Partida Rol por web

Quien iba a decir, años más tarde, que la paz y la tranquilidad de vivir en un reino sin guerras ni maléficos seres iba a acarrear también quebraderos de cabeza a personas que pensaban que ya iban a pasar los años que restasen de su vida en armonía.

Tener un hijo, o en este caso una hija siempre implicaba una doble cara: alegría, felicidad, orgullo... sin embargo también tenía una cara oscura repleta de inseguridades, miedos e incertidumbre: estos sentimientos son lo que asolaron a los reyes de Hyrule una mañana como cualquier otra cuando quisieron entrar a visitar a su hija Zelda.

La pequeña había cumplido hace poco 12 años, era intrépida y fuerte como su padre pero a la vez hermosa y con astucia como su madre. Ambas cualidades habían convertido en la primogénita de los reyes en el ojo derecho de todo el reino, sin embargo su fuerte carácter provocó que en las últimas semanas muchas disputas se convirtiesen en el pan de cada día.

Cuando Link y Zelda giraron el pomo de los aposentos de su hija, comprobaron de manera terrible que allí no estaba. En su lugar estaba todo patas arriba, como si alguien hubiese entrado y de manera violenta se la hubiese llevado.

Fue en aquellos instantes, al ver su espada de madera en el suelo o su pequeña muñeca (un conejito rosa) rota lo que os hizo temeros lo peor.

Lo peor para unos padres no era ya saber que su hija no estaba y que alguien o algo se la podría haber llevado para hacerle daño, sino que para colmo quedaba la intranquilidad de saber que no estaban "en paz" con ella a causa de trifulcas que en esos instantes no tenían importancia.

Dirigir un reino era una tarea tan difícil como extenuante. No era muy sorprendente decir que Link llegó a extrañar los días de aventuras durante las largas conferencias gremiales, los largos recorridos en los viajes que rememoraba en la seguridad —o como el prefería llamar, encierro voluntario— de su castillo y los emocionantes combates imaginados durante los tediosos asuntos políticos de Hyrule. La vida de un rey era una vida compleja que no se debía tomar a la ligera ni en los más sencillos y pequeños detalles. Y por que no decirlo, era aburrida. Bastante.

El héroe de antaño se había convertido en una persona de actitud hosca, su curiosidad había hibernado desde hace años y su habilidad había mermado como consecuencia. La mayor pérdida que sufrió Link fue la de su espíritu de la aventura, el cual fue inundado hasta ahogarse con la nostalgia una vez se sentó por primera vez en el trono para nunca volver a salir de él. La vida de un rey estaba acabando con él más temprano que tarde.

Fue el día en el que su primogénita hija nació cuando una pequeña llama de esperanza apareció en el derrotado espíritu del guerrero. Zelda, la primera, había dado a luz no solo a un bebé que les daría un nuevo rumbo a sus vidas si no que también había avivado la felicidad del rey en aquella habitación. Las calles celebraron jubilosamente y los festines no faltaron para agradecer a las diosas por su regalo. La sonrisa había vuelto al rostro de Link durante tanto tiempo que incluso los guardias del castillo se la creyeron. Se aseguró de enseñarle todo lo que sabía una vez las historias de aventuras para dormir dejaron de causar efectos sobre la mente de la niña, incluso ausentándose de sus labores como rey en el proceso. La muchacha tenía un espíritu vivaz y una astucia bastante notoria para su edad. Incluso en sus últimos años más rebeldes su padre la observaba con tanta felicidad como la primera vez... Tal vez había sido el participe de su malcriada actitud. ¡Pero solo un poco!

Ahora Link veía la habitación de su hija con una expresión muda. Su semblante estaba pálido por los terroríficos pensamientos que inundaban su mente. Sus pies descalzos se adentraron en la habitación destrozada y se acercaron a sus inseparables juguetes. El rey se giró para encarar a su esposa y sus ojos estaban perlados por las lágrimas.

