Partida Rol por web

STAR TREK: UNIFICACIÓN (+18)

USS ENTERPRISE - ENFERMERIA

Cargando editor
08/09/2019, 16:36
Tte. Vrako

Miré a Perkins ante sus palabras respecto a mí con el pequeño vulcano en mis brazos. - Supongo que será por las orejas por lo que no me extraña. - Dije prácticamente encogiéndome de hombros. - Y no, es la primera vez que tengo incluso a un bebé cerca mío. Nunca me llamaron la atención... - ¿Por qué ahora sí? ¿Acaso verle tan frágil e indefenso había despertado algo oculto en mí?

- Sí, pero... nosotros somos adultos, sabemos defendernos. Pero él... - Le miré a los ojos y vi como me miraba. ¿Cómo sería tener uno? Educarle... ¿cómo sería educar a un vulcano por mí, quién tenía arraigadas tantas cosas...?- Tantos traumas... - No se preocupe, señor Perkins. Sería malo para mi reputación que le cayese bien a alguien, incluso a alguien tan sociable como usted. - Bromeé con él. En ese momento el bebé extendió su manita y me tocó la cara, reclamando mi atención.

- Ya... ya... enseguida volverás con tu madre. - Le dije mientras Perkins seguía atendiéndola. Aunque no me esperaba precisamente lo que iba a pedirme a continuación. - ¿Yo? ¿Cuidar de él? - Pregunté con gesto de asombro en mi rostro. - ¿Y qué hago? Yo...  no sé nada sobre bebes y... - Me acerqué a Penkins para susurrarle a su lado. - Tengo una reputación que mantener de romulano duro e implacable y ... esto no me ayudará a mantenerla... - En ese momento el pequeño soltó un gritito alegre esta vez puso sus manitas en mi cara, acariciando mi rostro con cuidado, para después dedicarme una sonrisa.

- No sabía que de pequeños, los vulcanos supiesen sonreír... - Le dije a Perkins al ver el gesto del bebé entre mis brazos, preguntándome si a los romulanos nos pasaría lo mismo y fuese la educación la que nos borrase la sonrisa de la mente y del rostro. - ¿Sabe? Creo que si me proporciona un rincón tranquilo donde sentarme... podré estar con él hasta que puedan antenderle, señor Perkins. - Dije bajando el tono a uno más tranquilo. Sus gestos me habían terminado de cautivar y la curiosidad por conocer aún más a aquel pequeño creió en mí.

Cargando editor
08/09/2019, 19:31
Alférez Liam Perkins

Perkins sonrió como solo él sabía hacerlo. El señor Vrako no dejaba de sorprenderlo, después de todo. Mostraba no solo el orgullo propio de su raza, sino también la capacidad de sentimientos que debía poseer todo individuo, sobre todo aquellos que formaban parte de la Flota Estelar, al menos en teoría.

Si alguien esperaba que su reputación como romulano duro e implacable, como él mismo le había susurrado, se mantuviera intacta, Perkins no pensaba que debiera preocuparse por ello, sino todo lo contrario. Con aquello, ganaba muchos enteros.

-Señor Vrako, le aseguro que dejar que el resto de la tripulación lo vea en una actitud mucho más... digamos humana, no le perjudicará, y antes de que proteste, le aseguro que la mayor parte está con usted -Perkins se atrevió, a pesar de estar tratando con un superior, a mostrar su respeto, así como su amistad, en aquel momento en el cual los rangos no eran tan importantes como los individuos. Por ese motivo, colocó una mano en el hombro de Vrako antes de continuar hablando -. Saben que está aquí por su negativa a acatar las formas de la Flota, pero también por su preocupación por sus camaradas.

Dicho lo cual, buscó con la mirada un lugar aislado, localizando una de las camas que estaban más apartadas del resto.

-Así que ahora sea un buen chico, deje de lamerse las heridas y ocúpese de este jovenzuelo que necesita sin duda unos dedos fuertes a los que agarrarse. Al fondo tiene una cama para ocuparse de él. Y por cierto, yo de usted iría replicando un biberón con leche vulcaniana.

Tras volver a sonreír, Perkins se giró y se dirigió hacia el resto de heridos y de su equipo.

Cargando editor
08/09/2019, 21:44
Tte. Vrako

Escuché a Perkins sin dejar de prestar atención al pequeño vulcano que se animaba entre mis brazos y que me transmitía aquellas nuevas y buenas sensaciones. - ¿Lena estaría dispuesta...? - Me pregunté para mí. Jamás se me había pasado por la cabeza o me lo había planteado y menos aún tan seriamente. Quizás porque rodeado de klingons, me resultaba imposible mantener relaciones sexuales con nadie. Estaba acostumbrado a verlas, pero me parecían aberrantes y por lo que sabía eran violentas en la cama... así que me mantuve todo lo casto que se puede mantener un hombre hasta que regresé con los míos y descubrí la importancia de las casas. Supongo que si en algún momento me planteé tener familia y descendencia, todo se borró de golpe al saber que era un paria entre los míos.

Pero eso había cambiado.

Las palabras del doctor se vieron acompañadas de un gesto poco habitual entre rangos. Pero aquello no me molestó ni me importó. - Cuidado doctor Perkins, su reputación está en juego, poniendo su mano sobre mi hombro. - Bromeé nuevamente al respecto. Sabía que sin una sonrisa las bromas no salían igual, pero aquel hombre me conocía lo suficiente como para detectar que bromeaba por mi tono de voz y mi mirada. Luego miré a nuestro alrededor. Todos estaban demasiado ocupados atendiendo a los demás, como para estar pendientes de si nos llevábamos bien o mal o si tenía a un bebé en mis brazos.

- No es así exactamente, pero puede valer como explicación entre usted y yo. - Le respondí a Perkins. La única norma que había violado era la de no respetar a mi superior y cometer un acto de indisciplina. El resto de normas de la Flota Estelar las habían quebrantado otros.

- La única herida que deseo lamerme ahora mismo, es la que me duele desde hace rato. Intentar que la madre del pequeño no se desplomase en el suelo no me hizo mucho bien en las costillas y el pequeño pesa. - Me quejé vagamente. Y es que lo demás ya no importaba nada. No después de hablar con Connor y de saber lo que sentíamos el uno por el otro. El resto me daba igual en aquel momento y quería seguir sintiéndome tan bien como cuando la tenía a mi lado.

Miré hacia el lugar que me indicaba Perkins y di unos pasos hacia allí, cuando le escuché decirme aquello de replicar el biberon de leche vulcaniana. Entonces me giré hacia él. - ¡Me dijo que no tendría hambre! - Exclamé para luego mirar al pequeño. - Y todos sabemos lo que hacéis después de comer... no me veo cambiando pañales... - Gruñí por lo bajo, mientras me encaminaba a las camas indicadas. Mi costado necesitaba descansar y el pequeño ser vigilado y atendido... y en ese momento, poco más podía hacer que estar con aquel bebé.

Cargando editor
13/09/2019, 19:56
Tte. Vrako

Pronto me quedé a solas con aquel pequeño entre mis brazos. Me acomodé como pude sobre la cama, quedándome semi-tumbado y dejé al bebé recostado sobre mi pecho, mirándonos los dos a los ojos. - Nunca creí que alguien tan pequeño me hiciese sentir... así... - Le susurré en aquel halo de intimidad para mirar a mi alrededor antes de seguir interactuando con aquel vulcano.

La enfermería seguía siendo un hervidero de gente moviéndose, entrando algunos heridos más de vez en cuando, mientras que enfermeros se dedicaban a acomodarlos y valorar su estado inicial antes de mandar a un médico. - Pronto nos harán movernos de aquí... seguramente que aparezcan otros que necesiten la cama con más urgencia que yo... - Le dije al bebé evitando pensar hasta que punto me había hecho daño yo solo, al golpearme de aquella manera en las costillas ya afectadas inicialmente. - Así que será mejor que descansemos un poco... ¿no te parece? - Casi instintivamente, acaricié la cabeza del pequeño con mi mano, no solo con cuidado, sino que con mimo. Algo que me sorprendió gratamente.

