Partida Rol por web

El capitán mira directamente al Cathar

- Nadie está obligado a luchar contra un gobierno dictatorial y opresivo, cualquiera que desee bajar de esta nave podrá hacerlo sin ningún tipo de repercusión o recelo - fue franco con sus palabras.

-¿Conocéis el motivo por el que nos encerraron en aquella prisión? -preguntaba mirando más al ithoriano que al capitán-. Creía que no sabíais nada al respecto, salvo que estábamos allí recluidos. Aún así, de una forma o de otra, creo que por el momento preferiría quedarme a bordo del Mesopotamia, siempre y cuando pueda intentar localizar la nave en la que viajaba o a alguien de la tripulación.

Estoy en deuda con vosotros por haberme sacado de aquel lugar, lo menos que puedo hacer es ayudaros cuanto pueda en vuestra lucha.

El nautolano termina de hablar, sin dejar de mirar al comandante, esperando la respuesta a su pregunta.

El Cathar echa mano de una sonrisa muy acida cuando el Nautolano acepta quedarse en la nave. Sin duda, su odio por el imperio está hablando alto y fuerte.

Sin embargo la invitación a bajarse iba por él, más que por los demás. Si algo sabia, es que a la gente importante, directores, capataces, comandantes y demás, no les gustaba tener un ladrón reconocido, un estafador, un chorizo entre sus tropas.

Lo sabía, y era la baza que estaba jugando. Se había expuesto a que le revisaran por completo. Y lo había hecho por dos motivos.

El primero, era que quería asegurarse de que el imperio no estuviera tras sus pasos y tuviera otra vez la manera de arrinconarlo y encerrarlo. Y la segunda, y no menos importante. Porque sabía que más temprano que tarde, los superiores de aquel lugar no se fiarían de él.

La confianza era algo que había que ganarse, pero era mucho más fácil, cuando te hacían un examen, y decidían que estabas limpio. Así podías moverte a tus anchas sin que nadie vigilara tus pasos.

Así que por ambos motivos insistió un poco más.

Bueno, pues yo agradecería ese examen exhaustivo. Aunque solo sea para comprobar que no me han hecho nada en la cabeza esos cerdos imperiales.

Cerdos imperiales, había escupido esa parte de la frase. Con suerte, esas palabras habrían tocado los resortes suficientes como para manipular en positivo las mentes de los mandos de aquel lugar.

Sea como sea, yo prefiero bajarme en el primer planeta civilizado de cualquier ruta hiperespacial al que lleguemos. No es que no agradezca el rescate, es que mis labores profesionales no son aptas para la convivencia prolongada.

Aun así, mientras este en la nave podéis consultarme lo que sea.

Y hay había vuelto a medir muy bien sus palabras. Consultar, no contar con él. Porque no pensaba hacer ningún tipo de labor, ni trabajo. Y no pensaba aceptar ninguna misión suicida, que sin duda eran todas las que emprendía aquella gente.

No, el pretendía viajar en un crucero cinco estrellas a través de la galaxia, sin pagar el billete. Y con el misterio que era haber salido de aquella cárcel, ir dando coba a los que quisieran preguntarle algo sobre aquella extraña y desmotivante experiencia. 

Además, las preguntas que esos buenos samaritanos no iban a responder, seguro que podía sacarlas de la tripulación a cambio de la pasta que les sacara, o de algún armario oscuro que nadie quería que el descubriera.

Ahora quedaba el Arkaniano, que seguro que se ofrecía a estudiar algo, o vender sus dotes como médico, hasta que llegaran exclusivamente al sector del espacio donde tenía sus investigaciones. Era demasiado listillo como para embarcarse en cruzar la galaxia él solo. Sin duda.

