Partida Rol por web

Parapetados en una fortaleza frente al ataque de un dragón. Nuestras probabilidades de salir de una pieza caían en picado a cada minuto que pasaba.

Hagamos lo que hagamos estará tan bien como se pueda. Defender un ataque de dragón es algo que comportará mucha muerte y quizás de todos. Situar las balistas a cada lado y la catapulta por detrás sería la mejor opción, aunque me temo que acabaremos el combate saliendo a campo abierto y espada contra escama.

No pensaba acabar mis días allí, pero cada vez estaban más cerca esos momentos.

Por otro lado, recordad la información que obtuve del prisionero. Los líderes cultistas esta vez estarán en el asalto frente a las puertas. Podríamos, podría salir allí fuera e intentar acabar con alguno de ellos. Eso quizás desconcierte a los demás y tengsamos más posibilidades.

Escucho con atención lo que Gaulmond tiene que decir, incapaz de disimular completamente la impresión que me causan sus palabras. Es evidente que está consternado por las faltas que ha cometido en el pasado, pero me sorprende que me considere tan digno de alabanza. Inspiro con lentitud y dedico unos segundos a pensar qué habría dicho mi padre en un momento como este.

—Sois un buen hombre, Gaulmond —digo poniendo una mano en el hombro del sacerdote—, no alberguéis ninguna duda de ello. Habéis manifestado remordimiento por errores que habéis cometido, y es eso precisamente lo que os señala como un hombre de bien. —Hago una pausa para dedicarle una sonrisa sincera, y continúo hablando—. Pero la vida os ha puesto al servicio de lord Nighthill, un líder dispuesto a todo para preservar el bienestar de vuestra comunidad, y aunque eso es bueno casi siempre, a veces entra en conflicto con vuestra conciencia. —Sacudo la cabeza—. Sabéis que no podéis, ni debéis, arrepentiros por los pecados de otro, ¿verdad? Y en cuanto a los vuestros, no me corresponde a mí juzgaros. Aunque vuestras palabras me honran, disto mucho de ser el ideal de bondad al que parecéis haberme encumbrado. Y vos, no está en vuestra mano cambiar el pasado, pero aún podéis hacer mucho bien en el futuro. Y en el presente. Lo que me recuerda... —digo enarcando una ceja—... que hay un dragón del que encargarse. —Le doy unos golpecitos en el hombro a Gaulmond para reconfortarlo—. Gracias por confiar en mí. Estoy muy orgulloso de vos. Y ahora, si me disculpáis...

Con un gesto de la cabeza a modo de despedida, me apresuro en reunirme con mis amigos.

Mi alivio es inmenso al ver a mi hijo. A pesar de que la relativa seguridad de la que ha gozado todo este rato, su sueño es inquieto; seguramente haya llegado a intuir que algo está a punto de suceder. Todos los hombres y mujeres yendo y viniendo, moviendo y repartiendo armas, y el aire de inquietud que se respira, habrán hecho que Randrick se dé cuenta del peligro que se avecina. Me agacho junto al lecho de mi pequeño, acariciando con delicadeza su cabello pajizo; no quiero despertarlo. A continuación me giro hacia Cuthbert.

—Muchísimas gracias por todo lo que estáis haciendo por mi hijo y por mí, Cuthbert. Y no temáis: estoy convencido de que el destino de Linan no es caer esta noche. Ni el de ninguno de nosotros. —Asiento con vehemencia, llevándome una mano al pecho—. Me lo dice el corazón… Moradin me habla a través de impresiones, sensaciones… Corazonadas. Hoy triunfaremos. —Le doy una firme palmada en el hombro—. Verdosísima volverá a ser segura para todos. Daré todo lo que tengo para que así sea.

Con un silencioso gesto de despedida, me alejo de la familia para unirme a mis compañeros. No tardo en encontrarme con Samtharas; su faz es completamente transparente. En ella veo consternación y miedo, no únicamente a la amenaza que nos sobreviene, sino también a no estar a la altura. El mismo temor que me atenaza a mí mismo. En ese sentimiento, me siento extrañamente cercano al humano. Mi mirada recorre el patio de la fortaleza, mirando a todas las personas que se están movilizando, preparándose para el inminente ataque.

