Partida Rol por web

22 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón

Saori salió al exterior del templo e inhaló el aire fresco. Se dio cuenta de que, por primera vez en su vida, estaba sola del todo. Ella era una mujer dura, sin duda. Pero cuando no había sido cuidada por su hermano Kojiroh, había estado bajo la tutela del capitán Washizuka. Eso se había terminado, y ahora debía demostrar que podía valerse sola. Y debía demostrarlo acabando con el demente que había segado la vida de Kojiroh.

Tomó aire profundamente y decidió ponerse en marcha. Eran muchas las opciones que tenía para decidir su camino. Pero no tuvo mucho tiempo para considerarlas, porque enseguida notó a su espalda dos presencias. Y una era tan ruidosa que sólo podía tratarse de Amano.

- ¡Buenos días! -exclamó el joven vestido de rosa-. ¿Lista para partir, por lo que veo?

Amano exhibía una sonrisa tan radiante como su kimono. Sin embargo, no quiso acercarse demasiado a Saori. Estaba claro que no tenía tanta confianza con ella como tenía con Washizuka, y todavía no tenía muy claro que fuera quien realmente decía. Pero parecía estar tratando de mostrarse animado.

- Hibiki y yo estamos también casi dispuestos. Ella está preparándose y saldremos en cuanto esté lista. Pero no tenemos ni idea de a dónde dirigirnos para buscar a ese Setsuna. ¿Sabes tú ya a dónde irás?

Y la observó curioso, con su shirasaya al hombro.

—Buenos días — saludé a ambas figuras*¹ con una leve inclinación de torso.

Mi rostro permanecía serio y sereno, casi impasible. Ni siquiera mostró una mueca de sorpresa cuando Amano comenzó a hablarme como si fuera una mujer. Ese hombre parecía ser más listo de lo que aparentaba con su extravagante kimono, pero no caería en su trampa.

Cuando terminó su frase, miré a mi alrededor, simulando buscar a alguien. Luego me encogí de hombros.

—Hum, por un momento creí que estabas hablando con otra persona, pero parece que aquí no hay nadie. A no ser, claro, que sea invisible a mis ojos, cosa que dudo — suspiré —. Amano, que confundas mi sexualidad es algo incómodo, ¿no crees? Sigo pensando que deberías dejar de beber tanto sake, parece que te niebla la vista.

Luego miré a la chica y sonreí coquetamente, como lo haría un joven de mi edad... supongo...

—¿Tú no pensarás también que soy una chica, verdad, Hibiki? Me haría sentir muy triste si fuera así — le guiñé un ojo antes de volver a mirar a Asano... en realidad, me sentía totalmente avergonzada por lo que acababa de hacer >//< ¡Maldito Amano! —... Tengo una ligera idea de adónde ir*². ¿Y vosotros? ¿Habéis pensado ya vuestro camino?

Amano pareció confuso. Por un momento, pareció que en efecto había sido una trampa para ver si Saori caía en ella... pero luego se rascó la cabeza y se inclinó para disculparse.

- Se ve que debería haber dormido un poco más, pero la urgencia obliga... Te pido disculpas, Kojiro-san.

Pero todavía parecía intrigado. Cuando Saori hizo aquél guiño a Hibiki, se quedó con la boca abierta, pero la chica se le adelantó antes de que pudiera responder.

Hibiki miró a Amano, confusa también porque este se hubiera dirigido a Saori con un "lista". Luego sonrió un poco azorada y con la disculpa del joven, y finalmente se ruborizó cuando Saori se dirigió a ella fingiendo ser su hermano.

- Eh... esto... -la muchacha no parecía muy acostumbrada a los halagos-. Pues nosotros hemos pensado que para localizar a Setsuna, deberíamos empezar por saber si el shinsengumi tiene datos de alguna persona que haya sido vista por la región y tenga su aspecto. De lo contrario, no tendremos nada...