—Zelda... Nuestra hija... Ha sido secuestrada...

La vida de la reina era como se la había imaginado desde pequeña. Al contrario que su esposo ella había nacido para ello y desde pequeña había aprendido lo que era dirigir un reino. Se sentía cómoda en las reuniones políticas y en la atención a los aldeanos sentada en el trono. Sabía que a su esposo todas esas tareas le pesaban y siempre que se podía ella se encargaba, así él podía cuidar de su hija, que era prácticamente de lo poco que le hacía sonreír.

Zelda era una persona plena, tenía un esposo y una hija maravillosos y juntos mantenían la paz del reino. La llegada de la pequeña Tetra fue una bendición en un momento en el que parecía que Link no iba a poder aguantar mucho más e incluso el carácter voluntarioso de la reina se estaba empezando a venir abajo.

La relación con la ya no tan pequeña Tetra, no pasaba por su mejor momento, estaba entrando en la adolescencia y el carácter rebelde la joven no ayudaba. Las peleas eran constantes, nunca le había faltado de nada, quizás la hubieran malcriado un poco y ahora costaba hacerse con ella. Pero a pesar de todo a Zelda le sonreía la mirada cada vez que la veía, era su ojito derecho, no había nada que estuviera por delante de su querida hija.

La reina se quedó helada, ni siquiera pudo llegar a entrar en la habitación. ¡No estaba! Las lagrimas comenzaron a recorrer su cara. ¿Qué ha pasado? Se preguntaba incesantemente. Cuando su marido se giró y lo vio llorar supo que ella debía ser fuerte, tan fuerte como había sido siempre. No recordaba haberlo visto llorar nunca…

Zelda se aproximó a su marido y con delicadeza le puso la mano en el rostro, secándole una lagrima con el pulgar. A pesar de intentarlo ella no podía parar de llorar, sin embargo, sacó fuerzas de donde no había para lograr sonreír, tenía que dar esperanzas a su esposo.

— Juntos vamos a encontrarla.

La chispa que prendía la voluntad de hierro de la reina, volvía a arder de nuevo.

De pronto, mientras estabais paralizados en la habitación de vuestra hija comprobando lo que allí quedaba intacto y lo que mostraba los claros indicios de que había sucedido algo horrible, un poderoso estruendo rompió desde el exterior.

Sin dudarlo mirasteis a través de la ventana para comprobar consternados como el cielo se había tornado oscuro, tan oscuro que tanto a Link como a Zelda le vinieron recuerdos de épocas pasadas donde el mal volvía a azotar la tierra.

Si el mal había vuelto significaba que algo había cambiado, que se había dejado de contar con la protección de algo elemental.

La puerta de la habitación comenzó a sonar, alguien estaba llamando a la puerta con firmeza pero a la vez también con presteza.

Con el debido respeto, uno de los soldados del castillo entró a la estancia y tras miraros y hacer una leve reverencia se dedicó a ustedes.

- Sus majestades, os traigo malas noticias - dijo en un tono serio, la preocupación estaba dentro de su mente.

- La Trifuerza ha desaparecido de la cámara del castillo... - se hizo un silencio tenso.

Link tomó la mano de Zelda con una sonrisa. Su consuelo había sido suficiente ayuda como para poder reponerlo. Se encontraba totalmente decidido a descubrir el paradero de su hija y rescatarla de lo que sea que le haya ocurrido. Cuando el guardia del castillo irrumpió en la habitación para advertir acerca de la desaparición de la trifuerza el estómago de Link se encogió, y un escalofrío le atravesó la espalda. Esto no se trataba de un simple secuestro, si no que la amenaza de un creciente mal se hacía más evidente a cada segundo que ocurría.

Recuerdos trágicos del despiadado Ganon invadieron su mente, pero era imposible... No había visto ni un solo villano regresar del abismo. Ni siquiera uno de la categoría de aquél demonio.