Isseriol sopesó las palabras del comandante, así como de sus compañeros. Recogía cada frase y la analizaba, tratando de entender algo, pero en vano fue el ejercico mental. Especialmente el Cathar, le descolocaba. Tranquilamente se soltó el pelo que había recogido hacia horas con una tira de cuero, suspiró y dijo:

En fín, creo que las probabilidades más favorables para mi supervivencia y para el desarollo de mis investigaciones es aliado con los enemigos del Imperio, o como se suele decir los enemigos de mis enemigos son mis amigos. No obstante, cuando considere que mi deuda por el rescate se haya compensado, seré libre de volver con los míos y continuar mis investigaciones. Y dicho sea de paso, no soy un soldado, soy medico y  científico y exijo que sea tenido en cuenta a la hora de determinar mis obligaciones en esta flota rebelde.

Miró una vez más al Catharm, extrañado. Los libros de antropología hablaban de una raza honrosa que se regía por códigos estrictos de conducta. Aquel Cathar estaba ignorando por completo una deuda de vida, como era la de ser rescatado de los imperiales.

Es mejor dejarle bajar en el primer planeta habitable. Si no conoce el honor ni la gratitud, es mejor no tenerlo como compañero.

El Ithoriano intentó responder poco a poco a vuestras preguntas.

En primer lugar miró a Renko, su mirada estaba cargada de impotencia, probablemente por no tener los datos suficientes.

- Nuestro servicio de inteligencia tiene constancia de que en esa prisión tan solo van aquellos que son enemigos potenciales del imperio, pero de ahí a saber algo más con detalles hay un gran camino, lamento no poder ser de ayuda, como dijimos anteriormente esperábamos que vosotros mismos arrojarais algo más de luz en este asunto, pero creo que habéis sido víctimas de una guerra en la cual no habíais metido el pié. - Después el Ithoriano miró al Cathar.

- Si es algo que deseas voluntariamente amigo mío, no tengo problema alguno en mandarte a la clínica donde nuestros profesionales te harán un reconocimiento, podrás alojarte aquí hasta que lleguemos a la órbita de Delrakkin, es un planeta donde muchos se esconden del imperio y podrás pasar desapercibido sin que nadie pueda vincularte a nosotros, uno de mis hombres te acompañará a la sala - ahora el comandante dirigió su mirada a Isseriol

- Cualquier ayuda será bien recibida aquí, por su puesto en cualquier momento podéis abandonar este lugar, aquí no obligamos a nadie a permanecer aquí, ofrecemos alojamiento y comida siempre y cuando se ayude a la causa que defendemos, ¿hay algo más en lo que pueda ayudaros?, os lo digo para mostraros las instalaciones - 

Renko miró a todos los presentes, al capitán y al comandante, y a sus compañeros de fuga. Aceptaba que el cathar quisiera abandonar la nave, era su decisión y estaba en su derecho, pero por el momento el estar en esa nave era mejor que nada para el nautolano.

-Mientras se solucionen estos asuntos y pongamos algo de orden a esta caótica situación, puedo poner a vuestra disposición  mis servicios como mecánico -hablaba principalmente a los cargos de la nave-, no es gran cosa, pero menos es nada.

Ya había quedado claro de que iba cada uno. Tanto los rebeldes, como los fugados. Él prefería quitarse algunas dudas de encima, y prefería hacerlo ahora.

Así que se fue caminando junto con uno de los rebeldes para que lo llevaran a ese reconocimiento físico a donde quisieran.

No se despidió, seguramente vería mas aquellas caras que en las últimas horas había llegado a reconocer bien. Y si no era así, y se bajaba de la nave y no volvía a verlos, tampoco es que fuera a suponer una gran diferencia.

Lock camino sin volver la vista atrás. Y se dejo llevar por sus propios pensamientos, porque sin duda, una nave de aquellas dimensiones, tendría más de un tonto al que sacarle dinero con cartas, o cualquier otra cosa.

Iseriol se encogió de hombros y luego miro al Comandante con sus ojos de mirada vacía.

