Partida Rol por web

Como casi siempre nadie dedicaba un poco de tiempo a pensar en la mejor forma de actuar. Eso o no les llegaba la cabeza, quizá un mixto.

Posada del Jabalí Verrugoso.

Tamar. Valle del Sarda

Mediodía.

Duerme bien, querida. Estamos aquí para ayudarte. Confía en nosotros, hija. Dijo el viejo clérigo mientras le daba un beso a la niña. Estaré aquí a tú lado.

   Ely parecía sumida en un proceso de catarsis. Ya fuera por morir en vida o el impacto de ver a su madre renegar de ella. La joven se quedó con la mirada perdida y recibió el beso del clérigo sin inmutarse. Su piel resultaba fría al tacto y el aroma a flores que embriagaba el sótano fue reemplazado poco a poco por un olor a humedad y a cerrado.

-Tengo sed...- Despertó al clérigo. No dijo nada más. Solo se quedó quieta mirando hacia algún lado como si pudiera ver a través de las paredes. Su espalda estaba surcada de cicatrices que el día anterior no estaban. Parecía que ella misma se hubiera arañado durante la noche, pero apenas quedaban unos surcos.

   Las palabras con Isabella no lograron que bajara a ver a su hija. El clérigo solo consiguió que se pusiera de acuerdo en que lo odiase a él y a todos los aventureros por meterse en problemas:

-Esa no es mi hija- Repitió. -...Y no voy a dormir otra noche bajo el mismo techo- Aseguró apretando los labios. -Aun me queda un hijo del que cuidar y si no os vais, me marcharé yo.- Dijo antes de volver a encerrarse en su habitación.

   Morrigan no dio signo alguno de vida, pero su rostro sonriente parecía mofarse de vuestras desgracias.

   Los animales resoplaron cuando Ric entró en el establo. Todo estaba como lo había dejado la noche anterior y los perros agradecieron el desayuno con grandes saltos y lametones.

   Yrlinan sorprendió a todos entonando una melodía triste. Tal vez presagiase que la calma de aquella noche no duraría. La mayoría temían lo mismo, salvo el Ilmaterino cuya naturaleza le preservaba de pensamientos negativos.

   Cuando Shanshar y Fornund regresaron de las tiendas mostraron el resultado de sus compras y advirtieron a sus compañeros del ambiente que reinaba en Tamar. Dejaron a Sandor cuidando de Ely y a Jagga custodiando a Morrigan. El resto se reunió en la planta baja torno a la barra del salón para discutir un curso de acción.

Después de limpiar la cocina, Ric mandó a Sîglü a por leña. Ya fuera para incinerar el cuerpo de Morrigan o para cocinar y calentar la posada, la iban a necesitar. La orco no se complicó y amontonó las mesas y sillas destrozadas por la caída de la lámpara. El guerrero sacudió la cabeza. Algunos de esos muebles podían arreglarse y la mandó al bosque.

Bien entrada la mañana, la piel verde no había regresado. Alguien preguntó si la minera sólo se había llevado su pico para cortar madera. El ambiente se distendió con algunas bromas sobre la genialidad de los orcos y todos disfrutaron de unas risas. Entonces los perros empezaron a ladrar. Ric abrió la puerta trasera de la posada para echar un vistazo al establo. No vio nada raro y Shanshar pidió a Yrlinand que sobrevolara la posada. El petirrojo surcó el aire como una flecha y no taró en regresar agitado:

-¡Monstruo!, ¡Muy muy grande!- Dijo el pajarillo con el corazón desbocado.

Los aventureros echaron mano de sus armas y al momento sintieron el suelo retumbar con unos pesados pasos. Parecía que un gigante se acercase desde el Oeste.

El ser llegó hasta los muros de la posada y toda la estructura crujió con un tremendo golpe.

De fondo se escuchaba un chillido gorrinero. Fuera lo que fuese había atrapado a Sîglü con vida y la llevaba con ella. Los pasos recorrieron el muro por el exterior, agrietándolo allí donde el monstruo se apoyaba sobre la pared. La orco lo acompañaba sin dejar de dar alaridos. Si tenían alguna esperanza de abandonar el pueblo con discreción, se les había escapado de las manos.

