Partida Rol por web

Sara rió un poquito. No una risa clara o agradable, si no una risa oculta tras una sonrisa de ironía.

Soy... era... SOY Dijo finalmente Abogada... Con los nuevos recortes, alguien que no esté en la calle muriendo de hambre no tiene derecho a justicia gratuita, y aún así... el resto tenemos que pagar primero el abogado y luego si se nos da la razón nos lo reintegran.  

Suspiró Y sé como iba a terminar esto. Un buen puñado de compañeras iban a testificar en su favor, iban a sacarme mentiras hasta sepultarme con testimonios falsos sobre lo extorsionadora que soy por haber denunciado por abusos sexuales a un jefe tan bueno y magnánimo. Empezaba a gesticular, algo nerviosa, y terminó por abrir el parasol del acompañante y empezar a limpiarse la cara de lágrimas -no iba maquillada- y ordenarse el cabello.

Así que en otro tiempo hubiera recurrido a grabaciones y otro tipo de tretas, pero ahora mismo paso... no sirve de nada, la justicia es un espejismo desde hace años. Como ya tengo trabajo... Sonrió a Francisco. Le pueden dar mucho por culo... Inmediatamente se dio cuenta que eso había sonado muy malsonante y quizá se estaba tomando demasiada confianza, pero tampoco le importó. Era justo lo que sentía.

Ciertamente era lo esperable. Como abogada Sara sabía muy bien de que píe cojeaba la corrupta “justicia” que imperaba en aquel país de ladrones e hijos de puta desalmados.

   - No se preocupe, ya no tendrá que tener nada con él.- Correspondió Francisco.- Como popularmente se dice, “a cada cerdo le llega su San Martín”, tal vez no hoy, pero algún día ese desgraciado sufrirá las consecuencias de sus actos.-

Aunque su encuentro había nacido de una funesta situación, el empresario se alegraba en cierta manera de que la joven se mostrase más relajada y distendida. A ciencia cierta que lo necesitaba.

Francisco continuó conduciendo sin ninguna dirección en concreto, simplemente dejando que el coche recorriese las calles de la ciudad, dando tiempo a que Sara se arreglase y recuperarse el porte adecuado.

   - Bueno, entonces, ¿Dónde quiere que la lleve?- Preguntó finalmente.- Si no se ve con fuerzas para ir a su casa siempre le puedo llevar a tomar un café o algo...-

Sabía que aquello podía ser mal interpretado y sonar un poco atrevido, por lo que lo dijo con mucho tiento.

   - Tengo un amigo que posee un restaurante donde sirven un café buenísimo, y hay unos lavabos, donde podría arreglarse mas cómodamente que en el coche.-

Sara sonrió a Francisco, una sonrisa tenue, pero sonrisa al fin y al cabo.

No le voy a declinar ese cafecito... ¿Cuánto hace que no tomo un café...? Desde que nos cortaron el gas... y eso fue en... Caramba... ¿Tanto...? Gracias, Francisco. Estoy hecha una piltrafa, así me arreglo un poco...

Suspiró y se dejó medianamente ordenado el cabello. Desgraciadamente, no lo creo. Si hay un cielo y un infierno a lo mejor, pero aquí a esa gente no les pasa nada. Llámeme pesimista, pero dicen que un pesimista es un realista que dice lo que piensa. En España lo que hace falta ya hace tiempo es uno como el americano ese, el Castigador.

Cerró el espejito. Drástico pero eficaz. Tanta burocracia, tanto papeleo, tantos años estudiando, tanto procedimiento y tanta... tanta tontería... para conseguir un sistema apestoso como este... Un rico o un político puede atropellar a alguien en la carretera o a todo el país en los despachos, y ni devolver el dinero robado, ni pisar la cárcel, ni nada...

   - El idealista del hoy es el pesimista del mañana...- Murmuró casi mas para sí que para Sara.

