Partida Rol por web

Hummm. Hacía tiempo que no venía un cazarrecompensas por aquí. Y quieres que te muestre los carteles, dices. ¿No vienes buscando a alguien concreto?

El sherff parecía mostrarse desconfiado y salió de detrás de su mesa.

-Estoy de acuerdo con los que dicen que eres un poco joven para esta clase de trabajo. No es nada habitual. Normalmente, los cazarrecompensas son gente dura y curtida, que ya han sufrido lo suficiente como para ver la vida de otra manera. 

El sheriff estaba ahora enfrente de ti, con los brazos en jarra, muy cerca de su revolver.

José lanzó un escupitajo al suelo, al tiempo que encañonaba con su arma al cajero. Donovan había dejado al grandote fuera de combate, así que estaba tooooodo bajo control, como a él le gustaba. Al mirar hacia su derecha vio que había una muchacha que lo miraba con una mezcla de asco y horror.

José le sonrió.

-Bien, bien. Quiero todo el dinero en una bolsa, y lo quiero para ya -le dijo al cajero.

La rapidez de Donovan y José había cogido a todos por sorpresa. El hombre al que Donovan había golpeado, se quedó en el suelo retorciéndose de dolor, mientras el otro retrocedía hasta la pared y levantaba las manos. No parecía que fuera a ser un problema. Tenía un revolver, pero no hacía amago de ir a cogerlo.

Mientras tanto, el cajero levantó ambas manos y se le notaba tembloroso y asustado. Detrás de él, el director del banco se levantó con más tranquilidad. Parecía tener más temple.

-Permítanme caballeros. Este es un banco pequeño y no tenemos mucho dinero, más que de nuestros vecinos y conciudadanos. Apenas unos dólares. Pero se los daremos enseguida. No se pongan nerviosos.

Acto seguido le hizo una señal al cajero y éste abrió un cajón y comenzó a sacar los billetes y a meterlos en una bolsa que tenía por allí. En conjunto, no parecía haber más de unos pocos cientos de dólares.

Tiene razón, los cazarecompensas suelen ser gente dura y curtida, pero según tengo entendido antes de de ser tan curtidos han tenido que tener experiencia previa. ¿Usted nació siendo un curtido agente de la ley?, alguien tuvo que darle una oportunidad antes.

Guardo un breve silencio meditando mis palabras. Reitero que vengo buscando trabajo y parece que no esta muy por la labor, si continua pensando que no quiere darme la oportunidad... buscaré en otro sitio. Tratando de que no se percate de que estoy listo para desenfundar y usar mis revólveres en caso que trate de dispararme y no relaje su actitud.

No es tan difícil de entender, quiero ver los carteles de los criminales y si puedo ganar dinero con la muerte de alguno es otra forma de alquilar mi pistola, lo mismo me da entregar a un delincuente que cometer un delito, incluso ambas a la vez pero si tengo que demostrar con la fuerza que deben respetarme lo haré.

-Oiga usted, señor emperifollado. Yo solo me pongo nervioso cuando no me dan lo que quiero cuando lo quiero. Deme todo el puto dinero.

Cuando José vio lo poco que sacaba, los miró, enfadado.

-¿Está... tomándome el pelo? -les dijo, conteniendo su rabia.

Todo pareció ir sobre ruedas, se movieron con rapidez, actuando con aplomo y frialdad. Justo como quería. El grandote estaba tirado, agarrándose los pocos dientes que le quedaban, mientras el otro intentaba contener sus intestinos.

-Tira el revólver y ponte de espaldas contra la pared- movió el arma apuntando al revolver y luego lo volvió a apuntar a la cabeza del pobre diablo. Solo la imprecación de José le hizo desviar la mirada, sin dejar de apuntar, pero solo le bastó eso para ver los pocos billetes que les tendían-. Fíjate atrás- le dijo a su compañero-. Lleva al tipo rudo contigo.

¡No podía ser! Se suponía que allí había un buen botín. Eso no alcanzaría para nada y ya comenzaba a oír las quejas de sus hombres, sobre todo de Joe. No alcanzaría con una mirada fría o alzar la voz, eso desataría sangre. Tenía que haber más, seguramente en alguna caja fuerte en la parte de atrás. Colocó a todos los rehenes en un solo lado, para que sea más fácil vigilarlos mientras José revisaba. Rogó con que haya algo más, algo que valiera la pena.

Aquel joven parecía muy decidido. Lo que hiciese cada uno para ganarse la vida era cosa suya, así que el sheriff se encogió de hombros, se fue hacia la mesa de nuevo, sacó un fajo de carteles de "Se busca" y te los entregó.

-Aquí tiene. Seguramente pueda encontrar a alguno de ellos por aquí, pero no seré yo quien me juegue el pellejo para intentar capturarlo, a no ser que cause problemas. Espero que no le moleste, pero es mi pellejo.

El sheriff te miró con curiosidad para ver tu reacción al leer los carteles. Sus ojos se fueron también hacia tus revólveres, aumentando ligeramente su desconfianza, algo fácil de leer en su rostro.

El hombre que estaba con los brazos levantados empezó a girarse para volverse de espaldas, mientras cogía su revolver. Por desgracia para él, cuando estaba cogiéndolo para lanzarlo, hizo el amago de desenfundarlo completamente, aprovechando que estabas mirando hacia los billetes.

Era una oportunidad. Aquel hombre no lo pensó bien. Solo sintió que al desviar tu mirada, tenía una oportunidad... y quiso aprovecharla, aunque fue más lento que una abuela sacando su arma del interior de la silla de ruedas.

