Partida Rol por web

Instantes después de que las criaturas que acompañaban a Archibald, Pedro y Edmond terminaran de responder a la pregunta de uno de ellos, aparecen en el rellano Charles y Alex, junto con el resto de los anfibios.

Éstos parecen alegrarse de verse unos a otros de nuevo.

Joder gente , ya nos hemos dado cuenta de lo que ocurre, Charles y yo nos conocemos del otro lado. Alguien comentó que nuestra cosas están por aquí, eso significa que probablemente haya armas o algo útil esperándonos, vamos a ello.

Por suerte allí estaban, y de momento, enteros. Observó con curiosidad y alerta la zona, aunque no parecía haber nada allí. Sin embargo, recordó la advertencia que recibieron, una que debía transmitir al resto.

-Debemos tener cuidado. Nos han dicho que hay algo custodiando la puerta del almacén, aunque no han sabido especificarnos el qué. 

Si, pero ahora que sé quién eres , dudo que un centinela nos detenga, incluso desarmados. Edmond, te reconozco de Ardeyn, y la mujer era.. Utuk...

Esto tiene algo que ver con nuestra misión original. No consigo saber el qué.

Edmond suspiró aliviado al ver regresar a los ausentes. Realmente tenía bajas esperanzas de volver a verlos sanos y salvos, pero ahí estaban. Respecto a lo que mencionaban de su pasado...no recordaba bien todo aquello. Era verdad que Alex y Charles le eran familiares...

- Ina y Kherlann... - por fin brotaron sus nombres, a pesar de que todo le era muy difuso. Creía que, en efecto, Ardeyn era su lugar de origen, aunque apenas lograba recordarlo. Al parecer a sus compatriotas no tanto, pero a él aun se le resistía. El siguiente nombre hizo que abriera los ojos levemente sobresaltado.

- ¿Utuk'ku? - preguntó recordando perfectamente su nombre. La imagen de una esbelta mujer canina vino a su mente y la recordó con cierta nitidez. Con ella, probablemente, sí que había tenido un mayor contacto en su mundo natal y por ello el recuerdo era más claro y vívido -. ¿Ella es... la mujer? - preguntó incrédulo -. Pero, ¿Por qué nos perjudica? ¿Y qué quieres decir con nuestra misión original? Yo... tampoco la recuerdo - dijo frustrado.

Charles miró extrañado a Edmond cuando habló, negando con la cabeza después.

-¿Ina? No, soy Gavlan. ¿Y quién es Utuk? Arriba, la enfermera rubia es Lífira, y también está Akrio, el consejero de la reina... Aunque su cuerpo aquí es similar al de nuestros aliados, supongo-explicó, sin dar muchos más detalles aún, dado que seguía sin tener todo claro-y yo tampoco recuerdo ninguna misión, deberás explicarte...

Al escuchar a Pedro, Archibald estuvo dispuesto a replicar. Estaba acostumbrado a ello porque siempre le habían llevado la contraria. Así que al escuchar de aquel hombre que le creía, se quedó trabado y no supo continuar. Todavía con el dedo índice erguido, ese dedo que sirve tanto para amonestar como para dejar ver que se ha tenido una idea (todo ello en función de la altura a la que se encuentra el ceño), añadió un escueto:

- Gracias.

Tras lo cual se giró hacia los hombres pez, que confirmaron lo que él ya había imaginado. Fue mientras se regodeaba en silencio -y observaba la estructura que en ellos debías ser la línea lateral- que llegó el resto. Vamos, los desaparecidos; aquellos a los que muchos ya habían dado por muertos.

Llegaron, pero no cargados de regalos aunque sí de nombres. Nombres y más nombres que para el científico no tenían ningún sentido y que si en algo contribuyeron fue en confundirle. Era como sentarse frente a la tele que él no tenía, a ver un programa de la prensa rosa en el que trataban de las complejas relaciones de gente supuestamente famosa a la que él no conocía. Se quedó en silencio, completamente atento, esperando encontrar en la madeja el hilo que daba comienzo a todo.

