Partida Rol por web

―¿Tu trabajo? ―repitió Nerisnath en tono de auténtica perplejidad.

No había sido Formund, a solas, quien había lidiado con el cadáver gigantesco. Naja Naja y Ric se habían batido el cobre contra aquella criatura tanto o más que el enano, y los hechizos de Sanshar y los de ella misma habían ayudado también. ¿Y ahora lo consideraba su trabajo? ¿Le parecía acaso el mundo un clavo, sólo por tener un martillo en las manos?

―Escucha, Formund ―dijo tratando de que su voz sonara suave y convincente―. Hay vidas en juego. De modo que deja a un lado tu orgullo y permite que te ayude.

Jess parece sentir una sincera alegría con mi llegada a juzgar por la manera atropellada con que se dirige a mí, pero me cuesta trabajo entender lo que me dice. Hay muchas cosas que admiro de la juventud y esta mezcla de dinamismo, dramatismo e impaciencia es una de ellas. Nada sucede que no sea la voluntad de Ilmáter.

―Mi que-que-querida niña... ahora todo está... bien ―le aseguro, posando mi mano izquierda sobre su cabeza para tranquilizarla―. Isabella, Nalf, nosotros... to-todos esta... mos bien.

Intento sentarme en el suelo pero, a juzgar por la dureza con que caigo, más que sentarme se diría que me dejo caer. Emito un quejido de anciano seguido de un sonoro suspiro y, a continuación, examino el cuerpo inerte de la mujer orco tendida a mis pies. Parece ilesa y no entiendo por qué... ¡ah, ya, ese ástil de virote no debería estar alojado en su cabeza!

―Mal asunto... estas co-cosas no de... berían pasar ―mascullo para mis adentros antes de buscar con mi mirada a la intrépida Jess―. ¿La ayudaste tú? Lo has he-hecho... bien, vi-vi-vivirá, Él te quiere mucho.

Por la expresión de desconcierto y preocupación adivino que tal vez ella no sea consciente aún del gran amor que siente Ilmáter por su cándida inocencia.

―¿Elizabeth? Acércate, te... soro ―añado, mientras trabajo en la delicada operación de extraer el trozo de madera incrustado en el cráneo de Jagga―. Qui-quiero examinarte cuan... do termine aquí. Ese pro-pro-proyectil tampoco está donde debe.

¡Ric, no dejes que muera! ¡Es mía....me debe su vida! -

Ric resopló mientras asestaba un tajo al monstruo que volvía de levantarse y respondió al Enano: -¿Que tiene esa mujerona verde que a todos os encandila...?- No será su olor, desde luego-.

El viejo mastín dio un paso de lado para hacer sitio a las nuevas bestias de la maga roja, levantó su varita y volvió a utilizarla sobre Sîglü . -Despierta verdi-cienta, tienes cuentas con el señor enano- Dijo conjurando los poderes curativos con un rápido destello.

La minera volvió en sí con una mueca de dolor.

El inmenso cadáver logró levantarse a pesar del duro castigo y cerró sus fauces sobre el monje empalando al monje con sus largos colmillos. Cuando todos pensaban que el ser de ultratumba no podía ser destruido, el silencioso filo conjurado por el clérigo volvió a atacarlo. El arma espiritual encontró un hueco en la dura corteza de desperdicios, allí donde los aventureros habían golpeado una y otra vez. Finalmente el filo destelló desde el interior de cadáver y este cayó una vez más soltando al malherido monje.

Las brasas que lucían en sus cuencas de la achaparrada cabeza se apagaron y sus miembros nudosos quedaron tendidos sobre el suelo.

Sîglü emergió ensangrentada entre la masa putrefacta de carne y huesos. Con un gesto lastimero comenzó a arrancarse las numerosas púas que había clavadas en su cuerpo. La Orco lanzó una mirada hacia atrás antes de alejarse con el gesto compungido por el miedo.

Al llegar a Ric levantó los brazos para abrazarlo pero el clérigo dio un paso atrás: -Quita, quita. Yo no he hecho nada. Dale las gracias a otro- Dijo señalando a sus compañeros.

                                                                                                          ...En el sótano 

Sandor... ¿Pero por qué? Le conocíamos desde pequeñas, Ely. No se come a la gente. Ni aunque ya esté muerta. Hay límites... el Bien contra el Mal, la Fuerza de Espíritu, la Justicia... ¿Cuando te comías a Sandor, la voz del Gran Tergrar no te dijo nada? ¿No te dijo que parases? Yo...

