Partida Rol por web

Sigue murmurando sus sutras para conseguir la atención de los dioses. Si el arma de Kouryu es el origen de su poder, debe intentar desarmarlo. ¿Cómo? La única posibilidad sería intentando herir la mano de Kouryu y hacer que suelte el arma. Estando en trance, es el mejor momento. El problema radica en cómo conseguirlo. Si Kagami estuviese atrapado en el interior de la espada, podría invocar su poder para calentar el metal y hacer que el dragón soltase el arma... pero Kagami no está con los demás Guardianes.

Quizá con el poder de la Tierra. Intenta pedirle a Gembu, u Okina, que le preste su poder para hacer que espinas de roca salgan de la empuñadura. Si hace el daño suficiente... quizá Kouryu suelte la espada y puedan acabar con él de una vez por todas.

El sentimiento que experimentamos no fue nada agradable y no podía quedarme de brazos cruzados ahora, ya había pasado a la defensa, era hora de nuevamente pasar al ataque, por lo que me lancé rápidamente a desarmar a Koryu intentando desarmarlo y terminar con esto de una vez.

Justo en el momento en que Kaede se dirigía hacia él, Kouryu actuó. Un freno invisible pareció desvanecerse, y con un grito terrible, el ser se lanzó sobre la Dama que había tomado posesión del cuerpo de Yuki. La hoja de su espada descendió hacia la cabeza de la guerrera, que no hizo nada por detener el golpe. Habiendo aceptado su destino, no quedaba más que esperar y ver qué les reservaban los dioses a todos ellos. Ella había hecho lo que estaba en su mano, lo único que ella podía hacer.

Y resultó que, de algún modo, fue suficiente. La katana de Kaede, impulsada por el poder de Seiryu, bloqueó el golpe de Kouryu. Aunque el joven era fuerte, y más cuando estaba poseído por el espíritu del dragón del viento, el bloqueo no hubiera bastado para desarmar a su oponente... de no ser por el poder de Akari. Justo en el momento en que las dos hojas chocaron, la empuñadura del arma de Kouryu pareció volverse contra su portador. Unas espinas de roca surgieron del mango, e hicieron que fuese más difícil sujetarla. La espada se escapó de entre los dedos de Kouryu y voló, casi como si el tiempo se hubiera ralentizado, hasta caer unos metros más atrás.

De inmediato, Kouryu pareció empequeñecer. Seguía teniendo el aspecto de un hombre alto y corpulento, pero el aura terrible que lo rodeaba se había atenuado mucho. Aún así, todos sabían que continuaba siendo un guerrero extremadamente hábil, y no debían bajar la guardia.

Kouryu se quedó parado frente a la Dama, desarmado. Si estaba sorprendido o alarmado, su rostro no lo evidenció. Parecía estar cavilando, o quizá luchando consigo mismo. Todos lo miraban, pero no se atrevían a lanzarse sobre él, por mucho que hubiera perdido la espada que supuestamente le daba un poder tan sobrehumano.

—¿Creéis que podéis oponeros al destino? —preguntó—. Es inútil. El destino puede ralentizarse, pero no detenerse. Os alcanzará, tarde o temprano. Y tú lo sabes.

Al decir aquello, levantó un brazo para señalar a Yuki, como si estuviera lanzando una maldición funesta. Pero en realidad, era algo que la guerrera ya sabía.

Se permite una sonrisa al ver que su plan ha funcionado. Cuando el arma cae, deja su posición para recuperarla rápidamente. No pueden dejar que caiga en las manos de Kouryu otra vez. Duda, por un segundo, en cogerla, pero no puede dejarla ahí pues teme que no solo Kouryu pueda hacer un uso del poder que esconde el arma. Al fin y al cabo, en ella se esconde el poder de dos de los Guardianes.

La coge con reverencia, esperado que nada malo pase.

