Partida Rol por web

Noche del I del mes I, año 212 después de la Conquista de Aegon Targaryen

Salón de Bosquespeso

Como acostumbran a ser los banquetes, estos se prolongan a lo largo de todo el día. La generosa comida que se sirve al medio día al caer la noche da paso a una cena no menos espectacular. A fin de cuentas, una batalla está próxima, la moral es alta y pertenecéis al estamento privilegiado, o al menos estáis convenientemente próximos.

El salón principal de Bosquespeso no es especialmente grande y por ello se encuentra abarrotado. En una amplia mesa se sientan los miembros de mayor prestigio, la cual es presidida por Lord Glover, a cuya diestra se encuentran el Guardián del Norte y sus principales vasallos. A la izquierda del señor, lady Gilliane, sus hijos y Halbart. Más abajo en mesas no más pequeñas se encuentran miembros de casas menores y aquellos hombres de cierta relevancia en Bosquespeso los séquitos de otros nobles.

Fuentes con asados de toda la variedad que ofrece la caza del Bosque de los Lobos son servidas, acompañadas de grandes empanadas, setas y hogazas de pan. Como no podía ser menos, la cerveza, el aguamiel e incluso vino riegan la comida en abundancia.

Un pequeño grupo de músicos aderezan la velada, si bien apenas es audible la melodía por las voces, alardes y carcajadas. Mas, también tienen lugar curiosas conversaciones, pues hombres de todo el Norte se encuentran allí, intercambiando pareceres sobre todo tipo de cosas y trayendo noticias de los confines del reino.

Aunque vuestra mesa no tiene invitados de tan alto estatus, en ella hay personajes no menos ilustres. Podéis reconocer a Lonnel Nieve, bastardo de Invernalia, uno de los más mortíferos luchadores del Norte, a cuyo lado se sienta el más joven de los Stark, dada su condicion de escudero. A su vez, también se encuentran allí sentados buena parte de los vasallos de los Glover, como son los Branch, Forrester, Bole y otros tantos más, engullendo la cerveza y el asado como si no fueran a probar bocado en los próximos meses. 

Tras el desafortunado espectáculo en el exterior del castillo, Jonelle se retiró a descansar varias horas, el tiempo suficiente como para que el alcohol de la cerveza bajara, y volviera a estar fresca para poder soportar de nuevo la compañía de aquellos extraños, hacía tiempo que no se encontraba tan incómoda en lugar alguno, quizás por ello su tío la eligió para esta misión, no porque confiara en ella, si no para recordarle que en la Isla del Oso tenía un cierto estatus pero que fuera de ésta era una cualquiera más, aunque parte de su sangre procediera de señores.

En el momento en que llegó al salón tuvo suerte y encontró un taburete en una de las esquinas más distantes de la mesa, el sitio que le correspondería a las castas más bajas, un lugar al que la comida llegaba por supuesto, era un gran banquete, pero no las piezas principales de la caza, si no las partes menos deseables, a Jonelle eso le daba igual, tenía apetito y quería cerveza, aunque le measen en una se la tragaría.

No pudo evitar buscar con la mirada a Halbart Glover, el cual se acomodaba en un sitio privilegiado, como correspondía, bien cerca de su hermano, el señor de la casa. Por otro lado buscó con la mirada a Ellys de Lagobarro, el varón que le había dedicado un minuto de su tiempo solo por amabilidad, o eso parecía inicialmente. Estaba posicionado a cierta distancia de ella.

La música sonaba, las carcajadas se hacían audibles y las conversaciones no cesaban, siendo ella la única en todo el evento que solo abría la boca para comer y beber, no disfrutando para nada la festividad, quizás fuera la única con la moral tirada por los suelos para compensar la efusividad popular del convite.

Jonelle se fijó en el bastardo Lonnel Nieve, un desgraciado como ella, pero que luchaba como un auténtico diablo, o al menos esos era los rumores que se contaban de sus proezas en combate, ese detalle bastaba para que la mujer ya de entrada le respetase, un gran guerrero del norte.

