Partida Rol por web

El enano había conseguido tumbar al lobo, pero para su desgracia, sabía que si no hubiera sido por la ayuda del ser demoniaco invocado por Shanshar, no lo hubiera conseguido tan rápido, y la vida de la Orca pendía de un hilo. Una pequeña parte de su mente advirtió que quizá hubiera estado mal aprovecharse de una deshonrosa ventaja táctica para abatir al enemigo, aprovechando la distracción que le proporcionaba el tener tanta gente alrededor, pero relegó dicho pensamiento a un lado, pensando, más juiciosamente, que aquellos seres semi-demoniacos no merecían cuartel de ningún tipo.

La visión de la Orca debatiéndose débilmente en las garras de aquella mole no-muerta tocó el corazón de piedra de Fornund, que, pese a querer una clase de castigo contra la violadora y verduga de su ex-pupilo, ser devorada viva por un no-muerto gigante no estaba dentro de lo enanamente respetable.

Moviendo su pesada figura al lateral de aquella horrible invocación no muerta gracias a la velocidad extra que le proporcionaba el conjuro de Shanshar, le gritó fuerte para hacerse oir por encima de la algarabía general. - ¡EH, TÚ! - le dijo al mono gigante que se estaba zumbando de lo lindo contra el no-muerto. - ¿Cuántas veces tengo que repetir que no me quitéis las presas? ¡Ésta cosa es mía! ¡Y cuando Fornund dice que es suya, es suya! -

De nuevo se encontraba en la disyuntiva de aprovechar la distracción táctica, pero meneó la cabeza con rabia y dejó pasar esos absurdos pensamientos. Era golpear o que muriera la Orca, que merecía otro tipo de castigo.

Alzó el martillo, invocando la ayuda de su Dios, Moradin. Aquella cosa tenía que caer rápido, y sólo el poder sagrado de la deidad enana conseguiría aquella proeza.  - ¡POR EL PODER SAGRADO DE MORADIN, YO TE DESTRUYO, CRIATURA BLASFEMA! -

El martillo refulgió con luz dorada mientras el poderoso golpe dirigido contra el cadáver pasó rozando la pútrida piel, a escasos milímetros del no-muerto. Fornund rugió de rabia, dándo un fortísimo golpe de revés conforme levantaba el martillo de nuevo.

Nerisnath estaba quieta como una estatua mientras los Simios Infernales hacían papilla de Lobo. Ignoró a Sanshar cuando se dirigió a ella, y en un momento dado envió una segunda ráfaga de proyectiles mágicos hacia el lobo que había en la cocina. Cuando parecía que no se iba a dignar a contestarle, le respondió con un seco:

—No.

Miró un momento al mago antes de devolver su atención al campo de batalla.

—¿Tengo que sacar a tu compañera de ahí o se las puede apañar sola?

El filo carmesí de energía espiritual que conjurara el viejo Ric, iba descargando tajos sobre el bamboleante y abotargado cuerpo de cadáveres informes. Con Naja sanado y fuera de peligro inminente en estos momentos, la mirada del sacerdote de guerra se posó sobre el cuerpo magullado y desencajado de pánico de Siglu, su pinche. Sin pensarlo se acercó lo suficiente como para poder aplicar una porción del poder curativo de la varita sobre la orca...

   El padre Dámasor bajó las escaleras con su resignación habitual sin alterarse por el violento combate que tenía lugar en la posada. En el salón, uno de los simios diabólicos descargó sus antebrazos sobre el lobo negro aplastándole las costillas. El can exhaló con un siseo y el fuego de sus ojos se apagó para siempre, pero el simio continuó golpeándolo impulsado por la furia del combate. El santo sacudió la cabeza y liberó su mente de todo ese horror para pensar con claridad.

Naja había aceptado que sólo la fuerza libraría a Sîglü de convertirse en parte de la maraña de cadáveres que formaban la mole contra la que se enfrentaban a cielo abierto.

