Partida Rol por web

Las diez y veinticinco minutos, marcaba el reloj de la parroquia. A cada lado de la arena, separados por veinte metros, los dos contendientes del primer duelo del día. Hank "ManosCortas" a un lado, Cesar Corvus al otro, ambos con los revólveres enfundados y esperando a que llegase la hora. El tiempo sucede lentamente, el reloj marca la hora, la campana de inicio suena. Henry King está especialmente interesado en este duelo.

De buena mañana había estado en la taberna, templando los nervios con una copa de whisky. No más de una, pues quería tener sus sentidos atentos para el duelo.

La hora se acercaba y salió al exterior, para encontrarse con su contrincante, confiado en que su puntería no tenía rival. Así había llegado al pueblo para enfrentarse a Henry King en el duelo final, despacharía a quien tuviese delante, solo le importaba el botín. No tenía cuentas pendientes, ni familia, ni amigos, tenía poco que perder.

Cruzó la mirada con la de Corvus, no le importaba quien era aquel tipo, solo un obstáculo más en su camino. Ajusto su sombrero, bajando lentamente la mano, hasta oír las campanadas que indicaban el comienzo, desenfundó y disparó, tratando de acertar a su adversario en pleno pecho.

-No esperes piedad de mí, escoria. -Es lo único que Corvus es capaz de pronunciar antes de que empiece el duelo. Desenfundar decentemente rápido, disparo, disparo, de manera mecánica y bien entrenada.

Se marca la hora. Cesar Corvus demuestra que no se ha ganado su puesto de lugarteniente por nada, desenfundando rápidamente su Colt Army y abriendo fuego dos veces antes siquiera de que ManosCortas haya podido echar mano a su revolver. El segundo disparo se pierde, pero el primero vuela certero haciendo un daño descomunal en su contrincante, que parece no reponerse de ello aunque siga con vida cuando saca su propia pistola y falla su disparo.

Recibió el balazo en pleno pecho, sintió como penetraba en su cuerpo, quemandole por dentro. La sangre brotó y manchó su blanca camisa. Pero no había tiempo de dejarse llevar por el dolor, su vida corría peligro.

¡Perro sarnoso! - espetó mientras daba vida a su arma, disparando tres balas en dirección a su contrincante. Luego ladeo su cuerpo, encogiéndose, para tratar de evitar recibir otro disparo.

-... -Sin tener más que añadir, Corvus vuelve a alzar su arma para finalizar con el duelo antes de que su rival pueda hacer mucho más, confiando siempre en que la puntería estará de su lado. Una bala, y otra, y una tercera. Ni se molesta en esquivar. Nunca aprendió, y nunca lo hará.

El duelo continúa. ManosCortas no puede sino maldecir ante sus disparos, ya que los falla todos, pero poco importan ya cuando dos de los tres tiros de Corvus aciertan en su objetivo, provocando graves daños y tumbando al joven sepulturero y dejándolo preparado para meterlo en una caja de pino.