Partida Rol por web

Permanecí silencioso mientras escuchaba las historias que el enano, Fornund y el semiorco, Keth explicaban. Nigromancia sobre dragones era algo que me parecía increíble. Era de todos sabido que los dragones eran grandes criaturas mágicas, y solo el hecho de contemplar que pudiera alguien recuperarlos de entre los muertos y crear una criatura sin voluntad, doblegada a la de un mago, era algo que de verdad me ponía los pelos de la nuca de punta.

Espero que estos sueños y cuentos que explicaban, fueran simplemente cosa de folklore y no nos enfrentaríamos a ningún dragón muerto viviente. Cada vez me hacía menos gracia aquello en lo que me había metido mi "muy estimado" maestro. Es cierto que en la nota que me dejó, ya hablaba de esos rituales llevados a cabo por el Culto del Dragón, pero esperaba que fueran simples cuentos de viejas y exageraciones de taberna de algún que otro aventurero borracho. No parecía ser así, ya que todos poseíamos la misma información, así que debía ser cierta, o cuando menos, poseer una base de verdad.

Seguí atento al grupo. Me estaban dotando de valiosa información, que con toda seguridad me sería de utilidad en el futuro. Por lo que veo todos tenían más información sobre el Culto del Dragón y sus actividades que yo. Era hora de obtener respuestas, así que mantuve el paso directo al interior del Templo.

Bien tío...espero poder cumplir con las expectativas de nuestro linaje. Y si, te prometo que dejaré bien parado el apellido Hendril y no he de parecer un verdadero idiota.

Comenta con su tono de voz melodioso pero calmo para sí mismo, es el primer juramento que realizo a su tío dado que en este momento ha decidido apostar por él y más aun al tener como revelación su verdadera historia. Aunque al principio resultó difícil de entender como es posible que su sangre como elfo desapareciera para convertirse en la especie dragonido, hasta recordando que fue inmovilizado por su tío al bromear que al parecer el primero de sus ancestros debía de tener un pene dinosaúrico para hacer que una dragona empollara semejante criatura. En ese momento había descubierto que con la sangre de dragón no hay opción alguna para hacer ese tipo de bromas.

Ha estado alrededor de medio año intentando asimilar los nuevos conocimientos asociados a la hechicería dragonida a través de otros dragonidos que poseen características variadas, pudiendo notar las diferencias grotescas reptiles o quienes parecen a primera vista demonios plateados. Logrando entender que incluso algunos no eran dragonidos sino hechiceros que entraron en comunión con su fuente arcana asociada a los dragones, descubriendo en el proceso que su temperamento comenzó a acentuarse  como todo descendiente de dragones.

Esto lo llevo a estar tiempo aislado de otras razas, a intentar desentenderse en vano de sus hábitos como estafador de mala muerte y Bahamut sabe que ha intentado hacer de las suyas en vano. Lo que ha causado muchas veces severos castigos, posiblemente por su rebeldía que aun debe de cerrar por madurez o por su angustia por todos los cambios que ha intentado vivir en el último tiempo.

Había decidido ir a estudiar a una de las bibliotecas, si bien muchos de los dragonidos son estoicos o solemnes en el trato, la juventud de su sangre lo lleva a ser más sociable y teatral que el resto de su raza.  Cruzando por el pasillo observa un grupo de aventureros que nunca había visto en las estancias, a pesar de estar acostumbrado a ver diferentes viajeros ir y venir al templo. Pensando que podría brindarles la bienvenida , con un toque más jovial.

Bueno, me pregunto si estarán acostumbrado a tratar con dragones o dragonidos...no lo parece, especialmente el semiorco

Piensa con cierto desconcierto a medida que va cortando la distancia por cada paso dado, pudiendo notarse un vapor gélido que emana de las fosas nasales como si fuese una especie de aliento dracónico que solo es capaz de proyectar esa tranquilidad amenazante que poseen los dragones. Observando en ese momento al grupo de aventureros que parecen ser más experimentados que él, siendo sensato que tenga ese tipo de expectativas a causa de ser su primer viaje. Un viaje inesperado.