Esperó, mirando a Saori, al parecer expectante por saber si la idea le parecía buena. Después de todo, salvo el capitán Washizuka, todos pensaban que era agente del shinsengumi.

Me hizo mucha gracia ver a Hibiki ruborizada. Aunque en cierto modo me sentía rara. Era... no sabría describirlo realmente... pero algo demasiado extraño. Sin poder evitarlo, maldecí de nuevo  en silencio a Amano...

—Sí, tendrán datos — comenté —. Pero si hubiera algún perfil que encajara con él, el capitán lo hubiera descubierto enseguida, ¿no crees? Yo propongo... informarnos por otras vías — miré a Amano —. En las casas de sake suele haber mucha información "secreta", ¿verdad?

Ése era mi plan al menos: además de informarme en el Shisengumi, tratar de conseguir información de otros medios menos... fáciles y quizá menos trasparentes pero posiblemente más directos o, al menos, suplementarios.

Hibiki y Amano se miraron sorprendidos. Estaba claro que no habían contemplado esa posibilidad.

- Pues es verdad que no es mala idea -dijo Hibiki-. Mi padre decía que lo que hacían los maleantes siempre se sabe en las casas de licores. Y si no, siempre nos podríamos enterar de algún rumor que nos guíe. El aspecto de Setsuna no es que sea "corriente", si alguien lo ha visto seguro que lo ha comentado por ahí...

Amano asintió mostrando su acuerdo.

- Es cierto -dijo-. Además, si se trata de casas de sake, yo soy un experto.

Guiñó un ojo pícaro a Hibiki, que no hizo ningún gesto pero volvió a ruborizarse.

- ¡Vayamos, pues! -exclamó, poniéndose en marcha. Parecía aún más animado-. ¿Quieres venir tú también, Kojiroh-San? Es posible que si han oído algo de Setsuna, también lo hayan oído de Shikyoh...

—Ehm... creo que...

Ir con ellos... suponía tener que estar aparentando más de la cuenta. ¿Y si Amano me tendía de nuevo otra trampa y caía en ella, revelando así mi personalidad? Era un enorme riesgo que no podía permitirme.

Aun así, debía admitir que tenía razón... si se trataba de buscar información en una casa de sake, él era el experto...

—Está bien, os acompañaré — dije finalmente —. Así el viaje será menos aburrido...

Amano sonrió ampliamente y comenzó a andar con garbo hacia la salida del templo. Saori no estaba muy segura de hasta qué punto sería buena idea aceptar la compañía del joven despreocupado... pero el capitán Washizuka confiaba en él. Además, Hibiki parecía muy contenta... o quizá aliviada, de que hubiera decidido unirse a ellos.

Sin perder tiempo, se dirigieron a la casa de sake más próxima. Amano la conocía bien, pero al llegar a la entrada, se detuvo y se volvió hacia sus compañeras.

- ¿Qué hacemos? -preguntó-. ¿Vamos todos juntos o preguntamos por separado? Llamaríamos menos la atención e iríamos más rápido...

Hibiki lo pensó un momento, y luego habló.

- Como prefiráis, pero creo que será mejor no separarnos mucho -opinó-. En la reunión se dijo que quizá nos sigan los pasos, y estaremos más seguros juntos...

─¿Qué os parece si vamos Hibiki y yo por un lado y tú por otro, Amane? ─ comenté ─. O al contrario, vosotros dos por un lado y yo por el otro. No me importa, pero tenéis totalmente razón en que los tres juntos puede ser demasiado llamativo y... los tres separados, demasiado peligroso.

Aun así, éramos tres personas... por lo que uno debía quedarse sólo. Aunque estaba segura de que podría ser una excelente luchadora, a simple vista Hibiki parecía la más indefensa de los tres... Amane sin embargo era fuerte y sabía moverse por estos lugares; y yo... bueno, yo tenía mi katana y (en teoría) era un shinsengumi, por lo que eso me daba cierta ventaja.

