Partida Rol por web

El enano amenazó con su martillo al asqueroso ciempies que amenazaba a la otra orca, pero sin embargo, se desplazó, pasando por la izquierda de la gran pequeña Jess, hacía la mujer con cuernos, esa que decía tener otros planes. - Sea lo que sea, no nos gustará, así que, hay que darse vida. - pensó Fornund. 

Unos metros más allá sus compañeros se enfrentaban con más seres de pesadilla, y la compañera de la diablesa cayó derribada con una cabeza menos. - Bien hecho, Naja Naja. - elogió. - Jess, por favor, ocúpate del ciempiés, luego saca a las dos orcas, nos han sido fieles. Yo me ocupo de ella. - 

Unas pocas y rápidas zancadas desplazaron el corpachón del Paladín al lado de la diablesa. - Diablo del averno...¿qué le habéis hecho a Ely? ¡Contesta! - le dijo al ser, mientras le atacaba con su martillo, que hizo crujir siniestramente la rodilla de la mujer. 

   El bastón de Dámasor tocó algo metálico bajo la espesa sangre y de inmediato, la mano de Nalfeim se aferró desesperadamente para no ahogarse. El viejo tiró con todas sus fuerzas. Nalfeim emergió a la superficie y logró encaramarse al borde de piedra.

-Gracias Padre- alcanzó a decir entre toses. Nalfeim lanzó una mirada a Ely. La joven continuó su carrera hacia el portal, pero Yada se interponía con su letal espada.

-No saldréis de aquí. ¡Os lo aseguro!- Juró la diablesa.

El pobre Bill lanzó un angustioso estertor antes de expirar. Jess trató de vengarle lanzando una lluvia de estocadas sobre la súcubo, pero Yada las detuvo una detrás de otra, hasta que al fin, la intrépida espadachín logró deslizar uno de sus filos bajo la guardia de su adversario. La punta de la cimitarra se clavó en el vientre, allí donde una mujer tendría un bonito ombligo. Jess desclavó su arma y comprobó asombrada que no había dejado ni siguiera un rasguño. Yada le mostró su hermosa dentadura y se relamió los colmillos, apenas más prominentes que los de una humana.

La joven vampira retrocedió para evitar el letal contraataque y la Tanar´ri se burló de ella:

 -¡Eso, escóndete detrás de los enanos!-

Joer, pues si así tratas a los que son de los tuyos, Yada, no quiero ni imaginar qué pasaría si te llego a caer mal.

-Despierta Jess. Eres mi zorra. ¡Olvídate de las emociones humanas!. Ahora estás por encima cualquier atadura moral. Puedes elegir servirme en lugar de morir– Le ofreció por última vez.

El diablillo con cuerpo de ciempiés se enroscó en torno a Jagga, La minera estaba prácticamente paralizada y no tuvo ninguna oportunidad de defenderse. La cara de la orco se tornó en una mueca de horror hasta que el diablo la remató con un sutil golpe de gracia, punzando la base de cráneo.

Naja Naja llegó a la carrera, pero ya era tarde. El ciempiés cerró filas tras su ama infernal y la súcubo quiso cobrarse su venganza por la muerte de Jennyfer. La diabla alada lanzó una estocada alta, seguida de un golpe bajo que alcanzó al monje en el muslo. Naja Naja se dobló como un borracho y la golpeó en un costado con su bastón. El arma parecía que iba a romperse, pero el monje giró sobre si mismo y bateó de nuevo a la diabla en el costado opuesto. Yada trastabilló hacia atrás, se llevó la garra al costado y contratacó con rapidez. El filo amenazó el cuello de Naja y cuando el Monje lo detuvo con su bastón, la súcubo deslizó su arma en llamas hasta alcanzarle los dedos, rebanándole los nudillos y cauterizando la herida al mismo tiempo.

-Vas a perder algo más que la verga, monaguillo.- Siseó ganándole terreno. Dio un paso y evitó que el enano pudiera alcanzarla sin ceder su posición.

​

Ely aprovechó el hueco para atravesar el diagrama chisporroteante, pero en ese momento apareció una nube de minúsculas Estigres demoníacas al otro lado de la estancia. Los insectos fueron repelidos por el aura del santo, pero el gran demonio que había dentro no se inmutó.