Asintió con la cabeza a las palabras de la joven, sin perder la vista de la carretera

   - Como las cosas sigan a este paso no le extrañe ver que alguien toma precisamete el ejemplo de ese tal Castigador.- Comentó haciéndose el tonto.- Es ley de vida que a alguien se le acaben hinchando los cojones...-

Mientras tanto, Francisco condujo el coche desviándose hacia la parte alta de la ciudad, cogiendo la avinguda Tibidabo, para acto seguido girar por el passeig de Sant Gervasi, allí aparcó el coche a pocos metros de su destino, un bar cafetería llamado La Carmanyola d'en Joan.

   - Ya verá, no es nada exageradamente de alto standing, pero el local esta muy bien arreglado y el café y la comida son excelentes.- Le dijo mientras bajaba del coche.

Cualquier cosa estará bien, de verdad...

Cuando Sara llegó al lugar, entró e inspiró con fuerza. Esperó a que él buscara un sitio y pidiera lo que quisiera, mientras ella se excusaba para ir a arreglarse al baño. De paso tampoco pedía ella, no quería pedir de más, ni de menos... 

Cuando regresó, para sorpresa de Francisco, era realmente otra persona. Al parecer hasta se había maquillado, algo se habría traído de maquillaje... quizá a su antiguo jefe le gustaba que fueran bien guapas.

Aunque su mirada seguía algo consternada, sonrió a Francisco, forzando apenas, pues realmente estaba contenta con lo que hubiera tenido a bien pedir.

Bueno... Estiró la sonrisa. Pues esta es mi cara cuando no he tenido un día de perros... Se sentó y tomó aire, apenas pudiendo disimular que tenía unas ganas locas por probar el café.

Mientras Sara se arreglaba en el lavabo, Francisco miró la hora en su reloj y viendo que eran las cinco y media de la tarde, pidió dos cafés con leche y un surtido generoso de pastas y tostadas para merendar.

Acto seguido, mientras esperaba envió un mensaje a Tecnovirus, para que buscase toda la información que pudiese sobre Sara, y su jefe. No era por desconfianza, pero había que informarse bien de la situación y de su posible objetivo.

Al ver aparecer a Sara de nuevo, el empresario enarcó una ceja y la miró fascinado pues el cambio de apariencia era mas que notable. La verdad es que descontando a Katia, hacía tiempo de que una mujer no le sonreía de forma genuina, y mucho menos una que fuera tan atractiva así que eso unido a la sorpresa del cambio de apariencia de Sara le descolocó un poco.

Luego, dándose cuenta de que ahí parado mirando con cara de sorpresa debía parecer un pasmarote, carraspeó aclarándose la garganta  y le devolvió la sonrisa.

   - Esto... No sabía que es lo que le gusta, así que le pedí un café con leche.- Comentó de manera casual en un intento de ocultar su incomodidad.- Con la hora que es me he permitido la discreción de pedir algo para desayunar. Coja lo que quiera sin ningún compromiso.-

Sara sonrió a Francisco mirando lo que había pedido, asintió con agradecimiento y se colocó bien el pelo mientras se sentaba despacio.

Era evidente que intentaba contener la alegre ansia de echarle el guante al café, por lo que mantuvo las manos ocupadas con cualquier tontería.
Muchas gracias Francisco. De verdad... ojalá hubiera más hombres como usted.

Dejado el tiempo prudente, cogió el café y tras soplarlo suavemente, cerró los ojos mientras lo saboreaba, y expiraba suavemente por al nariz. Casi le faltaba un ronroneo de placer al probarlo. Tras unos sorbos, lo dejó y se limpió el 'bigote' de espuma. Mientras lo hacía, miró a Francisco con la sonrisa estiradísima, tratando de no mirarle a los ojos, como con vergüenza.

Eh... realmente me apetecía un café... está delicioso... Cogió aire y tratando de distraer el tema (pero poder seguir tomándolo) comentó: Bueno... cuénteme... Aparte de los negocios, ¿Qué es de su vida?  Y mientras Francisco respondía, volvió a saborear el café.

Francisco encubrió lo incomoda que le resultaba aquella pregunta tras el escudo de una de sus sonrisas aparentemente relajadas. Aquella era una pregunta inocente, pero dada su actual situación personal no podía decirse de que tuviese una fácil respuesta, o al menos una que fuese agradable.

