Partida Rol por web

Tras la desaparición del extraño contrincante, los compañeros decidieron adentrarse en el habitáculo vegetal.
Gudrid se apresuró a seguirles; no obstante, lanzó algunas miradas a su espalda, por si a la criaturilla se le ocurría atacarles de nuevo.

Parecía que la escurridiza fata se había ido para no volver. Ewan hizo una seña a Rampart para que se adentrase en el complejo, y seguidamente, con paso rápido, aunque tardó más debido a su nueva condición pequeña, se afanó a perseguir a su eidolon. Sin embargo, iba haciendo furtivas miradas hacia atrás, ..., aquel ladino ser no era de fiar ....

A pesar de la reticencia de dejar atrás a la malévola fata, arriesgándose a que la criatura les atacara posteriormente cuando la situación estuviera mucho más tensa, los pathfinders cruzaron la arcada natural que daba entrada a Briar Henge.

Ya en su interior, pudieron comprobar como la naturaleza en este enclave, había sido moldeada mágicamente por aquellos que custodiaban el lugar dándole una belleza inimaginable. Resultaba difícil comprender la razón que pudiera subyacer en las mentes de aquellos que realizaban el ritual de la Astilla Atávica, pues eran las mismas personas que habían conseguido crear una auténtica maravilla natural: cortinas de enredaderas y madreselvas engalanadas con flores de múltiples especies y colores, troncos de árboles que se entrelazaban creando figuras similares a animales, arbustos que crecían verticalmente como fuentes que proyectaban sus verdes hojas como las aves que alzan su vuelo... ¡¡Magnífico!!

Pero tras unos segundos de tregua, le imperiosa necesidad de detener el funesto ritual emergió en el corazón de los pathfinders. debían seguir con su misión. Nada podía descentrarlos.

Tras cruzar la arcada, comprobaron como un pasillo se dirigía hacia el norte, mientras otro iba al este. 

Una nueva disyuntiva.

El arquero nirmathiano se quedó maravillado ante el panorama visual que ofrecía aquel entorno bello y agreste. ¿Cómo algo tan bello podría ser capaz de causar tanta desgracia? se preguntaba el semielfo mientras no cesaba de agudizar sus sentidos élficos en busca de cualquier pista de la escurridiza fata.

Cuando llegaron a la encrucijada, el arquero intercambió una mirada con Elenzeran , el qual estuvo de acuerdo a proseguir por la ruta del este. El pulso no le temblaba mientras sostenía la flecha preparada en su arco.ya habían probado la diplomacia con la fata con resultado de fracaso. Era la hora de dar rienda suelta a sus armas...

Durante unos segundos, los pathfinders quedaron desorientados en el interior de aquel enclave natural, pero Satinder dio un paso adelante con determinación para guiar al grupo. El soldado nirmathiano, estaba acostumbrado a moverse entre la espesura y de allí, nadie mejor que él sabía cómo desenvolverse en dicho terreno.

Hizo una seña para que todos lo siguieran. Elenzeran, siguió a escasos metros del semielfo con su mandoble presto. Por ahora, los peligros en Briar Henge habían sido resueltos con poderío, pero el aasimar tenía la sensación de que con protitud estarían en un combate de mayor exigencia. Iomedae se lo decía...

Finalmente, llegaron a un lugar, en el cual la vegetación se abría para dar paso a un vado artificial. Aquí, colgando de las parras que se entrelazaban sobre las cabezas de los pathfinders y varios troncos huecos, había media docena de hamacas construidas de pieles, seguramente usadas por los integrantes de la cábala radical de druidas.

Cerca de uno de los troncos, un robusto arcón de madera permanecía salvaguardado de la lluvia bajo un tupido paraguas constituido de gruesas sogas, ramas y hojas. En otro de los árboles, en el interior de su oquedad, el semielfo descubrió un pequeño cofre de madera. Éste, tenía la pinta de estar abierto a diferencia del otro, pues no disponía de cerradura. 