El rey retomó la compostura y empezó a caminar en dirección a la cámara donde se había depositado la trifuerza. No sin antes ordenarle al guardia que diera la alarma en todo el castillo. Seguramente podrían encontrar las pistas necesarias si ganaban la carrera contrareloj.

Si por un momento se había pasado por la cabeza de Zelda, que la desaparición de su hija se debiera a que ella se había escapado por rebeldía, tras el anuncio del guardia esa mínima duda se desvaneció. ¡No puede ser! Dijo la reina visiblemente preocupada.

Era evidente que la desaparición de la trifuerza no le preocupaba más que la desaparición de su hija, a pesar de que no fuera una buena noticia para Hyrule, para una madre sus hijos son más importantes que cualquier cosa, incluido un reino. Sea lo que sea que ha causado esto, en la mente de la reina no estaba que se saliera con la suya. 

Zelda siguió a Link sin soltarle la mano en ningún momento, por su cabeza no paraban de pasar imágenes del pasado. Recordar a su marido como el aventurero que fue le dio ánimo para lo que estaba por venir, y habiendo logrado secuestrar a su hija y robar la Trifuerza sin que se enterara nadie en todo un castillo, estaba claro que se venía el peor de los monstruos. Por los recuerdos de la reina asomó Ganondorf, pero intentó controlarlo, su retorno era imposible... o no.

Mientras caminabais por el castillo pensasteis que el hecho de acceder hasta la cámara y robar aquella poderosa reliquia significaba que os estabais enfrentando a un enemigo bastante peligroso, alguien a quien no podíais ver o con un poderoso uso de la magia ¿Ganon quizás? es posible, pero su derrota fue definitiva supuestamente años atrás.

Tras varios minutos recorriendo pasadizos y puertas muy específicas se llegó a la cámara. El soldado os dió paso sin querer entrar él personalmente, no quería interrumpiros en vuestra reflexión.

La reina accedió a la sala con paso firme, su decisión era asombrosa a pesar de lo que acababa de ocurrir. Ella recordaba lo fuertes que eran ella y Link cuando trabajaron juntos en el pasado para derrotar a Ganon y sabía que si volvían a estar así de unidos en esta causa, no habría nada que que no pudieran vencer.

No ver allí la Trifuerza fue un shock, no era comparable a no haber visto a su hija en su habitación, pero aún así era doloroso. Zelda miró a su alrededor buscando pistas sobre cómo podían haber accedido, pero no encontró nada, al contrario que en la habitación de su hija en la que todo estaba revuelto. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, pero no hallaba una solución al puzzle. 

La reina se acercó a su marido y le preguntó con preocupación. ¿Crees que alguien nos haya podido traicionar? Era lo que más atormentaba a la reina en estos momentos y no encontraba otra explicación, alguien de dentro debía haber dado acceso al ladrón o haberla robado el mismo, pues no parecía que hubiera pasado nadie por la sala...

Mientras os estabais organizando, en mitad de la reunión alguien llamó a la puerta. El sonido provocado era débil. En cuanto uno de los soldados abrió pudisteis reconocer a la figura que entraba en la estancia: se trataba de Impa, una mujer que ha cuidado de ustedes desde el inicio de los años oscuros.

Su paso era lento, caían sobre sus espaldas muchas décadas sirviendo a Hyrule. Parecía que incluso en sus momentos de más debilidad ella seguiría ahí ayudando a los suyos.

- Ah... tiempos aciagos regresan a nuestro reino - dijo mientras seguía caminando. Uno de los soldados se ofreció a ser de apoyo para que la anciana mujer pudiese caminar de manera más fluida.

- La desaparición de la princesa y de la Trifuerza está conectado... pero muchas son las dudas que hay en nuestras mentes y en nuestros corazones - afirmó.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca de Link y Zelda les cogió de las manos, el tacto áspero y arrugado de la edad era en ella hasta reconfortante.