—Necesitan creer que todo irá bien, que mañana podrán reunirse con sus familias… —musito quedamente. Siento una punzada de dolor en mis entrañas. Es muy probable que muchos, demasiados de ellos, no puedan cumplir ese sueño. Me vuelvo hacia el noble sacerdote—. Nosotros les haremos creer, Samtharas. Combatamos juntos hasta el final. Suceda lo que suceda, no nos daremos la espalda los unos a los otros. No debemos perder la esperanza, o ellos también la perderán. Y sería el fin para todos… Pero eso no va a suceder. No permitiremos que suceda.

Con la mandíbula apretada, le doy un golpe amistoso en el pecho. Dejo escapar un largo suspiro por la nariz.

Estoy listo.

Mientras sacaba las armas de asedio afuera, escuché la conversación de Formund y Samtharas. Como era de esperarse, estaban intentando levantar la moral. Sabían lo difícil que sería esta batalla. La idea me parecía muy buena, así que me uní a la causa.

-Así se habla, amigos! Vamos a darles una paliza a esos cultistas y a su dragón!

-Es una buena idea Durzo salir a emboscae a los cultistas aunque necesitamos ssber que habilidades poseen-

Esto lo dice asumiendo que los lideres son curtidos en el arte de la guwrra. Comenzando a ayufar a movilizar las balistas junto a Keth y aprobando la motivación moral que esta brindando el grupo en este momento.

-Debe ser en los costados porque el dragón se estará moviendo de manera circular y deberemosnos preparar otro plan si este decode posicionarse en el centro del lugar. Aunque sea poco probable-

Luego de colahorar en llevar una de las balistas, mira a Keth preocuparo por algo que podría pasarse por alto.

-¿Cuantos dias podra la fortaleza resistir el asedio? Pregunto esto no solo por la edificación ..una estrategia arriesgada pero que puede ser efectiva es mantenernos bajo ataque y esperar a que acabemos nuestros suministros. A riesgo que ellos se vean mermados tambien por lo mismo-.

Dice preocupado esta vez pensando que definitivamebte la propuesta de Durzo puede ser una de las mejores opciones. Considerando desde su pubto de vista que el enemigo tiene tres pasos de ventaja sobre ellos

-A los costados entonces -respondí al muchacho- En cuanto a las provisiones... esperemos que podamos vencerlos antes de eso.

SAMTHARAS:

Escucha tus palabras y asiente. Aunque todavía su rostro se muestra turbado, intuyes en su tono de voz que hay alivio en su corazón. "Os lo agradezco, hermano del Sol." Gaulmond asiente de nuevo ante tus palabras, y se lleva las manos al cuello. "Tenéis razón, hay un dragón del que encargarse, y por eso mismo quiero que os llevéis esto." pone sobre tus manos un colgante de oro de una semilla. "Estoy seguro de que podréis darle mejor uso que yo."
 

Oís un temblor bajo vuestros pies, el de la puerta secreta derrumbándose. Ya no hay vuelta atrás. Y sin embargo, ello no os preocupa. Cada uno tiene sus propias razones, pero se siente preparado para luchar. El odio al Culto del Dragón es un denominador común en casi todos los presentes, y ciertamente ninguno de los presentes pretende morir aquí hoy.

Arqueros a banda izquierda y derecha. Dos balistas a banda izquierda, apuntando al cielo. Catapulta y balista a banda derecha. Cultistas por todas partes, iluminados por sus propias antorchas.

"No harán un asedio. Eso sería estúpido por su parte." dice una voz familiar, el Gobernador Nighthill, que ha bajado de la torre. Pese a que tiene su brazo todavía en cabestrillo, porta una espada desenfundada en el brazo sano. "Os dije que mandé exploradores, ¿no? Pues también he pedido ayuda a las ciudades libres vecinas. Berfôska no queda muy lejos... En menos de tres días nos llegarían refuerzos y los aplastarían. Cada día que pasase se arriesgarían a perder todo el botín que han capturado. Son unos cabrones pero no son estúpidos."

El mercenario que Fornund persuadió para que se entregase alza la mano y habla directamente, sin esperar a que el Gobernador le de permiso. "La mayoría somos.. son... solo mecenarios. Han venido a saquear y matar, no a conquistar. Las órdenes y el trato eran que el asalto sólo duraría la noche, que al amanecer nos retiraríamos. ¿Por qué diantres están asediando la fortaleza? Apenas queda tiempo para el amanecer..."