Suspiré entonces pensando que quizás había llegado mi momento y que pudiera ser que Lena fuese quien me diese la familia que parecía desear y necesitar conmigo. - ¿Tú que dices? ¿Crees que podría llegar a ser un buen padre? Contigo no lo estoy haciendo tan mal, ¿verdad? - Le susurré. - La dejaríamos trabajar a ella. A fin de cuentas, es su vida... y yo podría cuidar de los pequeños... no parece tan complicado cuidar de ti... - El pequeño me miraba mientras hablaba. No se enteraba de nada, pero a mí me servía para pensar en voz alta y valorar hasta que punto me gustaba aquella idea.

Pero algo cambió de golpe. La mirada del pequeño se enturbió y su rostro se desencajó en un momento... y rompió a llorar. - Vale... valeee... ¿Qué te pasa? - Le pregunté inicialmente. Solo sabía una cosa del llanto de los bebes: que siempre se sabía cuando empezaban, pero nunca cuando paraban. - Oh, vamos... no me hagas esto... a penas habíamos empezado a conocernos... - Dije poniéndome en pie y recordando la advertencia de Perkins. - Supongo que tendrás hambre...  - Al menos no tenía que salir de la enfermería para encontrar una replicadora, de la cual saqué un biberón de leche vulcana para el pequeño.

No tardé en regresar a la cama y sentarme en ella, acomodando al pequeño en mis brazos, que no paraba de llorar y ya atraía demasiadas miradas. - Vale... a ver... como te coloco... - Iba hablando mientras le daba unas cuantas vueltas sobre mis brazos, buscando la postura más cómoda para ambos para darle de beber aquello. La única que encontré, era la que con el tiempo descubriría que era la habitual en esos casos.

Al menos esta vez acerté y fue ponerle el biberón en la boca y dejar el llanto de lado. - ¿Ves? Muy fácil. - Dije orgulloso de mi logro, mirándole mientras se alimentaba y le sostenía con cuidado el biberón. - Creo que podría con dos o tres como tu...

Cargando editor
13/09/2019, 20:23
Alférez Liam Perkins

La afluencia de gente fue descendiendo a lo largo de la siguiente hora, pero mantuvo a Perkins lo suficientemente ocupado como para no volver a prestarle atención a Vrako. De vez en cuando se acercaba a la camilla en la cual descansaba la madre, pero rápidamente regresaba para atender a un nuevo paciente.

En silencio, maldecía ligeramente porque no estuviese la doctora, no porque pensara que estaba perdiendo el tiempo, sino porque dudaba que lo que fuera que lo retuviera, no sería más grave que todo aquello. Aquella era una de las situaciones en las cuales, los doctores eran necesarios haciendo lo que mejor sabían y cualquier otra cosa no tenía ninguna importancia.

Ninguna en absoluto.

Perkins ya había contravenido su juramento en una ocasión y jamás volvería a hacerlo. Nunca hablaba de ello. No deseaba hacerlo. Para él era un secreto tan inconfesable, que cada cierto tiempo pensaba que todo lo que le pudiese suceder, no era sino una manera de expiar su culpa o un castigo por su acción. Pero si algo había aprendido de todo aquello era que la labor de un médico era curar, no juzgar, y cada vez que un miembro de lo que consideraba la ocupación más honorable de todas cuantas el ser humano había creado, lo olvidaba, simplemente perdía aquello que lo caracterizaba.

Dejaba de ser esa persona para convertirse en una mera sombra.

Él lo había hecho... y había conseguido regresar de aquella oscuridad, pero por poco. Sentía que en su corazón habitaba todavía aquella negrura contra la que cada cierto tiempo, debía luchar a brazo partido para impedir que saliese y se mostrase tal y como era; la parte más oscura de Perkins, la que más odiaba.

Cada vida que salvaba, o cada dolor que conseguía aliviar, era un ataque frontal contra las sombras del joven doctor y trasaquella pequeña crisis, se sentía satisfecho por lo que había conseguido. Hasta que de repente...

La mesa en donde estaba la vulcaniana empezó a emitir una serie interrumpida de bips que atrajeron la atención de Perkins, el cual vio, rápidamente, que los valores vitales estaban descendiendo vertiginosamente.

-¡Maldita sea! -exclamó, dejándose llevar por el miedo y echándole una mirada de reojo a Vrako y al niño que sostenía entre sus brazos, mientras se acercaba a grandes zancadas hacia la vulcaniana -. ¡Louise! ¡Prepáreme una dosis de epinefrina ya!

La joven alférez que estaba atendiendo un brazo roto dejó el soldador de huesos encima de la camilla y se marchó sin perder tiempo a un lateral de la enfermería, en donde había varios hiposprays y frascos. En menos de quince segundos estaba ya al lado de Perkins, que mientras tanto, estaba examinando la esclerótica de la joven, así como las mucosas bucales y su respuesta de llenado sanguíneo.

-Le está bajando la tensión por segundos. Debe tener alguna hemorragia interna menor -dijo Perkins en voz alta, mientras recogía el hipospray que la alférez Louise le ofrecía, lo comprobaba y después, se lo inyectaba a la vulcaniana. Después, esperó unos segundos. El pitido discontinuo se hizo entonces continuo y uno de los valores que indicaba la biocama se hizo cero.

-¡Paro cardíaco! ¡Deprisa, electroestimulación!

Perkins extrajo de los laterales de la camilla dos paneles y los colocó por encima y alrededor del vientre de la vulcaniana, en donde tenía el corazón. Después, pulsó uno de los botones. La descarga hizo saltar el cuerpo de la joven y de nuevo, el sonido volvió a escucharse de forma regular.

Todos en la enfermería habían dejado de hacer nada que no fuese observar la dramática escena que se estaba desarrollando en ella. Era un silencio que casi podía palparse, y que envolvía a todos, pero sobre todo, a Perkins, que luchaba contra la propia naturaleza.

En cuanto el corazón de la joven volvió a latir, Perkins agarró el tricorder médico y volvió a escanearla.

-Tiene que estar por algún lado. Tengo que encontrarla o de lo contrario...

Quizás ese "de lo contrario" pesara más de lo que todos habían supuesto, porque de nuevo, el corazón de la joven volvió a detenerse, para horror de todos, pero sobre todo de Perkins, que vio con desesperación como la vida de aquella paciente, la madre del pequeñín que estaba sosteniendo y alimentando Vrako, se le escapaba de las manos.

-¡Más epinefrina, deprisa!

Esta vez, la alférez ya estaba preparada. Mientras Perkins accionaba la electroestimulación, había ido a por otro hipospray y en aquellos instantes, lo tenía en la mano, preparado para dárselo.

Perkins miró a Louise... y después a Vrako. Las gotas de sudor caían de su frente y en sus ojos podía verse el espectro de la muerte acercándose y llenando cada fibra de su ser.

 

Notas de juego

Perdona, te tengo abandonada.

A ver qué te parece esto XD

Cargando editor
13/09/2019, 21:25
Tte. Vrako

El pequeño llevaba ya medio biberón cuando de pronto escuché los bips de una cama, indicando que algo no iba del todo bien para su paciente. - Vaya... si que tienes hambre. - Le dije al bebé sin darle demasiada importancia al asunto. Yo no haría más que molestar en caso de ir a ver. Ya tenía mi función allí... pero escuchar la voz de Perkins y de donde venía, me hizo alzar la mirada hacia la que era mi cama.

No podía creerme que fuese aquella mujer, aquella vulcana madre del pequeño que estaba en mis brazos, quien sufriese una parada. - No, no, no... - Murmuré para mí. - No puedes hacerle esto... te necesita... como yo necesité a mi madre toda mi vida y no la tuve... - Miré al pequeño, que seguía alimentándose ajeno por completo a lo que ocurría. Y no pude quedarme quieto en la cama, me levanté y caminé despacio, sosteniendo al bebé y el biberón en mis brazos, caminando hacia su madre mientras que Perkins y otros más, peleaban por la vida de aquella mujer.

