Partida Rol por web

Me quedé observando largo rato a aquella humana, siempre me había llamado la atención la capacidad de algunos seres a manosear de manera un tanto vanidosa las armas que portaban, la tal Lenah no paraba de tocar su blaster, como si aquello le diera más valor a las palabras que decía o si por el contrario, sobarla le diera algún tipo de inmunidad. Realmente interesante, una forma de pensar bastante estúpida, pero realmente curiosa.

Porque cualquiera observando ese comportamiento, podría sentirse retado a mostrarle armas más poderosas en manos más diestras, claro que, tampoco se trataba de acabar con ella por el simple hecho de que hubiera presumido de una manera tan torpe; máxime cuando no se ha preocupado de atender a su entorno más cercano. Igual su ingenuidad la había llevado a presumir de que había accedido hasta allí gracias a su capacidad, ignorando que estaba rodeada y que a la mínima señal de disconformidad, daría la orden de acabar con ella, sin ni siquiera tocar mi arma. Pero ella no lo sabía, así que, puse la mejor de mis sonrisas en la cara y con gesto respetuoso asentí hasta esperar la seña acordada para intervenir y enseñarle a la humana del tatuaje quién realmente mandaba allí. 

A tenor de la conversación, el tono de la humana no era el más propicio para mantener una charla tranquila, quizás necesitaba aprender modales, quizás nunca los tuvo, sea como fuere, empecé a cogerle cierta antipatía por las formas que gastaba.

Volví, otra vez, con la vista a revisar el perímetro, no divisando ningún miembro que hubiera venido con ella, ante semejante inferioridad, volví a centrar mi vista en aquella mujer, a la espera de los acontecimientos que podrían sucederse si Dremon daba la orden.

-Suspiro- Esto era como dar margaritas a los cerdos. Aunque tampoco es que estuviera cargando mucho las tintas con el subtexto. 

- Mis disculpas -articuló Mik ocultando su frustración con la práctica que da la experiencia- Soy la representante senatorial Mik Dremon, de la Fuerza de Defensa del Comercio. Quiero hablar con usted de las condiciones de vida en Norva, y de las posibilidades que existen de que se haga algo al respecto... si se establecen las relaciones de trabajo apropiadas. Relaciones permanentes.

Hizo una pausa, como si recapitulara mentalmente una lección que estuviese dando a un preescolar

- ¿Me he explicado ahora con claridad, agente?

Aiks le estaba echando paciencia. Era de agradecer. Tomó nota mental de darle un plus a fin de mes. Un matón más indisciplinado habría intentado algo estúpido, como... retorcerle el brazo a la polizonte esta para mostrar lealtad vacía. También tomó nota de no descartar que aquello fuese algo distinto a la paciencia. 

Dos años trabajando como una esclava en una de los talleres más concurridos de Mos Easily. La verdad es que no podía esperar más, comida y alojamiento y nada de preguntas de cómo llegó hasta allí. Pero no tenía futuro. Nada. Y lo peor es que cuando la rutina vence a la novedad, la apatía y el aburrimiento se hacen presentes en cada una de las cosas que haces, día tras día, hora tras hora, trabajo tras trabajo.

Pero entonces llegó Anzak, con su centella a su mando. Tenía buena presencia, una sonrisa que cautivaba y una lengua que convencería incluso a la misma muerte. Pero no tenía un mísero crédito. Su nave, la centella roja, tenía un problema bastante común en los hiperimpulsores, que le hacía rendir a la mitad de su potencia. Eso en su negocio le hacía ser rechazado y no se lo podía permitir. Su nave, si se la reparaba y se le hacían algunas mejoras, conseguiría ser una de las más rápidas de la galaxia, o por lo menos ser lo bastante rápida como para que los trabajos se le acumularan. Red se lo hizo saber al piloto y éste, interesado le quiso hacer una oferta a su jefe, intentándole convencer de trabajar para él una temporada a cambio de algunas reparaciones que pudiera hacerle a su nave.

Por supuesto su jefe no quiso, de hecho ni siquiera quiso verle. Así que el contrabandista no pudo usar sus artes. Lo peor es que si no la reparaba no podría seguir trabajando. Así que le propuse yo misma un negocio. Reparar su nave, siempre y cuando me aceptara dentro de la misma, compartiendo los negocios. Siendo él el que negociara y pilotara, y yo quien le ayudara en todo y repara la nave, siempre al cincuenta por ciento.

El quiso renegociar la cifra, pero me negué cruzándome de brazos. Sabía que tenía la sartén por el mango, pues el necesitaba que repararan su nave y no solo esta vez, si no todas las que aquella chatarra decidiera estropearse. Mostrando aquella increíble sonrisa aceptó. Solo tardé dos horas en reparar su nave y a la tercera estábamos lejos, muy lejos de aquel taller, muy lejos de mi antigua vida. Nuevos horizontes se abrían ante mí, nuevos retos y nuevas aventuras, ¿quién podría rechazarlo?