Tomando un sorbo del café para hacer tiempo, caviló su opciones. Por supuesto no podía ponerse a contar sus desgracias, y mucho menos hablar del asesinato de su familia, sin que saliese a relucir el "lado oscuro" de su vida, por lo que optó por una ligera evasiva.

   - Bueno, para serle sincero, a parte de las palabras que cruzo con mi asistenta de la limpieza, esta conversación es la primera "convención social" que mantengo fuera del ámbito laboral, así que no se hasta que punto se puede decir que tenga una vida.-Respondió con tono bromista y cargado de ironía.- Actualmente puede decirse que me debo al trabajo, la crisis es lo que tiene.-

Sara siguió sorbiendo despacito el café, y mientras Francisco hablaba, ella lo miraba a los ojos.

Es usted buena gente... No imagino como ha quedado solo, pero mejor no preguntar. No tardará en encontrar a alguien, nunca es tarde.

Asintió. Yo estoy separada. Ya sabe el dicho: Cuando el dinero se acaba, el amor sale por la ventana. Se encogió de hombros.

Sara quedó un poco incómoda, sin saber de qué hablar, hasta que se le ocurrió hablar de aficiones.
¿Y qué hace en su tiempo libre, además de salvar doncellas en apuros? Bromeó un poco, sin demasiado humor, pero tratando de seguir rompiendo el hielo.

Cogiendo una pasta comenzó a dar buena cuenta de ella, mientras proseguía con la conversación con Sara.

   - Gracias, aunque me temo que a mi edad ya se me ha pasado el arroz.- Correspondió con una sonrisa.- Y supongo que el volumen de mi agradecida circunferencia no ayuda a encontrar posibles interesadas.- Prosiguió con tono claramente bromista.

La verdad es que aquella deriva de la conversación, pese a lo inesperado, no estaba mal. Para Francisco, era hasta cierto punto agradable el comprobar que aun podía socializar de una manera mas o menos normal, después, de en lo que se había convertido su vida durante los últimos años tras la muerte de su familia. Tal vez aun quedase esperanza para su alma después de todo...

   - En cuanto a mi escaso tiempo libre... Bueno, admito que soy bastante casamentero.- Se encogió de hombros.- A parte de los crucigramas y ver la televisión, practico un poco de defensa personal y boxeo, nada del otro mundo...-

Sara negó con la cabeza y sacudió el índice de lado a lado mientras aún saboreaba el café.

No estoy de acuerdo con lo del arroz... Dijo. Tuve algún que otro cliente que se volvió a casar con setenta cumplidos, y una mujer tenía también sesenta y largos... y entre mayores, no solo la brasileña o el mulato con el abuelo o abuela forrados de pasta. Bastante romántico, la verdad... aunque estoy seriamente decepcionada con el amor... Le miró y cogió otra pasta también. 

No creo que a una buena persona como usted se le haya pasado el arroz, ni mucho menos. Es todo un caballero y de ésos quedan pocos.

Las palabras de Sara incomodaron profundamente a Francisco, pues tomaban unos derroteros que abrían viejas heridas que en realidad jamas podrían sanarse. Heridas en su corazón, heridas de la mente, de su alma, del recuerdo de todo aquello que había perdido.

Recuerdos que le transportaban al fatídico día en que recibió la llamada de la policía, el día en que le comunicaron que su familia había sido asesinada, que había perdido a las personas que mas quería en su vida, que todas aquellas cosas que antes hacían juntos ahora tendría que hacerlas solo.

Recuerdos de cuando llegó al parking para identificar a su mujer y sus hijas, sus cadáveres eximios. Patricia tirada como un muñeco de trapo, con los ojos abiertos, mirando al techo con gesto de sorpresa y sendos tiros en el pecho, el cadáver de Sandra, la mayor de sus hijas, estaba al lado de su madre con frágil cuello roto y desgarrado por el impacto de una bala certera, la sangre lo había rociado todo manchando su joven rostro hasta formar una patina roja sobre él, como una terrible mascara. Elena, la pequeña de la familia, se encontraba boca abajo a una decena de metros de su madre y su hermana. Al parecer tras la sorpresa del ataque inicial había acertado a reaccionar y a intentar huir de su agresor, momento en el que este, le había dado alcance, y tirándole al suelo le había acuchillado veintitrés veces de una manera tan brutal como metódica.