Eso me hizo seguir pensando en mi pasado. En como ocurriría todo en aquel planeta donde nací... Como mi madre me daría a luz para luego morir y dejarme allí solo. Mis ojos se clavaron en Perkins. Debía salvarla. Pero no dije nada. Simplemente me quedé mirando mientras que veía como la vida de la vulcana se iba esfumando a pesar de la lucha del doctor. Miré al bebé, que seguía con el biberón. - Espero que tu padre haya sobrevivido a todo esto... - Le susurré, sintiéndome mal por lo que le fuese a pasar en caso de quedarse huérfano y sintiéndome más identificado con él que nunca. - O no se que será de ti... - Quizás podría adoptarlo. - Me vino de golpe a la cabeza y la idea me sedujo. Entonces su madre se estabilizó.

En ese momento tuve sentimientos enfrentados. No deseaba la muerte de la vulcana, pero por otro lado me estaba gustando demasiado estar con el pequeño. - Vas a tener suerte... Perkins lo... - No. No lo lograba. Había algo que fallaba y que hacía que aquella mujer no consiguiese ganar aquella dura batalla. Di un paso al frente, con determinación, para luego quedarme clavado en el sitio. No había nada que yo pudiese hacer. Si Perkins y ella misma no lo conseguían... no lo haría nadie y meterme en medio solo entorpecería las cosas.

Miré al pequeño nuevamente, para luego mirar a su madre y sentir la mirada de Perkins sobre mí. Ver lo que pudo pasar hace tantos años, un reflejo de mi pasado, me llegó muy dentro. Tanto que sentí como mis ojos se humedecían mientras pensaba nuevamente en mi madre y lo que seguramente que luchó por no dejarme solo en aquel mundo. - Vamos... no querrás que a tu pequeño le críe un romulano... - Susurré al viento, viendo como el pequeño comenzaba a quedarse dormido en mis brazos, mientras que dejaba de lado el biberón.

Notas de juego

Que dramón xDDD

Cargando editor
14/09/2019, 13:23
Alférez Liam Perkins

La enfermería contenía la respiración mientras Perkins se afanaba por mantener con vida a su paciente. En aquel momento, con la epinefrina en la mano, tomó una decisión difícil.

-Deprisa, el cauterizador -pidió. 

En lugar de intentar reanimarla, aprovecharía aquel instante en el cual la sangre no circulaba para localizar la hemorragia y sellarla. Mientras el corazón continuase bombeando, todo era mucho más complicado, pero dado que se había detenido, quizás dispusiera de unos segundos para conseguir encontrarla y cerrarla y después, reiniciar de nuevo el corazón. Era una acción arriesgada, pero todas lo eran cuando se trataba de vida o muerte. Tomase la decisión que tomase, si al final no salía bien, se lo recriminaría durante toda su vida y los médicos no eran adivinos. Debían actuar en cuestión de segundos en base a sus propias experiencias y habilidades.

Perkins agarró con nervio el dispositivo y mientras con una mano escaneaba el cuerpo de la vulcaniana en busca de la hemorragia, con la otra mantenía preparado el cauterizador para no perder tiempo, mientras de fondo podía escucharse como único sonido en toda la enfermería el pitido continuo que indicaba que el corazón de la joven se había detenido.

-¡AQUÍ! -exclamó tras unos angustiosos segundos, un exultante Perkins, que no perdió tiempo en actuar, moviendo el dispositivo en contra de las agujas del reloj muy cerca a la piel de la vulcaniana. Tras varias pasadas, soltó de cualquier manera todo lo que tenía en las manos y volvió a activar el electroestimulador.

-¡FUERA!

El cuerpo de la vulcaniana volvió a saltar al recibir la pequeña descarga eléctrica y todos los ojos se volvieron hacia la pantalla y las constantes vitales, que continuaban igual.

-¡OTRA VEZ! -insistió Perkins, volviendo a dar una nueva descarga.

Pero nada cambió. El sonido continuaba igual y los valores de la joven vulcaniana siguieron inalterables. A todos los efectos, había fallecido y Perkins no podía hacer nada.

Pero los ojos del médico centelleaban de rabia. No parecía dispuesto a darse por vencido. Pocas veces en aquella enfermería habían visto a Perkins de otra manera que no fuese con aquella sonrisa en su rostro y una actitud permanente de ayudar en todo lo que pudiera. Varios de los que allí estaban se llevaron una mano a la boca para ahogar un sollozo; otros, en cambio, encerraron su rostro en brazos del que tenían al lado. Nadie parecía querer seguir contemplando aquella lucha titánica, sin cuartel, y desesperada.

-¡Ni hablar! ¡No voy a dejarte ir, me oyes! -dijo Perkins en voz alta, retirando rápidamente los dispositivos de estimulación, desgarrando el traje de la alférez y subiéndose a horcajadas sobre ella.

Perkins colocó sus manos en el punto en el que se encontraba el corazón, en la parte superior derecha de la cavidad abdominal, bajo el diafragma, e inició una serie de movimientos de presión rítmicos, mientras contaba en voz alta.

-Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Tras cinco presiones, realizó el boca a boca para insuflarle aire, y volvió a repetir el proceso tres veces más.

Cuando volvió a incorporarse para iniciar un nuevo ciclo, el sonido de la pantalla cambió y todos se miraron, sonrientes. Perkins tenía, no solo una sonrisa en el rostro sino también lágrimas en sus ojos. Aquello parecía un milagro.

Rápidamente, se bajó de la camilla y se acercó al rostro de la joven, que parecía estar despertando y quería hablar. 

-T-T-T'Kev -dijo, en un último suspiro, para a continuación, caer inconsciente de nuevo y, para horror de todos... volver a detenerse el corazón.

Perkins volvió a subirse sobre la joven, pero ya no hubo nada que hacer. Los intentos del desesperado médico por conseguir reanimarla cesaron diecisiete minutos después. Había hecho todo lo que estaba en su mano y cuando descendió de la camilla, apenas notó las palmas y los abrazos de ánimo y profundo respeto que todos los presentes le dedicaron. En su mente solo había una palabra.

Fracaso.

Sabía que había hecho todo lo que estaba en su mano y que posiblemente, nadie hubiera conseguido salvarla, pero eso no alivió su dolor por no haber podido evitar una muerte más. Sus ojos, ahora más muertos que vivos, se giraron hacia Vrako y la delicada criatura que tenía abrazada y que ya jamás volvería a ver a su madre. Exhausto física y mentalmente, Perkins no dijo nada. Simplemente se retiró al despacho, en donde lejos de todos, comenzó a llorar.

Tantas vidas perdidas, tantos fracasos, y para qué. Se suponía que debía salvar vidas, no abandonarlas. ¿Por qué? ¿Para qué estaba él allí si no?

¿Por qué?

Cargando editor
14/09/2019, 15:30
Tte. Vrako

Entonces todo se detuvo en la enfermería ante la nueva parada cardiaca de la madre del bebé que caía en un profundo sueño tras su toma de leche. Mi corazón sufría por lo que estaba viendo. Ya no solo por ver lo que pudo ser, que se bien que no fue así..., mi pasado. Sino por la bravura y la obstinación de aquel médico que estaba seguro que podía llamar amigo.

A mis ojos, Perkins fue hábil e inteligente, aprovechando cada segundo de tiempo para intentar estabilizar y salvar a la vulcana que permanecía sin vida en la cama. El pitido incesante que indicaba su parada cardiaca, no parecía molestar a su pequeño y pronto toda le enfermería quedó pendiente de los movimientos del osado médico. Todos teníamos el corazón en vilo y estaba seguro de que deseábamos que aquella mujer se salvase.

Pude escuchar sollozos y gemidos de dolor, la angustia en los presentes, al ver que tras el esfuerzo de Perkins y el uso de las palas con la vulcana, no resultaron y su vida se había ido. Miré al pequeño que estaba entre mis brazos, mientras que lágrimas de tristeza por aquella situación, se delizaban por mi rostro. Acaricé el rostro del bebé con cuidado, quien se acomodó entre mis brazos sin despertarse, ignorando por completo lo que estaba ocurriendo.

