Partida Rol por web

Arion sonrió abiertamente, al distinguir los andares de su maestro en una de las dos figuras que se aproximaban a ellos. A modo de saludo, se inclinó respetuosamente ante ambos recien llegados.

"Es cierto, Maestro." La expresión del aprendiz se nubló un poco, con el rostro levemente ruborizado. "Yo tambien estoy nervioso... ¡Pero creo que no me he olvidado nada!" Arion levantó la vista, sonriendo de nuevo. "¿Vamos a viajar muy lejos, Maestro Rotwan? Quizá deberia ir a recojer algunas cosas más..." El padawan se mordió el labio, un tanto inquieto.

"Si hubiera que cojer mas cosas, nos lo habrian dicho. Es un ejercicio. Seguro que lo tienen todo pensado, Arion." Se reprendió a si mismo mentalmente.

"Todo esta bien, Maestros."

Miro de reojo y como no veo a mi maestro, ni lo siento cerca, sigo contemplando el cielo. Meditando, soñando sobre que clase de aventura nos tocaría vivir, estaba ansiosa por partir a demostrar el fruto de mi entrenamiento durante dos años con el maestro.

-Donde estas maestro… - Digo en mis pensamientos mientras busco con la vista por todos lados, finalmente me encojo de hombros – Tendrá que andar divirtiéndose en algún lugar.

Contemplo a los maestros para estudiarlos a simple vista. Parecían buenas personas, bastante instruidos en la fuerza, como todos los maestros.

Theen se sorprendió ante la súbita aparición de su maestro, debió habérselo esperado, era poco probable que su maestro no hubiera sentido su perturbación mental. –He olvidado...- era innecesario hacer todo eso, lo mejor era hablar sinceramente –Huía de nuevo, no sabia como reaccionarían ellos maestro, preferí ir a buscar algún libro que se pudiera prestar para llevar durante la misión.-

El maestro Kavo no se enfado ni reprendió a Theen. Conocía bien el carácter tímido y nervioso del muchacho, y sabía que esta sería una gran oportunidad para que se abriera a los demás y cogiera confianza. Al fin y al cabo, el resto de Jedi eran sus compañeros y tenía que aprender que siempre podía contar con ellos.

- Vamos, no necesitarás ningún libro para esta misión -le dijo, tomándolo por el hombro y haciéndole caminar con él de vuelta a donde esperaban los otros cinco padawan-. Te encantará el lugar al que vamos. Allí podrás ver muchos ejemplos de las amenazas que hemos estudiado, ya verás como te sirve para aprender.

Y sin admitir discusión, siguió andando junto a Theen.

No habían pasado ni dos minutos desde que Sem-Tar e Imara llegaran y comenzaran a cambiar impresiones con los padawan, cuando un hombre corpulento y barbudo se abrió paso entre un grupo de iniciados para llegar hasta donde ellos estaban. Algunos de ellos lo reconocieron, pues les había instruido en los primeros pasos de la Forma I de combate, el sii-cho que todos los padawan tenían que dominar. Pero la que más se alegró fue Alia, su maestro Kar-Dot Bashram por fin había llegado.

- Hola, chicos -saludó con voz potente y jovial-. ¿Estamos todos ya?

Y le revolvió la coleta a Alia, un gesto que le encantaba y le divertía, mientras le dedicaba su acostumbrada sonrisa.

- A ver ese sable -le dijo a su padawan alargando una mano, pues como ella bien sabía el maestro Bashram daba una gran importancia al mantenimiento y la limpieza del sable láser. 

Mientras Theen y su maestro se dirigían al lugar convenido, un hombre anciano y encorvado les alcanzó por detrás y dio un golpecito en el brazo del anciano vorgidano.

- ¿Qué hay, Kavo? ¿Ya estáis listos tú y tu padawan? -preguntó, mirando con curiosidad al anx.

El maestro Kavo lo saludó calurosamente y los tres continuaron andando. Tras las presentaciones, Theen se enteró de que aquél hombre era el maestro Tam-Ung Kbahr, que les acompañaría en el viaje.

