Partida Rol por web

-Yo te lo puedo decir, nena, que soy tu tío. No pasa nada, cariños de familia. -y le solté una ligera palmada en sus rotundas nalgas, arriesgando con su advertencia.

-No rompas corazones -mascullo, sintiendo que me falta el aire.-Nos vemos en la caseta de la comida.

Me dedico a esa cosa que se ha pegado al zapato, igual que una lapa. Su visión es como una hostia que me deja gilipollas. Me tambaleo y logro no caerme y llegar a un banco. 

Parece que soy yo el que se ha metido una papelina de esa mierda y me ha reventado los sesos…

Con frecuencia la vida va tan acelerada y es tan cabrona que te arrastra con ella, te sobrepasa, te consume y te devora. Luego escupe los desechos que quedan de ti y se larga a por otro infeliz al que masticar.

En estos momentos me siento como la puta mierda que sostengo entre los dedos con un clínex: este condón usado lleno de semen, sangre y la cuchilla. Acabo por tirarlo después de salir del trance en el que acabo de sumergirme.

¿Qué lugar era ese? ¿Por qué esta alucinación tan vívida, de la ciudad, de su terrible cielo terroso y sanguinolento? He estado allí, me digo, pero no es posible. Joder, si que me ha dado fuerte…Lo mismo esa cabrona se metió polvo blanco entre las piernas o en sus labios, yo que se…

Pienso gilipolleces. Pero es escalofriante haberla visto así, alimentando de esa manera obscena al edificio. Que puta locura, será este miserable lugar de pantanos putrefactos y mosquitos asesinos, con su pestilente y corrupto aire emponzoñando mis sentidos.

Me prendo otro cigarrillo para aclarar las ideas, y voy viendo el bamboleo de su trasero descarado. He descubierto una nueva Broo, que vale, que me la miraba a veces antes, pero sin ningún deseo en particular. Ahora…me empalmo observando su hipnótico movimiento de caderas y con el perfume que libera su joven coño y me parece oler desde aquí.

Me mosqueo un huevo cuando la veo con esos niñatos de mierda, y pienso en follármela de nuevo en cuanto subamos a la habitación. Mi mirada siniestra está ávida de ella y fumo con rabia. 

Los chicos que has visto van hacia los árboles, les sigues hasta que llegas a una especie de playa en el pantano. Hay música, risas y mucha fiesta. Un montón de chicos y chicas en sus trucks, o en barcas en el canal. Bebiendo, comiendo barbacoa, bailando, drogándose... Una fiesta en toda regla entre las ciénagas.

Hay unos que incluso han llenado de agua la caja de la camioneta, y beben en bañador como si estuvieran en un jacuzzi. Cuando pasas a su lado notas que te reconocen, y tú los reconoces a ellos. ¡Son los chicos del motel!

 – ¿Dónde te has dejado a tu papaíto peloverde? –  Dice uno – y los demás ríen. - ¿Te tomas una birra con nosotros?  – te invita otro – seguro que con este calor te apetece mojarte, no mordemos...

Y vuelves a ese miserable lugar, y respiras su aire corrupto, con ese olor putrefacto a pantano que emponzoña tus sentidos, y sientes como esos mosquitos asesinos horadan tu piel y se alimentan de tu sangre. Ni siquiera el humo del cigarro puede arrancarte esa sensación. Sientes que todo eso no son más que cadenas, que lo que te rodea es una cárcel. Y en lo más profundo de tu ser sabes que es cierto, que tanto tú como ella estáis atrapados dentro.

Vas hacia los puestos de comida, y la gente con la que te cruzas te parecen fantasmas. En tu mente sólo está ella, su pelo verde, su piel, su olor, sus gemidos.  Pides la comida y una birra, te sientas. Y esas mismas sensaciones te asaltan desde recuerdos pasados, su pelo castaño rizado, su piel, su olor, sus gemidos. Cres incluso poder verla entre la gente, mirándote a lo lejos. Ahora mismo tendrá unos 20 años, y parce estar allí, esperando en la cola del tren de la bruja, invitándote a que la sigas.

La necesidad muchas veces me lleva hacia cualquier rincón horrendo de la humanidad, lo bueno es que el entorno no era malo y el paisaje tenía lo suyo. La cuestión es que yendo hacia la búsqueda de un dealer, me sucedió que me topé con los chicos del Motel y ante la oferta fue imposible negarme. 

—Hey, claro. Tenía ganas de conocer gente, pasarlo bien—dije sonriendo coqueta—. Oh gracias, que guay. ¿Que tal todo? ¿Dónde me siento? 

Subir con esa falda que ya estaba a riesgo de mostrar más de lo necesario era un crimen, pero daba igual. Las chicas estaban de bikini, no se iban a sorprender por unas braguitas expuestas, además el jacuzzi improvisado me encantó.

Me estoy agobiando. Todo iba tan bien y después de ese intenso polvazo no se qué me está pasando. Nunca me había sentido así, medio enfermo, frustrado, cabreado. Y, sobre todo, sintiéndome fuera de lugar, fuera de este asqueroso pueblo pantanoso, de este mundo…

Joder, qué alucinaciones. Me bebo de dos tragos la birra, pido otra y, con la bandeja, la comida y bebida de Brooklyn y la mía, busco a la chica, ¿dónde coño se ha metido? Allí…
Sin embargo…¿Esa es Nadia?  No puede ser, allá en el tren…Se le parece…

No es ella, claro, sin embargo molaría que lo fuese. No. No molaría nada.

O sí. Joder. Nadia pasó.

Ahora es Broo. En este momento es el coñito que quiero, deseo y tengo.

No se cómo, mis pasos me conducen al tren de la bruja.