Partida Rol por web

Todo se inunda de claridad... Las paredes se resquebrajan en cientos de briznas cenicientas, que caen como arena en un reloj, formando el contorno de la ciudad. De nuevo una ciudad gris, de aspecto húmedo y lluvioso. Serena observaba aquella pequeña casa destartalada, de tejas mal coloreadas por la humedad y más que adivinadas goteras. Ella llevaba su abrigo rojo, unas bonitas botas de tacón y un paraguas con empuñadura de madera lacada. Su pelo estaba bien recogido, sus labios pintados por el mejor carmín del mercado... Y desde el otro lado de la acera, tenía la sensación de que en ese momento, aquella pareja era mil veces más rica que ella...

Él llevaba unos vaqueros sencillos, una camiseta y una americana barata, pero tenía un cuerpo bonito y sano. Sus rizos, desordenados y graciosos, enmarcaban un rostro sonriente y la mirada más enamorada y esperanzada del mundo. Ella parecía ilusionada como una niña en presencia de él, como si acabaran de darse el "sí quiero", a pesar de que Serena ya sabía que estaban casados. De forma casi instintiva, llevó la mano libre a su bolso, una pieza de Dior de estampado en formas romboides entrelazadas, blancas y negras, clásico. Extrajo un volumen de tapas blandas y publicación pobre... Solo hubo una tirada de aquel cuyo autor era David Nolan... Pues en la librería todo el mundo estaba ocupado llevándose el nuevo best seller de la morbosa autora de thrillers: Caroline Vandemberg. La pieza de Nolan era de una sensibilidad tan inmensa y complicada que la mayoría eran incapaces de entenderlo... Ella misma lo había comprado solo para saber más de aquel nombre, y se había encontrado con que, tras él, había un ser humano, casi un príncipe de cuento...

Abrió las páginas mientras él tomaba el rostro de Laura entre las manos y ambos reían juntos, compartiendo una felicidad imposible de comprar... Serena llevó sus brillantes ojos castaños a las páginas, abiertas con mimo...

"Y entonces allí estaba ella… la mujer más hermosa que unas palabras jamás podrían describir. Sus ojos brillaban llenos de vida al igual que un manantial refleja la luz de la luna. Su cabello, su piel de seda... Todo era perfecto, absolutamente todo. Y tan solo una palabra suya me hacía soñar, me hacía vibrar y sentir que seguía vivo."

Ahí estaba la inspiración de Nolan, entre aquellas paredes comidas por el temporal. El chico lo veía todo claro mientras subía en su bicicleta y, resistiéndose a separarse de los labios de su mujer, empezaba a pedalear con una sola mano sobre el manillar, tocando a Laura hasta que ya se había alejado lo bastante. Incluso entonces se volvía para sonreirle, y ella agitaba la mano en el aire, despidiéndose.

Serena sintió de todo al ver a aquella muchacha apoyada en la entrada de su humilde hogar, oteando la estela de la bicicleta ahora seria, suspirando y retirándose el cabello mojado hacia atrás, consciente ahora de la lluvia, del peso del mundo. Sintió una envidia sana, casi traducida en admiración, por el romance de los jovencísimos esposos. Sintió incomodidad: Los tacones le cansaban las piernas, más en aquella pausa tan prolongada en la que no se atrevió a interrumpir a la pareja. Miedo... Vergüenza... Pena... Tenía que hacerlo. Tenía que acercarse a ella.

Tomó aire y cruzó la calle. Laura se percató entonces de su presencia, y sin saber siquiera quién era, le sonrió:

- Hola, ¿todo bien? -le preocupó la seriedad en el rostro, casi pálido, de la recién llegada... Más al notar que tardaba en contestar. Frunció ligeramente el ceño- ¿Puedo ayudarla...?

No había envidia en sus ojos claros al ver su ropa cara y elegante, a pesar de que ella vestía un equipo deportivo viejo, descolorido y con alguna mancha de pintura. Los labios de Serena temblaron... Laura era tan diferente de todas aquellas mujeres del club, tan empeñadas en hacer comparaciones odiosas...

- Me llamo Serena Loire... -extendió la mano para estrechar la de la joven- Tu eres Laura Conner, ¿verdad...? Tengo que hablar contigo... -súbitamente, sin soportarlo más, rompió a llorar- Hay algo que tienes que saber...

