Partida Rol por web

-Ooooh... -suelta cuando completas la historia y le pones punto y final. Sonriente, te sonríe mientras aplaude el final. -El final es un poco triste, pero la historia es muy bonita. Dragones... siempre he querido ver uno, pero no pensé poder hacerlo hasta hace no demasiado. Quién sabe, quizá pueda ver uno si sigo viajando. -Parece más estar hablando para sí misma desde la mención a los dragones, lo que se ve confirmado cuando vuelve a mirarte y agita la cabeza un poco. -No me hagas caso, estaba hablando para mí misma. ¿Alguna vez has visto un dragón? -Distraidamente, echa mano a su instrumento, rasgando las cuerdas y sacando un sonido suave.

Pronto Elius puede darse cuenta de que su conocimiento de plantas y remedios es muy alto, tanto que en algunos momentos la wulfran se revela perdida, ora porque es un remedio del que no ha oido hablar, ora porque los materiales no existen en las zonas en las que ha sido entrenada. Sin embargo, todo el que escucha puede darse cuenta de que, si bien los remedios naturales no son su fuerte aunque sepa defenderse, es con la parte más mística de la sanación en la que se encuentra como en casa, capaz de hablar largo y tendido mientras picotea aquí y allá de su plato, donde se ha servido principalmente vegetales.

-Y cuéntame -dice en una pausa entre la charla-, ¿dónde has aprendido tanto sobre hierbas? Has debido de tener un buen maestro.

Gloria puede notar, al acercarse al extraño, cómo éste la excruta de arriba abajo en una sola mirada. Luego, hace un gesto con las manos que más bien parece dirijido a alguien que no lleve una venda en los ojos, y lo acompaña con un: -Adelante. -Y mientras ella se sienta, él sigue comiendo con tranquilidad, pero eso sí, con su bolsa tras de sí. Entonces, mira un momento hacia un lado, sus ojos centellean mientras parpadea varias veces, y vuelve a alzar la vista, contemplándola una vez más. Mastica un poco más, como rumiando sus palabras, antes de hablar de nuevo, bajando el tono un poco para que no se le oiga mucho más allá. -Tienes unos ojos bastante bonitos como para cubrirlos con una venda. -No suena a pregunta, sino más bien a la constatación de un hecho. Pincha otro cacho y se lo mete en la boca, como si no hubiese dicho nada especial. Y por lo que parece, para él no lo es.

Kromwill miró de reojo como Gloria se colocaba cerca de aquel hombre. Frunció casi imperceptiblemente el ceño, pero pronto corrigió aquel gesto. Aquella reacción no era normal. 

"¿Me he puesto celoso? Éso es una tontería... Aunque mucho me temo que es el tipo de tontería que un tonto como yo haría."

Siguió comiendo, mientras procuraba estar atento a lo que le rodeaba. En cualquier momento, los bandidos podrían decidir atacar de nuevo, y éso no sería bueno. Debían proteger la carga. Además, quizá desde su accidente se había vuelto demasiado desconfiado, incluso paranoico a veces... Pero no acababa de fiarse de ésos viajeros. 

"¿Quién nos dice que no son parte de los bandidos? Quizá debería asegurarme... ¡No! No puedo hacerles daño sin provocación, no debo..."

Frunciendo algo más el ceño, se masajeó el hombro izquierdo, apretando bastante justo en la zona que quedaba por encima de la armadura de ése brazo. 

Ila mira a Arbahin un instante al escuchar su pregunta, meditando sobre cómo responder. Y no tarda demasiado en servir a sus dos pequeños y acercarse a la mesa. Por otro lado, no cuesta demasiado darse cuenta de que Árdigant no evita en absoluto poner el oido a la conversación, interesado por el tema

-La verdad, no voy a negar que hemos escuchado de vez en cuando noticias de bandidos por la zona, y quizá algo un poco más de lo normal en los últimos meses, pero hace bastante que nuestras balsas no sufren un ataque, y años desde la última vez que alguien se atrevió a atacar la casona, pues tenemos una posición privilegiada de defensa así como unas cuantas armas extra para usar. Si te preocupa la seguridad de la carga, tenemos unos cuantos ojos todas las noches, y no tenemos problema alguno en que alguien añada unos cuantos más para colaborar.  -Mientras habla, se sirve a sí misma y se dedica a las arduas tareas de madre de conseguir que un niño se coma su comida cuando no es del todo de su gusto, pero eso no le impide responderte sin más problemas.

