Partida Rol por web

-¡NDZTÁZ, JPUTAWBÓN! -grita, en mitad del aparcamiento.

-El bastardo hijo de la gran chingada que le ha robado la droga a Oxycode ha huido por la puerta de atrás mientras esos dos panolis me estaban distrayendo -repite para sus adentros.

Sus ojos recorren con avidez el perímetro, buscando a su presa.

- Julius, ¿podrías intentar convencerles por las buenas? – preguntó BB mientras se fijaba en quien podría ser el jefe de aquella banda. Si podía convencerle de que no merecía la pena perder el tiempo con ellos quizás se pudiera llevar al resto con él.  

En estos momentos BB se alegraba mucho de ser invisible. 

Julius suspiró ante el comentario de Beth y, tras trazar unos símbolos en el aire con el dedo, sonrió ampliamente al grupo. Se levantó y salió de la furgoneta con paso decidido, encarándose a esos matones con las manos guardadas en los bolsillos.

-Bueno, bueno... Perdonad a mi amigo, dice lo que piensa igual de rápido que acelera.-Empezó con una leve broma para intentar calmar los ánimos-Os pido por favor que nos dejéis pasar, tenemos algo de prisa y...-Miró hacia atrás comprobando que el orco ese aún no estuviera ahí-Todos sabemos que una paliza aquí será muy mala para el negocio de ahí detrás. Menos gente, la que queda será la peor... Y todos buscarán el culpable que dejó su precioso antro así. Vuestras motos son agradables a la vista, y prefiero ver eso a una calle vacía.

Hay hasta siete tipos con cazadoras negras con las letras "BMB" estampadas en rojo imitando una caligrafía hecha con salpicaduras de sangre. Ninguno de ellos es despertado, como algunos de los otros tipos del Discordia. A simple vista dirías que no tienen nada que ver por lo que deben pertenecer a bandas diferentes. Tampoco identificas a ninguno como líder, pues o bien no destaca demasiado entre ellos o ni siquiera se encuentra presente. 

Tienen una corpulencia normal, bien definida pero no fuera de lo común, propia de la gente callejera que acostumbra a realizar trabajos pesados y a entrenar habitualmente en un gimnasio o un garaje para parecer lo más musculoso posible.

Alguno de ellos lleva algún datajack, seguramente para conectarse a su motos. Otros presentan algún cyberimplante menor en los brazos, seguramente a causa de una lesión o perdida total por una caída en la carretera.

Aparentemente no llevan armas armas visibles y sus auras transmiten la inequívoca emoción del odio y deseo de destruir que anteceden un linchamiento callejero a base de botas y puños. 

Julius consigue cuanto menos llamar la atención de todo el grupo. En un primer momento ya quedan sorprendidos por su magnética presencia conforme se acerca, casual, con las manos en los bolsillos en mitad del oscuro y húmedo aparcamiento. Los ojos vivos y llenos de convicción brillan incluso a contraluz de los neones del Discordia, y algo se grava detrás de las cabezas afeitadas o greñudas de los pandilleros: "este no es un tipo cualquiera" 

Uno de ellos apura con frugalidad su cerveza sin dejar de contemplarle y acto seguido lanza con energía la botella vacía contra la furgoneta. Jax la esquiva por poco, cubriéndose la cara, sin quedar nada claro si el tiro ha ido a por él y ha fallado o simplemente era un acto simbólico en respuesta a Julius que se podría traducir como "¿Sí? ¡Qué de jodan!" 

Uno de ellos se aleja dos pasos del grupo en dirección a Julius e imita su postura con las manos en los bolsillos pero sin conseguir la misma clase. Es una actitud provocadora y chulesca sacando pecho y levantando el mentón -¿Y tu quién coño eres payaso?-  

Lleva la mitad de la cabeza totalmente afeitada y la otra mitad luce una melena rojiza repeinada hacia atrás. Tiene unas facciones atractivas y resulta bastante guapo para tratarse de un machaca aún con una especie de prótesis estética que hace parecer que tenga los dientes brillantes y metálicos.   

Jax lanza al mismo tiempo una maldición entrecerrando los dientes -¡Me cago'en la puta!- Acto seguido se encara con el grupo visiblemente enfadado pero impotente. Extiende los brazos abiertos mostrando su indefensa posición -¡Ya os vale tíos! No os hemos hecho nada, solo os pido que nos dejéis irnos en paz. Os estáis pasando un huevo- Acto seguido también mira con alivio a Julius. Su mirada transmite un claro "Esto no pinta nada bien, colega" 

Otra botella sale volando desde atrás que se estrella igual que la primera. La Bulldog, una furgoneta blindada preparada para resistir en movimiento una ráfaga de fuego sostenido con un calibre de hasta 15mm sin mucho problema apenas lo nota.