Muy bien, pues creo que ya está todo dicho. Para lo que necesiten aquí me tienen así que si me dicen cual es mi laboratorio y me presentan  al equipo científico que estará a mis órdenes reanudaré mis investigaciones lo antes posible.

Una sonrisa de felicidad aparece en el rostro del arkaniano.

Los humanos se miraron entre sí y esperaron una reacción por parte del Ithoriano.

- Jojo, así me gusta, que tengáis ganas de ayudar a los que lo necesiten, pero ahora relajaos, os enseñaré las instalaciones, quiero que os sintáis aquí como en casa - mientras el comandante os hablaba, visteis como vuestro compañero Cathar se alejaba con el capitán Brandon, sabíais que a partir de ese momento vuestros caminos se separarían.

El comandante os pidió que le siguierais, estuvisteis andando por la inmensidad de la nave, realmente era majestuosa y en su interior albergaba a decenas de personas, todas ellas parecían ocupadas, siempre con cosas que hacer, aunque había una gran mayoría de humanos, podíais ver algunos miembros de otras especies: Twi'leks, Zabraks y algún que otro Quarren.

- Aquí podéis observar todos los hangares, tenemos más de diez, todos ellos están dotados de naves de transporte personal o comunitario, al igual que cazas dotados de turbolásers para defendernos de posibles ataques imperiales -

Mientras que el Ithoriano y la mayoría de sus hombres se marchaban a ver el resto de las instalaciones, el capitán se encargó personalmente de guiarte hacia las instalaciones médicas. Mientras andabais no dudó en darte conversación.

- ¿Sabes? pienso que las decisiones que estás tomando son muy inteligentes, normalmente no se piensa en hacer un examen médico si no hay indicios de algo en concreto, pero tu persistencia te salvará la vida muchas veces, de eso estoy seguro - siguió caminando

- Espero que podamos confiar en tu palabra de que no revelarás a nadie nada sobre esta nave y sus funciones, la clandestinidad es nuestra aliada -

El Cathar se paró un momento para mirar al humano. Sabias palabras, y algo ligeras. Un alago bien colocado.
Sin duda le caía bien. Y luego zas. El comentario que le preocupaba.

Si, sin duda no fiarme de nada puede que me salve la vida, aunque tampoco es que la valla a mejorar mucho.

Sin embargo, me gusta ser claro. Soy lo que comúnmente se conoce como tahúr, gano pasta fácil, engañando a gente muy simple. A veces realizo algún trabajo miserable mal pagado y legal, como cualquiera. Pero siempre intento que el botín suponga menos esfuerzo que si lo tuviera que ganar.

No es la filosofía de vida de mi pueblo, sin duda. Pero si la mía.

Como vio que el Capitán seguía esperando una confirmación de que no revelaría nada, volvió a mirarlo muy serio.

No, puedes estar seguro, no diría nada de esta nave. No soy de esa clase de gente. No tengo interés en hundir esta pequeña revolución. Alguien tiene que hacer lo que hacéis.

Aunque hay que ser sincero, se que no es lo que esperas de alguien como yo, y es justo lo que te voy a ofrecer.

Mi negativa a quedarme, es precisamente, porque cuanto menos sepa de este lugar, esta gente y vuestros planes de sedición, es menos probable que alguien quiera torturarme para averiguarlo.

Y créeme, aunque tengo un férreo control sobre mi voluntad. Pero he visto a gente hablar como si les fuera la vida en ello. No espera. Es que les iba la vida en ello.

Luego siguieron caminando por un pasillo. Lock sabía que aquellas palabras le habían dicho mucho a aquel hombre, y seguramente lo habían puesto sobre aviso. Si bien era cierto que jamás diría nada de los rebeldes, porque aquella información haría poco bien a la galaxia, y dudaba mucho que pudiera sacarle un verdadero partido, era de sobra conocido que el eje militar Imperial no estaba precisamente compuesto por un grupo de gente caritativa.