-¿Dónde vas, nieta de la diosa? ¿Has olvidado quién te creó?- Dijo una voz profunda que llenó toda la sala. La presencia pavorosa media el doble que un hombre, e iba ataviado con una capucha que ocultaba sus rasgos, salvo dos afilados cuernos que brotaban de su frente y unos ojos ambarinos que brillaban con luz propia.

-¡Exorius!- Exclamó Yada con un hilo de voz.

Los pies de Ely se negaron a dar un paso más. La joven giró sobre sí misma muy despacio, como una delicada muñeca de una caja de música. Su gesto contraído se serenó sumida en un trance abrumador.

-Morrigan te creó- Salmodió Exorius.

-…Morrigan me creó- Repitió Elyzabeth con voz monocorde.

Logro sacar al empapado Nalfeim del interior de la piscina escarlata, un mérito nada desdeñable para dos viejos como nosotros que perfectamente podríamos haber terminado arrastrándonos el uno al otro a zambullirnos con un buen chapuzón.

Tengo la esperanza de que Elizabeth consiga escapar de este lugar y, tras ella, todos nosotros. No soy verdaderamente consciente del peligro que nos aguarda hasta que un nuevo enjambre de chupópteros insectos comienza a zumbar de manera muy molesta a mi alrededor.

Reparo entonces en el encapuchada y siniestra figura que se ha materializado de la nada para cortarnos el paso hacia la salida.

—Va-va-vamos a marcharnos —le advierto al inquietante demonio—. Si no te a...partas de nuestro ca-camino te las verás con Ilmáter.

Avanzo hacia él, tratando de mantenerle a raya con mi bastón. Tengo el presentimiento de que no soy un adversario digno de semejante criatura pero tal vez sí logre acabar con la mujer del perchero en la cabeza y entretener al otro el tiempo suficiente como para permitir a mis compañeros que huyan de aquí sanos y salvos.

—¡Co-coged a E...lizabeth y co-co-corred! —les insto, mientras golpeo con mi bastón a la diablesa.

Esta zorra es peligrosa...- Pensó el monje cuando casi le rebana una mano con la espada flamígera que portaba la diablesa. Se consolaba al menos con que Ely estuviera a punto de lograr escapar cuando apareció en escena el tal Exorius. Su sola palabra detenía la huida de la joven vampiro.

¡Mierda!- Aprovechándose de su velocidad volvió a acosar a la súcubo con rápidos golpes del bastón de Mugarius. Necesitaban quitarse de encima enemigos si querían enfrentarse al verdadero causante de todo aquello.- Cuando eshto acabe no sherásh másh que una masha shanguinolenta.- Le devolvió la amenaza el contenido monje.

¡Yo no me escondo detrás de ningún enano!-protestó, interrumpiendo el movimiento de las manos para echarse la capucha que la habría hecho invisible tras las espaldas del Gran Fornund, escaqueándose como una vil cobardica.

Estaban muy cerca de poner a Ely a salvo, pero el enano se estaba dispersando con prioridades accesorias. Salvar a las orcas no era la decisión estratégica que tocaba. ¡Qué les den! ¿Qué han hecho los orcos por la Humanidad? "¡Extraen el ámbar de las minas!", dirían unos. "¡La receta de pastel de carne!", dirían otros. Vale, sí. "¡Los chistes de un elfo, un orco y un enano entran en una taberna!", interrumpiría alguien. "¡Inventaron el hacha de guerra doble!", añadiría alguien. Pero a parte de extraer el ámbar, del pastel de carne, de los chistes sobre ellos y del hacha de guerra doble, ¿qué han hecho los orcos por nosotros? "¡El stum!". ¿El stum? ¡Anda ya!

Aaaaaaaaaaaaaaaaaah...-gritó a la carrera.

Jess saltó con los brazos a un lado, como si sus cimitarras fuesen dos hermosas alas metálicas. Saltó hacia el portal, hacia Ely y hacia una salida deshonrosa. Se tiró hacia su querida amiga de la infancia para empujarla a través del portal, con la esperanza de que al cruzar el umbral hacia otra dimensión, los poderes de control mental de Exorius no la alcanzasen.