  Ely bajó la cabeza cariacontecida, pero hablar del tema solo le recordaba lo delicioso que estaba el mercenario. La desesperación de la noche anterior había desaparecido del rostro de Ely y le costaba arrepentirse de la atrocidad que acababa de cometer. Una sonrisa traviesa asomó en sus amoratados labios. -No te mentiré Jess: ¡Sandor estaba buenísimo!...Y no de la manera que tú y yo cuchicheábamos, sino rico-rico.-.

Ahora que había probado la sangre humana, la pálida Elyzabeth perecía tan distinta por dentro como por fuera.

―¿Elizabeth? Acércate, te... soro. Qui-quiero examinarte cuan... do termine aquí. Ese pro-pro-proyectil tampoco está donde debe.-

Ely asintió. Las palabras del santo resultaban inapelables pese a la tartamudez. Sin embargo otra fuerza le impedía obedecer: -No puedo- Dijo con voz entrecortada -Me quema- Explicó levantando las manos como si el ilmaterino la deslumbrase.

Dámasor tuvo que centrar su atención en la gravísima herida de Jagga. Extrajo el virote y pronunció un potente conjuro curativo que cerró la tremenda hemorragia.

La mandíbula de Jagga chasqueó como acto reflejo y trató de articular palabra pero solo consiguió balbucear unas palabras de agradecimiento con su lengua asomando por el lateral de la boca. El ojo que quedaba más cerca de la herida del cráneo tampoco lograba recuperarse del todo y miraba torcido en dirección divergente al otro.

 -Es tan hermosa...- Las palabras de Ely hicieron que Jess y Dámasor volvieran la cabeza extrañados.

La joven se había acurrucado sobre el pecho de Morrigan y acariciaba su escote peligrosamente cerca de los virotes que atravesaban el corazón de la vampira. Por su parte ella también había recibido un disparo, pero suspiraba cautivada como un amante.

-No puedo olvidar todo el daño que me hizo y sin embargo me siento...En deuda con ella- Trató de explicar.

Entonces la madera del techo crujió. Algo se movía en la planta baja...

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     Nalfeim observaba como la maraña de brezos que había convocado empezaba  a marchitarse poco a poco. Las enredaderas habían amortajado el cadáver del lobo, constriñendo sus restos hasta una fracción de lo que había ocupado el animal en vida. Sin embargo no había rastro del babau. Un ruido a su espada lo sobresaltó; pero solo encontró a Shanshar cerrando filas junto a él. Tras susurrar unas palabras señaló frente a la puerta y advirtió al clérigo de que no pisase mas allá. A continuación una niebla apestosa envolvió al mago y entonces la oscuridad y el hedor parecieron desbocarse hasta envolver a ambos.

-¡¿Qué demonios...?!- Nalfeim agitó la mano para apartar la niebla, pero la oscuridad no tenía un origen tangible. Entonces se topó de repente con el rostro demacrado del babau. Nalfeim maldijo para sí. ¿Qué había pasado?¿Como había aparecido a su lado de repente?

    -¿Que tal ssin tu magia...Mortal? Se burló el Tanar´ri escupiendo la última palabra.

El demonio miró hacia atrás y sonrió. -¿Esso es todo lo que tieness para protegerla?- Su voz chirriante torturaba los oídos de los aventureros.

Los labios descarnados del ajeno se tornaron en una cruel sonrisa y lanzó una mirada al otro lado del pasillo. -También tengo algo pendiente con tu amigo- Siseó el babau.

Shanshar se volvió. A penas vio moverse una silueta en la oscuridad, pero reconoció el olor ácido. Aquello no se trataba de su bruma. Tal vez el Tanar´ri había convocado a otro de su plano para la misión...¡Y estaba a sólo un paso!

Resulta maravillosa la firmeza con que mis manos, usualmente temblorosas, retiran la saeta incrustada en el cráneo de la hembra orca con precisión quirúrgica. En mis incontables años como sanador en el campo de batalla me las he visto con heridas muchísimo peores que esta y, en todas esas ocasiones, Ilmáter siempre ha estado de mi lado. Jagga vivirá aunque el tiempo dirá si algún día es capaz de recuperarse totalmente de las secuelas de este desafortunado incidente.