Conner abrió los ojos desconcertada. Parpadeó un par de veces y llevó las manos a los hombros de Serena.

- Eh... Serena... Estás blanca... ¿Porqué no entras? Iba a tomar una taza de leche caliente, ¿quieres? Vamos, no puede ser tan grave...

Serena se dejaba invitar a aquel Hogar. La puerta se cerraba tras ellas, y con ella los recuerdos, y de nuevo las paredes de aquel pasillo se formaban de las cenizas de su conciencia...

Al arrancar el papel, Kane descubre una flecha que en su momento debió ser roja, pintada con spray a juzgar por el cuarteado. Quizás uno de los oscuros extremos de aquel pasillo de a alguna parte. Reyes se dirigía precisamente a aquella dirección...

Kane se apartó de una pared a la que se había acercado un instante y volvió a fijar su atención en este magnífico circo de la locura en que se encontraba.

Dos nuevos internos habían aparecido y la situación se había descontrolado al alejarse Reyes, moribundo prácticamente, hacia la sombría nada.

- No os quedéis sólos ni atrás. Vamos por ahí... Quizás... Quizás encontremos algo. - Dijo en general, abarcando con un gesto de la mano a los nuevos también, aunque dudaba que le hiciesen caso. Dave, para él quizás el único que aparentemente estaba menos loco, ya seguía a Reyes y Kane avanzó en la misma dirección.

Para cuando Nolan comienza a caminar con su mujer hacia él, Evan parece algo mas despejado, aunque sigue murmurando por lo bajo los versos del salmo veintitrés. Un par de lágrimas han arrastrado la mugre que cubría sus mejillas, dejando a su paso por la piel del latino una fina línea de un color tostado, palidecido por la pérdida de sangre.

- Todos necesitamos descansar y que nos ayuden, Nolan... - Murmura sin volver la cabeza, la mirada fija en la oscuridad del pasillo, haciéndose eco de la preocupación de su compañero de terapia y de la chica recién aparecida en escena - Estamos aquí abandonados a la muerte y el dolor. El diablo nos tiene bien cogidos por los machos a todos y nos quiere joder bien jodidos* - Escupe al suelo con desprecio, mientras una mirada desafiante le ilumina el rostro - Pero no vamos a morir aquí, Dave. Nos vamos a enfrentar a todo lo que tenga para nosotros y le vamos a demostrar que somos fuertes, que no puede doblegar nuestro espíritu. Porque yo tengo una familia ahí fuera. Tengo una mujer que me estará esperando preocupada y una hija a la que ver crecer. Tu tienes aquí dentro a tu mujer también Dave, y querrás sacarla sin que sufra, ¿verdad? - No esperaba respuesta a esa pregunta, porque la conocía perfectamente. Dave Nolan daría cualquier cosa, incluso la vida de todos los que estaban en ese pasillo, solo por salvar la de Laura. Lo había visto en la terapia de grupo y lo había confirmado hacía escasos minutos. - No podemos falllarles, amigo*... Y si nos quedamos aquí parados no vamos a llegar a ninguna parte. - Con esas palabras vuelve ligeramente la cabeza, mirando al grupo por encima del hombro. Esa declaración iba dirigida a todos ellos.

Sin lugar a dudas en todo aquél espeluznante vodevil había obra de magia perversa y oscura como la noche de los tiempos. Alec era capaz de percibir todo esto y, aún más, había sentido aquella fría mano del poder arcano abrazándole y expulsándole con fuerza de la lóbrega habitación en que se despertara y, a decir verdad, lo primero en lo que pensó nada más encontrarse en el pasillo fue en los errores que había cometido en el interior. Porque la habitación, muy a su pesar, no había sido explorada como debiera. Mas no tenía tiempo para lamentos pues el pasillo era la antesala al reino eterno del caos.

Aquí tres personas que se dirigían fuertes palabras, dada la naturaleza ladina e insidiosa de una de ellas. A esta última, que respondía al nombre de Caroline Vandemberg, era a quien el regio caballero observaba con mayor fijeza, sin dejar por ello que sus percepciones la abordaran por completo, pues mucho había por observar y más aún por explicar. Pero, ¿acaso sabía ella realmente cómo escapar de aquella prisión para el cuerpo, la mente y el alma? Alec ponía en duda esto, como también sospechaba de la complicidad de Caroline con aquellas fuerzas oscuras que les mantenían retenidos contra su voluntad. Como malvado súcubo  se le antojaba más bien.