Aquel ser que surgió de entre las sombras sí parecía un rival digno de Fornund por el respeto y miedo que asomaron a los ojos de la diablesa que luchaba con ellos, y por el aura de poder que parecía rodearle. Fornund supo que, si querían poder llevarse a Ely, primero tendría que centrar la atención de aquel ser en él mismo. La Pequeña Gran Jess parecía dispuesta a llevarse a Ely por la fuerza, por la forma en que se tiró hacia ella y comenzaba a forcejear con ella, por lo que había que desviar la atención ya mismo. Tanto San Dámasor como Naja-Naja parecían pensar lo mismo, porque se echaron hacia adelante, a por el ser.

- ¡Ya era hora que aparecieras, monigote! ¿Qué nieta de la Diosa ni qué ochocuartos? Deja de dedir sandeces. Ely se viene con nosotros y punto. Sois culpables de muchas muertes, Demonios, y los dioses os castigarán. Por eso estoy aquí, para darte lo que te mereces. Enfréntate a mí y deja de esconderte detrás de lacayos y mujeres cornudas. - le dijo, en un claro reto y desprecio a todos los enemigos presentes. Necesitaba que todos centraran la atención en él para darles la oportunidad al resto de huir.

Dando un paso, se posicionó al lado de Yada y del bicho ciempiés, descargando su arma en la diablesa, uniéndo sus ataques contra aquel demoniaco, pérfido y malvado ser. Se abriría paso y llegaría al que parecía ser el Jefe de todos estos demonios.

El primer golpe vino de abajo hacia arriba. La diablesa era ágil, pero Fornund entendía de su arte. Metiéndose de lleno en su guardia hizo que el golpe le diera en la barbilla a la mujer, salpicando de sangre a Naja-Naja que estaba detrás. Para el segundo golpe, ya descendente, no tenía demasiado ángulo y el mango golpeó el hombro de la mujer, en lugar de la cabeza de martillo. El arma vibró en las manos del Enano.

—Va-va-vamos a marcharnos —le advierto al inquietante demonio—. Si no te a...partas de nuestro ca-camino te las verás con Ilmáter.

     El gran demonio observó a los humanos que correteaban por la sala como a insectos y reparó en la encorvada figura del santo.

-¿Ese mismo dios que te deja envejecer en la pobreza?- Respondió Exorius mirando hacia arriba -…Se me antoja de una crueldad casi seductora- Dijo en tono burlón. -…Y ahora cállate, los mayores estamos ocupados.- Ordenó con un gesto despectivo de su garra. Unos vapores anaranjados se arremolinaron en torno a sus labios con las últimas palabras.

Yada trató de detener el ataque del santo, pero la vara la alcanzó en la rodilla, impidiendo que la diablesa atrapase a Elyzabeth. Naja Naja lo siguió con una ráfaga de golpes de bastón que hicieron a la diablesa hincar la rodilla en el suelo.

-Cuando eshto acabe no sherásh másh que una masha shanguinolenta.-

La súcubo reunió todas sus fuerzas para volver a levantarse y detener el golpe definitivo que Naja le tenía preparado. El filo de su espada bloqueó la ornamentada cabeza del bastón y a una orden, las llamas redoblaron su potencia. Yada deslizó su filo todo lo cerca que pudo de la cara del monje y la frente del joven empezó a sudar por el calor y el esfuerzo.

-No eres nada. Cosecharé tu alma. Morirás y nadie recordará tu fugaz existencia- Gruñó apretando los dientes.

La súcubo estaba tan ocupada luchando que no advirtió a Jess deslizándose a sus espaldas. La jovencita esquivó sin problemas al diablillo-ciempiés y se abalanzó hacia Ely.

El monstruo quedó trabado en combate con Fornud, pero el enano era duro, y todos sus ataques se estrellaron contra las defensas del paladín.

Ely estaba tan absorta que no reparó en su amiga hasta que esta la arroyó. La joven vampira se estrelló contra la pared y ambas rodaron por el suelo de piedra. El intento de Jess había estado a punto de funcionar, pero algún conjuro de Exorius, o una simple burla del destino, había dejado a ambas en el lado equivocado del portal dimensional.