Sus palabras murieron ante la llegada del peligro, por lo menos las palabras no mágicas. Sus reflejos seguían siendo igual de buenos que siempre y no dudó en cambiar sus palabras mundanas por las palabras y los gestos de un conjuro, al tiempo que de un bolsillo de su capa extraía una pequeña raíz que se consumió en volutas de polvo.

Las palabras fueron breves y rápidas, aceleradas; tanto que cuando el sortilegio terminó todos salvo San Dámasor sintieron como el mundo se enlentecía... no. Unos instantes después sus sentidos se ajustaron a la nueva realidad de que eran mucho más rápidos que antes.

Aprovechando su rapidez el mago se movió como una centella mientras decía con voz glacial -Fornund cúbreme y acabemos con este incordio- algunos podrían interpretar que se refería a Sìglû tanto como al no muerto.

Parecía que todos estaban de acuerdo en que deshacerse de Morrigan era lo más sensato, sólo faltaba aclarar el cómo, aunque eso ya era secundario. Ponerla al sol o quemarla en un pira tendrían el mismo efecto, con toda probabilidad. El problema ahora era qué hacer con Ely y el tema del sol. Su madre no estaba dispuesta a claudicar, y a Fornund le sorprendió amargamente que la madre rechazara de forma tan directa y orgullosa a su hija. Con maldición, enfermedad, un brazo menos....seguía siendo su hija. El orgullo era un enemigo implacable, por algo era llamado uno de los siete pecados capitales.

No supo qué más añadir a lo dicho por su compañero Nalfeim para que la madre entrara en razón, así que se centró en las otras tareas. La cerveza le supo amarga, aunque entraba bien.

Unos cuantos comentarios sobre la genialidad de los Orcos, gracias a Siglu, le hicieron sonreir...pero era una sonrisa torcida, no muy animada, más bien algo sarcástica e incluso, triste. Algo rondaba la cabeza del paladín, pero todos sus pensamientos fueron sustituídos por el sentido del combate en cuanto se notaron los temblores y se escucharon los gritos de la Orca, seguidos por la advertencia de Yrlinand. Cogió el martillo y, con el escudo embrazado, miró hacia la puerta.

- ¿Un gigante? Pues yo ya me he cansado de todo ésto. - dijo, antes de darse cuenta que se movía mucho más rápido de lo normal. Shansar, con su rapidez habitual, se había lanzado al combate apoyándolos con su magia. Era la hora de las tortas. - ¿Creen que pueden venir aquí, a un pueblo lleno de gente inocente, y atacar con impunidad? No, por Moradin que no. Te cubro, amigo. - dijo, saliendo detrás del mago.

Al salir y ver la enorme criatura con Siglu en su mano, sintió una ambivalencia de emociones. Disgusto por verse atacado tanto él y sus compañeros como la población cercana, preocupación porque a ninguno de los civiles de dentro de la posada les pasara algo y un sentimiento de liberación por ver que la Orca estaba recibiendo finalmente un castigo por la muerte de Eberk, una muerte en su opinión, evitable. - Gracias Moradin. - Otra cuestión era la vergüenza que él pudiera sentir por el comportamiento totalmente irracional de su amigo, así como la gran decepción que se había llevado con él. Eso era algo que siempre llevaría con él.

Naja Naja era huérfano por lo que no quería inmiscuirse en la relación madre-hija de Isabela y Ely. De pequeño mucho había pensado sobre sus padres y cómo de diferente hubiera sido su vida de haberse criado con ellos. Pero ahora creía tenerlo superado. Como bien mostraba su aspecto era otra persona totalmente diferente, ¿o no? El caso es que se alejó para no tener que comprobarlo. Como quien no quiere la cosa, silencioso como el gato de Tegrar, se hizo con una botella de vino para aliviar la resaca* y ayudar a hacer la digestión del desayuno. Las sienes le palpitaban de tanto pensar. 

Tan sólo le había dado un par de tragos cuando, en lo que esperaban a que la orca Siglu trajera la leña, tuvo que poner de nuevo el corcho rápidamente en la botella y aparcar las ganas de sumergirse en su dulzor.

