Partida Rol por web

La otra cosa para la que no están hechos los humanos no es el Bien... ¿Si no es el Bien de qué se puede tratar? ¿De la Justicia? ¿Del Perdón? Ophelia lo dejó en el aire. Los magos tenían fama de crípticos. De crípticos y excéntricos. Y locos, completamente locos.

Shaunarkar, Kalen. Se dice Shaunarkar. Es la versión malvada de otras criaturas de cuento, como los pixies o los unicornios. No son reales. Solo son demonios creados por el imaginario colectivo y confundidos y adorados como divinidad por un puñado de locos. El Shaumarkar al que adoran en el culto de este pueblo se llama Irith, igual de falso y fantasioso que cualquier otro Shaunarkar.

En relación a Shaunarkar, ¿qué le va a decir Ophelia que no sepa ya Phey? Era él el que se había encargado del duro y mordaz interrogatorio en el pasillo. Irith no es más que Irith, un falso ídolo. Que se represente con efigie demoniaca forma parte del folclore, es irrelevante. Lo realmente malo es que aquella corriente de pensamiento pecaminosa les había llevado por el sendero de las sombras a estas buenas gentes.

Estoy con Udokal: no es buena idea quedarse. Debemos abandonar el pueblo de inmediato y dirigirnos a esa cueva. Cuanto antes lo hablemos con ellos, antes podrán arrepentirse. Como el encapuchado que me golpeó la cabeza. ¡Vamos!

Se hizo a un lado cuando intuyó que a la mole no le agradaba que su compañero de viaje lo tocara en el pecho, y de hecho retrocedió ante el toque que de buen agrado le hubiera gustado recibir. Ya hacía tiempo que no sentía el hormigueo en su piel, al menos había captado su atención.

- Comprendo.

Parecía meditar el asunto mirando a los presentes después de observar el entusiasmo inagotable de Phey, por eso se interpuso en su camino cuando vio que tenía intención de marchar.

- No es problema acabar con un par de campesinos con ansias de sangre -Había cierta despreocupación, como equiparando el matar con respirar-, pero no cuentas con el número y otros factores que los convierta en verdaderamente peligrosos. Presentarse así, sin más... -Le sonrió como si no hubiera nadie más, y de paso le dio una buena mirada, otra vez-. Digamos que no es prudente. Además, tu compañero no parece que quiera seguirte, y yo debo contar con Mamawe, mi compañera de viaje -especificó-. Pensar que irías solo...

Lo cierto es que estaba la naiss a su lado, pero apenas la prestaba atención.

- ¿Qué piensa, señora? 

Pazzo empezó a pasar sus dedos por la larga melena. Escuchaba a los demás con atención y sin perder detalle. Era su don fijarse en todo. Se paró a medio camino de otra pasada y entrecerró los ojos. No le gustó el gesto que tuvo Phey con Udokal. A ella nunca le tocó el… Apartó la vista y el pensamiento antes de ponerse roja. Al parecer al grandullón tampoco le gustó. Sonrió y siguió con su peculiar peinado después de ver al pelirrojo apartarse.

La bruja no tardó mucho en hablar y en confirmar sus sospechas. Esos hombres iban a sacrificar a Phey como ella había pensado. No tenían tiempo que perder. Si los demás se daban cuenta de que sus compañeros de secta tardaban demasiado, puede que querían venir a comprobar qué pasaba. Se puso tan nerviosa que se le pasó por alto las miraditas extrañas que Kalen le dedicaba al guerrero sagrado.

- Sí, tenemos que marcharnos enseguida, dijo secamente ignorando a Phey y a sus locas imaginaciones de salvar el mundo. ¿Hay comida en la cocina? preguntó a nadie en concreto. Necesitamos provisiones y mantas también. Cogerían de todo de ese sitio antes de marchar. Pazzo se puso seria. No era lo normal, pero ahora su vida estaba en peligro y en ese momento era lo más valioso que tenía.