Tras unos segundos de incomodo silencio, Francisco se dio cuenta de que se había quedado con la mirada perdida durante un buen rato, y parpadeando volvió al mundo real.

   - Perdone, me he quedado absorto en mis pensamientos.- Se disculpó.- Mucho me temo que ese tipo de amor del que habla solo se puede tener una vez en la vida.- Prosiguió con gesto neutro pero tono afectado.- Y yo ya perdí esa oportunidad...-

Las palabras eran tristes, pero eso no impidió que esbozase una leve sonrisa.

Sara fue plenamente consciente (aunque tarde) de que había tocado un punto desagradable para su futuro jefe, y mantuvo algo el silencio mientras lo mantenía Francisco. Cuando soltó el aire suspiró suavemente y trató de desviar el tema.

No... sea tan pesimista, son malo tiempos pero no hay que dejarse vencer... se lo digo por experiencia. Dijo con una sonrisa, y antes de que él pudiera responder, continuó. Lógicamente se refería a que ella era buen ejemplo de cómo la vida te puede llevar del infierno y luego al cielo en dos horas: ¿De qué son sus empresas? 

Agradecido de poder cambiar de tema Francisco volvió a presentarse mas abierto y agradable encantado de entrar en el terreno de lo profesional.

   - Bueno, ya podrá verlo con mas detalle a partir de mañana, pero por suerte tengo un parque empresarial suficientemente diversificado como para que pese a que me encuentre con el agua al cuello, aun no me halla sumido aun en la mas absoluta de las ruinas.- Comenzó exponiendo la situación.- La mas importante de ellas, y la que me está ahogando a deudas es una constructora llamada Construcorp, ahora se encuentra bajo un proceso de embargo por parte de La Caixa y litigar con ella sería la parte mas peliaguda del trabajo. Después está Cárnicas Méndez, una empresa familiar que me viene de la época de mi padre y que trasladé a Cornellá. Logré que se mantuviese a flote a base de bajar los precios, pero eso no durará mucho si no doy pronto con una solución. Luego está Transportes Méndez e hijos, una empresa de transporte de mercancías que también me sirve para abaratar los costes de transporte de Cárnicas Méndez, por lo que dentro de lo que cabe las perdidas son mínimas. Por último cuento con Barna Chip, es una pequeña empresa de informática. Antes tenía varias tiendas, pero las tuve que cerrar, y ahora me queda una que dentro de lo que cabe me reporta beneficios.-

Terminándose el café miró a Sara con una sonrisa aviesa.

   - Como verá son muchos frentes para una sola persona, así que en cierta manera, usted me ha venido como caída del cielo.- Comentó con tono bromista para quitar hierro al asunto.

Litigar es mi especialidad. Respondió satisfecha Sara. Seguro que le puedo ganar algo de tiempo con La Caixa mientras saneamos cuentas... Hay formas, trucos sucios que los abogados no usan salvo casos extremos. ¿Porqué? Porque pierden prestigio ante otros, incluso pueden llegar a suspenderte temporalmente por fraude de ley... pero nada de eso me importa ahora. No se preocupe, le ganaré tiempo.

Miró a Francisco cuando comentó lo de caída del cielo y cogió una pastita.
Casi como caída de un puente. Sonrió con un buen borbotón de humor negro y perdió la mirada un segundo en el café antes de mojar la pastita.

Con un poco de suerte nos salvamos mutuamente, ésa se la debo, por lo del puente y por el contrato. No sabe lo que significa para mi. Sonrió pensando en algo La alegría que le voy a dar a mi familia cuando se lo cuente... estoy deseando verles la cara... Cogió aire y le cogió la mano a Francisco, con fuerza, agradecida. Le miró a los ojos y sonrió.

¿Dónde me presento mañana para empezar?

Francisco sonrió abiertamente ante las palabras de la joven. La verdad es que para variar en la triste y violenta tónica que se había convertido su vida un poco de alegría y esperanza era un bálsamo bienvenido.