-No temo por la seguridad que puedan proporcionar, aunque pienso vigilar, como siempre- dijo con lentitud, como eligiendo sus palabras o tratando de que su voz no sonara brusca-. Es que fuimos atacados al venir, queria saber si era algo... normal.

Los ojos de Arbahin se fijaron en el hombre rata, como si quisieran atravezarlo con su mirada. Habia esta oyendo, asi que le interesaba. Era hora de meterlo en la conversacion.

-¿Ustes sufrio algo similar?- le pregunto mostrando ligeramente sus dientes.

Gloria no puede evitar tensarse un poco al oir las palabras del hombre. Aunque no parece amenazante ni ha dicho ni hecho nada que se considere hostil, y de hecho su compañera parece amigable, le pone un poco nerviosa. Sus actos demuestran lo que su intuicion ya le decía: que no es un hombre normal. Su forma de actuar y de elegir las palabras no solo da a entender que sabe que puede "ver" pese a ser ciega, sino también que él mismo tiene algún tipo de visión especial. No obstante, se recupera pronto. Aunque esta algo alterada por el ataque y la experiencia de no haber podido "ver" nada durante él, su naturaleza bondadosa y confiada poco a poco va recuperando terreno.

Sois muy gentil- replica con una sonrisa, en el mismo tono bajo. Pero mis ojos, y lo que pueden ver o no, me definen tanto como mis ropas de oficio o cualquier otra parte de mi cuerpo. Acepto lo que el destino me ha dado, y entiendo que el negarme la vista con ellos ha sido parte de lo que las manos del Creador tenían en mente cuando me moldearon así. Tal y como yo lo veo, no es tanto un intento de ocultar algo, sino más bien de proclamarlo.

Aún así, me sorprende y en cierto modo me agrada que os deis cuenta. Poca gente puede, o se molesta en ver más alla del simple hecho de que sea ciega. Hay más modos de ver que sólo con los ojos, y creo que vos conocéis alguno. Vuestra vista tampoco es como las demás.

Al igual que hizo el hombre, Gloria no dice esto con ningun tono especial. Simplemente, constata un hecho.

Cuando la familia Xasheen se mueve, para Imhol es imposible no verse reflejado en ellos, su propia familia había sido así, un engranaje de movimiento ágil, todos impulsivos y rápidos actuaban como piezas de un único mecanismo, todos sabían lo que tenían que hacer, pero inevitablemetne de vez en cuanto el ansia exploradora de los niños salía y rompían el engranaje.

Pero eso no era nada más que otro hecho que le recordaba aún más a su familia...

En cierta forma el ventante sinte nostalgia por el pasado, siempre ha querido tener hijos, una familia con tres o cuatro críos corriendo de aquí para allá, pero ya habrá momento para eso, por ahora solo podía disfrutar del presente y de sus amigos-hermanos.

Imhol emite un leve chasquido con la boca cuando ve a Gloria acercarse al seco hombre, puede que Kromwill no lo reconociese jamás, pero está claro que no le gustan esas cosas... Respecto al hombre... es extraño, demasiado seco, demasiado lento...

Mientras evaluaba el comportamiento de sus compañeros y agradecía que el hombre-rata no se hubiese molestado.

Fruto del azar, los dos hermanos, Pal y Nym, terminan sentados bastante cerca del ventante y comienzan una ágil conversación sobre quién había sido más eficaz en el trabajo del día.

-¿Y vosotros sois los que os ocupáis siempre de todas esas cosas? Parece que os las apañáis bastante bien a pesar de tener... ¿cuantos años tenéis?