- ¿Qué pasha ahí fuera?- Penando que un tumulto de furiosos campesinos, espoleados por la ira de un inquisidor, hubieran llegado ya a la taberna se dispuso a salir para echar un vistazo. Entonces notó la magia de Shanshar que penetraba en su interior y hacía que todo se ralentizase. El monje se frotó los ojos creyéndose despertar de un plácido sueño. Un instante después, tan sólo un parpadeo, y Naja Naja se encontraba en la puerta.

¿Quién demonios es ese?

Elevó la mirada para ver al gigante que llevaba a la orca desgañitándose en un abrazo mortal. Un parpadeo después y su puño, duro como el acero templado, se estrellaba en la barriga de aquella cosa.

- Shuéltala.- No iba a quedarse allí. Se escurrió como una culebra en busca de una posición elevada para pdoer hacer frente mejor a aquella amenaza.

El desapego que siente Isabella por Elyzabeth me apena y los gritos que escucho en el exterior tardan en alertarme de que algo malo está sucediendo ahí fuera, tal vez porque mis pensamientos están demasiado concentrados en la situación interna de la posada y de sus ocupantes.

De hecho, más que los gritos, son las reacciones de mis compañeros quienes me sacan de mi meditativo estado. La idea de incinerar a la vampiresa no me agrada pero parece que ahora esa cuestión ha quedado relegada al olvido por asuntos más acuciantes como la tardanza de nuestra pinche de cocina orco.

Me incorporo de la mesa con la torpeza y lentitud achacables a la artrosis que me aqueja desde hace años y, apoyado en mi fiel bastón, me acerco hasta la ventana más próxima con la esperanza de descubrir qué es lo que sucede ahí fuera. Sin embargo, no descubro a la monstruosa figura que acecha en el exterior desde la citada ventana sino a través de la puerta que mis camaradas han dejado abierta tras de sí.

No tengo una perspectiva muy buena de la situación pero juraría que se trata de alguna clase de descomunal no-muerto.

―No-no te...máis. Ilmáter está con... nosotros y nos... pro-proteje ―aseguro a los ocupantes de la posada para tranquilizarlos.

¿Un monstruo grande? Oh, no... otra vez uno de esos lobos gigantes no.

La última vez que se había encontrado a dos, casi se comen a Jess. Solo hay una cosa peor que un lobo gigante, y es un no muerto gigante. Pero seguramente solo fuese un lobo, así que a Jess le quedaba el consuelo de decir...

Podría ser peor.

Todo el mundo empezó a acelerarse, tanto en el sentido de volverse frenético como en el sentido de ser afectado por la magia del Guapo Shanshar. Jess también avanzó hacia la entrada del Jabalí Verrugoso, desenvainando sus cimitarras gemelas... una normal y la otra mágica. Más bien eran armas mellizas, puede que incluso con distinto padre. El caso es que al llegar al umbral de la posada miró a un lado y a otro.

¡¿Dónde recorcholis se ha metid...?! Oh-oh.

El práctico de Ric, se dedicó a intentar crear una rutina, un punto de estabilidad, poniendo orden en el salón y la cocina, despejando los muebles que se podían apañar y preparar los que no como combustible. También dirigía a la orca y preparaba la comida con los ingredientes que parecían poder perecer antes, preparando salsas y adobando carne, llenando el salón y la cocina de un agradable aroma, escuchaba a los compañeros del salón. Todo parecía volver a su cauce, habíaun plan trazado y pronto se pondrían a ello y arreglarían las cosas. En cuando regresara Siglu.

Y de repente unos berridos y el estruendo de unos gigantescos pasos alertó al grupo entero. El mago y el enano marcharon prestos hacia afuera, seguidos del singular Naja. El mastín tomó el escudo que rondaba cerca y siguió el camino de los demás, con el estruendo causado por su armadura de placas.

-Veo que la acción ha venido a nosotros... os sigo.

    Los aventureros reaccionaron rápidamente y salieron en tropel para hacer frente a la amenaza. El monje agarró una de las botellas que había sobre la barra. Ya decidiría después si bebérsela o atacar con ella.

Nada más salir fuera sintió como una enorme mole arrojaba su sombra sobre el.

