Partida Rol por web

Al entrar tengo que cubrirme. Más aun, debo aguantar ante un distintivo olor que se cuela entre el humo y que no depara nada bueno. Por suerte encuentro un par de niños a salvo, pero a su lado, sus no tan afortunados padres. Maldigo para mí mismo por no haber llegado antes.

Me saco la chaqueta y cubro a los chicos con ella para protegerles del fuego.- Todo está bien. Os sacare de aquí.- Les digo con una sonrisa.- Mantenlos mojados ¿Vale?- Le pido al pokemon de agua que hay con ellos. Mi ropa no los cubre completamente, pero al menos lo suficiente para abrazarlos y resguardarlos algo del fuego.

Los levanto, a los tres, no importa lo que pesen o que intenten resistirse. Tengo que llevarlos hasta Jorge, y dejarlos con seguridad ¿Habrá más gente? El recuerdo de los cuerpos me hace temblar un momento. Pero no puedo detenerme. Tengo… tengo que ayudar en todo lo que pueda. Espero que Sable este bien. 

Al llegar hasta ellos ves que el más pequeño tenía el pie encajado en un agujero del suelo; eso explica porque aún no habían huido. Un simple tirón basta para liberarlo y este se aferra a ti, asustado. Tendrá no más de siete años, mientras que el mayor debe rondar los diez.

El Squirtle, viéndose con ayuda, deja de regar las llamas y en su lugar os empapa a vosotros. La sensación de bienestar que te inunda podría muy bien quedar entre las tres mejores de toda tu vida pero no hay tiempo para regodearse en ella. En el descansillo oyes la voz de Sable y miras hacia arriba. Parece haber encontrado dos familias, ambas con ancianos, que son cargados por los adultos. Ves como se apresuran hacia las escaleras y por un segundo temes que puedan derrumbarse con el peso de tanta gente en tropel. 

—¡Date prisa muchacho, ya he terminado aquí abajo!

El frescor del agua resulta… bueno, un contraste frente al enorme calor. Ya en el descansillo veo que Sable ha encontrado más gente, pero también que estos, acicateados por el fuego buscan las escaleras todos a la vez.

-Esperen. Si bajan todos a la vez, es probable que cedan. Bajen rápido en parejas. Yo ayudare a estos niños a bajar y ahora a ustedes. Todos lo lograremos. Sable los ayudara también. Pero… tienen que mantener la calma.- Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero trato de mostrarme decidido para no alarmar más a la gente.

Comienzo a bajar a los chicos por el hueco.- Jorge, agárralos. Ahora vendrán unos cuantos más, adultos.- Le informo mientras le voy bajando a los chicos.- Ya veréis chicos. Pronto dejaremos esto atrás.- Voy diciéndoles mientras los bajo con cuidado.

No todos parecen conformes. La acuciante sensación de huir los vuelve ariscos y temes que puedan ignorarte cuando el edificio es sacudido por un temblor. Algunos consiguen mantener el equilibrio -tu entre ellos- pero otros caen. Las llamas aprovechan para ganar terreno y formar un cerco. 

—¡Maldición, que bajen YA! ¡Esto no va a aguantar!

Sable ayuda a que todos se levanten, tratando de dirigirlos con la mayor calma posible. No funciona. Con el temblor cada vez más fuerte las personas bajan en tropel y solo la gracia de Arceus hace que el piso aguante el embate sin ceder. Apenas puedes ver, con el humo arrastrándose por tus ojos como una lima. Solo notas la mano de Jorge cuando todos acaban de salir y juntos corréis hacia lo que parece ser la salida. Un ultimo estallido suena sobre vuestras cabezas mientras el edificio se rinde a las llamas. Aferrado a tu hombro, Sable grita, presa del pánico.

La urgencia en todo esto es casi tan palpable como el propio fuego, agudizándose cuando las flamas nos rodean. La alarma causada por la sacudida y por la voz de Jorge causa que la gente baje toda junta. Por suerte el piso aguanta y con aun más suerte conseguimos hacerlos bajar. No veo nada, tan solo humo negro y denso y las llamas bailando libres por doquier.

El edificio está colapsando, la gente ha salido, solo quedamos nosotros. Corro con todas mis fuerzas. Me arden los pulmones… y me fallan las piernas. No sé si lo voy a lograr.