Al avanzar descendiendo por la larga escalinata, puede notarse que su piel posee un extraño tono blanco plateado brillante, las uñas largas como garras de cinco centímetros con decorativos que parecen a primera vista una suerte de anillo largo de dedos pero completamente incrustado en la piel. Su espalda ancha y las ropas holgadas solo hacen más evidente la naturaleza de un cuerpo grácil pero al mismo tiempo firme a causa de su sangre más que mérito físico.

Bien...intenta no joderla.

Pudiendo notar que la ansiedad se hace presente al experimentar latidos en su garganta y tomando con cierto recelo sus pergaminos como un gesto juvenil. Intentando parecer imponente a primera vista, va avanzando cada paso recordando un poco el arquetipo altivo que posee su tío Netheroth, quien posee la fiereza de los dragones de plata y el carácter altivo de los altos elfos. Aunque esto solo es la sombra de su linaje.

El paso a ser apresurado para poder preguntar llevan a que el pie derecho pise la túnica y se vaya de bruces directamente contra el suelo. Dejando escapar un sonido de impacto considerando que las escamas brindan cierta solidez a su estructura cutánea.

AAAAAAAAAAAA MORHUR AHHH

Dando a entender una maldición en elfo tras caer de rodillas e intentar levantarse, cayendo en la cuenta que la impulsividad juvenil esta jugando en su contra.Aunque por fortuna la capucha no ha logrado evidenciar de manera significativa sus facciones.

Y así se va al carajo toda tu elegancia...vaya que decepción

Pergaminos  tirados  en el suelo y su orgullo completamente fragmentado en ese momento, buscando recoger lo más rápido posible sus materiales de estudio. Pudiendo notarse sus vestimentas de color plateado opaco, pantalones de cuero de un tono gris, botas  de un tono similar más oscuro y lo que parece ser una capucha grande que esconde los cuernos que decoran su cabeza, pudiendo notarse los mechones alborotados, curiosamente su rostro aun siendo un relativo misterio a causa de estar mirando al suelo.

Mientras nos adentramos en el santuario dedicado al Dragón de Platino, algo me llama la atención. Un joven de inusual e imponente presencia sale a nuestro encuentro, descendiendo elegantemente por una escalinata que conduce al piso superior. Es fuerte y esbelto, y sus ropas de diversos tonos grises y platas contrastan con su pálida, casi traslúcida piel, que refleja un levísimo brillo metálico. Todo ello da la sensación de que es una estatua de plata y no una persona la que nos recibe. El misterio se ve acrecentado por una capucha que no permite distinguir bien sus rasgos. ¿Quién es este hombre? ¿Acaso un sacerdote del templo?

Todavía no he terminado de formularme estas preguntas, cuando el desconocido tropieza con su larga capa, perdiendo el equilibrio y cayendo como un saco al suelo en medio de una exclamación llena de frustración, pronunciada en un idioma que desconozco. Inmediatamente aprieto el paso hasta llegar a su altura, agachándome junto a él. El suelo está lleno de pergaminos desperdigados, que se le han escapado de las manos en su aparatosa caída.

—Vamos, arriba —le digo al accidentado joven al tiempo que lo aso por debajo de uno de sus brazos y tiro hacia arriba con fuerza—. ¿Estáis bien? Hay que tener cuidado con esas prendas tan largas.

Le echo un buen vistazo al joven, asegurándome de que no haya resultado herido.