Pero Perkins no se rendía y le vi tratar de reanimar a la vulcana, en un acto desesperado, mediante el RCP. Negué con la cabeza. Si la electroestimulación había fallado, aquello también lo haría. Me sentí tentado a acercarme a él y pedirle que parase. Otros le necesitaban y ella ya se había ido. Pero entonces ocurrió el milagro y la vulcana regresó a la vida, pronunciando un nombre. No me resultó difícil saber de quien hablaba. Miré al pequeño y luego a ella. - Está aquí... está bien... - Alcancé a decir mientras caminaba hacia ella, dispuesta a mostrarle a su pequeño T'Kev...

Y la vi irse de nuevo.

Mi rostro se ensombreció y sentí el dolor y la rabia apoderarse de mí, mientras que veía a Perkins luchar de nuevo por ella. Pero la vulcana ya había dejado de luchar por su vida y se dejó llevar por el cansancio de tan dura pelea. Perkins se alejó de ella, sin duda rendido por no lograr salvarla. Sus compañeros trataron de animarle y el simplemente caminaba como un fantasma. Miré de nuevo a la mujer y me acerqué a ella. - Encontraré a su familia y T'Kev tendrá una buena vida. - La susurré sabiendo que ya no me escucharía y que su hijo jamás podría recordarla.

Sin retirarme las lágrimas del rostro, seguí la estela de Perkins hacia el despacho. Necesitaba desahogarse, pero también un amigo. Yo no estaba seguro de poder cumplir con la segunda parte, pero si necesitaba insultar a alguien para despejarse, eso si podría aguantarlo. Llamé al a puerta y entré sin esperar respuesta por su parte.

- Gracias Perkins. - Fue lo primero que le dije. - Gracias por intentarlo e insistir tanto. Él... T'Kev sabrá que alguien peleó hasta el final por salvarla. - Miré al pequeño. - No como en mi caso... mi madre murió al darme a luz en un planeta donde mi raza era odiada por nuestras traiciones y guerras y donde la medicina es algo que a penas existe. Encima debo dar las gracias todos los días porque los klingon decidiesen cuidar de mí y no dejarme morir junto al cuerpo de mi madre. - Le conté con dolor y pesar, sintiendo como mis ojos volvían a llenarse de lágrimas. - Y estoy seguro de que T'Kev podrá agradecerle algún día ese esfuerzo por intentar salvarla.

» Hizo todo lo que estuvo en su mano y mucho más. Pero a veces el destino es caprichoso y nos pone a prueba. Y usted la ha superado con creces. Ahí fuera nadie le va a ver como un perdedor, aunque sienta ahora que lo es. Le van a ver como un héroe y un ejemplo a seguir. - Le dije acercándome a él despacio. No temía que reaccionase de manera violenta contra mí, temía que le hiciese daño al pequeño sin querer. - Nadie hubiese intentado salvarla con tanta perseverancia como lo ha hecho usted hoy. Todos estamos orgullosos de usted por esto y estoy seguro de que hay fuera hay pacientes que están deseando que sea usted y solo usted quien les trate.

» Y él... - Me puse frente a Perkins y le mostré al bebé. - También le necesita... y yo, doctor Perkins, también le necesito. Más que a un capitán, a un piloto o un soldado, lo que necesitamos es médicos, a personas como usted. - Sorbí por la nariz. Las lágrimas ya me habían afectado a las fosas nasales y empezaba a moquear.

- Mírenos. Dos hombres hechos y derechos llorando como bebés y el pequeño T'Kev descansando sin ser consciente de nada. Vamos, Perkins, ahí fuera le necesitan y yo necesito a alguien que pueda dar con la familia del pequeño. No puede pasarse su infancia en los brazos de un romulano como yo... ¿Qué sería de mi reputación y de la vida de T'Kev? ¿No cree que ha tenido bastante castigo con perder a su madre, como para que sea yo quien le cuide ahora? - Traté de bromear y animar un poco a Perkins. No sabía si lo estaba haciendo bien o mal o si lo empeoraba todo. Tampoco es que supiese demiasado sobre estas cosas.

Cargando editor
14/09/2019, 18:53
Alférez Liam Perkins

Perkins era de aquel tipo de personas que en situaciones críticas, eran capaces de rearmarse y superar sus propios demonios, pero éstos volvían de cuando en cuando a atormentarle, debilitando su espíritu y alejándolo del camino marcado. 

No oyó los golpes en la puerta ni tampoco al romulano entrando y aproximándose a él, pero sí sus primeras palabras, las más importantes. El médico se giró hacia Vrako con los ojos enrojecidos y el rostro distorsionado por el dolor, y solo con escuchar el nombre del pequeño y verlo, entendió lo que estaba intentando decirle el romulano, no como superior, sino como amigo. Su propia experiencia, sin duda dolorosa, quizás no en el momento de sufrirla sino al rememorarla con el tiempo, le hacía no solo comprender la desgracia que acababa de suceder sino todo lo que significaba. PErkins vio como los ojos del romulano también se humedecían, pero a la vez, atisbó la esperanza en aquello que le transmitía, en la forma de aquel pequeño vulcaniano que sostenía.

-T-tiene razón, p-por supuesto, señor Vrako. Espero d-de verdad que algún día entienda que hice todo lo que pude, aunque a mí me costará olvidar que a lo mejor podía haber hecho más -consiguió decir Perkins, liberando parte de sus sentimientos. No acostumbraba a sincerarse de aquella manera, porque en el fondo, siempre había intentando mantenerlos en aquel compartimento secreto que había creado y que únicamente en momentos concretos abría, para poder contemplar su propia desgracia y regodearse en su sufrimiento. Era su manera de castigarse por haber fallado, pero sobre todo, la forma en la cual se recordaba el por qué estaba allí y hacía lo que hacía.

...a veces el destino es caprichoso y nos pone a prueba...

Esa frase de Vrako resumía la futilidad de los esfuerzos que en muchas ocasiones realizaban los médicos. No siempre lograban salvar las vidas de quienes atendían. En muchas ocasiones, se sentía como si estuviese haciendo remiendos sobre los destrozos que otros realizaban. ¿Cuándo dejaría de matarse la humanidad? ¿Por qué no se habían dado cuenta aún de la estupidez que implicaba luchar y morir por el control de unos pocos años luz de espacio?

Perkins no se veía como un ejemplo, pero agradecía enormemente el esfuerzo que estaba llevando a cabo por sacar a relucir lo positivo, si es que algo había, por encima de la cruel y fría muerte.

-Yo... de verdad que le agradezco sus palabras, señor Vrako. Sé... que tiene razón. Solo necesito algo de tiempo para convencerme de ello. 

Y de repente, el romulano le puso delante lo único que podía convencerle. Aquel niño, aquel huérfano, era el mejor resumen de para qué luchaba. En su batalla diaria, era por él y otros como él por lo que Perkins debía mantenerse erguido y continuar esforzándose al máximo, porque si la gente que deseaba curar y aliviar abandonaba... ¿quién quedaría en pie? ¿Esa Cira Graystone, ocupada en ganar batallas y destruir planetas? No, la gente como ella no debía prevalecer. Perkins pensó todo eso en una fracción de segundo y se puso en pie, a tiempo para oír a Vrako decirle que también lo necesitaba, entre lágrimas y moqueo. 

- Mírenos. Dos hombres hechos y derechos llorando como bebés y el pequeño T'Kev descansando sin ser consciente de nada. Vamos, Perkins, ahí fuera le necesitan y yo necesito a alguien que pueda dar con la familia del pequeño. No puede pasarse su infancia en los brazos de un romulano como yo... ¿Qué sería de mi reputación y de la vida de T'Kev? ¿No cree que ha tenido bastante castigo con perder a su madre, como para que sea yo quien le cuide ahora?