- ¿Qué es lo que hay ahora mismo en esas mentes y esos corazones, hijos míos? -

Link observaba con gesto ausente el lugar donde debía reposar la trifuerza. ¿Cuanto tiempo hace ya que había desaparecido? ¿Cómo, si quiera? La duda invadía la mente del rey una vez más mientras que le dirigió una mirada tan dubitativa a Zelda como la que le compartía ella. ¿Un traidor en el reino? Lo dudaba. Nadie podía desear otra cosa más que la seguridad del reino después de presenciar las atrocidades que había cometido el maligno Ganon.

—No puede ser obra de un traidor... Nadie podría haberse llevado la trifuerza sin ser visto, no al menos bajo los métodos convencionales.

Se giró para recibir a Impa, quien también habría sido alertada de los hechos ocurridos. La anciana sheikah apenas podía mantenerse en pie ya que ahora tenía tantos años como una tortuga pesando sobre su espalda. Les dijo cosas que ellos ya sabían de primera mano, y aunque los pensamientos del héroe de antaño estuviesen enturbiados no permitiría que estos estallasen sobre la inocente anciana.

Tomó su mano, Impa lo conocía tanto tiempo que sabía exactamente lo que pasaba por la mente de Link sin siquiera este decírselo. Pero él sabía que debía mantener la compostura, incluso cuando aquella mujer supiese lo contrario. Que estaba al borde de la desesperación.

—Estoy decidido a encontrar al responsable de este secuestro y del robo. Me aseguraré de que no haya sitio sin revisar en todo el reino y sus aproximaciones. Encontraré al criminal que a partir de ahora nos quita el sueño y no descansaré hasta castigarle por lo que ha hecho.

Los métodos convencionales... Resonó en la cabeza de princesa tras las palabras de su esposo. Y eso era lo que más le preocupaba, que todo indicaba que se enfrentaban a algo verdaderamente poderoso.

La llegada de anciana aplacó los nervios de la reina. Impa tenía esa cualidad tan inusual de trasmitir paz tan solo con su presencia, a pesar de su debilidad por el paso de los años aquí estaba, ayudándoles como siempre. Zelda se emocionó con ello y una lágrima le recorrió la mejilla cuando noto el tacto de la piel arrugada de la anciana.

La reina se secó las lágrimas con la otra mano, en este momento no podía aparentar debilidad ante sus soldados y contestó de igual manera que había hecho Link, con determinación. Y yo lo haré a tu lado. Dijo la reina con una sonrisa mirando a su rey y tomando, con la mano aún mojada de lágrimas, su mano de nuevo.

Impa asintió lentamente.

- Llevo velando por este reino toda mi vida. Mi deber es proteger este castillo y aconsejar a sus herederos - cogió aire.

- No sé cual ha sido la fuente del mal, pero conozco cual es el siguiente paso que debéis dar - frunció el ceño.

- Sin lugar a dudas estos hechos han dejado huella en todos nosotros... no solo sufrimos por la desaparición de la pequeña, sino que sin la protección de la Trifuerza todo Hyrule es vulnerable al regreso de los monstruos provenientes de la oscuridad - acarició con cariño vuestras manos.

- Por desgracia mi único poder son los consejos que puedo daros... pero tengo uno que en tiempos desesperados podrían resultar prácticos - se mesó el mentón mientras tosía.

- Existe una mujer... una adivina... ella también está rodeada por las artes oscuras pero dicen que solo el mal puede detectar al mal... Baba Yaga... - os miró directamente a los ojos.

- Ella puede tener alguna idea sobre lo que está sucediendo... sin embargo su hogar está en el Pantano Neblinoso... si en tiempos de paz ya era un lugar peligroso... ahora que no está la Trifuerza sería todo un desafío ir a buscarla - ambos conocíais dicho pantano. Es un lugar restringido para todos los habitantes ya que antaño fue refugio de monstruos.

