Partida Rol por web

—¡Muy bien, Akari! —exclamó Juzoh.

Estaba acostumbrado a ver a su hermana realizar aquellas proezas espirituales, pero en aquella situación le sorprendió el aplomo que la chica había mostrado.

Siguiendo los instintos que acababa de despertar en su interior, Kaede se concentró en la presencia más cercana. Sus pasos le llevaron hasta unos arbustos, de los que sobresalía una roca que empezaba a cubrirse de nieve. En ese momento, un pequeño lagarto verde salió de las hojas y se plantó sobre la roca, mirando expectante al joven. No parecía asustado, si no más bien muy atento, como si en cualquier momento fuera a decir algo, o estuviera esperando a que fuera Kaede quien le saludara.

Aquello era realmente sorprendente, y hubiera sido cómico si la situación en la que estaban no hubiese sido tan apremiante.

Mientras Kaede se alejaba unos pasos buscando algo que sólo él sabía qué era, Yuki y Zantetsu comprobaron que la ventisca arreciaba. Ya no se podía ver más allá de unos trescientos pasos, y los carros de la Tokaido empezaban a dar la vuelta para dirigirse rápidamente hacia la posada más cercana que, como Yuki bien aventuraba, pronto estaría llena hasta los topes.

Al mirar alrededor, Yuki pudo vislumbrar una cabaña cercana en dirección noreste. No parecía muy grande, pero tal vez pudieran refugiarse allí hasta que la tormenta pasara. La alternativa era tomar el camino del resto de viajeros y probar suerte en la estación de descanso, aunque seguramente tendrían que estar más apretados...

Me acerqué al lagarto y me arrodille para mirarlo a los ojos.

-Hola amiguito- dije primero en voz alta y luego en mi mente, buscando entender como se lograba esa conexión.

Una vez que lo hice sonreí. El maestro Shingen había dicho que por mas que nada hablasen los animales se hacían entender.

-Necesito que me digas que pasa en las montañas, si es que lo sabes, si no podrías averiguarlo por mi? Estaré un rato mas en la carretera antes de buscar una posada-

Una vez dicho eso me levanté y espere a ver si había alguna respuesta antes de regresar con el grupo.

Yuki se tapó los ojos. La nieve golpeaba su piel con fuerza, como pequeños cristalitos de hielo, dificultando la visión. Era realmente molesto, al igual que el sonido del viento. Al ver a los carros dar la vuelta la joven guerrera maldijo mentalmente su suerte. Pronto se dio cuenta de que se había apresurado. A unos metros, no demasiado lejos, había una cabaña. Con un poco de suerte estaría abandonada o los dueños les dejasen pasar allí la noche.

–Mire, maestro– dijo señalando en dirección al posible refugio.– Allí hay una cabaña. Sé que no es donde quedamos con Akari-sama, pero deberíamos ver si podemos refugiarnos allí.

La muchacha se giró para buscar con la mirada a su hermano. No tardó en localizarlo a lo lejos. Había dicho que no tardaría en alcanzarlos, pero con la tormenta golpeando cada vez más fuerte era mejor no alejarse demasiado. Especialmente si iban a separarse del camino.

–Deberiamos avisarlo– dijo al viejo ninja tratando de hacerse oír por encima de viento y caminando en dirección a su hermano– ¡Eh! ¡Kaede!¡Ka-e-de!

Mientras esperaba la reacción de su hermano, miró a su alrededor. ¿Seguiría aquella obsesiva lechuza rondando o se habría refugiado?

El pequeño lagarto giró la cabeza un poco mientras Kaede le hablaba. El joven no tenía muy claro si aquello estaba funcionando, pero entonces... ¡el reptil hizo un gesto parecido a un asentimiento! Kaede se quedó sin habla, y vio cómo el lagarto bajaba con rapidez de la roca y se perdía entre los arbustos.

¿De verdad... acababa de hablar con un lagarto?

En ese momento oyó la voz de su hermana a su espalda.

—¡Eh! ¡Kaede! ¡Ka-e-de! —Yuki le estaba llamando.

Poco después de que Akari terminase el breve ritual, y antes de que ninguno más de los presentes pudiera decir nada, un guardia entró en el puesto de vigilancia acompañado de dos hombres. Juzoh reprimió una exclamación de sorpresa. ¡Eran Kojiroh y Lee!