-Es porque dos hombres hechos y derechos como nosotros lloramos que el universo tiene aún esperanza de salvarse, señor Vrako, y no me imagino a un niño estando más seguro que en sus brazos ni un castigo más satisfactorio que ser cuidado por una de las mejores personas que conozco. Prométame que se encargará de él hasta que tenga tiempo de encontrar, si la tiene, a su familia. 

Perkins acarició la cara del bebé y sonrió, por primera vez desde que había perdido a su madre, lo cual coincidió con la llegada de nuevos heridos, sin duda, poco graves, pero heridos al fin y al cabo. 

-El trabajo de un médico nunca termina, Teniente, igual que el de una madre o un padre. Ahora es usted su padre. Cuídelo bien, que yo me encargaré del resto.

Perkins salió del despacho con los ánimos renovados. Aunque sabía que por la noche, cuando su cuerpo descansara, su mente volvería a recordar todo aquello, era también consciente de que lo superaría. Además, ahora tenía otra tarea entre manos. Ese niño necesitaba una familia y costara lo que costara, la encontraría.

-Está bien, señoras y caballeros, vamos a darnos prisa con estos enfermos. Así podremos decirle a la doctora que hemos hecho bien nuestro trabajo -dijo en voz alta, haciendo que todos sonrieran, reanimados, y regresaran de nuevo a sus tareas.

Al fondo, el cuerpo de la madre del pequeño T'Kev reposaba en paz bajo una sábana. Perkins la miró una vez más, un instante tan solo, pensando en la filosofía según la cual, ninguna criatura moría, sino que su alma viajaba por el universo hasta encontrar otro cuero en el cual posarse. T'Kev tenía la suya, pero su madre, volvería y él esperaba que supiese que su hijo estaba bien. Ya se encargaría él de que así fuese.

Cargando editor
15/09/2019, 13:05
Tte. Vrako

- Lo entenderá, Perkins. Y usted también cuando pueda volver a ser objetivo de nuevo, se dará cuenta de que hizo incluso más de lo que podía hacer por ayudarla. Ojalá que todas las madres tuviesen un doctor Perkins a su lado y no... - No pude seguir hablando. Sentí como un nudo se formaba en mi garganta pensando en que si Perkins hubiese estado al lado de mi madre aquel día, ella seguramente seguiría viva y yo no hubiese tomado ciertos caminos y decisiones que podrían acabar con mi carrera... tendría una casa, seguramente una familia y las respuestas que jamás obtendré sobre mi mismo: quien soy, quien es mi familia, de donde vengo... - No importa. - Dije recomponiéndome y poniendo mi mano sobre el hombro del alferez. - Solo importan sus logros y que salga ahí con la cabeza bien alta.

Esperanza. Aquello era lo que se estaba gestando en aquel despacho sin saberlo, puesto que el respeto y la admiración ya se habían generado al otro lado de la puerta de metal hacia aquel hombre. Perkins comenzó a rearmarse y como el Ave Fenix resurgió de sus cenizas. Pude verlo en el brillo de sus ojos y sentirlo en el tono de su voz. Sus palabras sobre como me veía y lo capaz que me veía para cuidar a T'Kev, me llegaron muy dentro. - Haré todo lo que pueda por él, creo que es lo que me queda ahora mismo... y lo único que puedo hacer en esta nave.

No tenía clara mi situación y si yo mismo no la tenía, dudaba que alguien más la tuviese. Era un prisionero encerrado en una enfermería y estaba seguro de que si salía de allí, acabaría cosido a disparos de phaser por cualquier tripulante de seguridad de la Enterprise. Ante la duda, mejor aturdir antes que dejar marchar... y yo sería el primero en hacerlo.

Observé en silencio, con mi rostro marcado por las lágrimas, como un renovado Perkins, cargado de esperanza y fuerza, salía nuevamente a la enfermería, a seguir ejerciendo su pasión. Puesto que para llegar a ser como él, había que llevarlo dentro. Su salida hizo que el ambiente cambiase por completo y miré al pequeño T'Kev, que dormía plácidamente en mis brazos, antes de observar como habían cubierto el cuerpo de su madre con una sábana, segundos antes de que las puertas del despacho se cerrasen ante mí y me quedase allí dentro a solas con el bebé.

Me senté en un butacón y acomodé al pequeño en mis brazos. - Una de las mejores personas que conoce... yo... - Susurré, ahora dolido por aquellas palabras y lo que ocultaba a mis espaldas. - No creo que alguien que engaña así a los demás, sea bueno para nada... para nadie... - Le susurré a T'Kev sintiéndome mal por tener engañadas a personas tan importantes para mí como Perkins o como Lena hasta hacía poco. - Aunque a ti eso no te afecte ahora mismo, ¿verdad? - Me abracé al pequeño con cuidado y rompí a llorar al darme cuenta de todo lo que tendría que cambiar en mí, para poder llegar a ser un amigo o padre de verdad algún día y lo difícil que lo tenía en aquel momento.

Era un romulano extraño. Siempre lo había sido y nunca quise darme cuenta de ello. La educación que recibí por parte de los klingon me hizo ser especial y mantenerme alejado de los míos calmó ese odio y resentimiento hacia otros seres y otras razas. Aquello me hizo más sociable y sin duda sin ello, jamás hubiese estado con Lena en la cama ni la querría como en aquel momento, ni hubiese entablado lo que parecía una firme amistad con Perkins... - Ni te sostendría en este momento en mis brazos, T'Kev... Cuidaré de ti y si puedo, trataré de que los tuyos no te conviertan en un vulcano más... no después de verte sonreír...

Entonces el pequeño se puso tenso de golpe, le sentí apretar... - No, no, no... - Susurré imaginándome lo que estaba pasando. T'Kev abrió los ojos y me miró, bostezando levemente y llevándose una manita a la boca. Al menos no lloraba... pero yo tenía mis sospechas... alcé al bebe y le olí el trasero. Olía peor que el aliento de un targ. - Vale, que no cunda el pánico. No puede ser tan malo...

Me levanté y salí a la enfermería, buscando con la mirada a alguna mujer desocupada. El pensamiento era bastante machista, sí, pero estaba seguro de que era más fácil encontrar a una mujer que supiese cambiar un pañal a un bebé que un hombre... - Disculpen... ¿alguien podría ayudarme? - Dije finalmente en voz alta a todos los presentes. - Creo que hay que cambiarle y... no tengo ni idea de como se hace... - Y ni ganas de verlo, pero... dije que le cuidaría y aquello formaba parte de mi palabra... y debía empezar a tener valor para mí y los demás.

Cargando editor
15/09/2019, 18:48
Alférez Neomi Paulsen

Neomi había estado tan ocupada que ni siquiera se había detenido a pensar en todo lo que había sucedido. Desde aquel momento en el cual, Liam había estado luchando para salvar a aquella pobre chica, no había dejado de ayudar en lo que fuese precisamente para no pensar en ello. No era algo que pudiese permitirse en aquellos instantes, porque sabía que acabaría por derrumbarse.

Como Jefa de Enfermería, era ella quien tenía que dar ejemplo cuando la doctora Connor o el doctor Perkins no estaban, pero la escena les había superado a todos. Ella misma había acogido el rostro de una de las chicas que entre sollozos, no había sido capaz de continuar mirando, y quizás por ese motivo, ella había logrado mantenerse tan estoica como pensaba que se esperaba de ella, cuando en el fondo, tenía tantos o más sentimientos deseosos de salir y explotar. 

Cuando vio que Liam se encerraba en el despacho, entendió que era el momento de llorar, para él al menos, pero mientras tanto, los enfermos no dejaban de llegar. Eran casi todos problemas menores, como golpes o heridas de escasa consideración, pero había que tratarlos y en la sala, todos parecían paralizados.

-Está bien, venga a trabajar -ordenó, sintiéndose como una auténtica insensible, que era lo que estaba segura que decían de ella cuando no estaba presente.

Pero también era consciente de precisamente, en momentos como aquellos, era necesaria una voz autoritaria para mantener todo en funcionamiento.

