Partida Rol por web

La reunión tuvo lugar en las cámaras de audiencia en lo alto de la Torre del Bronce de la Fortaleza de Erioch. Allí, bajo la atenta mirada de los héroes de eras pasadas, ahora inmortales de estatuas de mármol negro y tras las puertas reforzadas y selladas con citas sagradas, la inquisidora Quist (Adrielle Quist, para ser más exactos, del Ordo Xenos) formuló su petición formal:

"Seré concisa —comenzó—, pues a veces el tiempo lo es todo y demasiado se ha desperdiciado ya. Dudo que conozcáis a mi compañero de fatigas, el Inquisidor Zaer Vincent. Él era... —dudó un instante—... es... un buen hombre, escrupuloso, decidido y con un instinto para los secretos... y eso puede haber sido su ruina. Se encontraba investigando una oleada creciente de incidentes y rumores de presencia Xenos en el hemisferio sur de Karlack (el menos conocido y controlado, como saben). No he de dar explicaciones de lo que esto supondría, tratándose de un mundo fortaleza clave —hace claro hincapié en esta palabra— en el mantenimiento de la Cruzada. Llevaba meses sin saber de él... (eso nunca me preocupa)... Hasta ahora..."

Acompañó sus palabras con un movimiento, y una carta lacrada con el símbolo del Ordo Xenos se deslizó por la mesa.

"Es de su puño y letra... escrita hace un año, en el 816.M41... y la he recibido hace apenas unas horas. La ineficiencia de la Cruzada y las complicaciones en un mundo fronterizo me han impedido recibirla antes. Sé de memoria lo que dice, la he leído no sé cuántas veces, pero leedla y sabréis por qué estoy aquí"

Y la carta paso de mano en mano, del Inquisidor de la Cámara de Bronce a las del Capitán de la Guardia de la Muerte, y de éstas a las vuestras.

Cuando acabásteis de leer, la inquisidora finalizó:

"Las fuerzas malignas e impuras que protegen estos secretos, sean las que sean, pueden haber asesinado a uno de mi Orden. No tengo intención de ser su siguiente víctima. Es por ello que solicito una escuadra de Guardianes de la Muerte para desmantelar y purgar cualquier mancha Xenos de Karlack"

"Solicito". Meras formalidades. Nada puede oponerse a la voluntad de un inquisidor, y menos con esas pruebas fehacientes. El Capitán de los Guardianes de la Muerte aceptó la petición y fuísteis asignados a ella por orden directa. Y es por ello que estáis aquí, ahora, a bordo de la nave inquisitorial "Ángel Invicto", una nave de tamaño moderado pero que, por lo que parece, lleva en posesión de la inquisidora largo tiempo, pues está adaptada a sus necesidades. Es más, posee una serie de compartimentos de un tamaño muy similar a las celdas de Erioch, adaptadas perfectamente al transporte de Marines Espaciales. Habéis permanecido en ellas, casi aislados del resto de la tripulación, la mayor parte del viaje. No obstante sabéis que parte de los acólitos de Quist, así como un número indeterminado de miembros de la tripulación, os acompañan en el viaje.

Aunque el no era el oficial al mando ni el sargento de la reducida escuadra, Grigori mandó a uno de sus serviciales acólitos a que avisaran a sus dos hermanos de batalla. Ambos eran unos desconocidos para él, dejando aparte sus historiales de servicio... aquello no era suficiente, quería conocerlos.

El viaje lo mantuvo más tiempo encerrado en su celda, meditabundo, mentalizándose para la misión. Releyó el informe de la inquisidora tantas veces que lo había memorizado por completo, cada coma, cada frase... todo, y ya estaba harto de aquello, tenía necesidad de entrar en combate y los entrenamientos contra servidores no eran suficiente para él.

Se encomiaba al Dios Emperador, por sus hermanos caídos y su padre, rezaba por ellos cada día y les pedía fuerza, entereza y que siguiera su camino hacía la gloria como se esperaba de él. Echaba en falta su mundo, su capitulo, pero estaba bien donde estaba, cada día superaba sus fuerzas, cada día se obligaba a ser mejor marine, a ser mejor servidor al Imperio y al Ordo Xenos...