–Tú eres el único que está huyendo de él, pero no lo lograrás. Esa purificación con la que sueñas no es más que un lodo negro en el manantial– Poco a poco, la Dama comenzó a moverse. Sentía punzadas de dolor que nada tenían que ver con sus heridas. Era su propia naturaleza la que la consumía para que lograse llevar a cabo su cometido. No podría mantener aquella forma durante mucho tiempo en ese plano, pero tampoco podía volver atrás por miedo a lo que estaba por venir. La joven se irguió de nuevo con orgullo. Pensar en su padre o en aquel extraño ente, Alina, le daba fuerzas para dar aquel paso. A un lado, había gente que quería que necesitaba de su sacrificio. Al otro, había un ser querido esperando –. ¿Sabes cuál es nuestro destino? Tu y yo, vamos a volver al lugar de donde nunca debiste salir y me encargaré de que te quedes allí cerrado para siempre. Por el rabillo del ojo, vio como la onmyoji recogía aquella espada. Esperaba que aquello liberase las almas, aunque no sabía que ocurriría con ellas. ¿Renacerían en otro cuerpo o el cuerpo de los guardianes desaparecidos aún existía? En cualquier caso, aquellos extraños y nuevos tiempos no serian para ella, sino de los que allí se quedaban. –Akari. No hay tiempo ni necesidad de ir hasta la Puerta para cerrarla. Tienes que sellarla desde aquí. Puedes hacerlo y lo harás.– la Dama cruzó una mirada con la sacerdotisa. A pesar de no saber medir sus fuerzas, malgastándolas con problemas menores, percibía una voluntad y un poder extraordinarios dentro de ella. Sería capaz, aún en la distancia, de sellar el portal para siempre. Por un momento, La Dama pensó en volver a colocarse el amuleto, para que este le guiase en el camino que tenía por delante, pero algo le decía que los recuerdos ancestrales le llevarían por donde debía ir. Entonces miró a sus hermanos. Ambos necesitaban algo que les guiase, en especial Kaede, quien se quedaba de nuevo con una enorme responsabilidad en sus hombros. Aprovechando que aún estaba a su lado después de que se abalanzase para protegerla, le dio el magatama con un susurro "Guárdalo. Te guiará". Sin mirar atrás, Yuki avanzó con paso firme hacia Kouryo y concentró todo su ser y su poder para dar el que esperaba fuese el golpe final.

La situación cambiaba a cada momento pero tras mi desarme parecía que teníamos una posibilidad, aferraba con fuerza mi espada por lo que Koryu podría llegar a hacer, parecía estar seguro de ganar, de que el destino que tenía preparado para nosotros, para el mundo fuese inevitable.

Fue entonces cuándo Yuki actuó, o mejor dicho, La Dama del Invierno, la vi avanzar y escuché hablar, cuándo su mirada se cruzó con la suya sentí a mi hermana en ella y entonces me entregó esa Magatama.

Estiré mi mano para no dejarla ir pero solo agarré el aire mientras gritaba su nombre y ella se lanzaba contra Koryu.

Nada más coger Akari la imponente arma caída en el suelo, las esferas que decoraban su guarda, una de color blanco y la otra de color negro, empezaron a brillar. La empuñadura pareció calentarse, pero no era el metal lo que emitía ese calor, si no la intensa fuerza espiritual que estaba contenida en las bolas. Ambas estallaron casi a la vez, y justo en ese momento la espada pareció envejecer a toda velocidad. Se cubrió de herrumbre y poco a poco se desmenuzó en la mano de la joven onmyoji, hasta quedar reducida a un montón de polvo metálico a los pies de Akari.

Casi al mismo tiempo, la Dama avanzó para lanzar su ataque final sobre Kouryu. El ser ni siquiera trató de esquivar la hoja helada de la naginata, que lo atravesó desde el hombro izquierdo hasta la cintura derecha. Aquél golpe hubiera bastado para partir en dos a un hombre normal, pero la hoja metálica pareció pasar a través de Kouryu como si este fuese inmaterial. Lo único que hubo fue un destello cegador de color amarillo, parecido al que habían visto en el horizonte el día que habían cruzado el puesto fronterizo.