DURZO:

Asegurar una cuerda, bajar la muralla y salir allí fuera a por objetivos concretos... No es una mala idea, aunque quizás sería demasiado peligrosa. Subes a un lado de la muralla, y observas a tu alrededor. Una gran masa de cultistas sin parangón. No son un ejército, pero son más que vosotros. Allí, al fondo, están los líderes de los que oiste hablar: Frulam Mondath, el tipo de púrpura, y la dracónida Langdedrossa Cólera del Clan.^_*1 Parecen estar bien escoltados, y además también portan sus propias armas, quizás sea demasiado peligroso ir a por ellos. ¿Quizás objetivos concretos? Tienen un mago allí abajo, el último rezagado, un tipo muy confiado, a juzgar por cómo no lleva armas siquiera. El problema no sería bajar y acabar con ese idiota. Sino evitar que toda la turba que tiene delante se te eche encima.

"Como tienen un dragón, se creen invencibles. Pero nosotros tenemos a los elegidos de Bahamut. Eso tampoco nos hace invencibles, pero al menos equilibrará las tornas. Además, hemos tenido tiempo de prepara-" Una sombra se cierne sobre vosotros. Nighthill alza la cabeza, y después todos los demás. "¡¡DRAGÓOOON!!" grita alguien, y los arqueros disparan sus flechas. Al momento la puerta de la fortaleza es derribada, y los cultistas empiezan a entrar a tropel. "¡Por Bahamut, ya sabéis qué hacer!" grita Nighthill a todos, incluidos vosotros. Se os ha encargado detener al dragón, echarlo de allí... ¿¡Pero cómo!?

¿Qué haréis? ¿Ayudaréis a contenerlos desde el patio, hasta que llege la luz del día? ¿O subiréis a las murallas para atacar a distancia? ¿Y qué pasa con el Dragón? ¿Os dividiréis el trabajo? ¿Tomaréis control de las balistas, o de la catapulta? ¿Os moveréis de un lugar a otro según pensáis que se os necesite? ¿Bajaréis hasta la cueva del lobo por las murallas y atacaréis por detrás desde las sombras?

(Si lo necesitáis, podeis ver la imagen a tamaño real haciendo click derecho y Ver Imagen. Si estáis por movil, imagino que descargándola. Como siempre, la imagen es orientativa, no he puesto rejilla tampoco para flexibilizar los movimientos.)

Ya no había tiempo para hacer planes. El enemigo había derribado las puertas e irrumpido en la fortaleza. En un abrir y cerrar de ojos, ya estabamos rodeados. El dragon tambien hizo notar su presencia con una tenebrosa sombra sobre nuestras cabezas, pero ya me habia acostumbrado. Asi que me concentre en la infanteria.

-A las armas, compañeros! -dije tomando mi hacha de mano y propinandole un golpe al primero que tuve a mi alcance

No..no estoy preparado para enfrentar esto

Piensa asustado al ver la sombra del dragón a lo lejos, esa presencia imponente que lo lleva a sentir una evidente sensación de impotencia al no poder controlar ese temor y pensando lo decepcionante que sería para sus mentores verlos en esa posición.

Como si fuese un acción instintiva decide subir por las escaleras para dar con Durzo y así ayudarlo a atacar mejor desde la distancia. Sin saber que hacer realmente, solo buscando armarse de valor para poder ayudar a través de sus conjuros mágicos.

El dragón sobrevuela nuestras cabezas con deliberada lentitud, proyectando una gran sombra que hace imposible ignorar su presencia. Casi parece que esté pensándose a quién devorar primero de todos nosotros.

Mirando a la bestia, me pregunto cómo es posible que existan en este mundo criaturas tan dispuestas a hacer daño y a infligir miedo en los corazones de gente buena. Aprieto puños y dientes a la vez, y me descubro sintiendo algo más parecido al odio que al miedo hacia el monstruo alado y toda su hueste.

No hay tiempo que perder. Debemos contener el avance del enemigo en la puerta, donde la muralla es más débil. Las almenas están bien guarnecidas, y el daño que pueden hacer nuestros adversarios desde el exterior de la fortaleza es escaso, pero si consiguen cruzar al patio y desperdigarse, sembrarán el caos.

Con una rápida plegaria a Lathander, me preparo para dar mi vida por esta gente.

El ensordecedor rugido del dragón me hace alzar la vista hacia el oscuro terciopelo del cielo tachonado de estrellas. A diferencia de aquellos que tienen dificultades para discernir lo que los rodea al abrigo de la noche, yo sí puedo ver perfectamente al dragón en toda su espantable gloria. Una visión como esta acobardaría el corazón del hombre más valiente; y sin embargo, todos mis compañeros sacan fuerzas de flaqueza y se dirigen sin dilación a sus puestos designados. La euforia invade mis entrañas, y me siento enorme y genuinamente afortunado de tenerlos a mi lado, pase lo que pase. Si en algún momento dudé de nuestra vistoria, dicho instante acaba de pasar.