Grigori estaba esperando a sus compañeros a los pies del observatorio de la nave*, llevaba una túnica sencilla, de los colores del capítulo y con el blasón de la Guardia de la Muerte en uno de los hombros. Se le veía bastante joven, casi parecía estar recién ascendido desde los exploradores. Se mostraba serio, con una pose marcial pero en sus labios se esbozaba una ligera sonrisa...

Astramael se miró la palma de la mano izquierda; por la mañana le había parecido ver un destello azulada brotar de ella, de ser cierto habría sido una manifestación disforme en contra de su propia voluntad, y aquello era un tema preocupante. Con la mano derecha sujetaba el emblema del águila, rezando sin hablar. Acercó su rostro a la mano, como si fuese capaz de oler la disformidad. En cierto modo...podía.

La visita del acólito le interrumpió y se dispuso a seguirle a la cubierta de observación, tuvo que agachar la cabeza cuando cruzó algunas de las escotillas pero en general no tuvo contratiempos. Allí encontró al...

...Hermano Grigori...

...con quien compartía aquella misión de gran importancia. El rescate de un inquisidor no era un asunto banal, menos aún si había tenido lugar en el mundo-fortaleza de Karlack. El puño de Astramael se cerró como respuesta a una imperiosa necesidad de hacer pagar a los culpables por tal crimen.

Silencio fuera, silencio dentro. La única forma en la que un Astartes puede alcanzar la paz e ir más allá de las capacidades sobrehumanas que le han sido brindadas. La meditación es una parte fundamental del ritual diario de la Guardia del Cuervo, que Marev se encontrase a media galaxia de distancia cumpliendo con otros sagrados deberes no era motivo para descuidarlo.

-Buscar y rescatar un Inquisidor en terreno hostil-la lectura previa de la misión le había dejado indiferente, no parecía a priori algo tan peligroso como para convocar un equipo entero de la Deathwatch a toda prisa; lo que implicaba que había mucho más que no se veía a simple vista. No era que le preocupara moverse entre tinieblas, figuradas y literales, y asumió que la planificación tendría que esperar.

Una suave llamada le sacó de su ensimismamiento y abrió la puerta con un gesto seco. El mensaje del servidor con la heráldica de los Guardianes de la Tormenta fue seco y conciso, pero parecía querer esperar algún tipo de confirmación. Durante unos largos instantes Marev mantuvo fija la mirada en el servidor, sus ojos negros prácticamente por completo taladrando a aquel que le había traído el aviso. No fue hasta que empezó a moverse que el servidor se relajó. Sería interesante conocer a los que serían sus Hermanos, pues sólo sabía sobre ellos lo que contaba el informe preliminar.

Un Guardián de la Tormenta especialista en Asalto y un Bibliotecario de los Ángeles Sangrientos, la fama de los dos Capítulos hablaba por sí misma y una vez más se preguntó qué no les estarían contando para reunir semejante potencial de veteranía y gloria en un solo equipo. Alcanzó la sala que el servidor había informado en último lugar por lo que parecía, silencioso como un espectro accedió al recinto y pudo observar por primera vez a sus compañeros. Sus pasos firmes pero silenciosos le llevaron hasta ellos y cuando captó sus miradas inclinó la cabeza a modo de saludo

-Marev Solaro, Segunda Compañía de la Guardia del Cuervo-realizó el saludo tradicional del aquila-El hermano Grigor y el hermano Astramael supongo-asumió mirando alternativamente a uno y a otro.

Saludó al bibliotecario con un asentimiento de cabeza en señal de respeto y acto seguido al silencioso Cuervo - A ti, Hermano Astrhamael te he visto llegar, pero Hermano Marev, alabo sus capacidades de sigilo, son dignas de alabanza, casi podría haberse echado sobre mi que no lo habría notado hasta tenerlo encima - habló con exquisito respeto hacía ambos marines, y paso por alto que Marev dijera mal su nombre, el propio Grigori sabía donde estaba su lugar como marine practicamente novel - Os he citado para hablar, tener una conversación entre hermanos, nos va a tocar sangrar juntos y... soy de la opinión que estrechando lazos, seremos mejores como unidad - Guardian de la Tormenta, siempre buscando el camino hacía la gloria y la perfección - ¿Qué opinión tenéis de la misión?