Phey, tenemos que huir. Esa gente te quería matar. Son asesinos, no van a escucharte. Suspiró. En cuanto nos van a ver ahí nos van a atacar y será nosotros o ellos. Alguien morirá. Prometiste cuidar de mí y llevándome a ese lugar sería llevarme a la muerte… Míranos, solo somos unos cuantos en contra de un pueblo entero. No vamos a salir de esta si no marchamos ahora mismo. Es intentar salvar a ellos o salvarnos a nosotros.

Sus ojos miraban de un lado a otro como si fuera un gato acorralado. Dejó a los demás por unos momentos y se fue a por sus cosas. Al volver buscó a Udokal.

- Si no quiere marchar, dijo en su idioma para que solo él la pudiera entender, nos lo llevamos a la fuerza. Está bastante herido y necesita descansar. Hablaré con la bruja para que haga algún truco para dormirlo, no me gustaría darle otro golpe en la cabeza.

Keloa había estado escuchando la conversación del grupo sin tener que hacer ningún esfuerzo exagerado, dado lo alto que hablaban. Relajada pero atenta, estaba apoyada en una pared. Suspiró y se acabó de incorporar: había decidido. En dos zanzadas se plantó en la habitación en la que los demás discutían. Su dominio de la lengua común era algo mejor que el de Udokal, y no perdió tiempo en plantear la situación. Habláis demasiado, dijo. No todo el pueblo van a ser adoradores de los demonios, pero si lo son es nuestro deber acabar con este mal. ¿O queréis que los próximos viajeros que pasen por aquí sean masacrados? Los Shaunarkars son abominaciones y deben morir, igual que quienes les adoran, dijo señalando con la cabeza al prisionero. Soy Keloa, Jefa de Lanza O'Shar, y asumo el mando. Si alguno de vosotros cree que está mas facultado que yo para asumir el mando de esta lanza que lo diga ahora. Entre todos tenemos fuerza física, mágica, y astucia. Podemos prevalecer sobre los sicarios del mal y yo digo que lo haremos. Quien no tenga redaños para hacer lo que hay que hacer, puede irse.

Mamawe había permanecido en silencio, al igual que la O´Shar había escuchado casi toda la conversación desde la planta baja. El hecho de que no hubiese ningún otro ruido en todo el poblado facilitó la tarea.
No pudo evitar que una cínica sonrisa asomara a su rostro al escuchar las esperanzadoras palabras del guerrero de la luz. ¿En serio creía que lo mejor era ir a la cueva a intentar convencer a esa gente de que estaban actuando mal? Definitivamente los guerreros sagrados no eran muy listos.
Cuando la altísima guerrera peliroja subió a la planta alta Mamawe no se movió. Alguien debía quedarse vigilando, si había sobrevivido tanto tiempo en la arena ea porque, como buena gladiadora qeu era, sabía que nunca se debía dar la espalda a un enemigo si no se tiene la certeza de que está muerto.

Phey se llevó la mano a la cabeza. Dudaba.

Yo... no lo sé. Pazzo tiene razón, le hice una promesa. Pero ahora, que Keloa también quiera ir me da fuerzas renovadas de acabar con el mal. Y no sé a cual de ellas hacer caso.

Pobre calzonazos, siempre haciendo lo que le dicen las mujeres... o los superiores de su orden... o el noble o burgomaestre de turno. ¡Eso es! A Phey le vino una idea peregrina a la mente.

Podríamos... marcharnos ahora. Así puedo poner a salvo a Pazzo y cumplir mi promesa, a la vez que alerto a la fortaleza más cercana de las prácticas abominables que se practican en este emplazamiento. ¡Podría conciliar ambos puntos contrapuestos! ¿Tú que opinas, Keloa? Ahora que asumes el mando, la decisión la debes de tomar tú. ¿Hablamos amistosamente con ellos ahora? ¿O avisamos para que un pequeño destacamento de guardias tome el poblado y reinstaure el orden y la cordura?