Solo desvió la mirada un segundo, para volverla cuanto antes al idiota ese. Pero ese pequeño tiempo fue suficiente para que muy malnacido intentara sacar su arma. ¿Cómo pretendía sobrevivir teniendo a Jose por ahí? Por idiotas como ese era que la gente moría. Solo debía quedarse quietecito en su lugar, cerrar la bocota y hacer lo que decían. Pero no, debía hacerse el rudo. Podía ver como su mano se movía con lentitud, o quizás era la adrenalina bombeando en el sistema de Donovan. ¿Le dispararía y alertaría a todos o le golpearía y seguirían con la discreción?

Dio un rápido paso al frente, para estrellar la culata de su arma justo en la nariz del pobre diablo. Esperaba que no gritara.

-¿No dije que el que se mueva moría?- escupió las palabras con rabia, sintiendo la necesidad de descargarle una bala en la cabeza.

Al escuchar el golpe, José giró la cabeza y sonrió. Cuando se giró, vio que el cajero movía la mano para sacar un revolver.

-Eh, eh ,eh. Nada de hacerse el héroe, ¿está claro? Y usted. Dígame dónde está el resto del dinero -le preguntó, entrando en la zona de trabajo -. ¿Dónde está la pasta de la nómina?

Los dos hombres estaban ahora bastante asustados, aunque el director del banco todavía mantenía el tipo.

Miro con interés todos los carteles de los buscados viendo a ver si reconozco alguno, totalmente tranquilo intentando no alterar mi gesto ante la vigilancia exhaustiva del sheriff en caso de reconocer alguno. Respondiendo con una naturalidad no fingida a las palabras de este.

Hace bien evitando problemas, muchas veces de ese modo se protege a quien no puede hacerlo solo. Para lo peligroso estamos algunos que si escogemos vivir una vida de riesgo.

Sinceramente admiro al que se conforma con una vida pacífica y tranquila, yo mismo soy incapaz de llevar una vida así lo que hace que sea consciente de lo complicado que es esa vida y doy gracias a que mi sobrina y la esposa de Jeff si lleven una vida larga y prospera.

Oiga, no hay nada más que eso. El dinero de la nómina de la que habla ya no se guarda aquí. Dejó de hacerse cuando abrieron otra sucursal en Socorro. Ahora solo manejamos el dinero del pueblo. Puede mirar la caja fuerte si quiere -te dijo, apartándose y señalándote la caja fuerte, que podía verse desde allí en el interior del despacho.

Por favor, dijo volviéndose hacia Donovan. De verdad que no hay más dinero. Váyanse.

Mientras tanto, el hombre que se había atrevido a intentar desenfundar, se puso en pie, con la cara ensangrentada, ayudado por el grandullón, que aún se dolía del golpe de Donovan.

Ambos se giraron entre evidentes dolores, hacia la pared. Ya no serían ningún problema, seguro.

-Supongo que eso está bien por mí. Mire lo que necesite cuánto necesite. Yo tengo que hacer mi ronda diaria por el banco -te dijo el Sheriff, mientras empezaba a dirigirse hacia la salida.

No se mueva de aquí... Dije sacando mis dos revólveres y si trata de sacar su arma disparar con los dos.

Hágame caso y no se meta en problemas, le prometo que no saldrá herido si lo hace.... Trato de convencer con lo que valora su propia vida el hombre en el caso que no me vea forzado a disparar al hombre hasta matarñle y eliminar testigos.

Vaya. Ahora lo entiendo. Entonces es mucho peor de lo que yo pensaba. Ahora sí creo que es demasiado joven para ser un atracador de bancos. Hijo, sea inteligente y no se meta en problemas o pasará en la cárcel el resto de su vida. Todavía puede salir de esto.

El sheriff te hablaba más como si fuese tu padre o algo así, con tranquilidad y retrocediendo ligeramente.

Y todo lo que podía ir mal, fue mal. No solo esos idiotas parecían empecinados en morir, sino que el maldito dinero no estaba en ese condenado pueblo. Donovan podía parecer el tipo más frio del mundo, pero hasta a él se le notó como la rabia subía por su cuerpo, enrojeciendo su rostro y abrillantando sus ojos.

-Pues abre la puta caja y nos iremos- dijo ya en un último intento-. ¡Y dejen de tentarnos a darles un disparo!

Los dos golpeados se pusieron donde debían, ya sin ánimos de hacer idioteces. ¿Tanto les costaba haberlo hecho desde un principio? Imbéciles. No tenía muchas esperanzas de encontrar nada allí e ir hasta el Socorro le parecía una pérdida de tiempo y hasta peligroso. Mas valía que en esa caja hubiera algo que valiera la pena

Debo ganarme la vida y por lo que he visto las personas pobres no tienen derechos en este mundo. Le respeto sinceramente pero de momento no puedo permitirme ese estilo de vida.

Estando vigilante del sheriff y de lo que pasa de reojo en el banco continuo hablando sin dejar de apuntar al hombre con mis armas. Deja las llaves de la celda en la mesa, entra en la celda y cierra después, sus hijos y esposa le estarán esperando, podrá reunirse con ellos después.

Ese hombre me recuerda a mi hermano, lucha por vivir lo mas tranquilo posible para su familia, tratando de hacer el menor daño posible y no me sentiría bien privando a esa familia de un hombre así.

El director se retiró hacia dentro del despacho, seguido por José. Se agachó, abrió la caja fuerte... y efectivamente, tal y como había dicho, estaba prácticamente vacía. Solo unos pocos billetes.

¿Lo ve? Se lo dije, ya no guardamos la nómina. Nos gustaría, pero el ferrocarril desvió los fondos.