- Ya veréis, lo pasaréis bien -le dijo a Theen con una sonrisa, mientras este se ponía aún más nervioso-. Cuando Kavo y yo éramos jóvenes nos encantaban estas excursiones...

Aunque normalmente no acostumbraba a sonreír, sonreí ampliamente a mi maestro y le entre el sable en sus manos.

-Como me enseño maestro, ayer antes de dormir le hice manutención – Realmente todas las noches antes de dormir cuidaba el sable a lo menos 20 minutos – Solo falta un joven llamado Theen Argun que fue al parecer por un libro que se le ah olvidado, a mi no me falta nada.

Hablaba rápidamente por la emoción, para mi maestro era muy fácil ver que ya quería partir a la aventura.

Theen escuchaba con atenta curiosidad, siempre le había intrigado como había sido su maestro de joven, y sobre todo como había llegado a ser tan sabio como era ahora. –Maestro Kavo, maestro Tam-Ung, podría saber a donde iremos?-

Hum... - Mi cara adquiere una expresión meditabunda, ante las palabras de Bashram.

-¿Puedo haceros una pregunta, maestro Bashram? - Digo- ¿Por qué un jedi usa un sable láser? ¿ No serviría igual una vibroespada o un bláster? ¿Por qué un sable láser, que son tan raros? 

El maestro Kar-Dot iba a responder algo, pero en ese momento Lyna sintió una presencia familiar a su espalda y una voz femenina que conocía bien.

- El sable láser es mucho más que un arma -dijo la voz-. Es un símbolo, una herramienta útil y una prueba de nuestro poder en la Fuerza. Por eso son tan raros, y cuesta tanto manejarlos bien. Además... son más estilosos.

Todos los padawan se volvieron. Era la maestra Pallan'dari, la mentora de Lyna y una gran piloto Jedi. Sonreía, dejando claro que la última cualidad de los sables láser que había enumerado había sido en tono de broma. Se aproximó y observó al grupo, saludando con deferencia a sus compañeros Jedi.

- Creo que por ahí vienen los que faltan... -añadió, señalando la dirección en que Theen se había marchado.

Theen volvía por el mismo camino por el que se había marchado un par de minutos antes. Lo acompañaba un maestro Jedi anciano y de color verde, además de Tam-Ung Kbahr, el tutor de Nop.

- No tardarás en averiguar a dónde nos dirigimos, joven padawan -le decía el maestro Kavo N'tabrus a Theen mientras se acercaban-. En cuanto estemos en marcha, os informaremos de todo.

A pesar de ser viejo, caminaba con rapidez y muy erguido, como si los años no le pesaran en absoluto.

El maestro Tam-Ung se dirigió enseguida a reunirse con Nop, mientras saludaba con un gesto a los demás maestros y caballeros Jedi reunidos.

- Creo que ya estamos todos, ¿no? ¿Falta alguien?

En efecto, los seis padawan ya estaban allí, y sus seis maestros habían llegado también. Todo estaba a punto para partir.

- Muy bien, estupendo -aprobó el maestro Tam-Ung-. Celebro que seais tan puntuales. ¿A alguien le falta algo, o podemos salir ya?

Un escalofrío recorrio mi espalda. Llegaba el momento. Por fín nos enterariamos de que era lo que se rwequería de nosotro. Suponía que no era nada habitual ya que normalmente  la primera misión la realizaban solo maestro y padawan. Miré a Theen que se volvía a acercar a nosotros. Le comprendía muy bien, yo tambien era bastante tímida con los demás compañeros.

Miré a mi maestra, sin decir nada deseando que contestase la pregunta que todos teniamos en la cabeza.

El pequeño zabrak saludó a los respectivos maestros con una noble reverencia conforme iban llegando. Su entusiasmo crecía por momentos al percatarse, finalmente, de que la misión iba a ser conjunta. Y no solo con otros jóvenes padawans de su misma generación, sino que además sus maestros los acompañarían.

