Partida Rol por web

Evento general

El cronometro marca la hora del encuentro con la nave del grupo de rescate y con la nave esclavista orion en un intento de interceptar la nave y rescatar a las tripulantes de la Excalibur.

La nave Orion se percató de la treta y desvió su curso una hora antes para acabar ocultándose en un sistema estelar clase M cerca del sistema Verex, aun muy cerca del territorio Klingon y muy lejos del espacio aliado. El Sistema estelar K-956 es pequeño, con una estrella enana roja clase M orbitando en su centro a muy alta velocidad, un planeta rocoso seguido de una nube de polvo radioactivo caliente y una supertierra rodeada de un cinturón de asteroides y plasma, producto de la antigua explosión de la estrella. El limite del sistema es un anillo congelado de rocas, hielo y radiación positronica.

El rendimiento de los sensores decae abruptamente al examinar el interior del sistema, al igual que el campo warp tiende a desestabilizarse por grietas subespaciales. En definitiva es el sitio idóneo para ocultarse.

Los sensores de la Zeshkan tambien detectan otro rastro warp ingresando al sistema K-956 desde el lado opuesto, con un curso procedente de Beta Rigel.

Ahora es necesario entrar al sistema y revisar palmo por palmo cada objeto estelar para dar con la escurridiza nave Orion.

Evento general

Las señales de alarma se activan por toda la nave-jaula, inundando sus pasillos y cubiertas con luz rojiza, en anticipo de lo que esta por suceder. El sonido repetitivo y perforante de la sirena tapa los zumbidos propios de la nave y casi cualquier conversación que fluya en tono bajo.

No es una alarma de zafarrancho de combate, propia de otro tipo de nave, ni tampoco es un alerta por falla general o similar. Es un llamado exclusivo de los tripulantes de la Zeshkan.

- Abandonar Zeshkan ahora. Diez minutos irse o morir. Contrato cancelado. Irse ahora. -

La inhumana voz artificial de Licahss es escuchada en todas las cubiertas del lúgubre “carguero” de esclavos.

En esta ocasión algunos ruidos alternos comienzan a brotar de las paredes y techos del interior de la Zeshkan, dejando a la imaginación movimientos de cosas imposibles dentro de las entrañas de la nave. Cosas que se mueven en dirección a los paneles de mantenimiento que se encuentran por doquier.

Y desde los rincones donde la tenue iluminación no llega, los primeros paneles son empujados desde su interior con notable fuerza. Estos caen pesadamente al suelo y su eco metálico se escucha por los desolados corredores de la nave.

Los tripulantes vienen en camino...

Traqueteando cual automóvil del siglo veinte la lanzadera despega luego de soltar sus amarres magnéticos con la Zeshkan, dejando atrás para siempre la nave-jaula y sus horrores ocultos.

La vista desde la lanzadera muestra el campo de asteroides, la nave del capitán Licahss y la nube de polvillo cósmico que forma parte del anillo de rocas actual. Pronto llegarán a la nave de la Flota Estelar y finalmente podrán dejar todo atrás.

- Mi nombre es Anderson Le, oficial a cargo de Ingeniería. Sobre ustedes, en el mamparo del techo encontrarán cajas de supervivencia por si necesitan algo hasta llegar a destino. – indica el piloto.

 Anderson tiene razón. En ese modelo anticuado de lanzadera, anterior al utilizado en las NX, el techo sirve de almacenamiento para equipamiento de tamaño reducido. Allí pueden encontrar todo lo esencialmente necesario.

Cristina había visto como las puertas se cerraban dejando a parte de su escasa tripulación a merced de aquellas abominaciones mientras ella era puesta a salvo en la lanzadera, la torturada mente de Cristina aullaba de dolor preguntándose por el destino de sus Maco y su ingeniero Burgundy... ¿terminarían ellos también como unos engendros? después de todo lo pasado, de todo lo vivido... cuando parecía que por fin se iba a hacer justicia, el comportamiento imperdonable de Ollander lo había echado todo a perder, una mezcla de culpa, resentimiento y decepción fue haciendo mella en De Alba, que había ordenado a Ollander que ayudara en ingeniería ante el requerimiento de Stevenson... maldijo a Ollander y se maldijo a sí misma por haber confiado en él... el caso es que ese cúmulo de errores iba a ser pagado con la sangre de sus MACO, sangre que se cargaría sobre los ya de por sí cargados hombros de Cristina, quien silenciosa y asediada por el sufrimiento se esforzaba en seguir respirando, ajena a todo lo que la rodeaba.