Todo marchaba más o menos bien. Los negocios daban lo suficiente como para reparar las continuas averías de la nave y vivir. Pero en el momento en el que unos tipos intentaron estafarnos, robando nuestra mercancía y la nave, todo cambió. Salimos airosos de milagro, pero nos dimos cuenta de que necesitábamos alguien, alguien que supliera nuestra falta de destreza con las armas. Así dimos con Sean, un tipo duro con unas aptitudes sin duda impresionantes con las armas. A pesar de su rudeza y su cara de malas pulgas, era como yo, introvertida, de pocas palabras y de miradas que lo decían todo. Congeniamos a la primera, además no me preguntaba sobre mi pasado y yo tampoco sobre el suyo. Se notaba que ninguno de los dos deseaba hablar de él.

Tiempo después se unió Tom. Puro desparpajo, alguien te te hacía sentir bien solo con mirarle a los ojos, siempre con una sonrisa en la cara, una copa en la mano y una interesante historia que contar. Era como el hermano mayor de Anzak o su gemelo. Además parecía un miembro de una familia que Anzak conocía bien. El grupo se había formado. Entre los cuatro formaban un gran grupo, bien avenidos y complementados. Pero faltaba algo en la ecuación: el dinero.

Es ahí donde entró la lengua de Anzak. Por suerte, o desgracia, se cruzó Rick Cooper, "Hooper" como todos le conocían. Un ex-contrabandista, o ex-piloto, o ex-pistolero...o todos ellos a la vez. Había montado un negocio de mercancías, algo que le atrajo a Anzak a la primera. Pero lo mejor de todo es que financiaba los arreglos y mejoras de las naves. Era legal siempre y cuando no fallaras. Y nosotros no fallábamos. Lo mejor de todo es que a mí me encantaba por todo lo que podía proporcionarnos para mejorar la nave. Creo que le caía bien puesto que trabajaba bien en la reparación de la nave, no hacía preguntas y, que demonios, era atractiva.

Poco a poco fue dándonos más misiones, hasta que fuimos uno de sus mejores grupos. Aun así, la deuda de las reparaciones y mejoras de la nave eran bastante grandes como para no desdeñar ningún trabajo y Hooper nos lo daba.

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Y ahí estában otra vez, en su tugurio, después de otra misión donde una tormenta y el ataque de unos piratas puso la nave y la pericia de sus ocupantes a prueba hasta el límite de sus capacidades. Pero como hasta el momento todo había salido bien. En la puerta dos de sus matones flanqueaban la entrada, pero ellos eran conocidos y les dejaron pasar. Red les miró y les sonrió, parece que le caía bien, aunque en la cara de un gamorreano y un rodiano no se notara en absoluto. Dentro esperaba Hooper. Red le miró y esperó a que Anzak, como siempre, tratara con él. Eran muy similares. Sabían lo que querían e intentaban sacar lo máximo posible de cualquier trato. Hooper le dedico una breve mirada y Red le correspondió, pero su cara era una máscara marmórea, sin emoción alguna en sus facciones. 

La medio arkaniana cogió el vaso que le habían puesto y le tan solo se mojo un poco los labios. No bebía mucho pues no le gustaba que el alcohol le embotara su privilegiada mente. Esperaba que Hooper les dijera cual era su próximo trabajo y se pusieran manos a la obra. 

Los demás aprendices miraron con ansia a Plo Koon- Lo lamento jóvenes pero ninguno de ustedes está a mi cargo, o al menos no me han notificado, esperen con paciencia, que la Fuerza los acompañe... tras eso los dos maestros y el padawan salieron a la zona de registros donde se les asignó los pagos regulados de la República y las habitaciones en el templo Jedi, la diferencia más significativa entre ambas era el terminal con el que contaba el maestro en su habitación pero no el aprendiz.

Mientras ellos estén en el templo las necesidades de supervivencia están cubiertas, fuera de sus muros son cosa de ellos con el sueldo que la República había establecido, ni que decir que la administración debía ser correcta y en realidad el gran sueldo de Nayim era porque una parte de ello era para su aprendiz pero quedaba bajo la madurez de su atención, una vez tenían todo lo necesario el maestro Plo debía despedirse en los pasillos de las habitaciones del templo...- Debo marchar a mis tareas, un placer... tras eso se despidió cortesmente.

Nayim, que era nativo de un planeta desértico, disfrutaba de los espacios abiertos, así que convocó a su padawan en los balcones del templo jedi. La tarde era gris, como siempre, pero el gris estaba teído de rosa. En algun parte por encima de la contaminación, el sol debía de estar poniéndose.

Los ojos del maestro, más agudos de lo normal, escrutaban las nubes en busca de quién-sabe-qué.