- Sin embargo no hace falta más que ver vuestra mirada para comprobar que tenéis la determinación suficiente para ir allí ha hablar con ella... ¿me equivoco? -

Zelda miró a la anciana con la mirada herida de una madre que ha perdido a su hija, pero por detrás de ese dolor que mostraban sus ojos se podía percibir la determinación que tenía arreglar la situación. Impa la conocía y no fallaba con su intuición, no iba a dejar que el monstruo que había causado esto se saliera con la suya, pensaba recuperar tanto a su hija y como la paz del reino a toda costa. 

No se equivoca. Contestó con una tranquilidad inusual en una situación así. Si tiene que ser Baba Yaga será Baba Yaga. La voluntad de la reina iba en aumento según avanzaba en sus palabras, el tono la delataba. Hemos vivido muchas cosas en el pasado como para que ahora nos asuste una visita al pantano. La reina giró su cabeza para mirar a su esposo. ¿Verdad Link?

Zelda sabía lo que pensaba su rey sin necesidad de preguntar y tampoco es que necesitara que el mostrara su misma voluntad para ella tenerla. Sin embargo, en una situación así sentir su apoyo podía hacer todo más sencillo.

Uno de los hombres acompañó a Impa hasta sus aposentos mientras que otro se acercó hasta ustedes.

- Majestades, la sala de armas está a vuestra entera disposición. Desde la última vez que fueron usadas hemos mantenido su estado impecable por si los tiempos oscuros regresaban - tras dicha información se despidió con el saludo militar y una reverencia. 

Siguiendo sus indicaciones no tardasteis demasiado en llegar a dicha cámara. Tras abrirla comprobasteis con total majestuosidad que las palabras del soldado eran ciertas, aquel lugar estaba conservado como si no hubiesen pasado los años.

La espada de Link estaba colocada justo donde la dejó años atrás, encajada sobre su piedra

Y en una de las paredes laterales el arco mágico de Zelda, un regalo de los mejores artesanos de Hyrule para la por aquel entonces princesa.

El resto de la sala estaba adornada con herramientas más viejas u obsoletas: tirachinas, garfios... artefactos que hoy en día no eran útiles.

La llegada a la cámara estuvo plagada de viejos recuerdos que flotaron por la mente de la reina como si de una nube de globos se trataran. Eran flashes que pasaban de unos a otros en décimas de segundo, flashes de sus viejas aventuras.

Al abrir la puerta de la cámara todo se acrecentó, ver allí sus antiguas armas le hizo sentir un hormigueo en el estómago. Por un lado estaba muy emocionada y por otro, las dudas sobre sus habilidades tras tanto tiempo le hicieron sentir pequeñita. La situación requería de una reacción inmediata y la reina se sentía oxidada, ¿cómo iba a rescatar a nadie si su puntería no era la de antaño?

Tras unos segundos parada en la puerta Zelda se armó de valor, por muchas dudas que tuviera, su determinación no le permitía no intentarlo, así que comenzó a caminar dudosa hacia su arco. Se plantó delante de él y lo observo como el que observa una obra de arte durante unos minutos, reflexionando, rememorando la técnica en su cabeza. Aquello la tranquilizó un poco y por fin estiró la mano para agarrarlo. 

La conexión fue instantánea, como si el tiempo no hubiera pasado. Al tocarlo un escalofrío recorrió su espalda y sintió el impulso de cargar una flecha. Decidió no luchar contra él y lo hizo, tensó la cuerda, apuntó a un escudo situado en una de las paredes, respiró profundo y disparó. Las sensaciones fueron inmejorables y sus dudad se disiparon inmediatamente. La Zelda más guerrera estaba de vuelta.

Los reyes de Hyrule recogieron sus armas, símbolos de las luchas del pasado y de la búsqueda de paz.