La bastarda comía con placer lo que le pusieran por delante, lo bueno de no estar en la mesa de los señores es que no se sentía obligada a comer pequeños trocitos como si fueran pajaritos, al diablo con sus costumbres, era mejor su posición, o al menos su mente decía eso para darle la convicción que necesitaba para no sentirse una desdichada.

Arlan también se encontraba allí, Jonelle no le dedicó ni una mirada, no quería comenzar un nuevo conflicto, no tentaría su suerte por bendecida que fuese.

Como con calma, tomando un poco vino para evitar que mi garganta se mantenga seca. Pronto tendremos guerra, y no es bueno que el exceso de bebidas nublen el juicio o impidan escuchar las llamadas o las señales de alarma. Quizás no fue buena idea el saltarme al comida, pero aprovecho a comer abundantemente. A mi lado, mi hijo come y bebe con quizás cierta alegría. El es joven, puede darse ese lujo mientras no caiga en el exceso. El sabe cual es su deber. Que los jóvenes hablen y rían, pronto vendrá la guerra con su dolor y su llanto.

Ellys se había retirado al salón junto a otros caballeros menores como él, espadas de alquiler que luchaban por un mendrugo de pan y si hubiera suerte por algo de fortuna tras la batalla. Había estado en múltiples salones, comido en muchos banquetes y aguantado demasiadas tonterías durante su vida. Se encontraba sentado en la mesa charlando alegremente con otros caballeros y señores de casas menores pero él prefería charlar con caballeros que al igual que él sabían donde estaban. 

Como buen comediante su voz resonaba por la mesa mientras contaba anécdotas, animaba a otros a que las contaran y enjuagaba su boca con la cerveza del señor. Es más juraríais que no le habríais visto aún sin una jarra de bebida en la mano. Su tono aumentaba un poco por cada trago y sus mejillas podrían adquirir cada vez más parecido al color del vino. Ya cuando estaba en la cúspide de su repertorio animó al resto a unirse - Vamos! quién se sabe la canción La mujer del Dorniense? Alguien de estas tierras la habrá escuchado antes no? La escuché de un trovador en tierras de la tormenta, allí tuvimos encontronazos con algunos hombres del sur y esta canción la aprendieron todos los hombres para cantarla antes de la batalla. Os sorprendería el poder de todo el ejército cantando esta canción a los Dornienses antes de la batalla. - Con este mensaje comenzó a cantar animando la sala.

- "La mujer del dorniense era bella como ninguna

y sus besos eran más dulces que la uva.

Pero la espada del dorniense era de negro acero

y su beso del dolor más certero.

La mujer del dorniense cantaba durante el baño

con una voz que era dulce como un melocotón,

mas la espada del dorniense tenía su propia canción

y se clavaba como el aguijón de un escorpión.

Mientras yacía en el suelo y la vista se le nublaba,

notó el sabor de la sangre que la boca le llenaba.

Sus hermanos se arrodillaron y rezaron una oración,

y él sonrió, se echó a reír y entonó una canción:

«Hermanos, oh, hermanos, mis días aquí han terminado,

pues el dorniense la vida me ha quitado,

pero todo hombre muere tarde o temprano,

y a la mujer del dorniense yo ya he probado."

Definitivamente la noche iba a ser larga y más escuchando los cantares que había comenzado Ellys de Lagobarro. Jonelle bebió un trago y se percató de que en realidad, estaba casi rodeada de hombres, muy pocas féminas de su condición social estaba en esa zona de la mesa, siendo claras novedades entre las tropas.

Jonelle estaba acostumbrada a las canciones subidas de tono, no le agradaban. Cogió un higadillo de pollo y se lo llevó a la boca mientras pensaba en cómo habría sido su existencia si hubiera sido una hija legítima, ahora mismo estaría sentada en la mesa principal, agasajada con los mejores platos y las compañías más selectas, con la edad que tenía estaría casada y tendría hijos, una vida plena.