El golpe, o el canalillo de Jess, rompieron el hechizo que bloqueaba a Ely y la joven, después de una fugaz mirada hacia el escote, abrazó con fuerza a su amiga.

-No….No me dejes aquí- Musitó en su mejilla.

Fornund plantó sus cortas pero robustas piernas y se preparó para el combate final.

Antes de que el paladín pudiera descargar su martillo, la diablesa, sin volverse a mirar, logró alcanzarlo con una patada hacia atrás con su pierna sana, El enano paró el golpe con el escudo y contraatacó con toda su furia, enterrando su martillo en los sesos de la súcubo. La sangre salpicó a Naja y el enano tuvo que forcejear para recuperar su arma del cadáver.

Enfréntate a mí y deja de esconderte detrás de lacayos y mujeres cornudas.

Exorius apenas reaccionó a la pérdida de Yada con un leve tic de su ceja.

-No era una mujer, sino una súcubo. Si hubieras compartido lecho con alguna, sabrías la diferencia- Respondió sin alterarse. -Devolverme a mis hijas. Los demás:…¿podéis moriros y dejar de incordiar?-

Exorius movió sus dedos con sutileza. De su garganta manó una columna de irrespirable humo anaranjado que quemaba la garganta e irritaba los ojos, Fornund y sus compañeros, salvo Ely y Jess, comenzaron a toser.

-¿Disculpa, me estabas diciendo algo, cucaracha?- Sonrió al enano.

El conjuro desató todo su poder, ignorando la gruesa coraza de Fornund. El paladín sufrió violentas arcadas por el humo ardiente. La sala se cubrió de una densa niebla que ocupaba 40´x 40´e impedía ver a más allá de un paso.

Su aprendiz piel-verde desapareció entre la espesa niebla y las voces de sus compañeros se convirtieron en ecos lejanos en mitad de aquel lugar infernal.

Una voz fantasmal resonó en la cabeza de la joven:-Jess, entrégate a mi causa y dejaré marchar a tus amigos-

¡Ese es el punto, mamarracho! Yo estoy tratando de hacer todo lo contrario a lo que me has propuesto: llevarme a Ely lejos de tu secta de pirados, aunque para ello tenga que abandonar al resto de panolis mojigatos a su suerte. ¡Me estás haciendo la oferta que no es!

Jess envainó una de sus cimitarras, y llevó su mano libre al cogote de Ely.

¡Sssssh! ¡Ea, ea, ea!-dijo, abrazando la cara de Ely contra su pecho plano mientras le pasaba una mano por el pelo-Ya pasó. Vamos a marcharnos de aquí. Juntas.

No estaba muy seguro de qué había pasado con el portal, por culpa de haber parpadeado cuando arroyó a Ely. Seguramente lo habían pasado de refilón en vez de cruzar por el centro, ¿no? Si Exodius hubiese bloqueado el agujero de gusano, entonces no habría necesitado controlar a Ely para que no lo cruzase. O tal vez se tratara de una ilusión: el verdadero portal era invisible, y solo veían una réplica del portal de mentirijilla, unas cuatro pulgadas más adelantado. Tenían que meterse hasta el fondo, bien adentro, y con el mínimo de metáforas fálicas y sexuales. Solo así podrían escapar. O más bien el coco no le daba a Jess para hacer otra cosa que no fuera intentar cruzar el portal una y otra vez hasta salirse con la suya.

¡Dame la mano, Ely!

Las manos de las dos amigas se entrelazaron, de la manera más empalagosa, repipi y eminentemente maligna que era posible. Se posicionaron ante el portal, bien centradas, en una perpendicular perfecta, para volver a intentarlo.

A la de tres, Ely. Una... Dos... Dos y medio... No dejes que Exodius se te vuelva a meter en el coco esta vez, ¿vale, Ely? Dos y tres cuartos... ¡TRES!