-De la escucha d'aquestas las vuesas palabras sólo video perdiçión, niña... E te diré que non ennartar* poverás el mí ánimo. E corregiré el tu meneo* disçiendo ca no conosco un 'kit', pro sí un 'quid'. Mas asumo ca aquesto es propio del mi criamento e la mi educaçión. Non seré decibido* por la peste e lo podrido ca de la tu bocaça expulsa... ¡Trufana! Estoy decibido a dar repaire a un doliente.

Doliente que, además, era buen cristiano y hablaba de la presencia del diablo en todo aquello. No dio muestras de ello, pero DeRoos casi sintió dicha al ver sus sospechas confirmadas en las palabras de un herido Evan Reyes, necesitado de ayuda y de extrema unción en aquellos, los que parecían sus últimos momento. En efecto, había pensado en aquello mucho antes de que Serena se lo indicara. Cuando todavía estaban en la habitación número 4 y les advirtieron que había alguien cercano a la muerte decidió que era su deber moral y religioso dar paz a aquella pobre alma descarriada que, para su gozo, no parecía del todo desencaminada. Aún teniendo el aspecto de un salvaje herido.

Con paso firme y rápido acudió donde él estaba y se colocó frente a él, extendiendo ambas manos sin llegar a tocarle. Observó detenidamente la cruda herida de su brazo y frunció el ceño al comprobar su gravedad. Tenía la sensación de que, sin instrumentos de sanación básicos, poco podría hacerse por el joven.

-Soy un home de Dio, guerrero dei Pater Nostrum e, aún en aquestas estranyas situaçiones, puedo dar sagra viático* pese a no pisar sagrario*,  si es el tu taliento*. Deçid, pues, cabaiero, e dispondremos.

Kane ha descubierto algo: Un papel pegado con cinta aislante en la pared decía "Please secure door behind you, patients will escape!". Al arrancar el papel, Kane revela una flecha que en su momento debió ser roja, pintada en la pared con spray a juzgar por el cuarteado. Quizás uno de los oscuros extremos de aquel pasillo de a alguna parte. Reyes se dirigía precisamente a aquella dirección... Su herida sangraba profusamente. Quizás un torniquete podría salvarle.

La puerta se abrió entonces para Shanon, y tras ella solo encontró un lóbrego pasillo cuyos extremos se perdían en la oscuridad, en el que había otras personas además de Laura y Dave: Un muchacho latino* con una herida sangrante en el brazo, de aspecto harto grave, otro chico de larguísimo cabello oscuro**, una muchacha de aspecto lozano y sonriente, que sontenía una grabadora en sus manos con expresión de interés al observar la escena en general***.

Parecía que Alec estaba intentando convencer al latino de que él podría darle la extremaunción.

Shanon Carradine logró salir de la habitación que los demás habían dejado, pero tras ella, la puerta se cerró con violencia, creando un eco enlatado a lo largo del pasillo, y la luz en el interior de la misma estancia apagándose con Winston Gorman dentro...

Sin embargo, como si se tratase de un juego infantil, acertaron a oír pasos al otro lado del pasillo. Eran varios, quizás también descalzos, pero cesaron justo en el momento en que el eco lo hizo, como si quisieran disfrazar el sonido de sus pisadas al acechar...

Al fijar los ojos, en medio de la penumbra, podían adivinarse siluetas. Quietas, como una legión de maniquíes que clavaban las miradas en la nuca de los recién llegados... Algún susurro quedo sin que alguna de ellas moviera un músculo, incomprensible, incluso un lamento mortecino... Tras ellos, si se afinaba el oído, parecían oírse más pasos. Suaves, largos, como si arrastrasen los pies...

Un tintineo se deslizó hacia ellos hasta dejar de rodar y caer ante los pies de Caroline: El destello de dos monedas. Liberty, 1936, y el perfil de un cherokee en ambas.