Con una manta bajo el brazo y otra entre las piernas, Pazzo andaba como si tuviera puesto un kimono. Se paró en seco al escuchar a Keloa. Abrió la boca unas cuantas veces como un pez sacado del agua. Por una vez le costaba encontrar las palabras. Por suerte Phey se adelantó.

- Esa es una gran idea, Phey. Y como esto no es una dictadura, querida Keloa, Jefa de Lanza O´Shar, cada uno puede hacer lo que le da la gana. Por si no te habías dado cuenta, no somos O´Shars. Además, ¿desde cuándo te importa lo que pasa con los humanos?

Empezó a meter las mantas en la funda de una almohada y sin esperar respuesta empezó a dirigirse hacia las escaleras para ir a la cocina y llenar la otra con alimentos con alimentos.

Parecía que Phey había entendido los motivos de Udokal y estaba dispuesto a marcharse, además Pazzo se encargaría de que fuera así.

-Está llena de comida, creo que podemos llevarnos lo que queramos después de este ataque. El posadero tiene mucha comida y no echará en falta lo que podamos cargar.

Se dispuso a entrar a su habitación a recoger las cosas cuando la voz de Keloa hizo que se detuviera, pensó que alguien estaba atacando la posada y había venido a advertirles, pero su sorpresa fue mayor cuando escuchó a su compañera. No entendió algunas cosas pues no hablaba tan bien como ella el idioma de los pequeños humanos pero parecía que ella si quería quedarse a buscar a los campesinos por algún motivo que desconocía.

-Los pequeños humanos deben arreglar sus problemas, a nosotros no nos importa, a los que nos molesten los mataremos como hicimos con los otros. Es mejor no perder tiempo aquí, cuanto antes salgamos antes llegaremos con los otros O'Shar.

Keloa miró con cierta simpatía al hombrecillo santo. Sin duda había bondad en su interior, pero estaba claro que no sabía gran cosa del mundo y era débil de carácter, como la mayoría de la Gente Pequeña.

Lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada. Yo no pienso cruzarme de brazos y ver cómo muere más gente, dijo.

Luego le dijo a Udokal, en común para que lo entendieran todos: estoy harta de huir, Udokal. Desde que masacraron a los nuestros es todo lo que hemos hecho. ¿No te pide el cuerpo devolver algún golpe, marcar la diferencia? Los hijos del Dragón son enemigos, igual que los pieles verdes, y nuestros enemigos deben morir, más pronto que tarde.

Por último, mirando con frialdad al resto del grupo: ¿qué pasa, es que queréis vivir para siempre? Yo por mi parte pienso expirar habiéndome llevado por delante a todos los enemigos que pueda, con vuestra ayuda o sin ella. Ah, y por cierto, no entra en mis planes que eso ocurra hoy.

El exabrupto de la enorme pelirroja la cogió por sorpresa. Tan silenciosa era, que había llegado a pensar que en realidad era muda. Al contrario, estaba guardándose todas las palabras que no había dicho hasta el momento

Ophelia se tragó un suspiro. Se había pasado la mayor parte de su vida en la vieja torre, y lo único que le habían enseñado sobre los guerreros sagrados era a apartarse de su camino, pues algunos eran recelosos de lo arcano, y actuaban indiscriminadamente contra quienes la utilizaban. Nunca había imaginado que se toparía con uno tan inocentón.

—En realidad son tan reales como los Haelnaer —corrigó a Phey—. No obstante, nunca había escuchado el nombre de Irith. No me sorprendería que no fuera lo que dice ser.

Se esperaba más bien un oportunista con labia y unos cuantos trucos en las mangas, o alguna criatura de la espesura aprovechando el miedo y la ignorancia de los aldeanos para conseguir víctimas. Si era un shaunarkar, sería uno menor que se había colado en el mundo.

—No vas a conseguir ayuda de nadie, muchacho. Pocos quedan que no hayan sido llamados al frente —explicó—. Y esos tienen las manos llenas colgando a los muertos de hambre que roban frutas de los huertos de sus señores y cazan animales de sus bosques.