El sonido de la cabeza de la sucubo reventando fue una pequeña liberación para Fornund, al que cualquier victoria que consiguiera contra aquellos malvados seres infernales le sabía como ir vengando lo que le había sucedido en el pasado a su familia. - Un apestoso menos. - dijo, mirando con gravedad a tal Exorius y asintiendo a Naja-Naja y al Santo, agradecido de contar con aquellos dos valientes compañeros. Al ver salir la magia en forma de humo de la boca del diablo, no pudo si no sentir asco - ¡Maldito seas cobarde asqueroso! - le increpó, dándose cuenta que sentía asco hasta un punto que comenzó a toser sin poder evitarlo. Entre tos y tos las arcadas acudían a su garganta mientras la anaranjada niebla cubría el suelo con rapidez y trepaba por sus piernas poco a poco. Pero era una sensación falsa. La niebla cubrió toda la visión de Fornund antes de que pudiera decidir qué hacer, con mayor velocidad de lo que parecía. - ¡Cogghh...coooogghh...odio....cogghh...odio a los magos....coggghh! - aquella velocidad y la dificultad a la hora de localizar tanto a amigos como enemigos, como sentir que estaba ardiendo por dentro, le plantearon tener que decidir rápidamente entre dos situaciones. Una, plantarse en el sitio, machacar al ciempiés y avanzar hacia aquel Diablo, retándolo a un duelo. Dos, aguantar, recoger a los heridos y huir.

Las toses a su alrededor, los gritos de Jess....la visión de su aprendiz desapareciendo entre el humo le recordó la rápida muerte de Jaga, y sintió que si permanecían allí sólo perderían más vidas, lo que le hizo elegir el camino que menos le gustaba, pero que interiormente sabía que era el más correcto a pesar de su orgullo de combatiente...o precisamente por ello, la huida. Justo antes de dar el primer paso, sopesó el martillo en su mano y descargó dos golpes sobre el ciempiés, que desaparecía entre la niebla naranja. El primer golpe le dio de lleno, pero el revés falló por completo mientras el Enano bizqueaba intentando localizar aquella cosa. - Vuelve...coghh.. a por más, si te atreves, coggghhh....bicho. -

Maldijo interiormente a aquel Exorius que sacaba toda la ventaja que podía de la situación...ya se enfrentaría a él en un lugar menos propicio para sus maquiavélicos planes. - Coggghh...salgamos de aquí.. - les dijo a sus amigos, a los que suponía cerca de él. Con paso lento pero seguro, se plantó al lado de Siglû, a la que veía a duras penas y se dispuso a arrastrarla a través del portal.

De fondo escuchaba a La pequeña Gran Jess en lo que parecía un forcejeo con Ely. Esperaba que la muchacha pudiera arrastar a su amiga a través del portal, o todo lo que estaban haciendo no valdría de nada.

Golpeo a la diablesa con mi bastón, decidido a sacrificarme para dar a mis buenos amigos la oportunidad de escapar. Sin embargo, las cosas no salen como había esperado y uno tras otro optan por permanecer a mi lado y combatir juntos a las criaturas que nos acosan. Al menos la pequeña Jessy y Elizabeth están escapando. Espero.

Una asfixiante polvareda se cierne sobre nosotros impidiéndome ver qué es lo que ha pasado con las dos hijas de Tergrar. Comienzo a toser y los espasmos me obligan a doblarme sobre mí mismo, pero eso no ayuda en nada a conseguir llevar aire a los pulmones.

Me pongo de rodillas y gateo hacia el lugar donde creo que se encuentra el demonio que nos está haciendo esto. A mi alrededor topo con los cuerpos de mis compañeros (o espero que se trate de ellos), pero no me detengo. Que el Quebrantado me de fuerzas para contener a esta criatura del Abismo.

Al llegar hasta el infernal, intento abrazarme a sus piernas tratando de usar el apoyo para incorporarme nuevamente.

Aunque no pudo ser el el que se llevara el placer de romper el cráneo de la pretenciosa súcubo, Naja sabía que compartir esos pequeños placeres de la vida era lo mejor. Así que se alegró de igual manera cuando el enano acabó con la cháchara de la fémina y dejó que reinara en su lugar el silencio. Un silencio roto por la repulsiva voz del demonio culpable de todo aquello. Sus palabras apestaban, literalmente. Tanto era así que de pronto se vieron sumidos en una niebla repulsiva que los hizo doblarse como juncos al viento. Sin embargo ningún lamento salió del monje, tal había sido su duro entrenamiento en el monasterio. Si había alguien preparado para aquello ese era él. Aguantar el sufrimiento era lo suyo. Con un rápido movimiento se cambió el parche que cubría uno de sus ojos haciendo a´si su vista más clara en la densa niebla anaranjada y pestilente.