Nop se acercó al maestro de Alia con cierto respeto, asombrado por la corpulencia de éste, e inclinó suavemente su cabeza mientras juntaba ambas palmas de las manos bajo su barbilla.

- También falta mi maestro, señor. - dijo Nop alzando la cabeza para poder mirar los ojos del maestro Bashram.

En ese momento volvían a aparecer el inmenso anx junto a su maestro. Nop se aproximó a él rápidamente y le dedicó una mirada astuta que revelaba lo emocionado que se encontraba con la sorpresa. Un nuevo saludo gestual y el zabrak se cruzó de brazos junto a su maestro.

- Creo que ya estamos todos, maestro. - le dijo con cierta seriedad - Aunque había un debate acerca del arma a utilizar por un Jedi. Yo creo que un arma, cualquiera que sea, debería ser la última baza a uilizar por un Jedi. ¿Qué opina usted Maestro?

Ya... - Digo, mirando al mío algo cubierto por la herrumbre y el polvo- Supongo que como abrelatas no hay nada mejor. - Me cruzo de brazos y con una expresión algo fastidiada añado - No nos queda nada en este maldito templo; ¡Vamos de una vez!- Miro a mi maestra- ¿a donde vamos? ¿A Byss? ¿A atrapar algún señor del crimen en tatooine? 

- Cuida esa lengua, jovencita -reprendió la maestra Pallan'dari a su padawan, aunque conocía bien su carácter y su forma de hablar-. Ten un respeto por el Templo y por tu arma o me temo que no aprenderás nada y acabarás en una granja.

Luego se volvió hacia sus compañeros Jedi y entregó a cada uno algo en la mano, algo que ninguno de los padawan pudo ver qué era. Cuando todos lo hubieron recibido, se lo guardaron asintiendo.

- Bueno, pues en marcha.

- Muy juicioso eso que has dicho -aprobó Tam-Ung Kbahr cuando él y su padawan echaron a andar junto con el resto hacia la salida del Templo-. Pero quizá en este viaje compruebes que la Galaxia no siempre nos da esa oportunidad, muy a nuestro pesar...

Mejor decirlo que callarse, ¿no? -  Me encojo de hombros, sonriendo - Aunque la alternativa es plantar trigo el resto de mi vida... A vuestra disponsición maestra Pallan'dari. - Hago una reverencia, resoplo, y digo-  Pues venga, en marcha.

El grupo de doce Jedi, tanto ancianos como jóvenes, se encaminó a la enorme salida del Templo Jedi, donde ya les esperaba un transporte para llevarles al espaciopuerto más cercano.

Los padawan subieron al transporte, que parecía una gran ballena roja y blanca de chapas envejecidas, y miraron por las ventanas. Siempre les sobrecogía la magnitud de los edificios de Coruscant, algo a lo que los maestros ya se habían acostumbrado hacía mucho.

La travesía en el transporte duró unos diez o doce minutos, tiempo suficiente para que los padawan se pusieran algo más nerviosos por su impredecible futuro. Los maestros seguían sin soltar prenda sobre su misión, limitándose a charlar animadamente entre ellos sobre temas cotidianos del Templo y la Orden. Quizá estaban dejando a los alumnos a su aire para que se conocieran mejor... Después de todo, tendrían que trabajar juntos en breve.

El espaciopuerto estaba abarrotado de naves ya a aquella hora de la mañana, y las colas de pasajeros eran inmensas. No obstante, en cuanto los Jedi llegaron hablaron con un encargado, y se les hizo sitio al momento. En apenas otros diez minutos habían abordado su nave estelar, de clase Defensor, ideal para misiones Jedi.

Iban solos, sin siquiera llevar tripulación. La maestra Pallan'dari se puso a los mandos, asistida por Sem-Tar, y en apenas unos minutos despegaron y partieron hacia las estrellas. Cuando se hubieron alejado lo suficiente del planeta y su tráfico caótico, entraron al hiperespacio con una sacudida y un sonido característicos, mientras las estrellas se convertían en finas líneas luminosas.

- Bueno, pues allá vamos... -comentó satisfecha Imara Tellmin.