Áun no has salido de la zona de peligro cuando el edificio entero colapsa. Piedra, madera y ceniza se convierte en una oleada que os golpea con furia. Un segundo antes, Jorge se interpone y os cubre con su cuerpo, pero eso no basta para contener la brutal avalancha. El impacto os tira en el suelo y notas un dolor agudo en la cara; tu nariz acaba de partirse, y no es lo único. Resulta difícil definir dónde cuando tu cuerpo entero se queja.

El polvo te hace toser. Los oídos te pitan despúes del estruendo, pero consigues oír a Jorge lanzando un quejido. Tratas de salir de debajo de su cuerpo, cuando te das cuenta de un detalle. ¡Es roca! Sus músculos, su pelo, todo se ha transformado en granito. Eso explica porque seguís vivos y no convertidos en tortilla de huevos de Chansey.

El edificio termina por desplomarse y el impacto de todos los escombros es tan violento que puedo sentir el choque en todo el cuerpo, en cada hueso, musculo y fibra de mi ser. Lo último que pude ver fue a Jorge sobre mí, antes de que todo quedara sepultado.

Lo primero que siento es el polvo y la ceniza, molesta en la nariz y la garganta… luego, algo cálido, en la cara. Me duele. Sigo… sigo vivo. Me cuesta respirar por la nariz, y noto algo pegajoso y caliente en el rostro. Abro los ojos, es difícil ver… y oír. Como si estuviese en un mal sueño, pero es real. Estoy confuso, pero poco a poco voy conectando lo que ha pasado. Pero la sorpresa me golpea de nuevo al ver a Jorge, o su figura tornada en piedra protegiéndonos.  Observo a Jorge, sin dar crédito a lo que veo. Es… es esto siquiera posible… Debo, debo haberme dado un golpe más fuerte de lo que creía en la cabeza.

Trato de levantar algunas rocas, pero me duele un brazo… creo que es el izquierdo. Miro a Sable. Él también está muy magullado y machacado. Tengo que hacer un esfuerzo para sacarnos de aquí.

Sable te mira, con su ojo izquierdo rasgado por la mitad, comprendiendo. La capa de escombros no es demasiado gruesa y después de unos cuantos esfuerzos lográis salir al exterior. Tu oído se ha recuperado y oyes gente a lo lejos, pero no los ves; volutas de humo y polvo flotan en el aire, impidiendo ver más allá de uno o dos metros. Un brusco sonido detrás tuya hace que Sable se gire. Es Jorge, que sin sutilezas se ha liberado en un segundo y ahora avanza hacia ti con expresión seria.

Parece una estatua que ha cobrado vida y viene a perseguiros, andando a trompicones, pero con cada paso aquella coraza pétrea desaparece y vuelve a su estado original. Se sacude el polvo y las esquirlas del pelo con un par de mantazos antes de esbozar una sonrisa.

—¿Estás bien, muchacho?

Ver a mi amigo tan herido me parte el alma. Estoy aun aturdido, pero voy recuperándome, puedo escuchar a alguien llamando de lejos. Detrás, un estruendo avisa de la presencia de Jorge que se ha liberado sin mucho problema. Puedo jurar que es una estatua ¿Estaré conmocionado? Por ahora trato de no pensar en eso, es mejor simplemente salir y aclararlo después.

-Si… bueno, estoy casi entero.- Respondo. Sujeto un poco a Sable, preocupado por su estado.- Aun no sé qué es lo que ha pasado.- Digo llevándome una mano a la cabeza para tocar el líquido pegajoso que aun escurre por mi rostro.

—Se nos cayó la fachada encima —responde Jorge con naturalidad, aunque entornando los ojos— Oye, lo que acabas de ver...

Un ruido a su derecha lo interrumpe. Hay alguien atravesando la nube de polvo y acercándose hacia vosotros. Una persona... no, dos. Un hombre aparece, caminando a trompicones. Es bajo, enjuto y lleva una gabardina verde y un sombrero de copa a juego. A su lado camina una mujer de pelo rosa, vestida con ropas de hombre; chaleco y pantalones azul oscuro.

Jorge se interpone y extiende un brazo para mantenerte atrás. En ese breve contacto lo notas temblar, aunque desde fuera parece mantener la compostura.

—¿Qué hacéis vosotros aquí? — pregunta, con una voz teñida de rabia.