-Dime, Kewan... antes de ingresar en la orden, ¿Qué querías ser? ¿Con qué soñabas?

Kewan deseaba empezar aquella nueva fase en su entrenamiento, había entrenado duro durante años y por fin estaba lo suficientemente preparado como para empezar a experimentar la fuerza fuera de sus entrenamientos.

Nayim era desconocido para él y pronto intentó averiguar todo sobre el a su llegada al templo como padawan, serían años de aventuras los que les unirían en el futuro. 

El joven padawan acudió a la cita con su maestro, puntual y debidamente vestido se asomo al balcón que permitía ver por encima de los suburvios de la ciudad.

Mi madre solía decirme que pasaba horas imaginando aventuras en extraños mundos, pero cuando vi un jedi por primera vez supe en que quería convertirme.

Nayim lo miró inexpresivamente. Era difícil leer su rostro reconstruido.

-¿De qué edad estaríamos hablando? ¿Cuando viste por primera vez a un jedi? ¿Qué edad tienes ahora?

-Riiiick, viejo zorro -soltó Anzak al oír que éste insinuaba traspasar el trabajo a los rodianos. 

-Está bien, está bien. Si es un trabajo externo no te pido más -cedió como casi siempre el contrabandista. Cogió el vaso y le dio un minúsculo trago donde pudo apreciar en sus labios una quemazón que vaticinaba que el licor era fuerte y duro de tragar. Después, sin mostrar ninguna señal del líquido ingerido, volvió a dejar el vaso en la barra-. Pero sabes que somos tu mejor grupo. Nadie puede competir con nosotros en eficiencia y rapidez. No en vano nos eliges para tus mejores a la par de difíciles encargos. Además hiciste caso a Red en las modificaciones de la centella y ahora todos ganamos.

Anzak miró a su compañera y le guiñó un ojo mientras le sonreía. Esta vez no era su típico guiño seductor, si no uno de complicidad. Estaba claro que los dos se conocían desde hacía mucho tiempo y habían hablado de las mejoras de la nave un sin fin de veces.

-Venga, suéltalo, ¿dónde nos mandas esta vez? ¿cuál es el cargamento? -preguntó el piloto mientras cogía nuevamente el vaso y lo apuraba. Esta vez, más relajado, sí que notó cómo el líquido le bajaba por la garganta, lo que le hizo apretar las mandíbulas y arrugar el ceño por lo fuerte de la bebida.

- ¿Me he explicado ahora con claridad, agente?

Lenah se encogió de hombros.

- La República está llena de tipos como tú que solo saben prometer maravillas a cambio de nada - se hizo a un lado en el estrecho pasillo para pasar incómodamente cerca de Mik - Promesas y milagros, como esos fanáticos jedi. Creo que ya he escuchado lo suficiente de esa basura.

Al llegar a la cercana puerta que daba acceso a su apartamento, Lenah introdujo el código y se escuchó un suave pitido que indicaba el desbloqueo de la puerta.

- Como ya he dicho, estoy cansada tras mi jornada - dijo sin volverse a mirar a la pareja - Si en verdad es importante, pasad a mi habitáculo, donde podremos charlar cómodamente... y en privado - un gruñido acompañó a estas últimas palabras.

La puerta se deslizó a un lado con un corto siseo y Lenah se quedó a la espera.

- ¿Y bien? ¿Qué va a ser?

Tengo 16 años, pero todo comenzó cuando  tenía 4 años, en Talasea mi mundo de origen.  Estabamos en una conferencia, previa a algun tipo de cumbre o reunión de negociaciones con corruscan, no me interesaban demasiado esas cosas.  Recuerdo estar en brazos de mi madre, cuando alguien del público intento matar al diplomático de corruscan.

La voz de Kewan tenía cierto toque de nostalgia

En aquel momento lo vi, un haz de luz emergió de la sombra y en un abrir y cerrar de ojos se interpuso entre el blaster y el corazón de aquel hombre desviando el disparó hasta que el atacante fue reducido. Aquello se quedó grabado en mi memoria.

Aquello sí que pareció despertar el interés de Nayim. No lo de la maniobra de bloqueo sino el qué hacía una mujer con un niño de 4 años en un lugar como aquél.

-¿Una conferencia? ¿Qué hacíais tu madre y tú allí? 

Una desintegración sería un buen comienzo -penso Mik sin dejar su expresión cordial. 

- No estoy prometiendo maravillas. Estoy buscando una relación de trabajo: al fin y al cabo, los grandes objetivos se alcanzan caminando en su dirección general, ¿no está de acuerdo?

Alcanzó los mandos de los androides en sus bolsillos y los hizo acercarse:

- Esperad en el recibidor de la señora a que yo salga. Tú -se dirigió a Aiks- sígeme.