- Ingeniero y chófer. Si se lo montan bien estos de la Flota. - Dije con una sonrisa. - Si se les estropea la lanzadera, ya está la asistencia en la misma para repararla. - Las puertas se habían cerrado y algunos se habían quedado en la nave mientras nosotros nos alejábamos de ella. De Alba parecía estar concentrada en sus cosas y el tal Le había dicho algo sobre - ¿Cajas de supervivencia? ¿De verdad? - Pregunté con una enorme sonrisa. Me sentía como cuando era pequeño y Santa Claus nos dejaba los regalos por la noche...

Rápidamente y antes de que se me olvidase, abrí el maparo superior y bajé una de esas cajas, dispuesto a abrirla, cotillearla y saquear aquello que me resultase útil y necesario. No sabía hacia donde íbamos y, a pesar de que la presencia de Cristina me dejaba bastante tranquilo, sabía que debía estar preparado. Del mismo saqué agua, que ofrecí a todos y yo no bebí puesto que debía estar caliente. Nada más asqueroso que el agua caliente. Un botiquín primitivo cuyo lugar era un museo, no estar en esa caja y... ¡No podía ser! Mis ojos se abrieron como platos. - ¡Barritas energéticas! - Exclame al ver un par de paquetes en la caja.

Saqué una y la aplasté en mis manos, haciéndola trocearse en pedazos pequeños y comencé a comérmela. - Están de muerte... ¿Quieres un poco Doc? - Pregunté al médico que estaba recostado y me le quedé mirando en silencio. - Mejor que no, no sea que te atragantes y me toque salvarte otra vez...

Luego miré por la ventanilla y vi como nos alejábamos cada vez más de aquella nave. Miré a de Alba. - Capitán... ¿A dónde vamos ahora? - Pregunté como un niño inocente mientras seguía disfrutando de aquellas barritas.

Todo había transcurrido muy rápido, tanto que en la mente de Aakesh parecía un mero borrón y sólo tenía breves fragmentos de imágenes de lo ocurrido.

Una de ellas fue la terrible visión que había tenido de las criaturas, no muertos, ¿zombies?, no sabía como definirlos, solo que parecían surgidos de una pesadilla digna de una película de terror. No había podido asimilarlo del todo.

Cuando se dio cuenta estaban en una lanzadera rumbo a la Franklin. Pero no todos

-¿Que será del resto?

Al oír que una segunda lanzadera estaba en camino se quedó más tranquilo, pero con la suerte que tenían dudaba. Cada vez eran menos, el rescate de sus compañeras parecía haber fracasado y aún tenían a los klingon encima. Los niveles de optimismo de Aakesh estaban por los suelos.

Cogió una caja de supervivencia y comenzó a comer con desgana una barrita energética. Tenía la mirada perdida y se quedó en silencio y sentado, sumido en sus pensamientos.
 

Elung tras se convencida a base de un argumento más que razonable por parte de la Capitán De Alba, Observa desde una de las ventanas como el despegue se produce con éxito mientras se pregunta entre silencios sobre la situación que reina en el carguero. Indiferente a lo que acontece alrededor, evade por no considerarlo apropiado cuando nota que Cristina y el Primer Oficial de la Excalibur, parecen guardarse entre silencios, quizás el mismo pensamiento que la Vulcana ahora inunda su mente. 

Pero ante la frialdad de su condición, de esa personalidad que por naturaleza la convierte en alguien lógico, coge una de las cajas y tras hacerse con algunos alimentos, le ofrece a la Capitán y a Aakesh para que al menos su cuerpo tenga algo de alimento tras este rescate que ha sido bastante desalentador, por no decir, escalofriante. 

Ya en completo silencio, luego de realizar un ligero gesto con su cabeza y la mirada, se dirige hacia el lugar donde se encuentra el Doctor Griffin con la intención de revisar sus heridas, ya sea para cambiar las vendas, limpiar la supuración o simplemente constatar de que todo esté estable. 

Cristina comenzó a sentir nauseas, la intranquilidad por el paradero y el destino de sus hombres la tenía angustiada, si algo podía salir mal... Salía peor, era algo que sabía desde que obtuvo la capitanía de la Excalibur pero nunca llegaba a asimilarlo del todo en especial cuando había vidas de por medio. Miró a Daniel, su particular forma de ser lo mantenía tal y como era, agradeció que fuera así.

- Vamos a la Frankling, Daniel... Una nave estelar de la Flota que ha venido a rescatarnos. - le contestó esbozando una sonrisa triste para él, al fin y al cabo Winwood era como su niño pequeño.

Entonces la vulcana cogió víveres y le pasó una barrita energética para después hacerse cargo del doctor. De Alba miró la barrita entre sus manos incapaz de comerla, con el estómago completamente cerrado como si tuviera un nudo, cerró la mano sobre el alimento incapaz de echárselo a la boca.