El tiempo pareció detenerse por un instante infinito, y después, Kouryu se desplomó.

El ser corpulento se quedó inmóvil en el suelo, mientras las gotas de lluvia continuaban cayendo sobre él. Sin embargo, no estaba muerto, pues movió uno de sus brazos. Cuando habló, su voz era diferente, más grave pero a la vez mundana. Una voz que tanto Kaede como Moriya y Yuki reconocieron al instante.

—Bien hecho... 

La voz denotaba una gran debilidad y agotamiento. El espíritu del Dragón Amarillo había abandonado aquél cuerpo. Gaisei era una vez más Gaisei... al menos por el momento.

Está por soltar el arma cuando nota como se calienta, pero no dura ni un segundo. Enseguida, la espada se corroe y se vuelve polvo. Ya no queda nada del poder del dragón amarillo ni de los Guardianes derrotados. Poco le importa lo que pase ahora pues parece que Kouryu ha desaparecido y ha abandonado el cuerpo del padre de Yuki, Kaede y Moriya. Tiene algo más importante que hacer.

Corre rápidamente a atender a su hermano.

-Juzoh, ¿puedes oírme?

Analiza las heridas que tiene su hermano.

La Dama caminó hasta agacharse junto a Gaisei. Por algún motivo, permanecía en esa forma que la estaba matando y no parecía preocupada por ello. La puerta aún tenía que cerrarse y Gaisei y ella debían ir al otro lado antes de que eso ocurriese. Por un momento pareció que iba a decir algo a Akari. A recordarle cual era su deber, pero cambió de opinión. En lugar de eso, apretó la mano de Gaisei. Podía esperar a que comprobase que su hermano estaba vivo. Esperar también a que Kaede y Moriya se despidiesen de su padre y de ella misma.

No serían más que unos minutos. No sobraban. Pero eran necesarios para que comprendiesen. Para poder cerrar el círculo y que la incertidumbre no los convirtiese en otros Setsuna o en recipientes de espíritus tan nocivos.

Dejé ir el espíritu de Seryu, el combate había terminado, enfundé la katana y me acerqué a mi padre y a Yuki...o la Dama del Invierno.

Me arrodillé a su lado.

-Esto no debería terminar así...- susurré con evidente tristeza y semblante de derrota.

–Pero es como debe acabar

La mano libre, con la que no sostenía a su padre, tomó la de su hermano y, a pesar del tono frío de su rostro, esbozó una sonrisa triste. La misma sonrisa con la que se había despedido cuando fue a conocer el hogar de sus ancestros, y estaba convencida de que no volverían a verse en mucho tiempo. Después miró a Moriya, que aún no se había acercado. Había sido una idiota. Su otro hermano nunca cambiaría. Pero ya no importaba. 

–¿Padre?

Quedaba poco tiempo

Akari no perdió ni un segundo y se acercó a su hermano a toda prisa. Juzoh estaba muy débil, pero continuaba con vida. Apretaba los dientes, arrodillado sobre el suelo y apoyándose en su tetsubo. Aún así, logró esbozar una débil sonrisa.

—Ha... ido por poco... ¿eh...?

Se tumbó en el suelo y dejó que la onmyoji se ocupase de él. Nunca había estado tan cerca de no poder contarlo tras una lucha.

Kouryu... o mejor dicho Gaisei, asintió a las palabras de Yuki. Estaba tan débil que sólo pudo incorporarse hasta quedar con una rodilla en el suelo. Pero parecía en completo control de aquél cuerpo, al menos de momento. El peligro parecía haber pasado definitivamente.

Mientras Hibiki iba a ver si podía ayudar a Akari con Juzoh, Amano y Moriya se aproximaron a Gaisei y sus discípulos. El maestro tomó aire y volvió a hablar, aunque su voz sonaba distante como si procediera de otro mundo.