El monje tomó impulso una vez mas y descargó una nueva ráfaga de golpes, pero solo uno de ellos tuvo la fuerza suficiente para atravesar la superficie del muerto viviente. A pesar de salir casi indemne, los golpes del joven lo desestabilizaron lo suficiente como para hacer patinar al cadáver gigante sobre la grasa y espanzurrarse otra vez.

   Sin mirar siquiera a sus enemigos, el monstruo se incorporó de nuevo; recibiendo una lluvia de golpes desde todas direcciones. Nada mas erguirse, continuó impertérrito tratando de agarrar la pequeña luz saltarina que era el monje. Naja esquivó los largos brazos del no-muerto parecían poder alcanzarlo en cualquier parte. Una de las garras lo enganchó de la ropa. El monje ya estaba en volandas camino de la boca del monstruo cuando consiguió hacer astillas varios huesos mugrientos. Rasgó su jubón y se dejó caer al suelo en el último segundo justo antes de que las enormes mandíbulas chasquearan en vacío.

La minera de piel verde abrió uno de sus ojos amoratados pero no tuvo fuerzas de moverse. Quizás eso prolongase su vida unos segundos, por que las garras y púas que la retenían, tampoco reaccionaron.

Ric pasó por detrás del monje para curar a la orco, pero el monstruo lo vio acercarse y descargó uno de sus poderosos golpes con sus largos brazos. El clérigo rodó por el suelo esquivando el mamporro y logró rozar a Sîglü con su varita, aunque apenas logró que la salvaje recuperase un poco de color verdoso en su magullado rostro. Su arma espiritual volvió a atacar al cadáver, pero la corteza de restos detuvo todos los golpes para desesperación del clérigo.

El enano preparó su mejor golpe, pero el cadáver se le adelantó lanzándole un mordisco y para cuando pudo atacar, el golpe de revés no tuvo la fuerza que esperaba. La resistencia del no muerto rivalizaba con la determinación del los aventureros.

Nerisnah disfrutó al ver como sus invocaciones machacaban a los lobos. El simio del salón movía la cabeza de un lado a otro buscando una nueva víctima. En la cocina los aullidos cesaron poco después con idéntico resultado. Unos proyectiles mágicos en el momento adecuado y ambos lobos quedaron reducidos a marañas de pelo sanguinolentas.

Jess hizo bailar sus cimitarras y con un grito feroz empaló al último de los lobos, decorando las paredes del pasillo con salpicaduras de intenso color rojo. La sangre su filtró por las tablas del suelo goteando hasta el piso inferior...

Naja Naja ya desistía de encontrar una manera de soltar de las garras de aquel esperpento a la gorda piel verde que no fuera otra que reducirlo directamente a polvo a base de mamporros. Poco tardó en reaccionar esta vez cuando la mole resbaló por la sustancia pegajosa que había en el suelo. Cuando ésta comenzó a levantarse de nuevo, con aquellos movimientos autómatas, el monje le propinó un rodillazo en el costado descubierto que hizo temblar a toda su estructura hecha de partes ensambladas. En el rostro pétreo y deformado de Naja Naja se vislumbraba un conato de sonrisa. Empezaba a tomarle el pulso al extraño adversario, a advertir sus movimientos antes de que éste los llevara a cabo, permitiéndole adelantarse y golpear duro.

¡PUM!

Esta vez el monje había elevado la pierna hasta que el pie casi le rozara el rostro, demostrando una flexibilidad poco habitual en un humano, y la había bajado con fuerza destrozando otra de las falsas extremidades del cadáver. Tanta fuerza llevaba la pierna que el pie de Naja Naja impactó en el suelo, impregnándose de la grasa.  Cual fue su sorpresa que, al ir a hacer una patada giratoria, usando como eje la pierna del pie impregnado en el resbaladizo elemento, perdió el equilibrio. Afortudamente el monje se revolvía como una serpiente en su terreno y, apoyando una mano en el suelo para no estamparse contra el mismo, lanzó otra patada que dio de lleno en su objetivo.