─De esta forma quizás ganemos más en seguridad y no atraeremos tanto la atención de las miradas... aunque habrá una persona que tendrá que correr algo más de riesgo ─ tras unos segundos meditándolo sonreí y asentí totalmente decidida ─. Id vosotros juntos. Yo... seré un shinsengumi en una casa de sake después de todo... atraeré la atención de las miradas aunque no lo quiera. Además, así vosotros podréis interrogar a los demás con mayor tranquilidad. Si ocurre algo, os avisaré... no os preocupéis. Y bien, ¿en marcha?

Amano se había acercado un pasito o dos a Saori cuando había propuesto que se dividieran, pero se frenó en cuanto ella decidió que sería mejor que se quedara con Hibiki. Esbozó una sonrisa de oreja a oreja, satisfecho con la conclusión de la chica.

- Sí -dijo-. Será mejor que yo acompañe a la joven Hibiki. Suerte en tu pesquisa, Kojiroh-san. Nos veremos fuera.

Amano hizo una reverencia prolongada, y luego se dirigió al interior. Hibiki lo siguió, negando débilmente con la cabeza. Saori no tuvo dificultades para saber lo que la chica estaba pensando. Seguro que hacer una reverencia no le parecía la mejor forma de pasar desapercibidos... pero no dijo nada.

El interior de la casa de sake no estaba muy concurrido. Al fin y al cabo, era por la mañana, y aquellos locales solían durante la tarde y la noche. Pero aún así había allí algunas personas. El dueño de la casa estaba colocando las botellas de sake, y dos sirvientas se afanaban en ordenar las mesas bajas y los tatamis. Dos clientes bebían con calma, hablando entre ellos en voz relajada. Otro grupo de tres clientes, más animado, reía y contaba en voz alta anécdotas de sus respectivos oficios, bebiendo junto a la ventana. Y en una esquina de la amplia estancia, un chiquillo arreglaba una escoba que parecía tener mucho uso.

Saori pudo ver que Hibiki se dirigía directamente a hablar con el dueño, pero Amano le indicó por señas que no lo hiciera y que sería mejor sentarse en una mesa, como si fueran dos clientes más. Tal vez la experiencia del joven en locales del estilo fuera útil, después de todo...

Mi primera decisión había sido ir a hablar con el dueño, tal como parecía que quería hacer Hibiki... pero, ver a Amano negar con la cabeza y sentarse en una mesa me hizo cambiar de idea. Por supuesto, la intuición de un bebedor de sake experto, como era Amano, sería mucho mayor en un local así que la de alguien que no había bebido sake en toda su vida.

Así que, copiándole a él, decidí sentarme en alguna mesa que estuviera libre. No sé por qué, elegí además la que más cerca estaba del niño que estaba arreglando la escoba. Los niños son inocentes después de todo y les encantan hablar; además, es imposible adivinar como pero... tienen ese don para enterarse incluso de los murmullos más silenciosos. Quizás él me pudiera echar una mano...

─¿Cómo va esa escoba, chico? ¿Necesitas ayuda?

El chiquillo dio un respingo cuando Saori se dirigió a él. Había estado tan concentrado en su tarea que ni siquiera había prestado atención a la joven cuando se había acercado a sentarse.

- ¡No... no, señor! -dijo azorado-. ¡Gracias, sois muy amable, pero me las arreglaré!

Por la vehemencia con que habló y el rubor de sus mejillas, estaba claro que había tomado a Saori por todo un miembro del Shinsengumi. Luego pareció darse cuenta de que atender a los clientes era más importante que arreglar una escoba vieja, y se apresuró a inclinarse hasta que su delgada espalda casi formó un ángulo recto con sus piernas.

- ¿Deseáis que avise a mi señor para que os atienda, señor? -preguntó nervioso.

Sonreí divertida al ver la reacción del chico. Desde luego, le había cogido desprevenido...