Desde el suelo, la capucha del joven no es suficiente para ocultar ante vosotros los prominentes cuernos de su cabeza, y las escamas plateadas que asoman por parte de su rostro. La primera idea que cruza vuestra mente es que se trate de un Tiefling, lo cual os pone alerta, pero recordáis dónde estáis, y la idea de un dracónido resuena con más fuerza en vuestras mentes. Un dracónido, alguien con el linaje de los dragones en su sangre. El que tenéis frente a vosotros es mitad elfo, mitad dragón plateado, a juzgar por las escamas brillantes y blancas que recorren su piel. Ninguno de vosotros había visto nunca a uno antes, aunque ciertamente sabíais de la existencia de semejante 'raza', siendo comunes en las historias, tanto de los viajeros como los libros. Es conocimiento en toda Faerûn que esta raza existe igual que muchas otras, pero entre ésto y verla con vuestros ojos es algo muy diferente. Randrick, que había permanecido cerca de Samtharas y Keth (y alejado de Durzo) parece especialmente sorprendido por ello, abriendo la boca con una enorme sonrisa y acercándose mientras dice "¡Ooooh! ¡Eres un semidragón! ¡Qué chuuloo! ¿Puedo tocar tus escamas? ¿Puedes escupir fuego?".

"¿Qué es todo ese ruído? ¿Tharkael? ¿Qué habéis roto ahora, chiquillo?"

Oís otra voz, áspera y vieja, acompañada de pasos, acercándose. Otro dracónido, aunque este es muy diferente. Este no está cubierto por su capucha, por lo que podéis apreciar sus exóticas e imponentes facciones de un primer vistazo. Se trata de un reptil humanoide, su cabeza es similar a la de un kobold, pero obviamente más grande. Una cabeza reptiliana alargada como la de un dragón. Este también es un dracónido, como el semidragón-semielfo, pero son muy distintos entre si. Dracónidos, semidragones... Todos estaban englobados en la misma raza, a modo de variantes y subrazas, ya que el mero hecho de que la sangre de los dragones recorriera el cuerpo de uno era suficientemente llamativo de por sí.

Una vez Tharkael está en pie, el hombre os observa a todos con detenimiento, uno a uno, y le miráis de vuelta. De algun modo distinguís el paso del tiempo en sus facciones, sus escamas son de un rojizo-marrón descolorido. Sus garras son gruesas y desafiladas. Por sus gestos, sus andares y sobretodo sus ojos, viejos y cansados, casi podéis imaginarle como un anciano dracónido al que solo le falta el bastón. Pero al mismo tiempo su tono de voz es profundo y solemne, equiparable al de un dragón, e infunde respeto con solo oirlo.

"Ahhh..." exclama, llevándose la mano a la barbilla con interés. "Formáis una comitiva de viajeros interesante, sin duda. ¿Aventureros, tal vez?" os pregunta, mientras con las manos cómodamente metidas en los bolsillos de su túnica, se coloca al lado de Tharkael. Saca una del bolsillo para ponerla en el hombro del semidragón elfo. "Este es Tharkael, nuestro aprendiz. Lamento de antemano cualquier molestia que os pueda causar durante vuestra estancia." mientras dice esto, le tira de la oreja con poca fuerza, a modo de gesto burlesco-cariñoso, pero solo una vez, después vuelve a ponerle la mano en el hombro. "¿Verdad que no les causarás ningún revuelo? ¡Ja ja ja! El chaval es más revoltoso que un fata, aunque orgulloso como un dragón, y también como un elfo. Está aquí instruyéndose en los secretos de Bahamut, como todos nosotros. ¿En qué podemos ayudar a esta comitiva de... aventureros, como vosotros?"

Al ver a aquel enano ayudarlo a recoger sus pergaminos, toma rápidamente agilidad en sus movimientos a causa de su sentimiento de vergüenza y llevando los pergaminos a tomarlos con su regazo izquierdo, más mal que mal para tratar de rescatar lo que queda de orgullo. Y más aun por el comentario que aquel extraño realiza sobre sus prendas.

-A tener más cuidado con esa advertencia y si...estoy bien...pero mi orgullo se ha quebrado como llanto de Kobold bebé-.

Comenta con cierto humor nervioso, hasta que toma cada uno de los pergaminos y empieza a enrollarlos. Trabajo que toma solo unos segundos gracias a su agilidad brindada por una edad joven, defecto que acentúa su herida de orgullo al escuchar el comentario proveniente de uno de sus mentores. A quien  mira con expresión de reproche rebelde.