   Era un gigantesco conglomerado de cadáveres de forma vagamente humanoide. Le recordó a un horrible golem de carne compuesto de muertos vivientes. Un bulto entre los hombros imitaba una cabeza que en lugar de dientes tenía varias hileras de fémures astillados. Los brazos eran poderosos como los de un gigante, rematados por garras óseas. Su piel estaba erizada de púas y bultos. Cuando la criatura se le acercó, pudo distinguir que se trataba de cráneos y manos crispadas que se agitaban en todas direcciones tratando de atrapar cualquier cosa que se acercase. El cuerpo estaba cubierto de todo tipo de animalillos pegados, ensartadas o atrapadas por estas pequeñas mandíbulas y garras. Había ramas, nidos, pájaros y hasta alguna ardilla que poco a poco eran devorados. Sîglü estaba atrapada por decenas de manos y bocas a la altura del costado de la criatura. Tenía la cara amoratada y una tremenda herida en la pierna que había dejado al descubierto los huesos y tendones de su rodilla. Sus brazos se agitaban en tu dirección suplicando que la salvarais, pero cuanto más se movía, mas garras atravesaban su piel para aferrarla con más fuerza.

El joven monje lanzó un rápido puñetazo antes de rodar fuera del alcance de los largos brazos del cadáver.

Sus compañeros no tardaron en seguirle a toda velocidad gracias al conjuro de Shanshar.

Al llegar a la puerta observó a la criatura con una mezcla de estupor y admiración. Se trataba de un "Cadaver gigantesco", pero obtenido a partir de cuerpos más pequeños. Una idea tan brillante como terrorífica que permitía al ser la capacidad de atrapar a sus víctimas, dejando los brazos principales libres para seguir atacando y apresando mas cuerpos.

La orco era un claro ejemplo. Solo su enorme constitución la había librado de ser desmembrada con el primer ataque.

Su ojo observador apreció el daño que había hecho el monje. Apenas había tronchado una de aquellas protuberancias, pero ya era algo. Señaló a sus compañeros que solo las armas mágicas y contundentes infligirían todo el daño a este oponente.

    El mago reculó para guardarse de no correr la misma suerte y entonces vio varias sombras agazapadas tras la hierba dorada del otoño. Había varios lobos, enormes y oscuros como la noche pero con rasgos terribles. Las peores pesadillas de Jess se habían hecho realidad. por más que se aplastasen contra el suelo, sus lomos negros destacaban sobre la nieve y la hierba. Sus ojos refulgían como brasas llameantes una inteligencia letal.

Algo mas se movió tras el gigantesco cadáver y descubrió una nueva bestia agazapada, esperando a que cometieran un error...Si es que no lo habían hecho ya. El ultimo lobo tenía unos cuernos en espiral de aspecto demoníaco. Sus labios se retrajeron hacia atrás mostrando unos dientes afiladísimos que parecían sonreír como Morrigan.

Nerisnath echó una mano instintivamente a su bolsita de componentes, pero se detuvo en cuando escuchó las palabras tonantes de Shanshar. Por muchos aires que se había dado el joven apuesto, con la nariz siempre apuntada hacia el techo como una brújula al norte, no había pensado que fuera más que un aprendiz con ínfulas. Dominar un conjuro de la tercera esfera, empero, y lanzarlo en un momento en el que era tácticamente adecuado, demostraba un talento y una perspicacia que no esperaba encontrar en un pueblo perdido de la mano de los dioses.

La esbelta mujer morena cambió de opinión y extrajo de su bolsita de porquerías una pizca de manteca envuelta cuidadosamente en un cuadradillo de tela. Lo depositó en su mano y recitó las palabras de un encantamiento mientras trazaba una runa en el aire.

—Ast menciptakan lemak— dijo en una voz que, Dámasor, no afectado por el conjuro de aceleración percibió como cómicamente aguda.

Se formó una capa resbaladiza de grasa bajo los pies de aquella criatura nigromántica, cubriendo el flanco de Naja Naja por si le atacaban los lobos.

Ay, mecachis...

Jess, viendo el panorama, no sabía qué era más urgente. Sîglü parecía grave, y a nadie le gusta estar en el interior de una masa informe de cadáveres, salvo a algún rarito pervertido. Por otro lado, había que proteger los establos de esos lobos. Botones era una criaturilla demasiado ingenua que no estaba acostumbrado a tratar con los depredadores de la superficie.