Gruntah miró al cielo, como deseando ver cruzarse a uno de sus parientes de repente.

- No, y no sé si veremos a alguno de nuevo. Cuentan nuestras historias que la mayoría murieron, devorados entre sí o asesinados por otras criaturas. A veces, incluso, sueño con ellos, como parte de una memoria colectiva - dijo, volviendo la mirada a la joven - Pero no hablemos tanto de mí. Me ha llamado mucho la atención tu instrumento, ¿eres una especie de bardo? Nunca había visto algo así, es como un laud... pero distinto.

Una sonrisa de satisfacción se me dibuja en la cara al escuchar la última frase de Aditya. "Si ella supiera... no solo he tenido un buen maestro, sino el mejor" pienso orgulloso de mi padre. No era la primera vez que me alababan de esa manera, y aunque ahora respondía orgulloso y contaba maravillas de mi progenitor, aún recordaba cuando era un niño y me apesadumbraba la idea de estar siempre a la sombra de mi padre, llegando hasta el punto de preguntarme si la gente recordaría que me llamaba Elius, y no "el hijo del curandero de Fenwood".

"Pensamientos de niño arrogante", me digo a mí mismo recordando todo aquello. Cuando eres pequeño te crees que no necesitas a nadie para salir adelante, que eres el rey del mundo, que puedes llegar a ser lo que te propongas solo con tu buen hacer. Por suerte, según habían pasado los años había madurado y ya sabía que siempre había alguien del que pudieras aprender. Y de hecho, me encantaba hacerlo.

- Aprendí del mejor y más estricto de los maestros, Aditya: mi propio padre -respondí, volviendo a la conversación con la wulfran- No me importa admitir que todo lo que soy, se lo debo a él. ¿Y tú? ¿Tuviste un maestro en el arte de la sanación? ¿O has ido por tu cuenta, recopilando conocimientos de diferentes lugares y personas?

Árdigant, esquivo, finje mirar hacia otro lado cuando le pillais espiando conversaciones ajenas. Pero cuando ya es suficientemente obvio que Arbahin se dirige a él y que poco o nada puede hacer para evitar responder, pincha un cacho de pan con su cuchillo y royéndolo con calma le responde.

-Como todos, trato de evitar los bandidos en la medida de lo posible. No soy un idiota, claro que no. Pero he oido que por la zona hay una banda de ladrones dispuesta a saquear todo lo saqueable, y eso nunca es bueno. -Menea los pocos bigotes que le quedan de un lado a otro. -Nunca es bueno. -Repite, antes de volver a enfrascarse en su trozo de pan. Ila le lanza una somera mirada de preocupación, más costernada por lo que puedan entender sus hijos que otra cosa.

Los dos pequeños, más que atentos a la conversación aburrida de los adultos -por muy interesante y esponjoso que parezca el licántropo para ellos-, están distraidos con el ventante, cuando éste interrumpe su acalorada discursión.

-Yo soy muy mayor -dice la pequeña Pal, alzando todos los dedos de una mano-, y tengo todos estos años, cinco. En cambio Ny-mono es un canijo que solo tiene tres, y siempre será un canijo.

El comentario de la hermana, desde el apelativo burlesco hasta el chinche en sí consigue claramente su objetivo, haciendo que Nym se indigne.

-¡Eso es mentira! ¡Yo no soy un canijo, y tres no son muy pocos! ¡Maaaaa, Pal se está metiendo conmigooo!

Y así es como acaban enfrascados en otra trifulca infantil. Y la madre, conocedora de cómo funciona el asunto entre los dos pequeños, se lleva la mano al estómago mientras los insta a que no griten, y que el que más grite acabará con más trabajo que el otro, lo que se resume en en una nueva discursión, solo que metiendo al ventante por en medio como quien no quiere la cosa para tratar de que él decida quién grita más y quién menos.