-No he roto nada esta vez maestro, esta vez ni por accidente ni por dármelas de listo-.

Dando a entender que estas situaciones son pan de cada día, hasta que logra incorporarse con los pergaminos siendo sostenidos con el regazo de su brazo izquierdo. Colocando una mirada suspicaz  y expresión de enfado infantil a causa de ser tratado como problemático.

-Si soy tratado como problemático hubiese quedado en Tesyr maestro...parece que esta sera mi maldición gitana. Y no maestro, no los he estafado...-.

Comenta con cierto reproche orgulloso para observar luego a la comitiva, cambiando a una expresión más jovial y afable en facciones ligeramente calmadas, tratando de rescatar lo que queda de su orgullo.

-Tharkael Hendril y descendiente de los dragones Platea...-.

Al sentir el tirón en su oreja izquierda, termina por detener la formalidad en su presentación,y esta vez guardando silencio para dejar que su maestro lo presente a la comitiva. Cada uno de ellos resultando ser cada vez más extraño, especialmente al ver a un enano tratar con lo que parece ser un semiorco.

No daba crédito a lo que veían mis ojos.

Dos semidragones! Cosas como esta pasan solo una vez en la vida! El más joven parece un poco torpe pero divertido. Creo que me caerá bien. Que serán esas cosas que se le cayeron cuando tropezó? Por la forma en que se apresuró a recogerlas parecen importantes. El otro se ve más anciano. Tal vez sea uno de esos sacerdotes de los que hablaban mis compañeros. Bueno, no pierdo nada con preguntar.

-Pues, parece que todos vinimos aquí a lo mismo. -le dije finalmente al anciano- Buscamos información sobre el Culto Dragón.

El joven se esfuerza por levantarse con toda la dignidad que le resulta posible, dándome una respuesta a mi juicio algo impertinente. Decido recular un paso y mantener una distancia prudencial; hay personas que se enojan cuando alguien intenta ayudarlas, y este podría ser uno de esos individuos. Entonces es cuando veo su pálido y reluciente rostro élfico, coronado por un tocado con la forma de unos cuernos… No, ¡los cuernos son suyos, no una corona! Tardo unos segundos en relacionar todos los indicios: la apariencia majestuosa, la cornamenta, las diminutas escamas argénteas… Mi hijo Randrick también se da cuenta, aunque no es tan precavido como yo. Fascinado, se acerca al desconocido y le pregunta si es un semidragón. ¿Será eso? ¿Estaré contemplando a un ser con sangre de dragón en sus venas?

De pronto, una voz antigua y sabia llega desde algún lugar, reprendiendo al joven elfo enastado. Una segunda criatura, esta de origen claramente dracónido, se nos aproxima. Con su largo hocico repleto de afilados dientes, su piel de apagadas escamas cobrizas y su espléndida cornamenta, tiene la imagen de un anciano dragón bípedo de tamaño humano. El enigmático ser nos contempla a todos con unos relucientes e inquietantes ojos de reptil, interesándose por nuestra compañía; debe de haber asumido erróneamente que somos un grupo de viajeros. La criatura regaña al dracónido élfico, al que se refiere como Tharkael, un aprendiz del templo. El joven Tharkael protesta, con la actitud orgullosa y desdeñosa propia de los adolescentes, lo que me da una pista de cuál debe de ser su edad. El chico empieza a presentarse, pero el otro dracónido le da un tirón de oreja, cortándolo en seco. La situación sería embarazosa si no fuese tan cómica. Finalmente, el mentor se interesa por nosotros y por lo que podríamos necesitar. Keth es el primero en responder, sacando a colación el asunto del Culto del Dragón.