-¡Vete a tomar por el culo elfo de mierda!- Otro tipo, rapado y con una línea oscura de dos dedos bajo los ojos se acerca a Jax apuntándolo con el dedo mientras sus colegas le animan a que le parta la cara. Jax a su vez hace acopio de resistencia para seguir con los brazos extendidos con su beatifica postura de "no-pelea" mientras este le clava el índice y le obliga a recular hasta chocar con otro vehículo aparcado al lado. 

-¡Deberias poner las noticias en vez de comer tantas galletas puto keeb de mierda!- Los empujones con el dedo dan paso a manotazos que a su vez dan paso a un par de dolorosas patadas en las rodillas. Jax aguanta estoicamente y aunque procede a protegerse no está preparado para el siguiente golpe -...¡Así se te metería en tu cabeza de follaárboles que o os piráis cagando leches al bosque o os rebentaremos la cara a todos!- Acto seguido le agarra para lanzarlo al suelo y empieza a patearle las costillas sin piedad.

Vargaz no encuentra a nadie en la parte trasera del aparcamiento. Los instantes pasan uno tras otro con el orco ahí plantado al ritmo de una irregular luz del aparcamiento que zumba intermitentemente iluminando el entorno. La suave brisa trae un viento fresco pero agradable y con la puerta cerrada la música distorsionada del Discordia es apenas un rumor contenido. 

-¡Eh, tú! ¿Qué es esa clase de comportamiento tan incívico? Debería darte vergüenza tratar a otro metahumano de esta forma en pleno 2075; los elfos merecen el mismo respeto que cualquier humano y para tu información te diré que mi amigo no se ha comido ni una sola galleta desde que lo conocí anoche. -Termina de reprocharle Glitch muy furioso después de moverse hacia el motero para reducirlo.

Glich avanza con su unidad KK en un imparable trote mucho más preciso y atlético de lo habitual y consigue embrazar al pandillero que, en un segundo, se ve inmovilizado en una literal tenaza de hierro. Sorprendido, intenta zafarse de la presa entre maldiciones, dando un par de codazos a Glitch pero el resultado es como pegarle a un muro de 100 kilos de acero, aluminio, goma y bioplásticos de alta resistencia.

-¡Que coñ- ¡Suéltame!- Exige ante la frustración de no poder salir de ninguna forma- Os voy a matar hijo d- Es entonces cuando su cara queda justo por debajo de la de Glitch y el pandillero traga saliva sintiendo como una gota de sudor cae por su rapada cabeza a causa del esfuerzo. La unidad de construcción KK tiene un rostro más antropomórfico que humanoide, y no es fácil sostenerle la mirada a un androide con sensores en lugar de ojos hiperrealistas mientras te rodean unos brazos capaces de doblar estructuras de metal sin el menor problema.

El orco se impacienta, recorriendo el aparcamiento de un lado para otro.

-¡No puede haberse esfumado! -gruñe para sus adentros-. Lo vi salir cuando la chica se hizo invisible. ¿No?

Le parece escuchar ruidos desde el otro extremo, frente a la puerta principal, pero no son asunto suyo...

Vargaz mira a uno y otro lado, confundido.

-Joder, ¡aquí no hay nadie! El cabrón que le había robado la droga a Oxycode...

-Un momento. El cabrón...

Sacude la cabeza, furioso.

-¿¿¿Pro kékjones???

Se la golpea con la palma de la mano, como para espantar el molesto pensamiento. Contra todo pronóstico, el clásico remedio para el hardware defectuoso parece dar resultado, y el mantra no solo desaparece de su cabeza, sino que es progresivamente reemplazado por la sensación de que algo no encaja.

-La chica. Esos panolis me...

-¡WTFAK, PTOS MAGOS JUEPUTAS!

Vuelve a examinar la escena, que ahora parece cobrar más sentido, y se percata de que hay una pequeña bronca en ciernes en la parte delantera. Con un poco de suerte, es posible que estén peleándose entre sí, como buitres, o que alguien les esté dando su merecido...

Y si no...

Bueno, alguien habrá por ahí para descargar un poco de la mala hostia que lleva encima.