- ¡SHUÉLTALA DE UNA VEZ!

Miró a la zarza tragarse el cadáver del lobo. En cuanto al babau... Jess seguía teniendo la duda de si se había hecho invisible o si se había teletransportado. Trató de llegar al recodo del pasillo, para dar un par de estocadas al aire que le permitiesen confirmar si había algún bulto que desmembrar, pero los brezos le dificultaban el paso.

Necesito algo largo... ¡Una lanza! La clavaré dónde estaba el negro, y veré si sigue ahí. ¿Pero dónde voy a encontrar una lanza en esta posada? Una guja también me valdría. Bisarma... Cadena armada...

¡Una escoba!-exclamó.

De eso sí había en la posada. Jess seguía toda acelerada. El conjuro del Guapo Shanshar todavía le hacía latir el corazón a mil por hora... lo cual es solo una manera de hablar, porque en realidad mil pulsaciones en una hora parece mucho, pero en realidad son solo dieciséis pulsaciones por minuto, y a Jess le latía más rápido.

Vuelvo ahora, Gran Nalfeim.

Jess bajó al sótano a por una escoba.

...En el sótano:   

   La joven Jess bajó la escalera que llevaba al sótano. No vio rastro del Babau, de modo que se tomó unos segundos para que sus ojos se adaptaran a la oscuridad. Y voila, allí estaba la escoba que buscaba, pero había algo más. Las antorchas que había encendido Sandor se habían apagado y la joven tuvo que agacharse para distinguir una gran mancha oscura que se extendía por el suelo.

-Pues si que ha sangrado ese lobo- Se dijo a si misma al recordar como la sangre se había filtrado entre los tablones de la planta baja.

Se echó a un lado para que la luz que se filtraba por la escalera iluminase el suelo. Entonces pudo distinguir que el charco tenía un color verdoso.

-¿Jagga?- Llamó a su fiel seguidora de piel verde.

Pero la orco no respondió. Tan solo escuchó un susurro desde algún rincón oscuro.

Dio un par de pasos con las cimitarras por delante...por si acaso. Pero solo encontró una botella vacía de vino de Villaviña.

-¿Sandor?-

Pero el mercenario tampoco respondió.

Un par de pasos más allá había una manzana en el suelo.

-¿Ely?- Llamó por última vez. -Desde luego no iba a llamar a Morrigan.- Se dijo.

Encontró otra botella, también vacía, con la etiqueta personalizada para la boda de Tergrar.

De nuevo escuchó otro susurro y su desbocado corazón se aceleró aun más.

Distinguió los pies de Jagga de pié junto a un pilar de madera. Sus uñas, negras como mejillones, eran su inconfundible rasgo de feminidad orca.

Se acercó a la salvaje para preguntarla, pero entonces descubrió que tenía un virote de ballesta atravesándole el cráneo. Era lo único que la mantenía en pié. Había dos saetas mas clavadas en la pared y otra manzana partida en el suelo.

Jess se volvió de espaldas. Ahora sus ojos veían mejor en la penumbra y encontró la ballesta de Sandor en el suelo sobre otro charco de sangre. Este de color rojo intenso. El techo estaba oscuro, pero al tocarlo no distinguió que goteara y sujetó sus cimitarras con más fuerza.

Un escalofrío heló su espina dorsal y corrió al lugar donde habían dejado a Morrigan.

La vampira yacía tumbada en la misma posición con su sonrisa desafiante, como si no temiera a la muerte, la destrucción, o lo que expresase el final de su existencia. Aun tenía las flechas en el pecho. De hecho tenía otra mas, cerca de las anteriores.

Volvió a respirar. Tal vez solo había sido un segundo, pero le parecieron horas; y la sangre volvió a su cabeza.

Comenzó a buscar a Ely, pero solo encontró sangre por todas partes, roja y brillante como un atardecer.

-¡ELY!- Llamó de nuevo olvidándose de su promesa, pero su amiga no aparecía por ningún lado.