No podía creer que lo hubieran conseguido y entonces, echó a correr, intentando ver entre las penumbras pero no era un trote muy ligero, sino más bien pesado porque La-Shawn tenía miedo de lo que podría encontrarse en un lugar como aquel. Casi era consciente de las sorpresitas que siempre les esperaban allí y no quería ser la primera en caer en una de ellas. Su cabeza daba vueltas en torno a una posible salida, incluso la imaginaba y todo pero nada le indicaba que más allá hubiera una enorme puerta con luz de más que les lastimaría los ojos; es más, casi podía jurar que allí le costaba más trabajo respirar.

Mis ojos sufren como si hubiesen encendido las luces del mundo al entender las siluetas entre la bruma de la incierta oscuridad. Ellos. Ellos. Los siervos, los corazones tubifícidos que corren como el rayo y nunca retumban si no es entre las paredes del miedo.
- ¡DAVID! -tiro de su muñeca, mi garganta vibra por el grito, siempre olvido el sigilo salvo cuando es demasiado tarde, y nunca sé cómo. Ahora. Ahora solo hay que correr y callar. Le arrastraré conmigo o moriré con él si es necesario, ahora si pueden enterrarme, pero prefiero que no. Reconozco los pasillos de la oscuridad, vivo entre los débiles y los enfermos, como en esa película extraña de favores poco amables y macabros juegos de pilla.
Correr. Como seres humanos, y querer esfumarse como bestias.

Reyes se sentía cada vez más y más débil. La herida se había vuelto a abrir y la camiseta ya estaba empapada de rojo escarlata. Pequeñas gotas salpicaban el suelo a su paso de forma irregular, creando pequeños cráteres de vida en mitad de toda aquella suciedad y muerte.

Su visión estaba nublada. Los contornos de los objetos y las personas aparecían borrosos, difuminados, mientras poco a poco se oscurecía todo frente a él. Los sonidos le llegaban lejanos, amortiguados y todo lo que sentía estaba envuelto en un aura de irrealidad tal que el mejicano era incapaz de distinguir lo real de lo imaginario.

No tenía forma de saber si aquellos pasos, aquellas figuras que veía al final del pasillo eran reales o no. Era incapaz de separar la pesadilla de lo mundano y sus oraciones iban muriendo en sus labios cuando sus pulmones decidieron por él que el esfuerzo de hablar era excesivo y que se limitarían a bombear oxígeno a su sistema el poco tiempo de vida que le quedaba.

¿Serían demonios aquellas criaturas? ¿Serían otros presos, al igual que ellos? ¿Serían alucinaciones provocadas por la pérdida de sangre? Fueran lo que fueran, Evan era un superviviente y su instinto le gritaba que se pusiera en movimiento. Se había pasado buena parte de su vida escapando de otros para salvar su vida y a de su mujer. Había corrido en plena noche a través de campos desolados, de callejones oscuros y de edificios abandonados, sin volver la vista atrás. Si aquellas siluetas eran producto de su imaginación, demonios del Averno dispuestos a llevar su alma a los pozos de serpientes para torturarla durante la eternidad o si eran otros que, como él, estaban ahí por un macabro y desconocido motivo, no iba a tratar de averiguarlo. Iba a escuchar a su instinto, pues era lo poco que le quedaba ahora que su mente divagaba a causa de la debilidad.

Con un movimiento torpe, Evan gira sobre sus talones para darle la espalda al peligro y avanzar en dirección contraria. Su cuerpo se tambalea a un lado y a otro y, para cuando se quiere dar cuenta, se precipita sin control hacia el suelo. Sus piernas no respondieron a tiempo. Su mente envió la orden pero las extremidades del mejicano apenas si podían sujetarle y mucho menos correr. Agitando los brazos y con un gemido de pura impotencia, cae de bruces contra el suelo sin ser consciente del daño que el golpe le pudiera provocar.

La cara de sorpresa de Caroline por los gritos repentinos de Laura era para echarle una foto, después se llevó una mano encima del pecho, para tranquilizar aquella sorpresa... por un momento le había dado miedo, pero solo por un momento, ya que enseguida volvió a sonreír al ver cómo todo seguía su curso. 