La antipatía que generaba Neomi le afectaba más de lo que la gente suponía. Mientras Liam era de trato amable y siempre tenía una sonrisa preparada, ella como antítesis, se mostraba arisca y poco sociable. No era su manera de ser así que no podía disimular. Pero al menos, tanto Liam como Connor, estaban satisfechos con su trabajo, porque así se lo habían dicho en más de una ocasión.

La medicina era un arte que ella aún estaba aprendiendo, y disponía de unos buenos maestros, pero la capacidad social... eso era otra historia muy diferente. Cada uno era de una forma distinta y en su caso, se trataba, estaba segura de ello, de un caso sin solución. Solo su fuerza de voluntad había logrado llevarla hasta allí; incluso en la Academia, era quien menos simpatías generaba y también, objeto de burlas y malas jugadas, a veces por envidia y otras veces, simplemente por ser el bicho raro, esa que jamás sonreía y parecía creerse mejor que el resto.

Neomi no se creía mejor que el resto, pero sí que sabía que era mucho mejor que la mayoría. ¿Eso era ser arrogante? Ella pensaba que se trataba únicamente de ser honesta consigo misma. Si los demás no lo eran, allá ellos, pero no tenía por qué actuar como una maldita hipócrita para contentar a unos cuantos fracasados. Oh, no. Ese no era su estilo. No lo sería jamás.

Y en medio de aquel pequeño terremoto, su voz resonó por encima de la de los demás, a la espera de que Liam volviese con ellos y retomara el mando. Si necesitaba un momento a solas para recuperarse, se lo daría. Nadie se lo había ganado como él.

Cuando salió, unos minutos más tarde, tras hablar con el señor Vrako, ese romulano que en algunas cosas le recordaba mucho a la propia Neomi, al menos en lo poco que había visto de él, Liam volvía a ser él.

-Está bien, señoras y caballeros, vamos a darnos prisa con estos enfermos. Así podremos decirle a la doctora que hemos hecho bien nuestro trabajo.

Neomi asintió y dedicó su atención al joven que se había presentado con un brazo aparentemente roto. A su lado, una de sus compañeras estaba pasando el tricorder con excesiva lentitud, así que se lo arrebató y empezó a hacerlo a mayor rapidez.

-Deme, yo soy más rápida -le dijo, mientras recibía por parte de su compañera una mirada que hubiese fulminado a un borg. Neomi estaba acostumbrada, así que la ignoró. Cuando localizó una fisura causante del problema, cogió el dispositivo para soldar y empezó a pasarlo por encima del punto exacto. No era algo tan complicado como para que hubiera que llamar a Liam, pero la velocidad era importante en aquellos casos, en los cuales había más gente esperando.

Y entonces, escuché la voz del romulano a mi espalda.

Disculpen... ¿alguien podría ayudarme? Creo que hay que cambiarle y... no tengo ni idea de como se hace... 

La enfermera lo miró, algo fastidiada y también a Liam, que me indicó con un sencillo gesto que fuese a echar una mano. Así que dejó el siguiente herido y se dirigió hacia donde estaba el Teniente y ese bebé vulcaniano.

-Démelo -le dijo, quizás de una forma demasiado brusca para tratarse de un superior, pero así era Neomi. Con él en brazos, se fue directamente hacia una de las camas desocupadas que había en el fondo y dejó al bebé con cuidado.

-He cuidado de los hijos de mi hermana durante años, así que sé cómo tratarlos, no se preocupe -le explicó a Vrako, que parecía mirar con horror los rápidos movimientos que realizaba Neomi, como si no tuviese ningún cuidado, cuando en realidad no era más que el reflejo de años de experiencia.

Neomi le quitó el pañal, lo dobló sobre sí mismo y lo introdujo en uno de los contenedores de desechos. A continuación, habló en voz alta.

-Computadora, replica un pañal vulcaniano -le pidió. Al instante apareció uno en la pequeña cámara del replicador -. Los bebés vulcanianos tienden a tener un control excesivo del esfínter durante los primeros años, lo que provoca elevadas cantidades de orina que un pañal normal no podría absorber. Por eso los que están especialmente indicados para los bebés vulcanianos tienen una mayor capacidad de absorción.

Antes de que Vrako pudiera protestar, Neomi había limpiado al pequeño y estaba de nuevo limpio. 

-Listo, señor. ¿Sabrá hacerlo la próxima vez? -preguntó, con cierto aire de superioridad. No podía evitarlo, porque ver a todo un teniente sin saber cómo actuar en algo tan simple como aquello, le molestaba.

Cargando editor
16/09/2019, 19:35
Tte. Vrako

La verdad era que no esperaba obtener ayuda tan pronto y quizás pensaba más en algún herido leve que quisiera sentirse útil como yo. Pero el lugar de eso vino una humana, verdaderamente guapa para su raza, pero todo lo que tenía de hermosa lo rompía con su forma brusca de proceder. No me permitió que la entregase al pequeño T'Kev, sino que directamente me lo arrebató de las manos y eso no me molestó, más bien me dejó sin palabras puesto que ahora si llevaba puesto mi uniforme de la Flota Estelar y mis galones se veían perfectamente y no pareció importarla nada en absoluto.

Estuve a punto de decirla algo, tampoco gran cosa puesto que dudaba de mi posición en aquel momento, pero su forma de coger y manipular a T'Kev me terminó de dejar sin habla. No solo era increíble la soltura con la que lo movía de un lado a otro en sus brazos, sino que llegué a pensar que acabaría lastimándole o en el suelo con tanto moviento. - Ya veo que se le dan muy bien. - Alcancé a decir mientras veía como retiraba el pañal sucio, tratando de no perder detalle... aunque tuve que apartarme un poco al notar el olor, más bien hedor, que salía del trasero del pequeño junto con la mancha verdosa en el mismo. - Joder con la leche... cuando se caduca huele mejor que al salir del cuerpo...

Aún así seguí aquella clase gratuita y rápida donde debía aprender a cambiarle el pañal a T'Kev sin perder ojo al resto de detalles. Como limpiarle, tratarle... bueno, mejor aquello lo omitiría, puesto que parecía que estaba realizando un trabajo mecánico en lugar de interactuar con un bebé. Por un momento me la imaginé en una cadena de montaje, cambiando pañales a destajo a bebes que la iban llegando en la cinta transportadora, con una foto enorme en la sala, donde se la veía de empleada del mes y el número de pañales cambiados en ese periodo de tiempo.

La verdad es que tardó entre poco y nada en entregarme a T'Kev tras explicarme el tipo de pañal a usar. Pude sentir la arrogancia en su voz cuando acabó con aquella tarea. El teniente Vrako la hubiese reprendido por ello, pero... era un paciente en aquel momento y me seguía sintiendo un prisionero. - Después de su expléndida lección y su profesionalidad, sabré hacerlo la próxima vez. Aunque creo que aún tendré que cambiar muchos pañales antes de llegar a su nivel. Gracias alférez. - La indiqué agradecido por ello. Sabía que me iba a costar cambiar el pañal a T'Kev, pero al menos ya había visto como se hacía. - ¿En qué me he metido? - Me ha ayudado más de lo que cree. - Incliné la cabeza levemente a modo de despedia y busqué una cama libre con la mirada.

- O un asiento... - Comido, evacuado y limpio, T'Kev querría dormir y mis costillas pedían algo de descanso. Mantenerme con él en mis brazos en pie, no me venía bien. - Y mientras espero, quizás pueda aprender algo más del cuidado de un bebé con la computadora... - Pensé para mí mirando de nuevo al pequeño que estaba en mis manos. Pero los nuevos heridos parecían ocuparlo todo. - Un rincón en el suelo. - Me daba igual lo que fuese, mientras estuviese tranquilo con T'Kev y mi cuerpo magullado pudiese recuperarse un poco más. - Si Lena me viese en pie, me inyectaría cualquier cosa para meterme en la cama... debo empezar a reposar antes de que vuelva. - Y miré la puerta de la enfermería antes de moverme, preguntándome porqué tardaba tanto cuando sabía que aquí era más necesaria que en cualquier otro lado.