Ciertamente esto de hacer "amigos" a los que aún había que ayudar a ascender era trabajo sucio. Pero como solía decir el sargento Deeko, "las cosas o se hacen bien o no se hacen". Dudaba enormemente que el viejo estirado aprobase su actual aplicación de sus preceptos. 

Se encaminó a la puerta, ahorrándose los estereotipos sobre pedir una copa. Eso no relajaría a Lenah.

Probablemente no la relajaría ni con una jarra de especia.

Kewan siguió con su explicación sobre aquel evento que cambió su percepción

Mi madre trabajaba para la administración local y este tipo  de eventos de concienciación siempre estaban abiertos a familiares y simpatizantes.

No recuerdo mucho la verdad, no me interesaba lo que se hablaba.

Nayim asintió satisfecho. El maestro giró la cara para que el viento no le arrojara los cabellos al rostro y añadió:

-¿Y tu padre?

Paso al interior del habitáculo donde parece que reside la mujer de la cicatriz y me fijo en todo tipo de detalles que alberga, primero empiezo observando el grosor de la puerta, así como, el sistema de apertura y cierre; del mismo modo, cualquier tipo de apertura al exterior, ya sean ventanas o algo similar. Me detengo y doy un par de puntapiés al suelo, para comprobar tanto la resistencia como la opacidad si la tuviera. Analizo de igual modo la calidad del aire, los olores si los hubiera. Mantengo la alerta en cuanto a la percepción de ruidos ajenos a la conversación de las dos mujeres, así como, cualquier imagen que me llame la atención, ya sea en movimiento o rígida.

Después de tener controlada toda percepción dependiente de mis sentidos, y si es conforme con la seguridad esperada, me relajo un poco, aprovecho para observar la decoración que tenga la huésped, la colocación de los muebles, y rebusco (sin tocar nada) cualquier tipo de aparato de grabación (de sonidos e imagen) o de control que hubiera en la estancia, así como cualquier cosa que me llame la atención (y sujetos si los hubiera o animales/mascotas).

Todo en el más riguroso silencio y sin sentarme ni bajar la guardia.

Mi padre murio cuando tenía 2 años en un atentado, es como si nunca lo hubiera llegado a conocer.  Él era policia y una explosión alcanzo su vehiculo.

El relato de Kewan aun siendo triste mantenía el mimo tono que sus respuestas anteriores.

- Cuidado con llamarme viejo, no soy precisamente tan mayor, ni que tuviera 70 ciclos a mis espaldas, además tu envejeces peor que yo...

- El transporte es un regalo, llevar al sector S-5 a ruta espacial Perlemiana, en fin fácil...hasta el mundo de Quermia, los pasajeros son dos jedis que quieren ir de incógnito, no es que me guste tratar con ellos, pero son de fiar en pagos y fácil es...luego tenemos el segundo encargo, un droide, un modelo que contiene una información que quiere un cliente en el mismo planeta... el hombre sonrió tomándose otro trago de su poderosa bebida tumba-droides ...no digais a los jedis nada por supuesto, no les interesaría saber la información...ni...el método de obtención claro...

-Alguien parece celosoooo, ¿eeeh? -dijo Anzak sonriendo mientras miraba a Rick -La verdad es que se te ve muy bien, ¿haces ejercicio? -preguntó tocándole el biceps para luego sonreir.

Luego escuchó el encargo que tenían que hacer: un transporte de pasajeros y un encargo especial. El contrabandista asintió y levantó las cejas sorprendido. El trabajo parecía fácil para ese dineral, encima coincidían los dos encargos en el mismo planeta algo sencillo, era una combinación que no le gustaba nada a Anzak: algo fácil y sencillo. Sabía que lo fácil y sencillo solía complicarse...muuucho.

-Vale, Jedis, droide y sin que sepan los unos de los otros. Perooo..¿seguro que no hay ningún truco, como que los Jedis lleven una mascota tipo rancor, o que lo que lleva el droide es una mini-bomba atómica en su interior?...no sé, me parece demasiado sencillo para ser cierto -dijo encogiéndose de hombros-. La pasada misión luchamos contra unos piratas y tuvimos que atravesar una tormenta por un poco más de la mitad de lo que nos van a pagar en esta.

Anzak miró a Rick y levantó las cejas al igual que los hombros, mostrando a las claras que le faltaba algo en aquella ecuación.

Tom arqueó las cejas al oír la palabra Jedi. Le pareció bien que tuvieran que transportar jedis, sería una magnífica ocasión para hablar con ellos y tal vez obtener algo de información sobre su familia. Quizás los conocieran, y si no también le iría bien charlar con ellos, tal vez le podrían enseñar algunos trucos y a dominar mejor a la Fuerza.

- Vamos Anzak, no seas desconfiado. No tiene porque pasar nada, ¡si se trata de una paseo!