La cosa no pintaba excesivamente mal, salvo por el hecho de que querían largarse antes de que llegara el orco que no tardaría mucho en darse cuenta que el quaterback no estaba allí atrás y decidiese venir a buscarlo por la siguiente vía de escape más obvia. Si aparecía por aquí quizás podría contribuir a hacer más creíble su ilusión… así que Beth decidió esperar unos instantes antes de lanzar su hechizo. ¡Ahí estaba asomando!

Entonces los moteros pudieron ver como Vargaz asomaba por la esquina acompañado de una docena y media de orcos, al menos más de dos orcos por cada uno de esos motoristas.

- ¡JPUTAWBÓN, KHAZEIH KNMIZKOLGZ! ¡OZ LRGIZ ANTZ QZREVNTMOZ, WBÓNZ! – gritó un Vargaz cabreado enarbolando su palanqueta de la que comenzaban a salir unas chipas azules y púrpuras, claro y evidente signo de que iba a realizar un hechizo, y es que al fin y al cabo la ley de la calle era geek the mage first.

La luz del aparcamiento da unos destellos intermitentes con una cadencia más rápida de lo habitual y, tras un zumbido, aparecen al instante estroboscópico una quincena de figuras orcoides que avanzan salidos literalmente de la oscuridad, sombríos y con evidente descontento ante la situación que han presenciado.

Los pandilleros se giran al verse con esos tipos tan cerca y, durante un instante, la confusión otorga una breve calma antes de que la situación estalle violentamente. Todo son gritos. Algunos de confusión entre ellos, otros de bravuconadas e insultos hacia los orcos de alguien que quiere salir de la pelea demostrando que no ha sido intimidado. A pesar de sus esfuerzos se les nota nerviosos, muchos han sacado varias armas cortas o en forma de palos para dar a entender que están listos para la fiesta. 

Sin embargo, lo que ya no se pueden esperar es que en ese momento Vargaz aparece entre los coches arremolinando el viento a su alrededor y con una mano alzada que no deja de crepitar chispas mientras pronuncia palabras arcanas sin sentido. Sin duda, es una versión mucho más ostentosa de lo que realmente sería lanzar el mismo hechizo, pero los pandilleros captan la idea perfectamente. El brutal orco con los ojos en blanco que lanza rayos está a punto de hacerles algo mágico y todo el mundo sabe como terminan estas cosas. Por lo general, el agente forense que viene después casi nunca dibuja con tiza un contorno "humano". 

Eso pincha la burbuja. Alguno de ellos saca un arma y dispara pero, para su horror, el proyectil atraviesa la ilusión añadiendo más tensión al asunto. Por ahora siguen pensando que se trata de una protección mágica y se chillan los unos a los otros. Los orcos no golpean a nadie pero bien amenazan con hacerlo ahora que casi están rodeándoos y el tipo con la cabeza rapada sigue dejándose los codos en golpear a Glitch para zafarse de su tenaza de acero.   

Bueeeeeenoooooo… no se iban los jodíos. Había que reconocerles que le echaban huevos. Habría esperado que una banda de orcos del doble de su tamaño con un orco mago les haría salir con el rabo entre las patas… Habría que subir las apuestas.

La ilusión del Vargaz mago lanzó una bola de electricidad al grupo de moteros centrada en ellos evitando que alcanzara las motos. No quería fastidiarlas, quería dejarles una vía de escape rápida para que los dejaran en paz, pero confiaba en que sus pistolas tecnológicas dejarían de funcionar con la sobrecarga de electricidad.

Inmediatamente la ilusión del Vargaz mago lanzó una segunda bola de electricidad similar a la anterior con la misma pericia.

- ¡EZO HNZIO DOZ AVZOZ, PNDJOZ!

A ver si con esto se marchaban…

Entonces volvió su atención al Vargaz real. Tenía que cambiar la ilusión en cuanto entrara en el área de efecto. En ese momento la banda de orcos desaparecerían, el Vargaz mago se fundirían con el Vargaz real y Vargaz vería como el motero más alejado tenía el paquete de las drogas, con suerte sería eso lo que estaba buscando y sería suficiente para entretenerlo. Si lograba alcanzar a ese motero la ilusión haría parecer que lograba pasarle el paquete de droga a otro motero. Todo ello si los moteros no se marchaban antes… ojala se marcharan antes.

Mientras forcejea con el pandillero Glitch piensa para sus adentros el escarmiento que piensa darle cuando detecta las explosiones eléctricas seguidas de un disparo. Aterrado, lanza el tipo que tenia agarrado al suelo y desenfunda su arma buscando la amenaza hasta que percibe a los orcos y los moteros enfrentados. Un poco mas sereno al ver que no era el centro de atención, se aleja del encuentro caminando lo mas lentamente posible hacia la furgoneta cuidándose de no apuntar a nadie.