Lo que acabo de ver… pero algo o más bien alguien interrumpe lo que Jorge esta por explicar. Una gente extravagante en cualquier caso y aún más en este momento aparecen entre la polvareda. La actitud de Jorge denota que los conoce, y que no son de fiar. Les observo mientras hago a Sable a mi espalda.

¿Qué es lo que está pasando? ¿Quiénes son esos? ¿Qué relación tienen con Jorge? Y ¿Por qué aparecen ahora? Es posible que tengan algo que ver con todo esto ¿De verdad he visto lo que creo que he visto? Jorge iba a decir algo… es… es posible que alguien se transforme en piedra.

La mujer ignora las palabras de Jorge. En su lugar te mira y una pequeña sonrisa aparece en su cara, pero hay algo en ella que te impide devolverle el mismo gesto.

—No pensaba que te encontraría a ti también. Por Arceus que esta es una maravillosa coincidencia, ¿no crees? —se estira soltando un bostezo y clava la mirada en su compañero—. Haz tu trabajo.

El hombre se estremece y extrae tres pokeball de su abrigo. Jorge maldice y echa mano de las suyas propias.

—¡Deja que el chico se vaya! No tiene nada que ver con esto.

—Al contrario —responde ella con una sonrisa pícara y voz de falsete—. Aquí donde lo ves este apuesto galán es un Marcado como tú. ¿No te lo había dicho?

Jorge se vuelve hacia ti, sorprendido, tiempo justo para que el rival libere a sus pokémon. Un Machoke, un Cacnea y un Croconaw entran en escena y se dirigen hacia vosotros. 

—Maldita sea chico, espero que sepas luchar y que sepas hacerlo bien. ¡Dalo todo y no te apiades de ellos! 

La sonrisa de la mujer me resulta… perturbadora. Me están buscando ¡¿A mi?! ¿Por qué? Salvo que sean la gente contra la que Mysthios me intentaba prevenir. Y ¿Cómo me han encontrado tan rápido?

¿Jorge también es un Marcado? Bueno, eso podría explicar lo que recién acabo de ver ¿Significa que yo también podre convertirme en piedra o que tengo alguna capacidad chula? En todo caso está claro que estamos en serios apuros.- Ah… si, si claro.- Asiento ante Jorge y miro a Sable, que no está en su mejor momento. Cabe decir lo mismo de mí, pero… tampoco que uno pueda escoger.- Vamos amigo, nos enfrentaremos a ellos. Tenemos que ganar a cualquier coste.- Le digo a Sable mientras busco en el suelo y agarro un guijarro que encuentro cerca, preparado para arrojárselo al tipo vestido de verde. No creo que a los pokémon les vaya a hacer mucho, pero quizá pueda dejar sin sentido a su entrenador.

Echando el brazo bien atrás arroje el guijarro contra el tipejo vestido de verde. La piedra impacto, no sé si con suficiente fuerza para derribarlo… no creo tener tanta suerte visto lo visto. Pero al menos espero haber logrado un buen impacto.

-Sable cuidado con ese… uhm… esa planta picuda. Utiliza tu… ah… tu Cabezazo Zen.- Intento recordar cuales eran los ataques que conoce Sable, hemos peleado pocas veces y la verdad es que a pesar de su fuerza mi inexperiencia ha sido un lastre para ambos.- Esas espinas parecen peligrosas, ten cuidado.- Le indico.

Tras mis instrucciones me voy acercando al tipo de verde. Quizá pueda tirarle al suelo… o volver a tirarle una piedra. Parece que no se me da mal. Como sea, voy mirando a mi alrededor, ahora mismo espero que pase cualquier cosa.

—¡Sableeeee!

A pesar de sus heridas el golpe que inflige es rápido, certero y por encima de todo, eficaz. Todo su empeño se ve canalizado en un cabezazo que hunde por completo el cuerpo del Cacnea. No es la primera vez que ves un Pokémon muerto -en la vida hay accidentes- pero esta es la primera vez que ves vísceras y sangre verde salpicar por todas partes. Incluso sin vida, el cuerpo de Canea aún sigue activo; se agita y convulsiona, en un macabro y aleatorio patrón.

El hombre cae de rodillas, con los ojos abiertos de par en par, solo para ser reprendido por la mujer, que ahora te mira con cierto respeto.

—¡Arriba miserable! ¡No te quedes mirando y manda otro Pokémon!

