James respiró profundamente, intentando aislarse de todo el sonido y el caos a su alrededor... No veía a Ellem ni tan siquiera veía el suelo pero algo en su interior, le decía que su compañera estaba cerca en la oscuridad... el comandante no podía permitirse aquella duda, aquella remota posibilidad de que estuviera viva y no darlo todo por ayudarla.

La mirada con Jankowsky podía parecer una despedida quizá no se volviera a ver en esta vida pero el MACO sabría bien entender aquella decisión. James solto su asidera cayendo al vacío en el último vuelo del "Angel".

La voz de Clementine se hacía más lejana a medida que James desaparecía en la oscuridad, viendo asomar a la doctora en el borde del agujero con su cuerpo y mano extendida...

Pasaron unos segundos que parecieron horas, segundos en los que la oscuridad y el silencio fueron testigos de la agonía del momento, pero cuando todo parecía perdido, cuando solo la estrujada esperanza mantenía un hilo de aliento la mano de James emergio de la nada para aferrarse a a la de Clementine. El "Angel" volvió del mismisimo infierno cargando con Ellen a su espalda.

-Mierda, ¿¡qué hace!?.- Excalmó Jankowsky al ver como James de dejaba caer, negó con la cabeza pero rápidamete siguió con el tiroteo. Aquellos robots eran duros de roer.

-Fuego a discreción sobre ese de ahí.- Dijo a Artemisa mientras señalaba a uno de los Sentri-K (k1), el único con el que tenían una correcta línea de tiro. El por supuesto hizo lo propio abriendo fuego sobre la amenaza mecánica. Su ímpetu en el ataque hizo que se expusiera más de lo debido arriesgándose a recibir el contraataque del robot.

Decidida a querer salvar la vida de aquel hombre, que sin evitarlo ya se había convertido en un héroe para Clementine, extiende su mano para estrecharla junto con la del Oficial. En parte suspirando aliviada porque no se perdonaría jamás el no haber podido evitar aquello, sólo que en medio de aquel amarre entre ambas manos, la joven Doctora Rusa al ostentar un cuerpo pequeño, la obliga en medio de los disparos a ejercer una fuerza superior que lejos está de tener. 

Pero ante su misma voluntad, ante la necesidad de salvarlos, realmente termina dándolo todo. - No creo que resista James, pesan demasiado para mi... No voy a permitir que mueras, pero hay que hacer algo. - confiesa decidida, ya buscando con la mirada el poder agarrarse de algo para ejercer más contrapeso, aunque fuese realmente jodido hacerlo. - Te lo debo, en serio. - afirma con los ojos ligeramente llorosos, siendo ese tono marrón un tanto brilloso como llamativo en el rostro de la chica. Había determinación, coraje, pero también limitaciones físicas.

Sus disparos, para su gusto, no estaban resultado ser especialmente letales y el repiqueteo metálido sobre estos empiezaba crisparle los nervios. A ella le enseñaron a primero obedecer, y si acaso, luego protestar, y como tal cumplió la orden, y además, con la tensión del combate y la frustración de la poca efectividad … protestó: - Los peones son meros peones. Hay que tumbar al "jefe".

James hallando algo de que aferrarse descendió velozmente y en un abrir y cerrar de ojos apareció de entre el humo cargando a una Ellen malherida. La mujer tenia contusiones en la cabeza y cortes poco profundos por todo el cuerpo pero continuaba con vida. Desmayada pero viva al fin y al cabo.

Clementine, pese a los mortales disparos que llueven a su alrededor , hace todo lo posible por asir y jalar a James fuera de la peligrosa grieta humeante de hierros retorcidos y chispas. Todo hubiera salido bien de no ser por el excesivo peso de James y Ellen. La pequeña doctora no podía subir a los dos, de modo que la ayuda llegó de otro sitio.

El robot, llamado Gabriel 1,0, que había asistido a Ellen en las reparaciones en proa se acerco hasta Clementine y de un solo tirón con ambas manos arrojó a los tres hacia la entrada principal situándolos lejos del peligro de los disparos.

James y los demás cayeron suavemente sobre un montón de neumáticos, sin daño alguno.

- Buscar cobertura. Peligro para humanos. - advirtió el servicial robot al actuar como un escudo andante con sus brazos extendidos ante los disparos del Sentri-K.