Si llevaban tiempo viajando, y la presencia de los dos pelirrojos era un indicio claro a favor de esa idea, habrían pasado por numerosas aldeas donde solo quedaban los más jóvenes y los más ancianos. No era tan grave la situación aún en aquellas tierras, mas Ophelia no dudaba que ese sería su destino más pronto que tarde. No la hubieran enviado allí si los maestros no hubieran estado convencidos.

Ni siquiera Catalina está a salvo, en el otro extremo del continente.

—Cuando esos no regresen, esta gente no se arriesgará a que su secreto se extienda —dijo—No enviarán soldados a por ellos, pero los rumores jugosos tienen vida propia, y saben que un día llegarán a oídos de alguien que pueda causarles problemas. Estas son sus tierras, y las conocen mejor que vosotros. Entre esos simples aldeanos habrá cazadores que se hayan pasado la vida peinando los alrededores en busca de presas. A menos que seáis capaces de ocultar completamente vuestro rastro, os encontrarán, sea en la carretera o en la espesura. Y cuando caigan sobre vosotros, lo harán con la sorpresa de su parte. Darle la espalda a una amenaza solo sirve para no verla llegar.

»Y si Irith es lo que dicen —añadió—, no lo harán solo con flechas y acero.

Si a pesar de todo decidían marcharse, trataría de que le permitieran acompañarles durante un par de jornadas. Lo suficientemente lejos de aquel lugar como para no temer represalias.

A pesar que que no le apetecía en absoluto subió la escalera. Arriba estaban demorando demasiado una decisión que le parecía obvia.
Una vez frente a sus "compañeros" comentó con su habitual tono seco, casi despectivo a decir verdad.
-Deberíais hacer caso a este grandullón, coger toda la comida que podáis cargar y salir de aquí. Esperaba que fuéseis sensatos y pudiéramos compartir el camino... un tiempo al menos. Pero a pesar de que no le tengo miedo al combate,-dijo esto último mirando fijamente a la alta pelirroja,- no voy a ir buscandolo de forma gratuita.

Con idas y venidas de opiniones terminó por apoyarse ligeramente en la pared. La única fe que le habían inculcado era matar o morir, no había término medio y se habían saltado la parte del altruismo por terribles pero efectivas técnicas de adoctrinamiento.

- Suponiendo que lleven un tiempo haciendo ésto estarán provistos de armas, otra cosa es que sepan usarlas. No sabemos el número, lo capaces que son o si tienen a especialistas en rastreo y eliminación. Una presa es una presa, ahí tiene razón -Miró a la maga la cual había expuesto un buen punto.

Fuera cual fuera la elección era blanco o negro, ya sea por fe ciega, precaución o mera supervivencia. Lo peor era no tener claro qué quería Mamawe. Dedicó un momento a ordenar sus ideas optando por lo más práctico, y aún así buscar un punto intermedio para no perder la oportunidad de pertenecer a un grupo de viaje capacitado como aquel. Después de todo, en la era de guerra que estaban viviendo, mantener la espalda bien cubierta era una necesidad.

- Voy a preparar mis cosas, abastecerme y cuando termine puede que tengamos más claro qué hacer; o mejor dicho, cómo hacerlo. Estamos perdiendo el tiempo discutiendo y lo mejor sería que los que quieran entrar en combate tengan un plan con algo de cordura -Ya había vivido demasiadas misiones suicidas, lástima para algunos que resultó más eficiente de lo esperado-. Mamawe, doy fe de tu valor luchando, pero no me dejas claro si irías con un plan elaborado o vas a marcharte -Hasta ahora pensaba seguir con ella, por lo menos no le producía dolor de cabeza como la naiss.

- Eso sí, quemaré este edificio antes de marcharme. Sí o sí -Se encogió de hombros.