Observe atónito y aterrado los restos convulsionantes del pobre pokémon. Algo se revuelve en mi interior. Comprendo lo que es una pelea entre pokémon salvajes, he visto cosas… pero… esto. Siento una arcada y noto como me fallan las piernas. Me pongo una mano en la boca, en un intento por evitar lo que estoy previendo que va a ocurrir.- ¡Urk!- Pero vuelvo a mirar… y en un espasmo acompañado de sangre verde, termino por vomitar mientras estoy de rodillas.

El peso de la muerte de ese pokémon… el momento en el que… estalla. Esa imagen se repite en mi cabeza, y me golpea como un martillo. Se… sé que tenemos que defendernos. Pero, no puedo evitar sentirme terriblemente culpable, y enfermo por lo que acaba de ocurrir.

Trato de incorporarme. No puedo quedarme así. Procuro mantenerme firme, y no mirar… no atender los restos del pobre pokémon. Me limpio la boca, me sabe amarga y acida. Escupo intentando quitarme ese sabor pero es inútil.

-Si… sigamos Sable.- Le digo a mi amigo.- Sera… será mejor que os rindáis. Ya… ya habéis visto lo fuerte que es Sable ¿Verdad?- Seguro que esto habría sido más convincente si no acabase de echar hasta los higadillos. Pero prefiero que se rindan a ver algo así de nuevo… al menos… tan pronto.

La reacción de la mujer no se hace esperar, pero no esperabas que soltase una carcajada, larga y sonora, que rebota con un eco fantasmal entre las ruinas.

—¿Rendirnos? Pobre muchachito, ve un pokémon morir y se viene abajo. Tan tierno —pone morritos y se frota los ojos con los puños, imitando los gestos de un bebé llorando—. Bueno, señor sanguinario, quizás seamos un poco tontos y no hayamos captado bien el mensaje. Deberías darnos un segundo ejemplo, para que cale bien.

Chasquea los dedos y el hombre reacciona de inmediato. Sus manos casi no pueden ni agarrar la pokeball de los nervios, pero a pesar de todo cumple la orden y un nuevo Pokémon se une al combate. Un Tangela. Has oído de ellos, aunque no son muy conocidos en esta isla. Sable corre hacia él, salvando los desniveles de escombros con destreza, no sin antes lanzar un último vistazo hacia atrás para asegurarse de que estás a salvo.

Jorge y sus pokémon no dejan de dar y recibir golpes, pero incluso con desventaja de tipos parecen apañárselas bien. Jorge parece querer ayudarte, pero le cortan el paso antes de que pueda incluso hablar. Sin más opción que volver al combate lanza un grito desesperado y planta cara a su adversario.

Me volví a pasar la manga por la boca. Estoy salivando mucho. Pero ahora mismo tengo que centrarme. Esta… está claro que esta gente es muy peligrosa. Jorge mantiene el tipo a pesar de estar peleando con un pokémon. Casi parece en igualdad de condiciones. Además, se nota mucho su experiencia y la de sus pokémon. No puedo quedarme atrás.

-Vamos a ello, Sable. Usa tus garras para cortar esa masa de… de… raíces.- No parecen raíces pero prefiero pensar eso a otra cosa. Mientras yo voy a optar por atacar a esa vil mujer. Está claro que es ella la que da las órdenes… y aún no ha sacado ningún pokémon. Puede que este indefensa. Pero tampoco debería fiarme. Nada es lo que parece últimamente.

Tangela desenrrolla varias de sus lianas y trata de repeler los golpes de Sable. Varios tentáculos son cortados y Sable llega a rozar el cuerpo de su adversario antes de que el resto de lianas lo azoten y empujen a un lado. Rodando, Sable consigue frenar un poco el golpe, pero se le nota dolorido. Su ojo roto es un señal patente de que no está en su mejor momento.

Mientras, la piedra que has lanzado ve su vuelo interrumpido cuando es atrapada por la mano de la mujer. Sin perder la sonrisa la hace girar y bailar entre sus dedos, demostrando una gran destreza. Nada asustada, deja de prestar atención a los combates y se encara a ti.

—Mala idea muchachito —dice, manteniendo el tono relajado y burlesco—. No lanzas mal, veamos que tal recoges...

La mano de la mujer pasa de estar quita a convertirse en un borrón. El sonido te llega después, un silbido cortante que aumenta de intensidad por milisegundos. ¿Es así como se ven y oyen los disparos de un rifle?