─No, no te preocupes ─ dije en tono calmado, tratando de infundirle confianza ─. Parece que está ocupado atendiendo otras mesas, ya tendrá tiempo de percatarse de mí sin necesidad de que le estemos metiendo prisa.

Hice una pequeña pausa antes de proseguir. Pausa que dediqué a mirar a mi alrededor.

─Hay mucha gente aquí, ¿suele haber tantas normalmente? Seguro que has tenido que ver a hombres bastante raros, ¿eh? ─ solté una pequeña carcajada ─. Yo una vez vi a un hombre tan gordo que no podía ni siquiera entrar por esa puerta... ni aunque fuera el doble de ancha entraría. Cuéntame tú, ¿cuál ha sido el hombre más raro que has visto? 

El chico sonrió al comprobar que Saori se dirigía a él con una actitud amigable. Se encogió de hombros ante la pregunta de la joven.

- Aquí siempre viene gente un poco rara, pero claro... ¡como tenemos tantos clientes!

En ese momento pareció recordar algo y movió la cabeza.

- Aunque la verdad es que últimamente han venido varios más extraños -explicó-. Hace unas noches incluso vino un hombre enorme vestido todo de blanco, pero con ropas de esas raras... de las que llevan los extranjeros. Y no sólo fue él, porque pidió un reservado y se reunió con más gente extraña. Incluso vino uno que tenía el pelo blanco, y traía una lechuza al hombro.

El chiquillo miró de reojo al dueño de la casa, que estaba distraído en ese momento, y habló en voz baja a Saori.

- Mi señor intentó hacer que el pájaro se quedase fuera... pero el cliente le echó una mirada espantosa y mi amo no pudo más que balbucear durante casi diez minutos del miedo -terminó riendo entre dientes.

─Debían ser unos hombres muy extraños, sí...

Guardé silencio durante unos segundos, tratando de pensar si alguno de los detalles que me había dado podía relacionarse con Setsuna o, sobretodo, con Shikyoh.

─¿Recuerdas cuántos eran? ─ pregunté finalmente ─. ¡Creo que tú has visto a más personas extrañas esa noche que yo en mi vida, muchacho!

Solté una carcajada, tratando de quitarle importancia al asunto para que siguiera hablando sin empezar a pensar que le estaba haciendo demasiadas preguntas sobre este tema... Lo que menos quería era que descubriera que estaba tratando de sonsacarle información y dejara de hablar sobre ello.

A Saori se le había erizado el vello de la nuca cuando había oído a ese chico decir que sólo unas noches antes, un individuo de cabello blanco había estado allí. Recordaba perfectamente el semblante horrible de Shikyoh, y ese era uno de sus rasgos distintivos, el pelo blanco y desgreñado. Sin embargo, una lechuza... eso no cuadraba. No recordaba haber visto nunca a Shikyoh acompañado de una lechuza, y el capitán Washizuka tampoco le había mencionado nada al respecto.

Trató de calmarse. Sólo por que alguien tuviera el cabello blanco, no significaba que fuese Shikyoh. Y ahora que lo recordaba, en la reunión del templo Ichijo se había mencionado también que Setsuna, el ser que había causado la muerte del padre de Hibiki Takane al encargarle aquella terrible katana, tenía el pelo largo y blanco, recogido en una coleta.

¿Sería alguno de ellos dos el hombre que aquél muchacho había visto? ¿O era una pista falsa y tal vez era cualquier otra persona? La voz del jovencito interrumpió sus pensamientos...

- Pues tal vez fuesen diez o más -dijo el muchacho, tratando de recordar-. Solo sé que el reservado estaba lleno, y es de diez plazas...

Luego pareció recordar algo, y de pronto se puso nervioso.

- Pero... mi señor me dijo que me olvidara de ellos -murmuró-. No parecían gustarle y se alegró mucho cuando se fueron...