Era extraño volver a sentir dichas herramientas otra vez bajo su mando, pero era más extraño saber incluso que ahora el objetivo no era simplemente traer la paz, sino poder recuperar un pedazo del alma de cada uno.

Fue inevitable pensar de nuevo en la princesa Zelda... ¿Cómo estará? ¿Estará a salvo? ¿Estará herida? ¿Estará pasando miedo?¿Cuánto tiempo disponen para salvarla? ¿Lo lograrán?

La incertidumbre se arremolinaba en sus cabezas, pero no podían permitirse el lujo de dudar... había que salir ya; el objetivo estaba claro.

Una vez armado, dejó sus ropajes reales en sus aposentos y se vistió con un atuendo más apropiado para sus aventuras. Mostró una pequeña chapa que hacía honor a la realiza hyliana. 

Debía vestir algo que le permitiera moverse con libertad y a pesar de su humildad le insistieron que un rey no podía ir por ahí vestido con ropas tan simples, eso es lo que le motivó a dejar algún distintivo de su ahora alta alcurnia.

Una vez preparado se dirigió al establo real con Zelda; no había olvidado aún como domar un caballo. Para él no era problema estar en terreno salvaje, sin embargo, no dejaba de preocuparse por su pequeña... 

- La encontraremos -

Miró a su esposa y asintió con la cabeza, preparado para partir junto a ella rumbo al pantano.

La reina se preparó para lo que venía, rebosaba confianza después de sentirse bien con el arco en las manos. Dejó los vestidos a un lado y sacó del armario su conjunto más informal y cómodo, un pantalón marrón de cuero flexible y ajustado, una blusa corsé de color azul y blanco y unas botas altas marrones que le otorgaban comodidad pero a la vez le permitían sentirse bien sobre un caballo.

Zelda no pudo parar de pensar en Tetra y en la Trifuerza. Su preocupación había aumentado al igual que había crecido su confianza, quizás si sólo hubiese sido la Trifuerza podría haber equilibrado una cosa con la otra, pero estando su hija por medio le resultó imposible.

Una vez preparada partió junto a su esposo hacia los establos. Verlo vestido así, como antaño, le trajo recuerdos de cuando se enamoró de él, para Zelda ese era el verdadero Link, aquel era el hombre que había conquistado su corazón. Se acercó a él con una tierna sonrisa en los labios y le puso la mano en el pecho. Estoy orgullosa de ti por quien eres. Movió la mano hacia la chapa que se había colocado y se la quitó. No necesitas llevar esto para demostrarlo. La reina se rio juguetona y le dio un beso en los labios. Después se giró y abrochó el detalle hyliano en la silla del caballo que le correspondía a Link. Lo dejaremos aquí. Dijo mirando a su esposo con dulzura mientras se balanceaba sobre sus pies con las manos en la espalda.

Dos días han pasado desde que los Reyes de Hyrule regresaron victoriosos al castillo.

Hoy, ante todos sus súbditos, la realeza dará un triunfal discurso para declarar que la paz ha vuelto a sus tierras, a sus hogares.

Hoy, se celebra el día en el que Ganon ha sido finalmente derrotado, donde la Trifuerza ha vuelto a su santuario y sobre todo la importancia de la unidad de cada habitante, sea pequeño o grande, de la nobleza o campesino.

El balcón real mostraba unas vistas espectaculares. Miles de ciudadanos se arremolinaban esperando con ansias ver a sus héroes.

Ahora Hyrule es un lugar seguro, ya no hay ninguna amenaza real del pasado o del presente que pueda hacer sombra a la luz de la Trifuerza y a sus guardianes.

Hoy, el pueblo aclama a Link y a Zelda, reyes legítimos, guardianes de la Trifuerza, salvadores de Hyrule.

Padres de una nación y responsables del nuevo legado del mañana.

¡Hablad valerosos reyes, vuestro pueblo os espera!