Marev inclinó la cabeza aceptando el cumplido. Ya era algo natural en él moverse en completo silencio y muchas veces pasaba por alto que no era un talento que compartieran muchos de sus hermanos. Escuchó con atención las palabras del Guardián de la Tormenta.

A pesar de su aparente juventud debía ser todo un veterano, pues de otra forma no se encontraría destinado en la Deathwatch. Hecho confirmado por la iniciativa demostrada por conocer al equipo, había Capítulos más gregarios en los que era tradición ese tipo de reuniones y él tendría que adaptarse a las diferentes costumbres que sin lugar a dudas mostrarían sus compañeros. Unidos en el servicio al Emperador. Lo que casi le hizo sonreír fue la actitud directa de Grigori, no se andaba con circunloquios innecesarios. Eso era buena señal para el Guardia del Cuervo.

-Un equipo entero de la Deathwatch para buscar un inquisidor es excesivo-su tono de voz calmado apenas se propagó por la sala-Sospechan problemas mayores y debemos estar preparados para complicaciones-se resistía a creer que les hubieran ocultado información deliberadamente. Conciso como de costumbre. Sin embargo tenía un pálpito, existía la posibilidad de que la investigación del desaparecido fuera sensible y eso hubiera atraído más atención de la esperada. Pero dado que no era más que una elucubración personal y no aportaba nada a la preparación de la misión no lo expresó de viva voz-Xenos o herejes serán con certeza quienes se opongan al rescate-eso sí era importante. Conoce a tu enemigo.

Es apropiado, -respondió a Marev- esto no es una misión de rescate cualquiera y por eso nos han convocado. la desaparición no sería tan grave sin las circunstancias que la rodean. Se trata de un Inquisidor desaparecido en Karlack. Un Inquisidor; una figura de extrema autoridad que opera en secreto ha desaparecido en el principal mundo fortaleza de Jericho. Sus secuestradores, o asesinos, han perpetrado el crimen porque el Inquisidor había descubierto algo inquietante, como podéis ver en la carta. El Dios-Emperador no exigiría menos que un equipo de la Guardia de la Muerte. Y muerte llevaremos a los culpables, en Su Nombre. Fuego y muerte, Él quedará complacido.

Dada su opinión siguió observando la palma de su mano.

El Astartes inclinó nuevamente la cabeza en deferencia hacia el bibliotecario. Por supuesto que había mucho más de lo que parecía y que las circunstancias eran fundamentales, como bien había recalcado. Pero existía una pureza en la simplicidad de propósito que Marev apreciaba enormemente.

-Por supuesto hermano bibliotecario Astramael-el tono suave, razonado, aceptando la primacía en temas políticos del Angel Sangriento-Todos le servimos como mejor sabemos. Cumpliremos nuestro deber con la excelencia que se espera de nosotros.-aunque no era especialmente tozudo creyó adecuado recalcar su punto en la conversación-Mas por mucha relevancia que tuviera la información que el Inquisidor hubiera descubierto no se envía a la Deathwatch a la ligera a un mundo tan alejado del frente de la Cruzada. Karlack está en el Cinturón de Hierro.-aquello debería ser más que suficiente.

El Cinturón en sí era una zona que se reconquistó en los primeros compases de la Cruzada y servía de punto de reunión para las nuevas fuerzas destinadas al frente, pero estaba lejos del mismo. No estaban siendo enviados a un mundo en disputa, ni más allá de las fronteras imperiales; les iban a mandar al corazón del poder Imperial en el sector Jericho. Allí no habría hordas de xenos aullantes, sino del tipo insidioso que se filtra por las rendijas de la sociedad, y siempre estaba la permanente amenaza del enemigo más aberrante de todos: el interior, el traidor.

Marev empezaba a ver con cierta claridad por qué habían requerido a un bibliotecario, ducho en las artes de la disformidad, un feroz combatiente de asalto y a él mismo...

Sinceramente Hermanos, soy más cercano con el pensamiento del Hermano Marev - asintió levemente - Un Inquisidor es una figura importante, sin duda, merecen nuestra atención y protección... si el rescate no fuera difícil habrían convocado a varias escuadras de Storm Troopers inquisitoriales, o incluso al grupo de guardias imperiales que estuviera más cercano... pero si se prevee contacto xeno, que mejor que la guardia de la muerte - sonrió levemente, pero con cierta violencia e ímpetu juvenil - que son nuestra especialidad.