Lo que sí me causa una sincera preocupación es la reacción de Elizabeth cuando trata de acercarse a nosotros. El poder de mi dios me protege y debiera protegernos a todos los presentes, únicamente las criaturas malignas tienen que temer algo de Él y el proceder de la joven sólo puede presagiar lo peor.

Tendida sobre el pecho de la pérfida vampiresa, la hija de Tergrar parece más una criatura de otro mundo que de este. ¿Es sangre eso que se dibuja en la comisura de sus labios? ¿Qué nefandas acciones se habrá visto obligada a cometer para temer la esperanzadora luz del Dios Quebrantado?

―Elizabeth, que-querida, ese no es... un buen sitio para una buena chica ―sugiero con un tono dulce y concialidor pero no falto de firmeza―. Junto a esa... pared del fondo estarás me-me-mejor.

Para reforzar mi invitación a que se aleje de la Morrigan, avanzo hacia la pareja confiando en que mi aura protectora la incomode lo suficiente como para apartarse de la infame no-muerta.

La lluvia de golpes que cayó sobre el cadáver gigante pro fin daba sus frutos y dejaba al esperpento fuera de combate. Ahora sí, Naja Naja se permitió la licencia de tambalearse y gemir por el dolor de la herida que bañaba en sangre su costado.

- ¡Arrrrgh!-  Mientras con un rápido movimiento activaba su cinturón para obtener algo de alivio, respiraba más tranquilo al ver que la gorda pielverde salía con vida de las entrañas del monstruo. Había hecho falta una gran cantidad de poder para abatirlo y desde luego él no iba a pelearse por reclamar la presa. Símplemente enarcó una de sus abultadas y deformadas cejas ante la actitud del paladín enano.- Vayamosh dentro...- El combate no había acabado. Los lobos habían entrado para buscar, seguramente, a la vampira que permanecía en letargo en el sótano. A pesar de las heridas el monje se movía tan rápido que asustaba. Cuando se introdujo en la taberna abrió los ojos de par en par. Una oscuridad que no lograba penetrar se había hecho con el pasillo de las escaleras que llevaban al sótano.

- ¿Qué eshtá pashando?- Preguntó mirando hacia atrás para encontrar la avispada mirada de la maga Nerishnath, a la que conocía más que a otros por haber compartido camino.

Palmeó el hombro de Jagga para hacerle saber que todo iba bien... o eso creía Jess, porque cuando alzó la vista y vió a Ely junto al virote del pecho de Morrigan, se le encogió el corazón.

¡Ely!

Aquella situación estaba muy por encima de lo que Jess podía manejar. Seguía acelerada. Seguía siendo lo suficientemente rápida como para llegar hasta Ely y sujetar sus muñecas para que sus manos no tocaran las saetas que liberarían a Morrigan... O, por lo menos, Jess podría intentarlo. Pero moralmente no podía. No tenía reparos éticos en hacerlo, que conste. El verdadero motivo por el que no podía hacer eso era porque no estaba en situación anímica para enfrentarse a su amiga.

Ely, recuerda lo que dijo tu papá: nada de escuchar las voces de tu cabeza. ¡Nada de escuchar las voces en tu cabeza!

Jess alzó la vista al techo, buscando al fantasma del Gran Tergrar con la mirada, lo cual era inútil. Quizás ya no estuviese en el sótano. Quizás haya subido a la planta superior de la posada para espiar a Isabella mientras se cambiaba de ropa, como un fantasma pervertido. Tenía que actuar como si estuviese sola (porque tampoco parecía que el viejo párroco tuviese un plan, por lo menos visto desde fuera). Tenía que resolver el problema a su manera.

¡Ely! ¡Mírame! ¡Aquí, Ely! ¿Te acuerdas de una muñeca de trapo que teníamos de niñas? Tú querías llamarla Daisy y yo quería llamarla Sue, y nos peleamos, pero luego hicimos las paces, y juntamos los nombres, y la llamamos Daisy Sue. ¿Te acuerdas?

La espadachina esperaba que esa palabrería bastase para entretener a Ely y obligarla a desviar su atención de Morrigan.

¡Pues Daisy Sue está aquí!

