Partida Rol por web

El camino era largo y, tras mucho andar, el sol asomó por las espaldas de Akari y Juzoh. Los pájaros volvían a cantar aunque el cielo aún estaba teñido de rojo debido a las nubes que se agolpaban junto al amanecer. El alba era extraño, casi como teñido de sangre. Akari y Juzoh tuvieron la sensación de que algo terrible estaba a punto de pasar.

No habían encontrado a nadie en su viaje desde que dejaron la aldea quemada. Ni siquiera sabían si iban en la dirección correcta... sin embargo, aquél anciano les había dicho que no tendrían dudas cuando se aproximasen al lugar en cuestión. Así que simplemente siguieron avanzando hasta que había amanecido.

Pero empezaban a agotarse y decidieron hacer un alto de unos minutos. Era la hora más fría del día, y hacía viento. Casi echaban de menos las llamas de la noche anterior...

Contento de haber dejado atrás al molesto monje, Juzoh siguió junto a su hermana rumbo al oeste, dispuesto a resolver la enfermedad de su querida hermana. Echando la vista atrás, se preguntó si habría vivido todas las aventuras a las que había hecho frente si aquel incidente no les hubiera echado a los caminos. Había conocido gente increíble, y se había enfrentado a criaturas horribles. Quizás algún día pudiera contarle su historia a alguien.

Cuando acamparon, se afanó en preparar un fuego y algo de comida, aunque para su sorpresa, apenas tenía hambre. Era como si algo le provocara un nudo en el estómado. El ambiente era más pesado, como si pudiera palparse, y una constante presión en el pecho le volvía paranoico.

- Será mejor que descansemos, Akari - dijo el grandullón, preparando un enorme saco donde pudieran dormir su hermana y él.

Mira como el cielo se tiñe de rojo al atardecer... signo de malos presagios según tiene entendido. Y para colmo comienza a hacer un poco de aire y fresquito... si no se resguardan bien, su hoguera se apagará y de poco les servirá refugiarse bajo las mantas.

-Creo que deberíamos hacer guardias... no creo que sea bueno que el fuego se apague mientras durmamos... y menos que nos ataquen.

También está cansada, pero son cosas inevitable cuando emprendes ese viaje... un viaje para erradicar el mal y cerrar las puertas de infierno... seguro que quien está detrás de todo eso ya sabe que van a por él y seguro que querrá impedirlo.

El alto les vendría bien a ambos. Sin duda estaban agotados tras las emociones de la noche anterior y no habían dormido ni un minuto. ¿Qué habría sido de Lee? Sin duda era un monje extraño, que iba y venía como el viento... pero ahora lo habían perdido realmente de vista.

Se pararon en un recodo del camino y la pausa les vino bien para descansar los músculos sobrecargados. Sobre todo Juzoh estaba echando mucho de menos sentarse un rato por pura comodidad. Ahora que conocían la cura para la enfermedad de Hikari, se sentían más animados e incluso sonreían pensando que el final del viaje estaba cerca.

En ese momento, oyeron algo entre los árboles. Una voz femenina cantaba, como si alguien caminara entre los troncos y las hojas de forma despreocupada.

¿Alguien cantando? ¿En aquella zona, y tan despreocupadamente? No debía de ser nada bueno, y dejando atrás la vagancia con un sobreesfuerzo, Juzoh se levantó y apretó los puños. Si alguien intentaba atacarlos, se iba a ver en un verdadero aprieto. No iba a permitir que Akari se viera desprotegida de nuevo.

- ¿Quién anda ahí? - dijo, con la voz más seria y atemorizadora que pudo.

Se pone a la defensiva al oí algo entre los árboles, pero al escuchar que es sólo una mujer cantando, se relaja. Sabe que hace mal porque pueden haber enemigos en todas partes y bajo todos los aspectos, pero el cansancio acumulado puede con ella y prefiere relajarse.