Entonces Elizabeth apareció de la nada y abrazó a Jess con fuerza, hundiendo su cabeza inquietantemente cerca de su cuello.

Ely sollozaba sin parar, pero de sus ojos no caían lágrimas, lo que daba un tinte irreal a su llanto, que por lo demás resultaba muy convincente.

-¡Yo no he sido!...¡Yo no he sido!....Se emborracharon y empezaron a jugar con la ballesta- Aseguró.

Aquella última parte no admitía dudas por que Jess notó algo presionar contra su esternón y al separarse de Ely descubrió que asomaba la punta de un virote entre las costillas de su amiga, palpó su espalda en la oscuridad y descubrió el final del astil asomando por el otro lado. Su amiga no parecía sentir ningún dolor, pero la falta de humanidad de la situación era de lo más inquietante.

La versión de Ely era muy verosímil, si se estaba dispuesto a creer ciegamente en su inocencia. Jess ni siquiera hizo amago de rehuír el abrazo.

No, claro que no has sido, mi vida. Nadie te está acusando...-dijo con voz suave, aunque con una expresión de confusión en su rostro.

Voy a sacar una antorcha de la mochila, y así veré mejor qué hacemos para retirarte esa flecha tuya...

Jess dejó caer una de sus cimitarras al suelo, y con la mano libre urgó en el morral. Cogió la antorcha siempreardiente por su parte en llamas, pero era un fuego que no despedía calor ni producía llagas, y la pudo sacar sin problemas. ¿Estaría el Babau allí, entre las sombras? ¿O Sandor? ¿Quizás ambos?

De regreso a la planta de abajo todos son gritos, caos y sonido de refriega. Bestias de circo combaten entre sí en un espectáculo que haría las delicias de un público mucho más exigente que yo y, en el exterior, varios de mis compañeros todavía combaten con ahínco a esa aberración no-muerta de monstruosas dimensiones.

Por un momento me planteo la posibilidad de acudir en su ayuda pero el bueno de Rick está con ellos y confío plenamente en su capacidad para mantenerlos a todos a salvo. De quien no me fío tanto es de la vampiresa que tenemos encerrada en el sótano. Cuando todo este alboroto comenzó yo pensaba ir allí y, de algún modo que no recuerdo, terminé en el piso de arriba.

Será mejor que baje ahora y compruebe que Elyzabeth está bien. La pobre chiquilla debe estar aterrada con tanto ruido y tantos pisotones.

La aberración no-muerta no terminaba de caer, pese a estar rodeada y recibiendo golpes por doquier. Los golpes de Naja-Naja, aquel hombre que iba mutando poco a poco en serpiente, se estaba empleando a fondo y, aunque sus técnicas eran poco ortodoxas para un señor enano como él, indudablemente parecían estar dando cierto resultado, porque consiguió tumbar a aquella cosa. El problema es que se levantaba una y otra vez. Allí venía de nuevo. 

Con movimientos espasmódicos, la criatura se puso de nuevo en pie, cayéndole una lluvia de golpes encima por parte de todos los que le rodeaban. La orca parecía estar aún con vida, por lo que Fornund, con una idea en mente, no podía dejar de intentar que sobreviviera. Comprendió que si no ponía todo su empeño en acabar con aquel ser, no conseguiría su objetivo. 

Dejó caer el enorme escudo, que le molestaba para golpear con contundencia, y alzando el martillo con ambas manos, comenzó a dejarlo caer una y otra vez sobre la criatura a una velocidad endiablada. El primer golpe le dio cercano a la cabeza, mientras la criatura se levantaba, escuchándose un crujido de huesos rotos. El segundo golpe le dio en el costado, destrozando varios músculos y brazos extra. El tercer golpe rozó la pierna izquierda, sin causar daño, pero el golpe de revés, gracias la magia de Shanshar, golpeó de lleno en la rodilla del monstruo. 

- ¡Vuelve a la tumba, maldita cosa! - decía el enano intentando que la criatura desapareciera por pura fuerza de voluntad. 

