Partida Rol por web

El camino al templo fue rápido, pero Kaori tuvo que abrirse paso entre carros, transeúntes, rikishas y caballos. Todos intentaban apartarse lo antes posible cuando veían su uniforme del shinsengumi... pero con lo abarrotadas que estaban las calles de Kyoto no era tarea sencilla.

Por fin, llegó frente al templo Ichijo. Cuando entró a toda prisa, pudo ver que Lee estaba en el patio, junto al sacerdote Ichijo. Parecían estar esperándola.

El sacerdote vio llegar a Kaori y se adelantó con paso rápido para recibirla. Tenía en la mano el sello ceremonial que habían encontrado en la callejuela por la que Shikyoh había escapado.

—Me alegro de que hayas vuelto tan rápido, Kojiroh-san —dijo con una inclinación—. Lee-san me ha contado lo ocurrido y me ha enseñado este... artefacto.

Alzó la mano en la que sujetaba el sello y frunció el ceño.

—Es antiguo y potente, está claro —explicó—. Y está lleno de energía espiritual malvada. Tanto que creo que no podrá purificarlo, habrá que destruirlo para que deje de ser peligroso. Lee-san me ha descrito el ser al que se enfrentó, y por lo que cuenta, es posible que este sello se haya utilizado en un ritual de reanimación impura. Tal vez el hombre al que perseguís muriese durante este pasado año y alguien lo haya reanimado para usar su cuerpo como una marioneta. Todo encajaría... y si ese Shikyoh es tan peligroso como decís, será un gran problema si está del lado de nuestros enemigos.

Lee asintió y continuó la explicación mirando con gravedad a Kaori.

—Según el sacerdote Ichijo, no basta un sello para mantener activo el cuerpo de Shikyoh —dijo—. Harían falta al menos tres. Y no podremos acabar con él mientras los sellos sigan en su poder. Tendremos que arrebatárselos o mutilar su cuerpo hasta tal punto que no pueda seguir actuando. Aunque ha cometido el error de perder uno de ellos, eso nos lo pondrá un poco más fácil...

Se dirigió al sacerdote.

—Dejaremos en vuestras manos la tarea de destruir este sello —dijo—. Pero deberíamos partir para encontrar al resto del grupo y prevenirlos. Ahora sospechamos que nos tienen vigilados, así que probablemente estarán en peligro de ser emboscados. ¿Tú has averiguado algo más, Kojiroh-san?

—¿El sello es lo que lo mantiene con vida?

La pregunta salió casi instintivamente. Aún me costaba asimilar que Shikyoh estuviera realmente... casi muerto. Ojalá fuera así, pero me costaba creer que una persona muerta pudiera moverse. Pese a todo, creía en Lee... y, si lo que decían era cierto, sería más fácil derrotarle ahora.

En cualquier caso, no teníamos tiempo para muchas preguntas. Debíamos avisar al grupo cuanto antes.

—Lee-san, debemos partir ya — dije, mirándole con gesto serio —. Estoy seguro de que Shikyoh ha salido de la ciudad en dirección a Edo. Tenías razón, debemos avisarles antes de que lleguen ellos. Presiento que saben de la misión del grupo que iba hacía allí...

Luego miré a Ichijo, e incliné ligeramente el torso en muestra de respeto.

—Gracias por hacerse cargo del sello, Ichijo-sama. Cuando consiga el resto de sellos, vendré de nuevo a entregárselos.

Genbo Ichijo asintió con deferencia.

—Si lográis despojar a Shikyoh de los demás sellos, me haré cargo de destruirlos con seguridad —prometió—. Ahora debéis marcharos sin tardanza. Quién sabe qué otras trampas habrán preparado nuestros enemigos. Confieso que estoy muy preocupado por mis hijos...

Les guió hasta el pequeño establo del templo y les entregó dos caballos.

—Utilizadlos para viajar más rápido. Akari, Juzoh y Yuki han ido por la Tokaido, la ruta hacia Edo que discurre por la costa sur. Seguramente podréis alcanzarlos si partís con premura. Y no os preocupéis si tenéis que abandonar las monturas, tenemos otros problemas más graves entre manos que perder un par de caballos. ¡Mucha suerte!