-Cáspita, ¿qué ha pasado aquí?- Glitch revisa los últimos segundos de grabación de sus sensores y escucha las palabras del orco. -¿MacCallister es mago? ¡Y ha dicho que soy uno de sus colegas!

El elfo observó el precioso espectáculo que se estaba desatando delante suyo lentamente retirándose hacia la furgoneta. La mitad de las cosas no le cuadraban, mucho menos en esa situación, pero cualquier distracción era útil en ese momento. Se cruzó de brazos y se colocó a la altura de sus compañeros para no dar la impresión de cobarde, esbozando una leve sonrisa al saber que no acabaría incrustado en el asfalto.

El orco de verdad. El único e imitable VARGAZ. El que no hace magia, ni se entera de qué está pasando... aparece finalmente en escena.

-¡KGNLPUTA, AHISTÁN, FKIN WEBONES!

Acelera el paso en dirección a...

-¿Qué mierda está pasando ahí? Bueno, no importa... esos panolis me han distraído y... ¡¡¡GRRRRRRRR!!!

Si no estuviera siempre furioso, le enfurecería que la frase se repitiese todavía dentro de su cabeza.

-¡Es como la puñetera canción del verano!

Normalmente las cosas son más sencillas para Vargaz, la gente se divide entre los que evitan mirarle a los ojos y los grandotes que le plantan cara. Estos son los mejores, al menos sus puños dan con algo duro en lo que descargarse, un buen desafío, pero recientemente ha encontrado una tercera especie que creía extinta: Los que se ríen de él, ahora con truquitos que apestan a magia. 

Un par de disparos y gritos alertan de que a poca distancia del aparcamiento esos tipos se han metido en otro lío aparte de haber cabreado a Vargaz. Han tenido mala suerte, parece que una panda de moteros ha dado con ellos mientras intentaban escapar del bar y por algún motivo los han arrinconado en la misma furgoneta.

Sin embargo, algo no termina de cuadrar con los pasos del código que debería tener toda paliza callejera: En lugar de enfrentarse los unos con los otros, todos los tipos miran en su dirección. 

Cuando se acerca, Vargaz ve a los moteros agitar sus palos y cuchillos al aire, gritando amenazadoramente con la frente perlada y las venas hinchadas. Están peleando contra unas figuras orcoides fantasmagóricas, translúcidas, como una imagen holográfica de trideo llena de ruido, aunque para ellos parecen cien por cien reales.
No dejan de gritar cosas como "¡MagoMago!" y "¡Despertado!". Uno de ellos, que empuña un Colt, abre fuego y otro par de disparos pasa muy muy cerca de Vargaz, pero el tirador solo ha hecho saltar la pintura de un bollicoche justo a su izquierda.

Al parecer no pueden distinguir al único orco real de los ilusorios. 

Con paso decidido, el orco se acerca al follón. Guarda la palanca en su sitio y se prepara para utilizar sus garras, poniendo cuidado en esquivar posibles disparos durante su avance.

-Alguien va a pagar por esto...

Es el momento en que, con un último paso al frente, Vargaz aparece convergiendo a su vez con su tocaya imagen ilusoria. Ve el terror en las miradas de estos punks muerdeasfalto y en ese instante una lluvia de rayos, jodidamente real, cae sobre ellos como una tormenta focalizada desde el extremo de sus garras.  

Los rayos fulminan al grupo de moteros que se agitan espasmódicamente mientras la corriente los sacude violentamente. El olor a carne quemada se esparce como una bomba de humo apestando por todo el aparcamiento y, cuando solo queda un chisporroteo de maná residual, aún siguen convulsionando, incapaces de moverse.

Cuatro de ellos han quedado bien chamuscados, dos en concreto se han llevado una peor parte y han salido despedidos por los aires cuando un rayo de inusual fuerza les ha impactado de lleno en el pecho y ahora yacen boca abajo, balbuceando.

Otros dos han esquivado de milagro la tormenta y entreabren los ojos ahora que todo parece haber terminado. 

Sorprendentemente, uno de ellos (el que lucía una media melena rojiza) ha recibido buenos impactos, pero inexplicablemente ha resistido el voltaje y permanece en medio absolutamente ileso salvo por el estado de shock. Sostiene con ambas manos un cuchillo más como amuleto que como arma y una mancha oscura en sus pantalones delata la traición de su vejiga.

Todos miran a Vargaz con un temor reverencial que va más allá de su imponente físico.