—Así es —lo secundo—. Aunque nunca había oído hablar de ese Culto del Dragón, parece una amenaza a tener en cuenta. No obstante, la cuestión que me ha llevado aquí es otra, de una naturaleza más… mística —confieso, después de permanecer unos instantes pensativo, buscando un término adecuado—. Soñé con una batalla terrible, apocalíptica. El mismísimo Torm luchaba a lomos de vuestro dios, Bahamut. Ambos se enfrentaban a Tiamat, en un combate sin un vencedor claro. Yo estaba en mitad de esa batalla, blandiendo mis armas contra un enemigo al que no reconocía junto a aliados de todas las razas y culturas. —Hago una pausa, tomándome un respiro de las desasosegantes imágenes de mi memoria—. Acudí a la iglesia de Torm en busca de orientación. Después de explicarles mi íntima relación con Moradin, el creador de mi pueblo, acordaron que fue él quien me había enviado el sueño. «Una llamada a las armas», me dijeron. Me remitieron a este templo, donde según ellos habría de encontrar respuesta a mis dudas acerca del significado de la visión.

Pongo fin a mi exposición de forma abrupta, pues no hay nada más que sea necesario decir en este momento. Pacientemente, espero la contestación del anciano dracónido.

Por lo visto los miembros de este Templo dedicado a Bahamut eran todos medio dragones. El primero que apareció, el joven , no parecía demasiado acomodado a la vida del Templo, yas que se llevo una buena reprimenda de otro, más viejo, y siendo medio dragón, seguramente más sabio. El iniciado tenía el carácter típico de la juventud, rebeldía, seguramente acrecentado por el carácter fogoso de los dragones.

Los demás en cuanto tuvieron oportunidad, empezaron a narrar sus historias, esperando seguramente que les dieran guía y apoyo en su camino. Mi presencia allí no era tan mística ni tan noble. Yo sólo estaba allí en busca de información, así que a diferencia de los demás, yo sabía cual era mi objetivo allí en el Templo, la biblioteca.

Con silencio me acerco al draconiano más anciano. Yo sólo necesito consultar la biblioteca del Templo. Soy investigador de objetos mágicos y necesito información sobre unas máscaras, posiblemente asociadas a los dragones. Quizás tengan alguna relación con cierto dragón maligno, cuyo nombre prefiero no mencionar aquí.- miro hacia el techo. Nunca se sabe cuando los dioses, dragones o no podrían sentirse ofendidos en su casa. - ¿Podrías indicarme cómo llegar hasta la biblioteca? No os molestaré demasiado tiempo.
 

Al escuchar las palabras de Formund recordé el asunto del sueño.

-No cree usted que el sueño de este caballero es una profecía? -le dije entonces al anciano- De donde yo vengo los hombres sabios lo considerarían de esa forma y bueno... no quiero meterme en asuntos que no domino del todo pero...

Mmm... mejor cállate Keth. Vas a meter la pata denuevo. Recuerda lo que decía mamá. Respeta siempre a las personas mayores.

Y entonces el hombre más misterioso del grupo que hablaba muy poco y parecía empeñarse en ocultar su rostro mencionó algo sobre unas máscaras y un lugar con un nombre extraño donde se podía buscar información.

Máscaras? Que raro... no veo que pueda tener que ver. Pero si en ese lugar hay información... no sé... podríamos intentarlo...

Y dirigiéndome al hombre encapuchado le pregunte:

-Crees que allí también se pueda averiguar algo sobre el culto?

Escucha las motivaciones que tiene cada uno de los viajeros, el relato de una visión no parece menor y tampoco a ser subestimado a su parecer. Enseñanza que brindo su tío respecto al saber arcano y divino a bastonazos cada vez que intentó bromear al respecto, cruzándose de brazos al momento que escucha las motivaciones personales de Durzo en ese momento.

Vaya dilema, esto se ha vuelto interesante y no puedo evitar sentir mi orgullo herido.

Meditando unos segundos, el brillo de sus ojos dorados con plata se hacen notar, esa necesidad de demostrar su valía y especialmente  para así enmendar el ridículo que acaba de realizar como primer acercamiento.

-Maestro, si le parece bien y no un irrespeto, puedo guiar a ambos caballeros a la biblioteca-.

Propone observándolo de manera detenida y con media sonrisa, dando a entender que busca demostrar sentirse útil en ese momento. Además de poder tener la oportunidad en conocer a cada uno de ellos.