Estos, por su parte, pudieron ver que en ese sitio sólo había guardias. Aparte de eso, Juzoh estaba de pie junto a Akari, que se encontraba agachada sobre un soldado que parecía estar agotado y enfermo.

El esfuerzo requerido para reparar el daño espiritual del soldado es enorme. Pero tras unos minutos, que parecen eternos, consigue que el hombre deje de sufrir y vuelva a la normalidad. Aunque ese enorme daño espiritual ha pasado factura a su cuerpo. Ella también está cansada pues ha necesitado usar más energía de lo habitual.

-Bueno, parece que ya está. Tumbadlo en algún lugar cómodo y cubridlo para que descanse. No le forcéis a trabajar hasta que no se sienta totalmente recuperado.

En ese momento, entran dos conocidos en el puesto de control. Kojiroh y Lee están ahí. Parece que, contra todo pronóstico, todos se están reuniendo y eso le hace pensar en que todo se precipita hacia el final. Antes que se den cuenta, ya estarán en la Puerta del Infierno combatiendo a Kagami y a sus secuaces.

-Hola... ¿qué hacéis aquí? - les mira extrañada.

Lee se inclinó ante los presentes, con su rostro serio como de costumbre. Estaba feliz de haber encontrado a los hermanos, quizá después de todo hubieran llegado a tiempo.

—Me alegro de veros de nuevo, hermanos Ichijo —dijo—. Pero...

Se interrumpió, recordando lo que habían visto hacía un momento. No quería revelar ante todos aquellos guardias que sabía que Akari y Juzoh no viajaban solos.

—Bueno, no importa. Es bueno que nos hayamos encontrado. ¿Podéis contarnos qué ha pasado?

Cuando Yuki llamó a Kaede, su hermano estaba ya dándose la vuelta para volver a reunirse con ellos.

En ese momento, pudieron escuchar un sonido a lo lejos. Venía del puesto fronterizo, y sonó como un relámpago. Al mirar en aquella dirección, alcanzaron a ver por un segundo una luz parecida a aquella que había hecho sentir tan mal a Yuki y Kaede. ¿Qué habría pasado allí?

Casi inmediatamente, los tres guerreros supieron con certeza que alguien les observaba. No podían explicar muy bien cómo, simplemente ese sexto sentido que sólo se desarrolla con el duro entrenamiento de las artes marciales se había activado. Había algo cerca. Algo que les había puesto a todos en tensión. Y el frío de la ventisca seguía arreciando...

El tiempo estaba volviéndose más y más agresivo por momentos y, Yuki se sentía como si estuviera en medio de un tormenta de arena, con toda aquella nieve arremolinándose, golpeando los brazos desnudos y los ojos. Era terriblemente molesto... Y a todas luces peligroso. Aún seguía con la adrenalina por las nubes, pero sabía que, aunque no tuviese aquella sensación, morirían todos congelados si no iban a aquella cabaña.
-Espero que Akari y Juzoh hayan encontrado refugio... Pero no podemos esperar ni buscarlos con el viento así. Vamos a la cabaña.
La muchacha comenzó a avanzar cuando de nuevo vio aquel rayo y volvió a estremecerse por algo que no tenía que ver con el frío. De nuevo aquella sensación, aquel presentimiento...¿Por qué esa sensación de familiaridad? ¿Por qué antes, con el primer rayo había pensado en Moriya...y en su padre? Y aquella sensación de que les seguían...¿Que sería? ¿Amigo o enemigo? ¿Habrían encontrado los hermanos Ichijo la forma de localizarlos?
-¿Serán ellos?- dijo refiriéndose a los hermanos en voz baja, pero sin poder evitar tomar una actitud defensiva -¿Oíste algo antes, Kaede? ¿Por eso paraste?
Yuki no sabía hasta que punto llegaban los poderes de su hermano, pero si sabía que sus sentidos estaban muy agudizados, no solo gracias al entrenamiento, si no también gracias a la poderosa línea de sangre que fluía en su interior. Sin dejar de acechar a su alrededor, la joven apretó el paso. Cuánto antes llegarán a la cabaña antes podrían poner sus ideas en orden.

Zantetsu asintió con la cabeza. No tenía respuestas pero observaba con atención cada detalle, buscando la forma de entender qué era lo que estaba pasando. La cabaña no era la mejor de las ideas, pero desde luego que la ventisca les obligaba en cierto modo a refugiarse alli. Alguien entre los dioses quería que ese fuera su destino, así que hacia allí se dirigieron. 