Jess sacó de la mochila a la muñeca de trapo y la balanceó a izquierda y derecha haciendo que sus rizos de tela se agitasen, como haría con un bebé al que tratase de encandilar con un sonajero.

Di hoooolaaaaa, Eeeelyyyy.... "Hola, Ely". Y tú di... hoooooolaaaaaaa, Daisy Suuuuuue...

El no-muerto finalmente cayó bajo la continua lluvia de golpes propinados por todos ellos, quedándose quieto y liberando a una muy malherida Siglû, que se acercó hacia Ric. Mientras tanto, Fornund ponía un brazo, muy brevemente, sobre uno de los antebrazos de Naja Naja diciéndole - Buen trabajo, amigo. - 

Se giró de medio lado hacia Nerisnath, con el martillo apoyado en el hombro y una sincera sonrisa en la cara, ahora algo más tranquilo sabiendo que la pielverde ya no corría un peligro inmediato. 

- Mi orgullo está bien donde está. - contestó a la morena maga - pero agradezco tu ayuda también. Y no me refería a mí trabajo como único y exclusivo mío, pero sé que ya lo sabes, no me vengas con esas. ¡Vamos, tenemos que ayudar adentro! - le dijo, viendo como Naja Naja salía disparado hacia el interior. 

- ¡Y tú, mantente a salvo, nos debes la vida y pienso cobrarme esa deuda! Luego hablaremos. - le dijo a Siglû, mientras cogía su escudo del suelo y se encaminaba al interior de la posada, siguiendo a Naja Naja, que iba mucho más rápido que él. Su ceño se frunció al ver la oscuridad del interior del pasillo, aún y todo, siguió andando con paso pesado y decidido hacia allí, aunque él tendría que rodear la barra. Aunque no le gustaba mucho la magia que no estuviera relacionada con los enanos, ahora mismo bendecía la velocidad extra que le proporcionaba el conjuro de Shanshar. Aquello le haría llegar antes a la zona de conflicto, donde Ely estaba.

No podía pasarle nada a la pequeña Ely. No se lo perdonaría nunca.  

De pronto se encontró rodeado por esos terribles enemigos y sintió un escalofrío recorrer su espina antes de que su disciplina corriese a ayudarle y sus manos empezasen a moverse con velocidad al tiempo que con un quiebro evitaba posibles represalias del babau.

Todo salió bien y con unas pocas palabras arcanas Shanshar desapareció de la vista, no obstante sabía que era algo temporal contra la mayoría de los demonios y no procuró ser sutil, en vez de eso pasó al lado del babau rozándolo y alejándose todo lo rápido posible gracias a su hechizo de acelerar.

Se encontró con que el paladín y el monje ya estaban entrando, para bien o para mal lo de fuera tenía que haber terminado, lo que significaba que su convocación... Si, ahí entraba el infame demonio buscando enemigos del convocador para triturar y desgarrar. No cabía duda que atacaría a sus amigos de no ser por el control del conjuro, pero por esta vez estaba de su parte.

El mago susurró -Fornund estoy a tu lado, ahora hay dos babau, tanar'ri que poseen magia poderosa y buscan liberar a Morrigan - lo último era una suposición, la única lógica que había desde luego.

Nerisnath no contestó al enano, sabiendo que no serviría de nada. Las palabras "mi orgullo está bien donde está" ya le había dicho todo lo que necesitaba saber sobre él.

La thayina masculló una orden en infernal y entró acompañada de su hueste de simios diabólicos en la taberna. Señaló en dirección a donde estaban los babau y permitió que sus criaturas avanzaran a toda prisa por la habitación. Los simios se agolparon en el pasillo tras la barra, preparándose para escurrirse por aquel espacio estrecho con tal de llegar a donde estaban los babau y hacerlos pedazos.

   Al escuchar el conjuro de Shanshar, Nalfeim se apresuró a imitar al mago, murmuró su propio conjuro y palpó la pared hasta entrar en la cocina. Rogó que Jess y el viejo asceta detuvieran a los Tanar´ri el tiempo suficiente.

Al volverse para mirar, sintió que sus ojos se abrasaban y se dobló del dolor. El clérigo logró reprimir un grito que habría descubierto su posición, pero notó como sus fuerzas le abandonaban más y más.