Sin perder tiempo, Kaori y Lee subieron a los caballos y pusieron rumbo al este, hacia Edo. Partieron al galope, lo cual fue gracioso durante un trecho, porque era bastante obvio que el monje chino no estaba muy acostumbrado a cabalgar. Pero superó el escollo enseguida y pudieron avanzar con mucha rapidez.

Dejaron la ciudad y se unieron a la ruta principal de la Tokaido, el camino imperial que había unido Kyoto y Edo durante todo el período de dominio de los Tokugawa. Dejaron atrás viajeros, carros, patrullas de guardias y poblaciones, deteniéndose sólo de cuando en cuando para dar un pequeño respiro a los caballos y poder beber. Su único objetivo era alcanzar al resto, costase lo que costase, antes de que cayeran en alguna emboscada de sus enemigos.

Habían cabalgado mucho rato sin decir nada, concentrados, pero entonces el monje rompió el silencio con su marcado acento chino.

—No he visto a ninguno de ellos, ni a nadie que se les pareciese —dijo Lee—. Y está a punto de caer la noche. Deberíamos detenernos en alguna posada y preguntar si les han visto. Una muchacha vestida de onmyoji, un grandullón con un tetsubo y una joven de melena larga y rubia. No pueden haber pasado desapercibidos...

Miró a Kaori, para ver qué le parecía su sugerencia.

Cuando paramos la marcha forzada, acaricié la crin del caballo y escuché atentamente a Lee. Luego asentí a sus palabras.

—Sí, es lo mejor — añadí, algo desanimada —. Si han pasado por aquí, alguien les reconocerá en cuanto los describamos. Admitámoslo, somos un grupo muy... extraño.

Sonreí ligeramente, y di un par de palmadas suaves de aprobación al caballo.

—Te has portado muy bien, chico — le susurré —. Te mereces un descanso.

Finalmente hice un gesto con la cabeza a Lee, y reanudé la marcha... esta vez al trote siguiendo el camino hasta que topáramos con la primera posada que hubiese.

Kaori y Lee no tardaron demasiado tiempo en encontrar una posada en la que poder preguntar. La Tokaido era una ruta muy importante, y las estaciones de descanso estaban diseminadas por ella cada cierta distancia para que los viajeros no tuvieran que realizar largos trechos de camino si no lo deseaban. Se desviaron de la ruta en cuanto llegaron a la primera de ellas.

Las pesquisas fueron rápidas. El posadero no recordaba a nadie que respondiese a la descripción de Akari, Juzoh ni Yuki porque había estado todo el día ocupado en el interior, y nadie con ese aspecto había entrado en el establecimiento. Pero les sugirió que preguntasen a los sirvientes que trabajaban en el exterior, y eso hicieron. Tuvieron suerte, porque uno de ellos les dijo que efectivamente les había visto pasar en dirección al este, muchas horas antes.
 

Lee suspiró aliviado al enterarse de aquello.

—Bueno, supongo que eso significa que no han caído en ninguna trampa ni emboscada —dijo—. Al menos, en ese momento. Viajaban a pie, así que podríamos descansar durante la noche al menos unas horas y partir mañana temprano. A caballo les alcanzaremos seguro.

Viajar de noche era siempre arriesgado, y además, sería mejor que estuvieran lo más descansados posible si, como parecía probable, pronto tendrían que enfrentarse a los enemigos que les acechaban.

Al enterarme de la noticia, sentí un enorme alivio. Sin embargo, rápidamente adopté un tono serio como de costumbre. Cuando me relajaba, se me notaban más mis facciones femeninas...

—Está bien — contesté —. Descansemos, pero partamos justo cuando los primeros rayos de sol anuncien el alba. No tenemos tiempo que perder, nuestros enemigos seguro que no lo harán...

Después de saber lo de los sellos y que Shikyoh era algo así como un muerto con vida... sentía que, probablemente, ellos no necesitarían descansar... En ese momento, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Aunque traté de que no se me notara cambiando el tema de conversación.

—Comamos algo... cabalgar tanto me ha abierto el apetito.

Mentía, no tenía hambre. Pero, de todas formas, comer nos vendría bien para recuperar energías...