Concentrado como estaba en el combate, no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo dentro de la posada, pero confiaba en sus compañeros, ellos se harán cargo. 

   Ric reaccionó al torpe movimiento del cadáver descargando un tajo lateral contra la cabeza del monstruo. El filo entró a fondo y bien dirigido, pero se encontró con la densa maraña de restos que redujeron el daño.

El arma espiritual también acosó al enorme ser, pero sus lances se quedaron en menos todavía. El clérigo, contrariado, levantó su varita con la izquierda y trató de infundir algo de vida a la orco.

-Aguanta Sîglü. ¡Lo tienes contra las cuerdas!- Trató de animar a su insólita pinche.

Una vez terminado con el lobo, el engendro demoníaco se vió obligado a continuar con las órdenes impartidas por el conjuro: eliminar los enemigos de su convocador. Con sus cuatro ojitos se giró hacia el cadáver y empezó a descargar golpe tras golpe, pero los huesos y protuberancias del no muerto desviaron los golpes mas poderosos entre chirridos y los pequeños trozos de carne putrefacta que el demonio logró llevarse no habían mermado en nada al no muerto. El demonio soltó un terrible chirrido irritado, puede que no le gustase estar controlado, pero le encantaba destrozar y rajar, vivo o muerto todo era susceptible de caer bajo sus garras.

El mago por otro lado parpadeó al ver desaparecer al babau.

¿Podía ser que se hubiese teleportado al sótano? No... improbable.- así que en vez de actuar el joven mago observó con atención sus alrededores, listo para actuar en caso de que el babau apareciese de la nada.

¿Tus monos no podrán individuar a alguien invisible, verdad?- preguntó el mago mientras sacaba los componentes para su próximo bolsillo de su capa.

   Los instintos primarios del cadáver gigantesco le privaban de razonar nada que no fuera levantarse y atrapar al primer ser vivo que había visto. De nuevo el monstruo volvió a caer sin entender el motivo y de nuevo trató de levantarse para atrapar al ágil monje. Los aventureros y sus seres convocados atacaron al unísono cuando el monstruo bajó la guardia. Sus brazos y sus piernas comenzaron a troncharse bajo la lluvia de golpes. Sólo ahora se veía de alguna manera dificultado por el daño que había encajado la amalgama de cuerpos retorcidos de los que estaba compuesto. El coloso se abalanzó sobre Naja una vez más con su enorme boca abierta de par en par dispuesto a devorarlo. Las fauces chasquearon atrapando al monje que se retorció de dolor y forcejeó para que los dientes no lo partiesen en dos.

Sîglü abrió uno de sus amoratados ojos y al verse casi absorbida por la maraña putrefacta volvió a forcejar para liberarse. Sus esfuerzos comenzaron bien y llegó a liberar un brazo y una pierna, pero le fallaron las fuerzas y ya agotada no pudo evitar ser atrapada de nuevo por las garras y los desperdicios que cubrían el gigantesco cadáver.

Su mano asomó entre los restos suplicando ayuda por última vez antes de quedar colgando.

Shanshar preparó su conjuro de Grasa a la espera de que el Babau se teleportase a su espalda como venganza, pero el demonio no apareció por ningún lado. Tratándose de un Tanar´ri, si no se había escabullido, es que estaba tramando algo aun peor de lo que él había imaginado. Nerisnath miró a ambos lados y torció el gesto al llegar a la misma conclusión.

Los dos enormes simios que la maga había convocado dentro de la posada se volvieron hacia ella a la espera de nuevas indicaciones. Al no recibir respuesta comenzaron a resoplar impacientes y a golpear su pecho con los antebrazos.

No, claro que no has sido, mi vida. Nadie te está acusando...

Voy a sacar una antorcha de la mochila, y así veré mejor qué hacemos para retirarte esa flecha tuya...