- Padre, vaya con ellash.- Él se quedaría a hacer frente a Exorius, pero antes ayudaría al Sr. Enano a librarse de aquella alimaña. 

- ¡Cogghh...coooogghh...odio....cogghh...odio a los magos....coggghh! –

-¿A quién llamas mago, rata sin pelo?- Bufó el demonio desde algún lugar de la bruma.- ¡Soy Exôrius, el gran alquimista!- Anunció disfrutando de su propia voz. –¿Pero qué digo?, ¡si no sabes diferenciar a una súcubo de una humana!- Fingió compadecerse del enano.

El paladín atisbó a ver un cuerpo alargado del que salían decenas de pares de patas y le arreó un martillazo casi a ciegas. El crujido de placas quitinosas y el aullido del diablillo le indicaron que había acertado el golpe.

-Vvoy a acabbar con tu amiga piel-vverde- Graznó el demonio con una siseante voz chillona.

 –¡Oh!, no hace ffalta, ssu alma ya no está aquí, jijiji- El diablillo desapareció en la niebla murmurando algo en infernal, Dámasor comprendía las palabras, pero no su significado y tartamudeó algo acerca de un nuevo conjuro.

Fornund apenas podía ver nada entre la niebla. Podía oír a Nalfeim y Neris toser agónicamente, pero Sîglü estaba en silencio. Se arrodilló junto a su escudera y se la encontró con la boca abierta, la lengua hinchada y colgando por un lado de la boca. Sus ojos abiertos de par en par se habían congelado en un último estertor de pánico.

El santo se lanzó al ataque en dirección a la voz de gran diablo, mientras que Naja prefirió acabar con el diablillo. El monje no tuvo problemas para verlo gracias a su parche mágico y lo golpeó con sus puños, antes de que el diablillo lo viera venir.

Dámasor fue el más osado y tomó por sorpresa al gran diablo, abrazándose a sus piernas. Las manos del santo abrasaron a Exôrius, que abrió los brazos y rugió de dolor. El humo de su piel achicharrada se mezcló con los vapores anaranjados de la sala. El alquimista miró al encorvado anciano: -¡¿Te gusta el calor, eh?! ¡Pues ardamos! ¡HA HA HA!- Bramó abrazándose a su vez al viejo. Unas llamas blancas salieron de su ropa, pero en lugar de calor, Dámasor sintió un frío mortal que le robaba la vida más allá de su capacidad de regeneración, pero entonces logró zafase del abrazo mortal y colarse entre las piernas de Exorius, salvándose de una muerte casi segura.

Jess se sintió inexplicablemente atraída por aquellas llamas, pero se centró en su propósito, agarró a Ely con fuerza y la encaró hacia el portal para atravesarlo. De nuevo Exôrius usó su voz para sembrar la duda entre los aventureros y cautivar a la hija de Tergrar:

-Jess es otra manzana con la que envenenar el reino de los mortales. ¿Por qué si no iba a venir sin armas que pudieran dañar a los demonios?. Buen viaje querida, y cumple con mi plan.-

Se abalanzó de nuevo sobre Dámasor y mascuyó: –Vamos quebrantado, ¿Esto es todo lo que tienes?- Sus ojos refulgieron en destellos naranjas deseosos de vengarse del odioso dios.

La visión de su aprendiz, presumiblemente muerta y con la lengua colgando a un lado de la boca fue demasiado para la paciencia de Fornund. Jess y Ely estaban a punto de salir por el portal - ¡SALID TODOS DE AQUÍ YA! ¡SALID! - rugió, aguantando la respiración y tragando saliva, a pesar de que aquel infernal olor no había manera de mantenerlo atajado de ninguna forma, parecía que se estuviera colando dentro de uno mismo por la misma piel.