El desayuno fue frugal. Kaori y Lee eran guerreros, cada uno en su estilo, pero ambos estaban acostumbrados al estoicismo. Y además, estaban concentrados y tenían prisa, así que ingirieron lo justo para mantener su cuerpo fuerte y sus sentidos alerta.

Sin perder tiempo, subieron a sus caballos y retomaron camino por la Tokaido cuando el sol se alzaba ya sobre los montes al este. Comenzó a nevar con fuerza, pero no prestaron atención a los copos que caían a su alrededor. Dejaron atrás otros dos pueblos y estaciones de descanso, hasta que llegaron a la frontera con Ise, la provincia vecina. Sin embargo, les sorprendió comprobar que el acceso estaba cerrado, y que un gran tapón de carros, carretas y viajeros a pie se apelotonaba ante la puerta del puesto fronterizo.

Aquello era muy poco habitual. ¿Qué podía haber pasado?

Justo en ese momento, mientras se preguntaban cuál podía ser la causa del bloqueo, Lee reprimió una exclamación, y señaló un punto de la empalizada a lo lejos, en dirección norte.

—¡Kojiroh-san! —dijo el monje— ¡Allí, mira!

Kaori siguió la dirección del dedo de Lee y también abrió mucho los ojos por la sorpresa. A lo lejos, podían ver a dos personas cruzando la empalizada sin ser vistos. Y era obvio incluso a esa distancia que una de ellas iba vestida de blanco y tenía una larga y brillante naginata. Sólo podía ser Yuki.

¡Era Yuki! No tenía la menor duda de ello.

Rápidamente, asentí con mi cabeza a Lee, dándole a entender que también la había visto. Estaban cruzando la empalizada a escondidas, por lo que no podíamos avisarles con aspavientos o gritos, ya que eso podría ponerlos en un aprieto. Ni siquiera sabíamos qué había pasado y por qué estaba cerrada la frontera.

—Vamos, Lee-san — le dije, espoleando el caballo al acto y dirigiéndome hasta donde estuvieran los guardias.

Era una shisengumi, así que a nosotros no nos prohibirían el paso. Si Yuki y los demás entraban, nosotros también debíamos hacerlo y reunirnos con ellos en el interior antes de que se alejaran más. Además, hablar con el guardia y distraerlo les daría el tiempo suficiente como para que terminaran de escalar la empalizada sin ser vistos.

Kaori y Lee se apresuraron a cabalgar hacia el puesto fronterizo. Allí, una reja de bambú de troncos gruesos y resistentes cerraba el paso a los viajeros que, airados, daban la vuelta para regresar hacia las posadas más cercanas. La ventisca que caía era cada vez más fuerta, y aunque iba bien abrigada, Kaori empezaba a sentir el mordisco del viento y la nieve.

Al llegar a la puerta, un guardia con cara de pocos amigos les cortó el paso.

—¡Alto! —dijo—. El paso está cerrado por orden del daimyo de Ise. No podéis seguir.

Cuando escuché el alto del guardia, fruncí el ceño y le miré seriamente.

—¿Desde cuando se le prohíbe el paso a los miembros del shinsengumi?

Era la primera la primera vez que me pasaba algo similar, y no estaba dispuesta a tolerarlo. Menos en un momento como éste...

—¿Acaso no sabe para quiénes servimos? Servimos al shogunato, y velamos por la seguridad del imperio de Japón — le miré por encima del hombro, mostrando con orgullo mi uniforme que me delataba como miembro del cuerpo, y dejándole claro que mi posición era superior a la de él —. Tengo órdenes para entrar en la provincia y capturar a unos criminales, ¿quieres impedirme que lleve a cabo mi misión? Entonces tendré que hablar con tu jefe y pedirle explicaciones.

Esperaba amedrentarle con eso... después de todo, un shinsegumi hubiera actuado de igual manera, o incluso con consecuencias más graves, que las que estaba usando ahora.

El guardia tragó saliva ante la seguridad de la respuesta de Kaori. La verdad era que le había salido convincente, sobre todo para un pobre guardia de carretera que lo último que quería era meterse en líos con el shogunato. Y más en una época tan convulsa.

—Bu... bueno —titubeó—. Acompañadme, consultaremos con el jefe del puesto...

Y guió a Kaori y Lee al interior de la caseta cercana de la empalizada.