   La antorcha siempreardiente iluminó el sótano haciendo que las profundas sombras que rodeaban a la joven se retiraran hasta los recovecos más alejados. Jess levantó las cejas al ver todo salpicado de sangre. La ballesta automática de Sandor aun tenía un par de virotes en su cargador. Un poco más allá estaba el brazo del mercenario arrancado de cuajo. La aventurera no pudo evitar dar un respingo, pero Ely estrechó su abrazo.

  -¡Lo siento Jess!- Sollozó Elizabeth. -Lo siento tanto...Creo que me he comido a Sandor- Admitió con un hilillo de voz. -Creo que me besó después de disparar a Jagga; yo le mordí....Tenía tanta hambre...Y estaba tan bueno- Sus labios se torcieron en una sonrisa inconsciente al recordar esto último y dejó de sollozar.

Jess dio un paso hacia atrás, patinó sobre unas vísceras y acabó junto al pilar en el que estaba clavada la orco. Jagga gorgoteó, movió una mano y su cuerpo sufrió unas rápidas convulsiones. Jess se deshizo del abrazo de Ely sin contemplaciones y acercó la antorcha para comprobar ¡que la salvaje aun estaba viva!

Ely se acercó para ayudar a Jess pero al ver la sangre borbotear desde la herida del cráneo dio un paso atrás conteniéndose. -Cúrala a ella primero. A mí no me duele- Rascó la punta de la flecha que asomaba de su pecho  y se encogió de hombros.

-Empecé a oír una voz en mi cabeza...Me decía que sacara a Morrigan de la posada...Y que os matase a todos- Añadió bajando la cabeza. -Luego oí a mi padre-Explicó abriendo los ojos de par en par. -Le hice caso y no me moví-

-Al final fue Sandor el que empezó a oír cosas y a comportarse como un cretino- masculló apretando los puños.

De nuevo Naja Naja volvió a aprovechar la caída del monstruo para endiñarle un puñetazo descendente cuando éste se levantaba. No podía quedarle mucho de vida, o lo que fuera que lo sustentaba, y eso hizo que se confiara un poco dejando al descubierto el flanco. El dolor fue tan intenso que a punto estuvo de gritar pero logró contenerse y emitir no más que un gemido gutural. Si su situación no fuera delicada de por sí la orca parecía completamente engullida entre los restos del cadáver gigante. No quería acabar así, así que forcejeó por escaparse y, a la desesperada, clavaba el codo una y otra vez en su enemigo tratando de acabar con él.

Sandor... ¿Pero por qué? Le conocíamos desde pequeñas, Ely. No se come a la gente. Ni aunque ya esté muerta. Hay límites... el Bien contra el Mal, la Fuerza de Espíritu, la Justicia... ¿Cuando te comías a Sandor, la voz del Gran Tergrar no te dijo nada? ¿No te dijo que parases? Yo...

Jess volvió la cabeza y se mordió el labio. ¿Acababa de ver lo que acababa de ver? ¡¡¡Jagga!!! Dejó su antorcha siempreardiente en el suelo. Seguía acelerada, y eso le permitió actuar rápido. Sus dedos acariciaron una de las piedras mágicas del cinturón, que se apagó al proyectar su poder. Esos mismos dedos, en la mejilla de Jagga, le imprimió algo de vigor y le devolvió un poco de su color verduzco habitual.

¡Jagga!

Así fue cómo Jess se hizo con el stum de Jagga unos días atrás. Y la historia se volvía a repetir. Precisamente Jess, que había odiado toda su vida a los orcos, se encontraba con que ya no era capaz de dejar morir a una orca como si nada.

La flecha seguía empalando el cráneo de la orca, y la seguía manteniendo clavada al poste. Jess raspó con su cimitarra tras la nuca para romper el ástil. Jagga cayó en sus brazos de golpe. La punta estaba en el pilar, pero la madera de la saeta seguía estando dentro.

T-tengo que sacarle esto de la frente. Madre mía... ni siquiera sé lo que estoy haciendo. Ojalá el Gran Nalfeim estuviese aquí. Jagga... Jagga, ¿puedes escucharme?