El arquero también reparó en una puerta oculta en la pared oeste de la curiosa estancia. La embocadura había sido perfectamente camuflada y por esa razón, no habían podido discernirla desde fuera.

Además de eso, un par de pasillos discurrían hacia noroeste y noreste.

El semielfo hizo una señal al grupo para advertir de las puertas ocultas. Aquella misión permitia al arquero desenvolverse con bastante facilidad pues los bosques y paramos agrestes como aquel era el tipo de medio en el que había aprendido a combatir cuando era un soldado en las milicias nirmathianas. Además, el guerrero sentía algo especial en relación a la búsqueda de aquella astilla atávica que tanto daño estaba produciendo, hecho que le instaba a no desfallecer en su búsqueda.

- Fijaos... aquí hay un arcón y un cofre cerrado. Tal vez debamos echar un vistazo. ¿Y si contiene la astilla atávica?- se preguntó con curiosidad mientras se acercaba con precaución al arcón y lo observaba con detenimiento. 

Ewan apareció por allí, escurriéndose entre las piernas del resto, debido a su "nueva" estatura. Pudo observar los dos cofres que comentaba Satinder, a lo que pudo decir:

 - No creo que la Astilla Atávica esté ahí. Supongo que la seguirán utilizando en el ritual y dudo que la abandonen por aquí. - Dijo con pocas esperanzas que el enunciado de Satinder se cumpliera - Sin embargo, siempre puede haber algo de utilidad en los cofres que nos permita tener algún tipo de ventaja contra los que, a buen seguro, serán nuestros futuros contrincantes.

Ewan se acercó hasta el cofre de pequeño tamaño. A pesar de su aparente simplicidad, era un trabajo realmente exquisito, pues su madera se hallaba labrada con runas drúidicas por los cuatro costados.

Sin miedo a ser sorprendido por ninguna trampa, el convocador levantó su tapa superior y escudriñó en su interior. En él, se almacenaba un pequeño diario de páginas resecas escrito en la lengua que usaban druidas y gentes de los bosques. Aquel idioma, era una auténtica rareza, pues sus usuarios eran muy reticentes a enseñarlo a cualquier persona que no viviera en comunión con la naturaleza. Además del diario, el taldorano -que ya comenzaba a recuperar su tamaño normal- halló varias cartas astrales y referencias astrológicas marcadas sobre mapas de la región. Pero el detalle más luctuoso estaba plasmado en un pergamino en el cual se podía leer una profética reflexión filosófica:

- El hombre es la enfermedad que destruye al mundo. Y al igual que un cuerpo enfermo reacciona contra la enfermedad, el mundo lo hará contra el veneno de la civilización, pues únicamente superando la fiebre y los estertores, la naturaleza volverá a florecer pura y fuerte.

No parecía haber nada más...

Satinder escuchó con intriga las palabras que el diminuto invocador leyó del pergamino que extrajo. Estaba claro que aquella cábala de druidas buscaba acabar con la civilización porque esta había causado daño a la naturaleza. A Satinder aquel radicalismo se le antojó dotado de cierta legitimidad, pero no podía olvidar que aquello había causado muertes y ello era directamente opuesto a la defensa de la vida que hace todo seguidor de la naturaleza.

- Tal vez haya más pistas en ese diario de lengua extraña... - dijo el arquero extrayendolo con dos dedos, como si tuviera miedo que este estuviera maldito o algo parecido. - pero no hay ningún druida con nosotros que nos lo pueda descifrar...-

Obelus, entra en comunión con sus sentidos y estruja el máximo de sus posibilidades, sus instintos le alertan, pero...¿serán suficientemente agudos como para detectar la posible amenaza? La paranoia ya está interiorizada y sigue con su espadón en mano, esperando la oportunidad para usarlo.

Ewan asintió al comentario de Satinder. Y acto seguido añadió:

-No. No hay ningún druida. Pero deberíamos revisarlo todo para intentar tener la máxima información posible.

Rampart estaba como en un segundo plano. Silencioso, como solía ser. Sin embargo, puso sus sentidos alerta cuando Ewan comentó el revisar todo lo posible ...