Ya fuese porque el esfuerzo del doctor señalándola había servido para que fuese consciente de que no estaba en condiciones de quedarse esperando a la segunda lanzadera, o bien porque se hubiese dado cuenta por sí misma, lo cierto es que finalmente la capitana de Alba decidió abordar la lanzadera, lo cual al menos supuso una preocupación menos para Griffin… aunque ni mucho menos era la única que rondaba su mente. Por desgracia, en su estado actual no podía hacer nada para solucionarlas, por lo que tuvo que conformarse con permanecer allí tumbado, sin poder siquiera hablar mientras en su mente, no paraba de maldecir, tanto al maldito gorn como a si mismo por haber permitido que le hiriesen.

- Ingeniero y chófer. Si se lo montan bien estos de la Flota. - Dije con una sonrisa. - Si se les estropea la lanzadera, ya está la asistencia en la misma para repararla. -

Anderson resoplo ante el desafortunado comentario del científico, quien aparentemente jamas había realizado una tarea ajena a su profesión.

- A diferencia de ustedes y sus enormes naves nosotros somo una tripulación escueta, donde cada uno vale por diez. Supongo que tu no sabes ni esgrimir un rifle de plasma y cambiar un fusible isolinear. - responde el piloto-ingeniero.

La posterior atención de la oficial científica de la Franklin mejora un poco la salud del moribundo medico en jefe Griffin. El humano necesitara poco más que eso para volver a ser el mismo doctor malhumorado de antes.

Finalmente la USS Franklin aparece desde detrás de un enorme asteroide. La nave se oculta en el cráter de la enorme roca que parece un queso agujereado.

Y en menos de un minuto la lanzadera comienza el descenso para aterrizar en la bahía situada en la popa de la nave, entre las barquillas warp.

Para cuando el ingeniero quiso responderme, yo ya estaba inmerso en mis pensamientos. Y es que viendo la traqueotomía de Doc, pensé en que ocurriría si le ponía un poquito de aquella barrita energética, espolvoreada en la entrada del tubo. Y de ahí comenzaron mis teorías, donde entraban los ataques de tos, que el polvo volase por la expulsión de aire por el tubo, que le provocase una nueva ostrucción.

Mientras pensaba en ello, acariciaba el mineral que había encontrado en la Zeshkan, sintiendo como si nuestras energías se entremezclasen. Finalmente, sin darme cuenta, acabé bebiendo esa maldita botella de agua caliente, cuando la barrita energética que masticaba me dejó la boca completamente seca.

En ese momento me di cuenta de que habíamos llegado a nuestro destino.

Traqueteando cual automóvil del siglo veinte la lanzadera despega luego de soltar sus amarres magnéticos con la Zeshkan, dejando atrás para siempre la nave-jaula y sus horrores ocultos.

La vista exterior muestra el campo de asteroides, la lanzadera, la nave del capitán Licahss y la nube de polvillo cósmico que forma parte del anillo de rocas actual. Pronto la lanzadera encenderá sus motores de impulso para ir a la nave de la Flota Estelar y finalmente podrán dejar todo atrás.

Utilizando los controles del traje James pone en marcha los pequeños propulsores de la mochila y con ello puede salir de la escotilla de acople de la Zeshkan. A partir de ahora su habilidad y entrenamiento en gravedad cero es primordial para alcanzar el rango mínimo del arpón magnético y con el aferrarse a la lanzadera.

Y todo esto debe suceder antes que el transporte inicie su marcha hacia la Franklin. Es cuestión de segundos.

El corazón de James se aceleró conforme se ponía el traje, la espera en la esclusa mientras la lanzadera se desacoplaba le pareció eterna, tras unos minutos la esclusa al fin volvió a abrirse para permitirle salir al espacio.

Antes casi de poder salir la nave prisión se alejo para no volver, pero James no obtuvo el impulso esperado de los controles del traje adquiriendo un ángulo que no le acercaba lo suficiente para utilizar el arpón. El corazón se aceró aún más ya que el comandante sabía que no podía fallar aquel disparo y sin estar a la distancia adecuada simplemente era imposible.

El traje no aguantaría mucho más así que James se lo jugo todo a una carta, o todo o nada... activo los estabilizadores de su traje al máximo durante unos segundos los suficiente para corregir su trayectoria y acercarlo lo suficiente a la lanzadera como para activar el arpón en un disparo limpio.

Con la energía de reserva de los impulsores de su traje James logró estabilizar el rumbo hacia la popa de la lanzadera y una vez alcanzado el rango del arpón disparó hacia el vientre del transporte.

El gancho magnético se aferró a la lanzadera en el ultimo instante cuando la pequeña nave puso marcha a toda velocidad de regreso a casa, a la Franklin.