Al entrar, miré a Akari y a Juzoh, y sonreí ligeramente a modo de saludo. No esperaba encontrármelos aquí... de momento sólo pensaba en cruzar y encontrar a Yuki. Pero si Akari y Juzoh estaban, Yuki debía haber llegado con ellos. Era un alivio saber que estaban bien... aunque no podía decir lo mismo del guardia al que atendía Akari.

—Por fin os encontramos — le dije —, pero hablemos luego de nuestros asuntos.

Guardé silencio, pues prefería hablar de "nuestra misión" en privado. Aún así, esperé a ver qué respondía a la pregunta de Lee. Yo también sentía curiosidad por saber qué había podido pasarle a aquel guardia. ¿Tendría que ver con Shikyoh?

Mientras iba regresando pude ver nuevamente aquel destello, ese relámpago que no parecía traer nada nuevo.

Ante la pregunta de Yuki solo asentí -Algo así- suspire, las inclemencias del tiempo comenzaban a pasar factura, encontrar refugio se había convertido ahora en una prioridad.

-Vayamos- dije apurando el paso -pronto descubriremos que es ese destello-

-Estábamos intentando cruzar, pero el Señor de Ise ha ordenado cerrar todos los controles. Hubo un incidente en el camino ayer en el que unos gaijin atacaron a los transeúntes mientras estaban poseídos. El Señor de Ise cree que puede mantener a los espíritus lejos de su provincia si cierra las puertas.

Se pone en pie y se acerca a los demás.

-El jefe de la guardia ha dejado caer que nos ayudará a cruzar si ayudaba a su hombre. Ha sufrido un increíble daño espiritual debido al relámpago que se ha visto al norte. Debemos darnos prisa... se nos acaba el tiempo.

El jefe de los soldados se había acercado a examinar al guardia que Akari acababa de atender. Se le vio muy relajado al comprobar que respiraba de forma regular y sólo parecía dormir ahora. Lo acostaron en un futón, y le dejaron reposar. El guardia se dirigió a Akari.

—Os estoy muy agradecido por la ayuda que nos habéis prestado —dijo con una inclinación bastante acusada—. Temía que su mal no tuviera remedio, o que este llegara demasiado tarde. Estoy convencido de que vuestras intenciones son buenas, y ninguno de mis hombres lo pondrá en duda.

Lanzó una mirada alrededor, pero ningún guardia hizo el menor movimiento ni dijo nada.

—Sin duda, vuestras habilidades serán de utilidad al señor de Ise —continuó—. Seguro que no pondría objeciones a que os presentárais ante él para ofrecerle vuestros servicios.

Guiñó un ojo a Akari de forma imperceptible. Luego se dirigió hacia Lee y Kojiroh.

—¿Y qué podemos hacer por un representante del shinsengumi? —preguntó—. Parece que os conocéis, ¿acaso viajáis juntos?

Sin perder tiempo, los tres guerreros se dirigieron hacia la cabaña. Lo primero era asegurarse un refugio, y después ya pensarían en cómo reunirse con Akari y Juzoh. No sería difícil estar atentos para cuando cruzasen la puerta del puesto fronterizo... si la cruzaban, claro.

Caminaron hacia la pequeña construcción, mientras a su espalda las huellas que dejaban se borraban rápidamente debido a la nevada. A su alrededor todo era cada vez más difuminado y blanco, y no podían ver a mucha distancia. Entonces notaron algo...

Zantetsu hizo un movimiento rápido, casi por reflejo, describiendo un arco ascendente con una de sus cuchillas. Se oyó un tintineo metálico y una chispa brilló en el aire frío. Un kunai cayó al suelo, desviado por la hoja del ninja... pero antes de que pudieran sorprenderse de aquello, fue Kaede el que desenvainó su katana a toda velocidad, mientras apartaba la pierna izquierda de la trayectoria de otro proyectil, que se hundió profundamente en la nieve.

Desde algún punto indeterminado, alguien les estaba atacando por sorpresa.

Al ver el kunai en la nieve, la muchacha se maldijo a sí misma. Había estado demasiado pendiente de la lechuza, y la certeza de que no podría volar con aquel temporal le había hecho bajar la guardia. La guerrera sacó la naginata y sus ojos repasaron el entorno. La nieve seguía cayendo con fuerza, dificultando la visión, pero ahora, Yuki parecía un depredador acechando una presa. Decidida a localizarlo antes de que continuase con su cobarde ataque en la distancia