Cargando editor
17/09/2019, 21:53
Alférez Liam Perkins

Por fin parecía que todo se estaba tranquilizando un poco. Cuando Perkins terminó de atender al último de los heridos, dispuso de tiempo para girarse y devolver su atención al pequeño vulcaniano... y a Vrako. El recuerdo de todo lo sucedido aún estaba profundamente clavado en el pecho del médico, pero al salir allí de nuevo y ponerse a hacer su trabajo, había conseguido recuperar algo del control que hasta entonces había mantenido, y sabía perfectamente que así seguiría siendo, al menos hasta que su cuerpo se relajase. Entonces, mientras esperara a que le llegara el sueño, estaba seguro de que todas las emociones contenidas le asaltarían sin remedio.

Pero no en aquel momento.

Vrako no estaba solo y tampoco tenía el niño en sus manos, sino que se estaba ocupando de él... Neomi.

Vaya, pensó Perkins. Neomi no era precisamente una experta en el campo de la diplomacia. Era, eso sí una excelente profesional y sin duda, sería una gran médico, pero todavía debía aprender a tratar con la gente.

Parecía estar cambiando al bebé y después, al entregárselo, cruzó unas palabras con Vrako, que incluso parecía intimidado, algo que no hubiera creído posible. Pero es que Neomi...

Perkins se arriesgó a acercarse.

-Veo que ha encontrado quien le ayude, señor Vrako. Gracias, Neomi. Me parece que el Teniente ya puede encargarse solo a partir de aquí -le dijo, preparándome para una réplica sin filtros. 

Pero no llegó. La presencia del Teniente, a quien miró de reojo, pareció frenarla, al contrario de lo que solía suceder. El hecho de que ambos tuviésen el mismo rango, aún con diferente antigüedad, que era lo que colocaba a Pkeris por encima de ella, le permitía tener con él una actitud que rayaba en la insubordinación y que en cualquier otro caso, y con cualquier otro oficial, habría acabado, hacía muchísimo tiempo, con ella en una celda.

Claro que Liam Perkins no era cualquier oficial. De todos era sobradamente conocido su facilidad para tratar con el personal y su paciencia. Quizás no tuviese la experiencia y la enorme habilidad de la doctora Connor, pero resultaba un apoyo esencial a la hora de disponer de convicción y capacidad para hacer que todos tuviesen plena confianza en que las cosas iban a salir bien.

-Neomi es una gran oficial, señor Vrako, aunque todavía tiene algunas cosas que limar. Pero es una gran mujer y una estupenda doctora. Dígame, ¿cómo está nuestro pequeño? Todavía no he tenido tiempo, pero estoy seguro de que podremos encontrar a alguien en Vulcano que se ocupe de él. ¿Le parece si le echamos un vistazo a la base de datos?

Cargando editor
24/09/2019, 21:34
Tte. Vrako

No me había movido del sitio, cuando el doctor Liam apareció casi de la nada. - Sí, a una verdadera profesional. Eso la estaba diciendo. - Respondí a Perkins sin dejar de mirar a los ojos a aquella mujer. Su aspecto era el de alguien que iba a comerse el mundo, pero detrás de aquello había algo más. Lo sabía... nadie sin sensibilidad y empatía se metía en una profesión como aquella y esa mujer no era tan distinta a mí... de eso estaba seguro.

El pequeño T'Kev reclamó entonces mi atención con un pequeño gorgorito y un chillido alegre al final. - Parece que el cambio de pañal le ha sentado bien... - Le dije a Perkins al tiempo que veía a la mujer alejarse de nuestro lado. - Y no dudo de su profesionalidad, doctor. Cada uno es como es y en ella veo la seguridad que tiene en sí misma mientras ejecuta su trabajo y la inseguridad que le causa hablar con los demás... eso no está reñido. - Le indiqué al hombre, para luego mirar al pequeño que sostenía ya en mis brazos.

- Feliz y encantado. Mírele como sonríe. - Le dije a Perkins y le hice cosquillas en la nariz a T'Kev con mi dedo, arrancándole una sonrisa y un leve pataleo de alegría. Mis ojos brillaron ante aquel gesto del pequeño y sentí de nuevo que realmente quería ser padre, tener, ver, querer, proteger, educar... y todo lo demás que se hiciese con una personita como aquella, pero lejos de los rituales de las razas. Las siguientes palabras de Perkins, me amargaron un tanto el momento, pero debía estar con su familia, aunque fuese en Vulcano.

- Sí. Será lo mejor para él. - Respondí pensando en mí y mi pasado. Si hubiera podido elegir, hubiese sido irme a casa, reencontrarme con los míos, mi familia, mi hogar... Y no pasar por aquella vida la cual, ahora miro hacia atrás y recuerdo con más dolor y tristeza, por lo solo que estaba y me sentía en aquel mundo lleno de enemigos que me trataban casi como a un animal... no... a un animal se le llegaba a tratar mejor que a mí. Al menos a ellos se les daba cariño y amor... algo que yo no tuve hasta... -Lena. - Suspiré por ella y miré a T'Kev.

- ¿Qué cree que diría... ya sabe... si la propusiese...? - Le mostré a Perkins al pequeño. Él sabía perfectamente que algo había entre Lena y yo y lo que le estaba preguntando era más que evidente. - Ni si quiera se si se lo ha plantado alguna vez y yo... Comprobemos esa base de datos, ¿quiere? - Corté de golpe la conversación. Había demasiada gente para mantenerla allí en medio. - Quizás su padre esté por aquí cerca y querrá saber de su mujer también...

Cargando editor
26/09/2019, 21:21
Alférez Liam Perkins

Perkins sonrió ante las palabras y los mensajes encriptados de Vrako, que parecía debatirse entre varias ideas, las cuales incluían definitivamente a la doctora. En eso él no pensaba entrar, porque se trataba de temas mucho más difíciles que incluían los estilos de vida y además, el futuro de Vrako, que a pesar de todo, pendía de un hilo.

No, Perkins prefería no decir nada al respecto, aunque la idea de ver a la doctora y a Vrako juntos, le agradaba. Les había visto tan bien juntos que todo lo demás, cualquier impedimento que él o ella, o cualquier otro pudiera indicar, no tendría más valor para el médico que un hipospray lleno de una sustancia placebo.

Además, ahora mismo, aquel niño podía tener una familia y era su obligación buscarla. Eso era... lo que había que hacerse.

-Está bien, vayamos a ver si descubrimos algo -le dijo Perkins, dándose la vuelta y dirigiéndose hacia el despacho. Una vez allí, tomó asiento delante de la terminal y le acercó a Vrako otro para que se sentara con el pequeño.

Después, dejó que sus dedos se movieran ágilmente por el teclado, buscando el nombre de la madre, cuyo estado, a su pesar, tuvo que cambiar a "fallecida" antes de proseguir con la búsqueda.

-Bueno, parece que en la nave no tenemos a nadie. Tendré que entrar en su ficha médica y genealógica. Los vulcanianos son bastante reacios a propagar estas cosas, pero siempre hay excepciones.

Pero no era el caso. La información personal nombraba al padre y a la madre, pero no decía nada ni sobre su estado o lugar residencia. Podía ser Vulcano... o Qo'noS, ya que estábamos. Después de un rato de búsqueda, Perkins se echó hacia atrás, dejándose caer sobre el respaldo del asiento.

-Bueno, tendremos que contactar directamente con Vulcano. Al menos sabemos que la alférez tenía padres, así que no creo que sea complicado encontrarlos. Le mandaré un mensaje al Alto Consejo Vulcaniano y a ver qué nos responden. 

Al girarse hacia Vrako, vio al niño e instintivamente, le sonrió y cogió una de sus manitas.

-Menos mal que no es comestible -dijo, mientras le hacía calentoñas y gestos exagerados. El niño lo miró entonces como si no comprendiera bien lo que estaba pasando y Perkins se puso serio -. Es vulcaniano, no hay duda.