-Mi tiempo de estudio los podrá ayudar a aclarar algunas dudas sobre el culto de Tiamat-.

Ahora, a la espera de recibir la respuesta por parte de su maestro cobrizo y rescatando de sus notas mentales la información que puede resultar útil para responder a las preguntas asociadas a la investigación de los viajeros.

No miro directamente al semiorco.

Biblioteca, un sitio con muchos libros. Los libros nos dan información. No parece que hayas viajado mucho ¿no? Por las preguntas que hacía, era de suponer que el semiorco, además de ser joven, era la primera vez que veía algo más que su aldea. Me extrañaba que hubieran enviado allí a buscar respuestas a alguien tan poco experimentado en el trato con el mundo.

El mundo era muy cruel, y para alguien tan tierno como Keth podía ser abrumador y peligroso. No tenía ni idea de las costumbres o usos de las tribus orcas, ni su trato hacia los mestizos, pero era extraña su presencia en aquel lugar.

¿Sabes leer?

Permanezco unos minutos en silencio, observando maravillado a los dos dracónidos que acaban de presentarse ante nosotros, y albergo la esperanza de que mi asombro no resulte inmediatamente evidente u ofensivo para ninguno de ellos. Aprovecho también para escuchar al resto de mis compañeros y hacerme una mejor idea de los motivos que los han traído hasta aquí, y me pregunto si no será tan descabellado asumir que todos compartamos un mismo destino aún por descubrir. Cuando el dracónido más joven, Tharkael, se ofrece a acompañar a Keth y al encapuchado a la biblioteca, me animo a intervenir en la conversación.

—De hecho, si no es molestia, creo que todos los aquí presentes podremos beneficiarnos en gran medida de los saberes que guarda este lugar.

Aguardo pacientemente la decisión del dracónido de edad más avanzada, sin poder dejar de hacer conjeturas sobre los descubrimientos que nos aguardan.

Escuché atentamente la explicación de aquel hombre extraño. La idea de Samtharas también parecía muy buena. Además me agradaba pensar en la posibilidad de que aquel chico tan divertido nos mostrara el lugar. Aunque tal vez el anciano no estuviera de acuerdo con dejarle tal responsabilidad. Era un poco arriesgado, pero decidí interceder por él. Yo sabía lo que era ser un joven inexperto deseoso de mostrar sus habilidades.

-Ande, deje que el muchacho nos guíe, es  bueno para su educación, seremos pacientes con él, se lo prometo -Le dije al anciano esperando que no se enfadara por mi reiterada impertinencia.

"Humm..." El dracónido anciano guardó silencio ante el profético sueño que la habían revelado y meditó sobre este. Tiamat... ¡La mismísima Tiamat! El Semiorco además había mencionado al Culto del Dragón. No era un asunto para tomarse a la ligera, pues sonaba peligrosamente grave. ¿Qué hacer... qué hacer? Sus dedos se movían nerviosos mientras pensaba, y la propuesta de Tharkael de tomar la iniciativa y llevarlos a la biblioteca no podría haber venido en mejor momento. "Sí, por favor, haz eso. Llévalos allí y que lean lo que necesiten." miró directamente a Fornund entonces. "Hablaré con los demás hermanos sobre lo que me has contado, enano." le aseguró. Luego les miró a todos: "Mucho me temo que es posible que acabéis teniendo que hacerle una visita al Custodiado para preguntar sobre eso... Tal vez él tenga respuestas para todos vosotros. Aunque, por la gracia de Bahamut, espero que se muestre cooperativo..." suspiró, y su postura cambió entonces a una más seria. "Daré comienzo a los preparativos, y en un rato os avisaré." dijo, abandonando la escena por donde había venido.

[...]