-Oh, yo soy de las viajeras. -Dice la wulfran con una sonrisa, que ahora que te das cuenta, se refleja parcialmente en los múltiples tatuajes, con un movimiento ligero pero perceptible. -He aprendido de aquí y de allá, aunque de joven sí hubo una curandera en mi pueblo que me inició en el proceso. Sin embargo, he encontrado que la combinación de la magia y las pociones curativas es mucho mucho más efectiva combinada que usándolas por separado. Aunque debo reconocer que últimamente no son pocas las veces que he llegado a un pueblo para sanar a un enfermo, y he acabado dedicándome más a revelar futuros y preparar filtros de amor o contra males de ojo. Que no es malo, si son altas las preocupaciones mundanas, significa que no hay plagas de las que preocuparse ni cosas malignas por el estilo.

Alzando la mirada de su parca comida, primero para echarle un vistazo a su equipaje y luego para mirar a Gloria durante unos largos segundos, el serio humano parece estar evaluando algo. Y con su tono tranquilo, se acomoda en el asiento irguiéndose un poco hacia atrás antes de contestar. Aunque sus primeras palabras parecen más para sí mismo que otra cosa. -El Creador, dice... vaya con él. Pero no te equivocas, no. Y tampoco en que mucha es la gente que no sabe ver.  -Y terminando de un par de bocados con lo poco que le queda en el plato, se levanta y recoge su equipaje. -Si me disculpas, voy a dar una vuelta. -Y echa a andar, sin esperar contestación alguna.

-Oh... -suspira claramente apenada. -Solo espero que las leyendas se equivoquen. Estoy segura de que sería un espectáculo magnífico. Y seguro que aterrador, claro, para quien estuviese debajo. -Por un momento, parece preocupada, pero su gesto torna rápidamente ante la mención de su instrumento, del que parece estar bastante orgullosa.

-Eh, sí. No es exactamente lo mismo, y funciona mejor para darle fondo a una canción, pero puede sonar bastante bien solo. Y has acertado, antes me dedicaba a tocar música como complemento a mis estudios, aunque desde que empecé a viajar por ahí solo he podido conservar unas pocas cosas, mi bajo incluido. ¿Quieres que toque algo? Veamos... ah, ya lo tengo. -Con una sonrisa, la chica se levanta de un brinco, como si no pesase nada, y se aleja un paso para tener amplitud de movimiento. Y entonces, empieza a montar acordes, y cuando se siente cómoda con cómo suena, acelera el ritmo y empieza realmente con la canción.

De pie orgullosos y gloriosos al frente.
Nuestras espadas resplandecerán en el cielo brillante.
Cuando unidos vengamos a las Tierras del Sol.
Con el corazón de un dragón cabalgamos.

Volamos con alas en el cielo invernal con un fuego ardiendo en nuestro interior.
Somos guerreros del interminable tiempo hasta siempre y más allá.
En alas de acero en un antiguo vuelo vemos el poder que nos une.
Y los dioses nos envian ya una señal de batalla, una vez más.

Cabalgando a través de los valles, nos alzamos llenos de gloria.
Donde las batallas se recrudezcan por ahora y por más.
Cuando unidos vengamos y divididos caigan.
Esta noche serás testigo de todo ello.

Y entonces baja el tono, manteniendo el acorde, hasta que termina con la canción, aunque no te parece muy descabellado que hubiese podido seguir algo más, o eso parecía decir el ritmo antes de que lo fuese cortando. -Buff, hacía tiempo que no la cantaba. Aunque pierde mucho si no tiene el acompañamiento adecuado. ¿Qué te ha parecido?

Sin darse cuenta, Gruntah había empezado a ronronear de placer mientras la joven cantaba con su instrumento de extrañas formas. Era épica, distinta a las canciones de taberna que estaba acostumbrado a escuchar, que hablaban de lejanos reyes o cosechas abundantes. La cantinela que le había regalado en la intimidad inundaba el corazón y empujaba a luchar con todas tus fuerzas.

- Es fabulosa, y el instrumento suena de forma muy agradable - dijo, parpadeando fuerte. Pareció darse cuenta de algo, porque se palpó el estómago y miró a la muchacha - No se tú, pero yo me muero de hambre. Hace muchas horas que no me llevo algo a la boca. ¿Vamos con el grupo?