Pero como Jess ya tenía el stum de Jagga, no era cuestión de hacer colección, y los lobos podían darse un atracón con los caballos y quedar saciados sin llegar a hincar ni un solo diente en la toporrata, Jess dió prioridad a la defensa del Guapo Shanshar. Puede que el Gran Fornund custodiase al Guapo Shanshar por un flanco, pero por el otro se le acercaba un lobo negro con ganas de comerle el lomo... y solo Jess tenía derecho a morder esas anchas y varoniles espaldas.

Avanzó por la pasarela con intención de encontrarse con el lobo negro a mitad de camino, pero como Jess iba acelerada, no calculó bien, y acabó interceptando a la bestia en la esquina del edificio.

Al abominable engendro antinatural que se ha dado cita a las puertas de la posada se suman algunos lobos de tamaño monstruoso cuya apariencia parece coincidir con la descripción que mis compañeros han estado refiriendo desde anoche como las mascotas de la vampiresa Morrigan.

Con encomiable valentía, muchos son los que se aventuran a salir al exterior a plantar cara a la reciente amenaza y yo no dudo en unirme a ellos para ofrecerles el consuelo y la protección de Ilmáter.

   El clérigo tomó su lanza y saltó la barra en dirección hacia la puerta. Alzó dos dedos y salmodió un conjuro: -†бчreηeo лчы cultris†- Una densa nube de cuchillos apareció a su alrededor y comenzó a girar con los filos apuntando hacia el exterior de la posada.

 "...El zorro entra en el gallinero" 

   El conjuro de Nerisnath tiene efecto inmediato. El terreno bajo una de las piernas del cadáver gigantesco se vuelve resbaladizo al cubrirse por una capa de grasa grisácea.

Poco a poco el no muerto se abre de piernas sin comprender que sucede. Por un momento Sîglü deja de berrear y contiene la respiración temiendo que el monstruo la aplaste en su caída. Por suerte el cadáver acaba espatarrado sobre el otro costado y la piel verde, viéndose cerca del suelo, trata de nuevo de zafarse de la maraña de garras que la mantiene atrapada. Con un rugido brutal, la minera propina un codazo a una de las calaveras que la mordía y troncha varios dedos de una garra, pero el resto de dientes y uñas la retienen con más fuerza todavía, dejándola sin respiración.

El enorme cadáver bracea torpemente sobre el charco de grasa. Varias cuencas vacías observan al joven Naja con sed de su esencia vital y el monstruo le lanza un mordisco. El monje se agacha y lo evita con facilidad pero a continuación caen sobre él las enormes garras que consigue esquivar rodando por el suelo en el último segundo.

  Cuando se levanta se topa con las fauces de uno de aquellos inmensos lobos. Había llegado tan rápido que siquiera lo había visto acercarse. Debía de medir 8 pies y pesar al menos 700 libras. Sintió su aliento sulfuroso en la cara. Levantó los brazos para protegerse, pero el monstruo lo mordió el costado y con una sacudida, derribó al monje como a un un pequeño corderillo. Naja reprimió un grito. Sentía como los colmillos habían llegado hasta el hueso y posiblemente tendría algo roto. La vida en el monasterio podía ser austera, pero se le antojó maravillosa en  este momento.

Sus compañeros estaban cerca y corrían a ayudarlo. Shanshar, en la retaguardia, tenía cerca a otro de aquellas veloces bestias. Si se lanzaba hacia él como habían hecho con Naja, estaría perdido. Pero entonces el lobo lo miró a los ojos mostrándole los dientes como si sonriera; y en lugar de abalanzarse sobre él, desapareció tras la esquina de la casa.

-¿Por qué no lo atacaba?¿Que significaba aquello?-

Al otro lado de la taberna, el lobo astado hizo lo mismo. Un momento después se escucharon varios cristales romperse a lo largo de la fachada...¡Las arteras criaturas se habían colado en la posada!.

Buscan despertar a su dueña...- el mago dudó un instante. Podía impedir el acceso al sotano con facilidad, pero el pintoresco monje también precisaba de su ayuda y no podía hacer ambas cosas a la vez.

Por suerte reconocía a una usuaria del Arte cuando la veía y rebuscó su nombre en su memoria antes de gritar -¿Nerisnath, puedes bloquear el acceso al sótano? ¡Yo me ocupo aquí!