Poco le importaba lo que los demás opinaran. Si no lograba desangrar como a un cerdo al dichoso Alcalde-posadero al menos le arrebataría el lugar. Sin más se fue a su cuarto para recoger sus cosas, que estaban para coger y marcharse como siempre las dejaba por seguridad. Tardó poco en regresar al pasillo con intención de bajar, abastecerse de provisiones y buscar un acelerante apropiado.

-No tengo intención de quedarme. dijo de forma clara mirando a Kalen. -Como bien has dicho no sabemos cuantos son, ni si están preparados. Voy a recoger cuanto pueda para seguir con mi camino, todo esto ya se ha alargado demasiado.
-Si el resto pensáis acudir en busca de esos fanáticos, que tengáis suerte.
 

Le gustaba comprobar como Keloa salía poco a poco de su letargo, desde el ataque y la destrucción de su clan no había vuelto a ser la misma, aunque ahora mismo Udokal se había fijado un propósito y tenía intención de cumplirlo, le daba igual lo que pudieran pensar de él, incluso la misma Keloa. La llevaría junto al resto de los O'Shar de la península Oeste, allí seguramente ya se estaban organizando para luchar contra los enemigos y vengar a los clanes caídos del este. Le contestó en su propio idioma pues a diferencia de ella le costaba mucho hablar la lengua común.

-No huimos. Vamos en busca de nuestros hermanos, es lo que debemos hacer. Allí volveremos a tener un clan y lucharemos contra el enemigo. Sabes que no rehuyo una lucha pero en este caso se acaba aquí con estos muertos. Dijo señalando los cuerpos inertes de los agresores que habían quedado en el pasillo. Si hay más y se vuelven a cruzar en nuestro camino o quieren impedirnos que nos marchemos tendrán el mismo destino que estos.

Udokal había aprendido amargamente que no todas las batallas podían ganarse, que incluso algunas ni siquiera podían librarse, se consideraba un guerrero valiente pero no suicida. Si cuando regresaran con los O'Shar los jefes decidían plantar batalla él sería el primero en entrar en combate pero no iba a perder tiempo buscando enemigos imaginarios, al fin y al cabo salvo aquellos tres desgraciados nadie más se había metido con ellos. Tampoco creía en los dioses y los demonios que parecían tener los pequeños humanos. Esperó la reacción de Keloa. Si se empeñaba en pelear la acompañaría, su viaje no tenía sentido sin ella.

El joven se mordió el labio. El grupo estaba dividido. Unos querían irse, otros luchar... Es en este tipo de problemáticas en los que urge que Phey alce su voz para mantener cohesionado al grupo.

Bueno... Pero es que Keloa se ha proclamado líder. No podemos ignorar las decisiones de la líder así, a las bravas. Sino esto desembocaría en caos. No somos animales.

Así, como pegamento del grupo, Phey se adherió a las postulaciones de Keloa. Los grupos que no siguen al líder, no tardan en desgranarse.

Y Ophelia ha dicho dos cosas llenas de razón. No lo de que Shaunarkar existen, claro. Yo lo creeré cuando vea uno. Por mucho que sean venerados como dioses, con los dioses de verdad la fé basta para afirmar su existencia. Con los Shaunarkar no ocurre así. Pero en lo de que quizás no haya guardias suficientes como para tomar este pueblo... a mí ese razonamiento me parece válido. Y lo de que conocen la zona y pueden perseguirnos, también tiene sentido.

¡Decidido! ¡Vamos a la cueva! Y ya se me ha ocurrido un plan. Primero: Kalen no quemará la posada. Así, los aldeanos no verán el fuego a lo lejos y podremos cogerlos desprevenidos. Segundo: os disfrazáis con los delantales de sangre y las capuchas y me lleváis mientras yo me hago el inconsciente. Puedo contar con Ophelia y con el buen hombre que recién hemos hecho entrar en razón. Necesitamos dos más-miró a Kalen y a Mamawe-. ¿Qué decís? Keloa y Udokal son un pelín altos de más. Pazzo se queda corta. Mi plan no funcionará sin vosotros. Yendo disfrazados nos abrirán camino hasta el mismo corazón de su caverna.