Entonces James solo tuvo que mantenerse cerca de la lanzadera y esquivar algunos microasteroides hasta que el transporte arribó a la bahía de carga de su nave. Había sobrevivido al viaje y su idea le salvó la vida.

Despiertan con la terrible sensación de no saber cómo han llegado hasta allí. Al menos la vida de ambos no peligra. No de forma inmediata.

Los últimos recuerdos involucran fuego, humo, explosiones y derrumbes, así como también brechas en el casco y exposición al espacio.

Como sea el caso ahora se encuentran en una de las tres capsulas de escape que dispone la Franklin. Cada capsula de escape cuenta con un mínimo de suministros para supervivencia, espacio para cinco tripulantes y una agradable vista al espacio que en esta ocasión solo tiene un punto de interés. La pequeña estrella enana roja del sistema actual. Lo demás es inmensidad estelar.

Realmente no se encontraba muy mal, pero a la vez se sentía totalmente derrotado, recordaba el cadaver de Elung y la confusión del puente destrozado. Pero en el espacio a veces solo podías preocuparte por tu siguiente problema no por el anterior.

Le parecía extraño estar en una cápsula para 5 y que solo hubiera 2 personas. Más aun que su inconsciencia, debido al cambio de presión en la atmósfera lo más probable que por ello la hubiera perdido, no era algo bueno para el cuerpo humano. Pero su acompañante no era uno de sus compañeros, si no un tripulante de la Excalibur. Aquel extraño tipo que consiguió descifrar tan bien el galimatías que presentaba la radiación de aquel sistema.

-¿Está bien?.. -Preguntó por cortesía. Realmente quería acercarse a la consola de comunicaciones. Las capsulas de salvamento no tenían mucho salvo ser un trozo de metal que aisla de la muerte del espacio hasta que te encuentran. Pero para ser encontrado hay que ayudar y solían contar como poco con una baliza. Debía trabajar con ella, y contactar con las lanzaderas y con suerte con la Franklin sin ser dominada por klingons.

Abrí los ojos lentamente. La cabeza me zumbaba aún un poco debido al sonido de la última explosión. - ¿Hubo una explosión? - Nuevamente sentí como el dolor se despertaba en mi cuerpo, mientras permanecía un tanto desorientado y perdido. Algo que realmente no era una novedad, pero que en esta ocasión si me perturbaba y no entendía bien el porqué. Me senté el suelo y miré a mi alrededor. Una nueva cara desconocida, ¿o quizás si le conocía? Daba igual. Llevaba ese bonito uniforme que me indicaba que no era de mi tripulación. Era lo único que realmente tenía claro, que mi ropa era bastante más pintoresca y atípica, si es que aquella indumentaria se podía llamar ropa.

- Supongo que sí... ¿Y usted?- Respondí al hombre con sinceridad por educación mientras trataba de ponerme en pie, algo que no pude hacer puesto que un latigazo en mi tobillo me hizo detenerme en el acto. Entonces vinieron a mi mente las imágenes de aquella loca que se creía doctora, sepultada bajo el techo de la enfermería, donde mi dolorido tobillo había quedado atrapado. Luego el techo volvió a su sitio y la mujer recuperó la vida, agarránd ome y tirando de mí mientras que una explosión era absorbida por el techo de la enfermería, el cual estaba ahora entero. En un parpadeo, caminaba hacia atrás para encontrarme tratando de localizar el pulso del doctor, quien no parecía moverse en el suelo. Con dificultad, me levanté y caminé hacia atrás y acabar en el suelo, con los ojos cerrados.

- ¿Dónde estamos? - No reconocía el lugar ni como había llegado hasta allí, aunque la verdad sería que realmente supiese donde estaba. Pero al mirar la inmensidad del espacio lo vi. - ¡Mire! Mi planeta!  Exclamé con entusiasmo, como si nada de aquello que había vivido minutos atras, e incluso meses atrás, hubiese ocurrido.

La capsula de escape a la deriva es arrastrada lentamente por los vientos solares de la enana roja, la misma que es confundida por Daniel, hacia un destino incierto hasta el momento. En la distancia es posible distinguir por la ventana el anillo de asteroides donde la nave Orion, la Franklin y el crucero Klingon tuvieron su encontronazo.

Realizando un chequeo a simple vista es posible conocer la autonomía para dos semanas en la capsula, la cual tiene aire y raciones para ese periodo de tiempo. No más.

Dos semanas es bastante tiempo para algunos, solo que una pequeñísima fuga de aire rompe el silencio que se encuentra entre la conversación de los presentes.

La misma es hallada luego de quitar un panel y varios arneses con equipamiento de supervivencia. Un pequeño agujero, del tamaño de una cabeza de alfiler, es el culpable de la diminuta fuga que a largo plazo será mortal.