Y sin embargo, allí estaba, como una lamprea en un río de salmones, sola y apartada, despreciada a un lado por su condición de bastarda y por no saber comportarse. Era curioso, su madre quería casarla bien, no admitía pretendientes artesanos ni mucho menos campesinos, esperaba a alguien de armas, con cierta posición y Jonelle a estas alturas sabía que moriría soltera, ella era a efectos sociales mucho mejor que la plebe por su medio sangre noble y muy inferior a alguien nacido dentro del matrimonio dentro de las casas menores. Además de ello los Mormont eran prácticos, guerrear priorizaba a las relaciones con otras casas y en caso de tener que hacerlas, mandar una bastarda como ofrenda de matrimonio era como mínimo un insulto.

Suspiró, odiaba esas cenas multitudinarias, estaba deseando que algunos comenzaran a levantarse y salir del salón para hacer ella lo mismo y quedarse fuera, sola, sentir el frescor de la noche en el rostro y no escuchar el odioso ruido de aquellos varones. El hastío la embargaba.

Aunque la canción sea propia de tierras sureñas, a los norteños les gustan las canciones que cuentan historias, y evocar un lugar tan lejano y distante como Dorne, a un mundo de distancia, resulta ser una ocurrente elección. Además de ello, el ambiente se encuentra ya de por si animado debido a la cerveza que corre a ríos. 

Poco a poco el salón entero va bajando el tono de las conversaciones para prestar atención a la canción del caballero errante según esta va cobrando intensidad. Para cuando la última estrofa revela el final de la canción, una algarabía de aplausos y palmadas en la espalda manifiestan que ha sido un rotundo éxito. 

— Una voz como la tuya nos hubiera venido bien en Skagos hace años — Una profunda voz se dirige hacia ti. Un hombre mayor que tú, con una larga barba marrón dividida por las canas y al que le falta una oreja se acerca con una pesada jarra de cerveza, con la cual tiene el decoro de servirte. Mas, como buen bebedor te fijas que lo ha hecho para despejar la espuma antes de servirse él mismo. Aun así, no deja de ser un ofrecimiento. — El lugar más miserable del Norte — Asegura antes de dar un largo trago, sin importarle que la cerveza rebosante corra por su barba y que esta caiga sobre su jubón de lana con los colores de Invernalia.

— Tú debes de ser la bastarda del alboroto de antes ¡Já! Menuda forma de empezar — Comenta mirando a Jonelle, identificando cerca de allí al hombre que había recibido el puñetazo. A fin de cuentas, pocos cuadran con la descripción de viejo y con un golpe en la cara en aquella mesa. — Menudo ejército que nos tenía preparado Lord Glover — Bromea chasqueando la lengua.

Hay que reconocerlo, ese hombre tiene una muy buena voz. Si bien la historia no es tanto de mi agrado por el tema, la forma en la que canta levanta el animo y me hace aflorar una ligera sonrisa.

Dorne es una tierra muy lejana, dónde dicen que no hay nieve y nunca hace frío. Suena a un ligar interesante de conocer.

-Es una muy buena estrategia de batalla. Provocar al enemigo para que actúe sin pensar. Ja. Ya me imagino su expresión al toparse con sus espadas y lanzas. No me imagino a hombre que pueda resistir a una canción como esa.

Jonelle escuchó la canción y aunque no podía admitir que una chanza de ese tipo gustase tanto, no podía negar de que Ellys de Lagobarro era un hombre con una voz magnífica y una cualidad para la interpretación inmejorable, de alguna forma deseó que cantase otra, y ya puesta a pedir, que la letra fuera menos grosera. Se quedó mirándole por unos segundos mientras algunos tipos se levantaban y le daban golpecitos en la espalda, felicitando su proeza. La joven bastarda sonrió levemente, fue un gesto espontáneo, a pesar de toda la carga emocional del día, la música le había suavizado un poco la tensión. Con hombres como el caballero errante las tropas irían a la guerra animadas y eso estaba bien.

El bastardo de Invernalia sirvió a Lagobarro y comenzó a hablar con él, no sin antes dirigir unas palabras a la joven Jonelle, cómo no sobre su propia humillación en el patio.

- Y que lo digas..., menuda forma de empezar y... de acabar.... - resalta ella el término acabar, estaba claro que no iba a cometer más acciones bélicas por esa noche, a pesar de que su sangre ardiera, el último atisbo de autoestima que le quedaba le acompañaría al día siguiente, cuando regresara a casa, ya en la Isla del Oso se encargarían de arrebatársela por los sucesos acontecidos en las tierras de los Glover.