Pedro se alegró de la llegada de los otros aunque esta no aportó nada especial relevante. Pestañeó momentáneamente confundido.

-Bien, pero ¿qué ha pasado ahí arriba?

Dudó, por unos segundo, iba a recordarles a princesa y todo aquel asunto de los hombres verdes, todo resultaba algo confuso en su mente y, en realidad, no terminaba de ver la relación.

Oh, vale...dejaremos ese asunto para cuando sepamos dónde diablos estamos. Arriba tuvimos un encuentro algo bizarro, compartimos edificio con estas criaturas como tú ya sabes. Necesitamos llegar al almacén, allí están la cosas con las que llegamos, eso podría darnos alguna idea.

Es probable que el almacén este vigilado, id con ojo.

Pedro suspiró ante la falta de información, pero entendía la urgencia de bajar al almacén.

-No es tan fácil. Archibald afirma que el nuestro destino está bien protegido. En estas jaulas ahora vacías habían seres a los que han adoctrinado. Lo intentaron con ellos pero fracasaron -comunicó escuetamente-. Todos estamos de acuerdo en que debemos ir allí. Ahora bien, ¿estamos preparados como para hacerlo con las manos desnudas? Quizá deberíamos improvisar algún tipo de arma. ¿O vamos a enzarzarnos en un cuerpo a cuerpo?

Tienes razón muchacho, tal vez debamos echar un vistazo par hacernos con algo contundente, venga movamos el puto culo.

Me giré a Archibald, Cuéntame que has visto exactamente, ¿a qué nos enfrentamos? 

Oh, joder. Gavlan. Ahora me acuerdo, pensó llevándose la palma a su frente.

- Un placer teneros aquí - dijo de manera formal -. Aunque aun no me acuerde mucho de vosotros. Poco a poco los recuerdos vuelven - dijo con una media sonrisa.

Edmond asintió ante la conversación entre Pedro y Kherlann. Si allí abajo les podían esperar unos bichos, dígase, parecidos a los anfibios que les acompañaban pero "domesticados" para no dejar pasar a nadie excepto a sus domadores... eso sin duda iba a ser un problema si iban con sus manos desnudas. El histriónico 

Sí, pero ¿De donde vamos a sacar nada? En la enfermería, en el acuario y en las jaulas no había nada, pensó recordando los pisos que habían descendido. Tal vez más arriba, y miró a Gavlan y a Kherlann

- Por cierto. ¿Cuando estuvisteis en los pisas de arriba no observasteis algún lugar donde abastecerse de cualquier cosa? Y otra cosa, ¿Qué fueron esos disparos? ¿Utuk'ku?

-Arriba no había armas, no que yo viera al menos-dijo Charles-bueno, salvo la que tenía la enfermera rubia. Era Lífira, no sé si te acuerdas de ella, la mujer alada que acompañaba a la reina. Disparó a Kerlahn por algún motivo antes de que yo llegara, pero se calmó al hablar con ella. Luego... Apareció una criatura, como nuestros nuevos amigos, pero armado. Y parece ser que esa criatura era Akrio, el consejero de la reina. Pero Lífira le durmió o contuvo de algún modo, diciendo que viniéramos aquí a por armas, pero que tuviéramos cuidado que estaría vigilado-finalizó, después de soltar aquella parrafada hablando rápido, casi del tirón, como quien está nervioso y teme que se le olvide algo. 