Al final, el grupo siguió los pasos del arquero en aquel entramado de ramas y follaje.
Ewan se acercó a uno de los cofres que allí hallaron y lo abrió. Dentro encontraron un pequeño tomo escrito en una lengua desconocida. Junto al texto se encontraba un pergamino con un extraño mensaje.
La sacerdotisa comprendió que el terrible ritual llevado a cabo por la comunidad de druidas estaba conducido por el odio, en el más equivocado de los sentidos.
Cuando el conjurador terminó de leer el escrito, Gudrid comentó más para sí misma que para ser oída: - Es terrible cuando el rencor se acumula de ese modo en los corazones. Es cierto que el hombre es capaz de la más absurda destrucción; mas no todos tienen por qué pagar.

Con un gesto involuntario se recolocó el bajo de la falda para acomodar mejor la cola. Por suerte -pensó- su influencia aún no había carcomido su mente, pero comenzaba a estar harta del peludo apéndice.
- Chicos, por favor, continuemos. Debemos terminar con esta locura cuanto antes.
Comenzaba a ponerse nerviosa de verdad, jamás imaginó que estar rodeada de naturaleza -y el lugar era ciertamente hermoso- podría llegar a ser tan agobiante.
Con la yema de los dedos acarició el relieve de su escudo en busca del sosiego que tanto necesitaba.
Un cúmulo de emociones se agolpaba en su cabeza, pero la fe que la muchacha profesaba a su Señora era más grande que la atroz maldición que obraba en ella.

No nos entretengamos más, por favor... Es urgente acabar cuanto antes con este ritual maléfico!

Elenzeran no puso ni un mínimo de atención en lo que pudiera haber en aquella estancia construida con el vergel. La urgencia era mucha, y no podían perder el tiempo en investigar cada rincón de la construcción. Debían encontrar cuanto antes al aquelarre de druidas malvados que estaban extendiendo la influencia de la Astilla Atávica por todos los alrededores.

A la vez que los pathfinders intercambiaban impresiones o intentaban alentar a que no se perdiera más tiempo, Obelus, bastante afectado por el ritual que se estaba realizando y cada vez más cercano a perder el control de forma irremediable, se acercó hasta Satinder con pasos largos. Cuando llegó hasta el arquero, lanzó un manotazo con su garra bestial. El semielfo dio un paso atrás y con gran velocidad cargó una flecha en su arco al tiempo que apuntaba al loco ulfen. Entonces fue cuando el guerrero nirmathiano descubrió que el bárbaro no le había atacado.

El pelirrojo gigantón, había zarpeado la caja de madera que Satinder sujetaba. Ésta había caído al suelo y al quebrarse liberó una llave que se ocultaba en un doble fondo. Nadie había caído en la cuenta salvo el ulfen.

Al parecer, ya había encontrado la llave que abriría la cerradura del arcón.

Satinder observó extrañado la llave que había salido del bajo fondo y se preguntó cual sería el contenido de aquel arcón para tener la llave tan bien esconcida. Erastil les había proporcionado un golpe de suerte a través de la torpeza de Obelus. El tiempo apremiaba y no debían entretenerse más con aquel arcón.

El semielfo utilizó la llave para intentar abrirlo...

El tiempo apremiaba y no era menester desperdiciarlo. Ante el instinto del fiero ulfen, el cual había descubierto el doble fondo del cofre -aunque no lo hubiera expresado verbalmente- el arquero semielfo, recogió la llave y se dirigió presto hasta el arcón que reposaba bajo un manto vegetal de los árboles huecos. 

Rápidamente introdujo el cabezal de la llave y dio un par de vueltas, encomendándose a los dioses para que ninguna trampa lo sorprendiera. El momento era tenso, pero no había marcha atrás...

Finalmente, la cerradura hizo un nítido click y el soldado nirmathiano pudo alzar la tapa del mismo. pocas cosas se guardaban en su interior a excepción de una bella varita de abedul tallada y un papiro constituido por hojas resecas y cosidas, con un patrón de runas mágicas en su interior.