- ¡Y tú, mantente a salvo, nos debes la vida y pienso cobrarme esa deuda! Luego hablaremos. –

Ric por su parte volvió a usar la varita de curación sobre Sîglü. Asintió a las palabras del enano y mandó a la minera escaleras arriba: -Si ves algo en el piso de arriba chilla. Eso sabes hacerlo- Sonrió. -Yo subiré enseguida. No podemos permitir que esos demonios lleguen hasta Morrigan-.

La orco asintió con la cabeza y se dirigió hacia las escaleras de la primera planta tan rápido como sus entumecidas piernas le permitieron

   El límite de la esfera de oscuridad se retiró por el pasillo, dejando a la vista el babau de color negro brillante. Naja observó entre las bestias que se apiñaban tras la barra como este demonio ahora flotaba un par de palmos sobre el suelo. Al mirarle a los ojos, este sonrió, mostrando una hilera de afilados dientes que emergían de su huesudo cráneo. Los ojos tanar´ri refulgieron un destello anaranjado y el monje sintió que la cabeza le explotaba de dolor. El gran simio y hasta el Nashrou aullaron igualmente y comenzaron a hacer todo tipo de aspavientos, sacudiendo la cabeza y protegiéndose con sus garras.

Cuando quisieron volver a mirar, el babau salía del pasillo y cerraba la puerta a sus espaldas.

…Mientras en el sótano:

―Elizabeth, que-querida, ese no es... un buen sitio para una buena chica ―

Ely se  restregó la cara como si le picase la nariz y poco a poco se fue apartando hacia un rincón alejado del santo. -Hace calor- Protestó desabotonándose la blusa y dejando el canallillo descubierto hasta el ombligo.

Ely, recuerda lo que dijo tu papá: nada de escuchar las voces de tu cabeza. ¡Nada de escuchar las voces en tu cabeza!

-Pues las oigo Jess…Y están cada vez más cerca- Gruñó nerviosa.

¡Ely! ¡Mírame! ¡Aquí, Ely! ¿Te acuerdas de una muñeca de trapo que teníamos de niñas?

Ely negó con la cabeza. -No Jess, no soy capaz de acordarme- Dijo frustrada. Pero al menos había llamado la atención de la joven vampira.

Di hoooolaaaaa, Eeeelyyyy.... "Hola, Ely". Y tú di... hoooooolaaaaaaa, Daisy Suuuuuue...

Ely siguió sacudiendo la cabeza con gesto cada vez más extrañado. -¿Qué haces?¡solo es un trozo de trapo!- Su voz se tornó fría y miró a su amiga de toda la vida como si no la conociera.

…Entonces Jess y Dámasor escucharon unos susurros rasgados en una lengua infernal. Una sombra se recortó en lo alto de las escaleras del sótano y comenzó a extenderse hacia abajo inundando de una negrura impenetrable todo cuando tocaba.

A pesar de nuestros esfuerzos, Elizabeth parece cada vez más confundida y acosada por alguna clase de entes preternaturales que únicamente ella puede escuchar. Incluso tiene problemas para reconocer a su hermana Jessy. ¿O eran amigas de la infancia? Siempre me resulta difícil recordarlo.

En cualquier caso, hemos conseguido que se aparte del cadáver corruptor de la vampiresa Morrigan y eso ya deberería considerarse un pequeño logro. Viendo su estado, supongo que tendré que hacer nuevamente uso de los dones de Ilmáter para tratar de calmarla como ya tuve que hacer anoche.

Sin embargo, antes de que tenga ocasión de hacerlo, un susurro impío pronunciado en una lengua que jamás debiera escucharse en este plano de existencia atrae mi atención sobre las escaleras que conducen al sótano. Al volverme, descubro que una siniestra oscuridad desciende hacia nosotros amenazando con enseñorearse de la estancia. El halo luminoso que nos protege ya ha comenzado a combatir esta negrura, pero está cediendo terreno a pasos agigantados.

―Se-señor, danos fuerza y valor para com...batir a los hijos de la no-noche ―imploro a mi señor.

Naja Naja trataba de escudriñar en la oscuridad buscando el origen de ella cuando ésta fue moviéndose hacia las escaleras que llevaban al sótano donde estaba Ely y, por supuesto, Morrigan.