Carraspeó con fuerza y miró a través de la cristalera, aunque no se veía nada, solo esos colores cambiantes de aquel mundo de pesadilla conocido como el empíreo - En el informe solo citan a cultos pro xenos... no entiendo como puede haber herejes de ese tipo, que alaben otras culturas xeno que solo merecen el exterminio.

Observo como se miraba la mano el bibliotecario y no pudo pecar de curioso - Hermano Astramael ¿Que os ocurre en la mano?

Las puertas del observatorio se abrieron con un sonido hidráulico dejando pasar a la inquisidora Quist. Ya la habíais visto antes y ya sabíais que la delicadeza no era uno de sus puntos fuertes. Tras años de servicio, un inquisidor se acostumbra a ir por donde quiere haciendo lo que le viene en gana, usando la fuerza de su autoridad —arrolladora— para abrirse las puertas necesarias, sean éstas reales o burocráticas.

Se trataba de una figura esbelta en comparación con el recio cuerpo de un Marine Espacial. Era dos cabezas más pequeña que cualquiera de vosotros y a vuestro lado parecía casi un juguete con caderas bien torneadas y una figura envidiable. Tenía algo en su forma de moverse o en el modo de ondear de su cabello plateado (casi blanco) que la hacía parecer elegante y reptiliana, como un áspid: pequeña, sigilosa y letal. Vestía una armadura negra articulada con el símbolo de la Inquisición, y portaba a buen seguro dos armas a la vista y otras dos escondidas. Se frotaba las manos desnudas (sorprendentemente suaves para su oficio) con energía.

- Me alegra que os hayáis reunido por cuenta propia —dijo de forma tan directa que pareciera que os hubiera arrojado las palabras a la cara—, así no me toca ir a buscaros uno por uno. Llegaremos en breve y deberíamos estar preparados para cualquier circunstancia. Karlack acatará mi autoridad, pero eso no quiere decir que lo vayan a hacer con agrado. Lo único peor que tratar con Xenos y su diferente visión del mundo es tratar con acomodados señores de la Guerra, sepultados en medallas y condecoraciones. Están tan satisfechos con el paradero de su enorme culo que les molesta especialmente que les muevas las cosas de sitio en busca de lo que causa el olor a podrido. En muchos casos se han acostumbrado tanto que fingen no percibirlo. Dicen que es lo normal. Llegado un día se sorprenden cuando su perro muere tras el el ataque de una garrapata mutante de medio metro... ya me entienden

Hizo una ligera reverencia a la inquisidora y la escuchó con atención - no creo que se pongan muy belicosos a la hora de ceder el control del planeta... y si fuera así, solo tenemos que aparecer, eso acallará sus quejas por miedo a represalias - comentó con cierta ingenuidad - Estoy deseoso de iniciar la misión, encontrar al inquisidor y purgar el planeta de xenos pero algo me dice que esto no será ni bonito... ni fácil

-Inquisidora-saludó con el debido respeto acompañando sus palabras con una inclinación de cabeza-Su comprensión no es necesaria, sólo su obediencia-comentó, citando un conocido aforismo imperial en referencia a esos dirigentes supuestamente poco prestos a aceptar la autoridad incontestable de la Inquisición.

Marev encontraba el entusiasmo del Guardián de las Tormentas casi contagioso, un rasgo que la experiencia templaba. Los Astartes eran las armas definitivas del Imperio, pero incluso el mejor acero tarda un tiempo en asentarse. Era lo normal y lo esperable; únicamente había que mantenerse vivo para suavizar esas imperfecciones.

-Con el debido respeto Inquisidora,-prosiguió-las criaturas tiránidas-si había captado bien la referencia a garrapatas excepcionalmente grandes-no son conocidas por sus construcciones-El informe que les habían enviado mencionaba construcciones de origen xenológico y cultos de habitantes en el planeta que los atendían y estudiaban. No dudaba que no merecían nada más que una muerte rápida, pero prefería tener claro a qué se iban a enfrentar.