Además, su hermano parece que ya se encarga de todo.

En cuanto Juzoh alzó la voz preguntando quién andaba ahí, la canción se interrumpió y en su lugar pudieron oír los ladridos de un perro. Parecía que habían asustado a quien fuera que rondaba entre los árboles.

Unos segundos después un perrito saltó de entre los matorrales y se puso a ladrar a Juzoh, saltando de un lado a otro.

- ¡Ko! ¡Vuelve aquí enseguida! -pudieron oír que decía una voz femenina asustada, tras los matorrales de los que había salido el perro.

Juzoh se inclinó hacia el perrito y lo miró extrañado. ¿Qué hacía una pequeña criaturita como esa en un lugar desolado como aquel? Acercó el dedo, que parecía una enorme salchicha comparado con el tamaño del can, para acariciarle, y de repente el perro le soltó un pequeño mordisco, quedándosele enganchado.

- ¡Uaaaah! - gritó el gigante mientras alzaba en el aire la mano con el pequeño perro agarrado a él - ¡Suéltame! ¡Suéltame maldita sea! ¡Perro del demonio!

Mientras Juzoh forcejeaba con el pequeño perrito, un rostro femenino apareció entre las plantas, sudoroso y sorprendido. Era una joven de cabello liso y negro, que parecía cansada.

- ¡Ko! ¿Pero qué haces? ¡Suelta a ese señor!

Corrió hacia Juzoh y Akari y cogió al perro al vuelo mientras el grandullón lo zarandeaba, haciendo que lo soltara al fin. Había escapado sin mucho más que un dedo dolorido. La muchacha se ruborizó visiblemente y se inclinó.

- Os ruego disculpéis a mi perro, señor... -dijo con sumisión-. Está muy excitado después de algunos encuentros que hemos tenido últimamente...

Permaneció con la cabeza gacha, como esperando que le dieran permiso para alzarse, mientras el perrito se revolvía en sus manos y gruñía.

Se queda un poco sorprendida por la situación que está viendo. Un perro enano mordiéndole un dedo a su hermano como si le fuese la vida en eso. A los dos segundos, comienza a reír, percatándose de lo cómica que es la situación que ven sus ojos.

-Jajajajaja!!!

Se mueve de un lado para otro en el suelo cogiéndose la panza de la risa que tiene. Cuando escucha a la mujer y le quita el perro de encima, se limpia las lágrimas y deja de reír poco a poco.

-Creo que... estamos todos igual.

Aún receloso del perro, Juzoh se chupó el dedo con el ceño fruncido mientras se mantenía junto a su hermanita. Pese a la frágil apariencia de la muchacha, no las tenía todas consigo.

- ¿Qué hacéis aquí sola en este paraje desolado? ¿No es peligroso? ¿No teméis a las fieras salvajes y los salteadores?

La muchacha pareció aliviada al ver reírse a Akari, pero luego Juzoh la interpeló con aquellas preguntas, y volvió a ponerse seria.

- Estamos regresando a casa -dijo-. Hemos guiado a un guerrero hacia el hogar de alguien a quien necesitaba visitar, y ahora viajamos de vuelta... aunque estamos cansados debemos llegar cuanto antes para evitar los peligros del camino.

El perrito se había tranquilizado, pero aún miraba receloso a Juzoh. La chica miró una vez más la arboleda de la que había salido. Se notaba que deseaba ponerse en camino lo antes posible.

- ¿Adónde os dirigís vosotros...? -preguntó con curiosidad en sus ojos negros.

Juzoh, visiblemente molesto por el encontronazo con el pequeño perro, dejó que fuera su hermanita, algo más diplomática, quien hablara con la joven. De todas formas, le resultó curiosa la información acerca del hombre al que había guiado. ¿Sería quizás el desagradable monje? Le habían perdido el rastro en el poblado, y afortunadamente no lo habían vuelto a ver.