Mientras tanto Napoleón bajo la cobertura perfecta de uno de los misiles comienza a trepar por el mismo hasta alcanzar un par de metros de altura. Desde allí pretende llegar a una escotilla auxiliar de mantenimiento.

Del otro lado los dos robots Sentri-K disparar hacia Eduard y Artemisa respectivamente al buscar un angulo de tiro y abrir fuego. Jankowsky es herido en el proceso para caer hacia atrás por el impacto en el hombro. Poco antes de eso había hecho algo de daño al robot, pero no el suficiente para destruirlo.

En cambio Artemisa y su contrincante intercambian disparos sin hacerse daño. La distancia entre todos juega un papel fundamental al momento de apuntar.

Como si todo esto fuera poco las alarmas de lanzamiento comienzan a aullar en toda la bahía. Las luces rojas inician el conteo regresivo para dar inicio a la abertura de las compuertas al espacio y al posterior lanzamiento de los misiles. En cuarenta segundos un infierno se desatará allí y quien permanezca allí adentro sera reducido a carbón por el fuego de los cohetes y posteriormente lanzado al espacio por la descompresión.

Se incorporó intentando ignorar el dolor agudo del impacto, aquella máquina era precisa e impasible él debía serlo también. Se asomó para disparar de nuevo, Artemisa tampoco había logrado derribarla y el tiempo, el maldito tiempo se acababa.

-Joder, tenemos que salir de aquí o seremos carne a la brasa.- La estación de trabajo se había desaparecido y no veía manera de evitar el lanzamiento. -¿hay manera de detener el lanzamiento?.- Gritó la pregunta hacia donde se encontraban Clementine y el robot amistoso. Mientras esperaba una respuesta que le aportara ciertas esperanzas de llevar a cabo su misión disparó al Sentri-K1 una ráfaga que esperaba fuera suficiente para detenerlo. Volvió a exponerse más de la cuenta, estaba arriesgándose demasiado pero el tiempo... el maldito tiempo...

Artemisa intentó, no solo tomar cobertura con una de las piezas de metal, para intentar dar menos blanco, sino que apoyó su arma sobre esta, para ganar estabilidad, ya que era parte del problema que tenía para poder alcanzar.

- Gabriel, por favor, ¿Puedes aplazar el lanzamiento una hora? - Cuando lo abortes, definimos el tiempo. No quería darle una cantidad imprecisa de tiempo, y que tampoco sonase exagerada.

Intentaba sonar amable. Era distante su mente al momento, pero, ante aquella tensión, era imposible no apretar bastante los dientes.

La mano de Clementine no parecía suficiente para sacar a James con el peso de Ellem de aquel pozo, pero justo cuando las manos entrelazadas comenzaban a ceder Gabriel termino con la tarea sacandolos a suelo firme.

Ellen parecía estar con vida aunque inconsciente, James miró a la doctora en señal de agradecimiento cuando vio como uno de los robots impactó sobre Jankosky que parecía estar herido de gravedad. El comandante disparo sobre la máquina como respuesta, intentando dejarlo fuera de combate antes de que volviera a disparar sobre el MACO.

No quedaba tiempo para hacer nada más que salir de aquella sala, James cargo sobre su hombro a la ingeniera para sacarla de la estancia antes del lanzamiento. Tenemos que salir de aquí, no hay tiempo para intentar nada más.
Gabriel dijo dirigiendose al robot que parecía ayudarles Si puedes anular el lanzamiento manualmente hazlo ahora.

James dió un paso cargando con Ellen cuando una de sus rodillas flaqueó obligandole a postrarse sobre el suelo, Ayudame, tenemos que sacarla de aqui dijo mirando a la doctora

Artemisa y Eduard continúan disparando, en un desesperado intento por detener a los robots agresores y ganar tiempo para evadir el lanzamiento además de no ser expulsados al espacio cual sacos de basura. Es todo o nada en los últimos segundos previos…

Hasta Kendra busca hablar con Gabriel, el ordenador central de la Discovery pero no obtiene respuesta en aquella sala. Tal vez será porque Napoleón había inutilizado todos los mecanismos de comunicación de allí. De todas formas no había tiempo para indagar…

Los demás, ahora un poco mejor posicionados y fuera de peligro, comienzan la retirada del lugar con la asistencia de James y su fuego de cobertura. Sus disparos ayudan en la destrucción del Sentry-K1, el cual nuevamente parece herir a Jankowsky y este ser lanzado hacia atrás para no volverse a levantar.

