Eric, venia a presentarme delante del señor, pero por lo que he presenciado, las cosas no van demaisado bien, pense que un lugar como la cocina seria un buen sitio de recabar informacion y no cometer algun infortunio delante del señor, seria usted buena samaritana y informarme?

uno de los mejores corceles de mi señor don Pedro sufrió una herida

Ughh! Pienso!! Por Dios bendito que no tenga yo que acercarme a una de esas bestias malolientes. Espero que la Señora se apañe ella sola. 

Me dispongo a acompañar a Estrela en direccion a las cuadras cuando noto que el tal Gonzalo le detiene con un gesto

- Tú quédate. y tú, ¿de qué me sirves?¿Qué sabes hacer que justifique que te comas las provisiones del castillo?

-Se...se....señor, yo soy un excelente sirviente. Busco plantas en el monte para las melecinas de mi señora et mantengo en orden todo su equipaje et la sirvo. Mas llevo sirviendo a gente noble et de bien desde que tengo conocimiento. Puedo ayudar en el servicio del castillo, servir la comida, mantener todo limpio. Se tratar con el respeto y decoro debido al mas ilustre invitado. Ademas soy un eficiente ebanista et durante mucho tiempo en el palacio de Villena hice labores de reparacion de carros, muebles y aparejos. Deje que se lo demuestre señor, deme una oportunidad.....

Don Pedro y Gonzalo intercambian una mirada de satisfacción. Es Gonzalo el que te dirige la palabra entonces:

-Artesano decís, nada menos que ebanista. En el castillo tenemos algunos peones capaces de hacer algún arreglo pero sin apenas conocimientos del oficio. No nos vendría nada mal un ebanista de verdad que dirigiese los arreglos del castillo. Pero antes tendrás que demostrar tu oficio. Tenemos varias ruedas de carro que están esperando reparación desde hace unos meses, si haces un buen trabajo don Pedro te permitirá entrar a su servicio y quedarte aquí el tiempo que tu ama decida que os quedéis.

Un soldado te acompaña hasta una habitación en la que hay un montón de utensilios de carpintero entre los que puedes elegir los que consideras que necesitas. Una vez elegidos, te lleva al establo y saca tres ruedas de carro que necesitan ser reparadas.