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The Witcher: Tierra arrasada

Epílogo: Cazadores del Alba

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10/07/2021, 11:59
Director

Epílogo: Cazadores del Alba

Prisión del castillo real, Vengerberg

El prisionero se encontraba sentado sobre los toscos tablones que conformaban su cama, inclinado hacia adelante y con el mentón apoyado sobre su mano, en una postura pensativa. La puñalada en las costillas y el golpe en la cabeza le dolían, pero lo que más dolor le causaba era que haber sido capturado por el enemigo. Con la mirada perdida en la oscuridad de su celda, el prisionero rememoraba una y otra vez el momento en que su grupo fue emboscado. El ataque fue rápido y preciso, una patrulla habría cargado directamente pero estos agresores se movieron entre las sombras con gran habilidad, la mitad de sus compañeros murieron antes de alcanzar las armas y el resto cayó sin siquiera saber en qué dirección les atacaban, los proyectiles y las puñaladas se movían casi con la misma velocidad. Sus últimos recuerdos eran sentir como una mano que le inmovilizaba el brazo de la espada y como el frío acero se abría paso por su armadura hasta alcanzar sus costillas. Además, recordaba como una figura encapuchada emergió de los matorrales y con una inquietante sonrisa en los labios le señaló y ordenó a los demás que “dejen a ese con vida, nos será útil”, momento en que recibió desde detrás un fuerte golpe en la cabeza que le dejó inconsciente. Tras revivir varias veces el mismo recuerdo, el prisionero optó por centrarse en su situación actual e inmediatamente su mirada percibió una pequeña piedra que se había desprendido de una de las maltratadas paredes de su celda. Habiendo decidido que es era la mejor opción, el prisionero cogió la piedra y comenzó a afilarla frenéticamente contra el duro suelo de la prisión...
Para su desgracia, los guardias llegaron antes de lo que pensaba y aunque logró infligirse varios cortes en la muñeca, el prisionero no consiguió alcanzar sus venas antes de que sus captores le inmovilizaran, le quitaran su única vía de escape y le dejaran inconsciente a golpes...

El cautivo, atado al potro, lanzaba aullidos de dolor que retumbaban por toda la mazmorra. El torturador le había despellejado varias partes del cuerpo, le había quemado con un atizador al rojo vivo y le había amputado un ojo y la mitad dedos, tanto de sus manos como de sus pies. El interrogador, quien entre cada tortura le repetía en un perfecto norteño la misma serie de preguntas, le observaba fijamente con una mirada despojada de toda empatía. A pesar de que hizo todo lo posible para resistir, el prisionero soltó todo lo que sabía, pero las respuestas no parecían satisfacer a sus captores...
Con el único ojo que le quedaba, el preso alcanzó a ver como dos hombres entraban en la estancia y, tras intercambiar unas palabras con el interrogador en un idioma que le resultaba extraño, le respondieron con un claro tono de molestia. A pesar de que la oscuridad reinante en la sala le impedía verlos con claridad, el prisionero alcanzó a descubrir que uno era un soldado con un yelmo alado y una bruñida coraza teñida de negro con un sol dorado en el pecho, y que el otro era un hombre encapuchado con una armadura de cuero negro, el mismo que le había “salvado” durante la emboscada. Tras terminar de hablar con el interrogador, ambos desconocidos se acercaron.

-Es una pena, esperaba que supieras algo más sobre el ataque a Ashberg -le dijo el encapuchado agarrándole con fuerza del mentón- Se que la historia de Lady Sibilia no es más que ficción y tenía esperanzas de que me ayudaras a demostrarlo, pero parece que los que participaron en el asalto no forman parte de vuestras patrullas. Vuestros líderes son más astutos de lo que pensaba... -agregó soltándole y haciendo una mueca- Al no haber conseguido ninguna prueba que contradiga su versión, mis superiores no me permiten ir a por esa norteña mentirosa, pero aun así aceptaron mi petición de perseguir a esos viajeros que ayudaron a los rebeldes. Puede que me lleven varios días de ventaja, pero mis Cazadores son efectivos y tarde o temprano conseguiré capturarles y averiguar la verdad sobre todo este asunto.

-Por eso debo insistir, el general ordena que uno de sus hombres de confianza os acompañe en el viaje como su representante y se encargue de enviarle periódicamente noticias sobre los avances en vuestra investigación -interviene el soldado del casco alado.

-¿Y vuestro enviado sabe hacer algo más que marchar en línea recta y alabar las acciones del general? ¿Sabe cómo seguir un rastro durante varias millas, como acechar en las sombras, como mezclarse con la población local o, por lo menos, como disimular su acento? -pregunta el encapuchado y ante el silencio del coracero este continúa hablando- Lo imaginaba...

Acto seguido, el del rostro oculto de dirige hacia la puerta y le da unos golpes que retumban por toda la estancia. Inmediatamente, esta se abre y un individuo de vestimenta similar aparece en el umbral.

-Da la orden de que los hombres se preparen, mañana a primera hora partiremos -sin siquiera dudarlo, el otro desconocido se marcha a paso rápido.

-Pero... -masculla el militar.

-Pero nada ¿debo recordarle a tu general que mis órdenes tienen la aprobación del propio vizconde de Eiddon y que no tiene la autoridad para ordenarnos nada? -responde tajantemente el encapuchado- Aun así, tu superior puede quedarse tranquilo, recibirá una copia de nuestros informes, siempre y cuando nos sea posible enviarlos.

-Hmpf ¿Y qué te hace pensar que seréis capaces de capturar a esos “viajeros” que asesinaron a Lord Nowak y al Comandante Kowal? -pregunta el soldado con una claro gesto de desprecio en su rostro.

-Que nosotros nunca fallamos en nuestro cometido. Somos huérfanos criados en los barrios bajos del puerto de Baccalà, somos una unidad entrenada por la Inteligencia militar y leales al Imperio, somos los Cazadores del Alba -replica el encapuchado y acto seguido se gira hacia el torturador y el interrogador- Y vosotros, matad al prisionero, ya no nos es útil.

A pesar de que se sacudía con fuerza y maldecía a los nilfgaardianos a viva voz, el prisionero que luchaba por un Aedirn libre no pudo hacer nada para evitar que el torturador le rajara la garganta con uno de sus afilados cuchillos. Ahogándose en su propia sangre y siendo incapaz de pronunciar mas que unos gorgoteos, lo último que vio fue como el encapuchado y el soldado salían de la sala de tortura y cerraban la puerta detrás de ellos...