- Mmm.- Farfulló el monje su frustración. Desde luego sabía donde tenía que ir y conocía el camino de haber estado allí antes, pero no quería abalanzarse y llevarse una sorpresa por el camino. Sus ojos seguían clavado en la negrura que empezaba a dejar al descubierto una figura humanoide y desagradable. El babau que flotaba en aire sería su siguiente objetivo. Su cuerpo se tensó al instante dispuesto a aprovechar su velocidad para atraparlo. Sin embargo el demonio dirigió su maligna mirada al grupo que iba a adentrarse en el pasillo y, como si estuviera observando un eclipse de sol en su apogeo, su mirada fulgurante le golpeó de lleno. Naja Naja se agarró la cabeza con las manos desnudas y  sintió que las piernas le flaqueaban. ¿Qué demonios era aquello? Al menos logró mantenerse en pie.

- ¡Aaarg!- Parpadeó un par de veces y trató de recomponerse un poco antes de avanzar activando de nuevo su cinturón curativo. El alivio fue inmediato aunque no suficiente, lo justo para continuar. Naja Naja era veloz como el ataque de una cobra. Avanzó sobrepasando las enormes figuras de los seres convocados por sus compañeros hasta refugiarse en una de las habitaciones del pasillo. Allí se permitió unos instantes de descanso, en lo que valoraba de nuevo su estado físico. Estaba herido aún del cadáver gigante y se encontraba debilitado por aquello que fuera lo que el demonio le había hecho. Apretó los puños y luego relajó las palmas un par de veces para hacer circular la sangre pro sus brazos que notaba debilitados.

- Grrrr.- Debía continuar. No habían acabado con Naja Naja todavía.

Estaba Jess como para preocuparse de idiomas raros.

¿Solo un trozo de trapooo? ¡¿Solo un trozo de trapooo?! ¡Cómo te atreves a decir que solo era un trozo de trapo!-Jess arrojó con rabia el monigote al suelo y agarró con fuerza su cimitarra-Y tápate un poco, cochina, que en este sótano no hace nada de calor. Yo sé de quién es la culpa de todo. Debí hacer esto hace mucho...

Jess usó la cimitarra a modo de guillotina, y descargó una serie de golpes sobre el cuello de Morrigan. Obviamente, al no ser su cimitarra de plata, cada uno de sus golpes lograban ocasionar heridas que se volvía a cerrar al instante.

AAAAAAGH...-gritó de rabia.

Jess puso su morral práctico de Heward boca abajo, sacudiéndolo para sacarlo todo fuera. Una marea de objetos cayó formando un pequeño montón de trastos: la tienda de campaña, la pala, una mantita, dos juegos de grilletes, la rebequita para cuando refresca y demás ropa de invierno...

Con la mochila vacía, Jess intentó meter el cadáver de Morrigan en el espacio dimensional del morral. Ya había amanecido. No había que postergarlo por más tiempo. Llevaría a Morrigan fuera de la posada y la expondría a la luz solar. Y si aún quedaba algo de esa magia del perfume que impidiese que ardiese, lavaría el cadáver con el agua del río y jabón para quitar el olor.

Nerisnath avanzó por el salón de la posada con el ceño aún fruncido. Soltó un vocablo en infernal, de mala gana, y sus tres simios desfilaron por el pasillo, encogiéndose como podían para pasar. Chillaban, gruñían y soltaban espumarajos, golpeando las paredes y tirando con estrépito todo tipo de utensilios a su paso.

El enano frunció el ceño con la misma intensidad que Nerisnath, pues se percató que la respuesta que le había dado no había gustado a la mujer, pero ahora no tenía tiempo de discutir con ella. Se dirigió con toda la celeridad que su firme paso enano le permitía hacia el pasillo, cuando los tres monos diabólicos invocados por la maga se colaron como perros rabiosos por el pasillo, imposibilitando así el paso de cualquier otro, excepto de Naja-Naja, que se coló como una serpiente veloz el primero por el pasillo.

- ¡Eh! ¡Tus monos tapan la entrada! ¿Así como vamos a llegar a ayudar? - le dijo a Nerisnath con un tono molesto por la situación. Principalmente era la frustración, pero también la poca vista de su compañera por impedir el paso de todos.

Se fijó que la puerta lateral estaba abierta y salió corriendo por allí, en dirección a la puerta trasera. Le tocaba dar un rodeo.
 

El burro hablando de orejas -se sonrió Nerinath una vez Formund salió por la puerta y sin llegar a expresarlo en voz alta.