Amenazas... - su grabadora había ascendido de nuevo hasta la altura de su boca, pero su voz fue interrumpida por algo que brilló al suelo. - Más monedas... Caroline se agacha y las toma en su mano, mirándolas con curiosidad. Ahora tenía tres monedas, tres monedas en su poder, ¿era rica? Sí: era rica. 

Y se habría echado a reír de no haber sido por la cara de espanto con que empezaban a correr dos de las mujeres... miró hacia el final del pasillo, pero ella no se asustó, solo sonrió más... 

Aquí están nuestros enemigos, los que quieren abrirnos en canal para sacar nuestros órganos y venderlos... oh... por eso estamos aquí, la típica pero aterrorizante historia de siempre. Solo los más valientes vivirán, solo los más inteligentes sobrevivirán...

Hizo ademán de correr, pero antes vio como Evan tenía serios problemas para huir. Y eso la hizo sonreír más. 

Solo... la primera víctima, el amigo que se sacrifica para todos los demás... es un acto de auténtica valentía. Pero no se puede hacer nada, él gritará que lo dejemos atrás, lo hará, porque es el amigo sacrificado de toda historia. 

Y después de eso sí, con la palma de la mano cerrada, con tres monedas dentro echó a correr hacia el lado contrario de los "enemigos".

Alec ya había empezado a arrancar parte de su camisa de interno con la intención de hacer un rápido torniquete que pudiera salvar la vida de Evan. En su estado y sin galenos cerca... Probablemente terminaría perdiendo el brazo, pero por el momento era mejor no decir palabra a ese respecto. Con todo, sus operaciones se vieron bruscamente interrumpidas con la aparición de, lo que a sus ojos eran, los muertos que caminan. ¿Qué si no podría demostrar tal crueldad practicando torturas para la mente? Sólo podían tratarse de eso, nefandos espíritus de negros corazones.

En otra ocasión habría luchado, pues DeRoos no era ningún cobarde. De haber tenido su espada en mano y compañeros más cercanos a él en valor los habría comandado gustoso en una lucha contra aquellos seres detestables. Pero no era el caso, y no había compañeros ni armas. Iba a echar mano de las monedas que habían caído... Pero aquella zorra de Caroline había resultado ser más rápida. Tanto daba, después lidiaría con ella. Y a las brujas se las trataba con dureza ejemplar...

Se acercó de nuevo hasta Reyes, quien se había accidentado, y se lo echó a hombros. Aunque pareciera por el tono de piel un salvaje no podía dejarle desamparado, porque iba en contra del código y porque se trataba -según parecía- de un salvaje converso. No era la primera vez que Alec tenía que cargar con un compañero a hombros. Estaba más que acostumbrado, incluso a cargar con personas de mayor peso, portando armaduras ambos. En otras palabras: aquello era un juego de niños. Ahuecó el cuerpo de Evan para no dañarle más de lo necesario y salió corriendo, siguiendo a la última persona en huir. Caroline en este caso.

Había entregado su moneda llevada más por la desesperación que porque realmente creyese que ésta era la que le permitiría abandonar aquella habitación y sin embargo así fue. Estaba fuera o dentro… fuera de la habitación pero seguía al interior de ese manicomio, sí, de esa casa de locos.

Sus ojos tardaron en adaptarse a la ausencia de luz. ¿O acaso era la misma luz que había antes? Parpadeó repetidas veces y observó entre desafiante y temerosa los nuevos rostros que se presentaban ante sus ojos. Estaba allí Alec, sí, y lo estaba también la estirada de la Rutherford…

Pero aquellos sonidos llegaron a sus oídos, murmullos, pisadas, pies arrastrándose. Sintió que el pecho se le apretaba y le faltaba el aire, la sensación de angustia se apoderó de ella. Sintió miedo, no quería sentir miedo y sin embargo lo sentía. Estaba aterrada por todo, por todos.

Las heridas de sus muñecas le picaban y ella se rascaba una y otra vez éstas con las mangas de su chaleco. Nerviosa como la que más.

Todos comenzaron a correr, unos antes, otros después y ella lo hizo en el último lugar. Tardó en reaccionar, demasiado, no estaba segura si correr era lo correcto pero su instinto de supervivencia le gritaba que sí, que corriera, que no se alejara del grupo, que permaneciera junto a ellos porque juntos tendrían más posibilidades de hacer frente a lo que fuera debieran hacer frente.