//Imágen orientativa (sin luz eléctrica, imaginadla de estilo medieval)//

//Imágen orientativa del estilo así medieval//

La biblioteca del templo es modesta, sobretodo teniendo en cuenta la colosal altura de la entrada del templo. Se trata de una única sala rectangular y de un sólo piso. Es amplia y sus paredes están rodeadas por estanterías de hasta doce baldas. Una escalera de mano reposa sobre una de éstas, habiendo sido usada recientemente por el propio Tharkael. En el centro de la sala hay una gran mesa rectangular, con cinco sillas a cada lado, y ninguna encabezando la mesa. El suelo está decorado por un bello tapiz dorado, del mismo motivo que las cortinas de la alta abertura que da a un pequeño balcón con vistas a las montañas. Sobre las barandillas de apoyo del balcón se encuentran posadas varias aves de colores pardos y oscuros, algunas mirando hacia el exterior, y otras directamente hacia vosotros, mientras ladean la cabeza con curiosidad.

Sin duda alguna había ido al lugar adecuado para iniciar mi investigación. Cientos y cientos de libros ocupaban las paredes de la habitación de izquierda a derecha y del suelo al techo, literalmente. Empecé a mirar los más cercanos a mi vista y fui leyendo los títulos poco a poco.

Muchos eran tratados sobre religión y sobre...¡Oh Sorpresa!, dragones, pero había algún ejemplar interesante. Encontré un libro bastante antiguo, buscado por Blaine desde hace bastante tiempo. Un libro escrito por un gran Maestre ladrón del Gremio, conocido por su destreza y por haber recuperado una de las reliquias más poderosas que el Gremio poseía.

Más tarde o más temprano, me iría de aquel lugar con el libro, pero primero a lo que había venido, las Máscaras de Tiamat.

La biblioteca parecía estar ordenada por temática, así que antes de perder el tiempo mirando cada libro de cada estantería, me dirijí al dracónido, Tharkael, y le pregunté.

Información sobre Tiamat o sobre objetos oscuros poderoso, ¿en qué sección debería mirar?

-Perfecto maestro...-.

Dice con una sonrisa de lado a lado en su rostro juvenil, observando tanto al Bárbaro como al pícaro con esa expresión animada en sus ojos dorados tras terminar de acomodar en su regazo izquierdo el resto de los pergaminos.

-Por favor-.

Realizando un gesto con el dedo índice de la mano derecha para  que los siga tras dar media vuelta y apartarse poco a poco del resto de los presentes. Observando con una expresión más relajada el pasillo mientras van pasando a su lado otros dragónidos que llevan armaduras de color dorado o plateada que parecen ser clérigos, otros son guerreros arcanos versados en el arte de la guerra y todos ellos llevan en el pecho el emblema de Bahamut.

Al llegar a la biblioteca, se encamina directamente hacia el punto donde estuvo realizando sus estudios como si decidiese marcar la primera base por donde comenzar e incluso deseoso de poder mostrarles al resto de los invitados  todo cuanto ha estudiado en los últimos meses.

-Bueno, información sobre el culto se encuentra en esta mesa además de relatos dogmáticos sobre algunos dragones legendarios de Bahamut y eventos históricos a considerar como El Vuelo de los Dragones-.

Comenta tras extender la mano derecha y señalar la mesa donde estuvo realizando los estudios pertinentes, deshaciendo su gesto y dejando los pergaminos sobre la mesa. Apoyando sus garras en el borde de esta para observar el lugar con evidente maravilla.

-Creo que en el ala oeste se encuentra información del culto...el tema de objetos puedo aconsejaros que investiguen más bien en la sección donde estamos ahora a causa de ser más bien señalados en algunas historias que ser detallados con especificidad-.

Los observa con media sonrisa  tras voltear la mirada en dirección a ellos.

-Por razones evidentes de seguridad...-.

Volteándose completamente y mirando con cierta astucia tanto al bárbaro como al pícaro sin perder esa sonrisa cálida.

-¿Les puedo preguntar algunas cosas?...de esa manera podré ayudarles mejor-.