El otro robot guardián también recibe daño pero no el suficiente para ser destruido. En cambio Artemisa puede que no logre esquivar el nuevo ataque.

La pregunta de James al robot también llamado Gabriel llega poco antes de la ignición de los motores y de que el atronador sonido imposibilitara cualquier comunicación verbal. Rápidamente la bahía de lanzamiento de los misiles comienza a llenarse de vapores nocivos y extremadamente calientes.

-Misiles disparados por ordenador central. Ojivas inutilizadas. Abandonar silo ahora. – responde a James.

Permanecer allí significara una muerte segura bajo el abrazador calor de los misiles.

...

..

Agradeciendo en parte que Gabriel ofrezca esa ayuda cuando en verdad Clementine no podía más, fue esa luz que al final del un pasillo oscuro te indica siempre hacia dónde salir. Y gracias a ello, una vez pisan los tres el suelo firme mientras James sostiene a una Ellen completamente herida e inconsciente, todo se nubla para la Doctora a sabiendas de que entre tanto disparos, comienza a dificultarse la posibilidad de sobrevivir. 

Pero arraigada al sentimiento de preservación, uno que en parte comparte con aquel Oficial que se encuentra cerca de ella, simplemente lo ayuda a levantarse antes de ser llamada por él. - Aquí estoy, te ayudo. - afirma convencida mientras se coloca del otro lado así cargan con la mujer teniéndola en medio, reduciendo el peso para los dos, cuando a lo lejos observa que uno de los otros Oficiales cae al suelo herido. 

Preocupada por ello, niega con la cabeza, no podía dejarlo allí. - Ha caído uno de los tuyos. - comenta un tanto triste, deteniendo sus pasos brevemente cuando al parecer el anuncio de las ojivas deja entrever que esto debe ser muy rápido. 

Jankowsky cayó por la fuerza del impacto cuando quiso incorporarse de nuevo le fue imposible, el dolor y un profundo mareo se lo impendían. Mientras iba perdiendo la consciencia solo pudo maldecir el no ser capaz de terminar su misión, por su mente pasaron como una cadena de diapositivas las imágenes en las que se veía entrando por primera vez en el puente de mando de la Excalibur, el rostro de Cristina...

El robot acabo cayendo al suelo destruido por los disparos, James se incorporó con la ayuda de la doctora y con Ellen a la espalda.

No había tiempo solo quedaba salir de allí, James se dirigió a la salida tan rápido como podía mientras veía a Jan herido de gravedad no sabía si vivo o muerto.

Kendra hay que salir, recoge a Jankosky

Los siete sellos infernales

El infierno finalmente es desatado cuando los ingentes chorros de fuego cargado de plasma en altísima temperatura comienzan a inundar la bahía de lanzamiento. Los paneles térmicos de contención se calientan a más no poder, cambiando su tonalidad al rojo vivo y luego al blanco puro. Miles de grados, expulsados por motores de fusión, tornan la gigantesca sala rápidamente en un horno de cocción.

El único robot Sentry-K en pie es fundido literalmente contra las placas de contención y nada queda de él más que una mancha de aleaciones irreconocibles. De Napoleón nada se supo de él aunque tampoco tiene muchas oportunidades de evitar el abrasador calor de la bahía de lanzamiento.

Artemisa esquiva el último disparo del combate a tiempo, para inmediatamente buscar resguardo de las intensas llamaradas. Encuentra refugio regresando por el acceso lateral, el cual es cerrado automáticamente por los sistemas de seguridad.

Eduard en cambio es herido gravemente y su cuerpo se desploma sin remedio, cayendo por la barandilla de la pasarela. Directo hacia el infierno de llamas.

El resto, completamente aturdidos por el rugir de los motores, huye por la entrada principal bajo la protección de Gabriel, que nuevamente sirve de escudo contra las lenguas de fuego que llegan hasta James y los demás. La puerta blindada es cerrada manualmente por el robot para que el fuego no cause una combustión espontánea de todo el oxígeno en la nave.

El atronador sonido que llega desde el otro lado de ambas puertas es el indicador que los misiles han sido disparados y que nada ha quedado con vida en la bahía de lanzamiento, porque luego del abrasador calor todo fue expuesto al gélido vacío espacial.

Ahora el silencio lo empaña todo a bordo del Discovery.