Tal vez el hermano bibliotecario pueda arrojar más luz-pensó para si, asumiendo que él sería más experto en las materias esotéricas que ateñían a los enemigos de la Humanidad

— Oh, hablaba en general —replicó con desparpajo—. La complaciencia es el peor enemigo de todos aquellos planetas que no están en la franja en guerra, los compañeros del Ordo Hereticus bien lo saben. Aquí, sin embargo, no es lo único que debe preocuparnos. Las huellas que dejó el Caos en su paso por estos sectores son evidentes aún miles de años más tarde. Muchos mundos aún están en manos del Enemigo. Y por si fuera poco, la Flota Enjambre acecha en un número que prefiero no imaginar. A veces creo que si toda la Inquisición prestara toda su atención a esta Expansión, no sería suficiente. Y mi compañero decide desaparecer precisamente en el mundo con mayor presencia de fuerzas imperiales...

Paró un segundo y os miró con fijeza, uno por uno:

— ...¿no les escama? ¿No les parece algo tan poco digno de atención que seguramente requiera nuestro mayor interés? A mi me marea simplemente pensar lo que ha causado este evento y las consecuencias que podría tener. No me malinterpreten, tal vez nos equivoquemos —usa el plural—, quizá no sea nada importante. Pero es mejor equivocarse así que ignorar los signos. Y hasta ahora nunca me he equivocado —singular—.

Si, ciertamente es preocupante... en el planeta con más presencia imperial y un inquisidor desaparece - repitió las palabras de la Inquisidora y miró a sus compañeros, esperando que los iluminaran con su veteranía, Grigori era aún un novato en pesquisas como esta. No comentó nada cuando se habló de tiranidos, pero si que no pudo evitar que su mirada se ensombreciera al nombrarlos, aún no había desarrollado todo el odio que podría tener contra ellos, pero sin lugar a dudas era la raza xeno más abominable de todas... al menos los eldars, tau, necrones... parecían tener un propósito, los tiranidos... ¿cual?

Sólo un hormigueo -respondió a Grigori.

La Inquisidora tenía temores, no sólo preocupaciones y cuando un Inquisidor tiene miedo la amenaza es real y catastrófica. Hizo un resumen de lo que esperaba encontrar desde las filas del Imperio y sus dos compañeros mostraron su determinación con la causa y hacer entrar en razón a los "aliados". Astramael estaba de acuerdo, su colaboración no era opcional. Sería forzosa si llegaba el caso.

La respuesta del bibliotecario fue tan escueta que incluso el lacónico Marev enarcó una ceja. No consideraba que su hermano les hubiera mentido, él no indagaría en los secretos que quisiera conservar. Entendía perfectamente que cada Astartes y cada ciudadano tiene una forma de servir al Emperador; cada camino tiene unas particularidades y en aras de la supervivencia de la humanidad en la galaxia hay que aunar esfuerzos.

-No es tan extraño.-analizando fríamente la situación del Inquisidor le vinieron a la mente varios momentos del pasado en los que él mismo junto a sus hermanos de Capítulo habían aprovechado una muchedumbre para llevar a cabo su misión-Un mundo densamente poblado es el lugar idóneo para que un criminal se esconda de la justa retribución tras un crimen.-

No entendía las motivaciones de los herejes y los traidores. No quería entender la mente de los xenos ya que ese es el primer paso hacia la corrupción del alma. Pero tenía clara su tarea. Encontrar al Inquisidor perdido. Destruir a todos los enemigos que se interpongan

Los ojos de la inquisidora retomaron su decisión habitual. Recorrió la habitación con la mirada y luego dirigió su atención a través del cristal del observatorio.

— No hay escondite suficientemente bueno para aquellos que merecen la justicia imperial —sentenció.

Fuera, grande como un sol debido a la cercanía, Karlack aguardaba su llegada como un cachalote dormido. Y cómo decían algunas leyendas remotas, uno no sabía qué podía encontrarse en su interior.

Miró un poco extrañado a la inquisidora, pero no habló, se limitó a mirar otra vez por la cristalera de observación - y yo creía que era ingenuo... claro que hay escondite... sino, no tendríamos tantas guerras internas - vario su posición y acabó por mirar a sus hermanos - creo que voy a ir a las jaulas de entrenamiento ¿Alguno quiere venir? - preguntó con voz serena pero se le veía impaciente por entrar en acción y no hacía nada por disimularlo