—Faddas py afzwuvy vorv cudd zmy flvyiv quilz* —siseó Nerisnath en un idioma que parecía prometer dolor y sufrimiento.

Los dos simios infernales siguieron a la maga thayina al exterior de la posada, mientras el tercero seguía castigando las defensa del muerto viviente.

—Naja, Ric, Fornund. Haced sitio a mis invocaciones y terminemos con esto —pidió.

El enano golpeaba una y otra vez, con una furia primigenia nacida de sus ancestros intentado tumbar y destruir, definitivamente a aquella cosa que estaba delante de él. La mano caída de Siglû hizo que pegara un grito hacia Ric - ¡Ric, no dejes que muera! ¡Es mía....me debe su vida! - aunque las palabras no tuvieran sentido para él, para el enano tenían todo el sentido del mundo, por eso estaba ahí, intentando, con todas sus fuerzas, salvar la vida de aquella orca...algo que no hubiera pensado nunca tener que hacer. 

Nerisnath se les acercó por detrás, con sus simios infernales invocados de los más profundo del abismo y una suficiencia enorme en la boca. - No. No dejaré que un animal venido del averno haga mi trabajo. Ahora no. Además, mi martillo parece afectar a ésta criatura más que vuestras armas. Mira como se destroza bajo cada golpe. - le contestó, dando un martillazo y contemplando como la carne y huesos se partían con suma facilidad, al contrario que los golpes que sus compañeros asestaban. 

Las escaleras del sótano crujen bajo mis viejas sandalias cuando mis pausados pasos me conducen hasta este lugar. El suave halo luminoso que me confiere el aura protectora de Ilmáter se derrama sobre la sala iluminando el sangriento horror que me espera aquí abajo. Cuerpos mutilados, ensangrentados y asaeteados.

Descubro a la mortalmente pálida Elizabeth mirando al vacío y también a una figura encogida sobre lo que parece ser una de las hembras de orco. Me estremezco pensando que tal vez se trate de Morrigan alimentándose de la infeliz criatura y me preparo para repelerla con el poder de mi dios pero suspiro aliviado al darme cuenta de que se trata de la joven Jess.

―¿E-e-estáis bien? ―pregunto, aunque bastante convencido de ser capaz de predecir la respuesta―. ¿Pu-puede este vie... ejo ayudar?

El demonio no sabía hacer otra cosa que atacar, por lo que siguió intentando perforar y desgarrar incluso cuando los huesos y carne putrefacta apenas se veían mellados. Sólo su cornada logró quebrar una costilla haciendo que el demonio emitiese un chirrido triunfante.

Shanshar viendo que Nerisnath iba a controlar la batalla con el cadáver se acercó a Nalfeim y Jess, no creía que el babau se hubiese vuelto invisible, pero por si acaso unas breves palabras conjuraron unos abrojos en el pasillo, al mismo tiempo que se cubría de la apestosa niebla el mismo para evitar un posible ataque sorpresa.

¿Que está ocurriendo Nalfeim, donde está el demonio?- preguntó con la voz acelerada por el conjuro, pero aún impasible, carente de la pasión que demostraba antaño. Ignoró a San Damásor al cuál sólo había visto corretear como pollo sin cabeza.

La llegada del Padre Dámasor fue proverbial. Era justo lo que Jess necesitaba.

¡Padre Dámasor! ¡Justo a tiempo! Rápido, vaya a buscar al Gran Nalfeim y dígale que baje al sótano. ¡Jagga se está muriendo!

No, espera... no era eso lo que Jess tenía que decirle al sacerdote. Era otra cosa...

¡Isabella! ¿No se supone que usted estaba cuidándola? Vuelva rápido junto a ella, y tenga cuidado: hay un babau suelto por la posada, y no sabemos dónde está.

No, tampoco era eso. Era algo que tenía que ver con la magia y que el Padre Dámasor y el Gran Nalfeim tenían en común. Algo importante para la situación que estaba pasando en aquel sótano justo en ese mismo instante.