La sola idea de volver a cruzarse le desagradaba.

-Vamos hacia el Monte Fuji y también estamos cansados. Llevamos todo el día y toda la noche caminando y ahora nos disponíamos a descansar.

La verdad es que nunca ha estado tan cansada como ahora, pero tampoco antes había usado tanto poder para luchar y es que casi no le ha dado tregua para reponerse.

La chica se sorprendió al oír aquellas palabras de Akari.

- ¡El monte Fuji! -exclamó-. Siempre he querido ir, pero está lejos de mi casa...

Luego miró en la dirección opuesta.

- Entonces me temo que nuestros caminos sólo se cruzan aquí -dijo, encogiéndose de hombros con una sonrisa-. ¿Os parece bien si descanso con vosotros antes de volver a ponerme en marcha? Ko y yo hemos visto cosas sorprendentes que quizá os sorprenda oír...

-Creo que todo será más entretenido si compartes nuestro fuego... creo que a tu pequeño perro le ha caído bien mi hermano grandullón.

Sonríe a la chica y le hace señas para que se siente junto al fuego y descanse sus piernas con el calor de la hoguera... sin duda, estando con alguien se les hará más llevadero el descanso... y más si tiene cosas interesantes que contar... como demonios que atacan y esas cosas... así sabrán que están sobre la pista.

Con un suspiro, Juzoh dejó que la joven se sentara con ellos. Al fin y al cabo, su hermana tenía razón: les hacía falta algo de compañía. Sólo se habían tenido el uno al otro desde hacía tiempo, y no les venía mal algo de información. De mala gana, se sentó junto al fuego y añadió un par de puñados de arroz más al fuego que había preparado para desayunar. No era cuestión de ser desagradecido. 

Incluso lanzó un puñadito de fruta desecada que aún guardaba al perrito, para hacer las paces.

La compañía fue sin duda agradable, pues la jovencita que se habían encontrado Akari y Juzoh no era tan habladora como para aburrirles, pero les contó cosas que no les sonaron extrañas.

- Venimos de acompañar a un guerrero pelirrojo -dijo la chica, dando cuenta del arroz que Juzoh le había ofrecido-. Tenía la misión de encontrar a un maestro muy fuerte que vive por esta zona. Pero lo más importante es que cuando estábamos llegando, ¡nos atacó un monstruo de fuego!

Hizo un gesto con los brazos, abarcando el aire.

- Era así de grande -dijo, como queriendo decir que era enorme-. Lanzaba fuego por la boca y quemó un montón de árboles. Casi no lo contamos... pero afortunadamente, Moriya luchó con él y le derrotó.

Si hubieran escuchado esa historia en otra ocasión, probablemente hasta Akari se la habría tomado a broma, pero no ese día. La descripción del monstruo era muy parecida a los engendros con los que ellos mismos y el monje chino se habían enfrentado en el pueblo. Eso les hizo pensar en algo preocupante. Ya estaban cerca de su destino... ¿significaba eso que cuanto más se acercasen más abundantes y peligrosos serían los enemigos que se encontrarían?

Asiente a lo que cuenta la chica mientras come también su porción de arroz. 

-A nosotros nos ha pasado algo parecido... unos demonios de fuego estaban atacando un pueblo... no hemos salvado las casas, pero a los habitantes sí.

Bebe un poco de agua para acompañar y le ofrece un poco a la chica, para que beba también.

-Creo que nos estamos acercando... sería mejor que volvieses cuanto antes a tu casa... podría ser peligroso estar por aquí.

Juzoh no respondió a su hermana, pero un gruñido suyo de asentimiento fue suficiente como para confirmar que lo que decía era cierto. Ya estaban cerca, estaba claro. Finalmente todo se solucionaría, podrían volver a casa y salvarían a Hikari.

Por si acaso, se echó otro poco de arroz en el cuenco, no fuera a ser que luego tuviera hambre.