Estoy convencido de que venceremos.

—¡Keth, Samtharas! —exclamo con una voz profunda y poderosa, que parece sacudir los cimientos de la tierra—. ¡Conmigo, al portón! ¡No dejaremos pasar ni uno!

Situándome junto al gigantesco semiorco, veo cómo la turba enemiga parece crecer de tamaño cuanto más se aproxima. Pero no tengo miedo. Golpeando mi escudo con mi poderoso martillo, prorrumpo en una serie de exclamaciones desafiantes, mostrando los dientes a la carnaza que se dirige hacia nosotros, hacia su muerte. Comienzo entonces a declamar con voz clara y audible a pesar de la muchedumbre embravecida, tratando de contagiar mi ánimo a aquellos que van a combatir conmigo, mirando fugazmente a los ojos de cada uno de mis camaradas de armas:

El fuego del alma brilla con la fuerza de la espada,

como la saeta certera vuela rauda al corazón,

como el sol oscurecido por la sombra del halcón.

¡Arde sin misericordia como una estela encarnada!

Y despiertan las estrellas, y con ellas esas gentes

que ciñen con el níveo fulgor de la luna sus frentes,

rememorando canciones, las pasadas, las presentes.

¡Quema con ardiente frío el fuego del alma valiente!

Luego, un alarido desarticulado y feroz, y me lanzo hacia el enemigo más cercano.

De nuevo el dragón sobrevolaba nuestras cabezas. Aquella vez pasó demasiado cerca de nuestras cabezas y realmente me asustó escuchar el duro aleteo tan cerca de mis oídos. Me agaché junto a una de las almenas, tapándome los oídos intentando aislar mi cerebro del rugio de la bestia al cruzar por la ciudad.

Guardé mi espada, que en aquella situación no me serían de gran ayuda y empuñé el arco, armando una flecha en él, dispuesto a abatir a cuantos enemigos se acercaran a la fortaleza. Debíamos debilitar al enemigo antes de entablar combate real cuerpo a cuerpo.

¡¡¡¡¡¡Os cubro desde aquí arriba. No dejeis ninguno en pie. No hay prisioneros!!!!!!

Los cultistas no eran más que saqueadores, no un ejército con equipo de asedio. La única entrada que tenían era la puerta derribada, y no importaba el número mientras el cuello de botella pudiera contenerlos. Es por eso que la mayor parte de los esfuerzos se centraron en el patio, al tiempo que el equipo de asedio se colocaba en las murallas para que tanto éste como los arqueros se ocuparan del dragón.

Un buen plan... pero las cosas nunca salen como se espera. Especialmente, no cuando hay un dragón de por medio. El primero descendió sobrevolando a muy poca altura el gran pelotón de soldados aliados, y a todos les quedó claro que la buena formación de contención de cuello de botella dejaba de ser una ventaja... ¡cuando todos estaban expuestos a las llamas... (o mejor dicho, los rayos eléctricos) de aquella terrible bestia! Las armas de asedio dispararon, eran la mejor baza que tenían para ahuyentar al dragón... No obstante, eran viejas y nunca habían sido usadas. Los diestros arqueros no estaban acostumbrados a manejar un equipo de asedio de estas características, y aquello fue dolorosamente obvio cuando no uno, ni dos, ni tres disparos sino la totalidad de los mismos fracasaron en hacer daño al Dragón Azul. Una lluvia de astillas y trozos de proyectil rotos cae sobre las cabezas de los soldados aliados del patio, pero afortunadamente los trozos más grandes y peligrosos han salido despedido lejos..

"¡Las armas de asedio no funcionan!" "¡Están trepando las murallas!" gritan los arqueros, el pánico empezando a notarse en sus voces. Escobert el rojo se aparta y niega con la cabeza. "¡Apuntad mejor, panda de inútiles!" les recrimina. "¡A las alas! ¡O al morro!" y echa a correr a toda velocidad hacia las murallas superiores del flanco derecho, reajustando él mismo las balistas. "¡Señor, el aliento del Dragón se nos viene encima!"

"¡Mantened la posición!" grita Nighthill, que se mantiene firme junto a los soldados, conteniendo el cuello de botella. "¡Elegidos de Bahamut! ¡Echad al condenado bicho antes de que nos fría! ¡AHORA!"