Todo lo contrario, eran ruines y desalmados seres sin alma y también sin cara. Y no dudarían en torturarlo hasta los límites de lo insondable para conseguir una información tan tonta, como saber el nombre de aquella nave.

El conocimiento era poder. El joven felino lo sabía. Y también sabía que había poderes con los que era mejor no jugar. Era más fácil ganar varias manos de poco dinero, que ganar mucho de golpe. Porque cuando mucho dinero iba junto, siempre había un arma detrás dispuesta a recuperarlo.

Y en referencia al imperio, estaba seguro de que la cosa pintaría igual de mal para cualquier que supiera algo. Si algo sabia, era que quería salir adelante, y desde luego, no era con los rebeldes.

Luego, mientras el Capitán lo guiaba a través de la nave, que no era precisamente pequeña, volvió a hablar. Le gustaba que la gente supiera a que estaba jugando.

De todas formas no quiero que creas que te cuento que soy un mal tipo para que me dejes tranquilo. O bueno, miento, sí que lo hago por eso. Es que no me gustaría que dentro de tres días, después de ser vuestro invitado, y cuando pensaras que soy un tío genial, te llegaran informes de que me he sacado mil créditos jugando al trilero con tus oficiales.

Porque ahí es donde empiezan las sospechas, ese Cathar no es trigo limpio. No es como el resto de sus congéneres. Mejor tenerlo vigilado.

Así, sabiéndolo, al menos me puedes tener vigilado desde el principio, y sabrás por donde tiran mis pies y mis zarpas.

Bueno, parece que esta nave no se acaba nunca. Espero que ese reconocimiento no revele nada extraño, porque he de reconocer que no tengo la menor idea de que hacía en aquella prisión. Y eso es algo que aun me deja un mal cuerpo.

¿Sabes a lo que me refiero no?

El capitán escuchó cada una de tus palabras con gran atención, no dudó en mostrar leves sonrisas ante palabras que eran tan ciertas como que el oxígeno era necesario para respirar en alguien como él.

- Sin lugar a dudas, sé que de todas las personas que han puesto un pié en esta nave, tu vas a ser alguien que sabrá como cuidarse de si mismo, y créeme, que desvalijes a nuestros altos cargos en una cantina remota del borde exterior no será una de mis preocupaciones - la clínica estaba ya a pocos pasos. Comprobaste que el capitán se detuvo.

- He entendido perfectamente todo lo que has tenido que decirme, de hecho sobraban explicaciones. No me malinterpretes, simplemente quiero dejar claro que aquí respetamos las opiniones de los ocupantes de la Mesopotamia, si quisiéramos coartar vuestras libertades estaríamos trabajando para el imperio. - el hombre te ofreció la mano.

- Ojalá pudiéramos saber cual era el motivo de vuestro encierro, eso SI me va a quitar el sueño, ¿si averiguamos algo podremos contactar contigo de alguna forma? - parecía que ya no tenía mucho más que decir.

Renko sigue al ithoriano por aquella visita guiada por la nave Mesopotamia, observando todas las zonas por las que pasaba, mirando las instalaciones y las naves. Una vez vista por dentro, el exterior de la nave era diferente. La imagen exterior no deba demasiadas esperanzas, pero al descubrir que en el interior cuidaban todos los detalles, se había hecho una mala imagen de esos rebeldes.

El felino sonrió mostrando una caja de dientes, que como poco, podía haber sido amenazadora para muchos, pero no para aquel capitán.

Si quiere localizarme, cuando consiga bajarme. Solo tendrá que buscar un grupo de parroquianos que busquen meter a un gato en una hoguera.

Luego, le estrecho la mano y camino decidido hacia la enfermería. Realmente quería saber que habían hecho con él.

Podía deducir, que si no recordaba como lo habían capturado, bien podían haber jugado con su mente. Programarla, o cosas igual de desagradables, que como buen pillo, prefería ni siquiera pensar.

Y si habían jugado con su mente, también podían haber jugado con su cuerpo. Eso era incluso más fácil.