Lonnel Nieve se dispuso a hablar con Woods sobre el ejército de Lord Glover, parecía tomárselo a mofa, pero Arlan no entró al trapo y solo comentó acerca de la canción de Lagobarro. Jonelle hubiera querido preguntar la opinión personal a Lonnel sobre las tropas y el ejército formado, pero Arlan estaba allí presente y la joven estimaba que volvería otra vez a la carga sobre ella y no podía permitirse el lujo de comenzar otra revuelta... A no ser que..... Volvió a sonreír.

- Lonnel Nieve, tu nombre es bien conocido por ser uno de los mejores luchadores en el Norte, todo un honor que habla de tu pericia en combate.... ¿crees que con este ejército tenemos posibilidad de ganar la guerra?... ¿La estrategia es tan buena como para impedir que arrasen los krakens la Isla del Oso?.... - pregunta ella creciéndose ante la adversidad, una vez más. Una caída, una levantada. Permaneció atenta a sus palabras.

El maestro de caza fue honrado con un lugar en el gran banquete, debido a su condición de plebeyo, un lugar apartado eso sí, de la flor y nata de la nobleza norteña.

Junto a él, sin mucho espacio, habían varios capitanes, soldados veteranos de los Glover y otras casas bebían animadamente. La comida que llegaba no era la mejorby el vino a este lugar del festín no llegaba. No eran muchos y tampoco importantes, así que por unas horas, se encontraron como en casa, disfrutando con sus camaradas de armas sin el reproche de los grandes señores que les mandaban.

Sin duda, su señor se había esforzado en causar una buena impresión a aquellos que habían venido de tan lejos a ayudarle. De aquel día hasta aqui unos meses, Karlon tendría trabajo cazando en el Bosque y intentando volver a llenar una despensa, que tras estos días, iba a quedar muy mermada.

Karlon estuvo sonriendo y aplaudiendo mientras observaba a todos los invitados, pero fue el caballero errante quién con una canción sobre la lejana Dorne, se ganó el cariño de la gente.

El cazador aplaudió ante tan buena voz y no pudo más que brindar por la empresa que iban a acometer los norteños. El alcohol le empezaba a hacer efecto y entre risas, se enteró por boca de varios testigos, de la bronca en el patio entre la bastarda Mormont y lord Woods.

- Que...atrevi...mieen..to- dijo mientras comía un muslo de conejo hecho al horno.

Pero la música y las anécdotas le hicieron olvidar todo aquello. Esperaba, como colofón a la gran cena, un discurso de Lord Glover o Lord Stark y quería tener el cerebro bien activo.

El caballero se levantó e hizo una reverencia hacia el gentío. Normalmente no solía salir tan bien y ser mejor recibidas sus canciones por lo que se alegró mucho. Con la jarra en alto brindó en honor de los asistentes mientras que la vaciaba de un trago. - Gracias amigo, cómo es que Skagos es tan mala como dices, a fin de cuentas un buen calor y algo de alcohol pueden alegrar hasta la más fría de las noches. Eso y una buena mujer.- Bromea mientras vuelve a rellenarse la jarra. - Oh! eres el famoso Lonnel, por estas tierras hablan maravilla de vos, sin duda será un placer verte en la lucha contra esos piratas. Parece que los bastardos del norte son fieros, además Jonelle ya lo ha demostrado, con tal fiereza que tiemblen los piratas. La muchacha se ha hecho notar, al menos ahora todo el norte sabrá su nombre. - Ríe mientras comenta su chiste. 

La fiesta continuaba y Ellys se encontraba en su salsa intentando hablar con cuantos más señores mejor. Pues nunca sabía donde una oportunidad de fortuna aparecería de una buena conversación.

Las palabras del caballero provocan una pequeña y grave carcajada en el bastardo. — No, amigo, en esa horrible isla cuando la nieve cae de las montañas la cerveza más fuerte se congela como un charco en la madrugada. Sus mujeres son feas e indómitas, tanto como sus hombres, gente que vive en cuevas heladas cometiendo las más abobinables costumbres — Describe con expresión de repulsa. — A su lado, los hombres del hierro me caen hasta simpáticos...