Entre el humo llegó a vislumbrar un destello, unas llamas blancas que rodearon a Exorius y a San Dámasor. - ¡¡ SANTO, TODOS, LARGO DE AQUÍ !! ¡ESTAMOS EN SU TERRENO! ¡SALID! - cogiendo de malas formas a Siglü enganchando su martillo debajo del sobaco y empujando con su escudo como podía, sacó a la Orca de allí, hacia el portal. - ¡ELY, JESS, NO LE ESCUCHÉIS, FUERA! -

Su prioridad era sacar a sus amigos de allí, y si podía, reventarle la cabeza a ése demonio, pero lo primero era intentar salvar a los máximos posibles.

-Espera, ¡tengo una cosa que…! ZZZTSS- Las voces de Ely y Jess desaparecieron con un siseo que los aventureros habían escuchado antes.

Las toses de Nalfeim se escucharon en la misma dirección. El clérigo caminó con las manos extendidas en mitad de la niebla tóxica. –COF, COF, AARH, No están, creo que lo han logrado- Dijo con la voz irritada. –Pero no logro encontrar el portal; espera, COF-COF, me parece que… ZZZTSS- Se volvió a escuchar el mismo siseo enmascarado por el revoloteo de las Estigres demoníacas.

Las pequeñas criaturas se arremolinaron en una bandada compacta alrededor del aura del santo, aguardando el momento de atacar.

No sé hasta cuándo continuará Ilmáter extendiendo su divina protección sobre mí pero, mientras lo haga, pienso emplear todas mis energías en ganar algo de tiempo para que mis compañeros puedan escapar de este lugar infernal y de las diabólicas criaturas que aquí habitan.

Mi enemigo demuestra ser una criatura formidable, pero yo lucho por una causa elevada y combato su fuego con el hielo sagrado del Quebrantado, que le trepa al demonio por sus extremidades entorpeciendo sus movimientos.

Haciendo caso omiso de sus terribles golpes, permanezco abrazado a sus rodillas con la esperanza de que mi gélido toque lo mantenga inmovilizado donde se encuentra.

No había mucho que hacer. sobre todo si Jess y Ely habían salido ya por el portal. Cada minuto, cada segundo que permanecían en aquella niebla veían mermada su salud así que, cuando el monje dejó de escuchar a su padre biológico decidió que era el momento.

¿Todos?- Se preguntó el monje pensando en la pobre Nerisnath, cuyo cuerpo iba a quedar a merced de aquellos seres malignos. En su huida trató de llevársela consigo, aunque fuera arrastrándola de su corta melena.

¡Sí! ¡Lo conseguimos! Y sin tener que lamentar bajas valiosas: solo han muerto las orquitas, Bill y esos otros.

Lo de "esos otros" incluía a la vieja guardia de Tergrar, a los que ya daba por amortizados. Jess se abrazó a Ely. Estar junto a su sire era reconfortante, le aportaba una paz casi saciante. Pero toda su corta vida como vampiresa se había basado en una búsqueda, y ahora que había alcanzado su objetivo se sentía un poco vacía. ¿Qué harían a partir de ahora?

Ngg... ¡El lago! Ely, ¿sabías que dentro de este lago subterráneo hay cangrejitos? Bah, ¿a quién le importa? ¡Ya sé! ¡Viajaremos por el mundo viviendo aventuras! No aventuras bajo la luz del sol, claro... Pero sí esas aventuras de construir un cubil, explorar a nuestro alrededor, construir un segundo cubil, trasladarnos al segundo cubil, volver a explorar... Poquito a poco, siempre en marcha. Escapándonos de la luz del sol. No puede haber día en todo el mundo, seguro que encontramos un país en el que siempre sea de noche.

La estática del aire hizo un ruido extraño en el portal. Jess no sabía cosas de magia, pero ese nuevo ruido podía sugerir que el portal se podía cerrar en cualquier momento.

Ven, alejémonos de aquí, Ely. Antes de que aparezca por el portal el Exotonto, o peor, alguno de esos moralistas mojigatos que dicen que dos amigas no pueden ser algo más que amigas, o que no pueden ser felices para siempre.

Jess cogió a Ely de la muñeca y siguió tirando de ella para alejarla del portal.