Me quedo un poco sorprendido cuando el dracónido anciano nos envía a todos a la biblioteca, aunque a decir verdad, tampoco es que esperase una respuesta inmediata a una duda de naturaleza tan intrincada. Pero, ¿a qué habrá querido referirse con lo del «Custodiado»? A juzgar por sus palabras, parece tratarse de alguien que podría responder a nuestras preguntas, pero que no es tan digno de confianza como sería deseable. Al final, tras asentir en gesto de conformidad y darle las gracias por su amabilidad, me uno a los demás y sigo al joven Tharkael, que se desenvuelve por los pasillos del templo como si llevase mucho tiempo aquí. En nuestro camino nos topamos con más dracónidos de imponente presencia, ataviados con vestiduras de sacerdotes o con armaduras de deslumbrante lustre. Todos nos saludan lacónicamente, aunque algo en sus miradas me dice que no están acostumbrados a recibir a tantos viajeros.

Finalmente llegamos a la biblioteca, una austera estancia de techo alto, cuyas paredes están literalmente forradas de gruesos volúmenes que tratan de los más diversos temas. En el centro hay una robusta mesa de escritorio, iluminada por la generosa luz que entra a través de una única ventana, desde la que se ven las cumbres nevadas de los Picos de las Nubes. Una vista espléndida, a la que dejar huir la vista de vez en cuando, en momentos de asueto arrancados al riguroso estudio.

Tharkael empieza a dar indicaciones de inmediato, señalando distintas secciones de la biblioteca según las materias que puedan interesar a cada uno de nosotros. De pronto, de un modo absolutamente casual, el tal Durzo pregunta al joven dracónido con rostro de elfo acerca de Tiamat, así como de oscuros objetos de poder. Lo miro de reojo, casi imperceptiblemente; parece que, al final, incluso el más distante de esta pequeña comitiva va a estar embarcado en una búsqueda que comparte detalles más que superficiales con la del resto de nosotros.

—Tiamat —repito en voz alta, instantes antes de que mi mirada flote hasta encontrarse con los ojos de Tharkael—. Me gustaría saber acerca de antiguas profecías relacionadas con Tiamat, y de cómo estas han acabado por manifestarse en el mundo a lo largo de la historia.

Miro al dracónido de reojo. Pregunta, si quieres saber algo. Te responderé hasta donde sepa o has donde quiera que sepas.

Mientras espero las preguntas del dracónido, tomo asiento en una de las sillas y cojo una montaña de libros al azar. Miro el lomo de cada uno de ellos leyendo el título, en caso de que exista. "Compendio de cultos religiosos", "Religiones de Faerun", "El Culto del Dragón, mitos y leyendas". Este último lo aparté a un lado, parecía interesante. Continué. "Dioses y semidioses", "Las caras de Tiamat". Este también lo aparté. El título era sugerente.

No hacía falta que me llenara de libros de momento. Además, los dos que había apartado tenían un tamaño considerable. Empecé a pasar hoja tras hoja, prestando especial atención a dibujos y grabados que había cada pocas páginas. Agunos de ellos muy detallados, otros no tanto. Notas en los mapas, incluso algún apunte manual de algún dueño anterior del libro antes de que cayera en aquel Templo.

Pasaba hoja tras hoja, esperando que alguna de ellas lanzara algo de luz sobre las máscaras que andaba buscando.

A medida que nos dirigíamos a la biblioteca podía ver a los otros sacerdotes del templo. Se respiraba un aire de tranquilidad y solemnidad. Aún no me acostumbraba a esa forma de practicar la religión. Cuando por fin llegamos lo entendí. Claro! Libros! Mamá tenía un pequeño estante con libros en la casa. Estaba muy orgullosa de ellos. Me enseñó lo básico de la lectura, aunque nunca sobresalí demasiado en ello. Pero lo realmente asombroso era el tamaño de esa colección. Nunca antes había visto tantos libros juntos!

Mamá se desmayaría de la emoción si viera esto. Hay tantos libros... no sé por cual empezar...

Y entonces el joven Tharkael dice que quiere hacernos unas preguntas.

Perfecto! Dejemos que los intelectuales lean y ocupémonos de fraternizar

-No hay problema amigo, pregunta lo que quieras.