Los halagos recibidos por la bastarda y el caballero no parecen impresionarle de modo alguno. — Bueno, he visto peores formas de hacerse notar — Confiesa encogiéndose de hombros en relación al comentario sobre el modo en el que el Norte conocerá a Jonelle Nieve. No obstante, la pregunta de esta no recibió una respuesta tan rápida como la del caballero. El bastardo da un sorbo a su cerveza, meditando la respuesta. — Lo que pase con tu isla está por ver aún. El Norte no tiene ninguna flota en el oeste. Mientras los hombres del hierro controlen las aguas, no podremos enviar ayuda. — Dice con cruda sinceridad. — Depende de esos Lannister y sus barcos en el sur, y de nuestras espadas aquí.

— Pero no temáis, esas ratas de mar no son tan valientes como se creen. No van a ser mujeres, pescadores o guardias holgazaneando precisamente lo que se encuentren al llegar...

Karlon seguía bebiendo y hablando con los soldados que tenía alrededor.

Contaron batallas, rumores y anécdotas que habían vivido o conocido por parte de otros 

El maestro cazador asentía y se mostraba interesado, muchas de esas chanzas estaban muy adornadas y exageraban algunos datos, pero Karlon escuchó atentamente lo que decían.

Rió y contribuyó con algunos datos o historias del Bosque de Lobos a pasar un buen rato en camadería con sus compañeros.

Escucho lo que comentan y termino mi bocado para tomar un poco más de vino

-El mayor problema con los calamares es su excesivo orgullo. Son mucho de atacar e invadir de forma rápida y brutal. Sin embargo no son buenos conservando territorios o defendiendolos. Son impetuosos pero les falta disciplina y constancia. Por ello los asedios largos o las invasiones prolongadas no son su mayor fuerte.

Tomo un pedazo más de carne y continúo comiendo.

-Si los Lannister invaden por el sur, eso podría presionarlos a volver a sus islas, a invadir a los Lannister, o luchar como si les fuera la vida para evitar que nuestras tropas se sumen a la invasión.

En todo caso, tenemos una importante ventaja. Este es el norte, y conocemos mejor estas tierras que su Dios las aguas.

Al caballero casi se le quitan las ganas de comer cuando el bastardo comienza a explicar lo que sucede en esas islas. - Desde luego amigo mio no estáis dando muchas ganas a cualquiera de ir allí a luchar, y dígame cómo es que fueron a combatir a aquellas islas? por lo que comenta no parece haber nada de interés en ellas. -

Las islas de los osos no eran una prioridad al parecer, los norteños lo tendrían casi imposible navegar. - Si esos piratas con su dios ahogado cazaran al ejército del norte cruzando los mares camino a las islas el ejército norteño quedaría mal parado dejando tierra firme a merced del enemigo. Como bien ha visto el señor Arland lo único que se puede hacer es incitarles a desembarcar en tierra firme y ahí destrozarlos de tal manera que no vuelvan a pensarse volver a salir de esas tierras rocosas. Además como  las mujeres se parezcan a Jonelle más les valdría a los kraken darse media vuelta y huir. 

- Y dime amigo mío, vos que estáis más cerca de los señores, sabéis cuando se prevé que los piratas desembarquen para asaltar estas tierras? serían algo insensatos no hacerlo primero con una batida de exploración para tantear el terreno. Estoy seguro de que si ven este ejército darán media vuelta buscando otros puertos más asequibles. 

Ellys hablaba con el bastardo Lonnel y menciona a Jonelle, halagando su fiereza, aunque ella no parece lucir orgullosa, bebía en silencio, escuchando los comentarios de los demás. El bastardo del norte tampoco estaba impresionado por ella, o sí, pero en negativo. La joven no interfiere, no había que ser un genio para llegar a esa deducción.

La explicación sobre lo que sucedería en su isla provocó que el semblante de la mujer cambiase, depender de un ataque desde el sur para ayudar a sus gentes no era la mejor de las noticias, pero no podía existir estrategia alternativa si en el oeste no había flota. Se mordió la lengua por no maldecir.