—Estoy orgulloso de vosotros —dijo—. Habéis crecido. Os habéis enfrentado a lo peor de este mundo, el miedo, y lo habéis derrotado. Volverá a intentarlo, aprovechándose de la debilidad de los hombres. Intentará acabar con todo una y otra vez... pero al menos en esta ocasión, lo habéis detenido.

Miró a Yuki, revestida aún con el poder de la Dama, a Kaede, su único hijo, y a Moriya, que continuaba en silencio. El joven guerrero se debatía entre sus sentimientos y su forma de ser estoica, y esta ganaba la partida. Pero Gaisei sonrió, Moriya era así.

—Kaede, Moriya —dijo—. Vuestra fuerza es un escudo para el mundo. No temáis utilizarla como lo habéis hecho. Y tenéis amigos fuertes que podrán ayudaros. Os sentiréis solos a veces, pero cuando eso ocurra podéis recordar mis palabras. Recordad el día de hoy, y sabréis que no lo estáis nunca.

Luego tomó la mano de Yuki.

—Estoy listo. Tu joven amiga debe hacer lo que solo ella puede hacer —dijo volviéndose para mirar a Akari.

Se dieron cuenta en ese momento de que Zantetsu, el anciano ninja, acababa de llegar al lugar en el que estaban tras una interminable carrera. Incluso para un ninja experto de su clan, aquél esfuerzo era casi sobrehumano. Zantetsu estaba herido y agotado, y no entendía del todo lo que estaba presenciando... pero al menos estaba vivo, y parecía haber llegado a tiempo para estar allí, en el desenlace de aquella misión que les había sido encomendada. Quizá pudiera al menos entender el sentido del mensaje que Shigen había intentado transmitirle.

Yuki soltó la mano de su padre para ir a tomar la de sus hermanos, a modo de despedida. En ese momento, llegó Zantetsu, recordando algo importante.

–Padre. Sé que queda poco tiempo, pero ¿qué será ahora de los espíritus de los guardianes?

Gaisei escuchó la pregunta y negó con la cabeza levemente, indicando a Yuki que no se preocupase.

—Las esferas están rotas, los poderes de los Guardianes se han liberado —explicó—. Si Kouryu se hubiese apoderado de Suzaku y Seiryu, no hubiérais podido nada contra él... pero al adelantaros y derrotarle antes, ahora Byakko y Genbu son libres de nuevo. Los espíritus volverán a sus recipientes humanos.

Aquello significaba que tanto Shigen como Okina estarían bien, allá donde estuviesen.

Ya había dejado ir el poder de Seiryu ahora me arrodillé para intentar tomar la mano de mi padre mientras escuchaba sus últimas palabras.

-Honraré tus enseñanzas padre, honraré el camino del Bushido y seré una luz para el mundo, protegiendo este cada vez que sea necesario- cuándo La Dama me tomó la mano la miré - sé que es necesario, pero me gustaría que no lo fuera...te extrañaré todos los días...-

Yuki abrazó a Kaede. Aquellos dos años habían servido para que estrechasen sus lazos más allá de lo imaginable. A pesar de sus molestos sentimientos hacia Moriya, Kaede era la persona a la que más unida se sentía. Y aquello hacía que fuese más duro. Yuki apretó el colgante que le había tallado en las gélidas y largas noches del continente y este, inmediatamente se recubrió de una fina capa de escarcha. 

–Que eso no te impida ser feliz...o un invierno volveré para enterrarte bajo la más enorme bola de nieve que puedas imaginar.– sin soltar la mano de Kaede, Yuki miró a Moriya– Moriya...yo...cuidaos el uno al otro. Por favor. Y despedíos de Okina y Shingen por mi.

La joven se giró entonces para caminar hacía Akari y preocuparse por su hermano, pues parecía más herido incluso de lo que ella había estado en la cabaña, pero antes de nada, paro ante Kagami.

–¿Qué pretendes hacer con tú vida? ¿Aprovecharla con dignidad o tendremos que llevarte con nosotros?