Cargando editor
28/09/2019, 14:35
Tte. Vrako

Estaba inseguro con el tema de los hijos y Lena y creí que Perkins podría arrojarme algo de luz al respecto. Sabía que estaba corriendo demasiado, pero la vida al final no era tan larga y menos aún la humana. El doctor optó por guardar silencio al respecto y centrarse en la familia del pequeño y yo me quedé con mis dudas para mí. Seguí a Perkins hasta el terminal situado en el despacho y me senté a su lado con el pequeño T'Kev entre mis brazos. Cada vez que le miraba, veía esperanza para mí en el futuro para una vida feliz.

Una parte de mí se alegró de que en la nave no hubiese nadie de su familia, otra se sintió molesta por el pequeño. - Supongo que no habrá inconveniente en que me ocupe de él, más aún en esta extraña situación en la que me encuentro. - ¿Prisionero u oficial en funciones? Seguía sin saber nada al respecto y la verdad era que en aquel momento no me preocupaba. Había descubierto aquella faceta mía con los bebés y quería explorarla y disfrutarla. - Voy a tener que leer mucho para darte lo mejor en estos días. - Le dije al pequeño que me miraba fijamente con sus pequeños ojos oscuros, como si tratase de leerme la mente.

Mientras, Perkins continuó con la búsqueda de datos en el sistema. Y en Vulcano pareció estar la clave. La verdad era que no me gustaba nada la manera de ser educados y como reprimían sus emociones mis "familiares lejanos". Por eso mis antepasados se alejaron de ellos y dejaron aquellos represivos rituales de lado, viviendo y disfrutando de la vida y de los sentimientos que esta nos causaba. Una parte de mí no quería lo mismo para aquel pequeño, no cuando anteriormente le vi sonreir. Pero era su raza, su familia y el lugar donde debía estar.

- Está bien. - Dije no demasiado convencido de aquello tras anunciar que avisaría al Alto Consejo Vulcaniano sobre T'Kev y lo ocurrido y vi como de pronto Perkins se convertía en un niño más y se derretía por T'Kev, como me pasaba a mí. El gesto del pequeño me llamó la atención. - Es lo que ha visto... o más bien no ha visto nunca. ¿Cómo pueden ser tan fríos con criaturas como esta entre sus brazos? - Pregunté en voz alta, conociendo sobradamente la respuesta: eran estúpidos. - Y tiene razón, doctor Perkins. Si fuese comestible... ya no estaría aquí. - Bromeé, besando luego la frente del pequeño en un gesto paternal, mientras que T'Kev movía entusiasmado sus brazos y me golpeaba la cara con sus manitas. 

- Creo que esta es la primera vez que alguien me da una bofetada y ni si quiera me enfada... al contrario... Me dan ganas de... hacerle cosquillas!!! - Y mi mano libre buscó por donde tenía el pequeño T'Kev cosquillas. Quería hacerle reír todo lo posible, antes de que se lo llevasen con los suyos y su sonrisa se esfumase por siempre de su pequeño rostro.

Notas de juego

Te dejaste a Lena fuera en el post anterior ;)

Es verdura!!!! Gracias, ya está arreglado :P

Cargando editor
01/10/2019, 09:26
Tte. Lena Connor

Notas de juego

Entro

Cargando editor
01/10/2019, 11:36
Director

Nada más entrar ves a algunos heridos siendo atendidos por parte de tu equipo, pero nada grave. Lo que te llama la atención es ver una camilla con un cuerpo en ella... cubierto por una sábana. Parece que alguien murió en el ataque. No ves a Perkins y a Vrako inmediatamente, pero unos segundos más tarde te fijas en que ambos están en el despacho, delante de la computadora... y con un bebé vulcaniano en brazos de tu romulano favorito. 

Cargando editor
01/10/2019, 23:28
Tte. Lena Connor

Cuando Lena entró en la enfermería sus ojos se dirigieron en primer lugar a la mesa donde se encontraba el cuerpo cubierto con una sábana y después hacia Perkins, Vrakro y... ¿el bebé? Con los ojos como platos y sin saber si pellizcarse o echarse a reir se acercó al pipiolo y a su romulano preferido por al espalda hasta ponerse justo detrás.

- Si no fuera porque creo que le conozco diría que las orejas de la criatura son suyas... señor Vrakro- le dijo al romulano con expresión divertida- señor Perkins... ¿puede decirme que ha pasado?

Cargando editor
02/10/2019, 09:42
Alférez Liam Perkins

Explicar todo lo que había sucedido era más complicado de lo que parecía. Le resultaba imposible describir con palabras la angustia que había experimentado al intentar salvar la vida de la alférez Tl'vol... y después, al comprobar con frustración como no iba a conseguirlo.

No se trataba únicamente de la vida de la alférez, sino de todos aquellos que por un motivo u otro habían perecido simplemente porque alguien, en alguna parte, había decidido que prefería hacer las cosas por medio de armas que palabras, usando la fuerza y apoyándose en la muerte, en lugar de en la vida.

Demasiadas veces había vivido ya eso, a pesar de su edad, y siempre ocasionaba la misma respuesta en Perkins. Su estómago se revelaba, sobre todo al rememorar el pasado que tan a menudo intentaba, más que olvidar, aprender a manejar y aceptar. Su parte más oscura, aquella que jamás había sospechado que albergaba, despertaba continuamente para recordarle su presencia y amenazar todo por lo que había trabajado. ¿Acaso había mayor amenaza que aquella que cada uno llevaba en su interior?

Señor Perkins... ¿puede decirme que ha pasado?, repitió Liam en su cabeza, respondiendo que no había una respuesta sencilla para ello.

Y después, por si la extinción inevitable de aquella vida, y todo lo que suponía para el joven médico, no fuese suficiente, estaba aquella pequeña criatura vulcaniana que no conocía el dolor ni el sufrimiento, y por el momento, tampoco el abandono. Arrancado de los brazos de su madre demasiado pronto, tendría que aprender a valerse por sí mismo rodeado de gente extraña que lo trataría con frialdad, y no con el respeto o el cariño que una madre le daría, incluso si era vulcaniana. Perkins conocía bien a la raza y sabía que más allá de la apariencia, tenían todo un universo de emociones reprimidas que, cuando lograban salir a la superficie, doblaban su valor y causaban un efecto mucho mayor de lo que cualquiera podría esperar. Su madre le habría cuidado, protegido y enseñado; le habría acompañado en sus primeros pasos por el mundo, enseñado a caminar y recogido del suelo cuando se hubiese caído, regañado por sus errores, felicitado (a la manera vulcaniana, por supuesto) por sus logros y observado con orgullo contenido a medida que fuese madurando y creciendo como individuo.

Ahora se vería obligado a crecer en ambiente mucho más distante de él que cualquier galaxia vecina de ellos mismos, pero así era la vida que todos, incluida su madre, habían escogido. Lo único que no habían elegido era... morir en un momento tan inesperado y temprano.

Perkins se separó de la terminal, se recostó ligeramente sobre el respaldo y miró a Connor con seriedad.

-La alférez Tl'von, madre de este pequeño murió en la mesa de operaciones sin que yo pudiese hacer nada para evitarlo. El señor Vrako se ha estado encargando de él desde que llegó y lo seguirá haciendo hasta que podamos encontrarle a alguien que lo sustituya. La alférez no tenía familia en la nave, pero en su ficha aparece el nombre de sus padres, los abuelos del pequeño, así que contactaré con el Consejo de Vulcano. 

Hasta Perkins se dio cuenta de que su voz sonaba vacía, más lúgubre que de costumbre. ¿No era normal que así fuese? ¿Cómo se suponía que debía afectarle la muerte a un médico? ¿Como algo inevitable pero rutinario? Él no la sentía así. Para Perkins, una muerte no evitada le acercaba un paso más a su oscuridad personal y lo alejaba del único propósito que había encontrado que podía darle sentido a su vida.

Eran motivos más que suficientes como para sentir todo el peso de la muerte sobre sus hombros.

-El señor Vrako está haciendo un gran trabajo cuidado del pequeño. Se nota que se le dan bien -dijo rápidamente Liam, intentando recuperar algo de su alegría habitual.