- Veremos... - comenta ella dejándose llevar por la desazón, mientras continuaba la charla el viejo Arlan -...Los Hombres del Hierro no tienen concierto ni orden en sus ataques, lo que provoca que sean imprevisibles... No asedian, pero hacen mucho daño, varios ataques continuados en una zona provoca la muerte de sus gentes, o por guerra o por hambre... - no lo podían negar, lo había visto de cerca -... El problema es el tiempo que tardarían los Lannister en realizar sus ataques, cada día que pasa, cuenta... - su sufrimiento se basaba en el amor a su hogar.

Jonelle suspira ante las palabras de Lagobarro, el único de aquella mesa que le consideraba e incluso la enaltecía ante los demás, un detalle por su parte -... Las mujeres de mi tierra son buenas luchadoras, pero aún así en estos últimos tiempos nos han desbordado, es el motivo por el que he tenido que pedir ayuda

La joven observaba a Karlon excesivamente callado, en otras circunstancias le habría dado pie a una charla, pero no tenía ella misma mucha más conversación ni ánimo después de lo sucedido en el patio. 

-Y por esa misma razón no hay nada peor que una imprudente embarcándose sola a la Isla. No sería la primera vez que un mensaje o un mensajero interceptado termine en todo un desastre.- Doy un bocado a un trozo de ave antes de continuar -En todo caso es entendible la obsesión que tienen con la Isla. Si mal no recuerdo se las quitamos antes de la llegada de los dragones a esta tierra.

— Un día un Magnar de Skagos dijo que no quería seguir siendo vasallo de Barthogan Stark, el hermano de mi padre, y pagar su tributo. Y no era un tributo de oro o plata, sino de pieles, marfil y cosas del estilo...Nos embarcamos y durante un año estuvimos allí tratando de hacerles razonar con espadas y hachas, hasta que mataron a nuestro señor en una escaramuza. 
— Mi padre regresó a Invernalia y dejó el asunto en manos de nuestro actual señor, tendría poco más de dieciséis días del nombre. Y lo consiguió, aunque casi le cuesta la vida. — De nuevo da un sorbo a su jarra, desviando su mirada hacia el señor, distante en la mesa de los nobles — No se cuántas vidas se perdieron por esa maldita isla helada, pero no creo que vuelvan a pensarse el repetirlo — Añade con un deje sombrío. — Hay cosas que no pueden arreglarse con tributos...

La pregunta del caballero, en consonancia con la conversación, hizo que el guerrero abandonara el gesto severo que se había dibujado pro unos momentos en su rostro. — Esa es la idea. Se supone que los Lannister les están cortando la retirada y acabando con sus barcos en el sur. Ya están de camino, pero les estaremos esperando... 

— Estos bosques son buenos para ocultarse, tenemos tiempo para prepararnos. El momento más vulnerable es cuando desembarcan, o cuando se adentren sedientos de botín y su codicia se imponga sobre su sensatez. Cuando vuelvan a sus islas apaleados, les espera una buena sorpresa. Incluso aunque los Lannister no acaben con todos en el sur ya estarán en jaque. Sus días de pillaje están contados...

En un extremo de la mesa crece un alboroto que hace temblar las tablas de madera que la componen. Un hombre se levanta triunfal para engullir una jarra de cerveza, mientras que lamentándose hay otro al que no tardan en echar del banco donde se sienta para que otro tome su lugar. Parece que un grupo de soldados se ha animado a competir en un rudo juego de fuerza y resistencia. Uno de los hombres de Fuerte Terror parece ser el campeón de pulso, pues ya ha eliminado a otros tres soldados y el cuarto se encuentra próximo a la derrota pese a su cara roja de esfuerzo. Finalmente, desfallece y vuelve a ascender el clamor. — ¡Menudo ejército de flojos! ¿No hay nadie con un par en este maldito castillo? — Brama despidiendo con una colleja al último soldado. Dicho aquello, sus compañeros le premian con una cerveza del barril que han acaparado.

Parece que el honor y algo más, está en juego.