Partida Rol por web

Obelus hace una demostración brutalidad increible, la nariz (o el hocico que tiene por nariz), se vuelve a poner roja, un detalle que solo recuerdan los aliados, demostrando a los druidas como de equivocados estaban con ese ritual.

Clava sus garras en las costillas del druida, levantantándolo del suelo, y se lo acerca lo suficiente como para arrancarle el cuello de un bocado.

Ese era el destino que les esperaba al resto de de druidas.

Obelus dejó escapar toda la rabia desbocada que atesoraba en su interior. El ulfen poco avispado e inocentón que llevaba en su interior, se había destapado como un animal sin freno capaz de desgarrar a sus enemigos de una forma terrible. Mientras el bárbaro despedazaba al enemigo, trozos de carne y vísceras llovieron sobre Gudrid, Rampart, Ewan y Satinder.

Sólo quedaba la criatura asesina...

El mutante ser dio un paso hasta colocarse justo frente al paladín aasimar. La sombra se hizo sobre el iomedita, que era superado ampliamente por la criatura grotescamente crecida. El druida aberrante descargó su garrote, pero Elenzeran pudo dar un salto hacia un costado evitando el impacto. Cuando el recio trozo de madera topó con el suelo, un montón de arena y fragmentos de arbustos saltaron a causa del violento golpetazo.

El oso albino se acercó al mutante ser, con claras intenciones de aplicar, o al menos intentarlo, el serio correctivo que habían llevado a cabo sus compañeros con los druidas, ...., pero su ímpetu quedó más en un intento.

Ewan, viendo que Rampart ya estaba combatiendo con el último enemigo, y no había sufrido ataques, decidió atacar con un conjuro menor.

El oso albino corrió contra el aberrante druida. Cuando estaba a punto de llegar, dio un salto y lanzó un zarpazo, pero éste quedó amortiguado por la gruesa pelliza que el mutante ser llevaba. Acto seguido, el orbe ácido de Ewan impactó en la criatura y el chisporroteo del ácido sobre la piel, dejó patente que el invocador lo había alcanzado.

No había peor sacrilegio que la falta de respeto por la vida. Aquel engendro pagaría por la afrenta, y lo haría con su vida. Era lo justo. Tras acabar con el druida que le salió al paso se enfrentó directamente contra la bestia degenerada que un día fue un hombre. Esquivó un ataque furibundo y aprovechando el impulso de la esquiva lanzó el mandoble hacia el pecho de la criatura clavando su hoja profundamente.

La vida es sagrada, y tú la has arrebatado injustamente. Tu castigo ha sido dictado y yo me encargaré de hacerlo cumplir. Pudiste elegir y elegiste la muerte. La justicia te alcance en esta y en la otra vida.

La espada de acero del aasimar, hizo la excursión de su tajo con la rapidez de un relámpago. Su ataque certero y preciso fue suficiente para condenar al mismísimo Ábadon a aquella criatura. Lo había pagado con su vida. Los preceptos de Elenzeran eran claros. No había paz para los malvados...

El aberrante ser cayó al suelo sin vida. Parecía como si el paladín hubiera talado un árbol. Por fin aquello había acabado. Gudrid y Ewan se acercaron para recuperar la Astilla Atávica, pues una vez interrumpido el ritual, la reliquia cayó al suelo justo en el momento que los haces de energía se extinguieron. Cuando se giraron, pudieron ver como el cuerpo del druida mutado había vuelto a su condición de semielfo. 

Por su parte, Satinder corrió hasta el cuerpo de su hermano. La esperanza de que aun estuviera vivo residía en su corazón, pero cuando llegó hasta él, pudo comprobar en su mirada perdida de ojos glaucos indicaban que yacía ya en el sueño de la muerte. Quiso gritar, pero ni tan siquiera pudo. El destino era juguetón y macabro en algunas ocasiones. Decidió que allí sería el mejor lugar para que hallara su descanso eterno.

Recogieron todo. Habían cumplido la misión encomendada. Marcharon de aquel lugar bello y místico deseando que jamás volviera a suceder algo igual. Deseaban no volver a luchar contra hermanos o seres queridos, deseaban que la vida prevaleciera sobre la muerte... Que el bien siempre surgiera por encima del mal.

Caminaban de retorno a Wispil. Atrás habían dejado Briar Henge. Intentaban sentirse bien porque la misión había sido cumplida, pero allí, en aquel enclave anclado a los cimientos del mundo, allí sus vidas habían cambiado.

Esperaban poderlo demostrar...