Lo gritos agudos de los dos niños eran exasperantes, sobre todo para alguien con los sentidos tan sensibles como Arbahin. Por suerte se habia acostumbrado a ese tipo de "ruido", asi que simplemente ignoro al duo.

-Los hemos visto- dijo el licantropo recordando la carniceria y los extraños sujetos-. Buscan oro, joyas y mercancia- bufo con sarcasmo-. Cosas que no se necesitan realmente. Agua, comida, cobijo, familia. Eso es todo lo que hace falta en la vida- se encogio de hombros, para él habia muchas cosas por las que luchar, pero el oro no estaba dentro de ellas. En el mundo, todos luchaban por sobrevivir, crecer, continuar con su descendencia... ¿Pero por un trozo de metal amarillo? Y eso no era todo. Habia gente que buscaba mujeres, ganado, tierras, poder. No se diferenciaba mucho un rey avaro de un pastor de ovejas si la codicia anidaba en su pecho. La ambicion tiene miles de metas.

Equipada con su instrumento en una mano y la funda en el otro, la muchacha de cabellos rosados acompaña a Gruntah hasta las mesas, charlando amistosamente con él y con una amplia sonrisa en los labios, que se ve acompañada por alegría en su mirada. Al ver a su compañero paseando, le hace un gesto de asentimiento con la cabeza, y luego deja sus cosas en la mesa y se sirve algo de comida, o más bien un buen plato. Sin decir mucho más, se sienta y empieza a devorar con gran apetito y poca contemplación, probando un poco de todo.

Gloria vuelve la cabeza hacia el humano, al ver confirmadas sus sospechas. Bueno. Por lo menos gran parte de la tension se ha ido. Ahora ambos saben que el otro es más de lo que parece, y lo cierto es que el serio humano no parece especialmente amenazador por ello. Quizás su reacción inicial haya sido un poco exagerada, pero ese patrón... la forma en la que pareció atrapar su vista... nunca le había pasado algo así, y eso la descolocó mucho.

Por otra parte, no había hecho nada agresivo, y su compañera parecía buena persona. El hecho de que estuviese charlando amigablemente con Gruntah decía mucho de su amplitud de miras al menos. No era mucha la gente que podía estar tranquila cerca del un draconiano. La siguiente reacción del hombre la deja pensativa.

¿Habré dicho algo que no deba...?

Bueno. Aunque realmente siente curiosidad por saber lo que ha pasado, está claro que al hombre no le es cómodo hablar de ello. De hecho, sus primeras palabras le hacen pensar que no siente especial simpatía por los sacerdotes. Es mejor, entonces, dejarle su espacio. Cada cual aporta algo al equilibrio del mundo a su manera, y es algo personal cómo lo haga o cómo lo sienta. Ella lo único que puede ofrecer es guía y apoyo, y Jhon Kaine no parece requerir ninguno.

Acabando con lo poco que queda en el plato- no es de comer mucho, se levanta y va junto a Kromwill. Ha estado muy callado, y sin interactuar con nadie. Y sobre su alma sigue pesando... algo. No está segura de que, pero parece haber una sombra que pende de continuo sobre él.

Relájate, gruñón- dice con una sonrisa, mientras le posa delicadamente las manos en los hombros. Ahora mismo estamos en una casa bien defendida, con un grupo numeroso de gente. No creo que vayan a atacarnos otra vez, de momento, y si lo hacen... bueno, ya hemos visto que sabes cómo ocuparte de ellos. Así que no pongas esa cara. No te pega nada- concluye, con una sonrisa aún más amplia.

Gruntah, de un visible buen humor y charlando con la joven que portaba aquel extraño y peculiar instrumento, regresó con sus compañeros y miró las mesas con expresión hambrienta.

- Hola, ¿me he perdido algo importante? - dijo, sentándose en el primer hueco libre que encontró y abalanzándose hacia alguna jugosa pieza que estuviera diciendo "cómeme".