Y no quedaba otra, ella estaba mas cerca y tenía una visión mas clara del interior de la posada que él, aunque no conocía sus capacidades.

Me dispongo a salir al exterior cuando el sonido de cristales rotos en el interior de la posada me alerta. Miro a mi alrededor en busca de evidencias de qué es lo que está ocurriendo y tengo la intuición de que tal vez todo esto no sea más que una distracción provocada intencionadamente para desviar nuestra atención de Elyzabeth o de la vampiresa que tenemos encerrada en el sótano.

Soy reacio a abandonar a mis compañeros a su suerte pero todos ellos parecen perfectamente capacitados para hacer frente a cualquier amenaza sin la ayuda de este pobre viejo. La pobre Ely, en cambio, se encuentra sola y posiblemente asustada con los ruidos que se escuchan aquí arriba. Será mejor que baje a la planta inferior para tranquilizarla y asegurarme de que se encuentra bien.

- Esa cosa no me gusta un pelo - dijo Fornund, mirando a la criatura no-muerta con una mueca de repulsa en la cara. Sus múltiples manos, garras y apéndices le sugerían que igual su armadura o capacidad defensiva serían inútiles si se dejaba atrapar, por lo que era reacio a acercarse a ése bicho. Mejor que alguno de los magos acabara con él con una llamarada o algo similar. El monje, que había adelantado a todos con una rapidez endiablada, se metía en la guardia del monstruo y salía de ella con una facilidad pasmosa, pero no vio llegar al enorme lobo negro que comenzó a morder con fiereza su carne, en una frenética actividad destinada a acabar con su presa. 

Los enemigos venían por todas partes, y una rápida ojeada a tiempo hacia atrás le permitió ver a otro de los lobos como, con taimada actitud, penetraba en la posada a través de las ventanas en lugar de atacar a Shanshar por la espalda. El mago preguntó a la mujer humana algo que reflejó de algún modo lo que el enano opinaba en ése momento - ¡Van a por su dueña! No les dejéis, yo le quito el chucho a NajaNaja. -

Cuatro zancadas pesadas le llevaron al lado del lobo negro que estaba comiéndose vivo al hombre-verde, y, con la inercia que llevaba la lanzó un golpe a las costillas del bicho. - ¡Eh, tú, deja al calvo en paz...tu enemigo soy yo! - le gritó mientras daba un par de golpes con su arma en su enorme escudo pavés haciendo ruido y tratando de provocar al animal. 

Sus piernas se separaron para bajar un poco más el centro de gravedad. Si el bicho se le tiraba encima, lo aguantaría con el escudo y le daría un golpe en las partes blandas. 

Nerisnath giró sobre sus talones y alzó una mano por encima de la cabeza, uniendo los dedos anular y corazón con el pulgar y extendiendo los demás sin imprimirles ninguna tensión, dispuesta a recitar las palabras de un encantamiento de telaraña que bloqueara el acceso al piso inferior. Al ver a Jagga y a Sandor custodiando las escaleras, dudó y se detuvo. En Thay, habría lanzado el sortilegio, atrapando en sus pegajosas hebras a cuantos caballeros thayinos hicieran falta. Un escalofrío le recorrió la columna y bajó la mano.

—Jagga y Sandor están protegiendo el pasillo, y el padre Dámasor está bajando —le explicó con voz tranquila a Shanshar —.  Vigilaré y ayudaré de ser necesario.

Sacó un saquito y una pequeña vela y alzó ambas manos para recitar un nuevo encantamiento.

—Ast memanggil makhluk serta gaya dari empat...

El viejo mastín de la dama terminó de salir al exterior y al ver al gran lobo y a la bestia tumabada en el suelo, el sacerdote guerrero suplicó la ayuda de la Dama a la par que alzaba su escudo blasonado con las dos cabezas de mastín.

-'Bhean-uasal, ag èisteachd ri d' sheirbhiseach, otrgame do ghràs a shabaid a-rithist.

Al instante un filo candente apareció sobre el gólem, una espada al rojo vivo, que dio un golpe en un tajo descendiente, cortando con facilidad cartílago y hueso, pero la mole masiva de aquel ente distaba mucho de quedar inutilizado.