- ¿Ver? No he visto nada. O sea las jaulas sí las he visto- Y cómo no verlas cuando no eran precisamente pequeñas y les rodeaban con las fauces, en las que habían guardado a las bestias a las que tendrían que enfrentarse, abiertas.- Ha sido algo meramente deductivo.- Bueno, había habido algo más, un "yo-no-sé-qué" que iba un poco más allá de la pura razón.- Y ellos lo han confirmado- dijo señalando a los anfibios.- Más abajo nos espera lo que había en estas jaulas. Las criaturas que fuera que había aquí, fueron condicionadas para actuar como guardianes. Un condicionamiento que no funcionó con ellos- volvió a señalar a los hombres-pez.- Así que podemos esperar cualquier tipo de criaturas extrañas. Criaturas adaptadas al medio terrestre, eso sí, dado que aquí no hay piscinas, y preparadas y armadas para reducir o matar a cualquier intruso. Por cierto... Esa amable señorita que os ha disparado "por error" y ha dicho que bajarais y que había enemigos abajo, no os habrá prestado por casualidad su arma, ¿no?

Todo aquello era cada vez más complejo y enrevesado. Necesitaban armas, pero estaban vigiladas por seres a su vez armados. Era un sinsentido.

-Pues ya diréis cómo lo hacemos. Tendríamos que conseguir que abandonen la zona con algún señuelo aunque no creo que a ninguno de nosotros nos apetezca ser la carnaza tras la que vayan esas desconocidas criaturas. No sé, si pudiéramos fabricar algo, una especie de bombas de humo o algo tóxico que les obligara a huir... ¿Se os ocurre algo? Quizá deberíamos registrar cuanta habitación o sala haya para ver si conseguimos algo que nos pueda ayudar para improvisar un arma o lo que sea.

Edmond negó con la cabeza. Aquello no dejaba mucho margen de acción. De la zona de enfermería no había nada útil. Las bombonas de oxígeno y otros equipamientos habían resultado de pega. Las camillas eran grandes y pesadas, imposibles de maniobrar con ellas por las escaleras. En el acuario solo había cables, maquinarias acopladas a paneles, peceras y agua. En la zona de las jaulas, solo eso y algunos productos de limpieza, si mal no recordaba. Y Charles aseguraba que arriba tampoco había visto arma alguna.

- ¿Charles, llegaste a entrar en los pisos superiores o solo ascendiste escaleras arriba? - volvió a preguntar a su compañero. Tal vez alguna planta seguía inexplorada y algo podrían sacar de ella.

-Llegué todo lo lejos que pude antes de dar con Kerlahn y que nos enviaran de vuelta abajo. Y no estaba dispuesto a discutir y arriesgarme a que esa cosa despertara de lo que sea que hiciera Lífira... O que esta se pusiera nerviosa y empleara su arma de nuevo-explicó.

-Me temo que si queremos armas, la única opción que se me ocurre es recurrir a sábanas y cristales de las peceras para conseguir cuchillos improvisados. 

No jodais, entre todos podemos noquear a un par de esos a golpes, y robar sus armas. Además si por qui abajo están nuestras cosas, puede que haya algo.

Yo haré de señuelo y vosotros les caéis encima en la siguiente esquina.

- ¿Un señuelo?- se preguntó el científico al escuchar el término usado por Pedro. Y por relación más o menos directa  pasó del señuelo al cebo y del cebo al pescado, y no había mayores pescados que los que les acompañaban. Probablemente eran el mejor cebo, pero ellos podían no estar de acuerdo, así que mejor guardárselo a no ser que en su generosidad, o como pago a que les hubieran liberado, se prestaran voluntarios.

Pero al final no hizo falta familiar de merluzo alguno, o no al menos un familiar tan directo. Fue un merluzo humano el que se presento voluntario para poner su pellejo no escamado en peligro.

- Ehm… ¿Me parece bien?- afirmó dudando, o preguntó afirmando.- Aunque yo no creo que sea de ayuda con eso de los puños y golpes. Yo ya tengo una edad y mis huesos no son lo que eran... O al menos no lo eran en la Tierra. Mi “recursión”- aclaró.- En cualquier caso no soy muy ducho en esto de la violencia, así que yo mejor espero un poco más atrás para dejárselo a los expertos.