Se imaginaba que si realmente no encontraban nada raro, no se iba a dar por satisfecho, pero sin duda, estaría algo más tranquilo. Sabiendo que no era una bomba de relojería andante.

Porque, sino, porque motivo iban a dejar que un grupo de hombres desorganizados, con mal equipo tomara una cárcel de máxima seguridad. En la que curiosamente solo había cuatro personas.

No parecía la clase de acción del Imperio, y eso lo dejaba inquieto.

Según entro en la consulta, se dirigió al primer bata blanca. Que era un droide y se presento.

Bien, soy Lock, el recluta para los pinchazos y los cortes. No en serio. He venido a un reconocimiento completo, pero que muy completo. De esos que harían para descartar a un posible espía enemigo.

Luego guiño un ojo. Aunque ya sabía que aquellas palabras no caerían del todo bien. Bromear que según qué cosas tenía sus riesgos. Pero también hacia la partida mucho más interesante.

¿Posibles ataques imperiales?... más que probables, diría yo...

Añade Isseriol mientras camina tranquilamente con las manos entrelazadas a la espalda. De vez en cuando parece que canturrea algo por lo bajo, pero en general disfrutaba mucho de la visita, era una buena nave, con posibilidades. parecía que estos rebeldes tenían más recursos de los que parecía.

El Ithoriano continuó con su visita, os llevó hasta un lugar que estaba bastante abarrotado de gente. Cuando observasteis los carteles iluminados con vivos colores y algo de música, supisteis sin lugar a dudas que se trataba de hueco establecido para el ocio.

Cuando estuvisteis más cerca comprobasteis que ante vosotros había una enorme cantina, repleta de hombres y alguna que otra mujer que bebía en sus mesas o en la barra, mientras que un hombre de barbas oscuras y piel envejecida y morena se dedicaba a servir copas con cara de pocos amigos. En otro lugar más apartado había mesas para jugar al Pazaak y algún que otro Holoajedrez y billar.

- En este lugar es donde se relajan nuestros muchachos cuando tienen tiempo libre, al principio no existía pero muchos fueron los que pidieron algo donde desconectar de esta guerra. Estará a vuestra completa disposición - comentó sonriente.

De repente, un humano con bata apareció de una de las salas. Te observó hablando con el droide y no dudó en acercarse.

- HL-39 yo me encargo, es un paciente especial - comentó al droide. En cuanto el droide se marchó, no sin antes despedirse de ti, el hombre que había aparecido te estrechó la mano y se presentó.

- Tu debes ser el Cathar del que me han informado hace unos momentos, yo soy el Doctor Kan, seré el encargado de hacerte la revisión exhaustiva que al parecer has solicitado, puede confiar en mí que procuraré detectar cualquier tipo de anomalía que haya en su cuerpo ¿desea pasar? -

Lock torció el gesto cuando vio al humano. Excesivamente cortes, fueron las palabras que se instalaron en su mente.

Estaba acostumbrado a otra clase de trato. Y aunque los médicos siempre se volcaban con la fachada de que eran gentes de bien, educados y complacientes, la verdad era que muy pocos eran capaces de llenar al menos la mitad de las aptitudes de esas palabras.

Aun así, era más que probable que le hubieran dado indicaciones expresas sobre cómo tratarlo. Y no iba a negar que siempre era más fácil tratar, incluso con aquellos que simulaban ser buenas personas, que con los que por el contrario, no lo intentaban siquiera.

Así pues siguió al doctor, y se sentó en una especie de camilla mientras este revisaba el instrumental.

Solo espero que no duela. Y que saque algo en claro. Como por ejemplo, porque no me gustan las crías.

Dígame doctor, ¿ha examinado alguna vez a alguien de mi especie?

No pretendía ofenderlo. O al menos no mucho. Pero tampoco pensaba sentarse y ser un muñeco de pruebas complaciente sin nada que decir. Al menos, así, se divertiría durante el proceso.