   - Puede presentarse aquí.- Respondió al tiempo que sacaba una tarjeta de CONSTRUCORP y se la entregaba con un dramatismo premeditado.- Encontrará la dirección de las oficinas de mi empresa constructora. Cuando llegue dígale al recepcionista que viene de mi parte y que tenemos una reunión a las 10:00. Estará avisado así que le dejará pasar sin problemas.-

Mirando el reloj comprobó que iban bien de tiempo. No quería llegar tarde a la reunión con el resto de sus compañeros, menos aún cuando cuando iban a conocer a aquellos dos policías que podían ser una bomba de relojería a punto de explotar.

- Ahora con su venia daremos cuenta de estas pastas, y luego le llevaré a su casa para que le de las buenas nuevas a su familia.- Prosiguió aun sonriente.- Además ha de descansar, que mañana tendrá un día lleno de trabajo.-

Mientras la charla seguía distendidamente, y ambos, empleada y empleador trataban de tocar temas más alegres de tratar, pasaron los minutos. Unos diez, más o menos...

Hasta que un alboroto revolucionó el local: Gritando, un muchacho español, de no más de veintitrés o veinticuatro años, entró con una navaja en el cuello de un camarero. Lo había cogido por la espalda y le había puesto la navaja al cuello para hacerlo entrar al local. Parecía nervioso, histérico, y a juzgar por su tono de piel y sus ojeras, a Francisco le pareció bastante claro que se trataba de un drogadicto, probablemente desesperado por otro poco de dinero para seguir drogándose.

¡LA PASTA!! ¡¡LA PASTA DE LA CAJA O ME LO CARGO MIERDA!!  Gritó cogiéndolo del pelo y apuntando un instante a la caja con la navaja, para volver a ponerla en el cuello del camarero.

¡¡QUE ME LO CARGO EH!! VENGA CORRIENDO CORRIENDO JODER!!!

Sin dudar, la mujer que estaba encargada de la caja en ese momento le grita que se la va a dar, que no se ponga nervioso. 
Sara abre los ojos con sorpresa y coge el cuchillo de la mantequilla en la mano. No es que vaya a hacerse la heroína, pero quién sabe por dónde le puede salir la neura al yonki... y tampoco es que pueda salir, pues el atracador está de facto bloqueando la puerta: Aunque está dentro del local, para poder salir hay que acercarse peligrosamente a él a menos de dos metros.

Otros clientes gritan asustados, aunque de momento entre el miedo y el sobresalto, todos siguen sentados.

Francisco no se mostró asustado en ningún momento, aunque si ligeramente sorprendido pues no esperaba que una situación como aquella se diese en un local situado en una zona respetable como aquella. Sin embargo, para él aquello no era mas que la enésima confirmación de lo mal que iban las cosas en aquel país.

Mirando a Sara y le hizo un gesto para que mantuviese la calma.

   - Tranquila, no hagas nada.- Le susurró con una sonrisa confiada.- Déjame a mi.-

Acto seguido se levantó girándose hacia el yonki con las manos en alto y con gesto tranquilo como si allí no pasase nada.

   - Chico, ¿De verdad pretendes robar en este establecimiento usando a ese pobre hombre de escudo?- Le dijo con voz ligeramente irónica y haciendo hincapié en al palabra "pobre".- Quiero decir... míralo, es un simple camarero.- Prosiguió con un tono de ¿a quien le importa?- Si de verdad quisieras conseguir dinero, te buscarías una víctima mas propicia. No se, un tipo como yo, un empresario con dinero a espuertas para que pudieses limpiarlo y darte la gran vida durante una buena temporada colocándote con tu droga favorita.-

Llegados a este punto sacó un pequeño fajo de billetes contantes y sonantes mientras daba varios pasos en su dirección para que pudiese ver que eran una buena suma de dinero.

   - Mira, te voy a hacer una oferta irrepetible. De esas a las que uno solo le ocurren una vez en la vida.- Prosiguió sin perder la sonrisa.- Sueltas al camarero y me pillas a mi de rehén. Luego una vez te lleves el dinero de la caja y mi dinero, salimos juntos de aquí y te llevo hasta mi coche que está parado enfrente. Un coche de los caros y rápidos te lo puedo asegurar, así podrás marcharte de la zona antes de que la poli siquiera sepa que aquí a ocurrido algo ¿Que te parece?-